CAPITULO 16

 

—Arreglaré todo para que puedas visitar a Lauren cuando quieras, y que además puedas ser su madrina y comprarle todo lo que gustes.

Ambra se echó a llorar sabiendo que la despedida era irremediable. Según las leyes, debía ser así.

 

Un par de horas más tarde, ya Ambra se encontraba metida en un jet del gobierno de los Estados Unidos junto a Ronald y a Smith quien había ido hacia México para cerrar oficialmente el caso.

Ronald no dejaba de mirar ese rostro triangular con esa mirada tan triste pero hermosa. Ella tenía algo que no le había visto a todas las mujeres anteriores. No era presumida, al contrario, denotaba sencillez pero a la vez era hermosa porque sí, porque no se propuso serlo.

Los dos se miraron mientras iban sentados uno al lado del otro.

—Gracias por todo Ronald. Me has salvado la vida.

Al decir esto, su rostro enrojeció y se mostró frágil. Ella solía ser una mujer dura, rebelde, pero en los  últimos meses su autoestima la había llevado a convertirse en una persona insegura, pues llegar a los 32 sin saber sobre su pasado la había llevado a vivir depresiones que nadie entendía.

—Gracias a ti por llevarme a conocer los colores tenues de la vida.

Ella no entendió esto, porque no conocía a Ronald. No sabía que este hombre era frío como el hielo. Que cuando la conoció fue la primera vez que se percataba de que los colores grises no eran los mejores, que existían cosas hermosas en la vida aparte de los lujos.

Ronald la besó sabiendo que aún estaba frágil por la cruda despedida con Lauren. A él también le partió el corazón cuando la niña le llamaba mamá sin siquiera sospechar lo que ocurría.

Fue el segundo mejor beso que jamás había recibido de una mujer. El primero fue en la playa en México, con ella misma.

—¿Te sientes mejor? —preguntó cuando estuvo a escasos centímetros de distancia de ella.

—Sí. Mejor porque estás aquí sosteniendo mi mano. Desconocido lindo.

De nuevo se besaron.

El trayecto hacia NYC fue relativamente largo. Por suerte en el avión, estaba muy equipado para que se sintieran bien. El gobierno estaba al tanto de la situación que sufrió una ciudadana y estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario para que ella se sintiera feliz.

—Así me gusta verte muchacho. —comentó Smith cuando había despertado de su sueño profundo en uno de los asientos de atrás. Ambra se había quedado dormida y los caballeros conversaban cosas concernientes al caso en general. Para ellos, fue toda una hazaña y un milagro que todos estuvieran con vida y que Luis se viera atrapado sin poder usar nada en su contra para dañar el plan. Además Ambra actuó con inteligencia en el momento adecuado que llamó a Ronald, de lo contrario no quería imaginar lo que hubiese ocurrido.

—Solo nos estamos conociendo viejo, ya sabes no quiero casarme ni comprometerme con nadie.

—Eso lo veremos chiquillo. Esa joven se le nota que es de buenos sentimientos. Debes aprovecharla. No siempre se encuentra de estas.

Ronald se rió con ironía. En su mente no cabría la idea de formalizar compromisos. Y si bien es cierto que Ambra le llevaba a conocer un mundo desconocido, tampoco creía que ese gran amor que decían se fuese a fomentar en su corazón.

Ronald sintió miedo de solo pensar en la idea. Su miedo al compromiso le afectaba sobremanera y no había forma posible para cambiarlo.

 

Al aterrizar, Smith se despidió de ambos. Debía tomar un vuelo comercial hacia Miami para poder rendir un informe en lo que llegaba Ronald. Allí se expondría el resultado final de cómo se solucionó todo.

Ambra se sintió extraña al abordar un auto negro con varias escoltas detrás. Les esperaban dentro de la rampa de aterrizaje. El presidente quería que ella recibiera los mejores tratos después de un trauma de esa naturaleza.

—Esto me hace sentir como si estuviéramos en una película. —dijo ella al momento en que Reeves le abrazó en la parte trasera de la limusina.

—Esta es tu película hermosa. Tú fuiste la heroína de una historia que llegó a su fin. Esa gente hizo mucho daño, pero de no ser por tu valentía..

—Y la tuya. —interrumpió Ambra.

—Bueno, la valentía de nosotros y de todo un equipo. No se sabe cuántas víctimas hubiese cobrado el desgraciado.

 

Ya Wendy le esperaba con ansias en su casa. Ambra no quiso hacer otra cosa que no fuera dirigirse a la vivienda de su amiga que en realidad fungía más como una hermana. Ambas se conocieron trabajando en una tienda de cosméticos. Sus rostros limpios y tersos eran buscados para ser modelo de cutis en una de las tiendas más caras y chic de la ciudad. Donde celebridades compraban sus maquillajes personalizados de acuerdo al tipo de piel.

Wendy por su piel trigueña y pelo ondulado y Ambra por la cara triangular, definida y la piel que contrastaba con sus ojos. En ese tiempo, Ambra llevaba el pelo color castaño y se veía como toda una muñeca de portada.

Después de que cada una terminara sus estudios, Ambra se dedicó a la traducción simultánea donde ganaba buen dinero y Wendy a la estética.

Ambas vivieron juntas durante diez años hasta que Wendy conoció a su esposo y tuvo suerte porque era un hombre de buenos sentimientos, de buena familia y además de buen estilo económico. Para él no existía regalo mayor que poder casarse con esa mujer. Él provenía de descendencia latina. Una mezcla caribeña con americana. Y ella pura americana.

Wendy no había tenido una niñez feliz pero ella había decidido serlo. Ser feliz sin importar los errores que cometieron sus padres al botarla de la casa a los 17, porque no había dinero para mantenerlos a todos y debían dar de comer a cinco hermanos más pequeños.

Por suerte, las dos se encontraron en su peor momento y pudieron sobrevivir.

Ambra recordó todo esto mientras el vehículo se deslizaba por las calles de la ciudad y Ronald le tenía abrazada, de forma segura donde nadie le haría daño.

Ambra  soltó un suspiro de alivio cuando sintió esta sensación. Bendito Dios por hacer que se encontraran en el camino de la oscuridad.