II
NOTA AL CAPITULO VI

Retrato a la pluma de Lake Harris, por Lorenzo Oliphant

«Mucho fué lo que se discutió acerca de los raros cambios de Mr. Masollam. Su voz parecía tener dos tonos, y al pasar de uno a otro, causaba el efecto de un eco repitiéndose a distancia, una especie de fenómeno de ventriloquía poco agradable al oído. Cuando hablaba con la que podría llamarse su voz «cercana», era generalmente rápido y vivo; cuando pasaba de ella a la voz —lejana» era solemne e impresionante. Su cabello, que un día fué negro corvino, estaba ahora surcado por hilillos blancos, pero era aún abundante y caía en melena sobre sus orejas y hasta cerca de los hombros, dándole aspecto leonino. Sus cejas eran pobladas y los ojos parecían luces llameantes en el fondo de obscuras cuencas. Como su voz, tenían también una doble expresión, lejana o cercana, enfocando los objetos como un telescopio, y aumentaban desmesuradamente de tal modo que parecían querer lanzar la visión más allá de sus límites naturales. A veces parecía que perdían la sensación de la realidad, dando impresión de ceguera, pero de súbito las pupilas se ensanchaban y lanzaban como rayos en medio de la tempestad, imprimiendo al rostro un aspecto extraordinariamente brillante. La boca aparecía medio oculta por un poblado bigote y por una larga barba algo gris. Sería querer penetrar en los secretos de la Naturaleza o por lo menos en los de Mr. Masollam, investigar si aquellos cambios bruscos en su expresión eran voluntarios o no. En menor escala esos cambios son naturales en todos; según la clase de emociones que sentimos, así es nuestra expresión. La particularidad de Mr. Masollam consistía en que sus cambios de expresión eran tan rápidos y tan intensos, que cabía la sospecha de que fueran debidos a una rara facultad. Tenía un poder de cambiar de aspecto, que en las demás personas, especialmente en las del bello sexo, se ejerce siempre contra la voluntad... En una hora se transformaba en un hombre anciano. Y ese cambio se operaba con tal naturalidad, de una manera tan franca en la expresión y en las maneras, que dejaba perpleja a la gente. Diríase que tenía dos caracteres en uno solo, lo cual entrañaba un curioso problema moral y fisiológico, atractivo y solamente molesto por el hecho de ser insoluble: aquel hombre podía ser el mejor de los malos hombres.»