CAPITULO 2
—Buen día nana. —Chris se apresuró a morder una manzana y acto seguido sorber un poco de jugo de naranja. Iba directo a la torre Reeves para una reunión. Llevaba puesto unos jeans y estaba abrigado hasta los talones.
Esa mañana lucía más joven con vestimenta sport. Generalmente vestía de traje y corbata, muy distinto a su tío Sam. Ronald era un poco más casual, podía tener unos jeans, como un t-shirt cualquier día de verano.
—Buen día cariño. —dijo Stacy mientras hacía un batido de frutas para Ronald. Que por cierto, permanecía en la habitación mientras de alistaba para lo mismo que Chris.
—¿Ya está listo lo de la cena de hoy con tus hijos? —preguntó Chris realmente interesado en el tema.
—Si, he logrado convencerlos de que vengan. En todos estos años ustedes no los conocen y te agradezco que los hayas invitado. —dijo con resignación. A ella las cosas no le salían muy bien del todo, estaba pasando por una situación familiar muy difícil con su hija, que tenía una depresión post rompimiento. La habían dejado plantada en el altar y por poco se suicida y el hijo, ese le había salido mejorcito y podía contar un poco más, pero los trabajos se le dificultaban cada vez a pesar que se graduó de contabilidad. Stacy siempre supo que los problemas que enfrentaban sus hijos se derivaban de la desaparición de su padre y ese gran secreto que guardaba en el fondo de su corazón. Stacy no quería hablar de ello pero algo sus hijos habían investigado sobre el tema.
—Para mí es un honor recibirlos un día como hoy en nuestra casa. Eres ya de la familia y queremos agradarlos.
—¿Agradar a quién? —preguntó Ronald, quien ya había bajado las escaleras y se encontraba camino a la cocina. Saludó a Stacy con un abrazo y ella lo recibía con alegría. Ronald llevaba puesto un abrigo gris y debajo un suéter azul de algodón con unos jeans y unos tenis. Se había dejado crecer la barba para denotar un estilo moderno que le quedaba muy bien y varonil.
—A los hijos de nana. No te había comentado pero , los invité a nuestra cena navideña. —dijo Chris.
—Me parece muy bien nana. Queremos tenerte aquí y que traigas a tus hijos. Se pueden quedar aquí el tiempo que gusten y compartir todos juntos. Nunca está demás fomentar el valor familiar.
Chris y Stacy se miraron extrañados. Algo le ocurría a Ronald desde que había llegado de México. Chris ya sabía que supuestamente estaba embobado con una neoyorquina, pero jamás pensó que las cosas estuvieran tan profundas, tanto que escucharle hablar así sobre la familia… era el plus.
—Alguien aquí está cambiando nana… —Chris bromeó mientras se aseguraba de tomar sus llaves, su tableta y su laptop. —Te espero en el edificio, y por favor no llegues tarde, mira que tio Sam ha regresado.
Ronald blanqueó los ojos, y lo peor era que iban a cenar juntos. La cena navideña estaría muy interesante con tantos personajes en una mesa. Suspiró de solo pensarlo.
—Tío Sam, tío Sam… —bufó.
Stacy hizo una mueca de desagrado. Ella les había aconsejado mucho a Ronald y a Chris sobre el buen trato con su tío. Era un hombre muy bueno con ellos aunque en su vida personal fuera un desastre.
—Aquí tienes tu batido muchacho. No se tarden hoy, recuerden que es el día en que deben venir a tiempo. —advirtió Stacy, esto porque no quería esperarles pleno 24 de diciembre mientras ellos se dedicaban en demasía al trabajo.
—Si.. Hoy solo estaremos en la reunión y listo. Luego venimos por ti para comprar el pavo y el cerdo. Ya se me hace agua la boca de pensar en el cerdo relleno de manzanas y pasas que haces nana…
Era una tradición de los últimos años de los hermanos acompañar a Stacy a hacer las compras. Eso lo hacían de pequeños y habían descubierto que estas actividades les venía muy bien.
—Si a ver si engordan una librita. Ustedes solo comen hojas..
Ronald sonrió y se despidió de Stacy mientras tomaba sus llaves y se apresuraba a salir del apartamento. Ese día en particular y todos los días posteriores al viaje, se sentía de maravillas. El peso en su espalda era liviano y ya no tenía la opresión en el pecho, la que le seguía por muchos años después de tantas tragedias.
Desactivó la alarma de su porche deportivo color naranja, se aseguró de que sus dispositivos electrónicos estuviesen con suficiente batería, que la asistente no le haya enviado algo nuevo y que su perfume permaneciera en su lugar. En ese sentido era muy cuidadoso, le encantaba estar limpio, higiénico y oler en todo su esplendor.
El motor del auto no se sentía, era muy liviano por dentro. Pero el chirrido del neumático cuando salió disparado, ese sí lo ponía a vibrar.
Sintió por un momento el deseo incontrolable de llamar a Ambra, no estaba acostumbrado a tener chicas a distancia y esto le preocupaba, le hería el ego pensar que ella estuviese con otro que la acariciara, que la tocara y la hiciera suya. De repente frunció el ceño de preocupación e impotencia. Activó el llamado por voz:
“Ambra Holmes” repitió dos veces hasta que el dispositivo del móvil reconoció el nombre y obedeció. El teléfono repiqueteó cuatro veces antes de que saliera el buzón y entonces apretó los dientes. Hacía una hora que ella había dicho que se iba a dar una ducha… suspiró mientras se aferraba al guía del auto y se recostaba del asiento con cierta intranquilidad.
“Tranquilo” se repetía para calmarse. La llamó de nuevo y lo mismo, salía su bella voz diciendo que no podía contestar. El buzón, el jodido buzón de voz.
Se desplazó por la autopista, la temperatura era húmeda y fría, justo como no le agradaba. Los días grises le hacían cambiar su estado de ánimo y no estaba para esas cosas.
El teléfono sonó y tuvo la ligera esperanza de que fuera ella, pero no, era Paula.
—Señor Reeves, por fin lo encuentro. —su voz como siempre sonaba seductora e intrigante. Tenía la capacidad de despertar las pasiones más dormidas esa mujer. Pero Ronald escalaba a otro nivel emocional. Ya no era echar un polvo en cualquier esquina u hotel. Con Ambra había descubierto algo distinto, algo que no le permitía sacársela de la mente.
—Hola Paula, sí, estoy vivo. ¿Tu como estas? —respondió un poco seco y decepcionado a la vez. Era la voz melodiosa de Ambra que deseaba escuchar.
—En mi departamento, con frio a esta hora…
—Deberías buscarte un buen abrigo. —siguió el tono cortante. No quería hacerlo, solo le salía. A ella esto le pareció muy extraño, por eso continuó hasta llevarlo a un plano laboral y así manejarlo a su antojo.
—Te enviaré los informes con los resultados de la feria inmobiliaria.
—Hazlo llegar a mi secretaria por favor, es que estoy en unos asuntos familiares hoy y se me hace difícil.
—Ya veo… de pronto tienes una familia. —comentó con ironía.
—Al igual que tu Paula. Tienes un hijo y un marido.
La respuesta fue contundente. Esa era su realidad, la que no deseaba enfrentar. Viviendo con un marido por su dinero y ya sin nada de sexo por la impotencia sexual que le amargaba la vida al don Juan de 70 años…
—Bueno, te llamaré otro día que estés de mejor humor. —cortó la llamada completamente indignada. Era la primera vez que su objetivo se veía amenazado. Siempre había tenido el control de las erecciones de Ronald y sabía exactamente qué decir para hacer que el hombre saliera disparado hacia un hotel con ella, pero ese día las cosas eran bastante extrañas hasta para él que se sorprendió con la manera en que contestó. Pero tampoco se molestó en rectificar. No tenía por qué dar explicaciones, lo que le interesaba era que Ambra contestara el maldito teléfono.