10

Devlin parecía por completo absorto en el trabajo mientras Nicole lo observaba sin ningún disimulo.

—¿Cuántas horas dedicas a la semana a machacarte en el gimnasio?

La expresión de sorpresa de él dejó paso a una mueca irónica. Ella siempre conseguía sorprenderlo.

—¿Crees que eso le interesará a tus ávidos lectores?

—Créeme, la mayoría de mis lectoras pagaría por saber cuál es tu gimnasio y tus horarios. —No era algo que pensase publicar en la entrevista pero, como no estaba ciega, sabía apreciar los resultados del esfuerzo.

—Pues, siento decepcionarlas, pero siempre entreno en casa. Me sirve para contrarrestar el estrés.

Nicole sacó la cámara del bolso y aprovechó que él volvía a concentrarse en el trabajo para sacarle unas fotos.

—Eh, eso es a traición —protesto él.

—No me has dejado otra opción, después de la cara que has puesto antes. ¿Siempre te pones tan nervioso por una simple foto?

—No me gusta que me saquen fotos y aún menos para salir en la prensa.

—Lo sé y por eso te agradezco el doble que me hayas concedido esta entrevista.

Nicole lo decía de verdad y Devlin decidió contestarle con la misma sinceridad.

—Solo lo hice para volver a verte.

—Cuéntame algo de tus socios.

—¿A nivel personal o para la periodista?

—A nivel personal.

—A Jared lo conocí en el último año de carrera, quizá te acuerdes de él. Debes de haberlo visto un par de veces conmigo. Derek es primo suyo. Cuando acabamos los estudios decidimos no malgastar nuestro talento trabajando para otros y montamos una pequeña empresa de software informático. El resto se resume en tres palabras: tuvimos mucha suerte.

—Haces que parezca fácil.

—No lo fue.

—Pero ha merecido la pena. —Las respuestas breves de Devlin empezaban a impacientar a Nicole, aunque intentaba por todos los medios que no se notase. Ella se había encontrado con hombres poco colaboradores a lo largo de la carrera pero Devlin se llevaba la palma. Ese hombre era todo un reto periodístico.

—Supongo que sí. —Tomó un pincel y empezó a limpiar algo oculto en la tierra—. ¿Puedes traerme un pincel más fino? Los he dejado en la mochila que hay detrás de esas rocas.

Nicole se levantó sin contestar y fue a buscarlo. Al principio no vio la mochila pero, cuando iba a asirla, algo le llamó la atención. Un objeto brillaba un poco más arriba, entre las rocas. Subió con cuidado y se acercó más para verlo. Cuando llegó junto a él vio que estaba semienterrado. Pensó en llamar a Devlin, pero desechó la idea al pensar que tal vez no fuese nada importante. Tomó el pincel de la mochila para apartar la tierra tal y como Devlin le había enseñado y pensó que, quizá, eso de excavar no fuese tan aburrido después de todo

Poco a poco el misterioso objeto fue saliendo a la luz. Parecía una especie de tablilla con algunos extraños símbolos grabados. En el centro había una especie de piedra gigantesca que brillaba con intensidad a la luz del farol. Nicole pasó la mano por la superficie con suavidad y acarició con extremo cuidado el relieve. La guardó en uno de los bolsillos de sus bermudas e iba a llevársela a Devlin cuando se le enganchó el pie entre las rocas. Mientras intentaba sacarlo se dio cuenta de que había un agujero, lo enfocó con la luz y vio que era un túnel bastante profundo.

—Nikki, ¿vas a tardar mucho?

—Creo que deberías venir a ver esto.

—Espera un momento. Ahora voy.

Nicole empezó a meterse en el túnel y avanzó poco a poco. Era muy estrecho y apenas cabía su cuerpo. Le dio miedo y pensó en retroceder pero, como siempre, la curiosidad pudo con ella. Intentó avanzar un poco más cuando de golpe el suelo se desprendió literalmente bajo sus pies.

Cuando aterrizó, abrió los ojos despacio. Los nervios estuvieron a punto de jugarle una mala pasada cuando se encontró rodeada por una total oscuridad. Por fin se obligó a no dejarse llevar por el pánico y tantear alrededor en busca de la linterna que llevaba.

El gritó sorprendió a Devlin por completo desprevenido. Todos sus instintos se pusieron en marcha de inmediato y corrió, lo más rápido que le permitían las piernas, hacia las rocas donde debía de estar Nicole. El problema era que ella ya no estaba allí.

—¡Nikki! ¿Estás bien?—gritó y giró sobre sí mismo mientras enfocaba con la luz las paredes de la galería en un intento desesperado por localizarla.

—¡Dev! —La voz de Nicole sonaba lejana—. Estoy bien.

—No puedo verte. ¿Dónde estás?

—No lo sé. Me he caído por un agujero que hay entre las rocas. ¿Puedes tirarme una linterna? No encuentro la que llevaba y esto está muy oscuro.

—No te muevas y sigue hablando. Cada vez te oigo más cerca.

—Pues date prisa. No me fio un pelo de este lugar. Tal vez haya caído en la madriguera de un animal salvaje. —La voz empezaba a sonar desesperada al imaginarse las alimañas que podían estar rodeándola en esos momentos—. Quizás haya serpientes o algo peor.

—¿Quieres dejar de preocuparte por esas cosas? En Hawaii no hay serpientes.

—Para ti es muy fácil decirlo, puedes ver lo que hay a tu alrededor, pero ya me gustaría verte aquí. Me pregunto si estarías tan tranquilo.

Devlin encontró la entrada al túnel e intentó meterse dentro pero la entrada era demasiado pequeña para él.

—No puedo entrar, es demasiado estrecho. Voy a bajarte una cuerda con una linterna. No te muevas, no tardaré mucho.

—Como si pudiese irme a algún sitio —contestó ella un tanto exasperada.

Nicole esperó lo que le pareció una eternidad hasta que vio un pequeño haz de luz bajando por el túnel. Se levantó, procurando no moverse más de lo necesario, y asió la linterna.

—Ya la tengo.

Echó un vistazo alrededor y lo que vio la dejó boquiabierta y conmocionada. Estaba en una sala pequeña en cuyo centro había unas cestas en donde se almacenaba un inmenso tesoro. Estatuas gigantescas de unos seres mitológicos rodeaban la sala. Nicole supuso que habrían sido puestas allí para desalentar a los saqueadores de tumbas. Pero ella apenas se inmutó, no en vano había crecido viendo películas de Wes Craven. Por cierto iba a hacer falta algo más fuerte para asustarla. Fue hacia ellas y al aproximarse vio dos cadáveres momificados. El corazón empezó a latirle a mil por hora. Eso sí había logrado asustarla.

—¡Nicole, ata bien la cuerda alrededor de tu cintura, voy a intentar subirte!

—Espera, creo que he encontrado el premio gordo.

Nicole se aproximó a las cestas y tocó el tesoro con las manos. Nunca había visto nada parecido. Había cientos de piedras preciosas de todos los colores y tamaños.

Detrás de las cestas había una especie de altar dominado por un prominente busto de mujer. Llevaba puesto un collar y, por la descripción que le había hecho Devlin, sospechó que debía de ser el de la mujer del gran rey Kamehameha.

Devlin suspiró contrariado. ¿Quién entendía a las mujeres? Él, desde luego que no. Nicole primero tenía unas ganas enormes de salir de allí y ahora pretendía quedarse a explorar. No se podía decir que fuese una mujer de ideas estables.

—Me da igual lo que haya ahí abajo, Nikki. Puede ser peligroso, quiero que te ates a la cuerda y subas de inmediato.

Devlin sonaba en verdad irritado y Nicole lo disculpó porque entendía su preocupación. Aun así no hizo ningún intento por aferrarse a la cuerda.

—¡Esto es increíble!

Sacó la cámara de fotos del bolsillo y empezó a disparar una foto detrás de otra, con mucho cuidado en enfocar bien todos los rincones de la estancia.

—Voy a escribir el mejor artículo de mi carrera. Después de esto van a tener que nominarme para el premio Pulitzer.

—¿Quieres dejar de hacer tonterías y subir de inmediato? No me gusta que estés sola ahí abajo.

—¿Quieres que suba el collar?

—Haz lo que quieras, pero sube de una maldita vez. Ya tendremos tiempo de explorar esto cuando sepamos que es un lugar seguro. Tiemblo solo de pensar las trampas que puede haber ahí abajo. Créeme, los hombres que pusieron ahí ese tesoro no eran tontos y debieron de dejar un par de sorpresitas por si alguien llegaba hasta aquí.

Nicole decidió que ya lo había hecho sufrir suficiente. Sujetó la linterna con la boca mientras se ataba la cuerda con un fuerte nudo a la cintura, después dio un suave tirón para indicarle a Devlin que ya podía comenzar a subirla.

La ascensión fue complicada ya que estaba bastante dolorida por la caída. Por otra parte, los rasguños que se iba haciendo con las piedras que sobresalían en las zonas más cerradas del estrecho túnel no ayudaban demasiado a mejorar la horrible experiencia.

Cuando llegó arriba, Devlin la miraba de forma acusadora. La recorrió con la vista de arriba a abajo para comprobar que se encontraba en perfecto estado antes de dejarse llevar por el enfado.

—Ya me explicarás cómo te las arreglas para meterte en todos los líos. Eres como un imán para los problemas.

La regañaba pero al mismo tiempo la estrechaba con fuerza entre los brazos. Había estado en verdad preocupado por ella. Cuando la había oído gritar todo su mundo había dejado de girar. No se había dado cuenta de que había vuelto a su vida con tanta fuerza hasta que pensó que podía perderla. Entonces entendió una verdad innegable: la necesitaba tanto como el aire para respirar.

—¡Venga ya! Deberías de estar agradecido. Es muy posible que te haya ahorrado meses enteros de trabajo.

Se sacó del cuello el collar que había subido y lo dejó caer en las manos de él.

Devlin miró la reliquia sin poder creer que ella hubiese dado por casualidad con el objeto que él llevaba tanto tiempo buscando. El collar era tal y como había imaginado a partir de las leyendas.

—Y esto no es nada.

Nicole encendió la cámara digital y le mostró, orgullosa, las fotos que había sacado.

—¡Vaya!

Por una vez, era él el que se quedaba sin palabras. Devlin guardó con extremo cuidado el collar en la mochila y empezó a ocultar la entrada del pasadizo con piedras y otros objetos que se hallaban desperdigados por el suelo.

—De momento, no comentaremos esto con nadie. Ya sabes que no me fio del todo del profesor Martin y cuantos menos sepamos la ubicación del tesoro, mejor.

—Ok, por mí no hay problema. —Nicole se sacudió la tierra que se le había adherido en el túnel—. ¿Cómo vas a sacar el tesoro de ahí?

—¿Has podido ver alguna otra entrada o un túnel más grande ahí dentro?

—Hay una roca enorme en uno de los laterales de la galería. Puede que esté cerrando un túnel o puede que nada más esté allí por casualidad. Puedo volver a entrar si quieres e intentar moverla.

—Ni hablar. —La expresión de Devlin se volvió severa, aunque le dio otro fuerte abrazo para suavizar las rudas palabras—. No quiero que vuelvas a poner en peligro tu vida nunca más. Podrías haberte matado.

—Lo dices como si me hubiese caído a propósito.

Él la miró con recelo y dio a entender que no estaba del todo seguro de que eso no fuese cierto.

Hablaron con Pat para explicarle los nuevos hallazgos, pero Devlin se guardó para si la situación exacta de la caverna. No quería que nadie husmeara por ahí hasta que pudiese hacer un inventario completo de todo el tesoro. Confiaba en Pat y no creía que ella fuese a sustraer nada, pero sabía que la curiosidad era una cualidad demasiado poderosa en ella y no quería arriesgarse a que el profesor Martin la siguiese y descubriese todo el tesoro antes de tiempo.

Volvieron al hotel y desde allí Devlin hizo las llamadas pertinentes a unos operarios para que fuesen al día siguiente con la maquinaria necesaria para acceder a la caverna sin peligro.

Después, le pidió la cámara a Nicole para sacar unas fotografías del collar y lo guardó en la caja fuerte de la habitación. No le gustaba demasiado tenerlo allí pero, de momento, era la opción más segura que se le ocurría.

—¿Te apetece hacer un poco de turismo? Creo que nos hemos ganado un descanso.

—¿Estás seguro? ¿No preferirías explorar la caverna?

—Es demasiado peligroso. Esperaremos a mañana y los trabajadores nos abrirán camino de manera segura.

Nicole se había metido de lleno en la aventura y hubiese preferido arriesgarse, pero sabía que Devlin había tomado la decisión correcta.

Resignada, decidió disfrutar de unas pequeñas vacaciones de trabajo como una turista más. Se dio una ducha rápida. Se recogió el pelo todavía húmedo en una coleta y se puso un cómodo vestido azul oscuro de algodón de Brooksfield que Devlin le había comprado el día anterior.

—Tengo que reconocer que tienes un gusto inmejorable para la ropa —comentó Nicole mientras admiraba la imagen que le devolvía el espejo.

Él sonrió y pensó que ella se vería guapa incluso con una bolsa de arpillera.

Cuando estuvieron listos salieron con el Thunderbird en dirección al Parque Nacional de los Volcanes de Hawaii. Primero se detuvieron ante un nuevo cono llamado Mauna Ulu. Devlin le explicó que el nombre significaba «montaña creciente».

—Le pusieron ese nombre debido a que está en constante erupción y la isla crece por aquí en forma continua. Sucesivas erupciones taparon diecinueve kilómetros de carretera.

Nicole observó sobrecogida cómo la lava se había depositado en la carretera, y la había cubierto casi por completo en algunos tramos.

Sacaron unas cuantas fotos y se fueron a ver el cráter del Kilauea. Ya a pie, atravesaron un pequeño sendero a través de un frondoso bosque de helechos, caminaron unos quince minutos entre la densa vegetación y llegaron al tubo de lava de Thurston.

Allí Nicole tuvo ocasión de vivir en primera persona la experiencia de caminar por el interior de los tubos de lava fría.

—Esto es increíble y maravilloso.

—Me alegro de que te guste. Y cuando Hawaii se te meta debajo de la piel te será imposible olvidarlo.

—¿Por eso viniste a vivir aquí?

—Por eso y porque es un sitio tranquilo. Gracias a internet puedo manejar mis negocios desde cualquier parte del mundo, ¿Por qué no iba a hacerlo desde la más bonita?

—Eres un hombre con suerte.

—Tú también podrías serlo.

—¿Un hombre con suerte? —preguntó ella, divertida, aunque sabía a la perfección lo que él quería decir.

—No. —La voz de Devlin se volvió profunda y dejó entrever la importancia de las palabras que pronunciaba—. Una mujer con suerte.

Nicole supo al instante que estaba pisando arenas movedizas otra vez. Tal y como se estaban desarrollando las cosas, sabía que tarde o temprano tendrían esa conversación, pero no había esperado que fuese tan pronto.

Aún no estaba preparada para tomar ninguna decisión sobre el futuro y su silencio debió hacérselo entender a Devlin porque decidió no seguir presionándola.

—Aún no tienes que contestarme, pero en algún momento tendrás que afrontar la verdad de lo que nos está sucediendo y tomar una decisión. La vida es demasiado corta para prescindir de lo que en verdad te hace feliz.

Nicole asintió con la cabeza. Sentía los ojos de él sobre la cara, con esa mirada que conseguía que le faltase el aliento.

—Tengo un trabajo —empezó a contestar, pero al momento supo que se había equivocado de respuesta. La cara de Devlin se contrajo de ira y los ojos azules se volvieron fríos como el hielo.

—¿No puedes dejar de lado tu trabajo el tiempo necesario para sentir algo? Hay cosas en la vida mucho más importantes.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de Nicole, que respiró hondo e intentó mantener el poco control que aún le quedaba. Había luchado durante toda la vida para llegar a ser una periodista de renombre y no le parecía justo tener que renunciar a todo lo que había conseguido hasta el momento.

Durante unos breves instantes deseó tenerlo todo, pero de alguna manera supo que eso no iba a ser posible, que en algún momento tendría que elegir entre las dos cosas que más le importaban en el mundo.

—Lo siento, pero no estoy preparada para tomar esta decisión.

Devlin le pasó las puntas de los dedos por los surcos de preocupación que se le habían formado en la cara. Sabía que había ido demasiado lejos presionándola de esa forma, pero no estaba en absoluto arrepentido de haberlo hecho. Ella tenía que darse cuenta de que era suya y de que nunca la dejaría marchar. Puede que ella aún no hubiese tomado la decisión, pero no importaba, porque él lo había hecho por los dos.

Devlin soltó una maldición y la sujetó con firmeza contra el pecho. La expresión, mezcla de ira y frustración, desapareció por completo de la cara para dejar paso a una de deseo. Se acercó a los labios de Nicole en forma lenta y calculada en un intento por despertar todos los sentidos de ella, tomó su boca profunda y apasionadamente y, ávido, la exploró con la lengua.

No había pretendido empezar un jueguecito sexual en un sitio público, tan solo demostrarle lo que tendría si tomaba la decisión correcta. Sin embargo, todas esas pretensiones cambiaron en el instante de probar el mágico sabor de Nicole.

Esa mujer tenía un sabor único e inolvidable. Apartó la boca de la de ella cuando sintió que empezaba a entrar en erección. Nicole tardó unos segundos en darse cuenta de que él se había apartado y eso le hizo comprender a Devlin que ella también lo necesitaba, aunque le costase aceptarlo.

—Será mejor que dejemos esto a menos que quieras acabar ya el paseo. No quiero ponerme en evidencia delante de todos estos turistas.

—Sería una buena exclusiva —dijo Nicole en tono de falsete—. Devlin McKinley, el rico magnate de la informática, se excita en los tubos de lava. A mi jefe le encantaría.

—No creo que te hiciese tanta gracia, si ese titular fuese acompañado de una foto en la que sales tú como única causa de mi estado de excitación.

Ella sonrío mortificada mientras se imaginaba las constantes burlas a las que se vería sometida por parte de los compañeros de trabajo. Sin contar con la reacción de su madre. Estaría tan contenta por saber renovada la posibilidad de tener nietos que no la dejaría en paz hasta verla desfilar por una iglesia con un anillo en el dedo. Eso, sin duda, sería lo peor.

—En eso llevas toda la razón.