CAPÍTULO 20
—Diga a Mr. Harbord que venga a verme en cuanto llegue.
El agente de policía se cuadró delante del inspector y salió del despacho. Stoddart estaba sentado en su oficina del Yard, redactando diligentemente un informe. Miró más de una vez al reloj con impaciencia, hasta que por fin oyó los golpecitos en la puerta que le resultaban tan familiares.
—¡Adelante! —dijo en tono irritado—. Has tardado mucho más de lo que esperaba, Alfred.
—Tiene razón —contestó Alfred sacando un papel de un gran sobre que llevaba en la mano—. Siento haberle hecho esperar pero es imposible acelerar la burocracia. Aquí tengo el certificado de matrimonio, formalizado el 18 de agosto de 19… en St. Mary’s Church de Marylebone, entre Sylvia Mary Gossett, soltera, mayor de edad, hija de Robert Henry Gossett, granjero de Hever, Meadshire, fallecido y… —Harbord hizo una pausa dramática y miró al inspector mientras seguía leyendo—: Peter Hailsham, soltero, mayor de edad. Nombre del padre: Peter Hailsham, profesión: químico, de West Croydon, fallecido. Los testigos que firman son dos trabajadores de la iglesia. El nombre del vicario es Thompson.
—Peter Hailsham —repitió el inspector, arrancando el documento de las manos de Harbord—. Mmm, lo que esperaba. Ahora, a descubrir quién es o quién se hizo pasar por Peter Hailsham.
—Puede ser difícil probarlo a estas alturas —dijo Harbord pensativo—. Si pudiéramos hablar con Joan Forester… pero no contesta al anuncio. Me pregunto si habrá fallecido.
—En todo caso no parece ser lectora de las llamadas desesperadas del Daily Wire —comentó Stoddart—. Voy a intentar que el anuncio salga en la radio esta noche. Preguntaremos si alguien conoce el paradero de miss Joan Forester, «que tuvo algunos papeles secundarios en el Morley Theatre en 19… De parte de un amigo». Debería de dar resultado.
—Tal vez la asuste. La gente no se preocupa por uno a menos que haya dinero por medio.
—En todo caso hay que intentarlo —dijo el inspector con determinación—. Nos vamos a St. Mary’s Church, Alfred.
—¿Quiere mirar en el registro?
—No. ¿Para qué? Creo que nos podemos fiar de Somerset House —sonrió el inspector—. Quiero ver si hay alguien que se acuerde de esta boda. Complicado, me temo. Pero no podemos pasar ninguna pista por alto y dieciséis años tampoco es una vida entera.
—Bueno… St. Mary no es una iglesia parroquial. No se celebrarán muchas bodas allí…
La iglesia, en una lúgubre calle lateral, estaba apartada de las vías públicas principales. Por fuera tenía un aspecto deprimente pero, al entrar, se encontraron con un espacio lleno de luz, bien cuidado y con un altar lleno de flores. Había una anciana rezando sentada en una nave lateral a la que se le iluminó la cara cuando vio entrar a los dos detectives. Stoddart se aproximó silenciosamente.
—Perdone, señora. ¿Le importaría si le hago unas preguntas? Necesito saber algunos detalles de una boda que tuvo lugar en esta iglesia hace dieciséis años, usted sería muy joven entonces.
Harbord contuvo el aliento ante este último comentario, pero la dama aparentemente lo tomó de buena fe.
—Bueno, es verdad que hace mucho tiempo de eso. No me acuerdo gran cosa de esa época —dijo con falsa modestia—, y nuestro vicario solo lleva aquí tres años, así que no podrá ayudarle. Quizá pueda echar una ojeada al registro o quizás Mrs. Sparrow se acuerde de algo. Lleva unos veinte años limpiando la iglesia. Creo que ahora está en la sacristía. Les llevaré hasta allí. A nuestro vicario no le gusta que hablemos en la iglesia.
Mrs. Sparrow era una mujer voluminosa y parlanchina, encantada de charlar mientras limpiaba los numerosos objetos de cobre y plata que tenía sobre una gran mesa de roble.
—Queríamos saber si se acuerda de una boda. La dama ha fallecido recientemente y hay que solucionar algunos temas de la herencia. Ella se llamaba Sylvia Gossett y el nombre del novio era Peter Hailsham.
—¡Pero qué me dice! —La cara redonda y sonrosada de Mrs. Sparrow se volvió aún más redonda y sonrosada de la sorpresa—. ¡Claro que me acuerdo de la boda! Yo llegué a conocer bien a la novia, miss Gossett. Asistía al servicio de forma regular… ¿Y dice que ha muerto?… ¡Ay, Señor! ¡Qué lástima! En fin, toda carne es hierba, como dice la Biblia… Pues no hace mucho más de seis semanas que estuve charlando con ella.
—¡Ah! Hace poco tiempo. ¿Y se encontraba bien?
—Muy bien, señor. Más hermosa que nunca y llevaba un vestido precioso. Hacía años que no venía por aquí. Pero la reconocí en cuanto entró y ella me reconoció a mí también… «¡Ah! Mrs. Sparrow», me dijo. «Qué raro me resulta venir a la iglesia y no encontrar al padre Thompson». «Así es, madame», le dije yo. «Pero ahí tenemos que acabar todos». Toda carne es hierba, como ya he dicho anteriormente aunque, la verdad, nunca he comprendido bien el sentido de esa frase… Ella se echó a llorar, pobre criatura, cuando se acordó de su boda y del bautizo de su bebé.
—Sí —dijo el inspector suavemente—. El pequeño John Peter.
—¡Bendito sea, señor! Me había olvidado del nombre. Qué curioso que usted se acuerde. Solo lo vi el día del bautizo. Era un bebé precioso, pero eso era de esperar con esos padres tan guapos.
—¡Ah, su padre! —La voz del inspector no dejaba traslucir su tensión—. Le vería en la boda, ¿verdad, Mrs. Sparrow?
—Claro. Un caballero guapo y elegante como pocos. Hubiera jurado que ambos vivirían hasta celebrar las bodas de oro… y pensar que están muertos los dos… Bueno, al menos descansarán los tres juntos, con su bebé también.
El inspector asimiló esta información.
—¿Quiere decir que Mr. Hailsham ha fallecido?
—Sí, señor. Eso me dijo Mrs. Hailsham cuando pregunté por él. Se le llenaron sus bonitos ojos de lágrimas y me dijo: «¡Ah! Mrs. Sparrow, le he perdido… y también a mi bebé. Estoy sola de nuevo»… Pobre criatura, pobrecilla. Pensé que era cruel seguir preguntándole por ellos, señor, así que me callé.
El inspector sacó una serie de fotografías de una carpeta y se las pasó a Mrs. Sparrow. Desde un segundo plano, Harbord vio que eran fotos de Dicky y Larpent.
—¿Reconoce a alguna de estas personas?
Mrs. Sparrow se quitó las gafas, las limpió cuidadosamente, se las volvió a poner y miró las fotografías atentamente.
—No, señor. No puedo decir que los reconozca… Aunque este… —dijo apuntando a la de Dicky— sí me recuerda a alguien, no sabría decirle a quién.
El inspector no disimuló esta vez su decepción.
—¿Y la otra fotografía? ¿Está segura de que no lo reconoce?
Mrs. Sparrow se fijó bien en la de Larpent.
—Sí. También he visto a este hombre… Empiezo a acordarme. Uno de ellos es Mr. Hailsham, el que se casó con miss Gossett, y el otro fue su padrino. No los había reconocido porque ambos llevaban bigote entonces.
—Mmmm… ¿Y cuál de ellos es Mr. Hailsham, Mrs. Sparrow?
—¡Ah! ¡No creo que pueda acordarme después de tantos años! Solo los vi una vez y estaban juntos. Aunque me los pusiera delante en este momento sería incapaz de identificarlos. Uno de ellos se casó con miss Gossett pero, aunque me pasara todo el día mirando las fotos, sería incapaz de decirle cuál.
—No sabe lo que lo lamento —dijo el inspector profundamente decepcionado—. ¿Hay alguien más en la iglesia que pudiera acordarse?
Mrs. Sparrow negó con la cabeza.
—No lo creo, señor. Ya no queda por aquí nadie de los viejos tiempos.
—Una última cosa —comentó el inspector mostrándole una foto de Charmian Karslake en la morgue, rodeada de flores—, sabrá quién es, supongo.
Mrs. Sparrow echó un vistazo a la imagen y palideció.
—Sí. Es Mrs. Hailsham, no hay duda. Pero ha dicho que Mrs. Hailsham está muerta. Parece como si hubieran tomado esta foto después…
—Así es. Se tomó en Hepton Abbey el día del funeral.
El inspector mencionó la abadía a propósito, pero la cara de Mrs. Sparrow no registró ninguna emoción.
—¡Pobrecilla! Qué guapa está en esta foto.
—¿No había visto esta imagen antes?
Mrs. Sparrow se quedó mirando al inspector, sorprendida.
—¿Yo? No. ¿Cómo podría haberla visto?
—Ha sido publicada en casi todos los periódicos. Tiene que haber oído hablar de la actriz asesinada, Charmian Karslake.
Mrs. Sparrow asintió.
—He oído hablar de ella, pero ¡bendita sea!, no tengo tiempo de leer periódicos. Y nunca me han interesado los asesinatos. Pero no querrá decir que Mrs. Hailsham era…
—Era Charmian Karslake, la gran actriz americana —confirmó el inspector.
—Pero… pero… —dijo ella tartamudeando—, Mrs. Hailsham no era americana. Y nadie habría tenido interés en matarla.
—Alguien lo hizo, Mrs. Sparrow. Y tenemos que encontrarlo.
La buena mujer se echó a llorar.
—¡Qué desalmado! ¡Me gustaría colgarlo yo misma con mis propias manos!
—Lo haremos colgar si lo encontramos —afirmó el inspector con determinación—. Y prepárese para recibir otra sorpresa… Me ha dicho que Mr. Hailsham está muerto. Bien, pues he de decirle que los hombres de esas fotografías que ha identificado, Mr. Hailsham y su padrino de boda, están ambos vivos y coleando.