Capítulo 5
INTENTÓ hablar con Carly nuevamente, mientras conducía hacia su casa, pero no pudo. Ella no le contestaba. Más tarde llegó a su apartamento, hizo lo mismo de la vez pasada y no se anunció en el portero eléctrico, si no que esperó a que saliera alguien del edificio y entró. Cuando llegaba a su apartamento, su teléfono sonó.
—¿Hola?
—Vittorio, ¿Qué diablos haces entrando en la casa de Carly como un vulgar ladrón?
—Maldita sea. ¿Cómo sabes eso? ¿Me estás siguiendo?
—¡Claro que no! Pero si no lo recuerdas, Carly tiene una patrulla afuera de su edificio y si no fuera porque el policía que está allí te conoce y me acaba de llamar para avisarme, ya te hubieran arrestado —le dijo Carlo gritando.
—Bueno, tengo derecho a visitar a mi chica y si a tu policía no le gusta, se puede ir mucho al infierno.
—¿Y desde cuando es tu chica? —dijo Carlo en tono de burla.
—Eso no es de tu incumbencia Carlo —le dijo retirándose de la puerta del apartamento de Carly, no quería que lo oyera.
—Claro que lo es.
—¿Por qué? —le preguntó saliéndose de sus casillas.
—Porque si tú eres novio de Carly, ella debe dar la orden para dejarte pasar y yo debo decírselo a él policía que la cuida. Toda persona que no esté autorizada por ella a subir y que se meta de esa manera a su edificio se expone a llevarse un balazo.
—Mira, solo dile que desde mañana ya puedo entrar cuando quiera a este edificio. ¿Está bien? —dijo bajando la voz
—Oh, perdone usted amo, sus deseos son órdenes para mí.
—Oye Carlo, ahora no tengo tiempo de discutir contigo, hablamos después —le colgó y se acercó nuevamente a la puerta. Tocó el timbre y esperó.
—Quien... ¿Quién es? —dijo una voz temerosa.
—¡Demonios! La había asustado—. Soy yo nena.
—“¿Quién es yo?” —Esta vez la voz sonó muy disgustada —él se rió—, le gustaba más así, que con miedo.
—Nena sé que estás molesta, por favor ábreme la puerta para que podamos hablar.
—¡Ahora no Vittorio! Tengo cosas que hacer y la próxima vez por favor llama primero.
—Por favor, Carly. Déjame explicarte, no me dejes aquí afuera, ¿Sabes el frío que hace en Miami en las noches? Este pasillo está helado —la verdad era que el no sufría de frío, pero de algo se tenía que valer para que le abriera, aún si lo hacía por lástima.
Se oyó una respiración cerca a la puerta, veía la sombra de ella por debajo de la puerta, caminar de un lado a otro. Sabía que estaba pensando si le abría o no. Le hizo gracia, su Carly era como un libro abierto y eso le gustaba.
Se oyó el ruido de la cerradura girando, la puerta se abrió y apareció ella. Tenía unos jeans y una camiseta de color rosa que decía en la parte de enfrente “Sexy” y vaya que se veía sexy, la tela se pegaba a su cuerpo y a sus caderas de una forma que lo tenía deseando ser él, la tela del jean. Y esa camiseta se amoldaba a sus redondos pechos y le hacía desear extender la mano y tocarlos.
Con una sonrisa, tratando de olvidar sus pensamientos, se acercó y le dio un beso en la mejilla.
—Hola.
—Hola —le respondió sin mirarlo a los ojos.
—¿Puedo pasar?
Ella le hizo un gesto para invitarlo a pasar, pero no habló. Cuando el entró, ella también lo hizo y cerró la puerta detrás suyo.
—Estoy un poco cansada. ¿Que se te ofrece?
—Solo decirte que soy un idiota y pedirte disculpas. Tuve una discusión con mi hermano Giuseppe y terminé pagándola con quien menos debía.
—No dijiste nada que no fuera cierto, yo no tengo la vida social que tu pareces tener y la verdad es que prefiero mil veces encerrarme en mi apartamento, a conocer gente que solo me va a criticar por mi estilo de vida o que me va a considerar aburrida. No me gusta que me hagan sentir mal, por eso no salgo mucho y he aprendido a disfrutar de mi compañía y a valorar los pocos amigos que tengo. ¿Patético verdad?
—No Carly, yo no quise decir eso. Tú me encantas y me pareces una chica con muchas cualidades, a veces no sé controlar mi temperamento. Discúlpame, por favor.
—Sabes muy bien que eso era lo que querías decir así que no te disculpes. Puedo vivir con el desagrado de la gente hacia mi vida y hacia mí...
En ese momento ella quiso decir “su cuerpo” pero se contuvo, no valía la pena hablar de eso con él, de todas formas sabía que Vittorio tenía la misma opinión de todo el mundo y daba gracias de haberse dado cuenta ahora y no más tarde.
El no había querido hacerla sentir así, veía su cara y podía decir con certeza que algo malo le había pasado hoy, porque su semblante era de preocupación, de tristeza y sus hermosos ojos verdes estaban apagados.
¿Quién puede mirarte con desagrado? —le dijo moviendo la cabeza con desconcierto. Si lo dices por mí, yo nunca vería con desagrado tu vida, ni nada que tuviera que ver contigo.
Ella no dijo nada, con la mirada que le dijo que no le creía. El decidió cambiar el tema.
—¿Supiste algo más de la persona que te envió el sobre?
—No, nada. Me dijeron que me avisarían.
—¿Puedo sentarme? —le pregunto inseguro de lo que ella respondería.
—Como gustes —le respondió ella, como si no le importara lo que hiciera.
Vitto se sentó en el sofá que había en la sala y ella lo siguió sentándose en la silla opuesta. Le molestó que ella pusiera distancia entre los dos, pero se dijo que solo él, era el culpable de eso.
—¿Quieres una limonada o algo?
—Una limonada suena bien —le dijo él, levantándose cuando la vio ponerse de pié—. Te ayudo.
—No, gracias. Solo voy a la cocina y te la traigo.
Carly llegó a la cocina, cuando llenó el vaso con limonada y cerró la puerta de la nevera, sintió una presencia por detrás y volteó para encontrarse a Vittorio muy cerca de ella.
—¿Porqué estas tan triste? ¿Es por mi culpa? ¿Es por lo que te dije?
—No, no es por eso —frunció el ceño —.Tuve un día pesado en el spa —le dijo entregándole la limonada.
Vittorio levantó una mano para tocar su rostro, pero ella se alejó.
—¿Qué pasa Carly? ¿Estás tan molesta conmigo que no quieres que te toque? —le preguntó tocando levemente un mechón de su cabello. ¿Qué debo hacer para que olvides lo que sucedió?
—El problema es que no lo quiero olvidar, quiero recordarlo para saber siempre; porque no me involucro con la gente, ni en relaciones, ni en amistades.
—No puedes estar hablando en serio, solo por una equivocación, vas a alejarme de tu vida. ¿Así no más?
—Vittorio, no te alejo de mi vida porque nunca has estado en ella. Tenemos pocos días de conocernos y me parece que vas muy rápido, siento que me vas empujando todo el tiempo hacia donde quieres que vaya, me pediste una cita y ni siquiera esperaste a que nos viéramos ese día, te presentaste el Sábado aquí sin avisarme y después pasó lo que pasó con ese hombre, desde entonces nos la pasamos juntos y eso me da miedo. No estoy acostumbrada a esa intensidad de parte de un hombre. No hemos pasado siquiera por una amistad, para conocernos mejor.
Vittorio la miró un rato y luego le tomó ambas manos.
—¿Quieres que me aleje de ti?
—No lo sé —le dijo ella con ojos húmedos.
—No llores cariño, no me gusta verte triste. Si lo que quieres es que me vaya en este momento, respetaré tu decisión. Si quieres que seamos amigos, entonces eso seremos.
—Estoy muy confundida, por eso no quería hablar contigo hoy.
—Está bien, nena. Me voy, aunque me hubiera gustado cenar contigo mañana. Teníamos una cita ¿Recuerdas?
—Sí, pero es mejor que no lo hagamos por ahora —le dijo tratando de fingir indiferencia.
—Lo siento mucho Carly, ojalá hubiera cerrado mi boca cuando debía. Estoy seguro de que esto no es por mi intensidad desde que te conocí, sé que es por lo que te dije. Si solo hubiera sabido el modo en que mis palabras te afectarían, hubiera preferido cortarme la lengua —le habló, triste—. Cariño, ¿Quién te ha hecho sentir tan mal? ¿Quién te ha hecho pensar que tu vida es patética?
—Nadie, no hablemos de eso por favor. Quiero darte las gracias por todo, por estar conmigo en estos momentos tan duros, con ese loco ahí afuera amenazándome.
—¿Qué es esto? ¿Una despedida? —se rió
—Tal vez—contestó ella sin mirarlo.
—No te equivoques Carly, voy a darte el espacio que necesitas, pero no voy a decir adiós, eso está muy lejos de suceder. ¿Entiendes? —le dijo serio.
Se acercó a ella y colocó una mano en su barbilla, con su pulgar tocaba sus labios. Carly pensó por un momento que la besaría, pero lo que hizo fue poner la otra mano en su pecho y rozarlo delicadamente con sus dedos.
Vitto, notó dos pequeñas y duras puntas que antes no estaban allí y siguió haciéndolo, Deseaba hacer eso desde que entró a su apartamento y la vio. Mientras la tocaba, observaba su reacción. Ella cerraba los ojos y gemía disfrutando de sus caricias, se apretó contra ella, pegando su miembro contra su sexo dejándola saber de su excitación. No resistió las ganas de besarla y se inclinó buscando sus labios.
Ante la insistencia de la boca de él y de sus labios, ella no pudo más que abrir la suya y dejarlo entrar gustosa; sintió su lengua, provocando, incitando. Sintió al tiempo, un bulto que se apretaba cada vez mas contra su centro. Su interior estaba completamente húmedo y sabiendo que era ella la que provocaba esa reacción en él, afianzó mas su respuesta al beso, con un gemido de excitación, sumergiendo su lengua en la caverna de su boca.
Vitto puso sus brazos alrededor, apretándola, no queriendo dejarla ir. En algún momento su cordura volvió y se separó de ella jadeando, su respiración fuerte y sus ojos oscuros por el deseo insatisfecho.
Carly también se separó de él, con mirada desenfocada y expresión confundida, por lo intenso que había sido ese beso.
—Esto es lo que me haces nena, esto es lo que provocas en mí. Mi opinión de ti es muy distinta de la que tú crees —le dijo interrumpiendo lo que ella iba a decir. Luego colocó su frente contra la de ella, sus respiraciones agitadas.
—Vitto... —intentó decir en un susurro.
—Shhh, no hace falta decir nada. Voy a estar pendiente de ti, no te voy a dejar sola con ese loco por ahí, molestándote.
—No hace falta. Pero si eso es lo que quieres, está bien por mí.
—Me voy entonces. Gracias por recibirme y nuevamente perdóname —tomó su mano.
—No pensemos más en esto, se que con el tiempo te darás cuenta de que solo podemos ser amigos —dijo ella suavemente.
—Eso es lo que tú crees, yo no me rindo tan fácilmente y menos contigo —repuso él.
Le dio un rápido beso y salió por la puerta sin dejarla decir nada más.
*****
Vitto llegó al restaurante y buscó a Giuseppe. Tenía que hablar con su hermano y aclarar las cosas. Lo encontró en la cocina con cara de pocos amigos.
—Hola
—Hola. Le dijo Giuseppe. ¿Ya hablaste con tu amiga?
—Sí, ya hablé con ella. Pero ahora quiero hablar contigo.
—Bien, si quieres espérame en la oficina, termino aquí en una hora y ya casi es hora de cerrar.
—Está bien. Subió las escaleras y se sirvió un trago. Su celular vibró y lo sacó de su bolsillo para ver la pantalla. Era Vivian, esa chica era fuego puro, pero él, ya no quería nada con ella y tendría que explicárselo. Mientras estaban juntos la pasaban muy bien y se la pasaban más en la cama que en otro lado, la mujer era modelo y era perfecta. Pero era muy superficial a veces y todo lo que quería era darse a conocer y ser famosa, el sentía que en realidad ella no quería una relación. El problema era que en ocasiones Vivian era muy intensa y no aceptaba un no, por respuesta. Además después de conocer a Carly, sabía que había encontrado a “La chica” y no la dejaría escapar.
Se imaginaba a Carly, conociendo a toda su familia, sabía que ellos la aceptarían con los brazos abiertos y que su mamá la consentiría mucho, ella era muy maternal con las novias de sus hijos y adoraba a Alejandra, la esposa de su hermano Tony.
El golpe de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Había pasado una hora pensando en Carly. Se echó a reír, esa mujer lo tenía en las nubes.
—Adelante.
—Bien, hablemos —le dijo Giuseppe.
—Me parece que últimamente estás un poco más malgeniado que de costumbre y quiero saber si es por mí.
—En parte sí, es por ti y en parte son otras cosas en mi cabeza. Tengo una vida también ¿sabes? —le dijo Giuseppe en tono cansado.
—Lo sé hermano. Siempre nos hemos tenido confianza, pensé que si algo te disgustaba, simplemente me lo harías saber.
—Es solo que estoy cansado de estar aquí todo el tiempo. No tenemos días de descanso realmente. Sé que es un restaurante y que en South Beach, la mayoría del tiempo los establecimientos están abiertos hasta tarde, pero podríamos hacerlo teniendo un día de la semana para nosotros.
—Hay un día de descanso, se supone que es el lunes.
—Sí, pero es que nosotros no descansamos el Lunes porque ese es el día en que nos quedamos haciendo cuentas y arreglando los pormenores del restaurante. No trabajamos en la cocina pero igualmente venimos aquí. Se supone que el día de descanso es eso, no trabajar, no tener nada que ver con el sitio donde estas la mayoría del tiempo.
—¿Por qué no me habías dicho antes?
—No quería problemas contigo y además de unos días para acá el trabajo se hace más pesado, porque te la has pasado con Carly. Entiendo que es por lo que sucedió y estoy de acuerdo que la ayudes, lo malo es que sin un auxiliar de cocina y sin ti, soy yo el único que queda y no es fácil. Sabes que necesitamos con urgencia a ese auxiliar de cocina, solo tenemos dos.
—Bien, me ocuparé de eso mañana mismo y en cuanto al día de descanso, no trabajarás el Lunes, como todos los demás y así podrás hacer tus cosas. ¿Te parece?
—¿Y tú? —preguntó levantando una ceja.
—Yo vendré los Lunes a hacer las cuentas y eso.
—Vitto, necesitas un día para ti también. Se me ocurre algo. ¿Qué tal si todos descansamos el Lunes? y yo te cubro un día a la semana, para que tú te dediques a las cuentas del restaurante, pero si algo se ofrece por lo menos sabré que estas a la mano en la oficina y podrás ayudarme en la cocina. ¿Qué te parece?
—Vitto se echó a reír. Claro, me parece bien. Yo también necesito mis días.
—¿Para pasarlos con Carly? —se burló.
Vittorio le dio un puño en el brazo.
—Sí, por eso, aunque ahora mismo estamos en “Receso” por así decirlo.
—¿Qué sucedió?
Vitto puso sus manos en la cara y de allí, las pasó por su cabello en un acto de desesperación.
—Nada, solo mi mal genio. No me contuve y acababa de discutir contigo, ella me dijo algo que no me gustó y la pagué con ella. Ahora me dice que en realidad no me conoce bien y que quiere que solo seamos amigos.
—Hombre, que mal. Pero si alguien sabe como ganársela de nuevo, ese eres tú. Sé que si ella es la correcta, las cosas se van a dar entre ustedes — le dijo dándole una palmada en el hombro.
—Eso espero —le contestó aburrido.
—Mamá y papá vienen mañana a cenar con los demás.
—Sí ya lo sé, la idea era que Carly los conociera.
—¿No dices que solo quiere que sean amigos? Pues bueno, en plan de amigos dile que venga.
—¡Oye! Esa es una buena idea, no podrá decir que no, ya que no le pido una cita. Pensé que solo había aserrín en esa cabeza, pero veo que también hay cerebro.
Vittorio le dio un manotazo en la cabeza.
—Tengo mejores ideas que tú tonto. Ahora me voy, estoy cansado y mañana nos toca ir al mercado muy temprano—se puso de pié.
—¿Ya todos se fueron?
—Somos los últimos.
—Entonces vamos, yo salgo contigo.
Vitto llegó a su apartamento en Ocean Drive, el sitio exclusivo por excelencia para los condominios; era un apartamento amplio de dos habitaciones y tres baños, uno para cada alcoba y el de visitas. También tenía un jacuzzi en el que cabían hasta seis personas, el nunca lo uso con tanta gente pero si lo había disfrutado más de una vez solo, cuando quería pensar era el lugar perfecto. La sala era grande con paredes blancas y luces indirectas en el centro un mueble gigante con un Smart Viera de setenta y cinco pulgadas, un televisor gigante que cuando lo compró sintió que era el día más feliz de su vida. Allí vería sus partidos de Beisbol como si fuera en cine. Había un estudio amplio además de las dos habitaciones, donde normalmente hacía sus negocios en la bolsa o se tomaba un trago. La cocina era integral totalmente en madera, con lo último en utensilios para cocinar bien, tenía una pequeña mesa para dos en el centro y colindaba con un ventanal gigante que se abría y daba hacia el balcón donde había un comedor estilo campestre. En la parte de debajo de el edificio había cancha de tenis y piscina. La vista desde el balcón era hermosa se veía el mar completamente azul, con grandes palmeras y los yates de los inquilinos del edificio. Al llegar lo primero que hizo fue ir a su alcoba, se quitó la ropa, tirándola a un lado y se metió al baño. Cuando salió, se sentía más relajado, de manera que se colocó unos bóxers y una camiseta, luego se acercó a su portátil y se dedicó a buscar buenos prospectos para el puesto de chef auxiliar, vio varias hojas de vida y luego se fue a descansar. Mañana sería un buen día. Lo presentía porque le diría a Carly que lo acompañara en la cena con sus padres en el restaurante y estaba seguro de que ella diría que sí.
El teléfono sonó cuando estaba a punto de apagar el televisor.
—¿Hola?
—Hola cariño. ¿Cómo has estado?
—Hola Vivian —saludo a su ex novia aburrido.
—Que saludo más frío. ¿Es que no me extrañaste?
—Sí, algo. ¿Estás en el país?
—Acabo de llegar. He estado pensando mucho en ti. Quiero verte bebé.
Vittorio hizo una mueca pensando lo intensa que podía ser Vivian a veces.
—La verdad es que yo también quiero hablar contigo. ¿Podemos vernos mañana?
—Yo estaba pensando en esta noche.
—No, nena. Esta noche estoy demasiado cansado. Hablaremos mañana.
—¿Vitto? ¿Qué pasa? Siempre estás tan ansioso de verme y hoy pareces tan distante que no te reconozco.
—Es solo que estoy un poco cansado. ¿Hablamos mañana?
—Sí, por supuesto. Descansa cariño, nos vemos mañana.
Vitto colgó el teléfono y a penas tocó la almohada se quedo profundamente dormido.
Al siguiente día, se levantó tarde y se preparó un desayuno abundante, luego se fue a correr a la playa, siempre se encontraba con Samuel y Elías, dos amigos cubanos completamente locos de remate. Eran sus compañeros de fiesta, siempre se encontraban en los clubes más exclusivos, cuando salían con chicas y luego cuando las dejaban en sus casas, se iban a un restaurante en la pequeña Habana donde preparaban la mejor “ropa vieja” que había en toda Florida y donde cerraban hasta las 4 de la mañana, pues la idea era que la gente que salía de bailar en los clubes se pasara por allí después.
Cuando estaba en la mitad de sus diez vueltas a la playa, vio a Elías.
—¿Hola amigo, como has estado? —le saludó Elías sonriendo.
—No tan bien como tú, pero trato de hacer lo mejor que puedo.
—¿Por qué dices eso? No me digas que te enteraste.
—Sí, me lo dijo mi hermana. ¿Tu novia o debo decir prometida? En todo caso fue ella quien se lo contó a mi hermana.
—Por Dios Santo, las mujeres no pueden guardarse este tipo de noticias y menos con sus amigas —dijo Elías con cara de pavor.
—El matrimonio es algo que toda mujer quiere gritar a los cuatro vientos, amigo. —dijo Vitto burlándose de él.
—¿Donde está Samuel?
—Está con Rita, hoy le tocaba su día libre y decidieron quedarse en casa —alzó una ceja —creo que están trabajando en el bebé que han decidido tener.
—¿De veras? Pues que bueno por ellos —dijo sintiendo algo de envidia. El también quería eso para él, pero no había podido encontrarlo... hasta ahora.
—Oye amigo y esa rubia hermosa amiga tuya que siempre llevabas a todo lado, ¿Qué la has hecho?
Bueno, la verdad es que precisamente regresó ayer de trabajar en París y quedamos de vernos hoy.
—Bien por ti —le dijo Elías, palmeando su hombro.
—No, es tan bueno como tú crees. En realidad voy a terminar esta semi relación que tenemos. Conocí a alguien y voy muy en serio.
—Oh, Dios mío. Esto sí que no lo puedo creer. Vittorio Di Salvo cayó en las redes de una mujer.
—Pues sí amigo, caí y no quiero tener nada con nadie. Solo con ella.
—¿Cómo se llama?
—Carly. Es Esteticista y una de las dueñas de un spa que inauguraron hace muy poco en South Beach. La vieras hombre, es hermosa.
—Bien, pues a esa mujer valiente, la quiero conocer. ¿Cuándo la dejarás ver?
—Muy pronto amigo.
—Así lo espero, Di Salvo.
—Oye, ahora me tengo que ir. Tengo cosas que hacer, pero te llamo para quedar en algún sitio a tomarnos unas cervezas.
—Sí, yo también tengo cosas que hacer. Mejor nos vemos en casa de Samuel para la noche de póker, esta vez le toca a él.
—Bien, nos vemos allí la próxima semana. Adiós.
Vittorio apresuró el paso para llegar pronto a su casa, pues tenía una cita con Vivian. Después de eso iría a ver a Carly, le pediría que fuera esta noche a conocer a su familia.
Llegó a su apartamento se dirigió al baño inmediatamente, tenía que lavarse ese sudor, había trotado mucho esta mañana, tratando de quemar lo que había comido en estos días.
Cuando se estaba poniendo la camisa, sonó el timbre de recepción. Era el portero avisando que Vivian había llegado. Se terminó de cambiar y salió del cuarto y a los pocos segundos ella ya estaba allí.
Abrió la puerta y una mujer rubia, curvilínea, de pechos grandes y sonrisa libidinosa estaba allí de pié.
—Hola amor —se acercó y le dio un beso apasionado.
—Hola Vivian —le dijo tratando de mantener las distancias.
—¿Puedo entrar? —le dijo mirándolo extrañada.
—Adelante —cerró la puerta y se dirigió a la sala.
—¿Quieres algo de tomar? Tengo coca cola, jugo de naranja y té helado.
—No amor. Lo que yo quiero está justamente en frente mío —se fue acercando hasta sentarse en su regazo —.Quiero hacerte el amor.
—Vivian, yo creo que ha pasado ya mucho tiempo sin vernos y mantener una relación, si así se le puede llamar a esto, es casi imposible. Tú y yo, no tenemos sentimientos fuertes el uno por el otro, solo la pasamos bien.
—Tienes razón en que la pasamos bien. Pero yo te quiero y precisamente pienso radicarme aquí en Miami porque deseo estar contigo y tener una relación más seria.
—Vivian, si me hubieras dicho eso hace un tiempo, te habría dicho que lo intentáramos pero ahora es muy tarde, tú siempre te ibas y yo quedaba solo por meses. Hace poco conocí a una persona que me interesa mucho y quiero intentarlo con ella.
—¿Que estás diciendo? ¿Que mientras yo estaba trabajando todo este tiempo, tú salías con alguien más?
—No, eso no es lo que dije. Acabo de conocer a esta persona hace unas semanas y me he sentido bien con ella. Por favor Vivian no hagas una tormenta de esto. Sabes que en realidad nunca íbamos a llegar a nada. Nuestra relación era de salidas nocturnas y diversión.
—Es cierto, pero yo quiero intentarlo.
—Ya no puede ser. Acéptalo linda —le dijo de manera cariñosa, tomando un mechón de su cabello.
Ella lo abrazó, pero no se bajó de su regazo.
—Por favor amor, démonos una oportunidad.
—Linda, no puedo. Tampoco quiero hacerte sufrir.
—¿Quién es esa mujer? ¿Es más hermosa que yo? ¿Es mejor que yo en la cama?
—No te hagas daño de esa manera Vivian. Son dos personas muy diferentes.
—No me voy a dar por vencida Vitto, tú eres mío y no te voy a dejar ir así de fácil.
—Haz lo que quieras, pero yo ya te he dicho lo que pienso al respecto y no voy a echarme para atrás en esto.
—Averiguaré quien es ella y la confrontaré. Veremos quién es mejor. Esa mujerzuela no me va a alejar de ti.
Vitto perdió la paciencia. La levantó de sus piernas en un segundo y la tomó por los hombros.
—Jamás en tu vida vuelvas a decirle mujerzuela. Ella es una persona decente y amable. Y no te atrevas a ir a buscarla. Tu problema es conmigo no con ella. ¿Me entendiste?
—Quítame las manos de encima, me lastimas —se quejó ella viéndolo con lágrimas en sus ojos.
Vitto se dio cuenta de que en su rabia había actuado sin pensar y tal vez se propasó un poco con Vivian.
—Perdóname. Pero es que no entiendo como después de todo este tiempo sin hablar siquiera conmigo, de repente vuelves y cuando te digo que hay otra persona entonces decides que quieres una relación seria. ¡Esto es solo un capricho para ti!
—¡No lo es! —le dijo ella gritando—. Te amo y te lo voy a demostrar — le habló con los ojos muy abiertos y temblando, su actitud era la de una persona desquiciada. Vitto pensó que ahora más que nunca quería apartarse de ella. No conocía esa faceta de Vivian y lo que menos necesitaba era una mujer posesiva y obsesionada con una relación que no tenía futuro.
—Creo que es mejor que dejemos esta conversación hasta aquí.
—Sí tranquilo. No te molesto más, te llamaré —le dijo, y después se fue.
Vitto se trató de calmar tomándose un vaso de té y luego de un rato llamó a su hermano y quedaron de encontrarse en el almacén de repostería de un amigo, allí comprarían todos los ingredientes del pastel gigante que iban a hacer para la celebración.
Mientras tomaba las llaves del carro se decía, que él nunca pensaría en Vivian como la mujer con la que tendría hijos, con la que viviría hasta que estuviera viejo y tal vez barrigón. Esos pensamientos eran solo para su Carly.
*****
Carly estaba desayunando, cuando sonó su celular. Era su madre.
—Lo que me faltaba—pensó. Hoy no quería saber de nada ni de nadie y aún así tenía que ir al trabajo y cumplir con sus clientes. Por lo general los días del padre, la ponían en ese estado de ánimo. Pensaba mucho en él y en lo que hubiera sido su vida si todavía lo tuviera.
La voz de su madre la devolvió a la realidad.
—Carly, hay un hombre aquí que dice que no puedo entrar a tu apartamento porque no tengo autorización. No creí que la necesitara puesto que soy tu madre.
—Ponlo al teléfono por favor —le dijo desesperada—. Buenos días oficial.
—Buenos días, Señorita Woods.
—Por favor deje entrar a la señora. Es mi madre.
—Está bien, ¿Quiere que la deje en la lista de personas que pueden subir a su apartamento?
—Por lo pronto no —le contestó ella pensando que su madre era muy entrometida a veces y era mejor no darle alas.
El timbre sonó y Carly fue a abrir la puerta.
—Hola madre.
—Hola querida, vine a visitarte porque tú no te dignas llamar a ver si me he muerto, si algo ha pasado.
Carly rodó los ojos y se preparó para el ataque de su madre, tendría que armarse de paciencia.
—No sé si lo has oído, pero me mandaron un sobre con una amenaza hace unos días —Pero como puede ser. ¿Quién te haría una amenaza a ti, si no te metes con nadie? Eres la persona menos sociable y aburrida que conozco. Tampoco eres importante, como para decir que es por dinero o algo así.
—No, ya sé que no soy importante pero alguien quiere que le dé dinero o destruirán el spa. No puedo dejar que eso suceda.
—Oh Dios, que terrible. ¡Querida puedo usar tu baño un minuto!
—Claro, estás en tu casa —dijo ella haciendo una mueca. Su madre no se interesaba en nada por ella. Pero ya estaba acostumbrada.
Se comió el resto de la tostada que había empezado cuando su madre llegó y luego llevó los platos al fregadero. Salió de la cocina para encontrarse a su madre en la sala.
—Carly ¿ya has pensado en lo que vas a hacer con la demanda?
—No no le he pensado bien. Pero estoy en todo mi derecho de poner esa demanda.
—Bien, no te molesto más, solo quería saber si ya habías entrado en razón. No tengo nada más que hacer aquí, John está muy molesto contigo, lo has herido con tu forma de actuar.
—Me importa un bledo lo que él piense. Ahora tengo que irme a trabajar y solo viniste a hablar de él, me vas a perdonar pero yo me voy.
—Te vas a arrepentir de lo que estás haciendo, te lo he dicho varias veces.
—¿Es eso una amenaza?
—Tal vez, ya estoy harta de tus estúpidos intentos de obtener un dinero que hace mucho que se esfumó. La verdad es que en estos momentos de desesperación uno es capaz de todo.
—Es bueno saber que podrías ser tú, de hecho pensándolo bien. ¿Quién más que tú podría estar amenazándome para sacarme un dinero que no tengo? Y otra cosa madre, el dinero no se esfumó, tú te lo gastaste con tu amante. Yo no tengo que pagar por eso, ese dinero me lo dejó mi padre para que saliera adelante porque sabía el tipo de persona que tú eras y sabía que nunca me apoyarías en nada.
Carly no lo vio venir. Lo próximo que sintió fue la mano de su madre estampada en su mejilla.
—Todavía soy tu madre, aunque no te guste y me debes respeto —le dijo con la cara roja de la ira. Es mejor que me vaya, no soy capaz de aguantarte, no eres más que un incordio.
Con esas palabras, su madre se fue y Carly se quedó en la sala, abrazando sus hombros con un dolor en el pecho, pensando en su padre, en lo especial que había sido con ella y en la falta que le hacía. Las lágrimas rodaron por sus mejillas sin darse cuenta, se sentía miserable, triste, no tenía amigos a excepción de Desiree y no tenía a una madre que fuera su apoyo, que la hiciera sentirse querida, que la escuchara en momentos como este, donde su mundo parecía caerse a pedazos. Otro día más en el que tendría que levantarse de su autocompasión e ir a trabajar poniendo la mejor cara de todas.