Capítulo 9
Una vez les sirvieron las copas con el zumo de manzana, la conversación fue fluyendo relajadamente.
—Ya que no nos podéis contar nada del motivo por el que estáis aquí, ¿de qué podríamos hablar? —preguntó Gracie.
—Cuéntanos algo de Cara —propuso Chris—. Ella lo sabe todo sobre mí y yo no sé nada de ella.
—¿Qué es lo que quieres saber? —preguntó Kelly interesada.
—No por favor —rogó Cara—. No hay nada interesante de mi vida que contar.
Adam advirtió que Cara le dirigía una furtiva mirada. Aunque todos charlaban animadamente, ella se mantenía ausente. Y sabía por el modo en que lo había mirado que su actitud tenía que ver con él. Se sentía aliviado al comprobar que no era el único que se sentía al borde de un abismo.
—Venga, cuéntanos —dijo Chris con curiosidad—. ¿Llevó aparato en los dientes? ¿Cuántos años tenía cuando...?
—No a la primera pregunta y no es asunto tuyo a la segunda —lo interrumpió Cara.
—Quería saber cuándo se te cayó el primer diente —dijo Chris rodeando con su brazo los hombros de Cara en actitud cariñosa.
Adam se enderezó en su silla. Deseaba poder comportarse con ella como Chris. Pero para él, abrazarla de aquella manera era tan sólo un sueño. Sentía envidia de lo bien que se llevaban y de la amistad que estaban forjando.
—Y, ¿qué hay de su vida amorosa? —añadió manteniendo su brazo sobre los hombros de Cara—. Dice que no hay nadie en su corazón, pero no me lo creo.
Adam vio que Cara le hacía un gesto a sus amigas para que se callaran, pero la ignoraron.
—Pues créelo —dijo Kelly—. Cara necesita un hombre a su lado que sea dócil y que haga todo lo que ella le diga.
Los demás rompieron en carcajadas y Cara escondió el rostro entre las manos. Se sentía incapaz de hacer callar a sus amigas.
—¡Eso no es cierto! —protestó.
—Dime el nombre de alguien con quien hayas salido y que se haya atrevido a llevarte la contraria en algo —dijo Gracie. Cara abrió la boca, pero no articuló palabra—. Además, nunca has tenido una relación duradera con ningún hombre.
—Tienes razón —intervino Kelly—. Quizá lo que Cara necesita es un hombre que tenga el carácter suficiente para no acceder a todo lo que ella quiere.
Adam observó cómo los ojos de Cara pasaban de Kelly a Gracie y por último, se detenían en él. Tenía que reconocer que él no era un hombre fácil y era evidente que ella se había dado cuenta. Y aunque había negado todo lo que sus amigas habían dicho sobre ella, estaba claro que tenían razón. Necesitaba un hombre como él, con fuerza y carácter.
Cara no podía soportar seguir allí sentada frente a Adam. Se había sentado lejos de él pensando que estaría más cómoda, pero no había sido así. Sus miradas no habían dejado de cruzarse desde que se habían sentado.
—Ya veo que no vais a parar de hablar así que, ¿os parece bien si voy por otra ronda?
Tan pronto contestaron afirmativamente, Cara se puso de pie y se dirigió a la barra.
No se veía al camarero por ningún sitio, pero estaba disfrutando de aquellos momentos a solas. Se puso a tamborilear con las manos sobre la barra mientras esperaba a que la atendieran.
—Hola —dijo Adam apareciendo tras ella.
Cara sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
—Hola —contestó ella.
—Me gustan tus amigas.
Estaba desconcertada. No se esperaba aquello.
—A mí también. Las quiero mucho.
—¿Como si fueran tus hermanas?
Cara parpadeó y tras unos instantes, afirmó con la cabeza.
—Sí, tienes razón. ¿Cómo lo has sabido?
Adam se encogió de hombros.
—Los amigos que se hacen en la madurez acaban convirtiéndose en nuestra familia. Especialmente para las personas solteras como nosotros —dijo él sonriendo.
Cara le devolvió la sonrisa. De pronto vio un extraño brillo en sus ojos y advirtió que se había quedado sumido en sus pensamientos. Deseó tomarlo por la barbilla para que la mirara y rogarle que se quedara allí con ella.
—Buscas personas afines a ti, con tus mismos gustos y pasan a ser parte de tu familia —continuó él diciendo.
—Lo mismo te ocurre con Dean y Chris, ¿verdad? Tienes más cosas en común con ellos que con algunos miembros de tu familia.
Adam se encogió de hombros.
—Al menos, los amigos los elige uno.
Cara se estremeció. Nunca antes había hablado con él en aquel tono confidencial. No sabía cómo, pero había conseguido que saliera de su concha. Se sentía relajada a su lado.
De pronto, él se dio media vuelta y se quedó callado, volviendo a cerrarse en sí mismo. Cara se quedó sin saber qué hacer.
Probablemente era lo mejor, se dijo Cara. Tal y como Gracie había señalado un rato antes, aquel hombre era un seductor. Incluso se había definido como un soltero empedernido. No parecía tener ningún interés en tener una pareja.
Era lo mejor para todos. Deseaba acariciar su pelo, deslizar la mano por su pecho y besarlo. Estaba segura de que se habrían besado apasionadamente si Jeff no hubiera aparecido en la caravana el día que fueron al hipódromo a ver las carreras de caballos. El simple hecho de pensarlo hizo que su temperatura corporal se elevara unos grados.
Así que lo mejor sería tratar de hacer desaparecer la sofocante tensión sexual que existía entre ellos. No podía lanzarse a sus brazos. Sabía que ella saldría herida mientras para él tan sólo supondría una conquista más.
Cara lo miró de reojo y deseó no haberlo hecho. Se había apoyado en la barra y estaba muy guapo con su jersey azul y sus pantalones de pinzas claros. Lo peor de todo es que sabía que podía ser suyo en el momento en que quisiera. Cada vez le costaba más esfuerzo respirar teniéndolo a su lado. Sólo tenía que decirle las palabras adecuadas y acabaría en la cama de su fabulosa suite.
—Siento haberlos hecho esperar —dijo el camarero, sacándola de sus pensamientos—. ¿Qué les pongo?
—Seis zumos de manzana, por favor —dijo Cara con una amable sonrisa.
—Ahora mismo les preparo los más apetecibles zumos de manzana que nunca han tomado.
Cara se quedó observando los movimientos del camarero. Tenía que pensar sólo en su trabajo y no dejar que nada la distrajera.
Adam la contemplaba. Era evidente que estaba tensa a pesar de que pretendía mostrarse distraída. Dentro de ella había un volcán a punto de hacer erupción. Era una mujer con una gran personalidad, segura de sí misma y muy leal. No podía evitar preguntarse si toda esa pasión que derrochaba por lo que hacía, también la mostraba en la cama. Llevaba días dando vueltas a ese pensamiento. Esa mujer lo tenía totalmente confundido. Tenía que olvidarla antes de que se convirtiera en una obsesión. A pesar de estar acostumbrado a asumir riesgos en su vida y en su trabajo, no estaba dispuesto a asumir aquél. Así que una vez que decidió que eso era lo mejor que podía hacer, se giró hacia ella.
—Me alegro de volver a ver tus zapatos rojos otra vez —susurró en su oído.
Adam se percató de que la había hecho estremecer. Cara se quedó desconcertada, mirando sus zapatos sin saber qué decir.
—Sí —dijo volviendo a posar sus ojos sobre la espalda del camarero—. No me puedo permitir el lujo de comprarme la ropa para ponérmela una sola vez.
Adam estaba seguro de que había algo más que había querido decir con aquel comentario.
—No hay mucha gente que pueda hacerlo.
—Tú lo haces.
Así que era eso. Estaba molesta con él porque era rico.
—No puedo negar que podría permitirme ese lujo —dijo escogiendo cuidadosamente las palabras—. Pero eso no quiere decir que lo haga.
Cara se giró hacia él y Adam notó que los sentimientos que había estado tratando de controlar afloraban sin más.
—¿De veras? —dijo ella apoyando la mano sobre su estrecha cadera—. No tienes inconveniente en alejar a las mujeres de tu lado una vez has conseguido de ellas lo que quieres así que, ¿por qué habrías de ser diferente con las cosas? Algunas personas se pasan la vida trabajando para pagar una casa. No todo el mundo tiene una vida tan cómoda como la tuya, ¿sabes?
Aquel tono de reproche lo sorprendió. Alargó la mano y la tomó por el codo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Nada.
—¿Qué pretendes? ¿Por qué de pronto te muestras tan interesada en mis cosas y en las mujeres con las que salgo?
Cara abrió la boca, pero no articuló palabra. Sus ojos verdes estaban abiertos como platos y lo miraban con sorpresa. No parecía enfadada, pero había algo más detrás de su reacción. No era sólo por las relaciones que había tenido con otras mujeres ni por su cuenta bancaria.
Cara tragó saliva y se humedeció los labios. Lo único que Adam deseaba en aquel instante era tomarla entre sus brazos y besarla apasionadamente. Apretó con más fuerza su brazo y ella no hizo nada por impedírselo.
—Aquí tienen. Seis deliciosos zumos de manzana.
Cara lo miró con intensidad y unos segundos después retiró la mirada. El arrebato por el que se acababa de dejar llevar parecía haber desaparecido y Adam la soltó. Sin mediar palabra, cada uno tomó tres copas y se dirigieron de vuelta a la mesa donde los demás conversaban en animada charla. Pero según llegaron, cada uno fue tomando una copa y se hizo el silencio.
Adam desvió la mirada de Cara y comprobó que los estaban observando atentamente con una sonrisa en los labios. Todos se habían dado cuenta de la atracción que había entre ellos, aunque estaba seguro de que Cara no había reparado aún en ello. Vio como se sentaba, se atusaba el pelo y evitaba mirarlo.
—Propongo un brindis —dijo Gracie alzando su copa.
Los demás la imitaron.
Adam buscaba desesperadamente la manera de llamar la atención de Cara. Y de pronto, la encontró. Levantó su copa y recordando la comida que había compartido con Cara unos días atrás, propuso un brindis.
—Por Cary Grant —dijo.
Si el encanto por el que fue famoso el actor lo ayudaba aquella noche, no dejaría de brindar por él de por vida.
Y funcionó. Cara se giró hacia él y mantuvo su mirada. En sus ojos pudo leer todo lo que necesitaba saber.
Gracie rompió el tenso silencio que se había hecho entre todos ellos.
—No está mal, pero yo pensaba brindar por el amor. Así que, ¿os parece bien brindar por Cary Grant y el amor?
Chris sonrió y golpeó con su copa la de Gracie. Kelly se acarició el vientre con una sonrisa enigmática. Dean dio un trago mirando por encima de su copa a Gracie. Cara dio un sorbo y escondió sus manos bajo la mesa. Se sentía tan tensa que apenas podía moverlas.
Unas horas más tarde, Cara tuvo que escuchar los comentarios de Gracie y Kelly. Parecían un par de colegialas que hubieran ido a una fiesta con chicos por primera vez en su vida.
—Ha sido divertido —dijo Gracie.
—Son unos chicos muy agradables —dijo Kelly—. Y ese Chris es un encanto.
—Es cierto —convino Gracie.
—Creo que a Dean le has gustado.
—No lo creo —dijo Gracie ruborizándose y agitando una mano en el aire.
—Pues créelo dijo Kelly—. No ha dejado de mirarte en toda la noche. Además, se ha reído de todos tus comentarios y tampoco es que seas tan divertida.
Gracie se encogió de hombros.
—Quizá tengas razón —admitió.
—Sin embargo, Adam es muy reservado —dijo Kelly.
Cara se ruborizó y se mordió el labio. No quería contestar nada a aquel comentario.
—Yo creo que no —intervino Gracie, dejándose caer sobre la cama—. Está muy interesado en alguien aquí presente.
—Es más que obvio —dijo Kelly sentándose en la cama—. Y creo que el sentimiento es mutuo. Hay que reconocer que es un hombre muy guapo.
—Espera un momento —la interrumpió Gracie y girándose hacia Cara, añadió—. Recuerdo que me hablaste de alguien a quien habías conocido antes de venir aquí. ¿Era Adam, verdad? —preguntó.
Cara se quitó los zapatos mientras las miraba en silencio. Abrió el armario y los dejó guardados.
—Ahora lo entiendo. Los dos se han comportado del mismo modo durante toda la noche. No han dejado de mirarse a pesar de haberse sentado separados y de haber tratado de ignorarse. Es evidente que la atracción es mutua.
Cara puso los brazos en jarra y las miró desde los pies de la cama.
—No sé si os habéis dado cuenta de que yo también estoy aquí con vosotras.
—¿Y eso qué importa? Seguro que no nos haces caso. Nunca nos haces caso a nosotras, tus mejores amigas. Harás lo de siempre, encerrarte en tu mundo y no preocuparte más que por pagar tu casa.
—¿Qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando?
—¿Acaso no te has dado cuenta de que sueles salir con hombres sumisos? —preguntó Kelly poniéndose de pie.
—Sí, hombres que sólo hacen lo que tú quieres —añadió Gracie.
—Tienes tanto miedo de tener las mismas discusiones que tenían tus padres que prefieres romper una relación a seguir adelante —dijo Kelly. Su expresión se dulcificó pero era evidente que no había terminado. Cara sentía que todo le daba vueltas—. No creo que Adam sea el tipo de hombre al que se puede manejar. Más bien todo lo contrario.
Cara sacudió los hombros, en un intento por aliviar la tensión que sentía. De pronto se dio cuenta de que estaba buscando una excusa para detener la discusión y eso era precisamente a lo que se habían referido sus amigas unos minutos antes.
—Está bien. ¿Y si os digo que estoy de acuerdo con lo que decís? —dijo Cara. Kelly abrió la boca para decir algo, pero le hizo un gesto con la mano para detenerla—. Es cierto que no me gusta discutir, pero eso no tiene nada que ver con Adam.
—Querrás decir con tu relación con él.
Cara sacudió los brazos desesperada.
—No tengo ninguna relación con él. Hemos pasado mucho tiempo juntos durante la grabación del programa, eso es todo. Quizá haya surgido una ligera atracción entre nosotros, pero no hay nada que contar.
Kelly y Gracie se sentaron en la cama sin dejar de mirar a Cara. Ambas lucían una sonrisa pícara en sus rostros.
Cara tomó los cojines del sofá y comenzó a golpear divertida a sus amigas, tratando de borrar las estúpidas sonrisas de sus caras.
—¿Qué hay entre la señorita de la mirada felina y tú? —preguntó Dean mientras Chris y Adam lo acompañaban hasta el coche.
Adam lanzó una mirada severa a Chris.
—No me mires así. No he dicho una palabra —dijo haciendo un gesto de indiferencia con las manos.
—¿Hay algo entre vosotros? —preguntó Dean.
—Por supuesto que no.
—¡Por favor! Nunca te había visto tan pendiente de una mujer. Ha sido como si no estuvieras con nosotros. Y ella no ha parado de agitarse incómoda en su silla.
—Me sorprende que hayas prestado atención a otras cosas diferentes a la morena que tenías a tu lado.
Dean se sonrojó.
—No cambies de tema —insistió Chris—. El caso es que no ha pasado nada entre ellos, aunque Adam lo está deseando. Se comporta de un modo extraño desde el día en que la conoció.
—Fue el día en que me dijiste que ibas a participar en el concurso —recordó Adam.
Llegaron al coche de Dean.
—Vamos Dean —dijo bromeando mientras agarraba a Adam por los brazos—. Entre los dos podemos meterlo en el maletero de tu coche y sacarlo de aquí hasta que acabe el programa.
—No voy a ir a ningún sitio —dijo Adam, soltándose de las manos de su amigo.
—¿Por qué no? ¿Qué consigues quedándote? El programa está a punto de acabar, así que no hay nada que puedas hacer para detenerlo. Además, ahora ya sabes que yo tenía razón y que nos reportará importantes beneficios. Así que, ¿para qué quedarte?
—Para darte apoyo moral.
—¿Apoyo moral? Si soy yo el que te está dando apoyo moral.
—Bueno, entonces digamos que hay unos asuntos que están sin terminar.
—Entre Cara y tú, ¿verdad?
Sus amigos se quedaron mirándolo fijamente. Se habían dado cuenta y ahora no podía negarlo. No encontraba una excusa convincente, así que no le quedó más remedio que admitirlo con un movimiento de cabeza.
—Lo sabía —dijo Dean—. En el fondo tengo que reconocer que me dais envidia —añadió y se sentó en el coche—. Nos vemos la semana que viene.
—Tres días más y esto habrá acabado —afirmó Chris con gesto de cansancio.
—¿Ha merecido la pena? —preguntó Dean.
Adam vio como el rostro de su amigo se iluminaba.
—Más de lo que me había imaginado.
Era evidente que se había enamorado. Aunque el principal motivo para haber estado todo el tiempo junto a su amigo era evitar que cayera en las garras de una mujer, finalmente así había ocurrido. Había perdido. Pero no se sentía derrotado.
A medianoche, Cara acompañó a sus amigas hasta el vestíbulo del hotel. Se acababa de despedir de ellas, cuando vio que Adam entraba por las puertas giratorias. Iba distraído, con las manos en los bolsillos y caminaba despacio, sumido en sus pensamientos. Él todavía no la había visto y pensó en irse antes de que la viera, pero se quedó clavada donde estaba.
Kelly tenía razón. Aquel hombre la hacía pensar, analizar sus opiniones y defenderlas. Y disfrutaba con ello. Era totalmente diferente a los hombres con los que había salido. Incluso la manera en que se movía era muy seductora. Era simplemente el hombre más atractivo que Cara había conocido nunca.
Cuando estaba a escasos metros de ella, Adam levantó la vista. Al instante, su ceño fruncido desapareció y esbozó una sonrisa en sus labios. Siguió caminando hacia ella lentamente. Cara se sorprendió al ver el cambio que el verla le había producido en su expresión.
—Una bonita noche, ¿verdad? —dijo él mientras se acercaba.
—Sí —contestó sin saber qué decir—. Hace una noche estupenda —añadió tras unos segundos de desconcierto. .
Adam la miraba con una dulce sonrisa en los labios. A pesar de los nervios que sentía, hizo un esfuerzo por devolverle la sonrisa. Él se acercó hasta ella y se quedó mirando sus zapatillas. Tras unos segundos, volvió a mirarla a los ojos provocándole un nudo en el estómago.
¿Qué podía hacer? Se sentía contrariada. Sus amigas tenían razón. Necesitaba un hombre como él.
No podía olvidar que había estado a punto de besarlo aquel día en la piscina y en el hipódromo. En numerosas ocasiones, había animado a Chris diciéndole que había que saber aprovechar las oportunidades cuando se presentaban, así que ahora tenía que ser ella la que actuara en consecuencia.
Sin pensarlo, avanzó hacia él en mitad del vestíbulo y se arrojó en sus brazos fundiéndose en un apasionado beso.
Adam dudó un instante, sorprendido por su reacción, pero enseguida la rodeó con sus fuertes brazos. Aquel hombre besaba con la misma autoridad con la que se comportaba. Pero a la vez la trataba con gran delicadeza haciéndola sentir especial. Por la intensidad de su beso, Cara supo que la deseaba tanto como ella a él.
Cara deslizó los dedos entre sus cabellos tal y como había deseado hacerlo desde el momento en que lo vio por primera vez. Sentía la fortaleza de su pecho y la calidez de su cuerpo a través de su ropa. Las curvas de sus cuerpos encajaban a la perfección como si estuvieran hechos el uno para el otro.
Finalmente, Cara se dejó llevar. Sentía que flotaba entregada a la pasión que la embargaba con aquel beso. Deseaba que sus labios no se separaran nunca, pero cada vez le costaba más trabajo respirar. Adam continuó besándola lentamente y despertando en ella sensaciones que antes no conocía. Lo deseaba tanto que no podía soportarlo.
Cara se sentía al borde del desmayo. No podía respirar y se separó de él bruscamente jadeando. Adam miró fijamente a los ojos verdes de Cara. Tenían un brillo profundo y misterioso y las pupilas estaban dilatadas. Se incline y besó suavemente la punta de su nariz con gran ternura.
—No deberíamos estar haciendo esto aquí —susurró Cara.
—No hay nadie alrededor —dijo con voz profunda—. Todos se han ido a la cama.
Aquella última palabra hizo que la temperatura de sus cuerpos se elevara aún más. Adam podía sentir los fuertes latidos del corazón de Cara. Pero algo había pasado y ella se estaba distanciando tanto física como mentalmente. Se sentía confuso. No estaba dispuesto a dejar que lo besara de aquella manera y luego pretender que nada había pasado entre ellos. La estrechó entre sus brazos, pero ella evitó mirarlo a los ojos.
—No puedo hacer esto —dijo ella.
—¿Por qué? —preguntó acariciándole la espalda y haciéndola estremecer.
—Porque las relaciones en el trabajo nunca funcionan. Además, este empleo es muy importante para mi carrera y no puedo dejar que nada lo estropee.
—Por lo que sé tus referencias ya eran muy buenas.
Cara sacudió la cabeza, negándose a razones.
—No quiero poner en peligro lo que tengo por una aventura. Puede que tú no lo entiendas, pero este trabajo es muy importante para mí. Puede abrirme muchas puertas, así que por favor, no me hagas echarlo todo a perder.
Cara lo miró fijamente a los ojos. Su mirada reflejaba la confusión que sentía. Por un lado, deseaba dar un paso más pero por otro trataba de contener sus impulsos.
—¿Cómo iba a hacerte echarlo a perder?
—Por el modo en que me miras.
Adam advirtió que trataba de contenerse, a pesar de lo mucho que lo deseaba. Sus palabras no estaban siendo sinceras. Expresaban algo totalmente opuesto a lo que su cuerpo transmitía. Se aproximó hacia ella para continuar lo que habían empezado, pero en el último instante ella se apartó.
—¿Qué pasa? Fuiste tú la que me besó —dijo él. Pero era evidente que ella no estaba dispuesta a seguir y no sabía por qué actuaba así.
Cara tragó saliva.
—Cierto. Y no ha estado bien por mi parte. Te pido disculpas y te aseguro que no volverá a pasar. Adam no estaba dispuesto a insistir para hacerle cambiar de opinión.
—Está bien —dijo sin disimular su fastidio. No le gustaba insistir cuando una mujer lo rechazaba. Sintió una punzada en su interior al ver la expresión de alivio en el rostro de Cara al oír que cedía. Estaba seguro de que si insistía, ella no opondría resistencia. Pero entonces a la mañana siguiente ella se arrepentiría y lo odiaría. Y aunque en otras ocasiones eso no le había importado, con aquella mujer sí le importaba. Así que en tono amable, añadió—. Vamos —e hizo un gesto indicándole que entrara en el ascensor.
Cara se quedó callada junto a él. Adam se sentía al borde de un precipicio. Lo que había imaginado, se había confirmado: un solo beso no era suficiente. Ahora que conocía el sabor de sus labios, quería más. Deseaba más. Su beso había sido sincero, aunque ella tratara de negarlo. Sabía que ella también deseaba más que aquel beso robado aunque no fuera capaz de admitirlo.
El ascensor se detuvo en su planta. Él la acompañó y se ocupó de abrirle la puerta al ver que era incapaz de hacerlo debido al temblor de sus manos.
Cara entró en su habitación y se giró para mirarlo, apoyando la mejilla en la puerta entrecerrada. La alfombra del interior de la habitación era diferente a la del pasillo. Aquella insignificante barrera, significaba todo para él. Si la atravesaba, pasarían la noche juntos. Si se quedaba donde estaba, se aseguraba poder seguir mirándola a los ojos al día siguiente.
De pronto, lo vio claro. Era más importante dejar las cosas como estaban por el bien de Chris y por el de la compañía. Pero no por el suyo.
—Buenas noches, Cara. Que tengas dulces sueños —dijo y aspiró hondo. Y sin pensárselo dos veces, añadió—. Estoy en la suite 45.
Los ojos de Cara brillaron con deseo contenido.
—Buenas noches, Adam.
Y mientras se alejaba, él sintió que todo su cuerpo se estremecía debido a sensaciones que nunca antes había experimentado.