LUGAR DE ORIGEN
Si puedo en estos días,
si lo azul permanece delante de nosotros
y yo ordeno los últimos papeles de la vida,
partiré como siempre
arreando el estampido de la luz primeriza
y volveré a los largos lugares del silencio
donde pace el país su desconsuelo
y nadie se detiene
porque la paz muy grande carece de sentido
y tanta soledad
se enfurece y castiga al andariego breve,
al que ni va ni viene,
puesto que desconoce los rostros y las voces
y como es natural, la distancia le duele
desoladoramente,
en los huesos le duele,
porque él no sabe, pobre, que es un rico muy pobre
y ha quedado a merced de la intemperie.
Nosotros lo miramos pasar entre los valles
devorando paciencia,
urgido de sí mismo sobre su rauda máquina,
blasfemando a los ríos que le cortan el hipo
para que mire afuera
y se sienta la sangre como un niño que vuelve
al útero espectante de la naturaleza.
Es inútil. Él pasa
y el tiempo se lo come,
velozmente hacia adentro se comen mutuamente
y como es natural, entre fantasmas,
lo que queda durando es pura polvareda.
A mi comadre, entonces, se le ríen los ojos
desde antes que su boca desparrame la risa
y mientras pela choclos o recorta el zapallo
se le ve cómo piensa su eternidad maciza:
—canta esa del olvido, me dice interrogándome
y desde mi guitarra escarbo en la ceniza.
Si, como tantas veces,
despejo la humareda de estos asuntos míos
y salgo indemne
y puedo volver a los caminos,
subiré hasta los climas de los cielos inmóviles
donde América existe con nombre y apellido
para llegar a tiempo y mejor que invitado
el guschalocro rubio, al toro contenido
en las crepitaciones moradas de las vides
donde impera el crepúsculo palpitante del vino
y estará Ramón Ábalos con un puño en tumulto
lamentando el asado en que no estuve
y doña Amelia entonces dirá que no envejezco
y estoy como salido de la lluvia en octubre;
en tanto yo pregunto por María Cristina
con un pie en la nostalgia y el recuerdo en otoño.
Que es cuando llega Ángel Bustelo y pone
un Lambrusco del año que salvó de los últimos
cogollos de septiembre
y cantan celebrando la brasa y el rescoldo
el Chinchul Orellano, Casciani, Barrionuevo
o el Armando Talquenca que nació sin medida
dentro de una tonada borracha de horizonte
y luego, tras la cueca de la Chiquita Almada,
como todo está ardiendo tomamos un caldillo
para que fuego y fuego acorralen al diablo
y uno mire esos ojos y olvide lo que ha visto.
Porque ya Samuel Werner ha empezado otro asado
—No vaya a ser que lleguen los de la Media Luna…
—Esos le dan al diente como jóvenes náufragos.
Y la luna está loca sobre los Carolinos.
Si estos meses me dejan, si logro desatarme
de las artes y oficios por los que sobrevivo,
volveré al alto Cuyo donde mi corazón
tiene ya cinco siglos con nombre y apellido.