Escena IX
DICHOS. TRILETZKI y YÁKOV
TRILETZKI. -(En el umbral de la puerta, a YÁKOV.) Vamos, ¿me anuncias?
YÁKOV. -Mi amo me ha dado instrucciones de...
TRILETZKI.-Ve y bésate con tu amo. Es tan burro como tú. (Entra.) ¿Es posible que no esté aquí? (Se deja caer en el diván.) ¡Es espantoso! (Se sobresalta al ver a PLATÓNOV.)
¡Oh, trágico, tu historia alcanza su punto culminante, ¿no? (Pausa.) PLATÓNOV. -¿Qué quieres?
TRILETZKI.-Te tumbas aquí, ¿eh? Desgraciado. ¿Cómo no te da vergüenza? Siempre dispuesto a filosofar, a predicar, ¿verdad?
PLATÓNOV. -Háblame como a un ser humano, Nikolai. ¿Qué quieres?
TRILETZKI. -Eres verdaderamente una mala bestia, Platónov. (Se sienta y se cubre el rostro con las manos.) ¡Qué desgracia, qué desgracia! Pero ¿cómo iba a preverse?
PLATÓNOV.-¿Qué ha sucedido?
TRILETZKI.-¿Qué ha sucedido? ¿No lo sabes? Pero esto te concierne... ¡Ya no tienes tiempo!
ANA.-Nikolai Ivánovich.
PLATÓNOV.-¿Se trata de Sasha? ¡Habla. Nikolai! ¡Lo que faltaba! ¿Qué le ha sucedido?
TRILETZKI.-Ha hervido una cacerola llena de fósforos y se la ha bebido.
PLATÓNOV. -¿Que dices?
TRILETZKI. -(Gritando.) ¡Se ha envenenado con fósforo! (Se pone en pie de un salto, va hacia PLATÓNOV y agita un papel ante sus ojos. Grita.) ¡Toma..., lee..., lee..., señor filósofo1.
PLATÓNOV.-(Leyendo.) «Suicidarse es un pecado, ya lo sé. Pero, querido, acuérdate de mí. Lo he hecho porque no podía más. Ama a nuestro pequeño Kolia como yo lo amo.
Vela por mi hermano. No abandones a nuestro padre. Vive según las Escrituras. La llave del aparador de madera está en mi traje de lana.» (TRILETZKI se derrumba de bruces en el diván.)
PLATÓNOV. -¡Mi tesoro!... ¿Dónde está?... Voy a buscarla. Comenzaremos una nueva vida.
TRILETZKI. -Una buena corrección es lo que te mereces. Ponte el sombrero y corramos. Has destruido una mujer para nada, Platónov. Y, no obstante, todas estas personas que te rodean te quieren. Consideran que eres un sujeto interesante y que tu mirada se halla oscurecida por un noble dolor. Pues bien: vamos a contemplar sobre el terreno el embrollo que ha provocado este ser excepcional.
PLATÓNOV. -Ya es bastante, Triletzki. Ya son inútiles las palabras.
TRILETZKI.-Fue una suerte para ti que yo saliera esta mañana temprano. De no haberlo hecho así, ella estaría muerta. (Reacción de PLATÓNOV.) ¿Comprendes? Vamos. Vamos.
No quieras cambiarla por diez espíritus excepcionales como el tuyo.
PLATÓNOV. -Espera... Espera... ¿Dices que no está muerta?
TRILETZKI. -¿Preferirías que lo estuviera?
PLATÓNOV.-(Grita.) ¡No está muerta! No comprendo en modo alguno... ¿No está muerta? (Abraza a TRILETZKI.) ¡Está viva! (Ríe.) ¡Está viva!
ANA.-No comprendo nada. Hable más claramente, Triletzki. Estamos hoy todos en ridículo, y a mí no me gusta esto. ¿Qué significa esa carta?
TRILETZKI. -Ella la escribió... Sería póstuma, si yo no hubiese llegado a tiempo. Ahora bien, no se halla aún fuera de peligro. Necesita grandes cuidados. (A PLATÓNOV.) Te lo ruego, apártate de mí.
PLATÓNOV. -Me asustaste mucho. ¡Dios mío! ¡Está viva aún! Es decir, ¿La salvaste?
¡Querido mío! (Besa a TRILETZKI.) ¡Querido! (Ríe a carcajadas.) Hasta el presente me he burlado de los médicos: ahora tendré confianza en ellos. Aun en ti. La salvaremos. (Besa la mano de ANA PETROVNA.) Voy a volverme loco de felicidad. Agua, querida; un vaso de agua y me voy (ANA coge el jarro y vase.)
PLATÓNOV. -Si ella desapareciese, ¿quién merecería y vivir? Me siento mal. (Se sienta en el diván.) Un momento de reposo y enseguida iremos. ¿Estará muy débil, como es natural?
TRILETZKI.-Sí. Tú pareces sumamente contento.
PLATÓNOV.-¡He sentido tanto miedo!
ANA.-(Que entra y tiende un vaso a PLATÓNOV.) Yo también me he aterrorizado.
Debería ser uno más razonable. Bebe.
PLATÓNOV.-(Coge el vaso.) Gracias, querida. ¡Sí, soy un canalla, un canalla sin igual!
(A TRILETZKI.) Siéntate cerca de mí. (TRILETZKI se sienta.) Debes de estar muy cansado... Gracias, amigo. ¡Oh, mi mano, mi mano! Dame más agua, Nikolai... ¡La fiebre!... Se me nubla la vista.
TRILETZKI.-(Poniéndole la mano en la frente.) Ahora sí estás enfermo. Tal vez para tu bien. La enfermedad libera frecuentemente a la conciencia.
ANA. -(En voz baja a TRILETZKI.) Váyanse y que Dios le ayude. Les suplico que tranquilicen a Alexandra Ivánovna. (Entra IVÁN IVÁNOVICH)