Capítulo 9

CUANDO llegaron al sitio donde estaba la carpa principal, ya casi no había nadie. Estaban Giuseppe, Carlo y Ricky, tomando cerveza en la última mesa que faltaba por recoger.

—Oye, ¿Dónde estaban? —les preguntaron a penas los vieron.

—Estábamos dando un paseo, pero creo que se nos hizo tarde —les contesto riendo Vitto.

—¿Un paseo? —Dijo Giuseppe mirando a los demás —.Las miradas que se dieron entre ellos decían claramente que no les creían nada.

—¿Y Tony? —les preguntó él, tratando de desviar el tema.

—Ya se fueron, el niño estaba ya dormido desde hacía mucho y Alejandra estaba cansada. Dijeron que después hablaban contigo.

—Está bien. ¿Y la carpa de la comida y el buffet?

—Ya me encargué de todo y la comida que sobró, que no fue mucha, acordamos con Alejandra que ellos se la llevaran y mañana se la dieran a la gente de un refugio para indigentes —.Dijo Giuseppe.

—Me parece bien —.Entonces, nosotros nos vamos. ¿Se quedan o necesitan que los lleve?

—Nos quedamos un rato más, yo mañana no trabajo y Carlo descansa mañana también. No sé si Ricky quiere que lo lleves a casa.

—¿Ricky donde está tu auto?

—Está en el taller, ayer lo golpee cuando salía de un parqueadero.

—Oh, bueno. Entonces si quieres te llevo.

—No hermano, yo me quedo. Además no me gusta hacer mal tercio —le dijo riendo.

—Bien. Entonces nos vemos esta semana chicos.

Carly le dio un beso a cada uno. De repente se quedó quieta y empalideció.

—¡Ay Dios mío! ¡Desiree!

Todos saltaron de la risa.

—¿Hasta ahora te acuerdas de tu amiga? —le preguntó Giuseppe.

—Oh Dios mío, lo siento tanto. ¡Qué vergüenza! ¿Dónde podrá estar?

—Ella se fue con mi primo, Salvatore. Parecía que se llevaban muy bien, por lo que pude ver —.Tranquilízate, dijo que sabía que la estabas pasando bien y que no te preocuparas por ella. Dijo que ya mañana hablarían.

—Bueno, ahora que lo sé, me puedo tranquilizar un poco. ¿Tú primo es de confianza?

—¿Salvo? Por supuesto, es un buen tipo y la verdad es que se le iban los ojos por tu amiga Desi. Ella está en buenas manos —le hizo un gesto con la mano para que se despreocupara.

—Entonces nos vamos. Adiós muchachos —se despidió Vitto.

—Adiós Carly — ¡Suerte hermanito! —dijeron todos riendo.

Vitto pensaba precisamente eso. ¡Suerte! Era lo que necesitaba para que Carly quisiera estar con él esta noche.

Llegaron al parqueadero del edificio donde Carly vivía, se quedaron en el carro en silencio, hasta que Vitto le habló.

—¿Por qué estas tan callada? —acarició su brazo.

—Solo estoy un poco cansada —le dijo un poco intranquila. Se la había pasado todo el camino pensando en lo que haría, si Vitto le decía que durmieran juntos. Ella no quería hacer el amor con él todavía. No quería que se decepcionara al ver su cuerpo, comparándolo con el de sus antiguas amantes. Aunque por otro lado, ella aún era virgen y quería serlo hasta el día de su matrimonio. Podía soñar un poco anticuado, pero a ella le gustaba la idea de entregarse al hombre que sería su esposo, sentir que estaba dándole la noche de bodas un regalo muy especial. No quería dañar eso por una noche con un hombre del cual no sabía mucho y con el que no sabía si pasaría el resto de su vida.

—¿Estás nerviosa?

—Un poco.

—No lo estés, no va a pasar nada que tú no quieras —se inclinó y le dio un beso muy suave en la boca. —Me muero por hacerte el amor, pero no soy del tipo que presiona a la chica a tener relaciones. Quiero que tú lo desees tanto como yo.

Carly lanzó un suspiro de alivio.

—Gracias.

—No tienes que darlas, dulzura. Ven aquí — le dijo acercándose y abrazándola fuerte.

—Quiero tanto estar contigo, pero no así. Es que yo siempre he deseado tener una familia, un hogar y entregarle mi virginidad al hombre con quien me case.

Vitto se quedó de piedra. Se hubiera imaginado todo menos eso.

—¿Eres virgen? —cuando hizo la pregunta, estaba sorprendido y al tiempo feliz de saber que ella no había sido de nadie, en ese momento supo que el sería el primero, porque sabía que al final, ellos dos harían él amor. Un sentimiento de posesión llegó a él, de algún lado. Ella sería suya en todos los sentidos posibles o se quitaría el nombre.

—Sí, lo soy —bajó su cabeza con vergüenza. —No quería que nadie lo supiera, porque sé que es ridículo que una mujer de mi edad todavía no haya tenido intimidad con un hombre.

—No amor. Eso solo significa que no has encontrado un hombre que merezca ese regalo, estoy seguro de que si lo hubieras encontrado, no te habría importado perderla. Para mí solo demuestra lo hermosa que eres, tanto por fuera como por dentro. Eres muy valiosa y yo me siento muy feliz de haberte encontrado —acarició su rostro y subió su barbilla —.Mírame.

Carly se lo quedo mirando, se veía tan apuesto este día, y lo que más le gustaba era que en su mirada, no veía reproche alguno.

—Iremos despacio, aunque me muera de ganas de estar contigo, lo haremos a tu manera. ¿Está bien?

Carly asintió. Vitto besó la punta de su nariz.

—¿Qué te parece si te dejo en la puerta de tu apartamento y luego me voy?

—Gracias. No quiero subir sola.

Entraron al apartamento y el registró las habitaciones, la cocina, la sala y todos los rincones donde pudiera esconderse alguien. Todavía Carly se ponía nerviosa con ese tema, aunque desde hacía algún tiempo ya no recibía llamadas, ni sobres con amenazas.

—Todo está bien, no hay nadie en el apartamento.

—Gracias, perdona que te ponga en estas.

—No tienes que decirlo siquiera. Soy consciente de que a cualquiera se sentiría como tú, si le hubiera sucedido eso.

Carly se relajó al saber que todo estaba bien en el apartamento. Todavía la patrulla seguía cuidándola todas las noches, pero habían retirado la del día. Carlo le había dicho que tal vez había sido un bromista, que muchas veces sucedía eso, pero aún así el insistió en que no retiraran la patrulla de la noche.

—Me voy, te llamo cuando llegue a casa.

—Gracias, la pasé muy bien hoy.

—Me alegra. Sabía que te divertirías. ¿Podemos vernos mañana?

—Me gustaría mucho.

Vitto sonrió. Estaba feliz porque sentía que las cosas con Carly habían llegado a otro nivel, veía que ella estaba más receptiva, un poco más confiada.

—Entonces veámonos a medio día. Quiero llevarte a un lugar que me gusta mucho.

—¿A dónde?

—Es una sorpresa. —le dio un beso en la mejilla y salió antes de que ella pudiera decir algo.

Esa noche Carly se dio un baño, se metió en la cama y durmió tranquila, como hace mucho tiempo no hacía.

En la mañana, el despertador sonó a las siete de la mañana y ella se levantó con una sensación de total tranquilidad, feliz porque había decidido darse una oportunidad con Vitto. Pensó en su cara cuando jugaba con sus primos pequeños en el bautizo y se echó a reír. Era un hombre, pero también parecía un niño. Ese aspecto de él, le gustaba mucho, como también le gustaban sus besos y sus caricias, la forma en la que la había acariciado en el parque, todavía la hacía sonrojarse. Era un hombre apasionado que pensaba en el placer de su pareja, y ella quería hacer lo mismo por él. Quería sentirse segura de ella, de su cuerpo y hacer el amor con el sin inhibiciones. Bueno, si las cosas se daban entre ellos y si él quería ir en serio con ella. En ese momento resolvió, no darse mala vida pensando en el futuro. Viviría su presente con él y ya poco a poco se darían las cosas.

Se arregló para irse al trabajo y desayunó un poco de cereal y frutas, luego se dio una última mirada en el espejo y tomo las llaves del auto junto con su bolso. Llegó al parqueadero y sintió los pasos de alguien detrás, volteó y no vio a nadie. Caminó un poco más rápido y cuando llegó a su auto volvió a mirar hacia atrás y lo único que vio fue a una señora subiéndose a su auto. Se rió y pensó que estaba tan nerviosa que ya veía cosas donde no las había. Se subió al carro y salió de allí hacia la vía más rápida. No quería llegar tarde.

En el spa, todo el mundo estaba trabajando desde temprano y Desiree la esperaba en su oficina.

—Hola amiga —le dijo sonriente.

—Desi, tengo tanta vergüenza contigo, por favor perdóname —le dijo Carly, acercándose a ella y abrazándola.

—No te preocupes, yo sabía que la estabas pasando bien con Vitto. También yo, estuve bastante ocupada con un primo de él, que conocí —le dijo con una expresión de un gato que acaba de comerse un ratón. Su cara decía culpable por donde la miraran.

Carly se la quedó mirando con sospecha.

—¿Hay algo que no me estés contando?

—Bueno, es un hombre muy apuesto y considerado. Ya no es un niño, así que por lo menos tiene una conversación inteligente.

—Amiga, que bueno —le dijo emocionada—. ¡Lo vas a ver nuevamente, me imagino!

—Bueno, me invitó a almorzar hoy.

—Oh, no. Yo voy a salir con Vitto a medio día también. No lo podré conocer.

—No te preocupes, pronto lo harás. Si las cosas salen bien hoy, le diré que cenemos los cuatro uno de estos días. ¿Qué te parece?

—¡Me parece perfecto! —le dijo Carly entusiasmada.

—Bueno y ahora, quería hablarte de otras cosas. Las chicas nuevas para el puesto de auxiliares, ya están aquí para el mes de prueba.

—Me pareció oírte decir que ya las estabas probando.

—Sí, pero eso fue solo unos días y no era toda la jornada. Ahora será un mes, durante la jornada entera, de ocho horas, incluyendo un sábado cada quince días y obviamente con todo pago. Trabajaran con su propio uniforme durante ese mes y cuando ya firmen contrato con el spa, se les dará el nuevo uniforme.

—Me parece bien. Me gustaría conocerlas. Sé que yo te las recomendé cundo vi sus hojas de vida, pero con todo lo que me ha pasado no he podido conocerlas personalmente. ¿Qué tal es su trabajo?

—A mí me parecen muy buenas, sobre todo Margarita. Sabes que ella es venezolana y ha trabajado toda su vida en esto. Hace muy buenos masajes y consiente a los clientes. La otra auxiliar es Teresa, es cubana y está estudiando Belleza y Estética, lo hace muy bien pero todavía tiene algunas cosas que pulir. Me imagino que en unos meses lo hará de maravilla.

—Bien. De todas formas quiero hablar con ellas un momento y luego cuando estemos un poco más desocupadas quiero que Claudia que es la amante de los masajes, entre a uno de los cubículos y se haga uno de media hora con Teresa, mañana lo hará con Margarita, yo entraré para ver que tal es el masaje que hacen.

—Perfecto. Entonces voy a bajar para enviártelas —.Desi salió de la oficina.

Más tarde, las chicas llegaron a la oficina.

—Adelante. Mi nombre es Carly Woods ¿Como han estado?

—Bien, señora Carly —dijeron las dos al tiempo.

—Sin el señora, chicas. Solo Carly. Aquí somos compañeras de trabajo.

Margarita la miró insegura, pero asintió.

—Está bien. Carly.

—Tu nombre es Margarita, ¿verdad? —le dijo, tomando la hoja de vida con los datos de ella.

—Sí, mi nombre es Margarita Rodríguez.

—Aquí dice que eres de Venezuela pero ya llevas varios años trabajando en Miami.

—En realidad llevo ocho años aquí. Desde que me casé y nos vinimos con mi esposo a buscar una mejor vida.

—¿En qué trabaja tu esposo? —le preguntó a Margarita, al tiempo que señalaba las sillas a las dos, invitándolas a sentarse.

—El es albañil, pero ahora mismo no tiene trabajo —le dijo mirando hacia otro lado con algo de vergüenza.

—Debe ser duro, sobre todo esperando un bebé.

Margarita se sorprendió y la miró asustada.

—Le prometo que no tendrá ninguna queja de mi trabajo. El hecho de que esté embarazada no afectará mi rendimiento.

—Tranquila Margarita, yo no tengo problema con eso y creo que mi socia tampoco.

—Ella me dijo que después de que esto no afectara mi trabajo, ella no tenía problema con el bebé.

—Pienso lo mismo. Lo que no quiere decir que te vas a exceder. Sí lo haces, yo seré la primera en decírtelo y mandarte a tu casa a descansar.

Margarita se quedó con la boca abierta. Por lo general los sitios en los que había trabajado, no tenían mucho en cuenta los deseos o la comodidad de sus empleadas.

—Sí, sí señora... perdón, Carly. La verdad es que por ahora el bebé no molesta para nada, solo tengo dos meses y medio.

—De todas formas tienes que cuidarte desde ahora para no tener problemas más adelante.

Margarita sonrió, agradecida por la preocupación de Carly.

—Así, lo haré seño... Carly.

—Así está mejor —.El señora me hace sentir vieja —le dijo como si fuera una confidencia.

Carly se la quedó mirando un momento. Era una chica bonita, como de 1,60 de estatura, más bien bajita, piel trigueña, ojos cafés, cabello ondulado color castaño claro, boca pequeña, mejillas redondas. Pero tenía una mirada asustadiza y tímida. Ella sabía de eso por eso supo que Margarita no había tenido una vida fácil.

—Dice aquí también que estudiaste Estética en tu país —le dijo, dejando atrás sus pensamientos.

—Sí pero he tenido problemas para que me den mi diploma aquí —le respondió bajando la cabeza.

—No te preocupes, yo te ayudaré con eso. Dejé muy buenas amistades en el sitio donde estudié. Le aseguró Carly—. ¿Qué tipo de masajes acostumbras a hacer mejor?

—Bueno, me gusta mucho el reductor, pero me defiendo con los relajantes también.

Cuando Carly terminó con sus preguntas para Margarita, comenzó con la otra chica.

—Tú eres Teresa —le dijo sonriendo.

Carly la vio con su maquillaje y sus aretes a la moda. Era una chica con buena energía, eso se le notaba. Tenía una cara hermosa y por lo que había podido ver antes de se sentara, un cuerpo muy bien cuidado. Su cabello era negro y liso, sus ojos también negros pero sesgados le hacían parecer de ascendencia japonesa, los rasgos de su cara eran delicados y su piel era blanca como el marfil. No parecía cubana, a menos que abriera la boca y allí sí, se notaba el acento inmediatamente. Tenía una actitud amable, alegre pero un poco desconfiada. Carly supuso que era porque no la conocía bien y estaba un poco nerviosa por estar comenzando.

—Aquí dice que tu nombre completo es Teresa Fernández y que eres latina.

—Sí, también soy latina como Margarita, pero yo soy de Cuba.

—¿Hace tiempo vives aquí en Miami?

—Llevo solo tres años aquí, me vine de Cuba con mi hermano. Él trabaja en un supermercado y entre los dos mantenemos nuestro apartamento.

—Eso está muy bien, un hermano colaborador. ¿Cuántos años tiene?

—Solo tiene 17 años, pero es muy responsable.

—¿Está estudiando?

—Sí, está en la secundaria.

—Y tú también estudias, según tengo entendido.

—Estoy en tercer año en el instituto.

—Sé que aprenderás muy rápido aquí. Es bueno tener la teoría en el instituto y la practica aquí en el spa. Es como yo lo hice. ¿No tendrás problemas con el horario de tus estudios?

—Bueno, este semestre creo que no, pero no sé el siguiente. Es que siempre están cambiando el horario de las diferentes materias según el semestre.

—Hagamos algo. Sí tú me demuestras que de verdad te importa esto y veo un buen desempeño en tu trabajo, yo te facilitaré las cosas para que puedas estudiar y trabajar sin problema en caso de que el otro semestre, tengas materias que interfieran con tu horario laboral.

—Oh, sería maravilloso. Muchas gracias —la chica sonrió por primera vez y su cara se iluminó por completo.

Tendría que estar muy pendiente de la clientela masculina, porque esta chica llamaba mucho la atención y ella sabía por experiencia que alguno de los clientes eran coquetos con las auxiliares. Pero ellas sabían que si no se comportaban y se hacían respetar, automáticamente se irían del spa.

—Me gusta tu entusiasmo. Aquí dice que tienes 23 años.

—Sí, los cumplí hace un mes.

—Está bien, tienes la edad suficiente para saber que este es un trabajo excelente donde se gana muy bien si te esfuerzas, pero que también tienes que hacerte respetar porque en ocasiones la gente confunde las cosas y piensan que una masajista hace mucho más que relajar a su cliente.

—No te preocupes Carly. Yo me sé defender y me se dar a respetar desde hace mucho.

Algo en su mirada, le dijo a Carly que esa chica sabía mucho más de lo que aparentaba, pero pensó que no debía meterse en la vida personal de sus empleadas, por lo menos no, hasta que ellas así lo quisieran.

—Bien. Les voy a ser sincera. Nosotras tenemos muchas clientas que vienen aquí para tratamientos adelgazantes pero hemos tenido mucha demanda de masajes relajantes, para clientes tanto masculinos como femeninos. Son por lo general personas muy ocupadas, estresadas, que no pueden salir de su oficina a medio día o que salen muy tarde de su trabajo en las noches y no disponen del tiempo para venir hasta acá. Hemos pensado para esas personas un servicio especial de masajes a domicilio hasta su oficina o sus casas, porque entre estas personas también hay mujeres amas de casa o mamás que recién han dado a luz y quieren aprovechar su licencia de maternidad para bajar esos kilos que subieron en el embarazo. Obviamente el cuidado de un bebé recién nacido no le da tiempo para venir hasta acá. Por todo eso y porque en verdad son muchas las personas que nos lo han pedido, decidimos hacer este proyecto. Ustedes dos serán las encargadas de mostrarnos si resulta o no, esta iniciativa — ¿Que les parece?

—A mí me gusta la idea —dijo Margarita.

—A mí también. ¿Cuándo empezamos? —le dijo Teresa.

Carly rió. Le gustaba la energía de esa chica.

—Tranquila Teresa, estarán primero aquí unas dos semanas más o menos, mientras nosotras le decimos a la gente que ya ha estado viendo la publicidad, que ya vamos a empezar. Cuando empiecen las llamadas y Claudia ponga las citas, ustedes comenzaran en forma a trabajar.

—Está bien, lo haremos como usted diga.

—Entonces, manos a la obra.

Carly les enseño gran parte las cosas que tenían que saber para trabajar allí. Reían y contaban sus anécdotas, incluida Carly con toda su experiencia, les habló de las cosas que le habían salido bien y mal en el tiempo que llevaba trabajando en el spa. No se dio cuenta en qué momento se pasó el tiempo y cuando vio el reloj, notó que eran las doce y media. Vitto estaría allí en cualquier momento. Se despidió de Margarita y Teresa y salió corriendo a la oficina a medio arreglarse.

—¿A dónde vas tan de prisa? —oyó que le decía una vos detrás de ella, cuando subía.

—Ah... Hola Vitto, precisamente íba a mi oficina a arreglarme un poco.

—Nena, tu no necesitas arreglarte nada. Así estas per-fec-ta —le dijo enfatizando la palabra para que ella supiera, que lo decía en serio.

Se oyó un suspiro y cuando Vitto y Carly voltearon a mirar, estaban Margarita y Teresa, mirándolo como si él fuera un dios, pero al verse descubiertas, cambiaron la cara.

—Buenas tardes señoritas —dijo él.

—Buenas tardes —contestaron.

Vitto Di Salvo, ellas son Teresa y Margarita, las nuevas auxiliares para el proyecto de masajes a domicilio.

—¡Qué bien! Seguramente mis hermanos estarán interesados en eso y de seguro mis hermanas también.

—Pues cuando quiera podemos ir a donde trabajan sus hermanos, solo tienen que decir en que momento.

—Bueno, déjenme hablarles y seguro que las estarán llamando.

—Chicas, nosotros nos vamos, pero recuerden practicar hoy con Claudia, luego volveré a mirar como lo hacen.

—Está bien Carly — respondieron —.Hasta luego señor Di Salvo.

—Adiós chicas.

Cuando se quedaron solos, Carly le dijo que la esperara allí abajo. A los cinco minutos bajó y se fueron al lugar secreto al que Vitto quería llevarla.

*****

—¿Cómo te sientes hoy?

—Bien. ¿Porque lo preguntas?

—Te veo un poco pálida.

—No es nada.

—¿Estás comiendo bien? ¿Has tenido gastritis otra vez?

—Vitto, por favor. De verdad, no quiero hablar de enfermedades.

—Ni, yo. Pero me preocupo por ti, no quiero que te vayas a sentir mal nuevamente.

—Te lo agradezco, pero sé cuidarme sola —le dijo, comenzando a sentirse molesta. No quería hablar del asunto. Solo quería distraerse.

—Bien, no diré nada más —murmuró él, mirando hacia enfrente —.Entonces, cuéntame ¿Qué tal te parecieron mis primos?

Carly tuvo que reírse. Recordaba lo locos que eran y todas las bromas que le habían hecho a Vitto.

—Son todos muy amables. Me cayeron bien. A propósito de tu familia, tus hermanas me llamaron y van a venir mañana a un día de spa.

—Que bien. Yo también quiero algo así. ¿No tienes ese servicio para los hombres?

—Todavía no. Pero si veo que empiezan a preguntarme, lo haré muy pronto.

—Puedes hacerlo solo conmigo, mientras—.Estoy dispuesto a ser tu conejillo de indias para lo que tú quieras.

—¿Y qué tienes en mente?

—Bueno, me gustaría que fueras a mi casa, me dieras un masaje relajante con esas hermosas manos, te metieras conmigo al jacuzzi, nos tomáramos una botella de vino, luego me pondrías mascarillas en el rostro y la retirarías en la ducha, donde restregarías mi espalda y yo restregaría la tuya, después me darías un masaje de otro estilo pero en la cama.

Ella se echó a reír —.Tienes todo pensado.

—Claro que sí. Llevo soñándolo un tiempo.

Vitto comenzó a disminuir la velocidad, giró a mano derecha y avanzó por un camino, que llevaba a una casa en medio de unos árboles gigantes. Se estacionaron cerca de la entrada y bajaron del auto.

—Esta casa es inmensa. ¿De quién es?

—Es de un buen amigo y de su esposa. Ellos crían perros y los adiestran.

En eso salió una mujer como de unos cuarenta y tantos años, alta, delgada y con una gran sonrisa.

—Hola Vitto —lo abrazó —.Ya estaba pensando que no vendrían.

—Solo nos demoramos un poco por el tráfico, pero esta visita no me la íba a perder por nada del mundo — ¿Cómo está Greg?

—Oh, el está bien. Se fue a los cuartos de lo cachorros que nacieron ayer, para limpiarlos un poco. Aunque no creo que la madre lo deje hacerlo —.La mujer reparó en la presencia de Carly y la saludó —.Tú debes ser la famosa la novia de Vitto. — sonrió y le tomó la mano —.Es un gusto conocerte por fin, soy la doctora Melisa Druston.

—El gusto es mío, doctora. Mi nombre es Carly Woods.

—Qué bueno que hayan venido, así me distraigo un poco. Siempre es bueno hablar con seres humanos, cuando todo lo que haces en el día es hablar con perros —dijo riendo —.Por favor pasen a la terraza. Les traeré algo de tomar.

—Muchas gracias Mel —dijo Vitto cuando ella se dio la vuelta para ir a la cocina. Se sentaron en las sillas amplias con vista al jardín y a los pocos minutos vieron una pequeña bola de pelo café, acompañada de dos bolas más de pelo, una negra y la otra dorada. Chillaban desesperados para que los tocaran, parándose en un sus dos pequeñas patitas.

—¡Vitto! —exclamó sorprendida y al mismo tiempo con ternura. Mira que belleza. —dijo mirando al pequeño Golden Retriever chocolate de ojos amarillos, que la miraba con adoración.

—Son hermosos ¿verdad? —le preguntó él.

—Oh, sí que lo son.

—¿No te gustaría tener uno?

—Me encantaría, pero el apartamento es muy pequeño y tendría que dejarlo solo mucho tiempo.

—No sería así. Podrías llevarlo al spa.

—Claro que no —le dijo sorprendida por la idea. Ella no podía llevar un perro a una estética.

—Claro que puedes, todo se trata de que lo eduques bien y él sabrá cual es su lugar desde pequeño. Te aseguro que no te dará problemas.

Carly miró al cachorrito.

—No lo sé—...le contestó pensativa —.Me gustaría. Siempre he querido tener un perrito, pero mi madre nunca me dejó.

—Pues con más razón, debes tenerlo.

—Lo pensaré.

—Esa no era la respuesta que Vitto quería. Ya que ese mismo día había pensado en llevarse uno de esos cachorros con ellos. Quería regalarle uno a Carly, porque sabía que eso la distraería.

—Bueno, aquí estoy nuevamente. Les traje limonada y pastelillos de jengibre y azúcar.

—Gracias Mel, se ven deliciosas.

—Uhmm, están deliciosos —dijo Carly al probarlas.

—No quise darles muchos para no dañarles el apetito. Ya el almuerzo está casi listo. — Melisa tomó uno de los cachorros en sus brazos —.Disculpen si estos chicos traviesos los han estado molestando.

—Para nada, han sido una excelente compañía, además de ser las bolitas peludas más hermosas que he visto en mi vida —exclamó Carly.

—Te gustan los animales, eso habla bien de ti —le dijo riendo—. No sé porque pero nunca he confiado en la gente a la que no le gustan los animales.

—Pero, ¿a quién no le gustarían estas tres bellezas? —dijo acariciando la cabeza de uno de ellos.

—Te sorprenderías de la crueldad animal que se ve en todas partes del mundo—dijo Melisa mirando los tres cachorros—.Pero no hablemos de cosas tristes. ¿Por qué no me acompañan al cuarto donde están los cachorros que nacieron ayer, cuando terminen su merienda?

—Por mí, encantada.

—Por mí también—. Vitto la secundó.

Llegaron al cuarto lleno de cachorros, siete en total, todos comiendo felices con los ojitos cerrados todavía. Allí se encontraba el amigo de Vitto, Gregory.

—Vitto, que gusto verte amigo.

—Lo mismo digo, hermano. Hace tiempo que no nos veíamos.

—Me disculpo por eso. Pero he estado muy ocupado con el restaurante y no me ha quedado tiempo de nada últimamente —luego se rió. Además Carly me acapara por completo.

—¡Vitto! Eso no es cierto. ¿Qué van a pensar tus amigos?

—Que soy un hombre afortunado —la haló hacia él y la besó —.Carly este es mi buen amigo Gregory Lawson.

—Hola Gregory, me alegra conocerte. Es un lugar muy lindo el que tienes aquí y es una obra muy hermosa también.

—Gracias Carly, de verdad aprecio tus palabras. Para mí también es un gusto conocerte—.En ese momento el más pequeño de los cachorros se despertó llorando.

Gregory lo acarició y luego lo levantó—.Ven aquí muchacho.

—Son hermosos —.Carly logró acariciar a uno, sin que su madre le gruñera — ¿Solo toman leche?

—Por ahora sí. Pero en poco tiempo comenzaran a comer concentrado especial para cachorros lactantes y luego ya uno más adecuado para su edad.

—¿Hasta qué edad los dejan con su mamá?

—Más o menos hasta los tres meses. A partir de ese momento, se hacen pequeñas fiestas para niños donde vienen los que están interesados en adquirir una mascota. Se les muestran todos los cachorros puros en edad de ser adoptados y también los que no son puros y están a la venta, como estos de aquí —dijo señalando a los que acababan de nacer.

—¿Por qué no te llevas uno, Carly?

—Lo estoy pensando. La verdad es que me están dando ganas.

Melisa rió.

—Estoy segura de ello. Uno no se puede resistir.

Pasaron un rato jugando con los cachorros y luego entraron a la casa a almorzar. Durante toda la comida no hicieron más que hablar de el proyecto de ampliación para el centro de adopción de mascotas, Carly estaba fascinada con todo lo que le decían sobre el tema y Vitto estaba feliz de verla tan bien, este tipo de paseos le hacían bien.

—Bueno, creo que ya es hora de irnos. Tengo que regresar al spa —dijo Carly levantándose de su silla.

—Está bien. ¿Qué has pensado del cachorro?

—Todavía no lo sé. Yo quisiera, pero no soportaría que sufriera por estar encerrado todo el tiempo en un apartamento.

—Pienso que debes meditarlo. Todos estos cachorros estarán aquí, si decides volver. —le dijo Gregory.

—Yo solo quiero al cachorro chocolate. Pero tienes razón, meditarlo será lo mejor.

Vitto intercambió una mirada con Gregory, que Carly no supo interpretar y luego salieron hacia el auto.

Melisa le dio un abrazo y le dijo—: “Estoy segura de que tendrás a tu cachorro”

Carly lo dudaba.

—Gracias por todo Mel, los dos han sido muy amables. —les dijo ella.

Melissa tocó su hombro suavemente.

—No tienes porque dar las gracias, sé que nos veremos más seguido

—Me encantaría—. Carly le dio un beso a la pareja.

—Cuídense muchachos—. Gregory se despidió

—Lo haremos. Gracias.

Cuando iban de vuelta, Carly sentía deseos de regresar. Todavía podía ver la cara triste de “Brownie”, ese era el nombre que le hubiera puesto si se hubiera quedado con él.

—¿Estás pensando en el cachorro?

—No, estoy pensando en los clientes que me deben estar esperando. Voy a pasar el resto de la tarde muy ocupada.

Vitto pensó “Si no te conociera, te creería mi amor. Pero sé que estás triste por ese cachorro”— sonrió al pensar en su plan—No te preocupes, nena, todo saldrá bien, recuerda que en el momento en que lo desees, puedes ir por ese perrito.

—Ya te dije que no pensaba en él.

—Yo solo digo que en caso de que en algún momento te acuerdes de él, ya sabes que...

—Sí, si Vitto, ¿Por qué no hablamos de otra cosa?

Vitto cambió el tema, pero le hizo gracia que ella no quisiera aceptar el hecho de estar totalmente enamorada del cachorrito.