CAPÍTULO 26


Miro por la ventanilla inmersa en mis pensamientos. Hace ya bastante rato que circulamos por la

Interestatal 81, nuestra carretera. Sonrío al oír eso en mi cabeza. Las parejas normales tienen su canción o su película, y nosotros tenemos nuestra carretera.

—¿De qué te ríes? —me preguntan mirándome divertido.

—De una tontería —digo encogiendo las piernas y abrazándome las rodillas y al ver que no deja de mirarme, le explico —Pensaba en que esta es nuestra carretera…

—Lo sé —me dice sonriendo.

—Se me está haciendo el trayecto más corto esta vez. Supongo que porque hoy puedo disfrutar del camino —digo mientras vuelvo a girar la cabeza hacia la ventanilla.

Subo el volumen de la radio un poco cuando en el CD vuelve a sonar la canción de los Guns n’ Roses del otro día. Y le miro guiñándole un ojo mientras él mueve la cabeza riendo.

—Esta carretera no es la misma sin esta canción —le digo mirándole juguetona.

—Ni que lo jures… Al menos esta vez puedo mirarte sin tener que disimular…

—Y supongo que ya no querrás echarme del coche…

—No. Ya no te quiero echar ni del coche ni de mi vida, aunque el corazón me sigue latiendo como si quisiera romperme el pecho, como ese día.

—Venga, no me seas exagerado.

—No te exagero, para nada —y me mira con las cejas levantadas mientras me río —¿No me crees? Vale, espera y verás.

—¿Cómo? ¿Por qué dices eso? —pregunto divertida y expectante.

Bradley no me contesta, sólo sigue conduciendo con una sonrisa en los labios, sin siquiera mirarme, con la vista fija en la carretera. Al final me rindo conociendo lo terco que es y decido seguir mirando por la ventanilla mientras tarareo la canción. Pero diez minutos más tarde, le veo apartarse al arcén avisando a mis padres, que van en su coche detrás nuestro, con el intermitente.

—Espera un momento.

Le veo salir y caminar hacia el coche de mis padres mientras le obvservo por el espejo retrovisor. Se agacha al lado de la ventanilla de mi padre y habla con él un rato. Se incorpora y entonces vuelve hacia la furgoneta, esta vez hacia mi puerta. La abre, me alcanza mi chaqueta y me tiende su mano.

—Ven un momento.

Sin entender nada, me pongo la chaqueta y cojo su mano. El frío golpea mi cara y miro alrededor intentando encontrar una explicación a lo que hace. Me conduce a un lado de la carretera y de repente se frena y se gira hacia mí.

—Este es el punto exacto. Desde aquí escuché tu voz por primera vez y aquí estabas, sentada en tu coche, cuando te vine a recoger con la grúa. En este punto exacto pusiste mi vida patas arriba.

Miro al lado y veo la baliza indicando el kilómetro 430 de la Interestatal 81 y me pongo a reír.

—Estás loco…

—Espera —dice poniéndome un dedo en mis labios haciéndome callar —Quiero que me tomes en serio cuando te digo que desde que te vi aquí, todo lo que pienso, hago o digo, es por ti. Contigo soy feliz, Harper. No necesito nada más, sólo despertarme a tu lado cada día y verte sonreír, escucharte mientras hablas y sí, intentar controlar que mi corazón no se desboque mientras estoy a tu lado.

Se me queda mirando largo rato después de decir esas cosas tan bonitas y yo me quedo como una tonta, ahí plantada, con la sonrisa de boba en la cara y las lágrimas peleando en mis ojos por salir.

—Eso… —consigo decir al final aclarándome la voz —Eso es lo más bonito que me han dicho nunca.

—Pues es la verdad —dice cogiéndome la cara con las manos —¿Me crees?

—Sí… —le agarro por las solapas de la chaqueta atrayéndole hacia mí y plantándole un beso en los labios.

—Bien. Aclarado entonces, podemos continuar —dice pasado un rato llevándome de la mano de vuelta al coche.

Tan sólo media hora después, sonrío al ver el cartel anunciando la entrada en Oswego. Lanzo un suspiro y me acurruco en el asiento, cogiéndome las rodiillas y sonriendo a Bradley cuando le veo mirarme.

—Bienvenida a casa.

—Gracias. Ahora que estoy aquí de nuevo me doy cuenta de cuanto lo he echado de menos… Oye —digo de repente —¿Avisaste a Matt de que venían mis padres?

—Sí y también soporté sus burlas durante un rato por ello.

—¿Cómo dices? —le pregunto divertida.

—Bueno… ya sabes, que si primeras navidades con los suegros, que si me tenías bien pillado y esas cosas.

—Qué tonto es… Pero qué ganas tengo de abrazarle.

—De tonto no tiene un pelo. ¿Sabes que se las ha arreglado para que Jud nos haga la comida de hoy? —Se suponía que los padres de Bree eran nuestros invitados… ¿y les hace cocinar?

—Bueno, le comentó a Jud que venían también tus padres y que era mucha responsabilidad para él hacer la comida para unos desconocidos, que quería quedar bien delante de ellos, supongo que todo eso acompañado de su carita de pena, esa que sabe hacer tan bien el cabrito y que siempre le ha funcionado y… ¡bingo! pavo relleno cortesía de Jud.

Aún estoy riendo cuando enfilamos la calle de casa de Bradley y al pararnos delante él hace sonar el claxon repetidas veces anunciando nuestra llegada. Hemos llegado muy bien de tiempo porque son sólo las doce del mediodía.

Salgo del coche justo cuando la puerta de la casa se abre y veo a Matt. Me mira mientras camina con paso decidido hacia mí, con una gran sonrisa en la cara. Vestido con sus vaqueros y una de sus habituales camisas de cuadros, arremanga por los codos y arrapada al torso. Le sonrío abiertamente mientras camino hacia él y me abraza, levantándome del suelo y dándome unas cuantas vueltas. Cuando por fin me deja en el suelo, hunde su cabeza en mi cuello y oigo su respiración agitada. Le cojo la cara entre mis manos y al mirarnos cara a cara le veo los ojos vidriosos, llenos de lágrimas.

—Matt cariño. Ya pasó todo.

—¿Estás bien?

—Sí, y ahora que estoy en casa, mejor aún.

—Le voy a matar.

—Eso no lo digas ni en broma. La justicia se ocupará de él. Te he echado de menos cuñadito… —Y yo, un montón.

—¿Qué pasa? ¿Tienes mucha ropa sucia?

—¡Jajaja! No…

—Ven, te voy a presentar a mis padres —digo cogiéndole de la mano y acercándonos al coche de mis padres —Mamá, papá, os presento a Matt, el hermano de Bradley.

Se saludan dándose la mano y Matt se comporta como un encanto, con una sonrisa muy sincera y muy formal. Cuando llevan un rato hablando mientras Matt ayuda a mi padre a sacar las maletas del coche, Bradley se le acerca por detrás y le da una pequeña colleja cariñosa.

—Hola campeón —le dice dándole un abrazo y revolviéndole el pelo.

—Hola Bradley.

Matty se coge de la chaqueta de Brad, mientras éste le habla al oído, seguramente tranquilizándole.

—Tenías razón —me dice mi madre al oído —Bradley ha hecho un gran trabajo. Matt parece un chico estupendo. Y adora a su hermano.

Cuando ya estamos instalados, y después de haberles enseñado la casa a mis padres, los tres bajamos a la cocina donde mis dos chicos están poniendo la mesa y haciendo los preparativos.

—¿En qué podemos ayudar? —pregunta mi madre.

—En nada. Todo está listo —le responde Matt ofreciéndole una copa de vino mientras Bradley le da una cerveza a mi padre —Bree y sus padres llegarán en cualquier momento con el pavo, así que en cuanto lleguen, a la mesa.

—De eso quería yo hablarte… —le digo a Matt —¿Haces que Jud cocine? ¿No se supone que era una invitada?

—Es que… cocinar un pavo para Bradley y para mí, vale. Algunas navidades, cuando estábamos solos y éramos pequeños, hemos comido pizza, así que sucedáneo de pavo ya nos estaba bien. Incluso para ti, hay confianza y si no te gusta me lo tiras por la cabeza y ya está. Pero no quería cagarla la primera vez que tus padres venían a casa… Así que se lo comenté a Jud y se ofreció encantada.

—Hizo su caída de ojos y puso su cara de pena —dice Bradley cogiéndole del cuello —Y como suele pasar, caen rendidas… Hasta tu suegra ya…

Todos reímos durante un rato cuando llaman a la puerta. Bradley va a abrir y enseguida Bree se le tira al cuello.

—Hola Bradley…

—Hola Bree —dice él levantándola del suelo como si fuera una pluma.

Aún con ella en brazos, hace pasar a sus padres mientras les saluda cariñosamente. Jud se acerca a mí y me da un abrazo muy fuerte, mientras me da besos por toda la cara y su marido me agarra un brazo con fuerza. Cuando cree que ya me han achuchado lo suficiente, Bree se queda plantada delante de mí y empieza a llorar como una magdalena.

—Me prometí no llorar, pero no puedo cumplirlo —y se lanza a mis brazos y llora desconsoladamente, mientras yo me contagio y lloro también. Nos hablamos entre sollozos y nuestras palabras salen cortadas, mientras nos sorbemos incluso los mocos. Bradley y Matt se miran sin entender nada, hasta que cuando acabamos, Matt nos dice.

—¿En serio eso que hablabais era un idioma real? ¿O habéis desarrollado un idioma propio ininteligible para la mente humana?

—Tira, tonto —le dice Bree dándole una palmada en el culo después de besarle en los labios.

La comida está, como todo lo que hace Jud, deliciosa. Es una comida de navidad diferente, relajada, sin necesidad de vestir de etiqueta, sin utilizar siete clases diferentes de cubiertos. Bradley, girado hacia mí, con un pie en mi silla mientras yo apoyo mi espalda en su pecho. Me acoge entre sus brazos y me besa el pelo mientras observamos como los padres de Bree y mis padres charlan animadamente y Bree y Matt se hacen carantoñas. Bradley me besa el hombro mientras me acaricia los costados con los pulgares, sin dejar de abrazarme. Paso mis brazos por encima de los suyos y los aprieto contra mí. Es mi sitio seguro, entre estos brazos, nada ni nadie puede hacerme daño.

Nos levantamos de la mesa cerca de las seis. cuando ya está anocheciendo. Fuera está nevando con fuerza y tiene pinta de hacer mucho frío. Bradley y Matt recogen la mesa, sin dejar que les ayudemos en nada y friegan todo. Al acabar, me acerco a ellos.

—¿Les damos lo que nos dejó Santa?

—¡Cierto! No me acordaba…

—¿Tengo regalo? —dice Matt saliendo al salón.

—¿Cuándo te has quedado sin regalo?

—Nunca —dice sonriendo y bajando la vista —Esperad, que voy a buscar una cosa.

Nos intercambiamos los regalos y todos están encantados con lo que les compramos. Bradley mira a Matt mientras abre sus paquetes. Parece un padre orgulloso, dejando a un lado sus regalos para prestar toda la atención posible en su hermano. Se le ilumina la cara al ver su stick nuevo y su camiseta de los Rangers.

—Guau. ¡Es una pasada! ¡Como mola! Gracias —dice dándome un beso y abrazando a Bradley — Tomad, los vuestros.

Abro el mío y veo un gorro de lana rosa precioso. Me lo pongo al instante. Es suave y acogedor.

—Me encanta Matt. Gracias.

—Me ayudó Bree, la verdad.

—Sí, pero él me dijo que tenía que ser algo que te abrigara —dice ella.

—¡Jajaja! Gracias igualmente cariño. Me encanta y seguro que me vendrá genial.

Cuando me giro hacia Bradley le veo sosteniendo su regalo entre las manos. Lo mira fijamente, agarrándolo con fuerza. Entonces veo una lágrima chocar contra lo que sostiene, una foto enmarcada. Matt le mira expectante, con la ilusión reflejada en su cara, llevando su mirada de la foto a la cara de su hermano.

—¿Te gusta? —le pregunta al final

—¿De dónde has sacado ésto?

—Yo… —baja la vista tragando saliva —La tenía guardada en mi habitación. Me la dio el señor Jenkins hace mucho años. Estaba un poco estropeada pero la llevé a que la restauraran. ¿Te gusta? —Me encanta —dice levantando la vista —Gracias Matty.

Cojo el marco y veo que es una foto antigua. Salen su padre, su madre en un estado del embarazo muy avanzado y Bradley sonriendo mientras coge la barriga de su madre con ambas manos.

—Es la única foto en la que salimos los cuatro —me aclara Matt y señalando a la barriga de su madre dice con una gran sonrisa en la cara —Yo soy éste.

La foto va pasando de mano en mano y todos se emocionan al verla.

—Matt, te pareces muchísimo a tu madre —dice mi madre con la foto en las manos. —Sí, Matt es el vivo retrato de nuestra madre, tanto en aspecto físico como en carácter. Era amiga de todo el mundo y todo el pueblo la adoraba. Mi padre siempre se ponía celoso porque todos los hombres se la quedaban mirando y le decían cosas.

—Es un regalo precioso Matty —le digo dándole un beso en la mejilla —Eres un encanto.

Bradley mira a Matt sonriéndole con orgullo mientras Matt aprieta los labios y agacha la cabeza. Se frota las manos nervioso mientras se las mira hasta que Bradley se levanta y le coge por el hombro.

—Ven aquí —le dice poniéndole en pie y abrazándole con fuerza. Matt hunde su cara en el cuello de Bradley, asintiendo cuando le habla —Gracias. Es increíble, me encanta.

Cuando Matt, Bree y sus padres se han ido y mis padres están en su habitación, subimos las escaleras cogidos de la mano, cansados tras un día agotador. Abrimos la puerta y Bradley se quita los zapatos lanzándolos a un lado y se desabrocha algunos botones de la camisa. Yo entro en el baño para desmaquillarme, asearme un poco y ponerme mi pijama y al salir veo un paquete encima de la cama. Me freno en seco y giro la cabeza hacia Bradley, que está a un lado, poniéndose el pantalón de pijama, aún sin camiseta.

—¿Qué es eso? —le pregunto.

—Tu regalo.

—Pero… ¿Y por qué me dijiste entonces que no te comprara nada?

—Porque tú eres mi regalo, y te lo digo en serio. Aparte, lo tengo comprado hace tiempo , por mucho que me dijeras estos días, ya estaba hecho. ¡Venga, ábrelo!

Me siento en la cama cruzando las piernas delante del paquete. Junto las manos nerviosa y me cojo la cara entre las manos. Bradley se sienta al otro lado de la cama y me mira expectante cuando empiezo a desgarrar el envoltorio. Cuando lo abro por completo me quedo completamente parada. Un pequeño grito se escapa de mi boca y que intento parar con mi mano.

—¿Estás loco? —le digo mirándole negando con la cabeza con lágrimas en los ojos. —¿Te gusta?

—¿Bromeas? Me encanta.

—Lo sé.

Delante de mí tengo la máquina de escribir antigua de la que me enamoré hace algunos meses, cuando la vi en la tienda de antigüedades.

—Te debe haber costado un pastón.

—¡Qué va! Queda compensado con creces sólo por verte la cara.

—No sé si ponerla en la librería o dejarla aquí en casa —digo poniéndola encima del escritorio mientras Bradley se encoge de hombros extendiendo los brazos dejándome a mí la elección.

Él está sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabezal. Me acerco a él arrastrándome por la cama como si fuera un felino hasta llegar a su altura y le beso en la boca. Me siento frente a él poniendo mis piernas alrededor de su cintura mientras él me rodea con sus brazos.

—Gracias. Eres increíble —le digo rozando mi nariz con la suya.

—De nada… —dice mientras vuelve a apoyar la espalda contra la pared, arrastrándome con él y dejando mi cuerpo apoyado contra su pecho aún desnudo.

—Y gracias también por lo de ayer.

—¿Lo de ayer?

—Sí, ya sabes. Cuando no quisiste que nos acostáramos.

—¡Jajaja! No te equivoques. Querer, por supuesto que quiero… pero prefiero que estés sobria cuando me digas que estás preparada.

Al cabo de un rato me arrodillo delante suyo y me quito la camiseta dejando mi torso desnudo. Bradley me mira perplejo.

—Harper… no es necesario… —y le tapo la boca con un dedo.

—¿Te parezco borracha?