Capítulo 2

ENTRARON a la cabina de masaje, donde Carly prendió las velas aromáticas y calentó los aceites esenciales. Mientras Vittorio comenzó a quitarse la ropa detrás del biombo. Cuando salió de allí, tenía una toalla alrededor de su cintura que dejaba ver su amplio torso, su abdomen totalmente plano, sin un gramo de grasa, cubierto de una fina capa de vello y unas piernas poderosas, grandes y fuertes, definitivamente se notaba que cuidaba mucho su cuerpo. Un hombre como ese no querría tener que ver nada con una mujer como ella.

El pensamiento la deprimió, pero pensó que ese tipo de hombres solo estaban con mujeres hermosas o modelos de revista, como las que ella veía todo el tiempo en el spa. Ella nunca llegaría a ser así, ya se lo habían dejado claro muchas veces en su vida.

Estaba perdida en su autocompasión, cuando escuchó la voz de Vittorio.

—¿Me quieres boca abajo o boca arriba?

—Perdón, ¿Cómo dijiste? —creyó haber escuchado mal.

—Dije, que si me quieres boca arriba o boca abajo.

—Boca arriba primero—indicó.

Vittorio se colocó como ella le dijo y Carly comenzó a esparcir el aceite en su cuerpo.

—¿Todavía tiene dolor? —le preguntó mientras le aplicaba el aceite en los pies con cierta presión.

—No, la verdad es que me ha servido mucho, el masaje que hiciste. Por favor háblame de tú. ¿Por qué preguntas que si todavía tengo dolor?

—Bueno, como te veo aquí tan pronto, pensé que el dolor había seguido.

—La verdad es que quise venir por qué quería verte y me gustaría invitarte a salir, si de paso me hacías un masaje, todavía mucho mejor.

—Vittorio...no tengo por costumbre, salir con mis clientes —confesó.

—Entonces no vendré más, así ya no seré más tu cliente y tú podrás salir conmigo. —le dijo con una sonrisa traviesa.

Carly no pudo evitar reírse, mirándolo bien, tenía una sonrisa amigable y se sentía cómoda con él. Era del tipo sexy pero no creído, eso le gustó. ¿Por qué no darse una oportunidad con un hombre como ese? No tenía nada de malo, no era casado hasta donde ella sabía. Pero era mejor mantener las distancias, además ella no quería salir lastimada.

—Prefiero que no, Vittorio —le dijo poniendo su voz más indiferente y profesional.

—Está bien, no insistiré más.

Ella lo miró para ver si estaba enojado; pero se veía normal, así que ella también se lo tomo bien y siguió haciendo su masaje.

—Me encantan tus manos, son tan suaves.

Gracias, le dijo tocando el área entre su hombro y su cuello haciendo un poco de presión.

—Ahh... así...allí es donde tengo el dolor ahora.

—Te recomiendo que cuando llegues a tu casa, te apliques compresas de agua fría y agua caliente, las vas alternando. Estoy segura de que eso te aliviará después de un día muy agitado.

—Lo haré, este dolor es más fuerte cada día, necesito con urgencia un auxiliar de chef, pero es que es muy difícil conseguir a alguien que esté comprometido con esto. Hoy en día cada vez son más jóvenes y no tienen la madurez ni el compromiso para dejarse guiar, creen que un restaurante bueno se hace de la noche a la mañana.

—¿Llegas muy cansado a tu casa?

—Sí, la verdad es que sí, necesito alguien que me consienta —dijo mirándola desvergonzadamente.

—Entonces...te pediré que te relajes y cierres los ojos, mientras termino tu masaje.

—¿Quieres que me calle? —le preguntó riendo.

—No, no lo veas de esa manera, es solo que necesito que no hables y te relajes para que de verdad, puedas sentir el masaje —le contestó, un poco apenada.

—Seguiré tu recomendación, dulzura.

Ella se quedó fría. Hace mucho que nadie la llamaba dulzura. Hace mucho que nadie usaba palabras cariñosas con ella.

Siguió haciendo el masaje, hasta que sintió que él se relajaba completamente, incluso se durmió. Le hizo 15 minutos más de la hora de masaje, no podía dejar de tocarlo, sus músculos eran grandes, como todo él; sus piernas eran testimonio de lo mucho que le gustaba el deporte, su color de piel era un perfecto tono bronceado y un trasero absolutamente divino. Cuando notó que pasó una hora y cuarto, le tocó el brazo delicadamente.

—Vittorio, despierta.

—Ummm, ¿Ya se acabo? —le preguntó con gesto de decepción.

—Sí, pero si quieres, puedes volver...

—Para otra nueva cita. Sí, sí, ya lo sé; pero yo quiero una cita contigo, nena.

—Ya te dije que no salgo con mis clientes. Por favor entiéndeme.

—Ya no seré más tu cliente. Ahora, ¿Nos vemos mañana?

—¿No tendré que cuidarme de una novia que cuando nos vea, haga un espectáculo o algo así? —le preguntó sonriendo.

—No tengo novia, por ahora —le respondió misterioso al tiempo que le lanzaba una mirada de más de mil voltios.

Carly pensó que su actitud era insinuante, pero se dijo a sí misma que había entendido mal, tal vez lo único que él quería era una buena amiga.

—¿Podría ser una ida a tomar café? —le preguntó sin mirarlo, tratando de hacer el masaje lo mejor posible.

—Seguro —respondió — ¿Por qué?

—Es que no quiero que sea una cita, no me gustan.

—Bien, pero en ese caso, yo también tengo una petición. ¿Puede ser hoy?

—¿Hoy? —se sorprendió —Vittorio tengo cosas que hacer y no puedo hoy, pero si quieres puedo ver mi agenda y concretamos algo. ¿Te parece?

—Mañana.

—Tampoco puedo mañana.

—¿Me imagino que tu desayunas? —le preguntó

Claro que desayuno, le respondió algo ansiosa.

—Entonces mañana en la mañana.

—Es que estoy muy ocupada esta semana, pero te prometo que la próxima semana, podré el día que tú quieras.

—¿Estás segura de que no son excusas?

—¡Claro que no! Te daré mi teléfono y me llamas la otra semana para ponernos de acuerdo.

—Por supuesto —le dijo, sacando su celular, anotó el número y antes de guardarlo le tomó una foto con él.

—¿Qué haces? —le preguntó confundida.

—Solo te tomo una foto, lo hago con todas las personas, que tengo en mi agenda telefónica —la verdad era que solo quería una foto de ella para verla, cada vez que quisiera, pero no podía decírselo, así que mintió.

—Me tengo que ir, pero te llamaré la otra semana, es un trato —luego se dio la vuelta y salió. Cuando Carly estaba a punto de llamar a Claudia para decirle que hiciera pasar a su segunda cita, el entró como una tromba, se acerco a ella y le estampó un beso.

Carly se quedó de piedra, el beso duró un segundo, pero en ese segundo sintió una descarga eléctrica que la sorprendió por completo.

—Es solo un beso para que me dure toda la semana, que no te voy a ver —le guiñó un ojo.

Luego tan rápido como entró, salió nuevamente. Ella se quedó pensando ¿Que acababa de suceder? Su corazón latía desaforadamente y por algún motivo que no se explicaba sentía... felicidad.

*****

Días después, Carly estaba dormida, cuando en el fondo escuchó, un ruido persistente. No sabía de dónde provenía. Levantó la mano para apagar el despertador, pero aún cuando lo hizo, siguió sonando.

Levantó la cabeza y notó que el sonido, no venía del aparato, aún así lo tomó y miró la hora. Seis de la mañana.

—¿De dónde diablos venía ese ruido? Por Dios santo quería dormir un poco, era Sábado y no tenía que llegar tan temprano al Spa.

Salió de la cama y notó que el ruido, era en realidad el timbre de la puerta. ¿Quién podría ser a esas horas? Se acerco poco a poco.

—¿Quién es? ¿Que desea?

—Soy yo, Vittorio.

—¿Vittorio? ¿Qué hacía él a las seis de la mañana en la puerta de su casa?

—¡Un...un minuto! —le dijo y salió corriendo a lavarse los dientes y a arreglar su cabello. Ya no tenía tiempo de quitarse la pijama de cerditos que tenía puesta hoy, sería muy obvio que se estaba arreglando, si demoraba más tiempo en abrirle la puerta.

Salió del baño y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió, estaba Vittorio de pié con una bandeja que contenía dos cafés de Starbucks y una bolsa de papel.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó entre sorprendida y molesta.

—Buenos días para ti también —le contestó.

—Disculpa, pero no me levanto de muy buen genio en las mañanas y no ayuda que quiera dormir un poco más por ser sábado y tú no me dejes —le dijo en tono de reproche — ¿Quién te dio mi dirección?

—Cuando algo me interesa, soy persistente y curioso. Solo hice, las llamadas adecuadas y listo —le dijo divertido—. Te traje un poco de café, estoy seguro que te cambiará el genio.

Ella miró el café y sucumbió a la tentación, era lo que más le gustaba en las mañanas, tomar una buena taza de café. Tomó el vaso que contenía un Vainilla Late, su preferido.

—¿Cómo sabias que era mi preferido?

—No lo sabía, traje mi preferido y pedí al cielo que te gustara a ti también.

Ella se rió.

—No lo puedo creer, la mayoría de los hombres dicen que este café es demasiado femenino y les gustan los cafés más fuertes.

—A mí no, yo sé reconocer algo bueno cuando lo veo y si me gusta, lo tomo —dijo recorriéndola de pies a cabeza.

Era como si la desnudara, y en determinado momento ella pensó que él tenía rayos x, sentía que veía a través de ella.

—¿Estamos hablando del café, verdad?

Vittorio se echó a reír.

—Por supuesto que estamos hablando del café. ¿De qué otra cosa, si no?

Ella lo miró suspicaz.

—Bueno, a mí me encanta este café y ahora que me has despertado, me sienta de maravilla, pero este regalo no te da derecho a venir a mi casa y levantarme de mi cama; esta es invasión de la propiedad ajena.

—Ya veo que necesitas más que un café para quitar ese mal genio. Disculpa que haya venido a molestarte a tu casa, es solo que no me aguantaba las ganas de verte hasta la otra semana. Veo que fue una mala idea... ¿Quieres que me vaya? — le dijo sin ocultar su decepción.

Carly se sintió mal, pero el hombre íba muy rápido y a ella, eso la asustaba. Apenas habían hablado un par de veces y el ya se presentaba en su casa sin avisar. Pensó sino sería un acosador, averiguaría sobre él en cuanto pudiera. Pero por lo pronto; que Dios la ayudará, íba a darle el beneficio de la duda.

—No quiero que te vayas, pero ponte en mi lugar. ¿Qué pensarías si a solo unos cuantos días de conocer a una mujer, ella decidiera ir a tu casa sin avisarte y sin que tú le dieras tú dirección?

—Bueno, si la mujer me gusta mucho estaría encantado. Aquí la pregunta es, “si yo te gusto lo suficiente, como para que no te moleste mi visita”—le dijo con aspecto fanfarrón.

Ella sonrió, él podía ser persuasivo con esa actitud.

—Dios, contigo no hay forma de ganar. Veamos que traes en esa bolsa—le arrebató el paquete de las manos.

El hombre era un ángel, había traído pan de chocolate y canela, galletas de nuez con azúcar morena y dos sándwiches de Tocino de pavo y queso Cheddar blanco.

—¡No me mires así! Traje de todo un poco porque no sabía lo que te gustaba y tampoco sabía si en la mañana te gusta lo salado o lo dulce.

Por un momento Carly pensó en que tal vez por su figura, el se imaginó que comía como un batallón. Pero al momento se reprendió a sí misma, había terminado con ese sentimiento, la gente podía ver hacia otro lado, sino les gustaba su cuerpo.

—Bueno en realidad me gusta más lo salado, pero no puedo decirle ¡No! a las galletas de nuez, son deliciosas.

—Me gustan las mujeres que saben lo que quieren—aseguró Vitto.

Ella sonrió y lo invitó a sentarse.

—¿Qué haces levantado tan temprano?

—Estaba haciendo ejercicio, lo hago todos los días, pero luego me permito una indulgencia, visitando Starbucks.

—Yo no podría hacerlo tan temprano.

—¿Porqué no lo haces en la noche?

—Salgo tan cansada que solo veo mi cama, cuando termino de trabajar.

—Te entiendo. Pero si algún día encuentras el tiempo, llámame y podemos ir juntos.

—Si eso pasa algún día, te llamaré —declaró ella—. Hablando de otra cosa ¿Cómo amaneciste de tu dolor?

—Muy bien, tus manos son milagrosas —le dijo mientras le daba un gran mordisco a su pan de chocolate.

—Me alegro, debes cuidarte un poco, está bien trabajar pero debes dedicarte un poco a ti.

—Eso intento hacer, en cuanto me aceptes la invitación a comer la otra semana.

Ella se detuvo a medio camino de morder su sándwich.

—Juegas sucio —frunció el ceño.

—No lo hago, solo deseo mucho salir contigo, si quieres no tiene que ser a comer, puede ser a cine o a la playa. Lo que tú quieras.

—El miércoles puedo salir temprano del trabajo.

—Entonces el miércoles será. ¿Qué quieres hacer?

—Me gustaría conocer tu restaurante.

—Perfecto, me encanta la idea —tomó un sorbo de su café.

—Bien. ¿Cómo se llama tu restaurante?

—Se llama Di Salvos y como te podrás imaginar la especialidad es la comida italiana. Cómo me la enseñó mi abuela.

—¿Eras muy unido a ella?

—Muchísimo, de hecho toda mi familia es muy unida, así somos los italianos.

—¿Tienes hermanos?

—Tengo hermanos y muchos en realidad. Somos ocho, seis varones y dos chicas.

—Dios, son demasiados —dijo sorprendida —me imagino que peleaban todo el tiempo.

El soltó una carcajada.

—Todo el tiempo, sobre todo entre los hombres. Con las chicas siempre fuimos más respetuosos o papá nos daba un coscorrón. Siempre nos decía “A las mujeres se las respeta porque ellas nacieron para amarlas” y aunque ellas en muchas ocasiones se aprovechaban de eso, nosotros siempre las hemos respetado y tal vez sobreprotegido un poco.

—¿Eres el mayor?

—No, Yo soy el tercero, mi hermano mayor se llama Tony es médico y está casado con Alejandra una enfermera que conoció en el hospital donde trabaja, ellos están en el Coral Gable Hospital, pero en su tiempo libre, ayudan a un refugio de mujeres maltratadas.

—Que bueno, es una labor muy bonita.

—Sí que lo es, no te imaginas cuantas mujeres tienen problemas de violencia en sus hogares y uno de los que más ayuda en ese aspecto, es mi hermano Ricardo, que es el segundo; todos le llaman Ricky, él es abogado, todos lo molestamos porque ya tiene 38 y nada que se casa. Mi mamá desea que todos sus hijos se casen en orden y nosotros nos la pasamos burlándonos de eso, obviamente a espaldas de ella. Mis otros hermanos son Giuseppe que es el que viene después de mí y me ayuda en el restaurante, es el segundo al mando en la cocina, pero le gusta más la cocina fusión, vivió algún tiempo en el Caribe y le encanta combinar sabores y recetas de otras partes del mundo con las que aprendió a hacer exquisitos platos. Luego viene Carlo que es el conquistador de la familia, ha tenido un número interminable de novias y no parece querer asentarse pronto, le da pavor el matrimonio—le dijo riendo —es policía y de los buenos.

—Tienes una familia muy pintoresca y variada por lo que puedo ver —le dijo ella con cierta añoranza — ¿Los demás que hacen?

—Bueno, Roby es el menor de los hombres y es bombero, mi madre vive rezando día y noche por él. Dice que odia ese trabajo y siempre que pasa algo, ella automáticamente piensa que le sucedió a él, porque es el que tiene el trabajo más arriesgado. Por último están las chicas; Sofía y Stella, una es trabajadora social y la otra está estudiando para ser repostera, también trabaja para pagarse sus estudios, es muy independiente. De paso es la niña de los ojos de mi padre.

—Debes divertirte mucho con todos ellos. Me hubiera gustado tener una familia así de grande. ¿Tu padre y tu madre llevan muchos años de casados?

—Muchísimo llevan 40 años de casados, se casaron cuando ella tenía dieciocho y él tenía veinte, llevaban un poco de prisa ya que mi hermano Tony venía en camino.

Carly rió y comenzó a recoger las sobras de lo que se habían comido para botarlas a la basura, el se levantó y la ayudó.

—No te preocupes puedo hacerlo sola —le dijo. Mientras lo hacían, los dos tomaron el mismo plato, tocándose las manos.

Se quedaron mirándose en silencio. Luego de unos segundos, sonó el celular de él.

—Disculpa debo atender esta llamada —se alejó hasta la sala y allí comenzó a hablar en italiano.

—Parece que tengo que irme, hubo un problema con un distribuidor y el hombre, solo quiere hablar conmigo —le dijo, cuando volvió de hablar por teléfono.

—No te preocupes, yo también tengo que prepararme para ir al trabajo. Te acompaño a la puerta.

Cuando estaban allí, Vittorio le tomó de la mano.

—Disfruté mucho desayunar contigo.

—Yo también disfrute mucho tu compañía. Gracias por todo, el desayuno estuvo delicioso.

—¿Puedo darte un beso, bella ragazza? —le sonrió.

Ella se puso roja como un tomate.

—Está bien, pero uno cortó, no nos conocemos lo suficiente para un beso largo —ella se sintió ridícula por lo que acababa de decir, se veía muy mojigato de su parte, pero no le importó. No quería que el pensara que ella era una de esas chicas locas que abundaban por ahí.

—Palabra de explorador —levantó su mano, como quien hace un juramento.

Se acercó a ella lentamente, como un cazador cuando no quiere asustar a su presa. Entonces la tomó de la barbilla y la besó juntando sus labios suavemente con los de ella, tocando con su lengua de manera suave e insistente, intentaba convencerla de abrir su boca. Ella sentía su olor masculino y su pulso comenzó a acelerarse, permitió a su lengua entrar y en ese momento el beso se hizo más intenso. Él la saboreaba, la incitaba a dejarse llevar, Carly suspiraba mientras era besada una y otra vez. Colocó sus brazos alrededor de su cuello y sintió las manos de Vittorio en su cintura, tomó conciencia de lo que sucedía y bajó de golpe de la nube en la que estaba, segundos antes. El solo pensar que Vittorio hubiera tocado los gorditos que tenía en su cintura, le hacían querer abrir un hueco en la tierra y meterse en el.

—Creo que es mejor que dejemos esto, hasta aquí —le dijo mientras se apartaba de él, avergonzada.

—Lo dejaremos hasta aquí “Por ahora”—le respondió, dándole a entender que estaba seguro de que cuando se volvieran a ver, lo continuarían.

Carly lo dejó pensar que así era.

—Entonces...que tengas un buen día.

—Lo mismo para ti, preciosa. ¿Quieres que te llame después para acordar la hora de nuestra cita?—le preguntó él, decidido.

—Sí, sí está bien —ese hombre era insistente, pensó.

—Nos vemos entonces cara mía —le dijo lanzándole un beso.

Carly se quedó allí, escuchando como se alejaban las pisadas del apartamento y después cerró la puerta y se dirigió al baño, tenía que correr eran las ocho y media, habían hablado tan a gusto que no vio la hora.

Todo el tiempo mientras se bañó, se cambió y se dirigía al trabajo lo único en lo que podía pensar era en ese beso.

Cuando llegó al spa se encontró con Desiree, que al verla se le acercó.

—Hola amiga, no hemos podido hablar bien y necesito contarte algunas cosas, pero es que he estado tan ocupada...

—Lo sé, cariño. Yo también he estado tan ocupada que no he tenido tiempo de nada, pero que bueno porque eso significa que el spa, va muy bien —le dijo Carly al tiempo que subía las escaleras.

—¿Qué te parece si nos vamos a un bar, nos tomamos unas copas y nos ponemos al día en chismes? —le preguntó Desiree esperanzada.

Carly se echó a reír.

—Me encanta la idea. ¿A qué horas?

—Cuando salgamos de aquí, como a las nueve.

—Trato hecho, a las nueve nos vemos.

Desiree se dirigió a la zona húmeda, mientras que Carly se dirigió hacia su oficina a cambiarse de ropa. El timbre del teléfono sonó, era Claudia.

—Carly tienes una caja de flores en la entrada. ¿Las hago pasar a tu oficina?

Pensó que era extraño que le enviaran un ramo de flores, pero aún así, tenía curiosidad por verlo, se le pasó por la mente que podía ser de Vittorio, entonces las hizo pasar.

El chico de la floristería llegó y ella pudo ver que era una caja de cartón blanca con un lazo rojo precioso, despidió al chico con una propina y se dispuso a ver el contenido de la caja. En el interior había una docena de rosas blancas y una tarjeta que miró con horror. Era un obituario y tenía su nombre en el.

Carly tomó las flores y la tarjeta y las tiró a la basura. Sentía rabia, pero también miedo. Con un escalofrío que recorría todo su cuerpo pensó ¿Quién la odiaría tanto como para enviarle un obituario? Esta era una evidente amenaza dirigida a ella.

Inmediatamente llamó a Claudia.

—Claudia ¿Ya se fue el chico que trajo las flores?

—Acaba de irse. ¿Por qué? ¿Sucede algo?

—Las flores tenían un obituario dentro de la caja —le dijo con nerviosismo.

—Aguarda un minuto, voy para allá.

A los dos segundos estaban Claudia y Desiree en la oficina.

—¡Muéstrame! Le dijo Desiree, tomando el control de la situación, como siempre. Desiree podía tener una calma absoluta y pensar con cabeza fría en la mayor de las dificultades. Carly admiraba eso en ella.

—Traían este obituario—le dijo Carly y les mostró la tarjeta que estaba en la caneca de la basura.

Carly esto es una amenaza. Tienes que llamar a la policía y mostrarles esto.

—Sí, pero primero necesito calmarme, estoy temblando.

—No te preocupes. Claudia te hará un té de hierbas, para los nervios, mientras yo llamo a la policía.

Mientras Desiree, llamaba a la policía, Carly miraba el sticker de la floristería en la caja.

Era de Pistils & Petals, la había visto antes, quedaba en Alton Road, allí mismo en South Beach. Tendría que ir y averiguar, quien fue la persona que compró las flores.

—La policía viene en camino —habló Desiree.

—Se me ocurren varias ideas en este momento, sobre quien podría ser. Espero que vengan pronto.

—Así será, ya lo verás. Por lo pronto tómate el té y trata de relajarte un poquito, yo estaré aquí todo el tiempo.

—Gracias amiga, estoy mejor sabiendo que estás conmigo. Media hora después la policía llegó y comenzó a recoger las pruebas y a hacer todo tipo de preguntas. A su oficina entró primero un policía joven, muy guapo, ella sentía que lo había visto antes pero ¿En dónde? Tenía un aspecto decidido e inteligente. Se acerco a Carly para hacerle algunas preguntas.

—Señorita Woods, mi nombre es Carlo Di Salvo, me gustaría hacerle algunas preguntas, si está usted de acuerdo.

—Por supuesto señor Di Salvo. Así que ese era el hermano de Vittorio —pensó.

En realidad se parecían, tenían el mismo color de piel, la misma mirada penetrante en unos ojos miel y definitivamente la misma sonrisa confiada.

—¿Conoce a alguien que quiera hacerle daño o que la haya amenazado anteriormente?

—No, a nadie. No soy persona de hacer enemigos.

—¿A qué horas recibió las flores? —le preguntó Carlo.

—Como a las diez y media de la mañana, las trajo el repartidor de la floristería.

—¿Tiene el nombre de la floristería?

—Sí, lo tengo y estuve llamando, pero me dijeron que no estaba permitido dar los datos de los clientes.

Las manos de Carly temblaban y el hombre lo notó.

—No se preocupe por eso, con el nombre de la floristería, tenemos una buena pista, ya hablaremos con ellos. Por lo pronto trate de tranquilizarse y si quiere un consejo, váyase a su casa y trate de pensar en otra cosa. Yo la llamaré a penas tengamos algún dato. Luego hizo unas cuantas preguntas más a las empleadas del Spa y se fue.

Ella se quedó en la oficina un rato, pero no tenía cabeza para atender a nadie, así que le pidió a Claudia que aplazara sus citas y los clientes que ya estaban allí se los pasó a Desiree. No le gustaba hacerlo porque siempre había sido muy profesional en ese sentido y muy respetuosa del tiempo y los deseos de sus pacientes, pero hoy no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera ese horrible obituario.

Desiree le pidió que no se fuera a su casa, que salieran a la hora del almuerzo y de esa manera ella se podía distraer un poco. A los cinco minutos regresó.

—¿Ya estás lista?

—Sí, vamos, ya no quiero estar más en la oficina.

—Estoy de acuerdo, vamos a ese restaurante frente a la playa, donde preparan la ensalada de cangrejo que tanto te gustó la otra vez.

—Me parece bien, tal vez la playa logra distraerme un poco.

*****

En el restaurante se sentaron en un gran balcón que había afuera desde el cual se tenía una gran vista de la playa. Con su color azul verdoso, los chicos con cuerpos esculturales, las avionetas pasando por el cielo con los avisos publicitarios. Había unas chicas lanzándose un freesbe y dos mujeres con sus bebés, sumergiéndolos en el agua, eran niños hermosos con una gran sonrisa de felicidad, levantaban sus manitas y chapoteaban, sin poner atención a sus pañales empapados. Más adelante había una mujer tomando el sol; aunque su piel ya estaba bastante quemada, no parecía importarle. Un hombre cruzaba la playa corriendo con su perro al lado y parecían divertirse mucho. De repente sintió una mano en su brazo.

—Cariño estás muy callada ¿No te sientes a gusto aquí?

—No, no es eso. Me siento bien, solo pensaba lo normal que se ven esas personas con sus vidas tranquilas, solo pensando en disfrutar de la playa y luego en sus trabajos o problemas cotidianos; así era la mía hasta esta mañana.

Desiree, la miró con pesar.

—Tranquila Carly, todo se va a arreglar. Te juro que si pudiera ponerle las manos encima a ese desgraciado, si por lo menos supiera quién es, haría que lo encerraran por un buen tiempo en la cárcel, pero antes le sacaba los ojos.

Carly tuvo que reír ante la vehemencia de su amiga.

—Gracias Desi, pero no quiero que tu también vayas a la cárcel, dejémosle eso a la policía.

En ese momento les llevaron sus ensaladas de cangrejo, que eran una delicia, luego tomaron limonada cerezada tipo frappé y siguieron viendo el paisaje y hablando hasta que vieron que eran las tres de la tarde.

—¿No tienes que irte al Spa? Me pareció oír a Claudia que tenías varias citas en la tarde.

Desiree negó con la cabeza.

—Tenía, las cancelé y les prometí que en la siguiente cita les daría un masaje con lodoterapia por cuenta de la casa.

—Carly se echó a reír.

—Esa fue una buena idea. Entonces ¿Qué hacemos ahora?

—Podemos ir de compras. Hace rato que no lo hago y en estos días me dí cuenta de que me falta algo de ropa interior provocativa — ¿Qué te parece si nos vamos a ver los secretos de nuestra amiga Victoria?

—Ok. —rió. Tal vez me anime y compre algo, nunca se sabe cuando lo vas a necesitar. Bueno, eso sí encuentro algo de mi talla —le dijo Carly.

—Claro que sí encontraremos algo, por Dios Carly no eres una nevera. Ya quisiera yo, tener los pechos que tú tienes. Tú cara es preciosa y tu cuerpo está bien, eres una mujer rellenita, hay hombres para todos los gustos y eso también se aplica a nosotras.

Carly pareció pensarlo un momento.

—Es verdad, no voy a preocuparme más por eso.

—Me parece bien, pero tienes que contarme ¿Porque de repente piensas, que te puede hacer falta algo de lencería? —la miró con sospecha — ¿Es que hay alguien y no me habías contado?

—Bueno, tanto como alguien...no. Pero un cliente me ha estado invitando a salir.

—¡Oh Por Dios! No me digas que es el italiano que está más bueno que el pan. Ese que es dueño del restaurante que queda a la vuelta y que ha estado viniendo sospechosamente muy seguido al spa —le dijo con una sonrisa maliciosa.

—Pues sí, es él —le respondió con vergüenza. ¡Dios! Me ha ido a buscar a mi casa esta mañana y me ha llevado desayuno, pensé que era un acosador, pero ahora, lo dudo.

—¿Crees que el pudo haberte mandado las flores y el obituario?

—No sé, apenas lo conozco, pero parece buena gente. Además su hermano es el policía que me ayudó esta mañana.

—Entonces no lo creo, amiga. Una de mis clientas lo conoce y me dice que es un amor, que su familia es muy linda y sus hermanos son muy conocidos en South Beach.

—Pero entonces ¿Quién?

—No lo sé cariño, pero ya lo averiguaremos. Ahora quiero que te olvides de todo eso y te dediques a ser feliz.

Hablaron de muchas cosas, de los problemas de Desiree con su ex esposo, de un viaje que quería hacer hace tiempo a la India y también hablaron de Vittorio y su familia, le dijo lo que él le había contado sobre su familia. Desiree quería conocerlo, decía que ya le caía bien y estaba decidida a hacer de Cupido.

La tarde pasó entre compras y risas, Desiree la hizo comprarse un pequeño baby doll de color azul rey y otras prendas de seda color blanco, negro y rojo. No había terminado de salir del almacén, cuando ya se estaba arrepintiendo, pero se dijo que tal vez podrían servirle si llegaba a tener algo con Vittorio, se sonrojó de solo pensarlo.

Cuando llegaron al parqueadero del Spa, Carly dejó a Desiree subiéndose a su auto y se fue a su casa, todavía había carros en el parqueadero y estaba el vigilante con ella, por eso no se preocupó. Manejó hasta su apartamento, que no quedaba muy lejos de allí, pero cuando llegó vio que todo estaba muy oscuro alrededor y no se atrevía a bajarse, cuando por fin lo hizo, corrió hasta la entrada y como pudo metió la llave en el cerrojo de la entrada, cerró la puerta detrás de ella y comenzó a subir las escaleras, porque al no haber luz, el ascensor no funcionaba, pero lo extraño era que la planta de energía del edificio, tampoco lo hacía.

—Buenas noches, querida.

Carly se estrelló contra alguien y casi se muere del susto.

—Era la señora Jennins con su perrito, su constante compañero en todo momento.

—Buenas noches, señora Jennins ¿Va a pasear a Tootsie?

—Sí, querida. Se pone un poco quisquilloso a esta hora.

—Entonces que les vaya bien, tenga cuidado, la calle está un poco oscura.

—Lo tendré —le respondió al tiempo que bajaba lentamente las escaleras con su andar pausado, por su reumatismo —Adiós mi niña.

—Adiós, señora Jennins.

Carly siguió subiendo las escaleras, de repente oyó un ruido en el primer piso, ella ya íba en el segundo y miró hacia abajo. No se veía nada, parecía la boca de un lobo.

—¿Señora Jennins? Nadie le contestó.

Apresuró el paso para llegar a su apartamento que quedaba en el tercer piso. Pero cuando lo hizo, sintió unos pasos que también se apresuraban y entonces decidió correr. Llegó a la puerta de su apartamento y acababa de abrir la puerta, cuando alcanzó a ver una sombra que se abalanzaba sobre ella. Empujó fuerte y alcanzó a cerrarla, al tiempo que sintió que le daban una patada a la puerta. Quien quiera que fuera, había sentido rabia por no poder alcanzarla y por eso la pateó.

Pasó los dos cerrojos y puso una silla contra la puerta. Luego se sentó en un sillón de la sala a llorar. Se preguntaba ¿Porque le estaba pasando esto? ¿En qué momento hizo ella un enemigo tan grande que la quería ver muerta?

*****

En el restaurante todo estaba saliendo bien hasta ahora, el proveedor de mariscos había traído lo que no era y eso combinado con el mal genio de su hermano Giuseppe había puesto todo fuera de control. Cuando todo se había calmado, se dedicó a preparar el menú de esa noche, estaba de muy buen ánimo y eso se reflejó en la comida, no quería decir que otras veces la comida no fuera porque no estuviera feliz, sino que hoy era un día especial, la mujer que lo tenía loco, le había devuelto el beso y el no podía dejar de pensar en ello. Miró su reloj, las siete de la noche, ya casi era la hora, tenían un receso entre el almuerzo y la comida, por lo general de doce del día hasta las tres, llegaba mucha gente a almorzar y luego el ajetreo comenzaba de nuevo a las siete o siete y media.

Fue a la cocina y quedó contento consigo mismo, los platos eran tradicionales con un toque innovador para darles gusto a los clientes de este país. Entre los platos de la carta habían entradas como; Jamón de Parma y queso Parmesano, Capresse de Mozarella de Búfala, Canastilla de setas con queso gorgonzola y tomate seco. Entre los platos fuertes tenían; Linguini con salsa de pesto de Génova, Pasta de Cerdeña con trufa y Queso de oveja, Medallones de ternera con queso Probola y berenjena...entre otros. Combinando esta cocina tradicional con la comida fusión de su hermano, tenían una fórmula ganadora.

Salió a ver si todo estaba preparado, le gustaba pasearse por el restaurante media hora antes de que los clientes empezaran a llegar. Miró a su hermana ya lista en la entrada para dar la bienvenida a las personas. Los meseros estaban en sus puestos, bien presentados, la mesa de postres estaba perfectamente decorada, las mesas estaban en orden con mantelería y cubiertos colocados con exactitud en donde debían.

Observó el restaurante, se veía muy bien. Miró hacia el fondo y sintió como los recuerdos venían a él, le parecía que no habían pasado cinco años desde que compró el viejo restaurante de un amigo de su papá que había decidido volver a Italia y cuando lo vio por primera vez, no pensó que podía cambiarlo tanto, pero sus hermanos y algunos amigos habían ayudado a la gran transformación.

Ahora Di Salvo era un restaurante muy conocido y tanto por dentro como por fuera era hermoso, tenía un aspecto de cueva en la parte de adentro, había mandado a poner piedras rústicas en todas las paredes, el piso de era de cerámica pero con imitación rústica también, el techo era en madera, combinado con una decoración moderna en tonos marrones y naranjas, el restaurante estaba dividido por arcos de ladrillo en dos grandes alas, las mesas eran de cedro con sus respectivas sillas, ideadas para cuatro comensales, habían grandes cuadros con pinturas que evocaban la vida en la campiña, la vida modesta de algunos italianos que vivían en los pequeños pueblos de donde nacían estos deliciosos platos tradicionales.

En la parte de afuera habían hecho un ambiente distinto, una hermosa terraza amplia con cómodos sofás para comer o cenar y disfrutar de una buena sobremesa en las noches calurosas.

Vittorio notó que todo estaba en orden y se fue a la cocina a dedicarse a lo suyo, pero al tiempo que hacía deliciosos platos, no dejaba de pensar en ella y en ese beso que compartieron. Fue el beso más dulce y más intenso que alguna vez probara. Esa mujer le encantaba desde que la había visto por primera vez, su cara era hermosa y su cuerpo tenía las curvas perfectas en los lugares correctos. Puede que el estereotipo de mujer para algunos fuera una modelo, delgada, de medidas perfectas, pero a él le gustaba así, llenita, que tuviera de donde agarrar cuando hicieran el amor. Ella se sentía tan correcta en sus manos; cuando se acercaban, sus cuerpos encajaban perfectamente. Sabía que ella era algo tímida y que por algún motivo, no quería tener una relación, pero haría hasta lo imposible por ganársela, por enamorarla. Carly Woods sería suya.