Escena VIII

DICHOS, PETRIN y ABRAHAM VENGUÉROVICH. PETRIN entra con un periódico y se sienta. VENGUÉROVICH se sienta en un rincón. TRILETZKI.-(A IVÁN

IVÁNOVICH.) ¡Llora, padre!

IVÁN. -¿Por qué he de llorar?

TRILETZKI. -Pues, por ejemplo, de alegría... ¡Mírame! Esta es tu hija... (Señala a SASHA.) ¡Este es tu hijo! (Señala a PLATÓNOV.) ¡Y este joven es tu yerno! ¡La hija vale una joya! ¡Es una perla, papá! ¡Sólo tú pudiste engendrar una hija tan hermosa! ¿Y el yerno?

IVÁN. -¿Por qué, amigo mío, debo llorar? No hay que llorar.

TRILETZKI. -¿Y el yerno? ¡Oh..., vaya yerno! ¡No encontrarás otro como él, aunque recorras todo el universo! ¡Es honrado, generoso, magnánimo, justo! ¿Y el nieto? ¡Es un diablillo! Agita los brazos, los tiende hacia adelante y constantemente dice con voz chillona: «¡Babo! ¡Babo! ¿Adónde está el babo? ¡Traédmele aquí, al pilluelo, traedme aquí sus bigotitos!»

IVÁN.-(Saca un pañuelo del bolsillo.) ¿Por qué tengo que llorar? ¡Bueno, gracias a Dios! (Llora.) No hay que llorar.

TRILETZKI. -¿Lloras, coronel?

IVÁN.-No... ¿Por qué? ¡Bueno. gracias a Dios!... ¿Qué?...

PLATÓNOV.-¡Acaba ya, Nikolai!

TRILETZKI. -(Se levanta y se sienta al lado de BUGROV.) ¡Ahora el «temperamento»

es cálido, Timofei Gordéievich!

BUGROV. -Efectivamente. Hace un calor semejante al que hay en el techo de la casa de baños. Un «temperamento» de unos treinta grados, cabe suponer.

TRILETZKI. -¿Qué significará esto? ,Por qué hace tanto calor, Timofei Gordéievich?

BUGROV. -Usted lo sabrá mejor.

TRILETZKI. -Yo no lo sé. Yo soy doctor.

BUGROV. -A mi juicio, hace tanto calor porque usted y yo nos reiríamos si en el mes de junio hiciese frío. (Risas.)

TRILETZKI.-Ya... Ahora comprendo... ¿Qué es mejor para la hierba, Timofei Gordéievich, el clima o la atmósfera?

BUGROV. -Todo es bueno, Nikolai Ivánovich, pero, para el trigo, la lluvia es más necesaria... ¿Qué provecho tiene el clima, si no llueve? Sin lluvia, el clima no vale ni un comino.

TRILETZKI. -Ya... Eso es verdad... Por su boca, cabe pensar, habla la propia sabiduría.

¿Y qué opinión tiene usted, señor comerciante, respecto a todo lo demás?

BUGROV. -(Se ríe.) Ninguna.

TRILETZKI. -Lo que también era necesario demostrar. ¡Usted es un hombre inteligentísimo, Timofei Gordéievich! Bueno, ¿qué opina usted acerca de un truco astronómico, para que Ana Petrovna nos dé de comer? ¿Eh?

ANA. -¡Espere, Triletzki! ¡Todos esperan, espere también usted!

TRILETZKI.-Ella no conoce nuestros apetitos. No sabe cómo todos nosotros, y en particular usted y yo, queremos beber. ¡Pero beberemos y comeremos bien, Timofei Gordéievich! En primer lugar... En primer lugar... (Cuchichea a BUGROV al oído.) ¿Está mal? Esto por la corbata... Crematum simplex, Allí hay de todo: y para consumir en el lugar donde se compra, y para ser consumido fuera del establecimiento... Caviar, lomo de esturión seco, salmón, sardinas... Además, un pastel de seis o siete pisos... ¡Así de grande!

Está relleno con todas las maravillas de la flora y de la fauna del Viejo y del Nuevo Mundo... Con tal que sea pronto... ¿Tiene mucha hambre, Timofei Gordéievich?

Sinceramente...

SASHA.-(A TRILETZKI.) ¡No quieres tanto comer como armar jaleo! ¡No te gusta que la gente esté sentada tranquila!

TRILETZKI. -No me gusta que maten a la gente de hambre, ¡gordinflona!

PLATÓNOV.-Acabas de decir una agudeza, Nikolai Ivánovich. ¿Por qué no se ríen con ella?

ANA. -¡Ah, qué pesado es! ¡Qué pesado es! ¡Es el colmo de la impertinencia! ¡Esto es terrible! ¡Espere, mala persona! ¡Le daré de comer! (Hace mutis.) TRILETZKI. -Ya hace tiempo que debías haberlo hecho.