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Al entrar en casa, Nicole fue derecho al dormitorio a ponerse algo más cómodo. Se puso un short corto negro de Marc Jacobs y una camisa verde camuflaje de Ed Hardy. En los pies se limitó a ponerse unos gruesos calcetines negros de deporte. Le encantaba andar descalza.
Fue a la nevera y se sirvió una Coca-Cola light fría y también un poco de pollo frío de la noche anterior. Se dirigió al salón con la cena encima de una bandeja y encendió el televisor. A pesar de la multitud de canales que tenía, gracias a la televisión por cable, la programación resultaba en extremo aburrida. Por fin se decidió por un capítulo antiguo de «Friends», pero lo único que consiguió fue deprimirse. En la serie, la vida parecía bastante sencilla. Las protagonistas se acostaban con un hombre distinto cada dos capítulos, eran unas triunfadoras en sus respectivos trabajos y siempre se tenían las unas a las otras para compartir las penas y las alegrías. Quizás ese fuese el problema, que no tenía a nadie con quien compartir la vida. Necesitaba tener una aventura con un hombre interesante. No buscaba un gran amor, pero sí un poco de diversión. ¿Era eso pedirle demasiado a la vida? Claro que, ¿cómo iba a encontrar un hombre si se pasaba todo el día de casa para el trabajo y del trabajo para casa? Lo que más la deprimía era pensar en la posibilidad de que su madre tuviese razón cuando le decía que se le estaba pasando el arroz.
Cuando acabó de cenar dejó la televisión puesta con un volumen bajo, pero centró la atención en el informe que había reunido sobre Rachel. Estaba por completo absorta en él cuando sonó el timbre de la puerta. Se levantó a abrirla temiendo encontrar a su madre del otro lado. No le había anunciado ninguna visita, pero le encantaba presentarse por sorpresa para dar a su pequeña Nicole unas lecciones de lo que ella llamaba «dramática realidad». ¡Como si las necesitase!
La sorpresa fue mayúscula cuando echó un vistazo por la mirilla y se encontró cara a cara con el pasado.
Devlin había cambiado mucho. Como los buenos vinos, su cuerpo había mejorado con el paso del tiempo. Todavía era muy esbelto, pero potentes músculos se podían intuir debajo de la ropa. El pelo negro y con leves ondas que caía de forma casual enmarcaba un rostro perfecto y daba la imagen de un ángel caído.
Los oscuros ojos azules la miraron con profunda impaciencia a través de la mirilla, mientras hacía un leve mohín con la boca más fantástica que Nicole hubiera visto en la vida.
—Nikki, cielo, sé que estás ahí y me estoy cansando de esperar aquí fuera, así que será mejor que me abras. No pienso irme hasta que hayamos hablado.
Nicole obedeció la orden y abrió la puerta con lentitud, aunque una voz en su interior decía que no era una buena idea, que ciertas puertas era mejor dejarlas cerradas para siempre.
—¿Qué tal te va? —dijo Devlin con un susurro de voz.
—Bien. —Nicole hizo una señal para indicarle que pasase al salón mientras ella cerraba la puerta. Agradeció esos segundos de dilación para recuperar la compostura, pues las piernas aún le temblaban y apenas podía respirar con cierta normalidad.
—Siento lo de Rachel. —Nicole se sentó en el sillón enfrente de él para dejar entre los dos la máxima distancia posible. No confiaba mucho en sí misma si estaba tan cerca del hombre por el que unos años antes hubiese dado la vida.
—Lo sé. —Devlin miró alrededor con una sonrisa—. Parece que la vida te trata bien.
—Supongo que no me puedo quejar, pero no es nada comparado contigo. —Si quería un poco de conversación superficial antes de entrar en el tema, ella estaba dispuesta a dársela—. He oído decir que eres todo un magnate de los negocios. McKinley Corporation es una de las mayores industrias del país. Pero, supongo que no habrás venido hasta aquí tan solo para oír unos cuantos cumplidos.
—Tú siempre tan directa. Mi secretaria me dijo que querías hablar conmigo y, en honor a nuestra antigua amistad, he decidido venir a verte en persona. —El tono era frío e impersonal, pero en los ojos había algo que hacía que las entrañas de Nicole ardiesen.
—Gracias. —Él la miraba de una forma enigmática y Nicole no pudo aguantar la curiosidad—. ¿Puedo preguntarte qué estás pensando?
—Pienso que no has cambiado nada. Sigues tan preciosa como te recordaba.
—Me tomaré eso como un cumplido. —Decidió que era el momento de entrar a matar o no se atrevería a hacerlo nunca—. Sé que has usado tu influencia para que, en el informe de la autopsia de Rachel, figure que sufrió una sobredosis accidental.
Él la miró extrañado unos instantes. Había pensado mucho en los motivos de Nicole para llamarlo después de tanto tiempo, pero se sorprendió de la forma directa en que ella encaró la conversación. Desde luego la bella Nicole Wade seguía teniendo agallas.
—¿Preferirías que pusiese suicidio? —Por un momento la ira apareció en sus ojos, pero desapareció tan pronto como había venido—. No creo que eso alegrase los pocos años de vida que le quedan al padre de Rachel.
—¿Grant aún está vivo? ¡Dios mío! Ese hombre acabará por enterrarnos a todos.
—Sí, vive en una pequeña residencia en Hawaii, cerca de mi casa. Seguro que le encantaría verte. Te echó mucho de menos cuando te fuiste.
—Rachel vino a verme antes de morir. —La entrevista no se estaba desarrollando como Nicole había deseado. Ella estaba enseñando todas sus cartas y aún no había conseguido nada a cambio.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? —Esa respuesta tomó a Nicole por completo desprevenida.
—Sí, Rachel estaba un poco nerviosa en los últimos tiempos. Creía que alguien trataba de matarla. Yo sabía que solo era otra de las muchas maneras que tenía de llamar la atención, pero aun así contraté a un hombre para protegerla.
—La espiabas. —La mirada de Nicole era acusadora en extremo.
—Supongo que también puedes llamarlo así —dijo Devlin divertido—. Quería protegerla, Nikki, aunque, como bien sabrás, el mayor enemigo de Rachel siempre fue ella misma.
—¿Quién creía ella que quería matarla? —Nicole lo miró a los ojos esperando la respuesta que ella ya conocía, pero ¿estaría Devlin al tanto de las terribles sospechas de Rachel? Y si lo estaba, ¿estaría dispuesto a confirmarlo?
—No lo sé. Se pasó la vida manipulando a la gente para que hiciese lo que ella quería, cuando ella quería y como ella quería, y supongo que eso acabó por pasarle factura. Creo que al final fue víctima de sus propias mentiras. Creía que todo el mundo conspiraba contra ella para hacerle daño.
—¿Eso te incluye a ti?
—Supongo que sí. Tenía motivos más que suficientes para odiarla, pero no era el único —Una sonrisa cínica asomó a los labios—. Tú también deberías odiarla.
—Eso fue hace mucho tiempo. —Nicole decidió disparar a bocajarro la poca munición que le quedaba—: ¿La mataste?
—Sabes que no, o no me habrías abierto nunca la puerta.
—¿Me concederías una entrevista en exclusiva? —Aunque Nicole apenas podía pensar desde que él había entrado en la casa, el instinto de reportera seguía funcionando con precisión.
Devlin la miró a los ojos y fingió pensar la respuesta, aunque sabía cuál era desde el principio. Había venido con la intención de recuperarla y ella se lo estaba sirviendo en bandeja.
—De acuerdo, pero mañana tengo que volver a Honolulú por negocios. Tal vez podrías venir conmigo y quedarte en mi casa unos días. Allí podría concederte la entrevista.
—¿Así de fácil? —A Nicole nunca le habían gustado las cosas demasiado fáciles y este reencuentro lo parecía. La invitación a la casa de Hawaii era más de lo que ella hubiese pensado jamás conseguir de esa entrevista, sin embargo, por alguna razón, se sentía como si hubiese caído en una trampa—. ¿No me pedirás nada a cambio?
—Solo el placer de tu compañía. —Una oscura sonrisa dejaba claro que él esperaba recibir mucho más a cambio, pero ¿estaba Nikki dispuesta a dárselo? En ese momento, ni ella misma lo sabía.
—De acuerdo, todo lo que me digas de forma confidencial quedará entre nosotros, pero podré publicar sin tu consentimiento todo lo que descubra por mi cuenta.
Esa frase siempre le garantizaba la máxima cooperación por parte de sus entrevistados, pero el instinto le advirtió que con Devlin no iba a funcionar.
—Por supuesto. Y ahora olvidemos los negocios hasta que lleguemos a Hawaii. ¿Tienes algo de cenar en casa o prefieres que salgamos fuera? Estoy muerto de hambre.
—Estaba tomando unas sobras de pollo frío, pero dudo mucho de que te apetezca, así que creo que lo mejor es que te vayas a cenar tú solo.
En realidad, no tenía ganas de que se fuera, pero se sentía torpe e insegura al hablar con él. Necesitaba tiempo para hacerse a la idea de que Devlin había vuelto a su vida y pensar acerca del papel que podía jugar en ella.
—Venga ya, Nikki, ¿qué diría tu madre si se enterase de tu falta de hospitalidad?
—Ni lo sé, ni me importa —respondió Nicole molesta, aunque sabía de sobra la respuesta. Su madre siempre había adorado a Devlin y jamás le perdonaría no hacer todo lo posible para retenerlo al lado. Pero ella era una persona adulta ya y debía tomar las decisiones por sí misma.
Devlin se levantó despacio y fue hacia la cocina. Nicole lo siguió, anonadada por la forma de dominar la casa. Devlin se movía como si la casa le perteneciese y tuviese todo el derecho del mundo a estar allí. Por un momento se sintió como una intrusa en su propio hogar, pero de golpe recuperó la capacidad del habla.
—¿Se puede saber qué demonios haces? —Fingió un poco de indignación, pero en verdad estaba disfrutando a lo grande. Por primera vez en mucho tiempo volvía a ser ella misma y tenía alguien con quien hablar y con quien compartir la vida. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Querría Devlin reanudar su antigua amistad o solo estaba jugando con ella para hacerle pagar por no haber creído en él en el pasado?
—Estoy viendo lo que tienes en la despensa —dijo él mientras arrugaba el entrecejo—, y no me explico cómo puedes sobrevivir con esto. Supongo que comerás mucho fuera.
Empezó a sacar algunos comestibles fuera del refrigerador. Una lechuga, una lata de atún, una cebolla y tomates. Siguió revolviendo las estanterías mientras encontraba todo lo necesario. Nicole, inmóvil, miraba embelesada lo que se había perdido durante tantos años.
—Voy a hacer espaguetis con atún y una ensalada. Sé que no es gran cosa, pero cuando pruebes mi tomate natural no querrás comer ningún otro.
—¿Sabes cocinar? —Nicole no recordaba haberlo visto antes en la cocina.
—Sí, y tú deberías aprender.
—Sé cocinar —protestó Nicole.
—Freír un huevo no es cocinar, cielo, y a juzgar por los alimentos que tienes en tu cocina no vas a hacerme creer que puedes hacer mucho más.
Nicole se calló la boca porque sabía que él tenía toda la razón y no tenía ningún sentido seguir discutiendo. Sacó del cajón un mantel limpio y puso la mesa. Pensó encender una vela para hacer el ambiente un poco más cálido, pero se arrepintió en el último minuto por miedo a que él malinterpretara la situación.
Devlin apareció detrás de ella justo cuando acababa de volver a guardar la vela en un cajón.
—Siéntate y déjame hacer todo el trabajo. Hoy eres mi invitada.
—Te estás tomando muchas molestias por mí.
—Alguien debería hacerlo. Nunca he visto una alacena peor surtida que la tuya. —Devlin lo dijo en tono de reproche, pero no pudo ocultar la preocupación que escondía detrás de esa frase—. Estás demasiado delgada y, a pesar del maquillaje, tus ojeras me indican que no duermes lo suficiente.
—Vaya, muchas gracias, Sherlock, siempre es agradable recibir cumplidos de un hombre guapo.
La mirada de él se volvió pícara, como la de un niño que acaba de recibir un regalo.
—¿Sigues pensando que soy guapo?
—Sabes que eres un hombre impresionante y cualquier mujer con dos ojos en la cara podría decírtelo, pero eso no te da ningún derecho a entrar como una tromba de agua en mi casa y arrasar mi vida privada.
—Solo me estoy preocupando por ti, Nikki. —Devlin parecía sincero y un poco vulnerable, aspecto que hizo que Nicole olvidara la actitud defensiva.
—Cuando vives sola es más cómodo comer un sándwich en el trabajo o comprar algo de comida prefabricada —se disculpó ella—. No tengo demasiado tiempo para cocinar.
Devlin se sentó frente a ella en la mesa después de servirle un generoso plato de espaguetis con atún y otro de ensalada.
—Así que, estás sola —dijo Devlin de forma casual, pero contuvo el aliento mientras esperaba una respuesta.
—Tengo muchos amigos —mintió Nicole—, pero ahora mismo no tengo ninguna relación seria, si es eso lo que quieres saber.
Usó un tono de voz demasiado frívolo y se arrepintió de la respuesta casi al instante de haberla dicho. Pero no podía decirle la verdad, no podía decirle que después de él no había habido ningún otro. Que ningún otro hombre había vuelto a llegarle al corazón. No quería desnudarse alma ante él. No, hasta estar segura de que él era aún el hombre que recordaba y no el desconocido del que había hablado Rachel.
Durante unos instantes se quedó pensativa. ¿Y si Rachel había tenido razón y él era un asesino? ¿Qué estaba buscando entonces? ¿Información sobre lo que Rachel le hubiese podido contar antes de morir?
—No me gusta la forma en que estás arrugando el ceño. Solías hacerlo cuando te preocupaba algo grave. ¿Hay algo que quieras decirme?
Nicole sonrió de inmediato, demasiado deprisa para el gusto de Devlin, que sospechó que le ocultaba algo.
—Sé que aún no confías del todo en mí —continuó Devlin—, pero no te preocupes. Ya habrá tiempo para que las cosas vuelvan a su lugar.
—Tenías razón. —Nicole cambió de tema en forma abrupta—. Tu tomate es en verdad increíble.
—Gracias. —Pareció querer añadir algo más, pero al final no lo hizo.
Por un momento, Nicole pensó que Devlin estaba avergonzado por el cumplido, pero enseguida desechó la idea. Era un hombre demasiado seguro de sí mismo, ¿o no?