Capítulo 7

ESTUVIERON un buen rato, oyendo las anécdotas de su padre cuando llegó por primera vez a Miami. Disfrutó mucho todo el tiempo. La comida estuvo deliciosa, el restaurante era solo para ellos en ese momento, ya que todas las personas se habían marchado a las diez de la noche.

Los otros que faltaban eran dos amigos de Vitto. Uno venía con su esposa y el otro con su prometida Alice. También llegaron las novias actuales de Ricky, Roby y la chica con la que salía Giuseppe. Todas eran muy amables, la única antipática era la novia de Ricky. La mujer creía que era una modelo y así se comportaba. Era hija de un político muy adinerado y se veía a leguas que quería enterrar sus garras en el hermano de Vitto.

Vitto estaba sentado a su lado y se la pasó toda la noche tocándola, le rozaba un brazo, tocaba sus manos, en cualquier momento le daba un beso en la mejilla, a ojos de todo el mundo parecían novios y ella no hizo nada por sacarlos de su error. No sabía si era porque casualmente ese día se sentía falta de afecto o porque en el fondo lo seguía deseando y por mucho que dijera que quería que fueran amigos, eso no era lo que su corazón deseaba.

—¿Te gustó la celebración?

—Me encanta —le dijo con los ojos brillantes, estaba un poco achispada por el vino.

—Te ves lindísima hoy —comenzó a tocar su brazo de arriba hacia abajo. Tenía una sonrisa que llegaba hasta sus ojos y se veía realmente cómodo con ella sentada allí, en medio de sus familiares.

—Gracias. Tú también te ves muy bien.

—¿Yo te gusto, Carly?

Ella miró su rostro tan apuesto detalladamente, esos ojos tan sinceros, y esa boca que le provocaba más de un sueño erótico. Luego miró su ancho torso que podía adivinar a través de su uniforme de chef, sabía lo que había debajo de ese uniforme, esos músculos bien definidos y ese trasero que pensó con satisfacción, ella conocía a fondo, porque en cada masaje le había echado un buen vistazo.

—Sí, mucho —soltó en medio de su aturdimiento por las copas de más. Estaba segura de que si no hubiera sido por eso, ese comentario no habría salido de su boca.

Él le dio la mejor de sus sonrisas, esas que le hacían temblar las piernas. Solo con ese gesto supo, que su respuesta le había encantado.

—¿Carly irás el próximo Domingo al bautizo del bebé? —le preguntó Alejandra.

—No sabía que lo bautizaban el domingo.

—Nos encantaría que fueras.

—Lo haré con mucho gusto, gracias.

—No tienes nada que agradecer, me caes bien y sé que vamos a ser buenas amigas.

—Yo también lo presiento —dijo Vitto.

—Gracias. Gracias a todos por esta noche, me divertí mucho.

—Esa era la idea querida —dijo la madre de Vitto.

—Vitto, por favor ¿podrías ayudarme llamando un taxi? Ya es un poco tarde.

—No, nena. Yo te llevo.

—Pero esta es tú celebración para tu papá.

—No falta mucho para que todos decidan irse. Mañana es día de trabajo para todos y son las doce.

—Vamos a despedirnos —la tomó de la mano, comportándose como si fueran dos enamorados más.

Se acercaron a la mesa y se despidieron de todos.

—Giuseppe, ¿Cierras tú?

—No hay problema, yo cierro el restaurante y los muchachos me acompañan.

—Carly hija, acuérdate de ir el Domingo. Te estaremos esperando —la madre de Vitto la abrazó.

—Ahí estaré señora Rosa, no me lo perdería por nada del mundo. —se acercó y la abrazó.

Rosa le tocó la mejilla suavemente.

—Eres una buena niña —Carly pensó divertida que hace mucho ya no era una niña pero la enterneció la actitud de ella.

—Adiós a todos.

Salieron y se subieron al auto de Vitto. Por unos minutos no hablaron nada, todo era silencio.

—Porqué estás tan callada —le tomó la mano.

—No lo sé —mintió. Tal vez solo estoy cansada o enferma, no me he sentido bien, últimamente.

—¿Estás enferma? Deberías ir al médico.

—Sí, lo sé. Voy la otra semana.

Llegaron al apartamento de Carly.

—¿Quieres que suba contigo?

—Sí —le dijo con un poco de temor. No sabía quien estaría allí.

Subieron con calma y cuando entraron, él le dijo que se quedara detrás de él. Revisó hasta el último rincón y salió al pasillo.

—¿Estás allí?

—Sí, le dijo apenada —.Pensarás que soy una cobarde pero es que no he podido quedarme a ver que de pronto alguien se apareciera allí adentro.

—No hay nadie Carly.

—Está bien, te creo —entró al apartamento.

—¿Ves? Todo está en orden. Ahora sí, ya me voy.

Ella le dio una sonrisa vacilante.

—Gracias por todo. Que tengas una buena noche.

El se acercó a la ventana.

—¿Ves ese policía allá abajo? Ese hombre no se va a mover de allí, hasta que no venga su reemplazo en la mañana.

—Gracias, sé que estoy algo paranoica.

—Y es con justa razón, pero no tienes nada que temer. O ¿prefieres que me quede contigo?

Ella lo pensó pero llegó a la conclusión de que no era buena idea, lo deseaba mucho pero no podía hacerlo, sabía que terminarían en la cama y ella quería conocerlo mejor.

—No es necesario. Pero muchas gracias Vitto. —le dio un beso en la mejilla, y la abrazó.

—¿La pasaste bien esta noche?

—Muchísimo, tu familia es muy linda. Tus padres son muy amables.

—Me alegra que te gustaran. Vas a ver cómo te vas a divertir en el bautizo del bebé.

—Vitto. ¿Crees que es buena idea que vaya?

—Claro que sí. ¿Tú no quieres ir?

—Sí pero no quiero que piensen que somos pareja, tan rápido.

—Saben que no lo somos nena. Pero nos molestan porque quieren que lo seamos. —la abrazó más fuerte.

—Se siente tan bien aquí. —le dijo apretándose más a él.

—Puedes estar en mis brazos todo el tiempo que quieras—se acercó a su rostro—.Quiero besarte — le dijo con voz ronca.

—Yo también, pero no podemos. Si lo hacemos estoy segura de que no nos quedaremos solo en eso.

—¿Tan malo sería?

—Sabes que no, pero quiero conocerte primero.

—Bien. Entonces mientras todavía tengo control, me voy.

Se alejo del abrazo, besó su frente y salió con paso apresurado. Desde la puerta le guiñó un ojo y luego se fue.

Carly quedó allí, todavía sintiendo como su abrazo la había calentado. No sabía qué hacer para quitárselo de la cabeza y la verdad es que él tampoco colaboraba. Se dirigió a su habitación y se quitó la ropa, y se fue a la cocina. Se metió un atrancón de comida sobre todo de dulce, sentía que lo necesitaba. Comió helado y mashmelos pero luego, tuvo que ir al baño y vomitar. Se sentía débil y tenía el estomago como si hubiera tomado ácido, así que se tomó una medicina para él malestar. Más tarde se dio un baño caliente y se fue a dormir.

*****

Al día siguiente Carly llegó al spa, temprano y habló con Claudia sobre ciertos arreglos que había que hacer en diferentes áreas, luego se fue a atender a sus clientas.

El día íba bien, hasta que su madre llamó y echó a perder su paz interior.

—Carly, querida. Te llamo para saber ¿Que tan cierto es que tienes un amigo muy apuesto?

—¿Qué más te contaron madre?

—Bueno, que el hombre es muy guapo y que estabas cenando con su familia.

—Sí, todo es cierto. —pensó que lo mejor era decir la verdad, igualmente se enteraría de todo en muy poco tiempo.

—¿Esto va en serio?

—Solo somos amigos. Nos divertimos y nos hacemos compañía. Solo eso.

—Bien, porque realmente no creo que puedas tener oportunidad con un hombre que es un adonis según me dijeron y que de paso es un chef importante.

—¿Importante?

—¿No te lo dijo? Es uno de los 5 mejores chef en Estados Unidos.

—Oh...sí ya lo sabía. —mintió.

—Seguro que sí. Bueno me tengo que ir pero recuerda que es mejor que no pierdas tu tiempo, haciéndote ilusiones. El romanticismo y el amor están sobre evaluados.

—Lo tendré en cuenta. Adiós madre. —le colgó e inmediatamente se fue al baño y devolvió todo su almuerzo. Se fue hasta donde estaban las toallas de papel, se limpió y se sintió un poco mareada, la oficina empezó a dar vueltas en su cabeza. Sentía su corazón palpitar muy fuerte y de un momento a otro se desmayó.

Cuando despertó estaba en una camilla de hospital, tenía un aparato conectado y una intravenosa. Alzó la vista y lo primero que vio fue a una enfermera que le sonreía y le hablaba pero ella estaba tan mareada que no sabía qué era lo que decía.

Unos minutos después vio a Desiree llegar y tocarle un lado de la cara, luego le dio un beso.

—Corazón me has tenido muy preocupada. Cuando te encontré tirada en la oficina, sin ningún color, pensé lo peor. Gracias a Dios todo salió bien y no fue más que un susto, pero el doctor Ackerman dice que tienes comienzos de gastritis y notó que te falta potasio en la sangre, me dijo que cuando te sintieras mejor quería hablar contigo.

—¿De qué?

—No lo sé, pero me dijo que era serio.

Carly estaba nerviosa, si el médico se daba cuenta de que ella vomitaba todo y tomaba diuréticos para bajar de peso, se formaría un problema. El hombre era muy amigo de su padre y la quería mucho. Todo el tiempo estuvo pendiente de ella y cuando su madre la sacó de su casa él le ofreció la suya, aunque Carly le dijo que no. Eso no fue impedimento para el buen doctor. Se las ingeniaba para aparecerse por el trabajo cuando ella menos pensaba o la llamaba por lo menos una vez por semana. Ella había estado evitándolo y sabía lo que él le diría cuando la viera.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes doctor. —le dio su mejor sonrisa para que el no la viera tan enferma.

—Te conozco desde que eras un bebé y esa sonrisa no me engañará. — Desi, ¿nos das un minuto?

—Claro que sí, doctor.

Cuando se quedaron solos, el doctor Ackerman la miró un largo tiempo sin hablar. Esa mirada la ponía nerviosa.

—Carly ¿Qué es lo que estás haciendo? —le dijo con reproche.

—Nada. ¿Por qué lo pregunta?

—Hace mucho tiempo que tuviste problemas con tu peso y pensé que habíamos superado esa etapa. Ahora resulta que tienes gastritis, te falta potasio y tienes taquicardia porque tu amiga me dijo que en varias ocasiones te ha dolido el pecho y te has quejado de que la tienes.

—Por favor, Ben. Ya no soy una niña — rodó los ojos.

—Entonces no te comportes como una. Sé que tu madre está detrás de este comportamiento y que siempre te ha sentir inapropiada, pero Carly eres una mujer hermosa, lista, trabajadora y muy dulce. ¿Quién no te adoraría?

—No sé. Estoy pasando un mal momento y me siento alterada, deprimida. Mi madre con sus comentarios no ayuda. — dijo con los ojos húmedos.

Él exhaló un largo suspiro.

—Te diré lo que vamos a hacer. Te concertaré una cita para mañana con nuestra Sicóloga, la doctora Smith. Es una buena persona y podrás contarle lo que tú quieras, lo que te está haciendo sentir mal. Esa será la condición para darte de alta mañana en la tarde. ¿Qué te parece?

—Está bien. Si eso es lo que se necesita, lo haré. —le dijo cansada.

—Después de eso, podemos vernos en el parque o en tú apartamento y hablaremos de todo lo que me quieras contar. Tenemos tiempo que no hablamos, me hace falta tú compañía.

Carly se sintió culpable, el doctor había perdido a su esposa unos años antes y se había refugiado en su trabajo, pero ellos siempre sacaban el tiempo para verse y desahogar su soledad el uno con el otro.

—Me parece una buena idea. —Lo acercó a ella y le dio un beso. —Gracias por preocuparte por mí.

—Eres la niñita de mi mejor amigo. Estoy seguro de que él hubiera hecho lo mismo por mí.

Diciendo esto se alejó y se marchó, no antes de que Carly viera la tristeza en sus ojos. Sabía que echaba de menos a su viejo amigo. Su padre y él eran como hermanos y se ayudaban en todo.

Cuando nuevamente se quedó sola, su celular timbró.

—¿Hola?

—Hola hermosa. —Esa voz le hacía sentir mariposas en el estómago.

—Hola Vitto. ¿Cómo te terminó de ir?

—Bueno además del hecho de que tuve que darme una ducha fría al llegar a casa, todo muy bien.

Ella se rió.

—No seas tan exagerado, que solo fue un abrazo.

—Sabes perfectamente lo que tu toque me hace. —le dijo bajando el tono de su voz.

En eso llegó una enfermera y le dijo que tenía que sacarle una nueva muestra de sangre. Carly tapó el auricular para que Vitto no oyera.

—¿Qué estás haciendo? —Ese hombre no se perdía una.

—Nada, solo hablo con una clienta.

—Oh, está bien. Entonces hablamos después, solo te llamaba para ver como estabas.

—Gracias, lo aprecio de verdad. Pero, ¿qué te parece si mejor hablamos mañana en la tarde? Estoy un poco cansada y mañana en la mañana voy a hacer un montón de vueltas.

—Bien. ¿Estás segura de que no te pasa nada? —ella sabía que él presentía que algo no estaba bien, pero no quería que se enterara de lo que le estaba pasando.

—Sí, no te preocupes. Estoy perfectamente.

—Entonces, hablamos mañana. Soñaré contigo. Un beso.

—Un beso, adiós.

Colgó el teléfono y sintió el pinchazo de la aguja en el otro brazo. Dolió pero trato de restarle importancia, siempre había sido alérgica a todo lo que tuviera que ver con hospitales.

Desi, llegó a despedirse porque ya estaba por terminarse la hora de visitas.

—Te veré mañana, corazón.

—No te preocupes voy a estar bien, me acaban de sacar sangre pero también me pusieron algo para relajarme. Dormiré toda la noche.

—Bien, eso me tranquiliza un poco. Mañana a las diez de la mañana estoy aquí.

—Desi, no deberías. ¿Quién se quedará en el spa?

—Mañana llega una de las dos auxiliares que estábamos esperando y su periodo de prueba comienza a las 8 de la mañana. Será una semana y luego veremos. Además, le dije a una de las masajistas de mi otro centro de estética que se fuera para el de South Beach, solo por el día de mañana.

—Piensas en todo amiga.

—Claro que lo hago. —le dijo riendo. Me voy ahora, por favor cuídate y descansa.

—Lo haré, gracias por estar aquí conmigo.

—No tienes nada que agradecer, para eso son las amigas. Te quiero.

—Yo también. Adiós.

Desiree salió y ella se quedó un rato con los ojos cerrados. Luego vio televisión un rato y se durmió.

La mañana comenzó con una baño rápido a las cinco de la mañana y un desayuno horroroso. Luego oyó música desde su MP4 hasta que llegó Desi. Hablaron y discutieron cosas del spa, hasta que vino una enfermera por ella, para ir a ver a la sicóloga.

La doctora Smith resultó ser una mujer en sus cincuentas, muy bonita y viuda, como Ackerman. Su personalidad de Cupido salió a relucir inmediatamente.

—Hola Carly, me han hablado mucho de ti.

—A mí también me han hablado de usted doctora.

—Espero que cosas buenas.

—Sí, muchas cosas buenas. ¿Hace mucho que se dedica a esta profesión?

—Desde hace 30 años y todavía me encanta.

—Ya veo. Yo también sé lo que es amar una carrera. La mía me apasiona.

—¿De verdad?

—Si, en realidad desde niña, aunque a mi madre nunca le gustó.

—¿Porque no le gustaba?

—Bien, la verdad es que ella decía que yo no era para esa carrera por lo gorda que estaba.

—Y ¿Cómo fue que te decidiste a estudiarla, sin que te afectara lo que ella pensaba?

—La verdad es que tuve que irme de mi casa para lograrlo.

—¿Cómo fue esa época?

—Muy dura, hubo días en los que pasé hambre porque tenía que ahorrar para la matrícula, el arriendo y los buses. Luego mi amiga Desiree, me ayudó y mi vida mejoró.

—¿Y tu relación con tu madre, se mantuvo lejana?

Carly le contó de su relación con su madre, de su padrastro, de la soledad en la que estaba e incluso llegaron a tocar el tema de Vitto.

—Carly debo ser sincera contigo. —le dijo la doctora después de un tiempo de estar hablando con ella. —Tu situación con la familia, tu ansiedad por el nuevo spa, tu relación con tu pretendiente por así decirlo, ya que me dices que no son exactamente novios, todo esto está provocando trastornos alimenticios y esto es una enfermedad.

—¿Enfermedad?

—Carly tu sufres de Bulimia y creo que lo sabes hace tiempo. Por lo general tendemos a evadir la realidad cuando no nos gusta algo que hacemos y que sabemos que nos hace daño.

—No, yo no sufro de bulimia, nunca he sufrido de eso, es solo que a veces soy muy glotona y después me siento mal y vomito.

—No. Tú comes por ansiedad y vomitas introduciéndote los dedos recurrentemente. A veces dejas de comer y te matas haciendo ejercicio sola en tu casa, hasta el agotamiento, usas laxantes o diuréticos sin control alguno y cuando por fin te decides a comer algo que va a quedar en tu estómago, lo haces a deshoras, tu autoestima no está bien, percibes tu figura de una manera errónea y por último pasas deprimida.

—¿Cómo sabe usted todo eso de mí?

—Yo no sé nada de ti Carly, lo que te describo es el comportamiento típico de una persona bulímica. —le habló muy delicadamente.

Carly se quedó fría, se sorprendió por lo que le estaban diciendo. No había querido aceptar que sufría de una grave enfermedad. Si no se cuidaba a tiempo, podría incluso morir.

—No te alteres, estas aquí y eso es lo que importa. Ahora vamos a encargarnos de que las cosas mejoren y ya no sientas más ansiedad ni depresión.

—Pero ¿Qué es lo que hace que una persona sufra de esta enfermedad? —preguntó, sintiendo un nudo en la garganta.

—De hecho son muchas cosas. La presión de la sociedad, que valora los éxitos por estar delgados y estigmatiza la obesidad, las preocupaciones o los conflictos en tu entorno laboral o familiar, una mala relación con tus padres, el duelo por la muerte de un ser querido o la ruptura con tu pareja, pueden ser muchas cosas. En tu caso yo diría que uno de los detonantes fue la ausencia de tu padre y una familia muy exigente, en el caso de tu madre, además de una baja autoestima que ella misma se ha encargado de reforzar. Pero eso se puede solucionar.

—¿Cómo? — murmuró ella, sintiéndose cada vez más deprimida.

La mirada de la doctora saltó a su cara.

—Lo segundo es poner ánimo en tu semblante, —le dijo sonriéndole. Ya el primer paso lo has dado, que es buscar asesoramiento profesional para determinar la terapia que vas necesitar. Después de eso pienso que debes aprender a comprender y respetar tu cuerpo, no estar tan pendiente de la dieta y la delgadez. —Cuéntame una cosa, ¿Tienes pareja?

—No, solo salgo con alguien pero no es nada serio hasta ahora.

—Tengo tiempo, háblame de él.

Se extendió tanto contándole a la doctora que lo siguiente que supo fue que la hora se había terminado. La doctora era buena en lo que hacía y la verdad era que le había inspirado confianza. Quedaron de volverse a ver y luego Carly se preparó para irse a su casa.

Llegó a su habitación y se encontró con que Desi leía una revista muy concentrada.

—Hola. ¿Qué lees?

—Oh, Hola amiga. Estaba leyendo chismes de farándula. ¿Cómo te fue?

—Muy bien. Pero ahora solo quiero que me den de alta para irme a casa.

—Pues el médico ya vino y dejo la hoja con la que te dan de alta, así que solo tienes que recoger tus cosas y nos vamos.

—¡Que buena noticia! — dijo emocionada.

Se alistó, recogió sus cosas y salió con Desi. Cuando estaban en el carro y el teléfono sonó varias veces, era Vitto, pero ella no contestó. Llegaron a la casa y se encontraron con él en la entrada del edificio.

—Hola, me tenías preocupado.

—¿Por qué?

—Te llamé y no respondías, fui al spa y no te encontré así que vine a tu apartamento a ver si te había sucedido algo, te noté un poco rara ayer.

—Mejor subamos ¿Quieres?

—Está bien.

En eso, él vio a la mujer que estaba con Carly.

—Hola

—Hola Vitto ¿Como estas?

—Perdón, no los había presentado. Vitto ella es mi amiga y socia en el spa, Desiree.

—Hola Desiree, es un gusto conocerte.

—Lo mismo digo, ya me habían hablado de ti.

—¿Si? —preguntó mirando a Carly

—Seguro, Carly está muy agradecida por lo que has hecho por ella.

No era precisamente agradecimiento lo que él quería de Carly, pero era un buen comienzo.

Subieron las escaleras, llegaron al apartamento y Desi le dijo que se fuera a sentar al sillón mientras preparaba algo de té. Vitto se sentó a su lado y se acercó, tomo su rostro e hizo que lo mirara.

—Dime que es lo que sucede.

Suspiró.

—Estaba desde ayer en el hospital, porque me sentí un poco mal.

—¿Estás enferma? ¿Porqué no me dijiste nada?—le preguntó preocupado.

—Me he sentido mal del estómago y he estado algo débil, pero no quería preocupar a nadie.

—No me hubiera importado que me lo dijeras. —le dijo decepcionado de que ella no confiara en él. —Debes cuidarte nena. ¿Qué te dijo el médico?

—Dijo que debía comer a las horas adecuadas y no estar saltando el desayuno porque eso es lo que me ha dado gastritis.

—Entonces debes seguir las instrucciones al pié de la letra. —apretó su mano. —Yo te ayudaré.

—No tienes que hacer eso, tú y yo no somos...

—No somos novios. Sí lo sé, pero lo hago porque aunque no somos pareja, si somos buenos amigos. ¿Verdad?

Carly lo miró un rato, tratando de descubrir donde estaba el engaño y se dio cuenta de que decía la verdad. Asintió con la cabeza.

—Gracias por enésima vez, por todo lo que haces por mí.

Vitto la apretó contra su pecho.

—Todo va a salir bien. Ya verás.

Desde la cocina Desiree, no se perdía de nada. Veía la forma en la que él miraba a Carly. A ella no la engañaba. El hombre sentía mucho más de lo que decía y ella estaba encantada de que su amiga tuviera un hombre en su vida que la quisiera, que se interesara por su bienestar. Carly lo necesitaba. Un hombre así, podía devolverle la fe en la gente y la autoestima que tanto había minado su madre. Salió de la cocina y se dirigió a la sala con la bandeja de té.

—Aquí tienen.

—Muchas gracias Desi. —le dijo él.

—No hay de que, espero que te gusten las galletas, las hice yo. Siempre que hago en mi casa, le doy a Carly un paquete con varias.

Vitto le dio una probada y gimió.

—Están deliciosas. ¿Son de avena?

—Sí, era una receta de mi abuela.

—¿De verdad? Yo también hago muchas recetas de mi abuela en el restaurante. Fue ella quien me animó a estudiar cocina.

—¡Qué bien! Debes cocinar delicioso.

—La mejor manera de saberlo es que pruebes lo que hago. ¿Por qué no vas con Carly el domingo al bautizo de mi sobrino?

Desi lo pensó un rato.

—No lo sé... ¿Qué tal que a tu hermana no le guste la idea?

—Le encantará, te lo puedo asegurar. Mi familia es muy descomplicada y nos encanta la comida, de manera que habrá mucha para dar y convidar. ¿Qué dices?

—Vamos Desi, pasaremos un buen rato, la familia de Vitto es especial. —Carly la animó.

Vitto se sintió feliz porque Carly pensara de esa manera sobre su familia. Pensó que por algo se empezaba. Poco a poco se iría ganando el cariño y la confianza de ella.

—Bien, entonces nos vemos el domingo.

—¡Qué bueno! Me alegra de verdad, así Carly se sentirá todavía más en confianza. —dijo besando su mano.

Carly se dio cuenta de que el constantemente le besaba la mano, le tocaba un rizo del cabello, ponía una mano en su rodilla, era como si siempre tuviera necesidad de tocarla. Y para ser sincera, le gustaba mucho eso.

—Bueno chicas, creo que ya me tengo que ir.

—¿Tan pronto? —le preguntó Desi.

—Lo sé, pero creo que Carly debe descansar y yo tengo que irme nuevamente al restaurante, no quiero que mi hermano Giuseppe me diga vago. —les dijo sonriendo.

—Oh bueno, si es así, pienso que mejor le llegas a tiempo. —le contestó Carly.

—Estarás bien. Desi está contigo y la patrulla sigue ahí afuera.

—Sí, ahora solo quiero dormir. Todavía tengo el efecto de los analgésicos.

—Cuídala mucho Desi. —luego abrazó nuevamente a Carly.

—Claro que sí, que te vaya bien. —Desiree se levantó para acompañarlo a la puerta.

—No te preocupes ya conozco la salida —le dio un beso en la mejilla. Adiós.

—Adiós.

Nuevamente solas, Desi no pudo aguantarse.

—Carly me gusta ese chico. Se ve correcto y se preocupa por ti.

—Lo sé, pero es que con tantas cosas en mi cabeza en este momento, no podría tener una relación amorosa con nadie.

—Puedes Carly, solo debes olvidarte de todo y tratar de ser feliz. Date una oportunidad.

—Lo has visto. Es un hombre muy apuesto, acostumbrado seguro a salir con mujeres hermosas, tiene además muchos amigos y es muy sociable. Yo soy todo lo opuesto.

—No te menosprecies corazón, tú eres una chica valiosa, con mucho amor para dar, de buena posición social y aunque no lo veas, eres hermosa.

—Gracias Desi.

—No hay que dar las gracias cuando lo que digo es la verdad. Ahora vamos para que descanses y mientras tú lo haces, me voy al estudio a arreglar unas cuantas cosas del spa. Carly se rió, su amiga parecía una hormiguita. Siempre estaba pensado n el trabajo.

Tal vez Desi tenía razón y ella debía darle una oportunidad a Vitto.