CAPÍTULO 42


Oigo el ruido del teléfono sonar a lo lejos. Abro un ojo pero una punzada de dolor horrorosa me

obliga a cerrarlo de nuevo. Palpo a mi alrededor hasta notar el cuerpo de Bradley a mi izquierda. Me giro hacia él y poco a poco intento abrir los ojos, dejando que se acostumbren a la luz, hasta que consigo mantenerlos abiertos durante cinco segundos seguidos sin necesidad de parpadear.

Bradley está boca abajo, vestido tan solo con un boxer negro y la cabeza enterrada debajo de la almohada. Esto de que los chicos del norte sean tan inmunes al frío es una suerte porque nos permiten tener unas vistas privilegiadas de buena mañana.

Me incorporo poco a poco y la cabeza empieza a darme vueltas, tantas, que me entran unas náuseas horrorosas que me obligan a tirarme de la cama como si perteneciera a los boinas verdes en misión de incógnito y a arrastrarme por el suelo hasta llegar al baño. Gracias a dios que la distancia es muy corta y llego a tiempo de subir la tapa del váter antes de empezar a vomitar. Nota mental, el papel de cowboy del oeste que bebe en la cantina, no me sienta bien.

—¿Harper? ¿Estás bien? —oigo que Bradley me pregunta desde el umbral de la puerta. —Teléfono —consigo decir señalando a la cocina, que es donde creo que me lo dejé.

Le oigo alejarse cuando parece que las arcadas han parado y poco a poco me incorporo para mojarme la cara y la nuca. Hago acopio de todas mis fuerzas para levantar la vista y hacer frente a la imagen que me devuelve el espejo.

—Por favor, estoy horrible.

—No, aquí está, en el baño. El alcohol de ayer no le ha sentado nada bien y se ha levantado mareada y con cara de extra de The Walking Dead —dice Bradley esquivando la toalla que le lanzo —Vale, se lo diré. Gracias David. ¿El sábado? Bueno, te digo algo. Hasta luego.

Lanza el teléfono a la cama y viene hacia mí abrazándome por detrás, mientras miro nuestro reflejo en el espejo del baño.

—¿Cómo estás? —me pregunta con una sonrisa.

—Fatal. Anoche bebí demasiado. Me duele todo, pero sobretodo la cabeza… Creo que si estornudara, explotaría —me cojo la cabeza entre las manos y añado —Me voy a duchar.

—¿Quieres compañía? —le veo a través del espejo con una ceja levantada y sus labios formando una medio sonrisa.

—Bradley, ¿tengo pinta de que me apetezca follar? Además, mira qué cara tengo por favor… —A mí me parece que estás preciosa —dice hundiendo la nariz en mi cuello.

—¿En serio? Pues empiezo a preocuparme por tus inclinaciones sexuales porque si mal no recuerdo, antes me has comparado con un zombie…

—Vamos, sabes que era broma…

—Ja ja ja, mira como me río —aunque al final no puedo evitar sonreír al verle mirarme haciéndome una mueca con la boca y con sus ojos que vuelven a tener algo de brillo —Bueno, ¿me vas a contar algún día lo que te ha dicho David?

—Es que me desconcentras, hasta pareciendo una muerta viviente, me dejas tonto.

—En eso te doy la razón, tonto de remate. Venga, desembucha —le digo dándome la vuelta y pellizcando uno de sus abdominales.

—El lunes que viene tienes el bis a bis con Matt. A las diez de la mañana.

—Vale, entonces podemos irnos hoy a casa… ¿hoy es martes o miércoles?

—Martes.

—Pues eso. Nos vamos hoy tranquilamente y volvemos el domingo por la tarde.

—¿Podemos volver el sábado por la mañana? —me pregunta agachando la cabeza y haciendo pucheros con el labio.

—¿Y eso?

—David me ha preguntado si quiero ir con él al partido de los Rangers del sábado por la noche y luego dice de tomarnos unas copas…

—Vale, nos venimos el sábado… ¿Intimando con el enemigo caballero? —me mofo de él mientras me cuelgo de su cuello.

—No está mal para ser de ciudad…

—Oye, que yo también lo soy.

—No, qué va… Tú ya te estás asalvajando… ¿Cómo va tu mareo? —dice cuando me separo algo de él. —Bien, creo que he expulsado todo el alcohol de mi cuerpo…

—Pues venga —dice dándome una palmada en el culo y guiñándome un ojo —A ducharse que luego recogemos y nos vamos a casa.

—Si repites esa palmada otra vez, no respondo de mis actos.

—Lo sé. Anoche fue justo lo que pasó —y entonces es cuando reparo en que toda nuestra ropa está esparcida por el suelo, siguiendo un camino que empieza en el salón y acaba en el dormitorio —No me jodas que no te acuerdas… Que sepas que eso hiere mi ego.

Al día siguiente, ya en Oswego, envío un mensaje a Bree para que venga a verme a la librería porque tengo algo que darle. A media mañana entra por la puerta.

—¡Hola Bree!

—Hola Harper —dice abrazándome —¿Cómo ha ido por Nueva York?

—Bien —decido mentirle —Matt está bien. Si todo sigue así, puede que en dos meses le dejen salir. —Me alegro —dice agachando la cabeza mirándose las manos.

—Y tuve ya dos entrevistas con dos periódicos… Además, tengo una cosa para ti y otra para tu madre… —Recién salido del horno. Pedí que me dieran estos dos ejemplares justo cuando salían de la imprenta. —Gracias —dice cogiéndolos y acariciando la tapa con sumo cuidado.

—El de tu madre… tú decides si quieres explicarle que está inspirado en vosotros o prefieres que lo averigüe por ella misma. Ambos están dedicados…

Abre su ejemplar con la mano temblorosa y lee con detenimiento la dedicatoria.
“Bree, has sido mi inspiración para ayudarme con esta historia y mi amiga para ayudarme en la mía propia. Sé que la vuestra no acaba aquí y tendrá segunda parte. Te quiero mucho. Harper”

Algunas lágrimas empiezan a caer en el libro y Bree las seca enseguida, cuidando que no emborronen la tinta.

—¿En serio crees que lo nuestro tendrá segunda parte? —me pregunta

—Tengo fe en ello —digo guiñándole un ojo —Matt movería cielo y tierra por ti. Cometió un error y creo que lo está pagando con creces.

—Ya… Pero cada vez que pienso en él, la única imagen que me viene a la cabeza es la de esa furcia metiéndole la lengua hasta la tráquea.

—Tómate tu tiempo, él te esperará toda la vida… Tengo ese ligero presentimiento…

—Ya, sí, Matt Logan va a hacer voto de castidad por mí —y empieza a reír con ganas hasta que pasado un rato añade —Bueno… ¿y ahora cuando volvéis a ir?

—El sábado.

—¿En serio? ¿Tan pronto?

—Sí, yo tengo el lunes otra entrevista y Bradley me acompañará. Prefiere no dejarme sola aún… — miento con todo mi pesar.

—Hace bien. Él sí que movería cielo y tierra por ti… Bueno, me voy a ayudar a mi madre y a darle el libro.

—¿Le vas a advertir acerca del libro?

—No, que lo descubra ella sola, a ver qué pasa.

—¡Jajaja! Mala…

El resto de la semana pasa rápido y pronto nos encontramos en mi apartamento con David y Julliet. Ellos se irán al hockey y nosotras nos iremos por ahí a pasar una noche de chicas.

—¿Y dónde iréis después de cenar? —pregunta David realmente interesado y muerto de curiosidad. —No sé… Por ahí. A bailar a algún local, ¿no Harper?

—Sí, porqué no.

—Bueno, si nos decís donde vais a ir, quizá podríamos ir después del partido —insiste él. —Ni hablar. Es noche de chicas —contesto yo echándole un cable al intento de Julliet de poner nervioso y celoso a David.

Intento que funciona a la perfección porque aprieta los labios hasta convertirlos en una fina linea y sus ojos miran a Julliet de arriba a abajo, suplicándole.

—¿Vais a estar bien las dos solas? —pregunta Bradley con cara de preocupación. —Julliet… —le digo mirándola dándole a entender que no quiero hacer que Bradley lo pase mal y más después de lo que pasó.

—Vaaaaale —cede finalmente ella —Os enviaremos un mensaje diciendo donde vamos para que vengáis luego… ¿Contentos?

La cena resulta divertidísima y contradiciendo mis propios consejos, bebo bastante, ya que nos acabamos una botella de vino entre las dos y luego el camarero nos invita a unos chupitos. Decidimos seguir su recomendación y vamos a tomar unas copas a un local cercano al restaurante.

—Harper, hazme una foto que se la enviaré a David para decirle donde estamos —dice dándome su móvil y poniendo una pose tan provocativa apoyada en la barra con una copa en la mano que el camarero sale de fondo prácticamente babeando encima de las copas que está sirviendo.

—Eres muy mala… —digo riéndome pero le enseño la foto y añado —¡Pero la foto es buenísima!

Reímos como locas, en gran parte debido al alcohol, hasta que llega el mensaje de respuesta al teléfono de Julliet.

—Es de David y tiene un archivo adjunto —me dice Julliet mientras me pongo a su lado para verlo juntas.

Lo abre y aparece una foto de David escoltado a cada lado por un par de cheerleaders de los Rangers, vestidas con una ropa muy poco apropiada teniendo en cuenta que están en una pista de hielo. Ambas sonríen a la cámara mientras se arriman a él una cosa mala, seguramente pensando que era su día de suerte. Y justo en ese momento llega un mensaje escrito.
“Vale cariño. Cuando convenza a este par de señoritas de que no puedo quedarme con ellas, iremos para allá”

A Julliet le ha cambiado completamente la expresión de la cara al ver como David ha sabido devolverle el golpe.

—¡Madre mía! Realmente sois tal para cual —digo mientras río sin poder parar al ver su cara de cabreo e imaginarme a David igual al recibir la foto de ella.

Entonces el teléfono suena de nuevo.

—Otro mensaje, sin foto.

—¡Ábrelo! —la apremio volviéndome a acercar.
“Harper, no te rías tanto que Bradley también pasará lo suyo convenciendo a esta señorita tan bien dotada”

Y al instante llega otro mensaje con una foto de una cheerleader hablando con Bradley, acercándose a su oído y pegándose a él tanto que sus pechos deben estar aplastando su caja torácica.

—Tu novio es un cabronazo —le digo a Julliet sin un ápice de las risas de hace unos segundos. —Pues hace un rato te parecía muy divertido, bonita —me responde ella.

—¡Quita las manos de mi hombre! —le grito a la pantalla de su teléfono —Voy a llamar a Bradley. —¡No! —me grita Julliet impidiéndome que busque el teléfono en el bolso —¿Quieren jugar? Pues juguemos.

—¡Pero si hemos empezado nosotras! —digo siguiéndole a la pista de baile.

—Y nosotras seremos las que decidamos cuando se acaba, que esta noche me apetece dormir calentita. —¡Serás puerca y mala! —digo intentando parecer escandalizada.

—Lo confieso, soy eso y mucho más.

Solo tardamos media canción en estar rodeadas por un grupo de chicos, entre ellos alguno que dudo tenga la mayoría de edad. Bailamos varias canciones protegidas por nuestros escoltas y nos invitan a varias copas. Cada trago de alcohol que entra por mi garganta me desinhibe más y sube la temperatura de mi cuerpo varios grados, hasta que noto unas manos que me agarran por la cintura. Doy un sobresalto asustada e intento zafarme cuando me susurran al oído.

—Hola preciosa. Tranquila, soy yo.

Me giro al reconocer la voz de Bradley y veo su cara iluminada por los lásers del techo. Cuando esas luces se reflejan en sus ojos, literalmente, me iluminan.

—Caballeros, se acabó el espectáculo —oigo que dice David a mi espalda mientras los buitres salen huyendo —Y usted señorita…

David coge a Julliet fuerte de la cintura y la aprieta contra su cuerpo mientras la otra mano se enreda en su pelo y hunde la lengua en su boca sin reparo. De ese modo, hace prácticamente imposible la huída de ella, aunque no creo que ese sea precisamente su pensamiento ahora mismo.

—¿Qué tal el partido? —digo mientras nos quedamos abrazados en medio de la pista. —Bien. Ganamos. Te he echado de menos —dice rozando mis labios.

—¿En serio? ¿Antes o después de que esa rubia frotara sus tetas contra tu pecho? —digo apartándome algo de él para cruzarme de brazos.

—¡Jajaja! Antes, durante y después.

—Bueno… vale… tendré que creerte… ¿Bailas conmigo?

—¿Estás de coña? ¿Esta música? No sé ni qué hago aquí en medio…

—¿Y entonces qué hacemos? —digo poniendo cara de inocente.

—Ésto…

Da un fuerte tirón de mi brazo y choco contra su pecho mientras sus brazos me envuelven. Empieza a besar mis hombros, alternando pequeños mordiscos y me alegro de haber elegido este jersey que los deja totalmente al descubierto y a merced de sus labios. Mientras su boca se acerca al cuello, una de sus manos sube por mi espalda hasta enredarse en mi pelo, que coge enroscándolo alrededor del puño. Tira con firmeza de él, obligándome a echar la cabeza para atrás y haciéndome soltar un gemido. Su boca empieza a besarme, sin prisa, y su lengua dibuja un camino ascendente hasta mi oreja. Muerde el lóbulo y noto como me humedezco en cuestión de segundos. Intento agarrarle del pelo y tomar el control un rato pero él agarra mis manos y las inmoviliza a mi espalda, apretándome a su vez contra su erección.

—Ni hablar —dice con sus ojos clavados en mi boca que está abierta y deseando acoger su aliento —Quiero demostrarte que por mucho que una rubia me ponga las tetas en la cara, eres tú en la única que pienso desde que me levanto hasta que me acuesto.

—Pues vámonos a casa si no quieres que nos arresten por escándalo público —consigo articular.

Me coge de la mano y tira de mí con decisión hacia la puerta.

—¡Espera! —le grito haciéndole parar —Tengo que buscar a Julliet y avisarle de que nos vamos. —Envíale un mensaje —me dice levantando una ceja con cara de alucinado mientras vuelve a tirar de mí hacia la salida.

Recogemos nuestros abrigos en guardarropía y con una destreza de quien lleva años viviendo en la ciudad, Bradley para un taxi nada más salir a la calle.

—A la calle Bedford con Grove en el Village —le dice al taxista nada más subirnos. —Vaya… Esto de venir tan a menudo te está convirtiendo en un neoyorkino más.

—Ni de coña —dice a mi oído —Son las ganas de follarte. Y espero que esta vez te acuerdes. —Pues he bebido casi como esa noche…

—¿Me estás retando? —y al instante, sin importarle que el taxista pasara más tiempo mirando por el espejo retrovisor que pendiente de la carretera, se abalanza sobre mi boca mientras una de sus manos recorre mi cintura parándose a la altura de mis pechos, rozando disimuladamente mi pezón con su pulgar.

Solo nos despegamos cuando el taxista para frente mi edificio.

—Tenga —dice Bradley dándole un billete de diez dólares —Quédese con el cambio. —Gracias. Pásenlo bien.

Cuando entramos en el ascensor, saco mi teléfono del bolso para escribir a Julliet ante la impaciente mirada de Bradley.

—No me mires así… Iba a escribirle en el taxi pero no me has dado opción… —digo mientras empiezo a tocar las teclas.
“Hola guapa. Bradley y yo nos hemos venido a casa. Siento no hab…”

—Estás de broma —dice Bradley cogiéndome el teléfono, apretando directamente a enviar, sin dejarme acabar el mensaje y soltándolo dentro de mi bolso de nuevo —Quieres matarme o algo, ¿no?

Sin esperar respuesta, sube las manos por mis caderas, subiendo a la vez mi falda. Al pasar los dedos por el final de mis medias, se recrean jugando con la goma y me vuelvo loca cuando mi acaricia en interior de mis piernas, acercándose cada vez más a mi nuevo, precioso, y caro tanga rojo que sé que le va a volver loco. Toca la tela y nota lo húmeda que estoy. Me mira con una sonrisa de medio lado y se deja caer de rodillas mientras sus manos acaban de subirme la falda, dejándola por la cintura.

—Por dios Harper. Lo haces a propósito, ¿verdad? —me mira levantando una ceja y acerca su boca a la tela roja mientras suelto un gemido que intento acallar en vano mordiéndome el labio.

Sus manos me bajan el tanga poco a poco hasta que me quedo delante suyo, con el pelo totalmente revuelto, vestida con el jersey gris, las medias y mis zapatos negros de tacón.

—Estás increíble así…

Se mete el tanga en el bolsillo del pantalón, me coge una de las piernas y empieza a besármela, desde el empeine, subiendo por las rodillas y siguiendo por el interior de mis muslos hasta llegar al pubis. Pone con suavidad mi pierna encima de su hombro y empieza a besarme, hasta que separa mis labios con los dedos de una mano, dejando la otra en mi trasero, y me acaricia el clítoris con la lengua. Una descarga de placer recorre todo mi cuerpo haciéndome arquear la espalda mientras él sigue acariciándome con su lengua. La mano que tiene en mi trasero me aprieta contra su boca, dejándome sin escapatoria, sumida en un torbellino de vibraciones y descargas que sacuden mi cuerpo.

—Bradley…

—Shhhhh…

—Por favor…

—¿Por favor qué?

—Fóllame.

—Eso luego.

Y justo en ese momento, succiona mi clítoris entre sus labios y estallo en un brutal orgasmo agarrando su pelo con ambas manos. Se incorpora dejando mi pierna apoyarse en el suelo y si no llega a ser porque me coge en volandas, me caigo redonda allí mismo.

—Espera —dice apoyándome contra la pared al lado de mi puerta mientras saca sus llaves. —Ah, ¿que aún estábamos en el ascensor? —pregunto totalmente desorientada.

Sonríe mientras me vuelve a coger en brazos y entramos en mi apartamento. Cierra la puerta con la espalda y se queda apoyado en ella mientras me deja en el suelo. Deslizo mis manos por su pecho mientras desabrocho su camisa. Cuando acabo, se la quito por los hombros y la lanzo hacia un lado. Luego mis manos se dirigen hacia el botón del vaquero y una vez desabrochado, bajan la cremallera notando su erección en todo el proceso. Mi mano se introduce entre el pantalón y el boxer y le acaricio mientras le beso. Cierra los ojos, aprieta la mandíbula y suelta aire por la boca con fuerza.

Me separo de sus labios y sin dejar de mirarle a la cara, me agacho liberando su erección del calzoncillo. Me mira fijamente cuando saco la lengua y resigo toda su longitud desde la base y cuando llego a la punta me la introduzco en la boca, deshaciendo el camino, apretando con los labios.

—¡Joder! —dice echando la cabeza hacia atrás —Por favor…

—¿Por favor qué? —digo imitando sus palabras de antes.

Pero él, en lugar de contestarme, me levanta cogiéndome de los brazos y sin saber bien cómo, de repente me encuentro con la espalda contra la puerta y mis piernas alrededor de su cintura. Me levanta con un brazo mientra dirige su erección hacia mi interior. Nuestras caras quedan a la misma altura, respirando el mismo aire, boca contra boca, bebiendo del sudor del otro. Con cada embestida, mi espalda choca contra la puerta y mi cuerpo se acerca de nuevo al abismo sin frenos. Bradley retiene su ganas de dejarse ir hasta que nota como mis uñas se clavan en su espalda y un gran gemido se escapa por mi boca. Solo entonces él realiza dos embestidas fuertes que le hacen vaciarse en mi interior.

Me abraza con fuerza contra él mientras retira algunos mechones de pelo que tengo pegados a la cara por el sudor. Acaricio su cara, repasando sus facciones, tocando la cicatriz de su nariz y mi favorita, la del pómulo, la que procuré mantener abierta más tiempo del habitual.

Sale de mi interior y sin bajarme al suelo me lleva hasta el dormitorio y me estira en la cama. Me quita los zapatos, las medias y el jersey y luego se acaba de desvestir él hasta quedarnos completamente desnudos los dos. Se mete en la cama conmigo, abrazándome por la espalda mientras nos tapa a ambos con la colcha.

—Estoy totalmente enamorado de ti Harper.

—Y yo de ti…. Espero acordarme de ésto por la mañana… —le digo sonriendo con los ojos pidiéndome a gritos un descanso.

Nos quedamos dormidos al instante y cuando abrimos los ojos al día siguiente, ya es mediodía. Nos miramos sonriendo sin decirnos nada. No me hace falta, sus ojos hablan por sí solos y espero que mi sonrisa sepa transmitirle lo feliz que me hace.

—No te vayas —dice cogiéndome de la mano cuando intento levantarme.

—Es que tengo que hacer pis… Te prometo que ahora vengo.

—Vale…

Pongo los pies en el suelo y me incorporo con demasiado ímpetu ya que al momento noto como la habitación empieza a darme vueltas.

—Harper, ¿estás bien? —dice él incorporándose en la cama.

—Me he mareado. Creo que me he levantado demasiado rápido —pero entonces tengo que correr hacia el baño y llego justo a tiempo antes de vomitar toda la cena de anoche.

Bradley se levanta de la cama, se pone sus calzoncillos y se acerca al baño, agachándose a mi lado.

—La cabeza me va a estallar. El alcohol no me sienta nada bien últimamente.

—¿Estás mejor? —me dice acariciando mi espalda cuando se me pasan las arcadas.

—Sí, pero por favor, no me dejes beber más…

—Vale, ya tengo experiencia en ese ámbito —dice sonriéndome —Venga, dúchate si quieres que preparo café.

Salgo de la ducha como nueva, aunque Bradley me ha dejado una pastilla para el dolor de cabeza al lado de la taza de café. Cojo mi teléfono y veo que tengo dos mensajes de Julliet.
“Doy por hecho que dejaste el mensaje a medias porque tenías cosas mejores que hacer… Pero que sepas que me parece muy fuerte que antepongas una noche de sexo y desenfreno a tu amiga del alma”

Sonrío aún más cuando leo el siguiente.
“Es broma. Disfruta y comételo entero. ¡Duro contra el muro! Me voy con mi tigre casi indomable….”

Bradley se pasa el resto del día vestido tan solo con el boxer y yo con mi pantalón de chandal y su camiseta. Vagueamos, comemos, reímos, hablamos y vemos la tele hasta que llega la hora de acostarse de nuevo.

—Tengo miedo Bradley —le digo al acostarnos.

—¿De qué? —me pregunta preocupado.

—De averiguar lo que le pasa a Matt… Ya sé que es para lo que voy mañana, pero me da miedo averiguarlo.

—Harper… hazte a la idea de que bueno no será. Pero eres en la que más confía, incluso más que en mí. Tú les escuchabas cuando yo estaba más preocupado en estar cabreado con el mundo. Cree en ti y te hará caso en lo que le aconsejes.

—Eso espero…

Por más veces que venga aquí, creo que nunca me acostumbraré a estos sonidos metálicos de las puertas de barrotes. Además, he venido sola, para no levantar sospechas, así que no puedo estrujar la mano de Bradley como hice la vez anterior.

—¿Señorita Simmons? —oigo que me llaman.

—Sí, soy yo.

—Acompáñeme.

Le sigo por varios pasillos hasta que llegamos a un ala algo más apartada. Hay varios barracones, todos con puerta normal y con una pequeña ventana por donde no debe entrar nada de luz. Vamos, un sitio romántico donde los haya.

—Entre aquí. Ahora le traerán. Desde que entre él, tendrán una hora. Llamarán a su puerta para avisarles. Le devolveremos sus pertenencias al salir.

—Gracias —digo pasando a su lado y entrando en la habitación.

Tal y como yo pensaba, es horrorosamente fría. Toda gris, acorde al resto de las instalaciones, con una cama al fondo, una mesa con dos sillas enfrente de la puerta y un pequeño mueble con una botella de agua y dos vasos encima. Nada más.

Me siento en una de las sillas a esperar mirando a la cama, pensando si tendrán la decencia de cambiar las sábanas después de cada visita. Sí, ¿no?

Entonces la puerta se abre y Matt aparece en la puerta.

—Una hora Logan. Aprovéchala bien y desahógate con tu chica.

La puerta de cierra detrás de él y se oye el sonido de una llave al cerrarla. Me pongo de pie para ir a abrazarle pero al ver su cara de asombro me freno en seco.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta de repente con el ceño fruncido.

—Necesitamos saber qué pasa Matt. Estamos preocupados.

—Pues no lo estéis, ¿vale? ¡Dejadme en paz! ¡Alejaos!