Mientras el éxito sea nuestro objetivo no podremos liberarnos del miedo, porque el deseo de tener éxito inevitablemente genera el miedo al fracaso.
Jiddu Krishnamurti.
Material para reflexionar sobre la capacidad de réplica
Actúa con sinceridad y confiésalo: en tu fuero interno, de vez en cuando sueñas con ser un superhéroe verbal. ¿No te gustaría contestar a los comentarios insolentes con una réplica impresionante? Entonces podrías noquear con tu labia imbatible a cualquier impertinente. Y eso sin tener que pensar demasiado, con una sonrisa impasible en los labios. ¿Verdad que sería genial?
Son sueños que comprendo muy bien. Incluso podría imaginar cómo sería el traje de ese superhéroe. Ahora, en serio: estoy de tu parte si deseas tener más capacidad de réplica.
No obstante, el asunto tiene una pequeña pega: es muy difícil conseguir esa capacidad de réplica espontánea y a la vez brillante. Dicho lisa y llanamente, se trata de un ideal elevado.
¿Le das vueltas y más vueltas a un comentario impertinente?
Examinemos la realidad. Los comentarios impertinentes suelen pillarnos desprevenidos, casi a quemarropa. Generalmente nos quedamos demasiado perplejos para contestar. A lo mejor conseguimos pronunciar algo así como: «¿Eh? ¿A qué viene eso?». O sólo somos capaces de poner cara de enfado. Fin. Ahí acaba todo. Nada de reacciones impresionantes. Nada que pudiera derribar al impertinente.
¿Y qué nos pasa después de un ataque verbal? Nos bulle la cabeza. Reproducimos la situación incansablemente en nuestra mente. Una y otra vez. Siempre con reacciones distintas y con nuevas réplicas. Sí, las respuestas adecuadas se nos ocurren cuando todo ha pasado.
El comentario quizás sólo ha durado tres segundos, pero podemos estar horas comiéndonos el tarro. Horas valiosas de nuestra vida en las que damos vueltas a algo que ya pertenece al pasado. Horas en las que estamos de mal humor y avivamos nuestro enfado. Pero, al menos, al final sabemos que tendríamos que haber contestado. Lo malo es que ya hemos perdido el tren. No podemos cambiar el pasado. ¿Y el futuro? Es incierto. ¿Volverá a repetirse la misma situación? Si es así, ¿recordaremos entonces nuestra superréplica? A lo mejor volvemos a quedarnos sin habla. Lo único que queda después de tanto cavilar es la ligera sensación de estar en el bando perdedor porque, aparentemente, no tenemos suficiente capacidad de réplica.
¡Sorpresa! Ya tienes capacidad de réplica
Tomemos consciencia de la realidad y examinémosla con más precisión.
Si te observas en la vida cotidiana comprobarás que ya sabes responder con muchísima rapidez. Si, por ejemplo, te pregunto la hora, mirarás el reloj y me contestarás. O me dirás de inmediato que no llevas reloj. O calcularás la hora que es. En cualquier caso, rápidamente se te ocurre una respuesta adecuada. Y eso mismo te pasa en la mayoría de las conversaciones. Alguien te comenta algo y tú contestas. Rápida y adecuadamente.
Imagina una discusión con tus hijos. El más pequeño te levanta la voz diciendo: «No, no pienso hacer los deberes ahora. He dicho que los haré más tarde. ¡Deja de chincharme!». ¿Pasas horas pensando qué podrías haberle contestado? Seguramente, no. Enseguida se te ocurre algo.
No te hace falta pensar mucho si tu vecino te dice: «El cielo está muy gris. Aún lloverá. ¿Has cogido el paraguas?». Simplemente, pronunciarás un par de palabras. ¿Por qué en esas situaciones se te ocurre una respuesta acertada enseguida, sin necesidad de pasarte horas cavilando?
Observa tu forma habitual de hablar en situaciones cotidianas. Sí, tienes respuesta para todo. Intuyo lo que estarás pensando ahora. Crees que eso no tiene nada que ver con la capacidad de réplica. Pero sí tiene que ver. Y mucho.
¿Te bloqueas exigiéndote demasiado?
Cuando no estás bajo presión, siempre se te ocurre algo. Siempre que no esperas nada especial de ti, encuentras fácilmente las palabras adecuadas. Cuando no te atosigas, tu mente produce gran cantidad de frases con las que puedes mantener tranquilamente una conversación. Pero, cuanto más ocurrente intentas ser, más te cuesta. Te pones bajo presión. Y tu mente se estresa. Igual que en un examen oral.
El estrés nos atonta. Cuando estamos estresados, nuestra gracia se esconde en el trastero y nuestra creatividad en el sótano. Pronunciar una frase sensata nos cuesta un gran esfuerzo.
¿Por qué no somos capaces de contentarnos con lo que normalmente decimos, sin exigirnos demasiado? ¿Por qué no nos conformamos con dar una respuesta cualquiera? Un simple «¡Vaya!», por ejemplo.
Creo que sé por qué nos exigimos tanta capacidad de réplica. Lo hacemos porque a menudo vemos que hay gente con esa capacidad. A diario observamos que hay personas que disparan respuestas graciosas cuando alguien les hace un comentario impertinente. Lo vemos cada día… en la televisión.
En la televisión, todo parece muy fácil
En las películas y en las series de televisión cómicas te sirven réplicas geniales. En las comedias, las familias, los amigos y los compañeros de trabajo se dedican exclusivamente a dar respuestas magníficas. En el cine y en la televisión todo parece muy fácil.
El jefe bromea con la nueva empleada.
—Dígame, eso que lleva en la cabeza, ¿es un peinado o un nido de patos?
La empleada sonríe con encanto y enseguida replica:
—¿Y qué es lo que tiene usted en la cara? ¿Son patillas o fundas de móvil?
¡Una réplica de primera! ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo?
Respuesta: porque no tenemos guion.
Esos diálogos ocurrentes son obra de un grupo de guionistas muy capacitados, que han trabajado duro para escribirlos. Luego, unos directores excelentes han filmado esas respuestas agudas durante varios días de rodaje para que resulten totalmente naturales. En resumen: el modelo que probablemente has elegido es el resultado de una producción larga e intensa. Una producción en la que ha participado una gran cantidad de expertos y artistas muy bien pagados.
Esas réplicas bien escenificadas sobrepasan con mucho nuestras posibilidades. La verdad es que en la vida cotidiana estamos solos. Nos faltan los guionistas. No disponemos de un guion con réplicas geniales. Además, nuestros interlocutores no reciben instrucciones del director y dicen lo que les viene en gana.
¿Y nosotros? Nosotros improvisamos constantemente. Y lo hacemos sin el maquillaje adecuado, sin una buena iluminación y, a menudo, en medio de unos decorados cuestionables. Y luego nos enfadamos porque, al hablar, no somos tan graciosos ni tan listos como los tipos que vemos tan a menudo.
Rebaja tus exigencias y no te sometas a presión
Despídete de esa capacidad de réplica imponente y sofisticada. Rebaja tus exigencias. Bastante. Mejor aún, tíralas.
Piensa en tus conversaciones cotidianas: cuando no te sometes a presión, siempre se te ocurre algo. Pero ¿cómo dejamos de someternos a presión?
Lo primero que hay que hacer es dejar de querer impresionar a los demás. La primera persona a la que no tienes que impresionar es al impertinente. Porque es precisamente quien te ha hecho el comentario chocante. Y, con ello, su contribución al acto comunicativo ha sido entre regular y mala. ¿Y tú intentas emplearte a fondo? ¡Pues no! Ahórratelo. Basta con darle una respuesta regular, banal. También sería muy oportuno un silencio consciente. Y si sólo eres capaz de decir «¿Eh?», repítelo un par de veces. «¿Eh? ¿Eh?» es un comentario de dos sílabas. No tengas reparos en escatimarle un poco tu inteligencia.
¿Te preocupa lo que los demás piensan de ti?
En segundo lugar, es importante que no conviertas al impertinente en miembro del jurado de un concurso. Porque esa persona no es la instancia que debe juzgar si has contestado bien o no. En resumen: no te preocupes por lo que el impertinente piense de ti. Nadie tiene que valorarte. No estás en un escenario y no tienes que bailar delante de nadie. Sea cual sea tu reacción a un comentario chocante, a ti te sobra y te basta. Lo único que importa es que no te enfades y no tengas la sensación de que te han herido.
Ése es precisamente el objetivo de las estrategias defensivas que contiene este libro. Todas son muy sencillas. Con ellas puedes contestar sin tener que pensarte mucho la respuesta. Lo único que necesitas es la libertad de no someterte a presión. Da una respuesta que te resulte fácil. Di algo que te haga sonreír con satisfacción. Como un refrán inadecuado. O una buena desviación. Además, no hay ningún reglamento sobre cómo llegar a las respuestas. No tienes que aprenderte nada de memoria.
Se acabó el quedarse sin habla
En uno de mis seminarios conocí a una mujer que me demostraría cómo se puede evitar quedarse sin habla. Ella misma encontró una manera creativa de hacerlo.
Había leído mi libro Cómo defenderse de los ataques verbales. Pero eso no le bastó. Nunca se le ocurrían respuestas adecuadas a tiempo. Quería cambiar la situación asistiendo a un taller práctico. Para ella era importante poder decir algo porque tenía un problema en el trabajo. Un compañero que no paraba de meterse con ella.
Trabajaba en unas grandes oficinas y cada día tenía que pasar por delante de ese compañero. Y él siempre le hacía un comentario mordaz sobre su aspecto o sobre su ropa. Un comentario que también oían los demás oficinistas. Eran observaciones como «Bueno, bueno, esa falda podría ser un par de centímetros más corta» o «¿Esta noche has estado muy estrecha en la cama o se te ve chafada por otra cosa?».
Todos se daban cuenta de que aquella mujer no era capaz de defenderse. Siempre se quedaba parada, tartamudeaba con timidez y se sonrojaba. Al final, incomodada, salía corriendo hacia su mesa. El compañero siempre gritaba detrás de ella que no la había entendido y que si podía repetírselo. Y se reía. A los demás se les escapaba una sonrisa. Hacía casi un año que la cosa duraba. Y ella quería aprender de una vez a defenderse.
Sin embargo, en el taller práctico se demostró lo que ella ya sabía de antemano. Las réplicas rápidas no eran su fuerte. No tenía mucha labia. No obstante, al final encontró su propia manera de contestar. Su estilo de réplica era único.
Mejor leer bien que recordar mal
En el taller me di cuenta de que aquella mujer tomaba apuntes aplicadamente y anotaba todas las respuestas posibles de autodefensa. Utilizaba para ello un pequeño bloc de espiral. A mí me parecía muy laborioso, porque todos los que participaban en el taller recibían un dossier con una lista clara de todas las repuestas apropiadas para defenderse. Pero no, ella lo escribía todo en su pequeño bloc.
En el seminario de nivel avanzado que empezó al cabo de ocho semanas, me contó cómo había utilizado aquel bloc.
Después de participar en el primer taller, llegó el día en que tuvo que volver a pasar por delante de su compañero de trabajo, que, como siempre, tenía un comentario a punto.
—¡Buenos días! Vaya, por la cara que pones, esta noche no tenías a qué arrimarte en la cama.
Ella se detuvo, abrió el bolso y sacó el bloc. Luego lo hojeó. Buscaba una respuesta adecuada. La primera categoría de respuestas que encontró fue la réplica desintoxicante. Sabía cómo funcionaba: seleccionar las palabras hirientes y preguntar qué significaban. Pero, entretanto, había olvidado qué acababa de decirle el compañero.
—¿Podrías repetírmelo?
—He dicho que, por la cara que pones, esta noche no tenías a qué arrimarte en la cama —repitió de buen grado su compañero.
—¿Qué entiendes tú por «arrimar»? —preguntó ella.
Antes de que el compañero pudiera reaccionar, la mujer meneó la cabeza. No, la réplica desintoxicante no encajaba allí.
—Espera. Espera —se apresuró a decir mientras continuaba hojeando el bloc.
Encontró el cumplido sorprendente. Sí, eso funcionaría. Pero ¿qué le había comentado el compañero?
—¿Podrías volver a repetírmelo? —le preguntó.
El compañero, que empezaba a estar un poco confundido, repitió el comentario en una versión abreviada:
—Esta noche no había nada en tu cama, ¿verdad?
—Oh, admiro tus conocimientos y tu inteligencia —dijo ella, leyendo directamente del bloc. Y luego se apresuró a cambiar la respuesta por—: Me gustaría ser como tú.
Al dar esa respuesta, casi se le escapó la risa. Pero la cosa aún no había acabado.
La fuerza secreta del bloc de espiral
El compañero la miraba desconcertado y los demás oficinistas también se habían quedado boquiabiertos ante el nuevo espectáculo. En vez de salir corriendo incomodada hacia su mesa, seguía allí, sonriendo y hojeando de nuevo el bloc. No, continuaba sin estar satisfecha con su respuesta. Buscó una réplica realmente supergenial. Sí, a pesar de haber participado en uno de mis talleres, aún se exigía demasiado.
Por fin pareció que había encontrado la página correcta con las respuestas adecuadas. Recordaba vagamente el comentario de arrimarse en la cama. Entonces leyó para sí misma la respuesta, guardó el bloc en el bolso, respiró hondo y dijo en voz alta:
—¡Vaya!
¡Aquella fue la respuesta definitiva!
Y se fue hacia su mesa con la cabeza bien alta y una sonrisa en la cara.
El compañero se había quedado sin habla. ¿Qué diantre había sido aquello?
Aquello fue el principio de una nueva era.
A partir de entonces, la mujer pasaba lentamente por delante de la mesa de su compañero. Siempre armada con su bloc de espiral. Siempre preparada para sacarlo del bolso y hojearlo. Sí, incluso esperaba la ocasión de poder leer en voz alta alguna que otra respuesta de autodefensa. ¿Y el compañero? Se comportaba de otro modo. La veía, le daba los buenos días y eso era todo. Nada de comentarios. A partir de entonces la dejó en paz.
Una verdadera lástima. A ella le habría gustado practicar un poco más con él.
«Te contesto mañana»
Reacciona como mejor te vaya. Si tienes que leer en voz alta las respuestas, no pasa nada. Y si de vez en cuando no se te ocurre nada, admítelo tranquilamente: «Ahora no se me ocurre qué decirte. Pero mañana, pongamos a las tres de la tarde, tendré tiempo y podré contestarte». Bueno, pues, «¡hasta mañana!».
En realidad, no depende de tu respuesta. Depende de que estés por encima emocional y mentalmente. Porque eso demuestra que el comentario estúpido no te ha afectado.
Test: ¿Conoces a fondo la capacidad de réplica?
Todos queremos tener capacidad de réplica, pero pocos saben en qué consiste.
¿Sabes cómo funciona la capacidad de réplica? A continuación encontrarás seis preguntas contundentes para que examines tus conocimientos. Elige la respuesta correcta.
Pregunta 1:
La capacidad de réplica consiste sobre todo en:
- Enseñarle a tu interlocutor que eres mejor persona.
- Dar una respuesta con la que puedas reírte.
- Impresionar largamente a los presentes.
- Taparle la boca de una vez por todas a tu interlocutor.
- Ejercitar el sentido del absurdo y las tonterías.
Pregunta 2:
Las buenas réplicas no tienen que hacerse esperar demasiado. ¿De cuánto tiempo de reflexión dispone una persona después de oír un comentario impertinente?
- Cinco segundos.
- Hasta siete minutos.
- Dos días.
- Cuatro semanas.
Pregunta 3:
Alguien te ha dicho hace poco una verdadera estupidez. ¿Cómo evitas pensar durante horas en ese comentario estúpido?
- Gruñes tres veces en voz alta y después vas a hacer footing hasta que el sudor te cubre por entero.
- Te pones delante de un espejo y te pasas veinte minutos haciendo tus peores muecas.
- Escribes una impertinencia en una hoja de papel, rompes la hoja en trocitos diminutos y mezclas los pedacitos con la tierra de las macetas.
- Aceptas todos tus sentimientos, perdonas a tu adversario y disfrutas del momento.
Pregunta 4:
¿Qué suele bloquear las réplicas graciosas y rápidas?
- El miedo a acabar en soledad.
- Unas exigencias demasiado elevadas.
- El cansancio y la fatiga.
- Las leyes.
Pregunta 5:
A los que afirman que son siempre capaces de réplicas brillantes, los consideras:
- Fanfarrones engreídos que te menosprecian.
- Criaturas admirables que te sirven de modelo.
- Compañeros de viaje con los que estás al mismo nivel.
- Personas dignas de estudio a las que pronto les harás unas cuantas pruebas.
Pregunta 6:
¿Crees que la capacidad de réplica se puede aprender y practicar?
- No. Tener una respuesta adecuada para todo es algo genético.
- En parte, sí. Podemos incrementar el rendimiento mental con mucho aire fresco y una alimentación saludable.
- A veces. Pero sólo si todos los días practicas un mínimo de veinte minutos con tu pareja.
- Sí. Sólo hay que leer este libro en busca de inspiración y casi siempre darás con las palabras adecuadas.
Encontrarás las respuestas correctas al final del libro.