Capítulo 7
Contrastes
A Carolina García, la ingeniera en recursos
naturales que trabaja en Neuquén para la Administración de Áreas
Protegidas, los petroleros suelen mirarla como si estuviera loca.
No les entra en la cabeza que alguien con una formación valorada
por las empresas y cotizada en el mercado no abandone su empleo
público mal pago para abrazar el boom del shale y sus beneficios pecuniarios. Sus amigos, que
entienden su militancia ambientalista, le reprochan, en cambio, que
permanezca en un puesto ninguneado por sus jefes y desfinanciado
por un gobierno que prioriza su relación con la industria. Pero
ella disfruta de pelear contra esos molinos de viento patagónicos:
cuando la paran en la oficina con argumentos como el sumario de su
jefe, sigue recorriendo por las suyas las áreas naturales donde las
petroleras perforan. Cuando no hay nafta para las camionetas de su
sector, visita los pozos con su auto y organiza relevamientos con
los guardaparques. Además, incluso si se arrepintiera y se
propusiera pegar el salto, difícilmente una petrolera la
contrataría tras sus sistemáticas negativas a autorizar las
explotaciones en los campos donde se requiere una venia especial de
las autoridades ambientales.
Una de esas áreas protegidas es Auca
Mahuida, una zona de 77.000 hectáreas que se extiende entre los
departamentos Pehuenches y Añelo, coronada por el volcán inactivo
que lleva el mismo nombre mapuche y que con 2.253 metros sobre el
nivel del mar es el mayor pico de la zona oriental de Neuquén. Sus
mesetas ondulantes tapizadas de zampas, jarillas y otros pastizales
de clima árido son el hogar de largatijas, pichiciegos, guanacos,
maras —liebres patagónicas—, chinchillones —parecidos a las
vizcachas— y algunos choiques, aunque esta variedad de ñandú petiso
está extinguiéndose por causa de los cazadores furtivos. Entre esas
especies autóctonas, la revolución del shale introdujo la que más creció en los últimos
años: los petroleros.
Cuando se creó el área protegida, en 1996,
solo había en ella tres viejas locaciones de YPF con producciones
residuales. A mediados de 2013, Total ya tenía dentro de su
perímetro 71 pozos activos en dos concesiones distintas: Pampa de
las Yeguas y Rincón de las Cenizas. En la llamada zona intangible
del área, donde la ley no admite pobladores ni cría ganadera, ni
siquiera de subsistencia, hay seis pozos convencionales. Más al
sur, en el sector considerado apto para el aprovechamiento de
recursos, en el límite del área protegida, Total perforó y fracturó
a principios de 2013 el único pozo que llega hasta Vaca Muerta. La
diputada Beatriz Kreitman intentó bloquearlo dos veces con recursos
de amparo que fueron rechazados por la Justicia provincial. Según
Carolina, el Estado no cuenta con los recursos para comprobar si
las empresas cumplen con los recaudos extraordinarios que se exigen
en cualquier explotación del área natural provincial.
Hacia 2008, cuando la fiebre fracker ya se había apoderado del norte de Texas,
la Legislatura neuquina aprobó una ley para regular la actividad en
esas zonas protegidas, pero el Ejecutivo directamente optó por no
reglamentarla. Antes, en 1999, el gobierno provincial había
empezado a redactar el plan de manejo para preservar Auca Mahuida,
al estilo del que tienen los parques nacionales, pero nunca terminó
de hacerlo. En 2002, el entonces gobernador Sobisch promulgado una
Ley de Áreas Naturales Protegidas, que prohibía desarrollar
actividades extractivas dentro de sus límites. Pero cuando se dio
cuenta de que interfería con el negocio petrolero, se encargó de
vetarla un mes después de ponerla en vigencia. La norma de 2008
rige pese a no haber sido reglamentada, pero las sucesivas
interpretaciones que se hicieron de su contenido la dejaron en
letra muerta, según García.
La ley, por ejemplo, exige que la Secretaría
de Ambiente otorgue una licencia ambiental para cada pozo que se
perfore. Pero en toda la Dirección General de Recursos Faunísticos
y Áreas Naturales Protegidas trabajan apenas 11 técnicos y 10
administrativos. La mayoría, para peor, son contratados como planta
política, removible por cada administración, lo cual dificulta que
desafíen las decisiones de sus superiores.
En el área de Auca Mahuida aún puede verse
el impacto añejo de la explotación petrolera convencional, cuyo
primer paso era la exploración sísmica. Para realizarla, antes de
que existieran los actuales equipos de sísmica tridimensional,
había que desmalezar callejones del ancho de una camioneta a
intervalos de 500 metros. Las líneas sísmicas o picadas, como las llaman, sirven como rutas
informales de acceso a los campos. Para horror de los
ambientalistas como Carolina, no solo las surcan camionetas
petroleras que impiden que vuelva a crecer la vegetación allí sino
también los autos de los cazadores furtivos que amenazan la fauna
autóctona.
A pocos metros del ingreso a la reserva de
Auca Mahuida hay que pasar por un cauce temporario de agua y desde
él se divisa el pozo no convencional de Total. Cerca hay un
contenedor blanco y rojo. Junto a él, tres camionetas Toyota Hilux
de la contratistas Weatherford. No se oye más sonido que el del
viento. En la locación, pelada de arbustos, hay grandes tanques de
agua típicos de las fracturas. El venteo del pozo con su llamarada
negra da cuenta de que está escupiendo crudo, además de gas.
El primer empleado de Total que sale al
cruce de los visitantes apenas responde al saludo. Llama a su jefe,
un morocho de bigote marcial, canoso, con mameluco, botas, casco y
lentes negros que les advierte que está vedado el paso sin ropa de
seguridad y recomienda cuidarse de los vigilantes de la empresa
española de seguridad Prosegur. Es usual que las petroleras
contraten este tipo de servicios para merodear por sus picadas y
pozos.
—Si los ven entrar sin permiso por acá, les
van a dar un palo por la cabeza —advierte el encargado de
Total.
La recepción es más cordial en Aguada San
Roque, un caserío pegado al área Auca Mahuida, muy cerca de aquel
pozo de Total y de la pequeña planta separadora de gas y petróleo
que la compañía francesa instaló por ahí. En el paraje viven apenas
200 personas, la mayoría de tres familias, casi todos de apellido
Muñoz. Hay una escuela-albergue donde viven otros tres o cuatro
chicos, una modesta planta potabilizadora y un ranchito de dos
ambientes donde funciona la Comisión de Fomento, construido y
sostenido con fondos de la provincia. Un cartel indica que hay una
comisaría en construcción, pero algunos vecinos preferirían una
salita de salud. Otro letrero más antiguo anuncia que también se
levantará una capilla, pero aquel plan de un cura de otro pueblo
encontró poco eco en ese paraje de mayoría evangélica.
—Cuando se necesita, los de Total algo
ayudan —dice el primer vecino que se asoma—. A la escuela donaron
una computadora. Para la luz donaron la conexión, y para la plaza,
los juegos nuevos.
La plaza, en rigor, es un pequeño cuadrado
de pasto sin árboles que tres familias se turnan para regar las
pocas veces que les sobra el agua. Total también donó un quincho y
una pileta, a la que casi nunca le renuevan el contenido. Verónica,
que se acerca con sus dos hijos, está poco complacida:
—Acá 12 personas trabajan en la Comisión de
Fomento y solo cuatro en Total. ¿Por qué? No sé. Porque no hay más.
En 2012 tuvimos que cortar la ruta para que le dieran trabajo a
alguno. Hicimos cortes chicos, de 2 días, pero nos hicieron caso.
Desde esos días están trabajando esos cuatro.
Su hijo Alexis va al secundario en Añelo con
un transporte que pone la provincia. Tiene 16 años y le falta uno
más para recibirse. Está becado por Total.
—Siempre lo becaron porque siempre anduvo
bien —cuenta su madre.
—No sé si voy a seguir estudiando después
—admite el adolescente— La idea es esa (seguir), porque si no
estudiás, no hacés nada.
Su madre agrega:
—Acá se vive de la cría de animales. Casi no
hay impuestos. Para mí está bueno porque no hay maldad, los chicos
pueden jugar. Añelo no era jodido, pero han entrado muchos nuevos y
ahora se escucha de robos y de la droga.
Por uno de sus pozos dentro del área de Auca
Mahuida, en la concesión de Pampa de las Yeguas, Total enfrenta
desde 2013 una demanda judicial que interpuso el dueño de un campo
vecino, un puestero de escasos recursos de apellido Yáñez. Como la
misma justicia provincial le había prohibido a fines de 2012 dejar
el líquido residual del fracking en la
zona protegida, la compañía hizo un pozo sumidero justo del otro
lado del límite, a 300 metros de donde había perforado, y empezó a
vaciar allí el flowback. Como la
logística y el tiempo son caros en la industria, necesitaba que la
disposición fuese cerca y rápida. Cuando Yáñez vio los camiones, el
líquido ya había sido vertido en su campito sin que nadie le
hubiese pedido permiso. El puestero tenía un contrato con Total por
el que cobraba a fines de 2013 unos $ 5.000 por mes (unos 800
dólares de entonces) como servidumbre por otros pozos y una batería
de separación de hidrocarburos que habían hecho en su parcela, así
como por el paso de los camiones. Pero ante la prepotencia de la
compañía y su avance inconsulto, inició otro reclamo por el daño
ambiental. Total le ofreció $ 120.000 (unos u$S 19.500), pero la
causa ya acumula más de siete cuerpos de 200 fojas cada uno.
El estado de Nueva York inició en 2008 la
ola de moratorias o prohibiciones de fracking en el mundo. Pero aunque las protestas se
globalizaron, en la mayoría de los países, provincias o municipios
en los que hay recursos no convencionales, la industria petrolera
avanza. Tres países han frenado la fractura hidráulica de pozos:
Francia, de donde proviene Total, en 2011; y Bulgaria y Alemania,
el país de Wintershall, en 2012. El Reino Unido, cuna de BP y
Shell, la prohibió en 2011, pero la reanudó en 2013. Solo en
Irlanda del Norte se mantiene la veda. También Sudáfrica dio marcha
atrás con una moratoria. En la superpotencia donde se originó la
revolución del shale, además de estados
como Nueva York, Vermont y Maryland, la han detenido en algunos
condados de California, Colorado, Texas, Hawaii y Nuevo México. El
geólogo Bowker se fastidia: «No es que haya cero riesgo político en
Estados Unidos. También hay, como los intentos de prohibir el
fracking en California, donde están los
tipos liberales de Hollywood». Tampoco hay fracking permitido en algunos estados de Canadá. En
España fue prohibido en la comunidad autónoma de Asturias, tierra
de García Blanco, el ingeniero de Repsol que inauguró la
explotación de Vaca Muerta, y en el municipio de Valle de Mena,
provincia de Burgos. Lo mismo sucedió en un cantón de Suiza, en un
pueblo de Italia, en algunos municipios de la República de Irlanda
y en ciertos rincones de Australia y Nueva Zelanda. También hay
varios partidos o departamentos de Argentina que lo prohibieron,
pero ya llegaremos a eso. Por ahora lo que más detiene el
desarrollo de los hidrocarburos de esquisto es la baja del precio
del petróleo u otros factores técnicos y económicos que impiden que
la experiencia de Estados Unidos se propague. Polonia es un ejemplo
de frustradas pruebas para fracturar en una roca que no daba de sí
por ser demasiado arcillosa.
Las prohibiciones o moratorias contra el
fracking se multiplicaban en algunos
lugares, mientras la industria petrolera norteamericana acusaba en
forma subrepticia a Rusia de estar detrás de una campaña en contra
de la nueva tecnología allá por 2010 y 2011. Las grandes
corporaciones sospechaban que el gobierno de Vladimir Putin temía
que el shale arruinara el plan por ahora
frustrado de agujerear el hielo del Ártico para sacar petróleo, ese
proyecto contra el que se manifestaron en 2013 unos 30 activistas
de Greenpeace, incluidos los argentinos Camila Speziale y Hernán
Pérez Orsi, todos arrestados durante 2 meses aquel año. Es habitual
ver noticias contra el fracking en el
canal Russia Today. Pero parece que lo del Ártico no resultó y
desde 2014 Rusia pasó a impulsar el desarrollo de sus propios
recursos de esquisto. El país que, en cambio, pasó a la ofensiva
contra los hidrocarburos no convencionales es uno de los
perjudicados por su impulso y el consecuente abaratamiento del
petróleo: Venezuela. Ahora es Telesur el que repite las noticias
sobre alguna pequeña petrolera norteamericana que quebró en 2015
por apostar al shale, WBH Energy, o sobre
los daños medioambientales que produce.
—Anoche hablé con el gobernador y en el 2009
incorporaremos al presupuesto de la provincia la construcción de un
hospital para Añelo —anunció el entonces ministro de Salud
neuquino, Daniel Vincent, ante una pequeña pero ilusionada multitud
que se había agolpado aquel frío junio de 2008 en la salita de
primeros auxilios del pueblo.
De impecable traje y corbata a rayas, el
funcionario venía de recorrer los dos consultorios destartalados
del centro sanitario y de admitir que el crecimiento de Añelo, que
por entonces tenía poco más de 2.000 habitantes, había desbordado
su capacidad de atención.
El médico encargado de la salita, Rubén
Bautista, lo evoca con resignada amargura 7 años después, en uno de
esos dos consultorios que nada cambiaron desde entonces, pese a que
la población se triplicó y los accidentes relacionados con el
agitado tránsito petrolero aumentaron todavía más. A este pueblo de
6.000 habitantes vienen cada día 5.000 trabajadores de otras zonas,
como San Patricio del Chañar, Centenario o la ciudad de Neuquén, y
en esa denominada ruta del petróleo, que abarca las provinciales 7
y 51, murieron en 2014 unas 11 personas en los accidentes que se
registran casi a diario. Bautista recuerda bien la promesa del
ministro de Salud aquel invierno de 2008 porque fue el primero que
le tocó vivir en la fría meseta patagónica, luego de haber decidido
partir de su Jujuy natal conmocionado por la temprana muerte de su
esposa. Cuesta imaginarse esas bajas temperaturas al verlo sudar en
primavera, bajo un ventilador de techo que chirría sobre su cabeza
pero que difícilmente llega a suplantar el aire acondicionado,
apagado porque la instalación eléctrica no lo resiste.
Si el gobierno de Sapag hubiese cumplido su
promesa, ya habrían nacido los primeros añelenses del siglo XXI.
Pero no. No hay niños añelenses. Para parir, las mujeres del pueblo
deben transitar los 87 kilómetros que las separan del hospital de
Cutral Có en una de las dos únicas ambulancias con las que cuenta
la salita. En vez de comprar la segunda ambulancia, la gobernación
la alquila por 30.000 pesos mensuales (unos 3.500 dólares) a una
empresa de la capital neuquina. Bautista tuvo que denunciar ante el
diario Río Negro que se habían
descompuesto otras dos que completaban el parque automotor
sanitario y que no había fondos para arreglarlas.
No es la única falencia del centro de salud,
que apenas cuenta con dos camillas, una de ellas
ginecológica.
—Si tenemos un choque múltiple, tenemos que
atender a dos heridos en las camillas y al tercero y al cuarto en
el piso —cuenta el doctor.
Si uno de los accidentados sufría una
fractura en noviembre de 2014, tampoco podían inmovilizarlo en el
pueblo: el equipo de rayos X llevaba entonces 6 meses sin funcionar
porque se había roto su reveladora. Para que no corriese la misma
suerte, las ocho enfermeras cuidaban como si fuera un aparato de
altísima complejidad el único tensiómetro que compartían para todas
sus guardias. En rigor, la salita atiende exclusivamente primeros
auxilios.
—Nuestro trabajo es que el paciente llegue
con vida al centro de derivación. No mucho más —se resigna el
jujeño Bautista.
No es una tarea fácil, teniendo en cuenta
que la mayoría de las emergencias va directamente a la ciudad de
Neuquén, con todo el riesgo asociado a andar rápido en una
ambulancia en cuya caja no entra un profesional de pie, por esa
ruta 51 tan angosta y mal pavimentada. La cantidad de pacientes
aumentó un 25% durante 2014, según calcula Bautista. Los accidentes
aumentaron, por el creciente tráfico de camiones y maquinaria
pesada. También hay choques por animales sueltos que cruzan las
rutas.
Los otros dos médicos que se turnan con
Rubén para cubrir las guardias de toda la semana no alcanzan para
atender a todos esos pacientes, pero ningún otro quiere instalarse
en Añelo sin vivienda paga, como tienen ellos. Alguno que llegó ahí
terminó renunciando. Resulta lógico, porque cualquier alquiler en
el pueblo cuesta demasiado respecto de lo que les ofrecen como
salario. Por eso el centro de salud está con frecuencia de paro
parcial, con atención de urgencias, en reclamo de mejoras
salariales y de infraestructura. De las ocho enfermeras, solo las
más antiguas, Lucía y Belén, tienen casa propia. El resto sobrevive
con ayuda de algún familiar petrolero. Algunas de ellas debieron
vivir temporariamente en las tomas que instalaron contra la barda,
con casas precarias al estilo de las villas de emergencia porteñas.
En noviembre de 2013, una alquilaba una pieza con baño por $ 2.000
(u$s 325 de ese tiempo) mensuales y otra abonaba $ 5.000 (u$s 815)
por una casita en Vista Alegre, un pueblo de camino entre Añelo y
la ciudad de Neuquén.
—Acá hay petroleros, pero no todos somos
petroleros —rezonga una enfermera por el aumento de los
alquileres.
También protesta por el precio del pan, que
en el pueblo cuesta un 50% más que en la capital provincial, o por
la insuficiencia de maestros y actividades para los niños.
Además de los accidentes, la salita se ocupa
de mantener sanas a unas 50 prostitutas que trabajan en Añelo con
los hombres de Vaca Muerta. La mayoría son dominicanas, pero
también hay paraguayas y algunas pocas argentinas. Suelen ir a
buscar preservativos de un dispenser que llena el Ministerio de
Salud nacional, pero también actualizan su libreta sanitaria cada 6
meses con análisis de sangre y orina que se mandan a hacer a la
capital provincial porque el pueblo tampoco cuenta con laboratorio
clínico.
A diario, las enfermeras atienden a madres
con niños. Sospechan que el pueblo entero consume la misma agua con
metales pesados que se comprobó que tomaban las vecinas comunidades
mapuches de Kaxipayiñ y Paynemil. También atienden hombres pasados
de alcohol y cocaína. A veces son jóvenes operarios
petroleros.
—Son chicos que te exigen atención, te
vienen a apretar —cuenta una profesional.
Aunque día por medio tiene que hacer una
guardia activa de 24 horas en la salita, Rubén es un privilegiado
entre sus colegas de Añelo: al menos vive en una casa de material.
En noviembre de 2014 los otros dos médicos pernoctaban en dos de
los seis tráilers que se instalaron un año antes con donaciones de
Total e YPF, donde también hay dos consultorios para atención no
urgente y, una vez por semana, consultas ginecológicas. A ninguno
se le proveyó el ambo que usan para atender, que en el pueblo
cuesta $ 650 (u$s 75). Al lado de los contenedores, unos obreros
construían a fines de 2014 dos casas para los médicos. Todo es
parte de algunas obras del plan de desarrollo sustentable que
acordaron en 2013 el gobierno de Cristina Kirchner y el BID, que
aporta financiamiento. YPF contribuye a él con donaciones, mientras
que el gobierno provincial y el municipio deben ejecutar el
programa junto con la Nación.
Los tráilers son iguales a los que usan las
petroleras para albergar a sus operarios, del mismo tamaño y
material que los contenedores de carga transatlántica, pero con
ventanas. Tienen estampado el logo de MobilBox, la empresa que los
acondiciona, y en ellos sí funciona el aire acondicionado. Sin él,
habría que abandonarlos inmediatamente por la temperatura que
levanta la chapa al calor del sol.
Cuando las ambulancias de la salita se
quedan sin combustible, ciertas proveedoras de servicios petroleros
se acercan a llenarles el tanque. El gesto, elemental en medio de
un vergel hidrocarburífero como aquel, no lo tienen todas las
empresas, pese a que sus operarios accidentados siempre terminan en
la salita. Por eso Bautista destaca que lo haga Crexell, una de las
que lleva las grúas para la hidrofractura a las locaciones de Loma
Campana.
En diciembre de 2013, los anuncios de
inversiones millonarias a tan pocos metros de su pueblo terminaron
de hacer estallar la indignación de los añelenses. Un grupo de
vecinos cortó los tres accesos para reclamar que el gobierno
neuquino cumpliese con sus promesas de un hospital. La respuesta
llegó al mes siguiente, cuando el Ministerio de Salud informó que
se habían abierto los sobres de la licitación para la construcción
del nuevo hospital de Añelo. El nuevo ministro de Salud de Sapag,
Omar Butigué, detalló que el presupuesto sería de 32 millones de
pesos (u$s 4 millones de entonces) y que la obra estaría lista en
540 días corridos. En noviembre de 2014 ya estaba cercado con
alambre el perímetro en el que se construirá y había máquinas
moviendo el suelo.
Los médicos y las enfermeras esperan a ver
para creer. Cuando Añelo cumplió 95 años, en 2010, escucharon al
propio gobernador repetir sin inmutarse la misma promesa que había
hecho en 2008 su ex ministro Vincent. Al año siguiente Sapag volvió
sobre el tema, pero para culpar a los legisladores por no haber
incorporado la obra al presupuesto y a la Nación por no girar los
fondos necesarios. En noviembre de 2013, una enfermera
pronosticaba:
—En un año vamos a estar de nuevo acá. Ojalá
que no.
En noviembre de 2014 seguían allí.
Neuquén le prometía a Añelo un hospital en
2008, cuando apenas comenzaban a perforarse pozos de tight gas y ni siquiera se había perforado el
primero de shale en Argentina. Mientras
tanto, la industria petrolera global estaba subida a una montaña
rusa de esquisto. Chesapeake se lanzaba a arrendar derechos
minerales de la formación que consideraba entonces la más rica en
gas de Estados Unidos, Haynesville, entre Louisiana y el este de
Texas. Allí la puesta en producción de un pozo costaba 10 millones
de dólares, pero surgía tanto combustible que lo extraído
diariamente de cada uno de ellos alcanzaba para que una central
eléctrica lo usara para dar energía a 84.000 hogares
norteamericanos, que de por sí son excesivamente consumidores. En
julio de 2008, la producción de gas de Estados Unidos saltó un 8,5%
hasta 1,86 billones de pies cúbicos, el mayor nivel mensual desde
mayo de 1974. Pero el exceso de producción y el cataclismo
financiero que estalló en Wall Street 2 meses después, y que
provocó la nueva Gran Recesión mundial, tiró abajo el precio del
gas en boca de pozo en la superpotencia, que había llegado a 13,58
dólares el millón de BTU. También afectó al barril de petróleo, que
había alcanzado los 145 dólares. El valor del gas se estabilizó en
valores relativamente bajos, pero el del crudo repuntó desde 2009 a
partir de la recuperación global, sobre todo en China y otros
países en desarrollo, incluidos los latinoamericanos.
Claro que aquel 2008 ya estaba incubando una
de las razones del abaratamiento actual del petróleo. Ese año se
perforó el primer pozo en la formación Eagle Ford, rica en crudo
shale. Y fue nada menos que en las
inmediaciones del pueblo de Cotulla, allí donde la industria
petrolera le metió a la monja ecologista Elizabeth Riebschlaeger un
pozo de fracking en sus propias tierras.
Rápidos de reflejos, los equipos de perforaciones migraron en masa
aquel año desde el norte hacia el sur de Texas, desde la roca
Barnett a la tierra que pisa Manu Ginóbili.
—Había sido tan exitoso el fracking que se metió mucho gas en el mercado.
Entonces estos últimos años han sido duros. Mientras tanto, tomamos
conciencia de que con la misma tecnología podíamos sacar petróleo
—cuenta el máximo ejecutivo de Shell para la exploración de nuevos
proyectos en el mundo, incluida Vaca Muerta, el escocés Robin
Hamilton, de 54 años.
Su compañía, al igual que las demás grandes
petroleras, llegó tarde al boom del
shale norteamericano. Ya a principios de
2014 la firma angloholandesa había anunciado recortes de inversión
en ese país, antes del abaratamiento del crudo. En aquel momento
había 1.800 equipos abriendo pozos de petróleo en Estados Unidos,
casi todos en shale o tight. Solo en Eagle Ford, 270. En Vaca Muerta
había 25. Entre 2010 y 2013, la producción petrolera de Estados
Unidos subió de 500.000 a 2,5 millones de barriles diarios.
—Como muchas otras compañías, nosotros
habíamos hecho un portfolio con gas y sufrimos —cuenta Hamilton,
quien ofrece gaseosas en el bar autoservicio de las oficinas de
Shell en Houston, las más grandes de la empresa en Estados Unidos—.
La prensa vio que había zonas donde habíamos hecho pruebas y
después las habíamos vendido. Muchas compañías, inclusive las
grandes, tienen el desafío de emular a las empresas independientes,
que crecieron en este segmento. Los desafíos de las grandes
empresas son tener un conocimiento profundo, tomar decisiones
rápidas y tener reputación de desarrollo social, pues las
expectativas de la sociedad con empresas como nosotros son mayores.
Nosotros pagamos más por la seguridad.
Shell practica controles antidroga
periódicos y sorpresivos a sus empleados. Los resguardos que se
exigen a los visitantes antes de entrar a un pozo de Shell en
Argentina son mayores a los de YPF y muchísimo más estrictos que
los de la neuquina GyP.
Hamilton estudió geología en Aberdeen y
lleva 29 años trabajando en Shell. Con su compañía vivió en Reino
Unido, Holanda, España, donde aprendió su buen castellano, y
Estados Unidos, desde hace 16 años. Mantiene un diálogo fluido con
uno de los empresarios con los que más se peleó Néstor Kirchner,
Juan José Aranguren, el presidente de Shell Argentina. Pero recién
en 2011 comenzó a hablar con él de hidrocarburos no convencionales
en este país.
Allá por 2009 era la YPF de Repsol y los
Eskenazi la única gran petrolera que en Argentina estaba apostando
algunos porotos por el fracking. En
noviembre de aquel año la empresa anunció que, sobre todo gracias
al tight gas, había logrado sumar 309
millones de barriles equivalentes de petróleo a sus reservas
probadas, casi un tercio de las que tenía. No obstante, analistas
del mercado advertían que solo servirían para el consumo de un
año.
GyP organizó en 2009 la primera licitación
de áreas, pero no encontró demasiados interesados.
—En 2009 esto era un desierto —recuerda el
subsecretario de Combustibles de Neuquén, Gabriel López.
—Teníamos la producción en el mínimo y las
inversiones en cero. Había una crisis internacional y una recesión
en el país. Y nuestros mismos geólogos nos decían que de Vaca
Muerta no íbamos a comer nosotros, sino con suerte nuestros hijos.
Por eso también se entregaron las áreas marginales. Para generar
algún ingreso —agrega el subsecretario de Hidrocarburos
neuquino.
Etchverry había viajado en 2008 a Estados
Unidos a convencer inversores, pero sin mucho éxito.
—Yo era el loco del shale en Argentina. Nosotros dábamos datos de los
recursos, pero nadie me creía —recuerda el ex presidente de GyP en
la casa color crema de amplios ventanales y dos pisos que tiene en
un elegante barrio cerrado vecino de la Legislatura neuquina, el
Bocahue.
Él viene transpirado de jugar al tenis, pero
se cambia y se pone unos pantalones rojos que lo rejuvenecen a sus
50 años. Detrás corren sus pequeñas mellizas rubias, perseguidas
por su esposa o alguna empleada doméstica. Fuera de la casa, en la
calle interna llamada Los Castaños, decorada con pinos, un
jardinero poda y un ayudante le lleva la cortadora de césped, una
joven hace running y saluda a todos al
pasar. Nadie juega con el aro de básquet ni el tobogán del patio de
la casa contigua, donde se ve un New Beetle estacionado con una
lancha en un tráiler. En la casa de Etcheverry, en el escritorio
ubicado dentro del living, el ingeniero explica todo delante de una
agenda con la foto de un pozo.
—La diferencia ocurrió a partir de la
segunda licitación, en 2010 —reconoce.
De las 13 áreas subastadas en 2009, tres
quedaron desiertas. La filial de la ignota norteamericana Neos,
entre cuyos inversores figuran el banco Goldman Sachs y fondos
privados árabes, conquistó cinco y aún las mantiene. Petrobras y
Total se quedaron con dos cada una y la restante, Rincón La Ceniza,
fue a parar a Rovella Carranza. Esta empresa puntana, de estrecha
relación con los Eskenazi, terminó vendiendo su 90% de Rincón La
Ceniza (siempre el 10% o más permanece en manos de GyP) a la
francesa Total. Es una constructora surgida en 1987 que se expandió
por el país y hace obras públicas para los gobiernos de Cristina
Kirchner y Macri. Al parecer hizo un buen negocio con Rincón La
Ceniza. En el permiso de exploración, que por norma dura 9 años,
Rovella Carranza había prometido invertir 700.000 dólares en esa
área de 54.600 acres. Teniendo en cuenta que era concesionaria del
90%, debía poner solo 14 dólares por acre. 4 años más tarde,
Chevron pagó 11.000 por acre al asociarse con YPF. En la licitación
que ganó Rovella Carranza se habían abierto los sobres de ofertas
en septiembre de 2009, pero ya a principios de 2010 Total anunció
que le compraba el área por una cifra jamás revelada. El que apostó
unos dólares a Vaca Muerta en medio de aquella crisis de 2009,
quizá hizo la inversión de su vida.
Ángel Correa creyó que en aquel desplome del
barril se le iba su empresa familiar de transporte, que había
crecido de emplear 35 camioneros en 2000 a más de 250 en ese
fatídico 2009. El camionero del mate y el termo estampados de
leopardo, a quien con su porte nadie se atrevería a hacerle en
persona un chiste al respecto, decidió convocar a sus competidores
a una reunión en la cámara de proveedores neuquinos, CEIPA, para
esbozar un plan que evitara despidos y cierres de empresas.
El panorama era desolador. Tras aquel pico
de 145 dólares a mediados de 2008, el barril de crudo se había
desplomado hasta 32 luego del estallido de la burbuja hipotecaria
norteamericana y el colapso de la banca de Wall Street. Aquel
verano entre 2008 y 2009, las petroleras fueron frenando
sucesivamente todos sus proyectos de perforación, como los que
habían movilizado a los camiones de Gabino Correa cerca de Rincón
de los Sauces.
—Teníamos que administrar la pobreza y
evitar que esa situación se convirtiera en otra crisis —recuerda el
transportista.
La CEIPA presionó para que la ley provincial
de prórroga de concesiones de 2008 incluyera el compre neuquino, para que se contrataran empresas
locales y se frenara el avance de las extranjeras como
Schlumberger, Halliburton o Skanska.
La reacción de los gobiernos provinciales
fue exigirles a las empresas que sostuvieran los empleos de sus
respectivos pobladores. Río Negro y Neuquén entraron en una especie
de guerra fría.
—Nosotros siempre habíamos funcionado como
cuenca neuquina, pero las provincias y la sociedad levantaron
tranqueras y querían que en sus pozos trabajara solo gente de sus
pueblos —retoma Ángel.
La CEIPA resistió la presión y sostuvo la
actividad como pudo, con algunos despidos y muchas suspensiones,
hasta que a inicios de 2010 el barril volvió a repuntar.
—Las productoras fallaron mucho en
responsabilidad social empresaria. Cerraron yacimientos —recuerda
Ángel, que se interesó por firmar el Pacto Mundial de la ONU de
2003, una iniciativa voluntaria por la que algunas empresas se
comprometieron a cumplir diez principios sobre derechos humanos,
estándares laborales, medio ambiente y política anticorrupción—. Mi
viejo ayudaba al hospital o a la escuela de Catriel.
El dueño de Gabino Correa es pampeano, pero
fue criado en esa ciudad rionegrina. En Catriel intervino Ángel en
2004 para mediar ante una pueblada que duró 2 semanas y bloqueó un
yacimiento de Petrobras para pedir empleo e infraestructura
básica.
—Las operadoras empezaron a vernos como un
actor social —recuerda.
Hasta 2010, Ángel solo le había escuchado
hablar de Vaca Muerta a algún perforín que le había mencionado en
los años 80 y 90 la existencia de una formación a gran profundidad
que tenía petróleo que era imposible de extraer por cuestiones
técnicas. El fracking para explotar esa
roca se convertiría en su tabla de salvación en 2011, cuando firmó
su primer contrato con Chevron para prestar servicios en tres pozos
experimentales de la vieja zona de Huantraico, rebautizada El
Trapial-Curamched. La estadounidense se había quedado con esa área
cuando en 1999 había comprado Petrolera San Jorge a las familias
Ostry y Priú. Estas, a su vez, la habían obtenido en medio de un
escándalo como parte del Plan Houston, un primer intento de
privatización parcial de YPF durante el gobierno de Alfonsín. Aquel
yacimiento era la perla de Chevron en Argentina hasta el acuerdo
con YPF por Loma Campana. Petrolera San Jorge producía en El
Trapial-Curamched petróleo convencional y llevaba desde 1997
contratando para eso a la transportista Gabino Correa, que ahora se
llama oficialmente GTC.
Curiosamente, el anterior bajón del barril
del petróleo (2001-2002) fue el puntapié inicial para la expansión
originaria de Gabino Correa. En 2000, Ángel se hizo cargo de ella
ante la muerte de su padre, que la había fundado en 1971 en Catriel
con un camioncito volcador que se dedicaba a depositar tierra para
hacer las locaciones. Su padre lo había obligado a subirse a un
camión apenas había abandonado el tercer año de la
secundaria.
—O estudiás o trabajás. Porque si no, la
otra es convertirse en fiolo o chorro, y terminás en cana seguro
—lo sermoneó.
Apenas tuvo a cargo la empresa familiar,
recibió un encargo de Pecom Energía, la compañía que el poderoso
Gregorio Pérez Companc, Goyo, le había vendido en la crisis de 2002
a Petrobras. Le pidió 130 conductores para sus pozos en dos áreas,
y que además los encuadrara como petroleros, porque así lo había
acordado con el jefe del sindicato, el hoy también senador
Pereyra.
—¿Usted sabe que eso es mucho más caro, no?
—le preguntó Ángel, que ya había sacado las cuentas.
Tenía que pasar al régimen de 14 días de
trabajo por 7 de descanso del gremio petrolero, en vez de los 21
por 7 de los camioneros, que dormían en la cabina del rodado. El
operario del crudo, además, trabajaba como máximo 12 horas diarias
y en sus días libres debía ser trasladado al pueblo más cercano.
Para cumplir con todo eso, Ángel tenía que tener tres choferes por
camión, en vez de cuatro conductores cada tres vehículos. Para
peor, en aquel tiempo un petrolero ganaba 1.800 pesos/dólares y un
camionero, a cambio de más horas, cobraba 1.200.
—Sí. Hágalo así —respondió parcamente un
ejecutivo de Pecom, y le adjudicó el contrato.
—Salí como chivo para Navidad —recuerda
Ángel. No tenía los choferes ni los camiones, pero no eran
difíciles de conseguir en un país sacudido por la recesión y el
desempleo. Lo imposible era que no se enfureciera su gremio de
origen —con el que estaba habituado a tratar casi como un par— por
aquel cambio de encuadramiento que les permitiría a los petroleros
cobrarles aportes a esos trabajadores y afiliarlos como propios. Se
iba a enfrentar nada menos que con Moyano, el poderoso jefe de los
choferes argentinos que se había hecho famoso en los años 90 por
ser de los pocos sindicalistas peronistas opuestos a Menem y
también en aquel año 2000 por denunciar coimas del gobierno de De
la Rúa a senadores para aprobar una nueva flexibilización laboral.
Ángel decidió anticiparse al conflicto y fue a ver a Rubén Belich,
entonces jefe del sindicato de choferes rionegrinos.
—Vos estás loco, pibe. ¡Te vamos a prender
fuego todos los camiones! Todos los que están detrás de un volante
son camioneros —citó Belich la máxima con la que Moyano había
logrado durante años encuadrar a trabajadores de otros
sectores.
—Mire, Rubén, yo como empresario le puedo
pagar los aportes a usted o a los petroleros. Pero como camionero
le digo que esto es lo que siempre soñé. Son condiciones mucho
mejores, es equiparar al camionero con el boca de pozo, que siempre
ganó más que nosotros. A mí me da igual lo del mayor costo porque
Pecom me lo reconoce.
Belich meditó unos segundos y
respondió.
—Si me hablás como camionero, tenés razón.
Yo te voy a dejar que empieces a trabajar tranquilo, pibe, pero
llegado el momento yo voy a ir por mi gente.
Correa se fue intranquilo. Volvió a hablar
con Pereyra.
—No te preocupes, Ángel. Si hay lío, va a
ser entre nosotros.
—Yo no quiero quedar en el medio,
Guillermo.
—No vas a quedar —garantizó el
Caballo.
Corría el verano más caliente de aquella
década, el de 2001 a 2002. Al mes y medio de aquellas charlas la
guerra por el encuadramiento de trabajadores había estallado y
Ángel estaba en el medio, como había supuesto.
Los camioneros de Moyano sitiaron Rincón de
los Sauces, Catriel y varios pueblos más. Llegaron a tirotearse con
los seguidores de Pereyra cerca de pozos petroleros que podían
volar por el aire en cualquier momento. Pero el conflicto se
resolvió rápido y sin daños materiales ni víctimas fatales. Moyano
y Pereyra, ahora aliados en el peronismo opositor, acordaron que
los trabajadores de Gabino Correa y otras transportistas
proveedoras del sector hidrocarburífero cobrarían como petroleros y
mantendrían sus condiciones de trabajo, pero bajo un convenio
específico dentro del sindicato de choferes de camión. Eso exigió
que todas las empresas transportistas contrataran más empleados y
que las petroleras pagaran más por el servicio. Se crearon de un
plumazo entre 7.000 y 8.000 puestos de trabajo.
—¿Ganó Moyano y perdió Pereyra? No creo. Yo
creo que ganó la gente y ganó la producción. Todo esto llevó a que
se trabajara con más seguridad, a que las empresas crecieran y a
que hubiese más trabajo —opina en retrospectiva Correa, quien se
formó de adolescente como «lechuzón», a la vieja usanza,
acompañando a un veterano conductor en quien su padre confiaba. Por
cuestiones salariales y de seguros de accidentes laborales, los
lechuzones se extinguieron hace unos 20 años.
Para fines de 2014, Gabino Correa había
duplicado el personal que tenía en 2009. Con 600 camioneros, Ángel
no ocultaba su orgullo por haber multiplicado por 17 el plantel que
heredó de su padre 14 años antes. Entre 2009 y 2014 pasó de 75 a
140 vehículos, aunque a Vaca Muerta solo le atribuye un 10% de su
crecimiento y sobre todo a partir de 2013. Su negocio se convirtió
en un complejo sistema de logística integrada cuya misión es tener
listos todos los vehículos en el momento preciso de la perforación
o de la fractura. Cada uno de esos camiones de cargas líquidas
costaba en 2014 unos $ 2 millones (u$s 232.000).
Como Correa, cientos de compañías
proveedoras de servicios petroleros en Neuquén se reconvirtieron
entre fines de los años 90 e inicios del nuevo siglo. Fue el paso
definitivo de una actividad más informal y menos regulada a otra
con cánones mucho más estrictos sobre seguridad y cuidado del medio
ambiente. El nacimiento de lo que los empresarios llaman una
industria world class. El crecimiento de
la influencia de los gremios también llevó a que mejoraran las
condiciones laborales para los trabajadores de esas proveedoras de
servicios, que antes se quedaban afuera de los beneficios que
obtenían los empleados directos de las operadoras de pozos.
La empresa de Ángel también se diversificó.
Ya no solo se dedica a transportar líquidos, tierra, arena y otros
insumos para los pozos. En 2012 abrió una planta de absorción
térmica donde se queman las tierras empetroladas de campos de
Petrobras y se las deja aptas para su reutilización. También
atiende a la petrolera brasileña en sus pozos de tight gas. Después empezó
a reciclarle el agua servida de los baños químicos que usan los
viejos en los pozos para reutilizarla en
sus mismos mingitorios o en el riego. Ahora estudia cómo hacer lo
mismo con el flowback.
A futuro, Correa prefiere pisar sobre
seguro.
—La logística necesaria para un pozo no
convencional es diez veces mayor que para uno convencional, así que
esto puede seguir creciendo. Hay que reducir los costos, pero no
tenemos en Argentina herramientas financieras, te cobran 38% de
interés el leasing para comprar un
camión, te pagan a 60 o 90 días y necesitás financiarte cada mes
1,5 millones de pesos (u$s 175.000). No hay condiciones claras para
invertir ni material humano suficiente. A nosotros nos vienen
choferes con registro para cargas peligrosas que nunca se subieron
a un camión —afirma y agrega—: Estamos al 98% de nuestra capacidad
instalada y ahora empezamos a rechazar contratos. Porque si me sigo
expandiendo en las condiciones en las que está el país y al precio
actual del barril, soy un suicida.
En 2010, la situación económica de Argentina
y el resto de Latinoamérica mejoró rápidamente. Después de ese año
de crecimiento veloz, la región fue desacelerando la expansión año
a año hasta 2014 inclusive, cuando economías como la argentina y la
venezolana se contrajeron. En aquel 2010 también se estrenó el
documental Gasland, que dejó boquiabierto
a Estados Unidos y al resto del mundo. El público masivo no sabía
qué era eso del creciente fracking.
Faltaba un año para que surgieran las primeras protestas contra
esta técnica en Argentina.
En julio de 2010 España ganaba por primera
vez un Mundial de fútbol, pero los españoles de Repsol festejaban
un mes antes porque la YPF que gestionaba Sebastián Eskenazi
perforaba el primer pozo de shale de
Sudamérica. No fue el primero de América Latina porque alguno se
había hecho en México, donde ahora se retrasa el desarrollo
fracker por el crudo barato y porque
apuesta primero a rascar el fondo de la olla convencional con su
apertura al capital privado. El primer pozo shale de Repsol YPF fue uno de gas en Loma La Lata.
Se perforó en junio, pero recién el 7 de diciembre lo anunció la
empresa en un acto en su torre de Puerto Madero que encabezó
Cristina Kirchner. Ella estaba en videoconferencia con Sapag desde
Neuquén. Ese día la petrolera anunció que había hecho dos pozos en
Vaca Muerta, un nombre que desde entonces empezó a repetirse entre
los argentinos sin saber bien qué era. El equipo de Tomás García
Blanco había comprobado que la roca neuquina ofrecía condiciones
productivas similares a las de las cuencas de Estados Unidos. Eran
recursos técnicamente extraíbles, pero no aún reservas
económicamente explotables. El entusiasmo, sin embargo, envolvió a
muchos, empezando por la Presidenta.
—Ojalá todo esto, que es algo concreto,
objetivo... el crecimiento, las reservas, los recursos explotados,
la duplicación de los pozos produciendo, el crecimiento de los
barriles, las inversiones... tuviera no solo un espacio de
propaganda en los diarios como anunciantes de YPF, sino que también
todos pudieran recoger en sus editoriales, en sus notas, eso que
también ustedes vuelcan como anunciantes —se entusiasmaba Cristina
Kirchner, con su habitual obsesión por la prensa, 16 meses antes de
expropiar el 51% de la petrolera tan cara al sentimiento de los
argentinos.
En aquel 2010, YPF había logrado revertir
una mala racha de años anteriores. En cada año entre 2006 y 2009
había extraído del subsuelo más petróleo y gas del que había
identificado y certificado allí abajo, con lo que el índice de
reposición de reservas era menor a uno. En ese lapso, el mismo
indicador para el resto de las compañías había sido casi siempre
mejor. Solo en 2010 YPF superó al conjunto de sus competidoras y
empezó a mantener sus reservas de gas y mejorar las de
petróleo.
No por nada Argentina y México fueron los
únicos países petroleros de Latinoamérica que sufrieron una caída
de reservas de crudo entre 2000 y 2009, y Argentina el segundo que
más padeció la merma de las de gas después de ese país
norteamericano, según una investigación de la Escuela de Economía
de la Universidad de Río Negro coordinada por Roberto Kozulj. En un
documento previo a la renacionalización de YPF, el Centro de
Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) de la
Central de Trabajadores de Argentina (CTA) elaboró un documento en
el que hallaba a YPF como uno de los principales responsables de la
caída del número de pozos perforados para exploración desde que
había sido comprada por Repsol, en 1999. El economista que
coordinaba los estudios de CIFRA era Arceo, el mismo que se
incorporaría luego al equipo de Kicillof como nexo con la YPF
nacionalizada y virtual auditor externo de la gestión de
Galuccio.
La mejora de los números de YPF en 2010 no
alcanzaba para revertir la fuerte caída previa. Su extracción de
petróleo cayó en el período 2008-2011 un 12%, bastante más que el
9% del promedio nacional. Solo Pluspetrol y PAE, en cuyo capital
ingresó la china CNOOC en 2010, mejoraban su desempeño, mientras
que algunas empeoraban más que YPF, como nada menos que Chevron
(-29%), Petrobras (-16%), Tecpetrol (-19%) o Total (-14%). En gas
no le iba mejor a la empresa de Repsol y los Eskenazi: la
producción bajó un 23%, frente al 10% nacional. Solo Total y la
china Sinopec, que había comprado los activos de la estadounidense
Occidental en 2010, habían mejorado en este aspecto. Las que
andaban peor que YPF eran Chevron (-69%) y Pluspetrol (-63%).
Quedaba claro también en aquel 2010 que
China no se iba a conformar con la importación de materias primas
sudamericanas sino que sus grandes empresas, en general estatales
con cotización en Bolsa, irían por la propiedad de los activos en
Argentina y el resto de la región, desde petroleras y mineras hasta
campos agrícolas. A la hora de comprar tierras para cultivo, solo
encontró reparos de Brasil y Argentina: ambos países impusieron
entre 2010 y 2011 algunos límites a la extranjerización.
Pero Cristina Kirchner estaba encantada con
la YPF que dirigían los banqueros amigos de su esposo fallecido 2
meses antes del anuncio de Vaca Muerta. Los Eskenazi habían
comprado la constructora Petersen en 1980 y en los años 90 habían
comenzado a adquirir bancos privatizados: el segundo fue en 1998 el
de la Santa Cruz gobernada por Néstor Kirchner. Más tarde, ese
banco prestaría 1,5 millones de dólares al matrimonio
presidencial.
—Jorge, no me vengas a llorar ahora porque
vas a tener plata —le dijo la jefa de Estado al gobernador neuquino
en aquel acto de diciembre de 2010 por videoconferencia.
—A mediano plazo… —le respondió Sapag.
—Sí, bueno, a mediano plazo, pero mirá lo
que tenés —le retrucó Cristina Kirchner. En los siguientes años la
economía neuquina crecería, incluso a contramano del resto del país
durante la recesión de 2014. La inversión actual en Vaca Muerta,
aunque representa entre un 20% y un 40% de su potencial, ha traído
más movimiento a la provincia, aunque, como sucede en general en
estas actividades extractivas, la producción y las consecuentes
regalías para la provincia solo mejorarán en unos años, después de
que el gobernador y la Presidenta, sin posibilidad de una segunda
reelección consecutiva, dejen sus cargos el 10 de diciembre de
2015.
—Esto nos va a permitir pasar de ser un país
con gas a uno gasífero —se dejaba llevar Sapag por la emoción en
aquel anuncio de YPF.
Habrá que ver cuándo y si se cumple esa
nueva promesa del gobernador. ¿Volverá Argentina a recuperar el
autoabastecimiento de gas? En ese caso, ¿decidirá reanudar sus
exportaciones a Chile o Uruguay? El país tiene la ventaja de
disponer de gasoductos ya hechos tanto para el mercado interno como
para la exportación. Deberá debatir si la estrategia exportadora es
atinada, o si será mejor conservar el recurso para próximas
generaciones de argentinos. O si lo más conveniente es consumirlo
añadiéndole valor en la industria petroquímica u otras que precisan
mucha energía.
Se verá si se mantiene o no la actual matriz
energética de Argentina, que contribuye en su pequeña medida con el
calentamiento global.
El 51,6% de la energía proviene del gas, el
35% del petróleo (más contaminante), el 2,7% de las centrales
nucleares —con sus riesgos comprobados después del accidente de
Fukushima en 2011— y el 1,4% del carbón, el más dañino con el medio
ambiente. Solo el 9% proviene de fuentes renovables, algunas de las
cuales también despiertan debates entre los ecologistas, como las
represas hidroeléctricas (4,6%) o los biocombustibles, como el
biodiesel derivado de la soja, transgénica en el caso
argentino.
En el mundo, la matriz energética depende
menos de los hidrocarburos (33% petróleo y 21% gas), pero más del
carbón (27%). La biomasa, que incluye los biocombustibles, aporta
el 10%, la energía nuclear suma 6%; la hidroelectricidad, el 2%, y
otras energías renovables, el 1%. Un informe de Exxon prevé que la
torta cambie algo hacia 2040: 31% de petróleo, 27% de gas, 19% de
carbón, 8% nuclear, otro tanto de biomasa, 3% de hidroelectricidad
y 4% de otras energías renovables. Entre las fuentes líquidas de
energía, el crudo convencional perdería peso frente al GNL, el
offshore, el tight, el shale y los
biocombustibles, en ese orden de importancia. En cuanto al gas,
Exxon predice que un tercio de la producción será no convencional
en 2040.
En una encuesta a los ejecutivos petroleros
que participaron del encuentro Argentina Oil & Gas en 2013, la
mayoría opinó que el desarrollo de los hidrocarburos no
convencionales devolverá el autoabastecimiento energético al país,
pero en 10 años. Son algo menos optimistas que Galuccio, que
vaticinó ese mismo año que el objetivo se logrará en 2018, es
decir, 3 años después de finalizado el gobierno de Cristina
Kirchner.
Es difícil saber si Argentina se convertirá
en un país gasífero, es decir, exportador de un bien que ahora la
tecnología permite no solo enviar por gasoductos sino por barcos a
cualquier lugar del mundo. Lo que repiten siempre los ejecutivos y
expertos del sector es que ni con Vaca Muerta el país se
transformará en un país petrolero. «No somos un país petrolero sino
con petróleo», es el latiguillo que siempre se oyó por estos pagos.
Lo mismo dicen en otros países que nadan en petróleo como Arabia
Saudita o Venezuela. Es el ejemplo de Colombia. Por cierto: su
ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, reconoció mientras se
refrescaba con una Coca-Cola en diciembre de 2014 en el Sheraton de
Santiago de Chile, donde participaba de una reunión del FMI, que
los proyectos de shale deberán esperar un
mejor precio del petróleo. En su país, a diferencia de México o
Argentina, rige el valor internacional.