Capítulo 7

Asmodeus no estaba de ninguna manera o forma, satisfecho con la forma en que esta reunión estaba progresando, no es que los miembros del Consejo poseyeran la suficiente inteligencia para darse cuenta. Si le hubieran examinado de cerca habrían sido capaces de leer los signos. Nariz dilatada, mandíbula apretando los dientes. La ocasional curvatura sardónica del labio superior, la contracción del músculo bajo su ojo izquierdo. Apretar y relajar los puños mientras el Rey Demonio se imaginaba asfixiando el aliento de algún ser con mala suerte....

Sin embargo, los miembros del Consejo no eran conscientes. O peor aún, tal vez estaban demasiado confiados, demasiado atrapados en su propia auto-importancia para prestar atención a los sutiles signos de advertencia de que su rey había llegado cerca del límite.

—¡Mis queridos consejeros! —¡Qué furioso debería estar para tener que alzar la voz para ser escuchado! Asmodeus se puso de pie y golpeó las manos sobre la losa de granito negro veteada de carmesí que servía como mesa de reuniones. Esta se estremeció y gimió bajo su ira, y la charla calló bruscamente—. Gracias por traer estas ideas tan reveladoras a la mesa. Ahora si eso es todo, tengo otros asuntos que atender.

Tales como administrar una patada en el culo a un Drakon muy testarudo. Y pronto. La pequeña obsesión de Rezón estaba destinada a ser puesta en conocimiento del Consejo y una vez que sucediera, Asmodeus no podría ser capaz de sacar el culo escamoso del Drakon del fuego.

Ornias, un demonio cuyo nombre significaba "acoso", abrió la boca, evidentemente decidido a hacer honor a su nombre.

—Ah, Orgías. —Asmodeus se hundió en su asiento y lo inclinó sobre dos patas para poder colocar las botas sobre la mesa—. ¿Por qué no me sorprende que tengas algo más que decir? Muy bien, ilumíname.

Los ojos del demacrado Demonio casi se le salieron de las órbitas. Abrió las mandíbulas y las cerró como un pez en tierra mientras trataba de dominar su indignación por el apodo.

Sus compañeros consejeros se burlaron.

Ornias se recompuso y comenzó a gemir su obra.

—Se ha atraído mi atención sobre un cierto Drakon Seductor que últimamente ha estado pasando demasiado tiempo en el plano terrenal, con muy poco que mostrar por ello. —Sonrió insinuante, sus pequeños ojos entrecerrados brillaban con malicia—. Si Rezon ya no es capaz de cumplir con sus cuotas, yo estaría más que feliz de sugerir una asignación alternativa. De hecho tengo una vacante…

—Estoy seguro que si —añadió con voz sedosa Asmodeus. ¡Y yo estaría encantado si me sacaras de mi miseria y metieras tu puta cabeza fea y flaca ahí!—. Conociendo a Rezon como lo hago, estoy seguro que tiene una excelente explicación. Puedes dejármelo a mí para que hable con él. Estáis despedidos… todos.

Obviamente había sido Naamah quien había delatado a Rez, ¡maldita fuera la perra maliciosa! Asmodeus se las arregló, por pura fuerza de voluntad, para contener su temperamento hasta que el último miembro del Consejo salió de la habitación. Cuando estuvo seguro de que la última de sus esencias se había reducido a la nada y no sería escuchado, se tomó tiempo para proteger la habitación, tejiendo una barrera impenetrable e impermeable a la influencia demoníaca.

Sólo entonces dio rienda suelta a su furia.

—¡Rezon! ¡Trae tu puto culo escamoso aquí ahora mismo!

La convocatoria del rey de los demonios recorrió el cráneo de Rez e hizo que sus colmillos dolieran. La fuerza del eco le dejó con una migraña matadora que le llevó varios segundos disipar. Miró a la mujer inconsciente en su cama y debatió la conveniencia de dejar que Asmodeus enfriara las garras mientras transportaba a Leisa a su casa y trataba de cubrir sus huellas.

—Te lo advierto. ¡No me hagas ir allá abajo!

Rez hizo una mueca. Su rey estaba seriamente cabreado. No necesitaba ser un ser superior para saber que su culo estaba en aprietos. Pero si no eliminaba los recuerdos de Leisa, si se despertaba y escapaba del apartamento antes de que él volviera....

Entró en su mente dormida y se encontró con un problema que sacudió su mundo. No podía alterar sus recuerdos. Ella estaba completamente abierta a él, en la superficie completamente vulnerable a sus manipulaciones. Pero cuanto más se adentraba, más luchaba con sus funciones cerebrales y procesos de pensamiento, más perturbador se volvía. Cada vez que rastreaba los recuerdos sobre él a la fuente y trataba de eliminarlos de raíz, los filamentos elusivos se le deslizaban de las manos.

Peor aún, a algún nivel ella sabía que él estaba allí, dentro de su mente. Se vio obligado a estar constantemente a la defensiva porque los tentáculos de sus recuerdos giraban en torno a él continuamente, entrelazándose en una red mental e ingeniándoselas para atraparle.

—¡Gahhhh! —Exasperado más allá de toda medida Rez se retiró de la mente de Leisa. Se sentó en el extremo de la cama y le acarició la desnuda pantorrilla con la mano mientras la miraba con ojos melancólicos.

—Estás poniendo a prueba mi paciencia, lagarto.

Rezon ni siquiera se inmutó cuando la voz de su rey se entrometió en sus reflexiones. Le había estado esperando. Levantó una mano con cuidado.

—Asmodeus, antes de que me hagas un nuevo agujero en el culo, por favor, escúchame.

El Rey apretó los dientes de forma audible y se tragó un gruñido.

—Más vale que sea bueno, Rez. Naamah ya me ha aburrido hasta las lágrimas por cómo la has estado descuidando, tengo a esos tontos del culo del Consejo sobre mí por tu culpa, y después del día que he tenido estoy buscando pelea. Estoy a punto de ordenarte que vayas a mi sala de prácticas para poder desahogarme pateando tu lamentable culo hasta la estratosfera.

—Como siempre, eres muy bienvenido a intentarlo.

Asmodeus gruñó.

—Puedes apostar a que lo haré, lagarto. Más tarde.

Rezon exhaló audiblemente cuando liberó la tensión. Rompió el contacto con Leisa y se levantó, inclinando la cabeza como señal de respeto.

—Gracias. Y mis disculpas por no asistir de inmediato. Mi compañera de juegos me está presentando un problema bastante grande que no sé cómo resolver.

—¿Oh? —Asmodeus miró a la mujer dormida y pareció inclinado a desecharla como poco importante—. ¿Esta cosita? Parece ser relativamente simple para un ser humano. —Su mirada se clavó en Rezon, desollándole con la misma intensidad que a menudo había reducido demonios inferiores a una temblorosa masa lloriqueante.

Rez resistió la invasión, consciente de que el único ser al que llamaba amigo le conocía lo suficientemente bien como para poder discernir rápidamente el problema, a pesar de la singularidad de su fisiología Drakon.

Las móviles cejas de Asmodeus se dispararon a la línea del cabello.

—¡Por las entrañas de Lucifer! —Miró a Leisa, favoreciéndola con un examen más largo y mucho más intenso esta vez—. Mierda.

—Sí. —Rez se frotó el pelo con las manos. Fue una verdadera indicación de su amistad con Asmodeus que se permitiera mostrar su frustración y agotamiento. Cualquier otro demonio lo consideraría un signo de debilidad, y muchos aprovecharían la oportunidad para desafiarlo—. Te das cuenta de lo que esto significa, ¿no?

—Te has unido a ella. —Asmodeus empezó a pasearse por el suelo, moviendo las manos con agitación—. ¿Cómo diablos pasó?

—No tengo ni idea. De alguna manera ella se metió en mi cabeza y se llevó todo lo que tenía. Conoce mi verdadero nombre, Asmodeus. Y ahora ni siquiera puedo borrar sus recuerdos. Creo que el vínculo me impide hacerlo. Estoy muy jodido.

—No entres en pánico, viejo amigo. Déjame intentarlo. —El Rey Demonio entrecerró los ojos, concentrándose fuertemente en la mujer dormida. Después de unos segundos, una fina capa de sudor le perló la frente.

Leisa gimió, en voz baja y débil. Molesta. Movió los brazos y piernas.

A Rez se le erizó el vello.

—Asmodeus. —Fue una advertencia. Más que eso, una promesa. Si Asmodeus hería a Leisa de alguna manera, rey o no, Rez le destriparía y estrangularía con sus propias tripas.

El rey levantó la mano.

—¡Un poco ocupado ahora mismo! —Apretó la mandíbula. Desnudó los labios en un gruñido silencioso. Dio un grito ahogado que extrañamente apestaba a dolor. Su piel dorada palideció, se volvió cenicienta. Una sola gota de sangre manó de la nariz y sacó la lengua para lamerse el labio superior.

Rez examinó la cara de Leisa de cerca. Fuera lo que fuera que Asmodeus estaba tratando de hacer, ella estaba oponiendo un montón de lucha. Parecía estar a la par que Asmodeus, pero este no era el rey de los demonios porque hubiera ganado un concurso de popularidad. Su fuerza, tanto física como mental, era legendaria. Y era un hijo de puta malvado y completamente despiadado. Se lo había demostrado a Rez muchas veces durante su larga relación.

Rez sabía que esto sólo podía terminar mal para Leisa.

Con los puños apretados, se preparó para intervenir y poner a su rey fuera de combate en el suelo. Sin embargo, su disposición a correr en defensa de Leisa no fue necesaria. Esta curvó los labios hacia arriba en lo que le pareció una sonrisa triunfante.

En ese mismo instante, Asmodeus cortó abruptamente la comunicación mental.

—¡No me jodas! —Se inclinó hacia delante, la cabeza baja y las manos apoyadas sobre los muslos mientras jadeaba.

Los párpados de Leisa revolotearon, como si estuviera a punto de despertar. Rez le puso una mano en el pecho con suavidad, sobre su corazón, calmándola para que volviera a la inconsciencia.

—¿Y?

—Ha luchado contra mí a cada paso del camino. Hay una condenada trampa mortal ahí dentro. He intentado incluso provocarle un aneurisma y…

—¿Hiciste qué? —Rez ardió.

—Oh, cálmate. Ella es sólo una humana. Podrías haber sanado el daño y lo más probable es que hubiera salido mejor que nueva.

—¿Lo más probable? —Una neblina sangrienta inundó la visión de Rez. Se dejó caer medio agachado, al borde de un arrebato de furia, listo para volar hasta su rey y desgarrarlo en pedazos con sus propias manos.

—Cincuenta por ciento de posibilidades de que no terminaría como un idiota babeando. Pensé que eran unas probabilidades muy buenas.

—Te lo juro, Asmodeus, si le has hecho daño, yo…

—Ella está bien. Así que te sugiero que dejes las amenazas, Rezon. —El rey inhaló profundamente, lo aguantó y finalmente lo liberó con una lentitud insoportable. Parecía estar contando silenciosamente—. ¿Quieres oír lo que encontré o no?

Dado el calmado tono de voz mortal del Rey Demonio, se le estaba agotando la paciencia rápidamente. Si Rez le hacía ir más allá, le frotaría su estatus real por la cara y entonces tendría que patearle el culo. Se obligó a adoptar una apariencia de calma.

—Por favor, continúa. —Sabía que había sonado sarcástico, pero a él también se le estaba acabando la paciencia.

Asmodeus puso los ojos en blanco.

—Condenados Drakon temperamentales. No es de extrañar que tu raza esté prácticamente extinta. Sois demasiado ansiosos para ser más activos.

Rez regaló a su rey una mirada inflexible capaz de cortar el cristal.

—¿Terminaste el sermón?

—Por ahora. —Cuando la cara de su rey se dividió en una sonrisa, Rez supo que estaba perdonado—. Ahora bien, como iba diciendo, he tratado de provocarle un aneurisma y maldita sea si ella no me lo ha devuelto, pequeña zorra astuta. ¡Me dolió como cuarenta hijos de puta, te lo juro! —Asmodeus se dejó caer en una silla y se pellizcó el puente de la nariz, apretándose los ojos cerrados—. ¡Me ha hecho sangrar! Joder, ningún ser humano ha conseguido jamás hacerme sangrar. ¡Y ningún demonio, tampoco, para el caso!

—¿Puedo sugerir respetuosamente que tu memoria falla?

—¿Eh? —Asmodeus parpadeó, desconcertado.

—Ningún demonio ha logrado hacerte sangrar… excepto yo.

La mirada de Asmodeus le inmovilizó, pero Rez sólo sonrió hasta que el rey hizo un gesto con la mano, concediendo el punto.

—Sí, bueno. Te acercaste por detrás sin previo aviso, lo cual es engañar y eso no cuenta. Mi punto es que no me he encontrado con ese nivel de fuerza desde que maduraste.

La sonrisa desapareció de la cara de Rez.

—Infierno y condenación. Es exactamente lo que me temía. A través de su conexión conmigo, es capaz de drenar mis habilidades. Puede no ser Drakon, pero puede defenderse como uno, mentalmente al menos.

—Mmmmm. —Asmodeus frunció el ceño mientras pensaba. Se iluminó visiblemente.

—Fácil de solucionar. Abraza tu forma Drakónica y consúmela. Asimilarás todo el conocimiento que ella haya obtenido de ti mientras la masticas y cuando la digieras, el vínculo que ella lleva en su interior será absorbido de nuevo por ti.

Rezon se hinchó con una triste media sonrisa.

—Realmente eres un gilipollas brutal, ¿verdad?

Asmodeus sonrió y se pulió las uñas en la camisa.

—Sí. Pero tienes que admitir que es una solución de primera.

—Odio estallar tu pequeña burbuja de autocomplacencia, pero no es tan sencillo. De acuerdo con lo poco que sé sobre los vínculos Drakónicos, si ella muere hay una buena probabilidad de que yo también muera y sentiré y experimentaré todo lo que ella sienta mientras muere.

Asmodeus se rascó la barbilla.

—¿Así que si te la comes será como si te comieras a ti mismo?

Rez asintió con la cabeza.

El rey se estremeció, frotándose el frío invisible de sus brazos.

—Incluso para un gilipollas despiadado como yo eso es simplemente repugnante. Así que básicamente no puedes borrarle los recuerdos, está conectada contigo de alguna manera y sabe tu verdadero nombre.

—Eso lo resume todo.

Asmodeus se levantó de la silla y se acercó a Rez. Su semblante era más serio de lo que Rez había visto nunca en todo el tiempo que había conocido al rey personalmente. Golpeó a Rez en la espalda de una manera que le dejaría un condenado moratón pero que en realidad estaba destinado a consolarle.

—Tú, amigo, estás jodido.

—Sí. Eso creo.

—Y descubrí otra cosa más importante acerca de esta bonita hembra humana a la que has estado follando.

Rez levantó la cabeza rápidamente. Su mirada examinó la cara normalmente inescrutable del rey, en busca de respuestas. No le gustó lo que vio y sintió que le iba a gustar incluso menos lo que Asmodeus tenía que decir.

—Malphas la añadió a su cuota hace unos cinco años —dijo Asmodeus—. Bajo su influencia, ella asesinó a su cuñado y se dirigió directamente hacia el desagradable rincón de Malphas en el infierno. Según su calendario, tiene tres días más antes de que venga a por ella.