CAPITULO XXI
ESPIRITISMO FRANCÉS, ALEMÁN E ITALIANO
El espiritismo en Francia se concentra en la figura de Allan Kardec, cuya teoría característica consiste en la creencia en la reencarnación.
Hipólito León Denizard Rivail, conocido con el pseudónimo de «Allan Kardec», nació el año de 1804, en Lyon, donde su padre ejercía la profesión de abogado. En 1850, cuando las manifestaciones espiritistas en América empezaban a llamar la atención en Europa, Allan Kardec se entregó al estudio de ellas, utilizando primeramente la mediunidad de dos hijas de un amigo suyo.
En las comunicaciones que obtuvo resultó que «espíritus de un orden muy superior al de los que vulgarmente comunicaban por mediación de aquellas dos jóvenes, aparecían expresamente por su conducto y continuarían apareciendo para que pudiera desempeñar en el mundo una importante misión religiosa».
Quiso ponerles a prueba dirigiéndoles una serie de preguntas relativas a los problemas de la vida humana, y por medio de señales dadas con golpes y de la escritura en la pizarra, recibió las respuestas, sobre las cuales fundó su peculiar sistema de espiritismo.
A los dos años de recibidas aquellas comunicaciones, todas sus ideas y convicciones anteriores a los experimentos cambiaron completamente. He aquí lo que a este respecto escribe:
«Las instrucciones transmitidas constituyen una teoría completamente nueva de la vida humana y de sus destinos, la cual paréceme perfectamente racional y coherente, admirablemente lúcida y consoladora, y profundamente interesante. He concebido la idea de publicar el fruto de mis experiencias, y al someter mi propósito a las inteligencias comunicantes, dijéronme que, en efecto, sus enseñanzas debían ser divulgadas por el mundo, respondiendo a la misión que me había confiado la Providencia.» Aquellas inteligencias le dieron todo género de instrucciones para la publicación de su obra «El Libro de los Espíritus».
El libro apareció en 1856, alcanzando un gran éxito. En brevísimo tiempo se hicieron de él más de veinte ediciones, y la de 1857, revisada por el autor, constituye la obra de consulta de todo espiritista en Francia.
En 1861 publicó «El Libro de los Mediums»; en 1864, «El Evangelio explicado por los Espíritus»; en 1865, «Cielo e Infierno», y en 1867, «Génesis». Tales son sus obras principales, figurando también entre sus producciones dos breves pero interesantes tratados titulados «¿Qué es el Espiritismo?» y «El Espiritismo reducido a su más simple expresión».
Miss Ana Blackwell, traductora inglesa de las obras de Allan Kardec, le describe en los siguientes términos: «Allan Kardec es de mediana estatura, robusto, de cabeza amplia, redonda, firme, con facciones muy marcadas y ojos grises claros; más que francés parece alemán. Es enérgico y tenaz, pero de temperamento tranquilo, precavido y realista hasta la frialdad, incrédulo por naturaleza y por educación, razonador lógico y preciso, y eminentemente práctico en ideas y acciones, estando igualmente distanciado del misticismo que del entusiasmo... Grave, remiso en el hablar, sin amaneramientos, pero con cierta tranquila dignidad resultado de la seriedad y de la independencia de criterio, que son los rasgos distintivos de su carácter; sin buscar ni evitar las discusiones, pero sin aceptar críticas sobre el asunto al cual ha consagrado toda su vida, recibe afablemente a los innumerables visitantes que acuden de todas las partes del mundo a hablar con él acerca de las ideas de las cuales es el exponente más autorizado, contestando a consultas y objeciones, resolviendo dificultades, y dando informes a todos los investigadores serios con quienes habla libre y animadamente, muestra en ocasiones un rostro radiante, placentero y genial, si bien a causa de la sobriedad natural en sus maneras, nunca se le vió reír. Entre los millares de personas que le visitan las hay de alto rango en el mundo social, literario, artístico y científico. El emperador Napoleón III, cuyo interés por los fenómenos espiritistas no es ningún misterio, le mandó llamar varias veces, sosteniendo con él largas conversaciones en las Tullerías acerca de las doctrinas que expuso en el «Libro de los Espíritus.»
Allan Kardec fundó la Sociedad de Estudios Psicológicos, que se reunía semanalmente en su casa para comunicar con los espíritus a través de mediums escribientes. Fundó La Revista Espiritista, periódico mensual que aún se publicó, y que dirigió hasta su fallecimiento en 1869. Poco antes de morir, sentó las bases de una organización encargada de continuar su obra. La tituló «Sociedad continuadora de la misión de Allan Kardec», con poder para comprar y vender, recibir donativos y legados y proseguir la publicación de La Revista Espiritista. Sus discípulos desarrollaron fielmente los planes que les dejó trazados.
Kardec consideró que las palabras «espiritual», «espiritualista» y «espiritualismo» tenían un significado bien definido, por lo cual las sustituyó por las palabras «espiritismo» y «espiritista».
Su doctrina espiritista está informada por la creencia de que el progreso espiritual de los humanos se efectúa a través de una serie de reencarnaciones:
«Como los espíritus han de pasar a través de varias encarnaciones, se deduce de ello que todos hemos tenido varias existencias y que tendremos otras, más o menos perfectas, sea en esta tierra o en otros mundos.
»Esa encarnación de los espíritus se verifica siempre en el cuerpo humano, siendo un error suponer que el alma o espíritu podría encarnarse en el cuerpo de un animal.
»Los sistemas corpóreos sucesivos de un espíritu son siempre progresivos, jamás retrógrados, dependiendo la rapidez de nuestros progresos de los esfuerzos que a través de nuestras varias vidas hacemos para llegar a la perfección.
»Las cualidades del alma corresponden a las del espíritu encarnado en nosotros, y así un hombre bueno es la encarnación de un espíritu bueno, y un hombre malo lo es de un espíritu malo o impuro.
»El alma posee individualidad propia antes de su encarnación, y conserva esa individualidad después de separarse del cuerpo.
»Al reintegrarse al mundo de los espíritus, el alma vuelve a hallar a todos aquellos que conoció en la tierra, volviendo eventualmente a su memoria todas sus anteriores existencias, con el recuerdo de todo lo malo y de todo lo bueno que en ellas hizo.
»El espíritu encarnado está bajo el influjo de la materia; el hombre que se desprende de esa influencia merced a la elevación y purificación de su alma, se acerca más a los espíritus superiores, entre los cuales se clasificará un día. Por el contrario, el que se deja dominar por las malas pasiones y encuentra todo su placer en la satisfacción de groseros apetitos, desciende a la categoría de los espíritus impuros.
»Los espíritus encarnados habitan en diversas esferas del Universo.» (Introducción al «Libro de los Espíritus».)
Como hemos indicado, Kardec llevó a cabo sus investigaciones a través de las inteligencias comunicantes por el sistema de preguntas y respuestas, con lo cual obtuvo todo el material para escribir sus libros, en particular acerca del tema de la encamación. A la pregunta: «¿Cuál es el objeto de la encarnación de los espíritus?», se le contestó:
«Es una necesidad que Dios ha impuesto como medio de alcanzar la perfección. Para algunos es una expiación, para otros una agradable misión. Para alcanzar la perfección, es necesario que los espíritus se sometan a todas las vicisitudes de la existencia corporal. Las enseñanzas de la expiación los irán depurando. Otro fin tiene la encarnación, que es poner a los espíritus en condiciones de tomar puesto adecuado en el Universo, a cuyo efecto anidan y progresan en el aparato corporal que más en armonía pueda hallarse con el estado material del mundo al que irán destinados por orden divina.»
En Inglaterra los espiritistas están en desacuerdo respecto del problema de la reencarnación. Algunos creen en ella, otros no, siendo la creencia más general que no habiendo sido probada dicha doctrina, lo mejor es excluirla del espiritismo activo. Miss Ana Blackwell, la traductora de Allan Kardec, dice a este propósito que siendo la mentalidad del continente europeo más fácil para la recepción de nuevas teorías, ha aceptado la de Allan Kardec en tanto que la mentalidad inglesa «se niega por lo general a aceptar ninguna teoría hasta que ha comprobado los hechos en que se funda».
Mr. Tomás Brevior, director de La Revista Espiritista, confirma con las siguientes palabras esa actitud de nuestros espiritistas:
«Cuando la reencarnación tenga un aspecto más científico, cuando la abone una cantidad de hechos susceptibles de verificación como los del Espiritismo moderno, merecerá amplia y detenida discusión entre nosotros. Entretanto, dejemos a los especuladores que se diviertan levantando castillos en el aire; la vida es muy corta y hay demasiado que hacer en este mundo para que tengamos que ocuparnos en erigir ni en demoler esos edificios aéreos. Es mejor trabajar en cosas sobre las cuales todos estamos conformes, que luchar por otras en las que acaso disentimos sin remedio.» Guillermo Howitt, reputado como uno de los puntales del primitivo espiritismo en Inglaterra, condena francamente la teoría de la reencarnación. Después de citar la observación de Emma Hardinge Britten, según la cual millares de seres protestan en el otro mundo a través de notables mediums, de que no tienen conocimiento ni pruebas de la reencarnación, dice:
«Si la reencarnación fuera un hecho cierto en vez de ser un hecho recusable, habría millones de espíritus que al entrar en el otro mundo, buscarían en vano a sus parientes, hijos y amigos... ¿Ha llegado a nosotros ni una palabra de tal desdicha en los millares y millares de comunicaciones espiritistas? Jamás. De modo que aunque sólo fuera por esto deberíamos declarar falso el dogma de la reencarnación, como lo es el infierno del cual surgió.»
Sin embargo, Mr. Howitt en su vehemencia olvida que puede estar condicionada en el tiempo la reencarnación hasta un límite determinado y que puede también ser voluntaria.
Alejandro Aksakof, en un interesante artículo publicado en La Revista Espiritista (1876, pág. 57), dió los nombres de los mediums del círculo Allan Kardec con algunos datos sobre los mismos. Indicó así mismo que la creencia en la idea de la reencarnación, era muy fuerte por aquellos días en Francia, como puede verse, entre otras obras, en la de M. Pezzani, «La pluralidad de existencias.» Aksakof escribe:
«Se ve claramente que la propagación de esa doctrina por Kardec, fué asunto de su mayor predilección; desde un principio la reencarnación no es en sus libros como un tema de estudio, sino como un dogma. Para sostenerlo recurrió siempre a mediums escribientes, los cuales, como es sabido, están fácilmente bajo la influencia de ideas preconcebidas, y el espiritismo las ha engendrado con toda profusión; en cambio, a través de los mediums físicos, las comunicaciones son objetivas, y no se sabe de ninguna favorable a la doctrina de la reencarnación. Kardec prescindió siempre de esta clase de mediunidad, bajo pretexto de su inferioridad moral. Los pocos mediums físicos franceses que desarrollaron sus facultades a pesar de Kardec, jamás fueron por éste mencionados; al contrario, permanecieron desconocidos para los espiritistas, sólo porque en sus comunicaciones no se sustentaba la doctrina de la reencarnacion.»
D. Home, comentando el artículo de Aksakof, dice:
«Me he encontrado con muchos reencarnacionistas, con más de doce María Antonietas, con seis o siete Marías, Reinas de Escocia, con veinte Alejandros Magnos, pero todavía no he topado con un John King completo. Si lo encuentran les ruego que lo conserven como una curiosidad.»
Miss Ana Blackwell resume con las siguientes palabras el contenido de los principales libros de Kardec:
«El Libro de los Espíritus» está dedicado a demostrar la existencia y los atributos del Poder Causal y la naturaleza de la relación entre este Poder y el Universo, poniéndonos en1a senda de la divina operación.
«El Libro de los Mediums» describe los varios métodos de comunicación entre este mundo y el otro.
«Cielo e Infierno» expone la justicia del Gobierno Divino explicando la naturaleza del mal como resultado de la ignorancia, y mostrando el proceso mediante el cual los hombres pueden mejorar y purificarse.
«El Evangelio explicado por los Espírítus» es un comentario de los preceptos morales de Cristo, con un examen de su vida y el estudio comparativo de sus actos y las actuales manifestaciones del poder espiritista.
»Génesis muestra la concordancia de la filosofía espiritista con los descubrimientos de la ciencia moderna.
»Esas obras —dice— son reputadas por la mayoría de los espiritistas del continente como las bases de la filosofía religiosa del porvenir, filosofía en armonía con los progresos y descubrimientos científicos en los distintos reinos del conocimiento humano, promulgada por una cohorte de ilustres espíritus que operan bajo la dirección del mismo Cristo.»
En conjunto, parécele al autor que la reencarnación es un hecho, pero no universal necesariamente. Respecto de la ignorancia en que sobre este punto se hallan los espíritus nada hay de extraño, puesto que es cosa del futuro y si nosotros no vemos aún claro acerca de nuestro futuro, es posible que los espíritus tengan las mismas limitaciones. Cuando nos preguntamos «¿dónde estábamos antes de nacer?», sólo es posible la respuesta partiendo de la reencarnación, con largos intervalos de descanso del espíritu, entre una y otra de nuestras vidas terrenas, pues es inconcebible que hayamos nacido por toda una eternidad. La existencia posterior parece el postulado de la existencia anterior, y a la pregunta natural: «Entonces, ¿por qué no nos acordamos de las existencias pasadas?» debemos contestar que tal recuerdo complicaría enormemente nuestra vida presente, y que aquellas existencias pueden muy bien formar un ciclo como un rosario de vidas ensartadas en una sola personalidad. En ese punto convergen el pensamiento oriental y teosófico con la explicación que da en la doctrina suplementaria del Karma, de la injusticia aparente de una sola vida, constituyendo todo ello argumentos en favor de la reencarnación como lo son tal vez esos vagos recuerdos y cogniciones que a veces tenemos, demasiado precisos en ocasiones para ser considerados como impresiones atávicas. Algunos experimentos hipnóticos, entre los que descuellan los del famoso investigador francés, coronel de Rochas, parecieron aportar algunas pruebas en favor de la doctrina de la reencarnación, pues el sujeto caído en trance retrocedía en el tiempo a través de varias pretendidas reencarnaciones, muy difíciles de aclarar las más distantes, al paso que las más próximas podía sospecharse que fueran hijas del conocimiento normal del medium. Por lo menos y aun cuando ello implique la tarea de completar algunos trabajos o rectificar algún error, convendría reserváramos la mejor acogida a la posibilidad de la reencarnación.
Antes de apartarnos de la historia del espiritismo en Francia, debemos rendir tributo a la pléyade de escritores que lo han ilustrado. Aparte de Allan Kardec y del trabajo científico de investigadores como Geley, Maxwell, Flammarion y Richet, hubo grandes espiritistas como Gabriel Delanne, Enrique Regnault y León Denis, que dejaron huella profunda de su paso en nuestro campo.
En la presente obra, limitada a las grandes líneas de la historia psíquica, no hay espacio para los innumerables riachuelos y meandros que surcan toda la faz de la tierra. Desde la Argentina hasta Islandia, vénse los mismos resultados surgiendo de las mismas causas. La historia completa de ello requeriría otro volumen, pero dedicaremos, no obstante, unas páginas a Alemania.
Aunque tardía en seguir el movimiento organizado, pues no forma parte de él hasta 1865 en que se fundara Psiquis, el primer periódico espiritista alemán, tenía por encima de todos los demás países una tradición de especulación mística y de experimentos mágicos que pudieron considerarse como una preparación para la definitiva revelación espiritual. Paracelso, Cornelius, Agrippa, Helmont y Jacobo Boehme, figuran entre los exploradores del espíritu abriéndose camino a través de la materia, por vaga y lejana que estuviese la meta a que querían arribar.
Mesmer llegó a algo más preciso en los trabajos que llevó a cabo en Viena a fines del siglo XVIII. A pesar de sus equivocaciones, fué el primero en separar el alma del cuerpo ante la vista de la humanidad, mientras M. de Puysegur daba un paso adelante descubriendo las maravillas de la clarividencia. Jung Stilling y el Dr. Justino Kerner son nombres que también perdurarán en la historia del progreso del conocimiento humano a través de la nebulosa senda. El anuncio de la comunicación espiritista se recibió en Alemania con una mezcla de interés y escepticismo, transcurriendo mucho tiempo antes de que se alzaran voces en su defensa, hasta que Slade hizo su histórica visita en 1877.
Después de someter a prueba sus manifestaciones, provocó en Leipzig el estudio de estas cuestiones por parte de seis profesores: Zöllner, Fechner y Scheibner, de Leipzig; Weber, de Gotinga; Fichte, de Stutgart, y Ulrici, de Halle. Como los testimonios de éstos se reforzaron con la declaración de Bellachini, el más famoso escamoteador de Alemania, afirmando que no había posibilidad de trampa en los experimentos, el efecto producido en las mentes populares fué considerable, aumentando con la adhesión inmediata de dos rusos eminentes, Aksakof y Butlerof. Sin embargo, el culto no parece que encontró terreno completamente apropiado en aquel país militar y burocrático. Aparte el nombre de Carl du Prel, no recordamos otro que esté en Alemania vinculado al movimiento espiritista.
El barón Carl du Prel, de Munich, comenzó su misión consagrándose al misticismo y en su primera obra («Filosofía del misticismo», 1889), trata, no del espiritismo, sino más bien de las fuerzas latentes en el hombre, de los ensueños, del éxtasis y del sueño hipnótico. En otro tratado, «Un problema para los escamoteadores», hace el relato detallado de las etapas por las cuales pasó hasta llegar a su completa creencia en la verdad del espiritismo. En este libro admite que los hombres de ciencia y los filósofos no son los más capacitados para descubrir trampas, pero recuerda al lector que Bosco, Houdini, Bellachini y otros consumados escamoteadores declararon que los mediums a quienes habían examinado estaban exentos de toda sospecha de fraude, o engaño. Du Prel no se contentó con testimonios de segunda mano, sino que efectuó una serie de sesiones con Eglinton y más tarde con Eusapia Palladino, haciendo hincapié en el hecho de que sus convicciones se basan más que en los resultados obtenidos con mediums profesionales, en los de tres mediums privados «en cuya presencia, la escritura directa no sólo se verificaba en el interior de dobles pizarras, sino también en lugares inaccesibles para los mediums».
«Una cosa es clara, a saber, que la Psicografía debe ser adscrita a un origen transcendental. Hallamos, en efecto: 1) Que la hipótesis de la pizarra preparada de antemano es inadmisible. 2) Que el lugar en que se encuentra lo escrito es inaccesible a las manos del medium. En muchos casos la doble pizarra está seguramente cerrada, dejando solamente un resquicio para el pizarrín. 3) Que la escritura es simultánea. 4) Que el medium no escribe. 5) Que lo escrito ha de serlo con tiza o pizarrín. 6) Lo escrito es obra de un ser inteligente, puesto que las respuestas se ajustan exactamente a las preguntas. 7) Este ser puede leer, escribir y entender el lenguaje de los humanos, y muchas veces uno desconocido para el medium. 8) Se parece extraordinariamente a un ser humano, por lo que hace al grado de su inteligencia, e incluso por los errores en que incurre. Estos seres, pues, aunque invisibles, son de naturaleza humana. No es menester defender de ningún ataque esta proposición. 9) Si estos seres hablan, lo hacen en idioma humano. Si se les pregunta quiénes son, responden que son seres que han dejado este mundo. 10) Cuando esas apariciones se manifiestan por modo visible en parte, con sólo las manos, por ejemplo, las manos tienen forma humana. 11) Cuando las apariciones lo son por entero, revisten humana forma y humano continente... El espiritismo ha menester la investigación científica. Pero yo me consideraría un cobarde si no manifestara abiertamente mis convicciones.»
«En tales circustancias —dice— la pregunta: ¿medium o escamoteador? paréceme hecha más para levantar polvareda que para evitarla», observación que muchos investigadores psíquicos debieran tener en cuenta. Es interesante advertir que du Prel proclama injustificada, por lo que hace a su experiencia, la afirmación de que los mensajes sean estúpidos y triviales; asegurando al propio tiempo que si él no ha encontrado en ellos señales de una inteligencia superior, claro es que antes había que considerar hasta qué punto puede apreciarse una inteligencia sobrehumana y cómo había de sernos inteligible. Hablando de la materialización, dice:
«Cuando esas apariciones se hacen enteramente visibles en el cuarto a obscuras, caso en el cual el propio medium está sentado en la cadena formada por los concurrentes a la sesión, toman humana forma y humano continente. Es muy fácil decir que se trata de un enmascaramiento del mismo medium. Pero cuando el medium habla desde su asiento; cuando los que están próximos a él declaran que le tienen cogido de las manos, y al mismo tiempo veo ante mí una figura en pie; cuando el rostro de esta figura queda iluminado con el tubo de mercurio que está sobre la mes a —luz que no impide el fenómeno—, todo lo cual veo claramente, entonces la evidencia de los hechos que refiero me demuestra la existencia de un ser transcendental, aunque todas las conclusiones deducidas de mis estudios y trabajo de veinte años se vengan a tierra. Si, por el contrario, mis puntos de vista, como puede verse en mi «Filosofía del misticismo», han tenido otro rumbo, y se han justificado después con estas experiencias, encuentro campo abonado desde el punto de vista subjetivo para sostener estos hechos puramente objetivos.»
Y añade:
«Tenemos, pues, la experiencia empírica de la existencia de tales seres transcendentales, de la que estoy convencido por la evidencia de mis sentidos de la vista y el oído y por el sentimiento de nuestra comunicación inteligente. En estas circunstancias, llevado al mismo resultado por dos métodos de investigación, merecería que los dioses me abandonaran, si no reconociese el hecho de la inmortalidad —o mejor dicho, ya que las pruebas no alcanzan a más—, la continuación de la existencia del hombre después de la muerte.
Carl du Prel falleció en 1899. Su contribución a la obra espiritista es probablemente la mayor llevada a cabo por un alemán. Encontró un formidable adversario en Eduardo von Hartmann, autor de la «Filosofía de lo Inconsciente», el cual publicó en 1885 un folleto titulado «Espiritismo», sobre el que escribe Massey:
«Por primera vez, un hombre que ocupa una situación intelectual eminente, se presenta francamente ante nosotros aunque sea como adversario. Se ha tomado el trabajo de investigar los hechos, si no por completo, al menos lo suficiente para revestir de autoridad su examen crítico. Y aunque al principio le guiaba el escepticismo más absoluto, llegó luego a la conclusión de que la existencia en el organismo humano de fuerzas y capacidades distintas de las conocidas por las ciencias exactas, está sobradamente probada por testimonios antiguos y contemporáneos. Reclama con urgencia la investigación de esas fuerzas por parte de comisiones nombradas y pagadas por el Estado. Rechaza con toda su autoridad de hombre de ciencia la suposición de que los hechos son a priori increíbles o «contrarios a las leyes de la naturaleza. Censura la impertinencia de las «denuncias» y califica de golpes en el vacío los paralelos estúpidos que han querido hacerse entre los mediums y los prestidigitadores.»
Massey añade que desde el punto de vista de la filosofía de Hartmann, era inadmisible la intervención de los espíritus, y una ilusión la inmortalidad humana.
Alejandro Aksakof contestó al folleto de von Hartmann en su revista mensual Estudios Psíquicos, indicando que aquél no tenía la menor experiencia práctica de los fenómenos medianímicos y concedió insuficiente atención a los que no concordaban con sus personales teorías, siendo muchos los que existían completamente desconocidos para él. Alemania ha producido algunos grandes mediums, entre los cuales no se suele hacer figurar a la señora Ana Rothe. Sin embargo, y aunque fuera cierto que esta mujer recurrió al engaño cuando sintió que le abandonaban sus fuerzas psíquicas, resulta indudable que las poseyó en el más alto grado y así está demostrado hasta la evidencia por el mismo juicio en que terminó la denuncia lanzada contra ella en 1902.
La medium estuvo encarcelada por espacio de doce meses y tres semanas, y antes de comparecer ante el tribunal fué condenada a diez y ocho meses de prisión y una multa de quinientos marcos. Cuando se celebró el juicio, varias personas de gran reputación presentaron pruebas a su favor, figurando entre ellas el señor Stocker, ex capellán de la Corte y el juez Salzers, de la Audiencia de Zurich. El juez juró que la señora Rothe le puso en comunicación con los espíritus de su esposa y de su padre, quienes dijéronle cosas que era imposible inventara la medium, porque se referían a asuntos desconocidos para ella y para todos los mortales. También declaró que se habían producido en el aire flores de la más rara especie en un sala inundada de luz. Su testimonio produjo honda impresión.
Pero lo mismo que en el caso Slade, respecto del magistrado Mr. Flowers, el fallo del tribunal alemán comenzaba diciendo:
«El Tribunal no puede permitirse criticar la teoría espiritista, pero no puede desconocer que la ciencia y la generalidad de los hombres cultos declaran imposibles las manifestaciones supernaturales.»
Ante semejante declaración, toda prueba era inútil.
En estos últimos años dos nombres alemanes adquieren gran relieve en relación con esta materia. U no es el del Dr. Schrenck Notzing, a cuyos magníficos trabajos de laboratorio ya nos hemos referido en el capítulo del ectoplasma. El otro es el del famoso Dr Haus Driesch, profesor de Filosofía de la Universidad de Leipzig, quien en conferencia dada en la Universidad de Londres el año de 1924, declaró que «la realidad de los fenómenos psíquicos es hoy solamente puesta en duda por los dogmáticos incorregibles.»
«Esos fenómenos —dijo— han tenido que pasar por un período de arduas luchas antes de ser admitidos; la principal razón consistió en haber sido negados rotundamente por la psicología ortodoxa y la ciencia natural, las cuales hasta el final del pasado siglo iban de consuno.»
El profesor Driesch indica que la ciencia natural y la psicología experimentaron un cambio radical desde comienzos de este siglo, mostrando de qué manera los fenómenos psíquicos se enlazan con las ciencias naturales «normales». Observa que «si estas últimas se niegan a reconocer su parentesco con las primeras, ello no afecta a la verdad de los mismos», y merced a una serie de ilustraciones biológicas demuestra la inanidad de la teoría mecánica, abogando por la teoría vitalista y por el «establecimiento de relaciones más íntimas entre los fenómenos de biología normal y los fenómenos físicos, que son del dominio de la investigación psíquica».
Italia en cierto sentido figura en orden superior con relación a los demás países europeos en el trato reservado al espiritismo, a pesar de la constante oposición de la Iglesia Católica Romana, que ilógicamente estigmatiza como diabolismo en los demás lo que proclama como signo especial de santidad en ella. Las Acta Sanctorum no son más que una larga crónica de fenómenos psíquicos con levitaciones, aportaciones, profecías y todos los demás signos del poder medianímico. Ahora bien, la Iglesia persiguió siempre al espiritismo, pero por poderosa que sea, el tiempo le demostrará que ha encontrado en éste algo más fuerte que ella.
Entre los modernos espiritistas italianos destacan Mazzini y Garibaldi. En carta dirigida a un amigo el año de 1849, Mazzini esboza todo un sistema religioso-filosófico, en el cual se anticipa sorprendentemente a las más recientes ideas espiritistas. En ese sistema aparece el purgatorio temporal sustituido por un infierno perpetuo, se proclama la existencia de un lazo de unión entre este mundo y el otro, se define la jerarquía de los seres espirituales y se prevee un progreso continuo de éstos hacia la perfección suprema.
Italia ha sido muy rica en mediums, teniendo además la suerte de contar con hombres de ciencia lo suficientemente bien orientados en el estudio de las ciencias psíquicas. Entre esos numerosos investigadores, todos ellos convencidos de la realidad de los fenómenos psíquicos, aunque no todos aceptaron la idea espiritista, se encuentran nombres como los de Ermacora, Schiaparelli, Lombroso, Bozzano, Morselli, Chiaia, Pioctet, Foa, Porro, Brofferio y Bottazzi. Estos hombres tuvieron la ventaja de contar para sus estudios con una medium como Eusapia Palladino, de la que ya nos hemos ocupado, a la que siguieron otros mediums poderosos, tales como Politi, Carancini, Zuccarini, Lucía Sordi y especialmente Linda Gazzera. No obstante, allí como en otras partes, el primer impulso llegó de los países de habla inglesa. La visita de D. D. Home a Florencia en 1855, y la siguiente de la señora Guppy, en 1868, abrió la senda a través de la cual había de lanzarse antes que nadie Damiani, el primer gran investigador italiano que en 1872 descubrió las facultades extraordinarias de la Palladino.
La obra de Damiani fué pronto secundada por el doctor G. B. Ermacora, fundador y director, con el Dr. Finzi, de la Revista de Estudios Psíquicos. Damiani murió asesinado en Rovigo, a los cuarenta años de edad, constituyendo su desaparición gran pérdida para la causa. Acerca de él, dice Porro:
«Lombroso le conoció en Milán asociado a tres médicos jóvenes libres de todo prejuicio: Ermacora, Finzi y Gerosa, a dos profundos pensadores que habían ya agotado el aspecto filosófico del espiritismo, el alemán du Prel y el ruso Aksakof, a otro filósofo de profunda inteligencia y vasta erudición, Brofferio; y finalmente, al gran astrónomo Schiaparelli y al ilustre fisiólogo Richet.
«Sería difícil —añade— reunir un grupo más selecto de hombres dotados de las necesarias garantías de seriedad, de competencias diversas, de habilidad técnica en la experimentación, de sagacidad y prudencia en las conclusiones.»
«A la vez que Brofferio en su valioso libro «En pro del espiritismo» (Milán 1892), demolía uno a uno los argumentos de los detractores, reuniendo, coordinando y clasificando con incomparable talento dialéctico las pruebas en pro de nuestra doctrina, Ermacora aplicaba a su demostración todos los recursos de su poderosa inteligencia ejercitada en el uso del método experimental, hallando tanto placer en estos nuevos y fértiles estudios, que abandonó enteramente sus investigaciones en el terreno de la electricidad, las cuales le habían dado ya reputación tan alta y brillante que se le consideraba como el legítimo sucesor de Faraday y de Maxwell.»
El Dr. Ercole Chiaia, que falleció en 1903, fué un ardiente trabajador y propagandista a quien distinguidísimos hombres de ciencia debieron sus primeros conocimientos de los fenómenos psíquicos, entre otros, Lombroso, el profesor Bianchi, de la Universidad de Nápoles, Schiaparelli, Flournoy, el profesor Porro, de la Universidad de Génova, y el coronel de Rochas. Lombroso dijo de él:
«Tenéis razón en honrar la memoria de Ercole Chiaia. En un país como Italia, donde se profesa horror a todo lo nuevo, es preciso mucho valor y nobleza de alma para convertirse en apóstol de teorías que se pretende ridiculizar, y ello con la tenacidad, con la energía que han caracterizado siempre a Chiaia. A él deben muchos —y yo entre ellos— el privilegio de ver un mundo nuevo abierto a la investigación a través del único camino que existe para convencer a los hombres cultos, es decir, la observación directa.»
Sardou, Richet y Morselli rindieron también tributo de admiración a la obra de Chiaia.
Una de las más importantes labores de aquel hombre benemérito consistió en inducir a Lombroso a que investigara los fenómenos espiritistas. A raíz de los primeros experimentos con Eusapia Palladino, declaró el eminente alienista:
«Me da vergüenza y pena haber negado con tanta tenacidad la posibilidad de los llamados hechos espiritistas.»
Al principio Lombroso asintió únicamente a los hechos, oponiéndose a la teoría en ellos fundada. Pero aun esa admisión parcial causó gran sensación en Italia y en todo el mundo. Aksakof escribió al Dr. Chiaia: «¡Gloria a Lombroso por sus nobles palabras! ¡Gloria a usted por haber dado lugar ellas!»
Lombroso constituye el magnífico ejemplo de conversión de un empedernido materialista después de largo y concienzudo examen de los hechos. En 1900 escribió al profesor Falcomer:
«Estoy como una piedra en la orilla. Aún no me cubre el agua, pero noto que la marea sube, acercándome cada vez más al mar.»
Como es sabido, acabó por ser un creyente completo, un convencido espiritista, como lo prueba su célebre libro «Y después de la muerte, ¿qué?»
Ernesto Bozzano, nacido en Génova el año de 1862, dedicó treinta años de su vida a la investigación psíquica, publicando el fruto de sus estudios en treinta largas monografías. En unión de los profesores Morselli y Porro, experimentó con Eusapia Palladino, y a la vista de muchos fenómenos objetivos y subjetivos, se adhirió «lógica y necesariamente» a la hipótesis espiritista.
Enrique Morselli, profesor de Psiquiatría en Génova, fué durante varios años, como él mismo declara, un escéptico decidido en punto a la realidad objetiva de los fenómenos psíquicos. Pero en 1901 y años siguientes tuvo treinta sesiones con Eusapia Palladino, llegando a un convencimiento completo de los hechos, ya que no de la teoría espiritista. Recogió sus observaciones en un libro que el profesor Richet califica de «modelo de erudición» («Psicología y Espiritismo», Turín, 1908).
Lombroso, en una recensión muy amable de este libro, se refiere al escepticismo del autor en punto a ciertos fenómenos por él observados («Anales de Ciencia Psíquica», vol. VII, página 376):
«Morselli comete la misma falta que Flournoy con la señorita Smith11, torturando su propia ingenuidad para no encontrar verdaderas ni creíbles las cosas que él mismo declara haber visto y que en efecto ocurrieron. Por ejemplo, durante unos cuantos días después de la aparición de su madre, reconoció conmigo que la había visto y sostenido con ella una conversación por señas, en la cual ella le indicaba con el dedo, apuntando tristemente a sus gafas y a su calvicie cuán largo tiempo hacía que le dejó joven y apuesto.»
Al pedirle Morselli a su madre una prueba de identidad, ella le tocó en la frente buscándole una verruga; pero como primero tocara al lado derecho y después al izquierdo, en que verdaderamente tenía la verruga, Morselli no quiso aceptar esto como la evidencia de la aparición de su madre. Lombroso, con más experiencia, le señaló la torpeza de los espíritus que usan de la intervención de un medium por primera vez. La verdad es que Morselli experimentaba una gran repugnancia por aquella aparición de su madre con un medium en contra de su voluntad. Lombroso no puede explicarse semejante sentimiento. Y dice:
«Confieso que a mí no solamente no me molesta, sino que, por el contrario, cuando volví a ver a mi madre, experimenté una de las alegrías más grandes de mi vida, una alegría que llegaba al espasmo, y que no sólo no me producía resentimiento alguno, sino gratitud para el medium que me traía a mi madre a mis brazos después de tantos años, suceso extraordinario que me hizo olvidar no sólo entonces, sino muchas veces, la humilde condición de Eusapia, quien había logrado para mí, aunque por manera puramente automática, lo que ningún gigantesco poder ni pensamiento pudiera nunca conseguir.»
Morselli se colocó en posición parecida a la del profesor Richet respecto de la investigación psíquica, y, como este último sabio, influyó poderosamente en la opinión pública, contribuyendo a que tuviera sobre esta materia una idea más clara. Hablando del desvío de la ciencia por el espiritismo, escribía en 1907:
«El espiritismo viene discutiéndose desde hace cincuenta años, y aunque no es posible augurar cuándo quedará resuelta la cuestión, todos están conformes en concederle una gran importancia, siendo uno de los más grandes problemas legados por el siglo XIX al XX. Ya nadie puede ignorar que el espiritismo constituye una tendencia importante en el pensamiento contemporáneo. Si durante mucho tiempo la ciencia oficial mostró su desvío por los hechos que el espiritismo, bien o mal, equivocada o acertadamente, ha reunido hasta formar la base de todo un cuerpo de doctrina, tanto peor para la ciencia, y peor aún para sus hombres que permanecieron sordos y ciegos ante afirmaciones, no de sectarios, sino de observadores tan dignos y serios como Crookes, Lodge y Richet. No me avergüenzo de proclamar que en mis modestas fuerzas yo fui uno de los que contribuyeron a ese obstinado escepticismo, hasta el día en que, por fin, pude romper las cadenas con que los prejuicios aherrojaban mi pensamiento.»
Hecho curioso es que la mayoría de los profesores italianos se adhieren a los hechos psíquicos, pero rehusan seguir las conclusiones de los que llaman espiritistas. Ello aparece claro en las siguientes palabras de De Vesme:
«Importa notar que el interés por esas cuestiones revelado por el público en Italia, no habría nacido tan fácilmente si los hombres de ciencia que proclamaron la autenticidad de esos fenómenos mediunísticos, no hubiesen hecho constar que el reconocimiento de los hechos no implicaba la aceptación de la hipótesis espiritista.»
Hagamos constar, sin embargo, que hubo una minoría muy potente, que comprendió el significado íntegro de la nueva revelación.