Capítulo 13
El río
revuelto
El mismo día en que el papa Francisco se
sacaba la foto con la remera de Pino Solanas, Sapag instaba a las
empresas a redoblar sus esfuerzos de propaganda profracking. Ante los ejecutivos, ingenieros y
geólogos del Club del Petróleo, el gobernador elogiaba las
iniciativas del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG)
para ahuyentar los temores de la sociedad respecto de la nueva
técnica. A la vez, y sin querer, revelaba que había usado dinero
público para ayudar a las compañías en esa tarea de lobby.
—El IAPG sacó un muy buen libro. Nosotros
nos tomamos la libertad de publicar 10.000 de esos ejemplares y
distribuirlos en las escuelas, pero no alcanza. Esto tiene que ser
una tarea de todos los días, porque enfrente hay intereses creados
muy importantes para que esto no se haga o no se desarrolle —dijo,
aquel mediodía.
—El lobby sobre la opinión pública es
constante. Todo el tiempo se habla de lo que va a venir. Las
empresas también se llevaron a los periodistas más especializados
en el tema energético a trabajar con ellas como agentes de
relaciones públicas —lamenta Cipo, el periodista que milita en la
Multisectorial contra la Hidrofractura de Neuquén. La incorporación
de periodistas como agentes de prensa por parte de las petroleras
no es exclusivo del mercado argentino, donde las empresas dueñas de
los medios de comunicación precarizaron severamente las condiciones
de trabajo en los últimos 20 años y redujeron al mínimo los
salarios de sus empleados, lo que degradó a su vez el oficio. Según
un estudio del prestigioso Centro de Investigación Pew
estadounidense, en 2013 el país del Watergate tenía 4,6 agentes de
relaciones públicas por cada periodista en actividad. 10 años
antes, la relación era de 3,2 a uno.
La tendencia tiene sus explicaciones: según
el mismo informe, en 2004 un periodista ganaba 71 centavos por cada
dólar que cobraba un agente de relaciones públicas, mientras que en
2013 la relación era de 65 centavos por cada dólar. No casualmente,
en ese lapso, la cantidad de cronistas empleados a tiempo completo
cayó de 52.550 a 43.630, mientras que la de agentes de prensa
aumentó de 166.210 a 202.530.
A la hora de hacer propaganda los petroleros
no ahorran creatividad. También en noviembre de 2013 se emitió por
Telefé una serie de capítulos de la serie Vecinos en Guerra, que la productora Underground,
de Sebastián Ortega, acordó grabar en Añelo con YPF. Julián, uno de
los personajes de la saga, era petrolero, y se llevaba a Añelo a
Paloma, otra de las protagonistas. Luego aparecía Lucas, que
competía con él por el corazón de Paloma, y lo desafiaba a Julián a
pelear en el pozo mismo. El equipo de grabación, de 25 personas,
revolucionó el pueblito a tal punto que los chicos le preguntaban a
cualquier cara nueva que veían por allí si también venía «de la
tele».
La gran manifestación contra Chevron en la
Legislatura neuquina había unido a los anti-fracking y a la izquierda contraria a las
multinacionales. Pero a partir de aquel día el gobierno neuquino y
las petroleras desplegaron una propaganda para contrarrestar esa
prédica. Y la protesta fue amainando y diluyéndose, según reconocen
quienes la mantienen viva. La socióloga y militante anti-fracking Maristella Svampa considera que la
represión de aquella marcha supuso un «parteaguas».
—Desde ahí se inició un discurso único, una
intensa campaña mediática que rememora al nacionalismo petrolero.
En Pinamar, en el verano de 2014 instalaron un simulador de un pozo
de fracking. En Vecinos en guerra aparece Vaca Muerta. Invitan a
periodistas a visitarla, hacen una embestida en las universidades,
se consolida el consenso del fracking, la
idea de una discusión saldada —razona la rionegrina Svampa.
En realidad, la idea de incluir a Añelo en
Vecinos en guerra no surgió de una
conspiración de las oficinas de Doris Capurro, la vicepresidenta de
comunicación de YPF. Se le ocurrió a uno de los colaboradores
autorales de esa telecomedia de Telefé, el reconocido guionista
Martín Méndez, cuando se enteró de la génesis de este libro. A
Méndez le atrajo lo que ocurría en aquel pueblo neuquino y propuso
que la historia transcurriera por allí. Después sí apareció YPF,
que aceptó con gusto la iniciativa de la productora y puso toda la
logística a su disposición.
El gobierno y Repsol fumaron la pipa de la
paz un 26 de noviembre de 2013. No solo se trataba de un preacuerdo
para indemnizar a una petrolera por el 51% de YPF. Se procuraba
cerrar la herida diplomática entre Argentina y uno de los dos
principales países de origen de la inversión extranjera directa
—compra de empresas e instalación de equipos productivos— en las
pampas. El otro es Estados Unidos. Claro que la relación con España
va más allá de lo económico. Argentina es uno de los países menos
antiespañoles de Latinoamérica en parte porque tras los tres siglos
de conquista y sometimiento, a inicios del siglo XX inmigraron los
pobres «gallegos» trabajadores. En Argentina vive la colectividad
española más grande del mundo, que duplica a la de Francia, la
segunda, y es superior en población a la octava ciudad de España,
Palma de Mallorca. Son 400.000 españoles, aunque la mayoría son
argentinos descendientes de europeos. Pero pese a todos esos lazos,
la expropiación de YPF provocó una ola antiargentina en España, que
no solo incluyó al gobierno de Rajoy sino también al opositor
Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Izquierda Unida fue una
de las excepciones en el ámbito político.
En septiembre de 2013, Galucció viajó a
Londres en uno de esos fines de semana en que visita a su hijo, que
se quedó en su casona de allá estudiando ingeniería. Y después hizo
escala en Madrid. Allí mantuvo una reunión que supuestamente debía
ser secreta con Soria, el ministro de Industria español. Pero ambos
acordaron que Galuccio ofreciera una rueda de prensa para intentar
un cambio de imagen argentina en la opinión pública española. El
que lo ayudó a convocar a los periodistas fue otro de los
mediadores en la reconciliación: el zaragozano Luis Blasco,
presidente de Telefónica Argentina. Blasco fue uno de los que
convenció al vicepresidente global de su grupo, Fainé, de que
apostara por una solución. No solo lo movían los frondosos negocios
de su filial, que controla además medios como Telefé y pronto
incluirá la provisión de televisión por cable. También lo embargaba
un deseo íntimo de que se acabaran las peleas entre ambos países,
según reconocen en YPF.
Rajoy quería un acuerdo y restablecer
relaciones más estrechas. Por eso le dio todo el poder de
negociación a Soria. Peña Nieto también militó por ese pacto.
Mantuvo una cita realmente secreta con Galuccio y el presidente de
Pemex en algún rincón latinoamericano. Allí terminó de destrabarse
todo. A esa altura, Brufau había dejado de operar contra Galuccio y
quería encontrarse con él. Pero el presidente de YPF temía que el
de Repsol lo engañara y dejó el final de la negociación en manos
políticas.
Cristina Kirchner anhelaba un pacto como
parte de las medidas con las que buscaba atraer inversión y
financiamiento extranjeros, y contrarrestar así la creciente
escasez de divisas que derivó en la devaluación de enero de 2014.
Además del pacto con Repsol, abonó cinco juicios en el Ciadi y
renegoció la deuda con el Club de París, grupo de países ricos al
que Argentina había dejado de pagar en la crisis de 2001. Todo era
parte de una estrategia que se detuvo por la decisión de la Corte
Suprema de Estados Unidos a favor de los fondos buitre en junio de
2014.
Soria, Fainé y Fernández Cuesta, el hombre
de confianza de Brufau, viajaron a fines de noviembre a Buenos
Aires para finalizar la discusión. El presidente de Repsol no
volvió a pisar tierra argentina después de la expropiación. El que
sí aterrizó acá para el acuerdo fue Arturo Henríquez, director
corporativo de Pemex. Del lado argentino estaban Zannini, Galuccio
y también Kicillof, que estaba estrenando por aquellos días el
cargo de ministro de Economía.
Aquel 26 de noviembre no se oficializó la
cifra de la indemnización, pero se dejó transcender que serían
5.000 millones de dólares y, en bonos. Kicillof fue quien propuso
la solución del pago con títulos públicos con valor de mercado
garantizado. Es decir, que Repsol recibiese bonos por un valor tal
que los pudiese canjear a otros inversores por 5.000 kilos —como les llaman los españoles a los
millones— en efectivo. El máximo que le garantizó Argentina fueron
6.000 millones en títulos. En mayo de 2014, el grupo de Brufau
terminó recibiendo 5.317 millones de dólares en diversos papeles
con vencimiento entre 2017 y 2033 y con un interés de entre el 7% y
el 8,75%.
El pago con bonos resultó más atractivo para
Repsol que un pedazo de Vaca Muerta. Los liquidó apenas los
recibió. En el equipo de Kicillof sostienen que era previsible que
el grupo español rechazara volver a quedarse con parte de la roca
neuquina. Le hubiese implicado un gran riesgo por las dudas que aún
existen sobre el desarrollo del shale en
Argentina. Solo si Vaca Muerta termina siendo un verdadero
boom como el de Eagle Ford o Barnett,
Repsol habrá perdido con la opción de los títulos públicos. Con la
indemnización en bonos, fue el Estado argentino el que tomó el
riesgo Vaca Muerta.
Fue un jueves a las 20.38, 2 días después
del preacuerdo entre el gobierno de Cristina Kirchner y Repsol, en
un aula de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Comahue
cuando se reunieron 12 personas, jóvenes y mayores, hombres y
mujeres, representantes de las diversas organizaciones que componen
la Multisectorial contra la Hidrofractura de Neuquén. Mucha remera
y zapatillas entre pancartas, pintadas, pósters y carteleras. Ya
quedaban pocos estudiantes por los pasillos.
Cipo, periodista que en aquel tiempo
trabajaba también en la panadería de la Cooperativa Cae Babylon,
abría la asamblea comentando que por aquellos días un tribunal de
Nueva York dirimiría si el fallo de la justicia ecuatoriana contra
Chevron había sido por fraude. Finalmente sentenció que lo
era.
—Y nosotros les abrimos la puerta… —se quejó
Cipo del acuerdo con Chevron—. Van a venir unos abogados
ecuatorianos para contarnos del caso.
—Los chinos ya andan por ahí con un proyecto
de exploración —advirtió la geógrafa Silvia Leanza, una de las
veteranas del grupo, integrante de la Fundación Ecosur y del Foro
Permanente por el Medio Ambiente de Neuquén. Detrás suyo un cartel
colgado en el aula proclamaba «Viva la rebelión».
—Junto con el Observatorio Petrolero Sur
estuvimos trabajando el tema de una moratoria al fracking —contó Cipo, que poco después se incorporó
a esa ONG—. Vemos ahora que negocian con Repsol, pero no mencionan
el pasivo que dejó. Se decía que no iban a pagar a Repsol por el
desbarajuste y el pasivo… Fueron bravuconadas y ahora está todo
bien. Por eso la idea es intentar una moratoria. Hay que interpelar
a la sociedad. Sapag dio un discurso en el Club del Petróleo en el
que dijo que van a dar la batalla comunicacional, que había que
cambiar lo que se les dice a los docentes y alumnos. El trabajo
territorial que hacemos con alumnos y trabajadores les jode.
Proponemos una moratoria en los ejidos urbanos, cerca de los
recursos hídricos, en áreas protegidas.
—Hay que pensar la moratoria en tres
niveles: nacional, provincial y municipal —propuso Leanza—. Que no
vuelva a pasar como en Allen. Hay acuerdos de rango internacional
contra el cambio climático, con artículos que plantean el concepto
de moratoria —mencionó Leanza.
Los militantes escuchaban a la geógrafa en
ronda, sentados en pupitres. Una se acomodaba bien con una pierna
encima del banco. Otros dos miraban sus celulares. De pronto llegó
otro asambleísta. Dos anotaban todo en sus notebooks.
—Yo veo más derrotas que triunfos.
Discúlpenme el pesimismo —se quejó Leanza.
—Si no hay proceso de movilización que
acompañe, la presentación de recursos (ante la Justicia) no tiene
fuerza —alertó Cipo, sin arengas, sereno pero firme.
—¿Qué visión estamos teniendo de lo que se
está haciendo en Vaca Muerta? —interrumpió Mario Cambio, dirigente
del PCR—. Podemos hablar del tema ambiental, pero nadie va a poner
los 15.000 millones de dólares necesarios para desarrollar Vaca
Muerta. La gente no va a poner plata con el dólar oficial. Están
sentándose arriba de las áreas esperando condiciones más
favorables. Tanto Bulgheroni como (Oscar) Vicente pusieron paños
fríos. Creo que el pago a Repsol anunciado por el gobierno es más
una demostración de fracaso que una señal de que están avanzando.
Salvo El Trapial, no hay ningún yacimiento en Argentina que no haya
sido descubrimiento de YPF —elogió a la antigua empresa 100%
estatal—. Hay una crisis energética enorme y el gobierno ve que la
producción sigue cayendo.
Es cierto: pese a la recuperación productiva
que logró YPF en 2013 y 2014, la extracción nacional de petróleo y
gas en Argentina continúa bajando. En noviembre de 2014, la
producción de crudo del país caía respecto del acumulado de los
últimos 12 meses un 1,4%, según el Instituto Argentino de la
Energía General Mosconi. En el caso del gas, la extracción del
total de empresas bajaba el 0,8%. No alcanzó solo con el esfuerzo
de la petrolera estatal, que en todo 2014 elevó su producción el
8,7% en petróleo y el 12,5% en gas.
—Coincido en que el saqueo tiene que ser el
tema central —acotó Cipo en aquella asamblea de noviembre de 2013—.
Tengo miedo de que la inversión se destrabe con este acuerdo con
Repsol.
—Necesitamos a la masa de trabajadores
petroleros de nuestro lado —opinó Cambio—. A veces ellos hacen las
denuncias ambientales. Si queremos saber qué pasa, ellos son los
que saben. Estamos quedados porque no es fácil llegar a la gente.
Pero tuvieron que votar a escondidas el acuerdo con Chevron, sí,
los progresistas del Frente para la Victoria…
—Ellos saben los errores que cometemos. Hoy
en una escuela un ingeniero de Apache fue a hablar sobre el
fracking —comentó un militante—. Acá vino
gente de relaciones institucionales de YPF a hablar con el decano
de Ingeniería. Tenemos que meter (el mensaje de) que la
contaminación ya está, no decir que va a venir.
—Hay que ver cómo decirlo —metía cuchara por
primera vez Carolina García, la ingeniera de áreas protegidas de
Neuquén.
—Ellos tienen el negocio armado. Vienen con
las máquinas descontaminadoras y las bacterias y la gente se queda
contenta. Pero no se habla del cambio climático —se quejó
Leanza.
—Por eso es importante mantener el equilibro
entre el mensaje del saqueo y el de la contaminación, perdón, la
degradación —incorporaba Alejandro Garay, militante de Proyecto
Sur, el lenguaje sugerido por la geógrafa.
—Sea una empresa estatal o privada, la
fractura hidráulica no es viable como la conocemos hasta hoy
—comentó Sole, una militante de La Brecha.
—Tenemos que resolver algo concreto —pidió
Sol, del Frente Popular Darío Santillán.
—Cerremos el año de la Multi con una campaña
mientras buscamos abogado —pensaba Cipo en el pedido de moratoria—.
Ellos dicen que no tenemos una matriz energética alternativa, pero
son ellos los que no la tienen.
—La moratoria tiene que ser para todo el
territorio —propuso García—. Después se harán los estudios en cada
lado. Pero no podemos pedir solo una moratoria para las áreas
protegidas y los territorios indígenas. Si nosotros elegimos
ciertos territorios y después contaminan un montón de acuíferos, la
moratoria no sirve para nada. Ya hay contaminación en los
territorios degradados.
—Estoy de acuerdo —dijo Leanza—. Hay que
meter esto por los diputados aliados.
—Hace 2 semanas les mandamos un punteo y
nada de nada… —se quejó Garay.
Alguien aclaró que había una lista de
oradores que se debía respetar. En el pizarrón estaba escrita la
palabra «insurgentes».
—Es más fácil echar a Total de Auca Mahuida
que hacer una moratoria de golpe —planteó Cipo—. Llevamos un año
anunciando esta campaña, con actividades. Quedemos para hacer algo
el viernes 13 de diciembre, que es el Día del Petróleo.
—¿Qué actividad? —preguntó García.
—Un recital donde haya diversos actores
sociales. Si está la voz de la Iglesia y se puede hablar con el
obispo, mejor. Que no nos saque la gorra porque Pechi (Quiroga) es
medio gorra —advirtió Cipo, un mes antes de que la vicegobernadora
Pechén los acusara de «terrorismo ambiental»—. Que vengan bandas
del palo, como Naturaleza Reina. Lo más complicado es el
sonido.
—Podemos conseguir la plata —prometió Garay,
seguro de la caja de Proyecto Sur.
—Hay que hablar con los diputados —propuso
un asesor del legislador provincial Dobrusin.
—La diputada Alcira Argumedo nos pasó un
donativo para Gelay Kó —destacó Garay la acción de la legisladora
nacional de Proyecto Sur por la ciudad de Buenos Aires.
—Alejandro está dulce —bromeó Cipo.
Finalmente se hizo el festival anti-fracking en el céntrico monumento a San Martín
y tocaron Naturaleza Reina, Krakatoa, Alto Bardo y Murga Lo Vecino.
De la moratoria en Neuquén no hubo ni noticias.
Al día siguiente de la asamblea, la Facultad
de Humanidades del Comahue volvía a servir como caja de resonancia
para la protesta anti-fracking. Germán
Zúñiga, mapuche de Zapala y abogado del Equipo Nacional de Pastoral
Aborigen (Endepa), había viajado a la capital neuquina para ofrecer
allí una rueda de prensa sobre un conflicto que afectaba a la
comunidad Cheuquel, a 30 kilómetros de su pequeña ciudad, la de los
Sapag. Aquel lof no es tan antiguo como
el del cacique Casimiro Cayulef, aquel que partió en 1905 de Junín
de los Andes hasta Buenos Aires a caballo, a pesar de que le
faltaba una pierna, y que 3 años después logró el reconocimiento
territorial de la Nación. El 70% de aquellas tierras ahora son
estancias. Tampoco los Cheuquel conservan planos originales en tela
de sus propiedades de 1902, como los Millain Currical. Pero su
comunidad es casi centenaria.
Muchos winkas
(blancos) de Neuquén suelen atacar a los mapuches diciendo que no
son originarios de Argentina sino de Chile y que se instalaron
recientemente en tierras petroleras para cobrar la servidumbre. No
solo petroleros sino también abogados y defensores de puesteros
criollos. «La discusión de si los mapuches son de acá ya fue
sellada por los historiadores», responde Zúñiga. «En Neuquén y Río
Negro están más o menos desde 1860, hay documentos de los monjes
jesuitas que lo avalan. Los indígenas se movían de un lado al otro
de la frontera porque eran nómades. Con la división política entre
Argentina y Chile, llegó gente de Buenos Aires y empezaron los
conflictos», explica brevemente el abogado de Endepa.
En agosto de aquel 2013, el gobernador Sapag
decretó que se le concedería a los Cheuquel el título de propiedad
de 2.350 hectáreas de las 12.000 que reivindican como propias, pero
con la condición de que permitiesen el libre acceso a Pluspetrol y
GyP, concesionarias del área. «La entrega de tierras a favor de las
comunidades es una obligación del Estado, contemplada en las
constituciones nacional y provincial. No hay posibilidad de que el
Estado ponga condicionamientos», se quejaba el abogado, que ahora
tiene 29 años, y 2 de recibido. Su abuela materna vivía en una
comunidad. Su padre había sido puestero. Germán estudió derecho en
General Roca y es uno de los siete abogados de Endepa, el único en
Neuquén. Un día antes de la rueda de prensa, presentó un recurso
administrativo en la Casa de Gobierno provincial.
«Nos dicen: “O dejás ingresar a las
petroleras o no tenés títulos”», planteaba Zúñiga en la sala Obispo
Jaime de Nevares de la Facultad. Llevaba un traje gris y una camisa
con estampado indígena, al mejor estilo Rafael Correa. La compró
justamente en Ecuador, adonde viajó para hacer el toxitour donde contaminó Texaco, la empresa
absorbida por Chevron.
«Detrás de esto está el fracking», se refería Zúñiga al decreto sobre
Cheuquel. «Las comunidades están sobre Vaca Muerta. La comunidad
vive en una meseta con no mucha agua. La gente se abastece de esa
agua, pero las empresas necesitan millones de litros», advirtió el
letrado. Una mujer de la comunidad, Genoveva Grigos, agregaba:
«Teniendo en cuenta la falta de agua, tenemos que sacar a los
animales a la veranada». Es usual que indígenas y puesteros de
Neuquén lleven en verano a sus cabritos a las zonas altas de la
precordillera para que se alimenten de pastos nuevos. Unos y otros
argumentan que esas tierras de veranada también son suyas y suelen
temer que las petroleras entren en sus territorios de invernada
cuando se van para allá.
«Buscan tener un muerto para reconocer que
es contaminante, o tener el río contaminado», se quejaba el
abogado. «Son zonas donde supuestamente no hay población ni
explotación ganadera. Pero Neuquén está habitada en todas partes.
No queremos que nos extorsionen trayendo litros de agua. Cuando una
comunidad para el avance del petróleo o la minería, también hay
beneficios para toda la ciudadanía, porque no habrá contaminación.
Nos dicen que estamos contra el progreso, contra el bienestar de la
provincia. En el fracking se usan más de
600 productos químicos, pero no nos dicen las contraindicaciones,
como en los remedios. Tampoco hay una apuesta a recursos
alternativos de energía. Zapala vive con viento. Tampoco se
aprovecha el sol.»
Zúñiga y Endepa trabajan por un lado y la
Confederación Mapuche del Neuquén, que lidera Nahuel, por el otro.
«El objetivo es el mismo, con ideologías distintas», explicaba el
abogado. Compartía con Nahuel su crítica al kirchnerismo: «Este es
el Gobierno que más ha avasallado el derecho de los indígenas, pese
al discurso de los derechos humanos». Pero admitía que no todos
opinaban como él: «En el mundo indígena hay gran diversidad social,
política, económica, religiosa. Incluso dentro de las comunidades
hay diferencias. Algunas son más o menos permeables al
clientelismo».
El abogado de Endepa teme que el decreto
sobre Cheuquel sea un punto de partida para medidas similares en
otras comunidades. «Las tierras de las comunidades son fiscales,
pero ocupadas por ellas. Son tierras comunitarias indígenas. Como
estamos en una provincia donde el petróleo y el gas van a salvar la
economía del país, ¿qué le espera a las comunidades?», planteaba el
joven mapuche.
Un año después de aquella rueda de prensa
reinaba el statu quo sobre la comunidad
Cheuquel. En la Millain Currical solo se habían aparecido algunas
camionetas de petroleras, pero de visita, no para iniciar
operaciones. El abogado de Endepa considera que el argumento de la
utilidad pública resulta insuficiente para que las compañías
avancen sobre el territorio ajeno. Cita como ejemplo el referéndum
contra la minería en Loncopué.
Pero el joven letrado mapuche ve con
inquietud a los de su generación: «En los de 20 años está la
tentación de hacerse petroleros. Los mayores tienen más conciencia
y elementos para decir “no”. Pero los jóvenes, ante la necesidad de
costearse la vida, ven en el petróleo su posible progreso. Eso a
veces dificulta mucho la lucha».
No quedaron más mamelucos Pampero ni de
ninguna marca. Ni botas Kamet ni de sus competidores. No había más
cascos, gafas, tapones para los oídos ni guantes. Los elementos de
protección de personal —los EPP, como los llaman en la jerga— se
habían agotado en los locales de Neuquén y Río Negro allá por
noviembre de 2013. El acuerdo YPF-Chevron había elevado la demanda
desde septiembre. Así es que en Contreras Hermanos, una de las
constructoras más activas en Añelo, hicieron la vista gorda para
que algunos de sus obreros trabajasen sin la ropa adecuada,
mientras conseguían de urgencia los materiales en Buenos Aires. Al
menos los fabricantes de los EPP no se aprovecharon de la
ascendente demanda para remarcar los precios.
—Los que sí especularon fueron los centros
médicos —denuncia la coordinadora de recursos humanos de Contreras
Hermanos Neuquén, Carolina Tonelotto.
Diversas compañías estaban contratando
personal y requerían someter a los candidatos a los análisis
médicos preocupacionales. Las clínicas se saturaron. Entre ellas
están Cemelar, CMIT y Sermedo en la ciudad de Neuquén y Clínica
Cutral Có en la localidad homónima.
Las puertas de vidrio de la sede de
Contreras Hermanos en el parque industrial neuquino están rajadas.
No fueron piedras de los desocupados que de vez en cuando protestan
en las sedes en Añelo de esta y otras firmas pidiendo empleo.
Fueron las del ripio que levantan los camiones. La recepción tiene
las paredes descascaradas. No es la ostentación de la de TSB, por
ejemplo. El salón blanco de reuniones donde Tonelotto y el jefe de
compras y abasto de la filial neuquina, Carlos Barbeito, relatan la
historia de la empresa sí está impecable.
Contreras Hermanos se dedica a la
construcción de ductos y plantas, como compresoras de gas. Se formó
como desprendimiento de la ahora competidora Víctor Contreras en
1965 en Comodoro Rivadavia. Es propiedad de las tres hijas del
fundador, Rogelio Contreras, alias Jali, aunque la gestionan sus
maridos. Hace décadas que la empresa llegó a Neuquén. Su casa
central se mudó a Buenos Aires y también actúa en Brasil, Bolivia y
Chile.
En la actualidad está construyendo un
acueducto de acero de 16 pulgadas de ancho y 29 kilómetros de largo
entre el río Neuquén y el yacimiento Loma Campana. Así YPF dejará
de usar tantos camiones para trasladar el agua para la fractura.
Contreras Hermanos también está levantando las piletas en el campo,
los cargaderos de los vehículos que llevarán el agua desde allí
hasta los pozos y la pavimentación de caminos. La obra total estaba
valuada en 2014 en $ 280 millones (u$s 32 millones). Estaba
previsto que finalizara en febrero de 2015.
Antes en Neuquén, a la constructora le
surgían más trabajos relacionados con la reparación y reemplazo de
ductos. Había llegado a contar en la provincia con 320 empleados,
incluidos los jornaleros. En 2012, con la paralización de obras que
provocó la incertidumbre inicial por la nacionalización de YPF,
pasó a tener solo 160. Con la construcción del acueducto y otra
obra más relacionada a Loma Campana el plantel iba a ascender a
450.
—Yo busco gente. Están haciendo las cosas
bien por las elecciones —comenta Tonelotto.
En 2014 hubo dos comicios internos en el
siempre gobernante MPN, uno para definir su presidente y otro para
elegir al candidato a gobernador de 2015. YPF es el que más
licitaciones de obras convoca. No siempre Contreras Hermanos es
invitada a ellas y si lo es, analiza si le conviene o no
participar. A muchas proveedoras a veces no les da la capacidad
financiera para afrontar un contrato desmesurado. Otras
competidoras de Contreras Hermanos consiguieron negocios en Loma
Campana: Skanska, Astra Evangelista —propiedad de YPF—, OPS y
Víctor Contreras.
—No hemos visto que Oil (la de Cristóbal
López) ganara una sola obra ahí —comenta Barbeito.
Una de las complejidades del negocio radica
en conseguir que el gobierno de Cristina Kirchner apruebe el
ingreso de productos importados para las obras, según reconoce el
jefe de compras de Contreras Hermanos. Se retrasa a veces hasta 60
días el ingreso de válvulas y bridas que necesita de inmediato,
pero YPF suele interceder enviando notas al secretario de Comercio,
Augusto Costa, dependiente de Kicillof, para explicarle que se
trata de un contrato suyo. Esos materiales llegan desde China,
Estados Unidos o Reino Unido.
—No creo que tengamos la tecnología para
recuperar la producción nacional de eso —opina Barbeito.
A Tonelotto se le complica conseguir obreros
de la construcción calificados, como amoladores y soldadores, en la
zona e incluso también en el resto del país. Se demora hasta 45
días en una búsqueda.
—YPF exige cierta calidad —explica la
ejecutiva—. Te robás recursos humanos de otras empresas.
En 2014, un empleado raso bajo el convenio
petrolero de la UOCRA ganaba por mes $ 8.600 (u$s 1.010) y un
ayudante ya cobraba $ 9.700 (u$s 1.140).
Los obreros pueden venir capacitados de las
escuelas secundarias técnicas o pueden formarse en los institutos
que el gremio y la Fundación Perez Companc abrieron en 2008 y 2009,
respectivamente. La UOCRA Neuquén, al igual que el sindicato
petrolero de Pereyra, tiene su bolsa de trabajo a la que suelen
recurrir las empresas y además defiende que se contrate primero al
personal local. Las constructoras, a su vez, les toman pruebas y si
son principiantes, los hacen trabajar junto con algún ayudante. El
municipio de Añelo también cuenta con su bolsa de trabajo.
Contreras Hermanos a veces recurre a avisos
en la prensa, en los diarios de Córdoba, Mendoza, Bahía Blanca y
Comodoro Rivadavia para anunciar sus búsquedas de empleo. Una vez
se les armó una cola de 65 personas en la sede del parque
industrial de Neuquén. Por eso, desde entonces, publica los
llamados avisos ciegos, en los que no se menciona el nombre de la
compañía sino que se dice que una «importante empresa de la
construcción busca para obras en el país, con disponibilidad para
radicarse» y se deja una dirección de correo electrónico de
fantasía. Así es que se presentan obreros de los
competidores.
—Hoy hay una timba. El obrero dice: «Vengan
a buscarme» —describe Tonelotto.
Algunos llegan recomendados por obreros de
Contreras Hermanos. Todos los días la filial neuquina de la
constructora recibe seis o siete CV.
—Las empresas no hacen escuelas porque si
los capacitás, se los lleva otra. Invertís para otra. Pero aún no
empezó la batalla campal por los recursos humanos —aclara
Tonelotto.
—Ojo que a mí se me fueron tres a OPS y
Schlumberger —la interrumpe Barbeito.
—Es que nuestro sector no da los beneficios
de los petroleros y hay gente que me renuncia con 10 años de
antigüedad para irse con ellos —le responde la ejecutiva.
Uno de los asuntos críticos en toda la
industria petrolera son los accidentes laborales. Se toman muchos
resguardos, en unas empresas más que en otras, pero a veces
ocurren. Tonelotto reconoce que tres operarios de diversas
compañías que trabajan en Loma Campana murieron en accidentes
laborales en 2014: dos en choques en la ruta y otro en un pozo.
Este operario había bajado a soldar a una pileta en plena
perforación justo cuando un compañero, por error, puso a girar los
agitadores del recipiente. Trabajaba en la perforadora Estrella en
un contrato con YPF.