CAPITULO 14
Luis se acostó tan ebrio que no le dio tiempo de tener sexo esa noche. Lucy agradeció a Dios por permitir aquello.
Ella se despertó temprano e hizo su rutina de cambiarse para encontrarse con su ángel en el mercado. Dejó a Luis en su despacho en una reunión. Su trabajo era la exportación de ganado vacuno para otros países. Además, tenía su propia producción y empaques de huevos y chiles. Era un hombre que según sus amigotes, sabía hacer oro con todo lo que le caía en las manos.
Ella se puso un jumsuit azul desmangado y unas zapatillas bajitas. Llevaba un french en las uñas, el cabello recogido en una cola y una cartera cruzada de tiro largo.
Se miró al espejo y vio una hermosa mujer llena de tristeza. Sin embargo, había amanecido positiva con respecto a su situación. Quería ver a Ronald para que le dijera qué había pasado con su vida si había investigado algo… respiró profundo y se dispuso a salir. Antes de bajar, escuchó unas voces que susurraban y provenían del despacho que quedaba en el primer nivel después de la sala. Se fue acercando y aguzó el oído.
—Se lo digo yo mi patroncito, esa mujer tarde o temprano sabrá la verdad. —José se movía de un lado a otro por la oficina de Luis mientras se agarraba el arma como si la fuese a perder. Llevaba el ceño fruncido.
—Tengo todo bajo control José. Además, recuerda que todo lo que hay dentro de esta casa es mío, comprado a puro sudor.
—Tiene razón mi patroncito. Pero mire que se ha metido en camisa de once balas.
—No te preocupes por eso. Lo que debe preocuparte son los hijos de puta que nos siguen los talones. Mira que ya tienen a uno de los nuestros.
—Ya me informaron patrón. Si quiere le lleno la boca de moscas al muchachito ese.
—Por ahora no nos conviene hacer nada. Recuerda: Paciencia y tolerancia.
Lucy sintió deseos de vomitar. Esa conversación le preocupó. ¿Qué era lo que ella no debía enterarse?
Decidió hacer ruido para que dejaran de hablar del tema. Ya se acercaba la hora de verse con Reeves y no debía faltar. Además, quería explicarle lo de la noche anterior.
Bajó las escaleras y le avisó a Luis que se iba. Fingió su mejor sonrisa.
Entró a la camioneta soportando las ganas de llorar y cuando estuvo con el vehículo en marcha, arrancó en un mar de llantos. Pero antes de bajar en el mercado, decidió retocarse el maquillaje y fingir un mejor estado de ánimos.
Allí estaba él. Esta vez tenía unos pantalones de deporte grises con un t shirt blanco y unos tenis. Llevaba una gorra y unos lentes de sol.
Ronald se cuidaba lo mejor que podía para guardar su identidad. Quería lucir como un extranjero cualquiera por las calles.
—Cada día que te veo, estas más hermosa.
Lucy se sonrojó ante aquel piropo e intentó desviar la mirada.
—Con respecto a lo de anoche…
—No digas nada. No hay nada qué explicar, yo me aproveché de ti y no es válido.
—No es eso… bueno si, no.. es que no sé quién soy y si estoy casada por amor con ese hombre pues debo guardarme así sea un animal.
—¿y si no estás casada con él? —irrumpió con rabia.
—¿De qué me hablas? ¿Ya sabes algo?
—Vamos a sentarnos en ese café, debo decirte algo.
Su voz sonó como si fuese a darle el veredicto de un examen de sangre y fuera a anunciarle una enfermedad terminal.
—Todavía no sale registro alguno de Luis, estamos investigándolo pero, tengo una noticia peor.
—Por favor me tienes hecha un mar de nervios.
—Lauren no es hija ni tuya ni de él.
Lucy se puso de pie y se colocó una mano en el corazón. No sabe por qué si recién conocía a esa niña le estaba afectando tanto estas cosas.
—¿Qué? Pero, pero si se parece a mí…
—Lucy, esto es más grande lo que me sospecho. Debes quedarte ahí hasta que te avise en esa casa. Quiero que me mantengas al tanto, te daré mi tarjeta para que si ocurre algo pueda ir a darte soporte.
—¿Pero de quien es Lauren? ¿Quién es su madre?
—No tengo la información pero por ahora debes protegerla. Yo estaré monitoreándolas hasta que me den los resultados de todo.
Lucy seguía paralizada mientras Ronald hablaba.
Ella salió del lugar. De nuevo salía corriendo pero él fue tras ella.
—Lucy, Lucy por favor espera. Lucy, mírame debes estar fuerte en esto para que podamos llegar al fondo de esta situación.
El teléfono de Ronald sonó en ese momento.
—Dime que me tienes noticias Smith.
—Si. La tal Lucy se llama Ambra Holmes. Es de NYC, su mejor amiga la reportó desaparecida hace dos semanas y su adn coincide con una situación que luego te explico. Ella es…
Smith le explicó parte de la vida de Ambra mientras escuchaba, no podía creer lo que estaba ocurriendo. Ambra se quedó en espera de lo que este hombre le diría.
Al colgar, Ronald tragó en seco. Ya era un hecho, Ambra había sido secuestrada. ¿Con qué motivo?
—Por favor Ronald, te ruego que me digas qué diablos sucede aquí.
Entre lágrimas le preguntó.
—Tu nombre real es Ambra Holmes. Eres escritora, traductora. Vives y eres de NYC. Tu mejor amiga te reportó desaparecida y nadie había sabido nada de ti. No tienes familia conocida y al parecer llevas una vida profesional de éxitos…
Ambra se desmayó en sus brazos ante el impacto y él en medio de la gente se la llevó cargada hasta el jeep donde se aseguró de darle un poco de agua y llevarla a tomar aire fresco.
Pobre mujer, tan hermosa y había sufrido tanto. Era víctima de un secuestro por parte de Luis. Secuestro que todavía no sabia cómo había sucedido. Necesitaba las pruebas concretas para culpar a ese hijo de puta, pues de seguro tenia papeles falsificados de una supuesta boda y con su firma.
Ella regresaba a la realidad tras un beso tibio que recibió en una mejilla. Ahora más que nunca Ronald tenía el deseo de protegerla.
—Por favor Ambra, despierta.
—Dime que todo esto es un sueño, que no es verdad lo que me dices. Que no estoy aquí, que voy a despertar en mi pequeño departamento con dos matitas y que no he conocido a Lauren.
—¿Ya recuerdas?
—Lo último que recuerdo es que iba en un taxi hasta una posada que alquilé por unos días y que me dio mucho sueño pero, de ahí me desperté en la mansión.
—Pobrecilla. Mírame, te juro que te llevaré de regreso a casa y que allí estarás bien.
—No, no soy feliz ni aquí, ni allí.. lo más cercano a la felicidad lo conocí cuando Lauren me abrazó y sentí sus … sus manitas alrededor de mi cuello.. te.. juro —sollozaba. —que tengo un sentimiento especial por esa pequeña porque se parece a mí porque, no está con sus padres, porque el desgraciado de Luis la arrancó tal vez de su vida.
Ronald se le partió el alma al verla asi. De continuar con esa mujer, terminaría amándola sin remedio alguno y perdiendo su identidad.
—Voy a mandar a arrestar a ese hombre pero quiero pedirte que te quedes un par de horas hasta que llegue la orden. Si sospecha que estas en algo podría salir todo mal.
—¿Qué pasará con Lauren? No quiero perderla.
—Lo siento Ambra pero, la niña debe ir con el servicio de protección a menores y de seguro encontraran a sus padres.
—No.. es que no quiero. — se echó a llorar. —¿Por qué tienen que quitarme lo único bonito que he sacado de todo esto?
—No hagas más difícil las cosas por favor. Mírate, acaba de recuperar tu identidad, tus cosas. Solo hace dos días que la conoces. De seguro podrás venir a visitarla.
Ambra se pegó al pecho de Ronald y empezó a llorar amargamente. Ni siquiera le importaba ella, sino la niña. Su vida ya no valía mucho en ningún país.
Ronald la abrazó mientras la brisa del mar inundaba sus cuerpos. Ella se aferró a él como si la vida se le estuviese escapando.
Una vez más Ronald la besó y esta vez ella se dejó acaparar toda la boca. Su aliento se fundió con el suyo y el llanto fue apaciguando.
Él acarició sus brazos y sintió la piel erizada y fría. Se deslizó por sus caderas mientras todavía estaban sentados uno al lado del otro. Ella colocó ambas manos sobre su cuello mientras él curaba sus heridas con muchos besos sobre su piel. La besaba tiernamente. Sabía a sal, a sal de marina, a brisa de Acapulco, a caracoles y palmeras verdes.
Su piel escondía dolor y él era el remedio para sus males desde que se conocieron.
Ronald tocó sus pezones por fuera haciendo que se pusieran duros al tacto. Subió la parte descapotable del jeep mientras la acariciaba tiernamente por el vientre, sintiendo cómo ella se estremecía ante sus toques. No sabían lo que estaban haciendo, solo se dejaban llevar por esa sensación extraña y distinta para ambos.
Él la elevó un poco haciendo que estuviese dispuesta y asi bajarle el zipper del costado.
Quitó un lado del jumpsuit dejando al descubierto un seno, luego el otro.
Los lamió con delicadeza como si estuviera tocando unas arpas celestiales. Ella lo miró con una lágrima corriendo por sus mejillas. Era dolor y ternura lo que sentía en ese instante. Eran sensaciones únicas y nuevas para ella.
Elevó una rodilla y la llevó al otro lado para colocarse encima de él mientras suavemente sacaba su miembro más que erecto. Sin dejar de mirarle a los ojos, fue rozando su sexo con el de ella hasta que sintió que estaba muy lista para recibirle.
Tocó sus nalgas y sintió la curva perfecta en sus manos. Ella gimió ante los toques que le hacía y dudó por un segundo entregarse en esas circunstancias pero, no razonaba. Sentía una necesidad inmensa de estar con ese hombre aunque luego se arrepintiera por hacerlo.
Lentamente logró introducirse el miembro varonil latente entre sus piernas y con un ligero dolor placentero, se dejó llevar por sus caricias, sus besos, sus toques.. ella no había experimentado esto ni siquiera con Carl ni con ningún hombre anterior. A este lo deseaba sin conocerle bien, lo anhelaba, sus cuerpos se conocían se trataban como si estuviesen fundidos.
Despacio él ayudaba a que sus caderas giraran en círculos alrededor de la base de su pene mientras lubricaba sus jugos naturales y sus senos bailaban a ritmo de sus sexos.
Ella cerró los ojos y aferró sus manos al asiento para tener equilibrio y sacar el apoyo para poder moverse mejor.
Continuó sin miedo a nada mientras el hombre apretaba sus caderas. No tenían otro sonido más que el del mar rompiendo en su espalda mientras el sonido del mar interno de Ambra arropaba los oídos de Ronald.
Estaba tan calientita, tan distinta a las demás, tan ella, tan única..
Suspiró apretando el aire, conteniendo el volcán que le estaba empezando a quemar por dentro. Ronald estaba muy excitado escuchando sus gemidos leves y sintiendo su cuerpo, su belleza, su sencillez que por poco se corre, pero ella lo hizo casi silenciosamente aunque sus paredes explotaron en espasmos.
Unos segundos mas tarde, Ronald hizo lo mismo aferrándose a sus senos por un buen rato.