Capítulo 10

A la mañana siguiente Steve llevó a Robin de vuelta a su apartamento. Poco después de las ocho aparcaba frente al edificio. A las diez tenía una clase.

A Robin le entraron ganas de pellizcarse para asegurarse de que aquello no era en sueño.

Steve estaba allí, en Austin. Había ido a verla. Y desde un principio había sido sincero en su intención de casarse con ella. Sí, estaba asustada, pero no de amarlo. Simplemente no estaba preparada para entablar una profunda y seria relación con un hombre en una etapa tan temprana de su vida, pero no iba a dejarlo ir una vez que ya estaba allí. Como él mismo le había dicho, podrían enfrentarse a cualquier problema juntos. Salió del coche. Lucía un sol espléndido, y tuvo la sensación de que el mundo era perfecto. Por fin.

—Hoy mismo tengo que regresar a Los Ángeles, corazón, pero tan pronto como pueda conseguir unos días, quiero que tomes un avión y conozcas a mis padres.

—Esperaba que pudieras quedarte el tiempo suficiente para que pudiéramos ir a Cielo. Tengo que decirles a mis padres que no solo he conocido y me he enamorado de un hombre. . sino que tengo intención de casarme con él cuanto antes.

—Ya tendremos tiempo de eso —la besó de nuevo.

—¡Hooolaaa! —exclamó en aquel momento Cindi, apareciendo detrás de ellos—. Cuando dijiste que me verías esta mañana. . ¡hablabas realmente en serio! Acababa de levantarme cuando descubrí que no habías venido a dormir.

Robin se giró en redondo al oír la voz de su compañera de apartamento.

—Oh, hola, Cindi —pronunció con voz algo débil. Sabía que su tono sonaba algo culpable cuando añadió—: Yo. . oh, yo creía que tenías una clase temprano.

—Ya, apuesto a que sí. . —sonrió Cindi y miró detenidamente a Steve, dejando muy claro que estaba bastante impresionada con lo que veía—. Cariño, ¿se puede saber dónde te has estado escondiendo? No puedo creer que Robin se haya estado viendo con alguien que yo ni siquiera sabía que existía —lo agarró de la mano con indisimulado entusiasmo—. Estoy, tan contenta de conocerte, Steve. . Evidentemente Robin temía «enseñarte» antes de tiempo por miedo a que yo. .

—de repente se interrumpió, mirándolo como si acabara de recordar su nombre—. Espera un momento. ¿Tú eres Steve Antonelli? ¿El poli de Los Ángeles? ¿El semental italiano? ¡Guau! No me extraña que se volviera loca contigo. . Es tan fantástico. . Al fin he podido conocerte. Aunque la verdad es que no puedo decir que haya oído hablar mucho de ti, porque mi querida compañera de apartamento no se ha mostrado muy locuaz que digamos. ¡Nunca me dijo que estabas tan «bueno», la muy. .!

Robin estaba acostumbrada a las maneras de Cindi, pero podía ver que Steve estaba bastante asombrado de sus comentarios. Ruborizado, parecía haberse quedado sin palabras.

—No puedo creer que hayas aparecido después de todo este tiempo —añadía Cindi—. Así que Jason logró darte caza al fin, ¿eh? Sabía que lo haría. Es un tipo muy decidido cuando se le mete algo en la cabeza. Parece que al final todo ha acabado bien. . —se volvió hacia su amiga—.

Entonces. . ¿para cuándo la boda?

Robin todavía estaba asimilando lo que acababa de oír. Miró a Cindi y luego a Steve, que se estaba mostrando inusualmente tímido. .

—¿Jason? —repitió.

Cindi miró a Steve.

—Bueno, es por eso por lo que has aparecido, ¿no? ¿Es que los hermanos de Cindi no fueron a buscarte e insistieron en que volvieras. . para que hicieras lo que tenías que hacer con su hermana?

Steve evitó la mirada de Robin para concentrarse en Cindi.

—Sospecho que tengo que agradecerte a ti esa inesperada visita, ¿no? —le preguntó.

—Bueno —se encogió de hombros—, yo sabía que algo no andaba bien. Robin estaba muy deprimida desde que regresó del crucero —miró a su amiga con una sonrisa—. Pequeño diablillo. .

Siempre me ocultaste que algo «especial» ocurrió entre vosotros en aquella isla ¿Sabes? El hecho de que, nada más aparecer Steve, hayáis pasado la noche juntos me parece un detalle muy revelador. .

—¿Qué es lo que pasó? —le preguntó bruscamente Robin a Cindi—. ¿Tú les dijiste a mis hermanos lo de. .? —se le cerró la garganta y ya no pudo pronunciar una palabra más.

—Yo solo le entregué su tarjeta de presentación a Josh, eso es todo. Le recomendé que no te lo dijera, porque ignorabas que yo la había descubierto en el cesto de los papeles. Con tu estado de ánimo, comportándote de una manera tan extraña, era natural que estuviéramos todos preocupados por ti. . —miró a Steve y luego otra vez a Robin—. ¿Qué pasa? ¿Es que no habéis resuelto ya lo vuestro?

—Vamos a casarnos —afirmó Steve—, si es eso a lo que te refieres.

Robin se volvió rápidamente hacia él.

—¿Mis hermanos fueron a verte? —al ver que asentía, mirándola con recelo, inquirió de nuevo

—: ¿Cuándo?

—Antes de ayer.

—¿Viniste a Austin al día siguiente de que ellos te visitaran?

—Sí. De hecho, fue Jason quien me trajo aquí. Ayer me vine con ellos.

Robin se giró en redondo y se alejó unos pasos. Necesitaba desesperadamente recuperarse, asimilar lo que acababa de escuchar. Después de aspirar profundamente varias veces, se dirigió de nuevo a Steve:

—No puedo creerlo. Esto es absolutamente absurdo. Mis hermanos fueron a buscarte y te arrastraron hasta Austin para. . ¿para qué? ¿Para obligarte a que te casaras conmigo? —miró a Cindi—. Yo creía que eras mi amiga, pero. . ¿a mi espalda le contaste a mis hermanos lo que había sucedido, sabiendo lo que pensaba yo al respecto? ¿Les hablaste de Steve? Y no solo eso: ¿los ayudaste a descubrir dónde vivía?

Cindi cruzó los brazos sobre el pecho y la miró.

—Bueno, es obvio que tú tampoco has sido del todo sincera conmigo, Robin. Te creí cuando me dijiste que no había sucedido nada entre vosotros en la isla, ¿recuerdas? Se comportó como un perfecto caballero, me dijiste. . solos nos besamos, eso fue todo, Y yo te creí. Siempre te creo, Robin. Nunca he tenido motivo alguno para dudar de tu palabra —se interrumpió por un instante—.

Cuando me encontré en el campus con Josh y me preguntó qué era lo que te pasaba, le dije que no sabía nada. Tanteamos las diferentes posibilidades: las clases, tu estado de salud, el viaje que hicimos. . Le mencioné que habías conocido a un hombre, y por supuesto se empeñó en conocer todos los detalles —se encogió de hombros—. De acuerdo. Sabía que no querías que tu familia se enterara de lo que te había ocurrido en el crucero, pero, Robin, tienes que comprender que todos estábamos muy preocupados por ti. Pensé que si existía la más remota posibilidad de que lo que te pasaba tuviera que ver con este hombre, tu familia debería conocerlo, saber más sobre él. Y, en respuesta a tus acusaciones, sí, le entregué a Josh su tarjeta, y sí, sabía que probablemente se pondrían en contacto con él, por mucho que eso te molestara. Nos parecía suficientemente importante como para afrontar ese riesgo. Y evidentemente así ha sido, porque ahora está aquí. Y

vais a casaros. ¿Por qué estás tan molesta?

Por un fugaz instante Robin creyó que iba a vomitar. Nunca se había sentido tan traicionada por tanta gente a la que amaba y en la que confiaba. Le había dicho exactamente a sus hermanos lo que pensaba de su comportamiento excesivamente protector hacia ella, y ellos le habían dado su palabra de que, a partir de entonces, dejarían de entrometerse en su vida social. Había confiado en ellos, tal y como había confiado en Cindi para que le guardara el secreto de las confidencias que le había hecho.

Se enfrentó a Steve.

—No viniste a Austin para preguntarme por qué te di un número de teléfono equivocado,

¿verdad? Viniste porque mis hermanos no te dejaron otra opción.

—¿Por qué le das tan tanta importancia a todo esto? Cuando me confesaron lo preocupados que estaban por ti, quise verte, asegurarme de que te encontrabas bien. Tengo con ellos una deuda de gratitud. Si no hubieran ido a buscarme, yo nunca habría. .

—Oh, lo entiendo perfectamente —lo interrumpió, llevándose una mano al estómago—. En ese caso, nunca habría vuelto a saber nada de ti. Yo también debería de estar agradecida a mis hermanos por haberse entrometido una vez más en mi vida, y todo por mi bien.

—Ellos te quieren —repuso Steve, y añadió con ternura—: Y yo también.

¡Hombres! No podía dar crédito a la simpleza de su comportamiento. Eran incapaces de manejar con delicadeza o mínima habilidad cualquier situación. Podía apostar a que Steve había terminado congeniando con ellos. Miró su reloj.

—Tengo que prepararme para ir a clase —comentó, y se dirigió a Steve—. Y tú necesitas volver a tu trabajo.

—No me iré hasta que hayamos arreglado esto, Robin. Sé que estás enfadada y que. .

—Por supuesto que estoy enfadada. Así que voy a arreglar ahora mismo esto tanto por tu bien como por el de mis hermanos. Gracias por tu oferta de matrimonio, a pesar de que metafóricamente la hayas hecho con un cañón de escopeta apuntándote a la espalda. Me has demostrado que eres un hombre honesto. Sin embargo, voy a declinar tu generosa oferta. El matrimonio es lo último que deseo en mi vida ahora mismo. Estoy harta y cansada de que todo el mundo decida a mis espaldas lo que es bueno para mí y lo que me conviene. Puedes decirles a mis hermanos que me hiciste la oferta pero que yo me negué, ¿entendido? Que rechacé tu cortés oferta de matrimonio para salvar la reputación de mi apellido. Adiós, Steve.

Se volvió y se dirigió hacia el portal del edificio sin mirar atrás. Suponía que Cindi va encontrará alguna manera de consolar a Steve. Cindi. Su menor amiga. Su ex mejor amiga. Si se iba con él, mejor que mejor. ¿Acaso no era un «semental italiano»?

Todos los miedos de Robin habían confluido en el convencimiento de que casarse con Steve sería como ir a prisión. Oh, desde luego que podía ser tierno, y cariñoso, y amante, pero se aseguraría de encerrarla en la jaula de su amor, tal y como habían hecho sus hermanos. Sería peor todavía que eso. Un marido tenía todavía más derecho a mostrarse protector que unos hermanos. Aquello la habría vuelto loca.

Había estado a punto. Menos mal que había descubierto a tiempo la verdad, antes de empezar a trazar planes para un futuro en común Tenía mucha suerte. Cuando entró en su apartamento, no había dejado de enjugarse las lágrimas.

—No estoy llorando por él —musitó para sí misma—. Estoy llorando porque estoy furiosa. Eso es todo. Pero lo superaré.

Fue a su dormitorio, se cambió de ropa y luego salió para clase, consciente de que tanto Cindi como Steve se habían marchado. Esperaba no volver a verlos nunca.

—¿Mamá? —pronunció Robin al teléfono, aquella misma noche—. Me estaba preguntando si podría ir a casa por unos días. . Necesito hablar contigo.

—Cariño, no tienes que pedirme permiso para volver a casa. Sabes que estamos encantados de tenerte con nosotros. ¿Pero no te perderás algunas clases? ¿Qué pasa?

—Yo, eh. . preferiría esperar a estar allí para hablar, ¿vale?

—Tengo una idea. En vez de que vengas tú, ¿por qué no vamos papá y yo a verte? Hace tiempo que no voy a Austin.

—¿Estás segura?

—Mira, cuanto más pienso sobre ello, más atractiva me parece la idea. Nos veremos mañana, después de tu última clase, que será. . ¿cuándo?

—A mediodía.

—Estupendo. Nos veremos entonces, allí, corazón.

—De acuerdo. Y.. gracias, mamá. Gracias de verdad.

Kristi McAlister colgó el teléfono y se volvió hacia su marido.

—Ha pasado algo, cariño. Nunca le había oído ese tono a Robin. Estaba intentando disimular las ganas que tenía de llorar. Le dije que mañana iríamos a Austin para verla.

Jason bajó el periódico que estaba leyendo.

—¿Qué podrá sucederle? ¿Supones que los chicos tienen algo que ver?

—No me extrañaría nada —sonrió Kristi.

—A mí tampoco —suspiró, levantándose para dirigirse a su despacho—. Voy a hablar con Jase, a ver qué puedo sacarle.

Kristi recogió el libro que estaba leyendo cuando sonó el teléfono, pero ya no pudo concentrarse en la lectura. Robin había empezado a preocuparla ya desde el primer momento en que resultó obvio que sería la única niña de la familia. Jason siempre solía decir que era la viva imagen de su madre. Lo que más inquietaba a Kristi era la sensibilidad y vulnerabilidad de su hija, que siempre había procurado disimular a los ojos de su padre y hermanos. Desde muy temprano había aprendido a plantarles cara y a defender sus posiciones.

Sí, Robin había crecido peleándose con sus hermanos, mostrándose tan competitiva como ellos, intentando ser igual de fuerte y de dura. No había habido ningún problema con eso hasta que entró en la adolescencia y se convirtió en una mujer de impresionante belleza, de manera que despertó y excitó sus instintos protectores. Kristi sabía que a ella le había irritado sobremanera ese comportamiento, pero al mismo tiempo había confiado en que, con el tiempo, le resultara beneficioso. Porque lo cierto era que necesitaba algo de protección frente al duro mundo exterior: su tierno corazón era demasiado vulnerable.

De repente Jason volvió a la habitación visiblemente pálido, y Kristi se levantó de un salto al verlo.

—Dios mío —le deslizó un brazo por la cintura y él volvió a sentarse en el sofá, atrayéndola hacia sí.

—Malas noticias, ¿verdad? —inquirió, terriblemente preocupada.

Jason asintió y la abrazó con fuerza durante un rato antes de pronunciar una sola palabra.

Finalmente dijo:

—Cariño, sé que quieres ver a Robin, pero creo que quizá sería mejor que me dejaras hablar a mí con ella.

—¿Qué han hecho ahora los chicos?

Jason amaba a su esposa con una pasión que no habían mermado sus muchos años de matrimonio, ni tampoco el cuidado y la educación constante de sus hijos. Sabía que sus hijos habían desarrollado sus instintos protectores a partir de la observación de su propia actitud hacia Kristi y hacia su familia. ¿Cómo podía echarles en cara algo que él siempre había hecho? No quería hacerle daño a Kristi, pero sabía que lo que tenía que decirle iba a ser duro de escuchar.

—Robin no fue del todo sincera cuando nos contó lo del crucero, cariño.

—¿Qué quieres decir?

—El caso es que Jase cree, y yo tiendo a estar de acuerdo con él, que Robin vivió una romántica aventura mientras estuvo fuera. Tan pronto como se enteró, Jase fue a buscar al tipo con los chicos. Vive en Los Angeles, es policía detective y parece una persona de fiar. También parece que está verdaderamente enamorado de Robin. Al menos eso es lo que piensa Jase.

—¡No puedo creerlo! Y no nos dijo una sola palabra de que había conocido a ese hombre.

—Lo sé —suspiró profundamente—. Quiero hablar con ella. . sobre el hecho de que nos haya ocultado eso, y sobre que. . Bueno, el caso es que hoy ha llamado a Jase para decirle que, por lo que a ella respecta, ya no tiene hermanos. .

—¡Oh, no! —exclamó Kristi—. Sé que a menudo se ha enfadado con ellos, pero nunca se ha negado a verlos.

—Bueno, eso es lo que ha hecho hoy. Puede que esté equivocado, pero creo que si tú vas conmigo a verla, ella se refugiará en ti y no hablará conmigo de la situación.

—Pero, Jason, yo le dije que iría. Yo puedo acompañarte y dejar que hables tú con ella primero. Luego, si quiere hablar conmigo, siempre podrá hacerlo.

—Sí, supongo que eso puede funcionar. Jase piensa que han pasado varias noches juntos. De hecho, está seguro de eso, lo que no sabe es si, bueno, si. .

—De si hicieron el amor o no.

—Eso —rezongó Jason.

—¿Ese hombre lo reconoció?

—Digamos que no lo negó. También dijo que quería casarse con Robin.

—En ese caso, no tendría por qué haber ningún problema.

—Eso parece. ¿Pero entonces por qué está tan enfadada Robin? Si se ha enamorado, ¿no debería estar contenta? Hay algo aquí que no me gusta. Iremos a verla mañana y sabremos lo que está pasando.

A la mañana siguiente Cindi abrió la puerta del apartamento y se encontró con el padre de Robin.

—Bueno, hola —exclamó asombrada—, papá Mac, ¿que estás haciendo aquí?

—Robin quería hablar con nosotros, así que su madre y yo hemos venido a verla. Kristi quería hacer unas compras primero, así que yo me he pasado antes —al ver su lamentable aspecto, le preguntó—: ¿Qué diablos está pasando?

Cindi negó con la cabeza.

—Realmente no puedo hablar de ello. Ya he hecho suficiente daño —explicó, cansada—. Robin se irá tan pronto como pueda encontrar otro apartamento. Me ha dejado muy claro que no quiere saber nada más de mí.

—Qué absurdo —Jason frunció el ceño—. Si vosotras dos sois como hermanas. .

—Bueno, tengo que reconocer que quizá tenga razón —tomó asiento y le invitó a hacer lo mismo—. Entonces creí que estaba haciendo lo correcto, pero. . ¡lo único que he conseguido es enredarlo todo!

—¿Es por ese hombre de Los Angeles?

—Oh, Dios mío —exclamó Cindi, alarmada—. ¿Cómo te has enterado de eso?

—¿Es por eso o no?

—En parte. . bueno, en gran parte. . sumado al hecho de que me acusó de haber traicionado su confianza.

—¿Porque le hablaste a Josh de él?

—Sí —se pasó las manos por la cara—. Nunca había hecho nada así antes, pero estaba tan preocupada por ella. . Y ahora no quiere saber nada de mí —miró su reloj—. Me tengo que ir.

Dentro de unos minutos estará aquí. Será mejor que me quite de en medio —se levantó—. Lamento que todo esto haya terminado tan mal. Espero que algún día llegue a perdonarme.

Después de que Cindi se hubo marchado, Jason esperó unos quince minutos antes de oír el sonido de la llave de Robin en la puerta. Se levantó y esperó a que entrara en el salón. Tenía un aspecto terrible: los ojos rojos e inflamados, tremendamente pálida, y tan pronto como lo vio estalló en sollozos. En dos zancadas fue a su encuentro y la estrechó contra su pecho.

—Lo estás pasando mal, ¿eh, pequeña? —murmuró, acariciándole tiernamente la espalda.

Estuvieron así durante un buen rato hasta que Robin finalmente se apartó, enjugándose las lágrimas.

—Lo siento, papá. No sé qué es lo que me pasa —miró a su alrededor—. ¿Dónde está mamá?

—Tenía un par de recados, así que me dejé caer yo por aquí primero.

—¿Quieres un sandwich? ¿Una taza de café?

—Sí, estupendo.

Durante la comida, Jason la mantuvo entretenida contándole historias y anécdotas del rancho.

Incluso logró arrancarle una sonrisa en un par de ocasiones. Una vez que terminaron, se recostó en su silla y le preguntó:

—¿Quieres hablarme de ello?

—Bueno —pronunció, incómoda—, la verdad es que esperaba hablar con mamá.

—Oh. . oh. ¿Temías acaso que tu papá se enfadara un poquitín contigo?

Robin lo miró dudosa, y esbozó una mueca.

—¿Has hablado con Jase, verdad?

—Si lo hubiera hecho, ¿habría alguna diferencia?

—Los hombres no lo comprendéis —dijo al fin.

—¿Qué es lo que no comprendemos?

—Tengo veintidós años, pero nunca he estado sola, nunca he sido plenamente responsable de mí misma. Lo de ir a la universidad tampoco me ayudó. Siempre he tenido a mis hermanos encima, incluso aquí.

—Así que estás enfadada con ellos.

—Estoy harta de que se entrometan constantemente en mi vida.

—¿Crees que tu madre y yo nos entrometemos demasiado?

—No, en absoluto. Vosotros solo os mostráis protectores. Eso es todo.

—Te queremos.

—Lo sé. Pero a veces me ahoga tanta atención. Detesto que todo lo que haga tenga que ser vetado o comentado por toda mi familia.

—Tú nos llamaste, ¿recuerdas? Por eso estoy aquí. ¿Qué es lo que necesitas de nosotros?

—Vuestro apoyo moral. Eso es todo. He aceptado un empleo en la empresa para la que estuve trabajando el verano pasado. Durante el resto del semestre estaré trabajando a media jornada.

Tengo intención de alquilar un apartamento cerca de la empresa. Quiero que mi familia comprenda que necesito hacer esto.

—Muy bien.

Robin esperó, pero Jason no dijo nada más.

—¿Ya está? —inquirió al fin.

—Si es eso lo que quieres, lo aceptamos. Deseamos que seas feliz. Lo creas o no, cariño, eso es lo único que queremos.

Robin asintió, esforzándose por no llorar.

—Dime, ¿quieres realmente a ese hombre al que conociste durante tu crucero?

—Jason te habló de Steve. ¡Lo sabía!

—Bueno —sonrió—, no es ningún crimen conocer a un hombre que te guste. Supongo que solo estoy algo sorprendido de que no te hayas molestado en mencionarnos su existencia a tu madre y a mí.

—No había mucho que contar —se encogió de hombros—. Supongo que fue el típico encuentro de vacaciones. Cindi también conoció a un chico. Desde entonces se han escrito un par de postales. No era una gran cosa —bajó la mirada—. Hasta que mis hermanos se metieron por medio y convirtieron todo esto en una especie de incidente diplomático internacional. Estoy tan avergonzada. Nunca volveré a ser capaz de mirarlo a la cara.

Jason se irguió, inclinándose hacia ella.

—Corazón, lo importante no es eso, sino si lo quieres o no. ¿Tú lo quieres?

—De verdad que eso ya no importa, papá. Yo ya le dejé claro que no lo quería en mi vida.

Espero no volver a saber nada más de él.