CAPITULO 8

 

—La generación no es como solían ser ustedes. Antes había más fuerza de competencia. —comentó Salvatore decepcionado de dos concursantes que habían tirado la toalla. Se rindieron antes de iniciar.

—Estoy de acuerdo contigo. Mira  Jorsh, ese chico apenas tiene 19, posee las habilidades para el surf… no entiendo. —dijo Chris cruzado de bazos mientras observaba el próximo grupo de tres ordenar sus tablas para la competencia. El sol estaba candente para la época, y aunque la competencia era extraordinaria, las olas ayudaban mucho para también ser fuera de tiempo.

Las competencias solían ser en verano.

—Ronald ¿Qué opinas? —preguntó Chris. A su hermano se le notaba preocupado.

—Pues lo mismo. Ya el surf no es lo que solía ser. Recuerdo ver a Chris que aunque compitiera con los de Europa que eran los mejores, se quedaba hasta al final. Nada de miedos amigo.

—¿Una cerveza? —ofreció una de las chicas con un trikini verde, producto de uno de los patrocinadores de cerveza.

—Por supuesto, tres por favor. —Ronald la observó de arriba abajo. Buen material. Pensó.

—¿Linda no? —señaló Chris cuando ésta se había retirado.

—Linda y sexy. Lista para una tunda de sexo y se acabó.

—Eres un demonio hermano. Ya es hora que te organices.

—Ja ja! El hermanito menor dando siempre sermones al mayor. —escupió con ironía.

—No lo tomes asi Ron, es solo que siento que ha llegado la hora de que asentemos la cabeza y…

—Olvídate de esa mierda. No estoy para esas estupideces. ¡Cásate tú! Mira este mar de mujeres por doquier. Hay morenas, rubias, chiquitas, altas…. Un menú variado. —destapó la cerveza y bebió dos tragos. Salvatore no escuchó la conversación porque estaba dando unos anuncios por el micrófono.

—Si supieras que ando en búsqueda de mi alma gemela. No sé si existe pero, nuestros padres fueron felices y creo en eso. Soy de los que creo en el amor.

Ronald se echó a reír con tono de burla.

—En serio, suerte con eso. Yo no pienso casarme con nadie, soy feliz así como estoy sin compromisos.

—Suerte te digo yo hermano. Mira que el tiempo se va y no vuelve. Mira a la Paula, te saca lo que puede…

—Esa mujer es lo más parecido a una compañera, solo que los dos estamos bien así.

Chris se colocó los binoculares obviando lo que decía su hermano. Se concentró en la competencia y por fin vio un ganador, un líder, un muchacho como lo fue él.

El teléfono de Chris sonó justo cuando se terminaba el evento.

—Aquí en south. —Le contestó a alguien que Ronald ignoraba. —Si, perfecto. Nos vemos allá entonces.

 

Al caer la tarde, Ronald se regresó a la casa. Ya le habían llamado para un compartir con sus ex compañeros de universidad. Su agenda vivía apretada de eventos. Chris también iba camino a la casa en su auto. Un Bentley Continental GT del año 2011 color negro. Era más clásico que su hermano pero igual de exquisito.

Chris también estaba invitado a la fiesta. Aunque no se graduó con su hermano, todos sus compañeros eran igual de amigos con él.

Llegaron prácticamente al mismo tiempo al parqueo. Subieron juntos entre bromas y anécdotas del evento. Recibieron un pago por su presencia, pago que lo usaron para donarlo a una fundación de niños abandonados a las que pertenecían.

Cuando no ganaban lo suficiente, cuando se trataba se cosas con las que ellos se comerían una hamburguesa, mejor preferían donarlos a las instituciones. Otro punto positivo que les había quedado de sus padres.

—Ese chico debe trabajar más con las piernas, tal vez sea mejor el año próximo. —comentó Ronald sobre el joven ganador.

Chris abrió la puerta y se encontró con tremenda sorpresa. Su hermano le había preparado una fiesta de cumpleaños en la casa junto a amigos en común… en fin, todo el balcón con vista al mar estaba repleto de la gente cercana a Chris.

—¡No puede ser! —Chris abrazó a su hermano. Le agradó mucho eso, porque llegó a pensar que se le había olvidado. Pero a Ronald no se le olvidaba nada, y ese era uno de sus principales problemas y virtudes a la vez.

—Debí haberte avisado para que te maquillaras pero… —Se encogió de hombros mientras Chris fingía darle un par d puñetazos.

Los globos empezaron a volar dándole vida al sobrio lugar. La gente cantaba la típica canción de cumpleaños y una pecosa mujer sostenía un bizcocho de chocolate y caramelo, justo el sabor que él adoraba.

La sonrisa de Chris se le detuvo después que vio a esa mujer. Era Zuellen, su ex novia.

Había pasado dos años desde que ella se fue del país porque supuestamente debía seguir sus sueños que eran vivir en España con sus abuelos y estudiar.

—¿Zuellen? —Chris miró a Ronald y éste levantó los hombros. La mujer de  unos 29 años, delgada, pelo castaño casi rojo, llevaba un vestido de flores mangas cortas por las rodillas, unos tacos muy altos, una sonrisa de perdóname y continuaba con la torta y la vela encendida.

—Si, soy esa misma. —Ella estaba muy segura de que él continuaba enamorado como antes, que le aceptaría a la primera y que se comería la torta.

Después de soplar, la saludó con un beso en la mejilla para no hacer un desplante ante los demás invitados. Inventó que debía ir a vestirse y subió corriendo por las escaleras, casi llevándose a Stacy a su paso.

Entró a su habitación y lentamente se dejó caer en la cama.

Recordó el momento en que esa mujer hirió sus sentimientos y empacó sus cosas, llevándose su corazón con ella. Por eso se volvió mujeriego, bebedor como su hermano.

Alguien tocó la puerta.

—¿Quién es?

—Soy yo. —dijo Ronald mientras abría la puerta.

—Ella me llamó ayer, le dije que te estaba organizando una fiesta. —Ronald se puso las manos en los bolsillos. Sabía que a su hermano le había afectado la presencia de Zuellen y por eso subió a verificar la situación.

—No te preocupes Ron. Es que ella busca la manera de aparecer en mi vida así como así.

—Pero la puedes tratar indiferente si tanto te afecta. Ahora báñate y baja que te esperamos. Es tu fiesta y no quiero que te la pases mal.

El encuentro con los compañeros sería más tarde. Pero ya Chris había elegido el atuendo para esa noche: Unos jeans negros con camisa del mismo color y chaqueta blanca.

Al ducharse, se dejó el cabello húmedo hacia atrás resaltando esos ojos azules y ese pelo sedoso, que ya estaba un poco más largo de lo normal.

Chris fue portada de revistas para autos y lo seguían llamando. Su rostro era sexy y a la vez angelical, asi como su personalidad. Era un hombre de buenos sentimientos, por eso había sufrido la separación de la mujer que estaba abajo en el primer piso esperándolo para venir con las excusas. Lo que él temía era caer rendido porque todavía la quería. Se temía a sí mismo, a sus sentimientos.

Una vez se colocó la pulsera de oro macizo en la mano izquierda y el anillo de la universidad, bajó las escaleras sigilosamente. Estaba nervioso.

Allí la vio, de espaldas con ese cuerpo que siempre le gustó. No tenía algo en específico que le resaltara, pero a él le gustaba.

—¡Bajó el cumpleañero! —dijo en voz alta uno de sus compañeros de surf. Su amigo de siempre: Robert. Un hombre de mediana estatura pero conservaba una buena figura física al igual que Chris. Se mantenía realizando deportes. Ya se había casado y tenía dos niñas.

—Hola Rob. Mucho sin verte perra. —hicieron un saludo típico en ellos.

—Sabes que para fechas especiales siempre aparezco. Hoy dejé las niñas con mi esposa. Oye ¿qué hace la gata aquí? —se refirió a Zuellen.

—Shhh. Habla bajito que nos va a escuchar. —Chris se llevó a su amigo a una esquina para que Zuellen no le escuchara.

—Hermano tenga cuidado con esa mujer, mire que es una víbora…

—La acabo de ver no sabía que había llegado de su viaje interminable. La verdad es que no sé qué haré con ella.. —Chris volteó y la miró con preocupación.

—¿Qué harás con ella? Mandarla de vuelta a España a bailar flamenco. Eres un tipazo, ella no te merece.

Los camareros servían coctel y bebidas. Stacy supervisaba los bocadillos. Todo era fruto del mar, como le encantaba a Chris. Su hermano era más carnívoro y amante de la gastronomía italiana. Pero ambos disfrutaban el buen comer en general.

—No sé, el Problema es que aunque por una parte la odio por la manera en que me dejó, otra parte de mi quiere estar con ella.

—Si serás marica… —Robert se bebió de un trago el whisky que tenía en manos.

—Disculpa Rob. ¿Te lo puedo robar un momento? —Zuellen se apareció de repente sin darle chance a prepararse. Chris estaba un poco enfurecido, no sabía qué decir o cómo reaccionar.

Ambos se retiraron del grupo hacia la sala de estar, que se podía cerrar en privado. Chris, que tenía un poco de whisky en las manos, se tomó un poco para soportar el stress del momento.

—¿Qué te trae por mi casa?

Ella se sorprendió con la pregunta y enarcó las cejas.

—Vine ayer y lo primero que hice fue llamar a tu hermano, no sabía si querías hablar conmigo. —Se estrujó las manos en señal de nervios.

—¿Y qué te hace pensar que ahora quiero hacerlo?

Otro tortazo recibió la mujer en la cara. Jamás imaginó a un Chris tan a la defensiva, tan fuerte. Estaba acostumbrada a un hombre amable, caballeroso, tierno…

—Bueno… yo tomé el riesgo de venir por tu cumpleaños. Mira, sé que me fui así sin más pero quería saber qué se sentía hacer lo que siempre soñaste y ahora…

—¿Eres feliz ahora que lo sabes?

Silencio.

—No lo sé. Sigo teniendo el mismo vacío. Ha de ser porque nunca tuve una familia estable, ya sabes, las desapariciones de mi padre y las depresiones de mi madre.

—¿Y qué había con nosotros ah? Éramos una pareja estable. Tres años juntos era suficiente, pero no, preferiste ir a realizar un sueño que tampoco se te dio.

—¡Vaya! Sí que te preparaste para este momento.

Alguien tocó la puerta.

—Soy yo Ron.

—Adelante.

—Disculpen si interrumpo pero ya debo irme a la fiesta. ¿Vienes o te quedas?

—¿Y los invitados? —preguntó obviando a Zuellen.

—Se van también, recuerda que excepto Zuellen, todos estuvimos en la misma uni.

—Tienes razón. Espérame.

—¿Vienes Zuellen? —preguntó Ronald ya que su hermanola igno. Ella asintió tímidamente y Chris se mordió la lengua. Una vez más su hermano lo ponía en aprietos con ella.

Salieron todos de la casa y Zuellen iba como si nada estuviera pasando detrás de los hermanos, como en los viejos tiempos, solo que ahora Chris denotaba un mal humor que ni él mismo se aguantaba.

Cada quien salió en su auto, excepto Zuellen que había llegado en taxi.

—¿Vienes conmigo? —preguntó Chris al fin.

Ella asintió y en el fondo saltaba de alegría. Poco a poco lograría reconquistar su corazón y resarcir lo que había hecho.