CAPITULO XVIII
ECTOPLASMA

Desde los primeros tiempos los espiritistas afirmaron la existencia de alguna materia física como base de los fenómenos. En la literatura espiritista de la primera época se encuentran cien veces descripciones del denso vapor semiluminoso que se exhala de los costados y de la boca del medium y que es confusamente visible en la obscuridad. Los autores fueron aún más lejos observando cómo el vapor se iba solidificando en una substancia plástica en la que se moldeaban las distintas estructuras que aparecían en la sala de sesiones. Las observaciones más científicas posteriores confirman lo que los precursores establecieron.

Ya en 1877, el juez Peterson declara que vió con el medium W. Lawrence «una nube lanosa» que pareció brotar de uno de los costados de éste y que gradualmente adquirió la forma de un cuerpo sólido. Habla también de una figura formada con «una bola de luz». Jaime Curtis, experimentando con Slade en Australia, percibió en 1878 «un vapor gris a manera de nube» que iba formándose y acumulándose hasta tomar la apariencia de una figura completamente materializada. Alfredo Russell Wallace, operando con el Dr. Monck, ve una «masa blanca», que gradualmente toma la forma de una «columna de apariencia nubosa». La misma expresión de «columna nubosa» es usada por Mr. Alfredo Smedley, refiriéndose a una aparición obtenida con el medium Williams, en la que se manifestó John King, hablando también de éste como de «una nube ligeramente iluminada». Sir Williams Crookes vió, actuando con el medium; D. D. Home, una «nube luminosa» que se condensó hasta tomar la forma perfecta de una mano. Mr. C. A. Brackett, que operó con la medium Elena Berry en los Estados Unidos, el año 1875, habla de «una substancia blanca como una nubecilla» que fué extendiéndose y alcanzó cuatro o cinco pies de altura, «hasta que súbitamente surgió la forma completa, redonda, de Berta». Mr. Edmundo Dawson Rogers, describiendo la sesión celebrada con Eglinton en 1885, alude a «una substancia blancuzca» salida de uno de los costados del medium. Mr. Vincent Turvey consigna la aparición de «una substancia roja y viscosa» desprendida del medium con quien investigaba. Pero más interesante que la de esos testimonios es la definición dada por la extraordinaria medium especialista en materializaciones, Madame d'Esperance, la cual dice: «Me parecía sentir como si tiraran de hilos finísimos a través de los poros de mi piel». El Dr. Crawford habla de «varillas psíquicas» y de materia «parecida a exporos». Y en El Espiritista puede leerse que el espíritu materializado de Catalina King, manifestado a través de Miss Florencia Kook, «estaba unida con la medium por medio de hilos ligeramente luminosos y de apariencia nubosa».

Uno de los concurrentes al círculo de Madame d'Esperance, hace la siguiente descripción de producción de ectoplasma:

«Primero observóse en el suelo, frente a la cabina, un trozo de algo blanco y de apariencia membranosa o nubosa, que gradualmente fué extendiéndose como si fuera una porción de muselina animada que se hubiera doblado varias veces. Sus dimensiones serían de tres pies por dos y medio, y unas cinco o más pulgadas de grueso. Toda aquella masa comenzó a elevarse paulatinamente por su parte central, como si hubiera debajo una cabeza humana, al tiempo que la especie de membrana nubosa que descansaba en el suelo tomaba la apariencia de una túnica cayendo en pliegues alrededor de la porción que ascendía tan misteriosamente. Cuando alcanzó la altura de dos o más pies, diríase que la forma era la de un niño cuyos brazos se movieran en todas direcciones, cual si manifestara tener algo debajo de aquella envoltura. Así continuó ascendiendo, bajándose a veces para subir nuevamente a más altura que antes, hasta alcanzar unos cinco pies de elevación. En aquel momento pudo verse a la forma arreglándose los pliegues de la vestidura al nivel de su rostro. Levantó luego los brazos a bastante altura sobre la cabeza, y abriéndose paso a través de la masa nubosa de la vestidura, apareció ante nuestros ojos Yolanda, descubierta, bella y graciosa, de cinco pies a lo sumo de estatura, cubierta la cabeza con una especie de turbante por debajo del cual se desbordaban sus largos cabellos negros que cayeron sobre sus hombros y espalda... Todo esto se realizó en diez o quince minutos» («Tierra Sombría», por E. d'Esperance, 1897, págs. 254 − 5).

Mr. Edmundo Dawson Rogers, en su obra «Vida y Experiencia», describe un caso análogo, al que estuvieron presentes, aparte del medium Mr. Eglínton, catorce personas, todas ellas muy conocidas. Dice que durante la sesión, la luz era suficiente «para que todos y todo pudiera ser observado en la habitación», de suerte que cuando la «forma» permaneció ante él, «pudo distinguir claramente todos sus detalles». Mr. Eglinton, sumido en trance, estuvo andando por la habitación, entre los concurrentes, por espacio de cinco minutos. A continuación, «comenzó a emitir de sus costados, en ángulo recto, una substancia blancuzca que cayó a su lado izquierdo. Aquella masa de materia blanca depositada en el suelo, aumentó de volumen, comenzó a palpitar, a moverse de abajo arriba, a deslizarse de un lado a otro, como impulsada por una fuerza motriz que parecía hallarse en el interior de sí misma. Alcanzó la altura de unos tres pies, y poco después, aquella «forma», rápida y silenciosamente, adquirió toda su estatura. Con un vivo movimiento de la mano, Mr. Eglinton separó la materia blanca que cubría la cabeza de la «forma» y en parte cayó por encima de los hombros de ésta, convirtiéndose en vestidura. El lazo de unión con el costado del medium, se cortó o se hizo invisible, y la «forma» avanzó hasta Mr. Everitt, le dió un apretón de manos y se mezcló entre los reunidos, teniendo con casi todos ellos la misma fineza».

Esto acaeció en Londres el año de 1885. En 1905 ocurrió lo siguiente en una sesión que tuvo lugar en Argel, con la medium Eva, conocida entonces bajo el nombre de Marta Beraud:

«En aquella ocasión Marta estaba sola en la cabina. Después de una espera de veinticinco minutos, la misma Marta descorrió por completo la cortina y se sentó en su silla. Casi inmediatamente —siendo Marta completamente visible por todos los concurrentes, los cuales podían, por lo tanto, distinguir con toda claridad sus manos, su cabeza y su cuerpo— vimos una cosa blanca y diáfana que aumentaba gradualmente de volumen al lado de Marta. Primero parecía como un trozo de nube situado junto al codo derecho de Marta y unida, al parecer, a su cuerpo; era muy movible y fué creciendo rápidamente hacia abajo y hacia arriba hasta adquirir la apariencia amorfa de una columna nubosa que llegó a dos pies por encima de la cabeza de Marta. No pude distinguir cabeza ni manos; lo que yo vi parecía una nube de copos blancos con brillo variable, que se condensaba gradualmente, concentrándose alrededor de un cuerpo invisible para mí». (Madame X.: «Anales de Ciencia Psíquica», vol. II, pág. 305).

Este relato compagina perfectamente con los de sesiones que tuvieron lugar muchos años antes. Pero si comparamos las apariciones de ectoplasmas de hace cuarenta y cincuenta años, con las de nuestros días, se observa cuánto más notables fueron aquellos primeros resultados. Ello se debió a que si bien los métodos entonces empleados eran «anticientíficos», según el criterio de muchos investigadores psíquicos modernos, los primeros experimentadores observaron mejor la regla espiritista, rodeando al medium de una atmósfera de amor y cordialidad.

Comentando las primeras materializaciones ocurridas en Inglaterra, dijo El Espiritista (1873, págs. 82 − 3):

«El estado de espíritu de los observadores se traduce en efectos ópticos durante las sesiones. La gente mundana y precavida no consigue presenciar más que débiles manifestaciones de los espíritus, los cuales tienen en tales circunstancias un aspecto pálido de fantasma, cosa, por lo demás, corriente cuando el poder del medium es escaso. (Esta descripción coincide singularmente con la de muchos de los rostros vistos en las sesiones con Eva). En cambio, las personas con cuya presencia el medium se siente completamente a su gusto, ven manifestaciones completamente puras, claras. Y es que los fenómenos espiritistas están gobernados por leyes fijas, pero actúan de tal modo, que los resultados son de un carácter especial cuando también es gente especial la que los presencia.»

Mr. E. A. Brackett, autor del notable libro «Apariciones materializadas», expresa el mismo juicio, y aunque esto cause irrisión en los círculos pseudos científicos, encierra una profunda verdad. He aquí sus palabras cuya importancia no está en su interpretación literal, sino en el espíritu de las mismas:

«La llave que abre las glorias de la otra vida, es el afecto puro, sencillo y confiado como el que impulsa al niño a arrojarse en brazos de su madre. A aquellos demasiado ufanos de su intelectualismo, semejante gesto les parecería una renuncia de lo que llaman ejercicio de sus facultades superiores. Debo declarar por lo que a mí se refiere, que hasta el momento en que me decidí a adoptar, sinceramente y sin reservas, aquella actitud, nada pude saber de esos asuntos, los cuales, en vez de ofuscar mi razón y mi juicio, han dado a mi mente una percepción más clara y más inteligible que la que antes tenía. Ese sentimiento de delicadeza, de afecto amoroso que es la esencia de las predicaciones de Cristo, eternamente bellas, es el que debe encontrar su expresión íntegra en nuestra relación con los espíritus.»

Si alguien pensara por lo que precede, que el autor era un pobre y crédulo juguete con quien cualquier medium podía entretenerse, el contenido de su excelente libro puede probarle lo contrario. Mr. Brackett había sido un escéptico, lleno de dudas y perplejidades hasta que, por consejo de un espíritu materializado, decidió echar a un lado toda clase de reservas, y como él mismo dijo: «Saludar a aquellas formas como queridos amigos desaparecidos, venidos desde lejos, tras una ardua lucha para llegar hasta mí». Su conversión fué instantánea:

«Desde aquel momento —afirma— las formas que parecían carecer de vitalidad, estuvieron dotadas de una fuerza maravillosa. Surgían para saludarme, me tendían los brazos y las que hasta entonces se habían mostrado sordas, respondían ahora a mis llamamientos; rostros que antes, más bien parecían máscaras, se mostraban ahora radiantes de belleza. Una que se me apareció como sobrina mía... me favoreció con toda clase de demostraciones de afecto, y echándome los brazos al cuello y reposando la cabeza en mi hombro, me miró y dijo: «Ahora podemos todos acercarnos a ti».

Gran lástima fué que Eva no tuviera ocasión de desplegar sus facultades ante los miembros de la Sociedad Psíquica en una de esas sesiones espiritistas impregnada de una atmósfera de cariño, porque no hay duda que se habrían podido producir investigaciones de muy distinto orden. En prueba de ello, citaremos el hecho de que Madame Bisson, en una sesión familiar privada, obtuvo con su amiga magníficos resultados jamás alcanzados con los recelosos métodos de los investigadores científicos.

Eva, o Eva C., como se la conoce ordinariamente indicando la inicial C., su apellido Carriere, puede decirse que fué la primer medium de materializaciones, sometida a investigación científica. Ello ocurrió el año 1903 en una serie de sesiones celebradas en la «Villa Carmen», de Argel, con el profesor Carlos Richet, cuya observación de la curiosa materia blanca que parecía fluir de la joven, llevóle a crear la palabra «ectoplasma». Eva tenía entonces diez y nueve años de edad, encontrándose en la plenitud de sus facultades, que más tarde habrían de quedar minadas merced a los largos años de investigación forzada. Varias veces se intentó rodear de una atmósfera de duda los resultados conseguidos por Richet, pretendiéndose que las figuras materializadas eran en realidad criados disfrazados, pero lo cierto es que los experimentos se llevaron a cabo a puertas cerradas y que los mismos resultados consiguiéronse en otras circunstancias análogas. Por lo demás, casi es de justicia el que el profesor Richet sufriese tales críticas molestas y desleales, ya que en su gran obra «Treinta años de investigación psíquica», se muestra poco amable con los mediums, dando crédito a las fábulas que los desprestigian, y procediendo de acuerdo con el principio de que ser acusado es tanto como ser condenado.

Richet describe extensamente en los «Anales de Ciencia Psíquica» la aparición con Eva de la forma materializada de un hombre que a sí mismo se llamaba «Bien Boa». Según el ilustre profesor, aquel hombre poseía todas las condiciones necesarias para la vida. «Anda, habla, se mueve y respira como un ser humano. Su cuerpo es resistente y posee cierta fuerza muscular. No es ni una figura terrenal, ni un simulacro; es un hombre que vive, y es menester rechazar resueltamente cualquier otra suposición distinta de una de las dos siguientes: es un fantasma dotado de todos los atributos de la vida, o es una persona que representa el papel del fantasma». (Obra citada, vol. II, pág. 273). Con toda minuciosidad expone luego las razones que obligan a rechazar la última de las dos posibilidades.

De algunas características de la forma, dice:

«Bien Boa procura acercarse a nosotros, pero diríase que cojea; su marcha es vacilante. No puedo decir si anda o si resbala. En un momento dado tropieza como si fuese a caer, cojeando de un pie, al parecer incapaz de sostenerle: tal al menos es mi impresión personal. Luego se dirige hacia la cortina, y sin descorrerla se hunde, desaparece en el suelo, oyéndose al mismo tiempo un ruido: clac, clac, como el que produciría un cuerpo al caer.»

Durante el desarrollo de esa escena la medium estaba en la cabina, perfectamente observada por otro testigo, Gabriel Delanne, director de la Revista del Espiritismo.

Richet prosigue:

«Poco después (dos, tres o cuatro minutos), delante de la cortina, a los mismos pies del general, otro testigo, vemos de nuevo la misma bola blanca (¿la cabeza?), la cual sube rápidamente, casi perpendicularmente, hasta la altura de un hombre y luego súbitamente se hunde en el suelo con el mismo ruido¡clac, clac! de la caída de un cuerpo. El general siente en sus piernas el choque de la forma al caer.»

La súbita aparición y desaparición de la figura era tan parecida a la acción de salir y esconderse por medio de una trampa, que al día siguiente Richet examinó minuciosamente el pavimento de la habitación, que era de baldosas y servía de techo a la cochera situada debajo, sin hallar señal de trampa alguna.

Para desvanecer los absurdos rumores de su existencia, pidió más tarde a un arquitecto que practicase un reconocimiento de ambas habitaciones y le certificase el resultado. Tuvieron aún mayor interés aquellas manifestaciones porque anteriormente, en París, rara vez había logrado la medium materializaciones completas.

Richet llevó a cabo con Bien Boa un curioso experimento. Le hizo respirar en su frasco de agua de barita para ver si el aire inhalado contenía dióxido de carbono. Aunque con gran dificultad, la forma hizo lo que se le pedía, y en el líquido se produjo la reacción esperada. Durante el experimento, estuvo a la vista de todos la medium y junto a ella se sentó uno de los testigos.

Richet registra un divertido incidente de aquella sesión. Cuando el agua de barita se puso blanca, los asistentes exclamaron: «¡Bravo!», y entonces la forma de Bien Boa entreabrió la cortina y apareció tres veces, saludando como un actor que es llamado a escena.

Richet y Delanne tomaron fotografías de Bien Boa, las que, a juicio de Sir Oliver Lodge, son de lo más perfectas en su género. Un detalle que llama poderosamente la atención en ellas es que un brazo de la medium aparece plano, lo cual revela el proceso de desmaterialización parcial que con tanta claridad se vió en otra medium, Madame d'Esperance. Richet observa oportunamente (obra citada, vol. II, pág. 288): «No temo declarar que el vacío de aquella manga, lejos de demostrar la existencia de fraude, prueba, por el contrario, que no le hubo, hablando más bien en favor de una especie de disgregación material de la medium que ésta no podía sospechar».

He aquí el relato de una espléndida materialización presenciada por Richet en la Villa Carmen:

«Casi en el mismo momento en que las cortinas fueron echadas se abrieron de nuevo, apareciendo entre ellas el rostro de una mujer joven y hermosa que llevaba una corona en la cabeza y una especie de cinta dorada o de diadema en torno de sus cabellos rubios. Reía a carcajadas y parecía muy alegre; recuerdo muy bien su risa y sus dientes, como perlas. Asomó dos o tres veces la cabeza, ocultándola luego, como un muchacho que se entretuviera jugando al escondite.»

La aparición pidió a Richet que otro día llevara unas tijeras para cortar una guedeja de la cabellera de la «reina egipcia», como a sí mismo se llamó. Y así lo hizo el profesor al siguiente día:

«La «reina egipcia» volvió, pero sólo nos mostró la corona de su cabeza y una cabellera tan rubia como abundante; demostraba impaciencia por saber si yo había llevado las tijeras. Entonces cogí parte de sus largos cabellos, pero apenas pude distinguir el rostro, oculto detrás de la cortina. Cuando estaba a punto de cortar una guedeja de la parte superior de la cabeza, una mano enérgica que se movió detrás de la cortina me obligó a bajar el brazo y a cortar sólo a unas seis pulgadas de la punta del pelo. Como cortaba despacio, la forma dijo en voz baja: «¡Aprisa, aprisa!», y desapareció. Conservo el mechón de pelo, que es muy fino, sedoso y de color natural. Su examen al microscopio prueba que se trata de cabello real, y me aseguran que una peluca del mismo costaría un millar de francos. El cabello de Marta es muy negro y más bien corto». (Obra citada, página 508). Aludiremos de paso a lo que Richet llama «innobles cuentos de periódicos». Alguno de éstos publicó una supuesta confesión de engaño atribuida a la medium, así como también la no menos falsa afirmación de un cochero árabe al servicio del general Noel, dueño de la Villa Carmen, el cual aseguraba haber representado el papel de fantasma en la finca. Baste decir que jamás tuvo acceso aquel cochero al salón de las sesiones y que la medium desmintió siempre públicamente el cargo que se le hizo. Richet declaró que aun habiendo sido cierta la acusación, los investigadores psíquicos conocen el valor que hay que dar a semejantes revelaciones, sólo demostrativas de la versatilidad de los mediums. Resumiendo las sesiones de Villa, Carmen, Richet dice:

«Las materializaciones producidas por Marta Beraud son de la mayor importancia. Han aportado numerosos hechos que ilustran el proceso general de las materializaciones, suministrando a la ciencia metapsíquica datos completamente nuevos e imprevistos.»

La primera investigación sistemática del ectoplasma, fué emprendida por Madame Bisson, viuda de Adolfo Bisson, hombre público muy conocido. Ello coloca a Madame Bisson al lado de su compatriota Madame Carie, en los anales de la ciencia. Madame Bisson tuvo considerable influjo personal sobre Eva, contra la cual nació, después de los experimentos realizados en Argelia, la intolerante persecución acostumbrada. La tomó bajo su protección y la proveyó de todo lo necesario, comenzando seguidamente una serie de experimentos que duraron cinco años, y dieron tan sólidos resultados, que no una, sino acaso varias ciencias, nacerán de ellos en lo futuro. En tales experimentos, trabajó de consuno con el sabio alemán, de Munich, Dr. Schrenck Notzing, cuyo nombre estará también eternamente unido a las primeras investigaciones acerca del ectoplasma.

Los estudios de ambos se desarrollaron entre 1908 y 1913, recogiéndose el fruto de ellos en la obra de Madame Bisson, «Los fenómenos llamados de materialización», y en la de Schrenck Notzing, «Fenómenos de materialización».

El método que empleaban consistía en obligar a Eva a que se desnudara bajo su estricta vigilancia y a que se pusiera una bata desprovista de botones y atada fuertemente a la espalda. Solamente la quedaban libres los pies y las manos. De esta suerte, era llevada a la habitación donde se verificaban los experimentos y a la que no entraba nunca fuera de aquellos momentos. A un extremo de la habitación, había un pequeño espacio cerrado con cortinas y abierto sólo por delante. El objeto de aquel espacio acotado era concentrar el vapor ectoplásmico.

Describiendo los resultados obtenidos por ambos, el sabio alemán dice: «Muchas veces pudimos comprobar que por un proceso biológico desconocido, surgía del cuerpo de la medium una materia semifluída al principio, que poseía alguna de las propiedades de una substancia viviente, sobre todo la facultad de cambiar, de moverse y de asumir formas definidas». Y añade: «Podría dudarse de la verdad de estos hechos si no hubieran sido centenares de veces verificados en el curso de pruebas laboriosas bajo condiciones tan variadas como rigurosas». ¿Puede darse, por lo que a esa substancia se refiere, una reivindicación más completa de aquellos espiritistas que en el espacio de varias generaciones sufrieron con paciencia que el mundo les ridiculizara? Schrenck Notzing dice en uno de sus escritos, exhortando a su animosa compañera de trabajo para que no decayese: «No desmaye en sus esfuerzos para abrir un nuevo dominio a la ciencia, ni por ataques insensatos, ni por calumnias cobardes, ni por la violencia de los malévolos, ni por cualquier forma de intimidación. Adelante en el camino que usted ha abierto, pensando en las palabras de Faraday: «Nada es demasiado extraño para ser verdadero».

Los resultados que ambos experimentadores obtuvieron, son de los más notables de que tengamos conocimiento. El testimonio de numerosos testigos competentes, al que acompañan muchas fotografías, demuestra que aquella materia gelatinosa extraordinaria fluía de la boca, nariz, orejas, ojos y piel de la medium. Son aquellas fotografías de aspecto extraño y repulsivo, pero lo mismo puede decirse de muchos procesos de la Naturaleza.

Se ve en ellas el fluído viscoso, gelatinoso, colgar de la barbilla como cristales de hielo, caer por el cuerpo, formar como una especie de delantal blanco, o convertido en masas informes pegadas al rostro de la medium. Al ser tocado o herido por la luz, se encogía y era absorbido por el cuerpo como retrae los cuernos el caracol.

Una vez que aquella substancia fué cogida y pinchada, la medium profirió fuertes gritos. Con asentimiento de la medium fué otra vez amputada una pequeña porción, la cual se disolvió en la caja donde fué colocada como si fuera un copo de nieve, dejando como única huella algo de humedad y unas excrecencias parecidas a las de un hongo. El microscopio reveló la presencia de células epiteliales de membrana mucosa, en las cuales parecía tener su origen aquella substancia.

Bastaría la producción del ectoplasma para que el descubrimiento hubiese constituído una revolución y señalado una época, pero lo que sigue es aún más extraordinario, y responde cumplidamente a la pregunta que al llegar aquí pueden hacer los lectores: «¿Qué tiene que ver todo esto con los espíritus?» Por increíble que parezca, esa substancia toma en el caso de ciertos médiums —y Eva era uno de ellos— formas definidas, o sea extremidades y rostros humanos, que primero aparecen con dos dimensiones en plano hasta moldearse por los bordes, completarse y destacarse. Muchas de las fotografías que tomaron los dos experimentadores, revelan esos extraños fantasmas, a menudo de bastante menor tamaño que tuvieron en vida. Algunos de los rostros reproducen indudablemente formas pensadas por Eva, existiendo un gran parecido entre algunas de ellas y las imágenes que la medium pudo haber visto y cuyo recuerdo quedó grabado en su mente. Uno de aquellos rostros tiene, por ejemplo, extraordinario parecido con el presidente Wilson, con bigote; otro parécese a un feroz Poincaré. En una fotografía se ve la palabra «espejo», impresa en la frente de la medium, lo cual, en opinión de algunos críticos, prueba que cortó aquella palabra de algún periódico para exhibirla en plena sesión, si bien no se dice el objeto perseguido con tal propósito. La explicación dada por la medium es que las fuerzas dominantes aquella vez deseaban sugerir, por vía de «aporte», la idea de que los rostros y figuras aparecidos no eran en realidad los suyos, sino tales como pudieran ser reflejados por un espejo.

Ni aun así el lector encontrará una conexión clara de estos fenómenos con el espiritismo, pero lo que sigue le hará verla. Cuando Eva estaba en sus buenos momentos, lo cual ocurría rara vez y a costa de su salud, formaba una figura completa parecida a alguna persona fallecida; la cuerda que ataba aquella figura a la medium se aflojaba; y un soplo de vida animaba a la imagen que se movía, andaba y expresaba sus emociones íntimas. Schrenek Notzing dice con referencia a aquella aparición: «Desde entonces el fantasma se ha revelado completo en varias ocasiones saliendo fuera del gabinete, comenzando a hablar y llegando hasta Madame Bisson, en cuya mejilla estampó besos que todos oímos». Extraño final de una investigación científica y que venía a probar una vez más cuán imposible es, aun para los más esclarecidos materialistas, encontrar una explicación de los fenómenos espiritistas conforme con sus teorías.

Eran tan asombrosos aquellos resultados, que Schrenck Notzing suspendió su juicio acerca de ellos hasta que fueran confirmados como lo están hoy. Regresó a Munich y allí tuvo la suerte de encontrar una medium polaca llamada Stanislawa, que poseía la facultad de materializar. Gracias a ella pudo emprender en 1912 una serie de experimentos cuyos resultados recogió en su obra ya citada. Trabajando con Stanislawa, adoptó los mismos estrictos métodos que con Eva, consiguiendo idénticos resultados.

Apenas se distinguen las fotografías del ectoplasma tomadas con una de las que hizo con otra. Así, la acusación de fraude lanzada contra Eva, habría que repetirla respecto a Stanislawa. Muchos fueron los observadores alemanes que asistieron a las sesiones y las fiscalizaron.

Como correspondía a su espíritu teutónico, Schrenek Notzing profundizó en la materia mucho más que Madame Bisson. Obtuvo cabello de una de las formas materializadas y comparándolo al microscopio con el cabello de Eva, dedujo que no podía ser de una misma persona. Así mismo hizo el análisis químico de una pequeña porción de ectoplasma, la cual, al ser quemada, dejó un resíduo de ceniza, con pronunciado olor a cuerno. Entre los cuerpos constituyentes de aquella substancia, figuraban el cloruro de sodio (sal común) y el fosfato de calcio. Finalmente, obtuvo un film cinematográfico del ectoplasma, saliendo de la boca de la medium.

Hay que decir que aun cuando ésta se hallaba en trance durante los experimentos, su estado no era inanimado, sino que parecía estar poseída por una personalidad independiente, que a veces la dirigía palabras severas, advirtiendo a los investigadores que necesitaba disciplina y debían sujetarla a algún trabajo. En más de una ocasión aquel ente dió señales de gran clarividencia, explicando, por ejemplo, el defecto de un aparato eléctrico que no funcionaba.

Los resultados de Schrenek Notzing, quedaron corroborados por el Dr. Gustavo Geley, cuyo nombre será inmortal en los anales de la investigación psíquica. Geley era médico, habiendo llegado a los más elevados puestos de su profesión. Fué atraído por las ciencias psíquicas y puesto acertadamente por M. Juan Meyer a la cabeza del Instituto Metapsíquico. Su labor y sus métodos constituyen un gran ejemplo que seguir, distinguiéndose, no sólo como hábil experimentador y observador preciso, sino además como profundo filósofo. Su gran obra «De lo Inconsciente a lo Consciente», puede calificarse como libro de texto de toda una época. Como era de rigor, tuvo también que aguantar las picaduras de los sempiternos mosquitos humanos que asaltan a los primeros exploradores lanzados a través de la selva del pensamiento, pero salió al paso de sus impugnadores con valor y desenfado. Murió súbita y trágicamente. Había ido a Varsovia, en donde obtuvo ectoplásmicos moldes del medium Kluski, pero desgraciadamente, el aeroplano en que viajaba cayó a tierra, muriendo Geley en el acto; fué una pérdida irreparable para la ciencia psíquica. Pertenecían al Instituto Metapsíquico dirigido por Geley y declarado de «utilidad pública» por el Gobierno francés, el profesor Carlos Richet, el profesor Santoliquido, ministro de Higiene pública de Italia, el conde de Gramont, del Instituto de Francia; el Dr. Calmette, médico inspector general; Camilo Flammarion, Julio Roche, ex ministro de Estado, y el doctor Treissier, del Hospital de Lyon. Más tarde se adhirieron a él, entre otras grandes figuras, Sir Oliver Lodge, el profesor Bozzano y el profesor Leclainche, miembro del Instituto de Francia e inspector general de los Servicios Sanitarios de Agricultura. El Instituto fué provisto de un buen laboratorio para la investigación psíquica, con biblioteca, salón de lectura y salas de recibo. Sus trabajos se publicaban en La Revista Metapsíquica, órgano de la Sociedad.

El Instituto tomó la importante iniciativa de invitar a hombres eminentes en la ciencia y en la literatura, para que asistieran a las investigaciones psíquicas y participasen de ellas. Más de un centenar de aquellos hombres ilustres obtuvieron de ese modo pruebas originales, y en 1923, treinta, entre los cuales figuraban diez y ocho médicos de fama, firmaron y publicaron una declaración de su creencia plena en la efectividad de las manifestaciones psíquicas por ellos presenciadas bajo las más rígidas condiciones fiscalizadoras.

El Dr. Geley operó durante algún tiempo con Eva, desfilando por la sala en que se celebraron las sesiones hasta un centenar de hombres de ciencia. Tan evidentes fueron las pruebas obtenidas, que Geley resume sus impresiones con estas palabras: «No sólo afirmo que no había engaño, sino que ni siquiera existía la posibilidad de engaño». Siguiendo los antiguos procedimientos de investigación, halló los mismos resultados que hallaron sus antecesores, salvo que en sus experimentos los fantasmas tomaban siempre la forma de rostros femeninos, algunas veces hermosos, y, según asegura, desconocidos para él. Acaso eran formas pensadas por Eva, ya que en ninguna de las sesiones pudo registrarse la presencia de un espíritu viviente. No obstante, bastó para que el Dr. Geley pudiera declarar: «Lo que hemos visto mata al materialismo. De aquí en adelante ya no hay lugar para él en el mundo». Como es natural, refríase a aquel viejo materialismo, según el cual, el pensamiento no es más que un resultado de la materia, cuando lo cierto, y según revelan los nuevos descubrimientos, la materia es el resultado del pensamiento.

Después de sus experimentos con Eva, el Dr. Geley obtuvo aún más extraordinarios resultados con el medium polaco Franck Kluski, cuyas figuras ectoplásmicas eran tan sólidas que pudo tomar moldes de las manos en parafina. Aquellos moldes o guantes de parafina, que aún pueden verse en Londres8 eran tan estrechos en la abertura de la muñeca, que no habría podido retirarse la mano sin romperlos. Sólo era posible sacarla de ellos por desmaterialización de la misma mano ectoplásmica. En aquellos experimentos acompañaron a Geley, Richet y el conde de Gramont, cuya competencia era indiscutible. En el capítulo XX de esta obra, encontrará el lector más detalles de estos y otros moldes de figuras ectoplásmicas, los que constituyen la más innegable y permanente de las pruebas de semejantes fenómenos, sin que crítica alguna pueda racionalmente invalidarlas.

Con otro medium polaco llamado Juan Guzik, investigó también el Dr. Geley en el Instituto de París. Las manifestaciones de aquel medium consistieron en luces y en manos y rostros ectoplásmicos. Treinta y cuatro distinguidas personas, algunas de ellas completamente escépticas, afirmaron tras largas y minuciosas investigaciones, su creencia en aquellos fenómenos. Entre esos testigos había miembros de la Academia Francesa, de la Academia de Ciencias, de la Academia de Medicina, doctores en Medicina y en Derecho y hasta algunos expertos policías.

El ectoplasma es una de las substancias más proteas, pudiendo manifestarse de muy distintas maneras y con diversas propiedades. Así lo demostró el Dr. Crawford, profesor de Ingeniería Mecánica en la Queen's University de Belfast. Crawford dirigió una importante serie de experimentos desde 1914 a 1920 con la medium Miss Catalina Goligher, cuyo relato consignó en tres volúmenes: «La realidad de los fenómenos psíquicos» (1917), «Experimentos en Ciencia Psíquica» (1919) y «Las manifestaciones psíquicas de Miss Goligher» (1920). Desgraciadamente, Crawford falleció en 1920, pero su recuerdo será imperecedero, merced a los tres libros citados.

Para comprender debidamente los resultados conseguidos por Crawford deben leerse sus dichos libros, pero en síntesis consignaremos que en ellos se demuestra que los levantamientos de mesas, los ruidos en el suelo y los movimientos de objetos en la sala de las sesiones, son debidos a la acción de «varitas psíquicas» o, según las llama en la última de las expresadas obras, «producciones psíquicas» emanadas del cuerpo del medium. Cuando la mesa se levanta, aquellas «varitas» actúan de dos maneras: si la mesa es ligera, la varita o instrumento psíquico no toca el suelo, sino que obra como «una palanca, fija sólidamente en el cuerpo del medium por una extremidad, mientras que la otra extremidad actúa en la superficie interior o en las patas de la mesa». Si ésta es pesada, la reacción, en vez de partir del medium, procede del suelo dé la habitación, donde la substancia psíquica forma una especie de soporte entre la superficie inferior de la mesa levantada y el suelo. El medium, en los experimentos de Crawford, estaba colocado en una báscula, y cuando la mesa se levantaba, veíase aumentar el peso de aquél.

Crawford suministró una interesante hipótesis del proceso de formación del ectoplasma durante la sesión. Debe advertirse, que al hablar de «operadores» se refiere a los espíritus actuantes en los fenómenos:

«Los operadores obran en el cerebro de los circunstantes y desde él sobre su sistema nervioso. Pequeñas partículas, mejor aún, moléculas, son proyectadas por el sistema nervioso a través de los cuerpos de los circunstantes, cintura, manos, dedos, etc. Tales partículas quedan libres, y como están dotadas de una considerable cantidad de energía latente a ellas inherente, ésta puede reaccionar sobre cualquier sistema nervioso humano con el cual entre en contacto. La corriente de partículas de energía fluye alrededor de los reunidos, en parte probablemente por la periferia de sus cuerpos, y, aumentando gradualmente desde ellos, pasa al medium en un elevado grado de «tensión», le comunica su energía, recibe de él nuevo incremento, atraviesa otra vez el círculo de los reunidos y así sucesivamente. Finalmente, cuando la «tensión» es bastante alta, cesa el proceso circulatorio, y las partículas de energía son recogidas o refundidas en el sistema nervioso del medium, quien desde entonces posee un depósito desde donde proyectarlas. Disponiendo entonces los operadores de una buena reserva de la mejor clase de energía, es decir, energía nerviosa, pueden actuar sobre el cuerpo del medium, el cual hállase de tal manera constituido, que por medio de la tensión nerviosa puede desprender una parte de su propia materia y proyectarla en plena sala de sesiones («La realidad de los fenómenos psíquicos», pág. 243).

Acaso es éste el primer intento hecho para explicar claramente lo que ocurre en una sesión de fenómenos físicos, y es muy posible que describa con fiel exactitud lo que realmente sucede. En otro lugar de su libro hace Crawford una importante comparación entre las primeras y las últimas manifestaciones psíquicas de una sesión, exponiendo la siguiente atrevida teoría de todos los fenómenos psíquicos:

«He comparado la apariencia blancuzca y nubosa de esa substancia en las distintas formas adoptadas por ella con fotografías de fenómenos de materialización en sus distintas fases obtenidas con diferentes mediums en todo el mundo, y la conclusión a que he llegado es que esa materia se parece extraordinariamente, si no es siempre la misma, a la que entra en todos los fenómenos de materialización. De hecho puede afirmarse que dicha materia blancuzca, traslúcida, nebulosa, es la base de todos los fenómenos psíquicos de orden físico. Sin ella hasta cierto punto no son posibles los fenómenos físicos; y es ella la que da consistencia a las estructuras de todo género erigidas por los operadores en la sala de sesiones, y la que, debidamente manejada y aplicada, permite a tales estructuras entrar en contacto con las formas corrientes de materia que nosotros conocemos, tanto si dichas estructuras se asemejan a aquellas de que me ocupo particularmente, como si son materializaciones de formas corpóreas, manos o rostros. Es más, me parece probable que esa materia sea la base de las estructuras erigidas aparentemente como manifestación de la forma particular de los fenómenos que se llaman de voz directa, basándose también en ella fenómenos conocidos con el nombre de fotografía de los espíritus.»

Mientras Crawford trabajaba en sus varitas ectoplásmicas, el Dr. Geley comprobaba los resultados obtenidos con Eva en una nueva serie de experimentos. He ahí cómo resume sus observaciones:

«Emana del cuerpo de la medium una substancia amorfa o polimorfa hasta el más alto grado. Esa substancia toma varias formas, pero en general muestra órganos más o menos compuestos, distinguiéndose: (1) la substancia como substructura de materialización; (2) su desarrollo organizado. Su aparición se anuncia generalmente por la presencia de fluído, a manera de copos blancos y luminosos de tamaño que varía entre el de un guisante y el de una pieza de cinco francos, y distribuído por todas partes sobre el vestido negro de la medium, principalmente hacia el costado izquierdo... La substancia emana de todo el cuerpo de la medium, pero principalmente de los orificios naturales y de las extremidades, de la parte superior de la cabeza, de los costados y de las puntas de los dedos. Pero lo más corriente es la emanación por la boca... La substancia se presenta tan pronto con la consistencia de una pasta dúctil, como de una verdadera masa protoplástica, tan pronto en forma de numerosos hilos delgados, de cuerdas de varios grosores, de radios rígidos, de anchas fajas, de membranas o de tejido de lana de forma indefinida o irregular. La apariencia más curiosa es la de membrana, de gran extensión, provista de franjas cruzadas a manera de una red.

«La cantidad de materia «exteriorizada» varía entre límites muy amplios. En ciertos casos envuelve por completo a la medium como si fuera un manto. Tiene tres colores diferentes: blanco, negro y gris. El color blanco me parece el más frecuente, tal vez porque es el que mejor se ve. A veces los tres colores aparecen simultáneamente. La visibilidad de la substancia varía considerablemente aumentando o disminuyendo sucesivamente. La impresión al tacto es muy diversa, siendo tan pronto húmeda y fría, como viscosa y pegajosa, y sólo raramente seca y dura... Es móvil, con movimiento lento, subiendo o bajando a lo largo de la medium, por sus espaldas, pecho y rodillas, a manera de un reptil. A veces los movimientos son súbitos y rápidos, apareciendo y desapareciendo como un relámpago. Es extraordinariamente sensitiva, sobre todo a la luz.»

El párrafo copiado es sólo una parte del magistral análisis del Dr. Geley, que al final se refiere a este importante aspecto de sus observaciones: «Durante toda la duración del fenómeno de materialización, el producto formado está en evidente conexión fisiológica y psíquica con el medium. La conexión fisiológica es a veces perceptible en forma de un delgado cordón que une la substancia con el medium, como el cordón umbical liga el embrión a la madre.

Pero aunque a veces ese cordón no sea visible, la relación psicológica es siempre muy estrecha. Toda impresión recibida en el ectoplasma reacciona sobre el medium y viceversa. La sensación refleja de la substancia se confunde con la del medium; en una palabra, todo demuestra que el ectoplasma es el mismo medium parcialmente exteriorizado.»

Si se compara este relato en sus detalles con los que aparecen al principio de este capítulo, veremos cuán numerosos son los puntos de semejanza entre ellos, y como después de tales confirmaciones no es ya escepticismo, sino fruto de la más supina ignorancia negar la existencia y naturaleza del ectoplasma.

Eva, como ya dijimos, vino a Londres y dió treinta y ocho sesiones bajo los auspicios de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, pero la relación de ellas (Actas, vol. XXXII, páginas 209 − 343) constituye documento nada satisfactorio. Afortunadamente, el Dr. Schrenck Notzing consiguió disponer de otro medium, el joven de catorce años Willie S., gracias al cual pudo demostrar a todos la existencia del ectoplasma, con resultados correspondientes a los obtenidos en París. La substancia fué examinada por un centenar de selectos observadores, ninguno de los cuales pudo negar la evidencia de lo que vió. Eran profesores o ex profesores de Jena, Gesen, Heildelberg, Munich, Tubinga, Upsala, Friburgo, Basilea y otras Universidades, junto con buen número de famosos médicos, neurólogos y sabios de todo linaje.

No puede, pues, haber dudas respecto a la existencia del ectoplasma. Sin embargo, no siempre y en todos los casos se produce. Antes bien, se trata de una delicada operación que puede fallar, lo cual explica que al practicarla, fracasaran varios experimentadores, entre los cuales se contó cierto reducido comité de la Sorbona. Ya hemos visto que requiere hombres hábiles, así como buenas condiciones de orden mental y espiritual más que químico. Además, ha de ayudar el ambiente, pues si es antagónico, dificulta o impide totalmente la aparición, lo que acredita sus afinidades espirituales, diferenciando al ectoplasma de los productos puramente físicos.

¿Qué es por lo tanto esa substancia? Algo que adopta una forma. ¿Quién determina la forma? ¿Es la mente del medium caído en trance? ¿Es la mente de los observadores? ¿Es una mente independiente? Los experimentadores se dividen en dos escuelas: una que está empeñada en buscar la causa y origen del ectoplasma en alguna propiedad extraordinaria latente en el cuerpo físico normal, y otra, a la que el autor pertenece, que cree que aquél es el eslabón que nos une con la cadena del Más Allá. Y hay que añadir que en todo cuanto con ese fenómeno hace relación, no hay nada que no fuera conocido por los antiguos alquimistas de la Edad Media. Este hecho tan interesante, fué revelado por Mr. Foster Damon, de la Universidad de Harvard, al dar una serie de extractos de las obras de Vaughan, filósofo, que vivió hacia el año 1650, quien con el nombre de «Primera materia» o de «Mercurio», define una substancia emanada del cuerpo que tiene todas las características del ectoplasma. Eran tiempos en que entre la Iglesia católica de una parte y los puritanos de otra, se hacía muy difícil la labor del investigador psíquico. De ahí que los químicos de entonces disfrazaran sus conocimientos bajo nombres fantásticos, y que dichos conocimientos acabaran por desaparecer.

El autor ha visto frecuentemente ectoplasma en su forma vaporosa, pero sólo una vez en su forma sólida, salvo en los casos en que le fué dable observar rostros o figuras completamente materializados. Fué en una sesión con Eva, con la intervención de Madame Bisson. En aquella ocasión, la extraña y variable substancia apareció como un pedazo de materia de seis pulgadas de longitud, no muy distinto de un trozo de cordón umbilical, adherido a la tela del vestido en la región del bajo vientre. Era visible a la luz y el autor fué autorizado para tocarlo, sacando la impresión de que se trataba de una substancia viva que se encogía y latía al tacto. Excusamos decir que ninguna posibilidad de fraude había en aquel momento.

Para juzgar bien de los hechos que se conocen acerca del ectoplasma, conviene ver la apariencia de éste en las fotografías psíquicas. La opinión más racional es que una vez formado el ectoplasma puede moldearse por obra de la mente, y que en los casos más corrientes esa mente puede ser la del medium inconsciente. Pero olvidamos con frecuencia que también nosotros somos espíritus, y que el espíritu que reside en el cuerpo posee probablemente facultades parecidas a las del espíritu que está fuera del cuerpo. En otros casos, como se revela especialmente con las fotografías psíquicas, resulta perfectamente claro que no es el espíritu del medium quien obra, sino que interviene alguna fuerza más poderosa y con objetivo más consciente y definido.

Personalmente el autor es de opinión que en lo futuro se descubrirán diferentes formas de plasma con distintas actividades, formando una ciencia aparte que bien podría llamarse Plasmología. También creo que todos los fenómenos psíquicos exteriores al medium, incluso la clarividencia, tienen el mismo origen. Así, un medium clarividente puede muy bien ser el que emita ésta u otra substancia parecida en forma de atmósfera a su alrededor para que el espíritu se manifieste a todos aquellos qué estén dotados del poder de percepción. Así como el aerolito que pasa por la atmósfera de la tierra es momentáneamente visible entre dos eternidades de invisibilidad, así también es posible para el espíritu al pasar por la atmósfera psíquica del medium ectoplásmico que pueda revelar su presencia un momento.

Esta opinión no se funda en prueba alguna, sino que va más allá de lo que actualmente conocemos, pero Tyndall ha hecho ver que semejantes hipótesis exploradoras pueden convertirse en el punto de partida de la verdad. La razón por la cual unas personas ven fantasmas y otras no, puede obedecer a que algunas suministran ectoplasma suficiente para la manifestación y otras no, al paso que el escalofrío, el temblor y el desmayo final de aquéllas deben atribuirse no meramente al terror sino, en parte por lo menos, al súbito desgaste de sus reservas psíquicas.

Sea como quiera, el conocimiento ya bien sólido que hoy tenemos del ectoplasma nos proporciona una firme base material para la investigación psíquica. Cuando el espíritu desciende sobre la materia necesita una base material; de lo contrario, no podría impresionar nuestros sentidos materiales. En 1891, Stainton Moses, el psíquico más notable de su tiempo, se vió obligado a declarar: «Nada sé acerca del método o métodos por los cuales son producidas las formas materializadas, fuera de lo que ya sabía la primera vez que las vi». Si hoy viviera le sería difícil decir lo mismo. Gracias al descubrimiento del ectoplasma podemos explicamos de modo racional los golpes, percusiones o ruidos que figuran entre los primeros fenómenos espiritistas que llamaron la atención de las gentes. Prematuro es aún decir que pueden producirse esos ruidos de una sola manera, pero cabe afirmar que por lo general su producción se basa en la extensión de una varilla de ectoplasma, visible o no, y en su percusión en un objeto sólido. Probablemente tales varillas son los conductores de la fuerza, de la misma manera que un alambre de cobre puede conducir la descarga eléctrica destructora de un acorazado. En uno de los admirables experimentos de Crawford, notando que las varitas o radios ectoplásmicos procedían del pecho de su medium, le tiñó la blusa con color carmín y le ordenó que produjera ruidos en la pared opuesta. Y, en efecto, la pared vióse salpicada de manchas rojas, lo cual demuestra que la proyección ectoplásmica había arrastrado una parte del color a través del cuál había pasado. De la misma manera, en los casos verdaderos de movimiento de la mesa, debe atribuirse éste a la acumulación de ectoplasma en la superficie, expulsada por los varios concurrentes y utilizado después por la inteligencia directora. Crawford supuso que las varitas poseen en las extremidales garras ya para asir o para levantar, y el mismo autor tomó más tarde varias fotografías de esas varitas en las cuales se ve claramente un borde dentado al extremo que muy bien pudiera servir para tal fin.

Crawford dedicó también la mayor atención a la relación existente entre el peso del ectoplasma emitido y la pérdida de peso que al emitirlo sufre el medium. Sus experimentos demuestran que todos somos mediums, que todos perdemos peso en las sesiones de materialización, y que los mediums propiamente tales, sólo difieren de nosotros en que pueden emitir una mayor cantidad de ectoplasma. Más grandes diferencias hay en otros aspectos de los hombres, puesto que unos tienen, por ejemplo, magnífico oído para la música y otros carecen en absoluto de él. En los experimentos de Crawford era corriente que la medium perdiese hasta diez y quince libras en una sola sesión, recobrando el peso inmediatamente después que su cuerpo reabsorbía el ectoplasma. En una ocasión fué registrada la enorme pérdida de cincuenta y dos libras, lo que hubiera hecho creer que la báscula no era fiel, de no existir el antecedente de pérdidas superiores en otros mediums, como ocurrió en los experimentos de Olcott con los Eddys. Todavía son de notar otras propiedades del ectoplasma. La luz lo destruye, a no ser que se acostumbre gradualmente a ella o esté preparado para recibirla por los espíritus intermediarios; pero siempre un chorro súbito de luz hace refluir la substancia y ésta es reabsorbida por el medium con la fuerza de una faja elástica al soltarse. Hay que renunciar a maquinaciones y tretas contra el ectoplasma, y toda fuerza empleada contra un objeto cualquiera sostenido por las varitas ectoplásmicas, es casi tan peligroso como la luz brusca e intensa. El autor recuerda que en una sesión un concurrente ignorante cambió de lugar un objeto que flotaba en el aire delante de los reunidos, y aunque el acto fué realizado calladamente, la medium se quejó de dolor y malestar y tuvo que guardar cama algunos días. Otra medium padeció una fuerte y extensa irritación desde el pecho hasta la espalda, causada por el encogimiento de la banda ectoplásmica en el momento en que un mal intencionado encendió súbitamente una lámpara eléctrica. Cuando el ectoplasma se recoge en una superficie mucosa, la consecuencia puede ser una grave hemorragia. Varios casos más podría citar el autor, presenciados por él mismo.

No se puede en el espacio de un capítulo abarcar tema tan amplio, ni dar más detalles sobre un punto que por sí solo requeriría un volumen. Es seguro que nuestro conocimiento de esa extraña, protea, esquiva y penetrante substancia aumentará de año en año, pudiendo profetizarse que si la última generación consagró su estudio al protoplasma, la próxima hará lo propio con su equivalente psíquico, llamado ectoplasma por Carlos Richet, y por otros «plasma», «teleplasma» e «ideoplasma».

Ya desde la fecha en que se escribió este capítulo hasta la de su publicación, ha habido nuevas emisiones de ectoplasmas, debidas a mediums de varias partes del mundo. Las más notables las de «Margery» o señora Crandon, de Boston, medium a cuyas facultades ha consagrado un volumen Mr. Malcolm Bird.