CAPÍTULO 41
Tras esperar a que nos envolvieran la comida para llevar, nos montamos en el BMW de David que
conduce por la ciudad como si de repente todo el tráfico existente se apartara para dejarle pasar. Nunca en mi vida había tardado menos en llegar a mi apartamento.
Bradley se queda de piedra al verme entrar acompañada de Julliet y sobretodo de David, aunque después de echarle una mirada parece que empieza a darse cuenta de que entre ellos hay algo más que amistad. ¡Qué perspicaz mi hombre oye!
—Hola cariño —digo acercándome y dándole un beso en los labios.
—Hola —me coge por la cintura y hunde la cabeza en mi cuello cogiendo aire con fuerza. —¿Qué ha pasado? —le digo acariciando su espalda.
Se queda abrazado a mí sin contestarme hasta que cobra conciencia de Julliet al cabo de unos minutos de silencio y se acerca para saludarla.
—Hemos traído comida —le dice buscando la mirada de Bradley intentando contagiarle su sonrisa —Bueno, David la ha traído.
—Hola David —dice estrechándole la mano —Gracias de nuevo. Siento haberos jodido la comida… No hacía falta, ya le dije a Harper que se quedara con vosotros.
—No es molestia. Si puedo ayudar en algo, lo haré encantado.
Bradley se frota la sien con los dedos mientras se sienta en uno de los taburetes de la barra de la cocina. Distribuyo los platos y las copas de vino para los tres y la botella de cerveza para Bradley, mientras Julliet me ayuda con la comida y David nos mira con cara de sorpresa.
—Eh… Sí David, comemos aquí. No tengo mesa, mi apartamento es muy pequeño. —Ah, vale —dice sonrojándose y sentándose enfrente de Bradley —Vale, no pasa nada. —Pasaba poco tiempo aquí en mi apartamento… Por eso nunca me cambié.
—Recuerdo que Eddie siempre insistía en que te compraras algo más grande. Que podías permitírtelo — dice despreocupado hasta que se da cuenta que puede haber metido la pata —¡Perdona! No quería… lo dije sin pensar…
—No te preocupes. No pasa nada David.
Empezamos a comer en un silencio incómodo hasta que Julliet y yo empezamos a conversar acerca de las reuniones de la tarde, para intentar romper el hielo un poco. David sigue nuestra conversación interesado.
—¿Sigue todo en marcha pues? —pregunta.
—Sí, todo estaba firmado y al fin y al cabo, son ingresos. ¿Sabes tú cómo quedará la editorial ahora? — se interesa Julliet.
—Sí, de momento, él sigue siendo el dueño y sigue teniendo peso en las decisiones, pero las cabezas visibles serán el resto de inversores.
—Normal…
—¿Y entonces, cuándo podremos leer ese libro? —pregunta David con una sonrisa.
—¿Vas a querer leerlo? —le miro alucinada —¿Tú?
—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
—Nada, pero no te pegan las historias de amor… —dice Julliet riendo.
—¿No? —dice David con lo que creo que es angustia en los ojos.
—Puede que no sea la imagen que teníamos de ti hasta ahora —digo intentando echarle un cable —Pero puede que ahora sí te peguen más este tipo de historias, ¿no Julliet?
—Mmmmm… puede —dice ella guiñándole un ojo descaradamente.
Miro a Bradley que no ha intervenido en ningún momento y le veo menear la comida de un lado a otro en su plato con el tenedor.
—Bradley, deberías comer algo… —le digo abrazándole y besando su mejilla.
—No tengo mucha hambre…
—¿Sabes qué? —dice David apartando su plato a un lado —Yo tampoco. Explícanos qué ha pasado. Tú le conoces mejor que nadie y si dices que Matt estaba raro, por algo será.
—No sé cómo explicarlo. No sonreía… Sé que es normal, está en la cárcel, no en un hotel de cinco estrellas, pero pensaba que después de estar dos semanas sin vernos, se mostraría más… contento de verme.
—¿Le preguntaste qué le pasaba? —le pregunto.
—Le pregunté varias veces si estaba bien y me repetía que sí, una y otra vez. Incluso intentaba esbozar una sonrisa, pero no era él.
—Vale… veamos… antes de mover mis contactos, ¿le preguntaste cómo le iba en el día a día? ¿Si seguía trabajando, si salía al patio como siempre o si seguía compartiendo celda con el mismo recluso? — pregunta David.
—Sí… bueno, me dijo que sigue trabajando y comparte celda con el mismo chico, un tal Leroy. —¿Y entonces? —pregunto yo —¿En qué le notaste diferente?
—Tú le conoces Harper. No para de moverse ni cuando está sentado, y hablaba totalmente estático en la silla, frotándose las manos, sin mirarme a los ojos más de cinco segundos seguidos. Y sonreía forzado… —Voy a llamar a Freddy para preguntarle. Él no me ha llamado para comentarme nada y si hubiera visto algo, lo habría hecho, pero no está de más.
—Gracias cariño —le dice Julliet sin pensarlo demasiado, cogiéndole de la mandíbula para acercarle a ella y besando sus labios
—Eh… de… de nada —responde él a trompicones y poniéndose rojo tirando a granate por momentos.
Se baja del taburete y se le cae el teléfono al suelo y cuando se agacha nervioso a recogerlo, se da un golpe con la madera de la barra de la cocina. Al incorporarse con una mueca de dolor en la cara y la mano en la frente, tira al suelo el taburete en el que estaba sentado. Lo recoge a toda prisa y se queda quieto en el sitio, mirando alrededor con cara de susto, esperando unos segundos antes de volver a moverse para no hacer ningún estropicio más. Finalmente, tras comprobar que el efecto dominó no va a más, trastea el teléfono y se lo lleva a la oreja alejándose todo lo que mi pequeño apartamento le permite.
—Conozco esa sensación —dice de repente Bradley señalando a David.
—¿Cómo dices? —le dice Julliet.
—Que conozco la sensación de no ser dueño de tu cuerpo, de no poder controlar nada a tu alrededor, solo por el hecho de que Harper me mirara o me rozara. Imagínate cuando me besaba… todo empezaba a girar a mi alrededor y me pasaban cosas como esas —dice señalando al sitio que ocupaba David. —¿Crees que eso lo he provocado yo? —le dice Julliet realmente sorprendida.
—No tengo ninguna duda —le contesta Bradley con una sonrisa en la cara, por fin.
—Yo tampoco —añado apoyando la cabeza en el brazo de mi chico —Y es más, creo que él está aún más sorprendido que tú porque no está acostumbrado a perder el control de esa manera. Él era el que tenía siempre las riendas, el que ponía nerviosas a las mujeres de su alrededor, no al revés. Esa sensación es nueva para él.
Julliet le observa con la duda instalada en su rostro, sin creerse aún lo que le hemos dicho. Nos giramos hacia él también, esperando captar algo de la conversación que está teniendo con el tal Freddy.
—¡No me jodas Freddy! ¡Te estoy diciendo que pasa algo! Te lo aseguro, si le pasa algo y no has sido capaz de enterarte y decírmelo, te quedarás ahí dentro por muchos años pero con un uniforme diferente.
Camina nervioso por el salón, que se le queda pequeño en dos zancadas, tocándose el pelo, peinándoselo para atrás. La camisa se le pega aún más al pecho cuando hace ese gesto. Luego se deshace un poco la corbata, se desabrocha un par de botones y sin pensarlo miro a Julliet por el rabillo del ojo y compruebo que, aunque se muerde el labio de una forma pecaminosa, sigue respirando con normalidad.
—De acuerdo —oímos decir a David tajante —Espero tu llamada.
Cuando cuelga se acerca a nosotros y compruebo que su expresión ha cambiado. Delante de nosotros está el David que yo conocía, el abogado sin escrúpulos, aunque esta vez que lo tenemos de nuestro lado, tengo que reconocer que reconforta mucho.
—Dice que a él no le han llegado noticias de que haya pasado nada raro —se sienta en su taburete de nuevo —Dice que tiene a varios hombres pendientes y no le han notificado nada. Aún así, va a echarle un vistazo él mismo ahora y me llamará.
—Gracias David. De veras.
—Bueno, ¿comemos ahora? —dice sonriendo mientras nos volvemos a poner manos a la obra.
El ánimo de Bradley ha mejorado mucho e incluso participa algo en la conversación, que va desde el juicio de David de esta mañana (una demanda de divorcio con cifras de dinero astronómicas), a mis entrevistas de esta tarde con los dos periódicos, para acabar como no, hablando de hockey. Resulta que David es más aficionado al baloncesto, deporte que practicó en su infancia, según nos explica, y encima, tiene asientos VIP en el Madison Square Garden. Total, que empiezan a hablar de ir a ver algunos partidos de hockey y algunos de baloncesto cuando empiece de nuevo la temporada. De repente me doy cuenta de lo diferente que es David de Eddie y no puedo evitar preguntarme qué narices tienen en común, aparte de estar forrados de dinero y de parecer tener un trato con Emporio Armani para que diseñe los trajes utilizando sus cuerpos como modelos.
—Freddy —contesta David el teléfono cuando suena, con un tono de voz que haría temblar al mismísimo Chuck Norris —Dime.
Apura su copa de vino, se limpia con la servilleta y se levanta del taburete, esta vez sin liarla.
—Dios mío, ¿por qué todo lo que hace me provoca pensamientos impuros? —dice Julliet. —Vale, ¿puedo verle? ¡Haz lo que sea! Consígueme un pase joder de lo que sea, joder —escuchamos que dice David —Estaré allí en una hora como mucho.
Bradley se pone en pie en cuanto cuelga.
—¿Qué te ha dicho? —pregunta.
—Dice que estaba en la cocina cuando ha ido. Se comportaba normal, callado dice.
—No suena a Matt… —intervengo yo.
—Dice que camina raro, estático y hace alguna mueca de dolor —confiesa David al cabo de unos segundos.
—¿Qué quiere decir? —pregunto preocupada —¿David?
—Voy contigo —dice Bradley.
—¿Bradley? ¿David? ¿Qué pasa? ¿Qué quiere decir con que hace muecas de dolor?
—Harper, no lo sabemos, puede ser cualquier cosa, puede que se encuentre mal, simplemente. Por eso voy a intentar hablar con él sin un cristal de por medio —y mirando a Bradley añade —No podrás entrar conmigo Bradley…
—Lo sé… Si hace falta me quedo en el coche, pero necesito hacer algo. No puedo quedarme aquí sentado esperando.
—Vale, como quieras —dice —Chicas, vosotras vais a las entrevistas, ¿verdad?
—Sí, la primera es en dos horas.
—Pues nosotros deberíamos ir tirando… —añade David mirando a Bradley —Así que…
Julliet se acerca a él tímidamente y se pone de puntillas cogiéndole de la corbata para besarle en los labios. A él se le dibuja una sonrisa al instante, pero le noto incómodo por nuestra presencia, por demostrar delante de más gente que el rompecorazones ha caído de cuatro patas por una mujer.
—Vamos a darles algo de intimidad. Ven —digo agarrándole de las manos y llevándomelo al dormitorio.
Una vez dentro lo atraigo hacia mí y le beso como si me fuera la vida en ello. Primero él se deja hacer, se queda quieto con la boca abierta mientras mi lengua juega dentro de él. Luego, cuando mis manos se hunden en su pelo y le atraen hacia mí, su respiración empieza a agitarse, hasta que muerdo su labio inferior y entonces suelta un jadeo que acojo en mi boca.
—No empieces nada que no vayas a acabar —me dice apartándome un poco mientras apoya su frente en la mía y enmarca mi cara entre sus manos.
—Solo quería hacerte ver que sigo aquí.
—Vale, mensaje captado —me coge una mano y me la pone en su entrepierna, donde noto su erección — Alto y claro. ¿Lo aplazamos a esta noche?
—Claro que sí. Tenemos una cita.
Las entrevistas pasan lentas, muy lentas. Y no porque no sean amenas, los periodistas que me las hacen son divertidos y muy eficientes y su ritmo de preguntas es rápido. Vamos, que en otras circunstancias, hubiera dicho que esas entrevistas eran las mejores que me habían hecho en la vida. Pero esta tarde no. Y aunque disimulo perfectamente y mis respuestas son dignas de una perfecta entrevistada, mi cabeza está en otro sitio. Así que cuando salimos por la puerta de la redacción del Times, lo primero que hago es buscar mi móvil en el bolso y comprobar si tengo noticias de Bradley.
—Aún nada Julliet… ¿David te ha dicho algo?
—No…
—¿Puede que estén aún ahí? Dios mío, se han ido como dos horas antes que nosotros. Hemos estado como… ¿cuánto? ¿tres horas? ¿Cinco horas llevan ahí? Porque espero que no se les haya ocurrido salir de allí sin habernos dicho nada…
Llegamos a mi apartamento pero ellos aún no, así que mientras Julliet se sienta en el sofá, yo me dedico a pasear por el apartamento, pasando por todas las habitaciones, mientras me muerdo las uñas y miro la pantalla del móvil fijamente como si de esa manera pudiera comunicarme telepáticamente con Bradley o David.
—Harper —oigo que Julliet me llama desde la cocina y cuando llego la veo con una botella de whiskey en la mano sirviéndolo en dos vasos —Aprovechemos el tiempo de espera.
Le sonrío y sin ofrecer nada de resistencia, ni tan siquiera una mirada de reproche, me siento en el taburete como si estuviera en un salón del lejano oeste y me bebo de un trago el culo de whiskey que había en mi vaso.
Gracias a dios, solo llevamos bebidos tres vasos cuando Bradley abre la puerta del apartamento. Las dos nos giramos al instante y ellos se quedan parados al ver la escena que tenemos montada.
—¡Joder! ¡Anda que nos esperáis! —dice David sirviéndose un vaso.
—¿Qué tal? ¿Cómo ha ido? —pregunto nerviosa acercándome a Bradley y abrazándole. —No le ha dicho nada, pero David sabe que tengo razón —me contesta aceptando el vaso que le tiende Bradley.
David sirve otro vaso a todos y cogiendo el suyo se acerca al sofá, quedándose de pie delante de él, pensativo.
—David, cuéntanos cómo le has visto —le dice Julliet.
—¿Cómo reaccionó al verte allí? —le pregunto.
—Pues la verdad es que alucinó bastante. Cuando entró en la sala ni siquiera dio un paso para acercarse a mí y me costó convencerle. Es un chico listo. Yo estaba sentado en la mesa más alejada del guardia que vigila la puerta y él quiso sentarse lo más cerca posible de él. No se fía de mí ni un pelo. Temía que le pudiera hacer algo y quería estar lo más protegido posible. Será bastardo… —dice sonriendo sin poder evitarlo.
Julliet y yo nos sentamos en el sofá mientras él sigue contándonos el encuentro.
—Lo que no sabía él es que el guardia que se quedó a vigilarnos en la sala era Freddy y si hubiera querido, le hubiera podido canear de lo lindo y él no hubiera movido un centímetro su posición. Pero poniéndole a él me aseguraba poder hablar con Matt sin tener que esconderme nada. En esa sala hay cámaras, pero graban imagen, no sonido para preservar la confidencialidad abogado —cliente. —Qué listo eres cabronazo —le digo moviendo la cabeza de un lado a otro sonriendo. —Gracias por el cumplido —contesta guiñándome un ojo —Pues bueno, le dije que venía de parte vuestra, con vuestra conformidad porque Bradley se quedó preocupado después de su visita. —¿Y qué dijo él? —pregunto.
—Nada. Se removió algo incómodo en su silla y empezó a evitarme la mirada. Así que fui al grano y le pregunté qué le pasaba.
—¿Y? —le apremia Julliet —Hijo que no estás en un juicio. No seas tan ceremonioso.
David la mira levantando una ceja durante un rato, se relame los labios en un gesto casi imperceptible. Tiene pinta de que alguna va a dormir calentita esta noche y creo que Julliet piensa lo mismo porque noto su agitación. Contento con la reacción a su gesto, sonríe y continúa la explicación.
—Me dijo que no pasaba nada. Que empezaba a estar agobiado de estar ahí dentro y que por eso quizá se comportó algo más seco con Bradley. Pero como no le creí y le veía incómodo en la silla, como si le doliera el simple hecho de apoyar la espalda en el respaldo, sabiendo que no le podía tocar, opté por dar un golpe inesperado en la mesa con ambas manos gritándole: “¡Y una mierda!” Se asustó y al moverse en la silla, hizo una mueca de dolor bastante visible y se tocó el costado —dice señalándose las costillas del lado izquierdo.
—¿Y no puede ser de la pelea con Eddie? —pregunta Julliet inocente.
—Ha pasado ya un mes del incidente y Matt salió completamente ileso, Eddie ni siquiera le rozó, no sabía ni de dónde le venían los golpes.
—¿O sea que crees que se ha peleado con alguien? —pregunto yo.
—Sí, pero Matt se ha pegado antes… —dice Bradley —Jugamos al hockey y nos damos golpes en cada partido. Es cierto que vamos protegidos pero cuando entrenamos o incluso jugamos entre nosotros, vamos sin las protecciones y nos damos igual, y salen hematomas, pero no como para impedirte caminar con normalidad…
—Creemos que se ha pegado con alguien, pero de verdad…
—Pero tú no le viste nada cuando fuiste Bradley… —digo empezándome a poner algo nerviosa. —Porque en la cara no tiene ni un rasguño… ni en los brazos… en ninguna parte que se vea a simple vista… Tengo dos teorías y solo una me cuadra —miramos a David con expectación hasta que añade —O se ha pegado con otro recluso o ha participado en una pelea clandestina.
—Y la que te cuadra es la segunda, ¿no? —digo empezando a entender por donde van los tiros. —Sí, si fuera la primera opción, me hubiera enterado, pero si es clandestina y pactada, saben buscar el sitio indicado y deben tener algún guardia comprado, como yo tengo a Freddy, para estar tranquilos. Además, ninguno de los contrincantes confesará haber participado jamás porque suelen estar amenazados de algún modo. Se pueden llegar a apostar grandes cantidades de dinero, aunque parezca mentira. —Pero no lo sabemos seguro —dice Bradley frotándose las manos en el pantalón —Está muy bien organizado para que no haya llegado a oídos de Freddy, y Matt no dirá nada.
Bradley se sirve otro whiskey y apoyando los codos en la barra de la cocina, se rasca la cabeza para aliviar tensión. No puede estarse quieto, balanceándose nervioso, cambiando el peso de un pie a otro, hasta que David tiene una idea.
—Creo que sé cómo podemos averiguar algo más… ¡Sí! ¡Claro, es perfecto! —fija la vista al suelo, moviendo los labios mientras habla para él solo, como si estuviera ensayando uno de sus arrebatadores alegatos en un juicio.
—David… —le llama Julliet —¿Hola? Tierra llamando a David…
—¡Un bis a bis! Una hora sin cámaras ni micros y sin ningún guardia presente ¿No lo veis? —¡Claro! —digo yo —Es genial… Pero quién… Bree no creo que…
—No. No quiero que nadie aparte de nosotros sepa ésto. Pero tiene que ser alguien en quien él confíe — dice Bradley mientras le veo mirarme fijamente.
—¿Yo? Pero va a flipar cuando me vea ahí dentro…
—Bueno, una vez se cierre la puerta, tiene una hora para flipar lo que quiera porque estaréis solos — añade David —Pero es importante que en esa hora, intentes sacarle la máxima información posible y si puede ser, ver el alcance de las lesiones…
—Vale. Lo haré. ¿Cuándo?
—Mañana lo solicitaré pero puede que no te den cita hasta dentro de una semana o incluso más. Veremos a ver…
—Esperemos que no haya más peleas y siga en pie para entonces… —dice Bradley.
—¿Has visto pegar a tu hermano? —David se acerca a él y le pone una mano en el hombro —Solo viendo como dejó a Eddie en cinco minutos, yo sufriría con el pobre que se enfrente a él en una pelea. Ten fe en él. ¿Le has enseñado tú?
—No… Supongo que no le presté toda la atención necesaria y se metió en más líos de los que yo pensaba…
—Pues ahora mismo debes alegrarte un montón por haberle prestado tan poco atención… He visto chicos que por menos de eso, se cagan en los pantalones y acaban asustados llamando a su madre por las noches.
Acabamos nuestras copas y charlamos poco tiempo más, agotados después de un largo día.
—Mañana cuando sepa cuando tienes el bis a bis con Matt, te llamo —me dice David en el umbral de la puerta cuando nos despedimos.
—¿Le dirán con quién tendrá el bis a bis? —le pregunta Julliey
—Se supone que el recluso ya sabe quién puede querer tener ese tipo de encuentros con él… o sea que no le dirán nada excepto “métete aquí” y “tienes una hora”.
—Pues me imagino su cara, con la vista perdida en el techo, repasando mentalmente las decenas de chicas que desearían tener un encuentro así con él —añade Julliet —O pensando que Bree le ha perdonado…
—Oh por dios, no me digas eso. No quiero que se lleve el chasco al ver que soy yo y hacerle daño. Me va a odiar… Y si encima voy para intentar que confiese en qué está metido…
—Cómo te va a odiar… —dice Bradley abrazándome por detrás —No tienes ni idea de lo que significas para Matt, ni idea, así que tranquila.