Capítulo 12
El
pacto
El decreto y el acuerdo de Chevron dominaron
en Neuquén la campaña electoral de las primarias abiertas
simultáneas y obligatorias (PASO) que en todo el país se celebraron
el 11 agosto de 2013. Aquel día el sindicalista petrolero Guillermo
Pereyra enfrentaba en la interna a senador nacional en el MPN a la
vicegobernadora de Sapag, Ana Pechén. Lo hacía con un discurso
pro fracking, pero anti-Chevron. Pereyra
había sido nombrado por el gobierno de Cristina Kirchner como
director de YPF tras la nacionalización y había tejido una buena
relación con Galuccio, pero renunció al cargo en enero de 2013. Se
presentó entonces como opuesto al kirchnerismo y a su aliado Sapag,
aunque después en el Senado sostuvo posiciones ambiguas. Antes del
cartel que da la bievenida a Añelo, el de «inicio travesía urbana»,
se divisaban a la derecha afiches de «Pereyra senador» entre las
casas de chapa, aglomerado y algunas pocas de madera barnizada
típica de la Patagonia, instaladas en la toma junto a la barda. El
Caballo no agotaba su proselitismo en los pozos.
—Pereyra va a ser siempre una termita que va
a estar morfando rentabilidad —lo ataca el economista Gadano,
asesor de YPF—. No solo por los beneficios que reclama para los
empleados o por los costos que agrega con exigencias como el tercer
hombre en los pozos, sino por los negocios que empieza a
desarrollar para sí mismo.
En concreto, en el mundo petrolero acusan a
Pereyra de estar detrás de la empresa Real Work, que pertenece al
cutralquense Jorge Cárdenas. Es una de las únicas dos compañías que
proveen de las mantas oleofílicas, rellenas de plumas de pollo, con
las que Neuquén obliga a las petroleras a proteger los suelos de
las locaciones mientras haya equipos allí trabajando. La norma
provincial fue del gobierno de Sobisch, cuando el jefe del
sindicato era también secretario de Trabajo provincial.
—No sirven y salen 100.000 pesos —se queja
Rubén Etcheverry, ex presidente de GyP—. Se escapan las plumas. Por
lo general, en otros lugares esas mantas no son obligatorias.
Por los arbustos de Loma Campana se ven las
plumas esparcidas por el viento. También campean los baños químicos
de Bacssa que derraman líquidos sobre la tierra. Si ese líquido es
cloacal, según la normativa, debería pasar antes por plantas de
tratamiento.
—La industria quiere, en lugar de las mantas
oleofílicas, usar bandejas, pero parecen de rotisería —responde
Esquivel, el secretario de Ambiente, frente a las críticas de
Etcheverry—. Antes usaban esas bandejas, pero las dejaban apiladas.
Las mantas son orgánicas y absorbentes.
El líder sindical de origen mendocino, que
en la actualidad tiene 71 años, terminó venciendo a la
vicegobernadora Ana Pechén en aquellas PASO con el 55,4% contra el
44,5% de los votos dentro del MPN. Pereyra logró 103.126 sufragios,
más que ningún precandidato de otro partido. El MPN en total
concitó aquella vez el 54,4% de los votos, aunque divididos al
final de cuentas entre antikirchneristas y aliados conservadores
del kirchnerismo. El kirchnerismo real, el FpV, logró solo el 11,6%
aquel día.
Tanto en el entorno de Sapag como en la
oposición a su gobierno coinciden en el análisis de la victoria de
Pereyra. Dicen que triunfó porque hizo campaña con la promesa de la
inversión petrolera y de los empleos que generaría. Y, aunque
parezca contradictorio, también ganó popularidad criticando el
pacto con Chevron.
«Estamos a favor de todo aquello que
signifique fuentes de trabajo para los neuquinos, pero no del costo
que está pagándose por este acuerdo que nadie conoce, que está
oculto en un cajón y por el que queremos un debate profundo», dijo
durante esa campaña.
En octubre de aquel año fueron las
elecciones generales a senador y Pereyra, al frente del MPN, obtuvo
139.366 votos, el 41,9%. También entró como senadora su aliada
Lucila Crexell. El FpV obtuvo la tercera banca para Nancy Parrilli,
hermana del jefe de Inteligencia, con el 20,5% de los sufragios.
Analistas comentan que seguidores del gobernador votaron esa vez
por ella. Su lista era la única que defendía el convenio
YPF-Chevron.
El Compromiso Cívico Neuquino, del radical
Quiroga y al que se incorporó Rubén Etcheverry, logró solo el
11,6%. También fue a las elecciones con un discurso pro petrolero y
anti-Chevron. Etcheverry dejó un libro a medio terminar llamado
Neuquén o Chevron. «La tapa va a tener
una imagen bien troska», prometía Etcheverry poco después de esos
comicios al exhibir el boceto del libro nonato en su iPad con
pantalla rota. El título, efectivamente, estaba escrito en una
tipografía más propia de la izquierda que de su pensamiento
político.
La legisladora anti-fracking Beatriz Kreitman, de la CC, había
perdido las PASO para senadora del Compromiso Cívico Neuquino
frente a la lista impulsada por Quiroga por 66,3% a 33,6%. La
interna dirimió las diferencias locales entre los referentes de la
UCR y la CC, que estrechaban lazos a nivel nacional. Kreitman
compartía la oposición al acuerdo con la petrolera norteamericana:
«Cuando se estatizó YPF, dijimos que que no era para entregarla
otra vez». Y advertía contra la técnica de extracción: «No hay
plata que pague el daño ambiental». Además observaba las
consecuencias sociales: «Socialmente se genera una crisis de los
que no tienen sueldo de petrolero, y no pueden pagar sus alquileres
ni comprar como ellos autos y televisores de plasma. El contrato
con Chevron consiste en que tomen más mano de obra neuquina, pero
se abren las puertas a otras provincias porque acá faltan jóvenes
formados». En noviembre de 2013, naufragó un proyecto de la CC para
declarar a Neuquén municipio libre de fracking.
Los verdaderos «troskos», los del FIT,
obtuvieron ese día el 9,3% de los votos. Uno de sus líderes
neuquinos es Raúl Godoy, de 49 años, que en aquel 2013 era diputado
provincial. No obstante, atendía en su despacho con el mameluco de
ceramista, el mismo que usa desde hace más de dos décadas, cuando
entró a la ex Zanon, la actual cooperativa FaSinPat, sigla de
Fábrica Sin Patrones, un emblema de las empresas recuperadas por
sus trabajadores en medio de la crisis de la convertibilidad. Godoy
seguía ganando lo mismo que cualquier otro obrero de Zanon, solo
diferenciado por la antigüedad, porque la diferencia con su dieta
de diputado iba a financiar a su partido, el de los Trabajadores
Socialistas (PTS). Godoy mateaba en su despacho en noviembre de
2013 y solo interrumpía para hablar con una radio de San Martín de
los Andes sobre un caso de gatillo fácil y otros atropellos contra
la población pobre de ese paraíso turístico en la montaña neuquina.
En su despacho hay afiches que muestran a policías
reprimiendo.
—Vaca Muerta es una nueva colonización.
Nosotros denunciamos la entrega del patrimonio al capital
transnacional. Se está entregando el patrimonio al punto de
reducirnos a conejillos de Indias de un nuevo sistema de
explotación que es experimental —escupe de arranque el elaborado e
inconfundible análisis de la izquierda dura.
—¿Y si lo hiciera YPF bajo control
obrero?
—Deberíamos estudiarlo —reflexiona—. Pero
seguramente sería más serio.
—¿Están en contra del fracking?
—Nosotros no desechamos un método a priori, pero cuestionamos que se aplique sin
estudios previos y con un criterio lucrativo. Respeto a los que
dicen «no al fracking», pero no lo
comparto. Hay que hacer uso de los recursos naturales para el
desarrollo económico. Incluso para generar energías alternativas y
renovables hay que usar las no renovables. Pero no puede hacerse
con criterio comercial. Si se explotara bajo control obrero, se
podría hacer un uso mucho más racional.
Alguna vez, Godoy discutió del asunto con su
amigo Chandía, el concejal del PC de Cinco Saltos. «¡Eh, José, te
pusiste verde!», lo bromeó el ceramista. «El obrero haciendo
fracking hace las mismas cagadas que los
capitalistas», le contestó el ex operario químico.
—¿No apoyan a los mapuches que resisten el
fracking? —continuaba la entrevista en la
Legislatura.
—El pueblo mapuche es heterogéneo. Nuestros
pueblos originarios también tienen tendencias políticas. Nosotros
no compartimos la cosmovisión mapuche del mundo ni sus creencias
religiosas, pero sí su lucha como pueblo oprimido. En los años 90,
cuando éramos comisión interna de Zanon, denunciamos a nuestra
patronal porque sacaban arcilla de sus territorios en condiciones
desventajosas para ellos. Después, cuando empezamos a hacer andar
la fábrica bajo control obrero tuvimos que enfrentar un boicot de
todos los proveedores que no querían que diésemos un mal ejemplo. Y
los mapuches nos ofrecieron su arcilla gratis para que pudiéramos
seguir trabajando.
—¿Y los petroleros?
—Los obreros petroleros son la clave de la
provincia. Sin que ellos intervengan no hay posibilidades de
transformación profunda. Para mí es estratégico que establezcan
relaciones profundas de solidaridad con todos los demás
trabajadores. Nosotros no queremos que se queden sin trabajo los
compañeros que hacen petróleo no convencional. Queremos defender
nuestro patrimonio común, y el medio ambiente forma parte de
él.
—¿Cuál es el rol del sindicato
petrolero?
—Lo que la burocracia petrolera no coopta lo
reprime. El poder siempre intenta atomizar: a los petroleros les
dicen que los demás laburantes le quieren sacar el laburo y que
ellos son millonarios. Los activistas de izquierda tenemos que
hacer un laburo muy clandestino en los
pozos, porque el sindicato tiene línea directa con las patronales y
denuncia ella misma cualquier intento de organización independiente
que se produzca. Pero ojo: Zanon también era así, estaba llena de
buchones. E igual nos organizamos.
En 2014, al año siguiente de aquella
entrevista, Godoy seguía con su mameluco, pero ya no en esa moderna
Legislatura-shopping sino en una oscura sala de la antigua fábrica
Zanon, la misma que le reclama al gobierno de Cristina Kirchner
créditos para renovarse, préstamos blandos como los que el Estado
otorgó a General Motors o Fiat. Como es costumbre en el FIT, los
candidatos a legislador se rotan en la banca conseguida y Godoy
volvió, después de un año, a ser un operario más, sin cargo alguno.
Por eso ahora trabaja en una especie de laboratorio fotográfico
donde se revelan las pantallas para hacer serigrafía de los
decorados de los cerámicos y porcelanatos. También allí arman los
marcos para esas pantallas.
—Vaca Muerta tuvo un impacto en todo sentido
—evaluaba Godoy en el año 2014—. Hubo entrada de más empresas. Está
profundizándose la desigualdad social —coincidía con Kreitman. En
agosto de ese año los maestros de Centenario nucleados en la
poderosa ATEN se manifestaron por la suba del costo de vida en
Añelo, tanto por los alquileres como por los traslados. Esos
docentes hacen dedo para ir a dar clases en la capital del
fracking. Pocos colectivos unen ambas
localidades y además son caros. —Se les va la mitad del sueldo en
pasaje —observaba el ceramista.
Detrás de las cuatro principales fuerzas
políticas de aquellas elecciones de 2013 se ubicó Libres del Sur,
el movimiento en el que milita la diputada nacional porteña
Victoria Donda, que terminó quinto con el 5% de los votos y un
discurso a favor de la industria petrolera, pero con respeto al
medio ambiente y cuestionamientos a la presencia del fracking en el área protegida Auca Mahuida. La
Unión Popular de Massa obtuvo en estos pagos apenas el 4,7%. La
Unión de los Neuquinos (UNE) del legislador Alfredo Marcote
consiguió el 3,3%, con un discurso contra Chevron.
El único frente que pedía una moratoria del
fracking, el Progresista Sur, terminó
último con el 3% de los sufragios. Allí se nucleaban Proyecto Sur
de Pino Solanas, la UP de De Gennaro, el MST de Bodart, el PCR y el
Partido Socialista de Binner, pese a su buena relación con
Galuccio. El legislador provincial Raúl Dobrusin, de UP, fue uno de
los pocos que marchó contra el pacto YPF-Chevron en la
multitudinaria manifestación del 28 de agosto de 2013. De 63 años,
había sido secretario general de la Asociación de Trabajadores del
Estado (ATE) de Neuquén entre 2003 y 2007. En su despacho cuelgan
imágenes de De Gennaro y del fallecido sindicalista Germán Abdala,
pero no hay nada referente al fracking.
Dobrusin incluso admite que lo entusiasma un poco el proyecto de
que la actividad petrolera reabra el transporte ferroviario de
cargas en la provincia. Pero advierte:
—Chevron va a cobrar enseguida lo que
saque.
Después termina refiriéndose a lo
ambiental:
—Como método extractivo es mucho más
contaminante. En los lugares donde está haciéndose lo hacen con
mucho cuidado, y nosotros no creemos que el Estado argentino pueda
garantizar que acá se tomen los mismos recaudos. Lo que hacen es
propaganda, porque saben que hay una sociedad alerta que es capaz
de movilizarse mucho si siente que se la llevan por delante. 6
meses antes de que se discutiera el acuerdo con Chevron, apareció
sin pena ni gloria un proyecto para eliminar la consulta popular de
todas las concesiones petroleras. No se sabía que venía todo este
despliegue. Lo que hay que hacer es reducir la necesidad de
petróleo, no buscar más. De acá a 15 años podríamos tener un parque
eólico interesante.
Dobrusin tampoco cree que el petróleo deje
mucha riqueza a la provincia:
—Del PBG (producto bruto geográfico) de la
provincia, el 83% se va para afuera. Es por las ganancias de las
cadenas de supermercados, las petroleras, los proveedores y todos
los demás. Lo que queda acá es la masa de salarios, lo que
generamos como Estado y lo poco que producen los empresarios
locales. Hay sectores de profesionales, técnicos y obreros que
están teniendo más laburo. Eso es innegable.
Pero advierte:
—Crecieron la droga, la exclusión y la
trata. El gobierno se jacta de que cada vez detiene más cargamentos
de droga, y eso podría ser una buena noticia, pero en realidad
ocurre lo que una vez admitió un juez federal: se descubre siempre
el mismo porcentaje, lo que cambia es que llega más.
Los diputados Dobrusin, Marcote, Godoy y
Kreitman participaron de la marcha contra Chevron del 28 de agosto
hasta la Legislatura. Allí se aprobó a libro cerrado una ley que
ratificaba el decreto de Cristina Kirchner y el pacto de YPF con la
petrolera norteamericana, con la consiguiente extensión de la
concesión de Loma La Lata Norte y Loma Campana hasta 2048 y la
eliminación del extracanon para estas áreas. La Policía neuquina
intentó blindar el vidriado edificio de la Legislatura, pero hubo
manifestantes que saltaron las vallas. Empezó entonces la
represión. Muchos estudiantes secundarios se habían movilizado a
partir de las charlas informativas que los ambientalistas habían
multiplicado en las escuelas. También había mapuches y militantes
de la CTA opositora, ATE y ATEN. Godoy y otros seis manifestantes,
incluido un segundo obrero de Zanon y cinco de la CTA, afrontan una
avanzada causa penal por aquel día.
—Estamos acusados de incitación a la
violencia y de intento de impedir la sesión legislativa, de
atentado contra la democracia —describió Godoy.
Aquella protesta reprimida quedó bien
plasmada en La guerra del fracking. Pino
Solanas, de 79 años y origen peronista, la estrenó el 17 de
octubre, el Día de la Lealtad. Los medios nacionales de todos los
bandos prácticamente la obviaron, pero igualmente el entonces
diputado logró que el 27 octubre la ciudad de Buenos Aires lo
eligiera senador. Su película ecologista sorprendió a quienes lo
recordaban como un defensor de la YPF estatal de antaño.
El casco de Allen, fundado el 25 de Mayo de
1910 por Patricio Piñeiro Sorondo en honor al inglés Henry Allen,
un gerente del ferrocarril británico que había empezado a detenerse
2 meses antes en ese paraje, está rodeado de álamos que frenan el
viento recio del sur rionegrino. Los campos frutícolas que
circundan el pueblo también suelen delimitarse con alamedas con el
mismo fin. El ingeniero Allen no vivía en Argentina, pero en una de
sus visitas para inspeccionar el tren, cuyo tendido siguió casi
inmediatamente a la Conquista del Desierto, se reunió con Piñeiro
Sorondo en lo que luego sería la estación. La terminal hoy está
abandonada y el nombre del pueblo no se pronuncia como en inglés
sino Ayen, del mismo modo que a nadie se
le ocurre aspirar la hache y cambiar la u por una a en
Hurlingham.
Sus 27.443 habitantes —según el censo 2010—
vivieron tradicionalmente de los perales y manzanos, pero en la
década de 1970 la industria petrolera empezó a explotar también la
zona, considerada parte de la cuenca neuquina. A mediados de 2012,
Apache comenzó a perforar pozos de tight
gas hacia la formación Las Lajas en esos campos y un grupo
reducido pero combativo de chacareros, incluido el presidente de la
Cámara de Fruticultores de Allen, Sebastián Hernández, se alzó en
su contra. El Concejo Deliberante prohibió nuevas fracturas de
pozos en agosto de 2013, en medio de quejas crecientes por el
impacto de los camiones que iban y venían y las torres que se
alzaban a pocos metros de los árboles. La intendenta kirchnerista,
Sabina Costa, evitó vetar la ordenanza aunque se oponía. Sabía que
era un tema sensible para buena parte de su electorado.
Uno de los enemigos locales de la fractura
hidráulica es el chacarero Alfredo Svampa, de 81 años, casado con
Annarosa Lamperti, de 78, que inmigró de adolescente con su familia
desde Italia. Ella habla, de hecho, con un acento tan notorio que
no parece haber llegado al país seis décadas atrás. Él viste
zapatillas blancas Puma con pantalón de vestir beige y chomba
celeste Polo. Luce también unos lentes rojizos setentosos, un
gigantesco reloj digital negro marca Casio y un cabello raleado
pero teñido ostensiblemente de morocho con la tierna coquetería del
galán maduro que se resiste al paso de los años.
Alfredo y Annarosa se mudaron al centro del
pueblo a fines de los años 90, después de que delincuentes los
asaltaran en el campito donde habían criado a sus hijos, entre
ellos a Maristella Svampa. Esta profesora de teoría social
latinoamericana de la Universidad de La Plata es una de las más
reconocidas activistas del país contra el fracking, la megaminería a cielo abierto y la
agricultura transgénica por sus impactos ambientales, sociales,
económicos y políticos. En la chacra donde nació, casi como una
ironía, Apache perforó el primer pozo no convencional de
Allen.
¿Cómo fue que el campo de árboles frutales
del italiano Basilio Svampa, padre de don Alfredo y abuelo de
Maristella, se alquiló a una petrolera? Basilio murió hace tiempo y
la tierra está en sucesión entre sus siete hijos, algunos también
fallecidos, pero un sobrino de Alfredo lo alquiló «a escondidas» en
2010, según Annarosa. El deceso posterior de ese sobrino llevó a
que la servidumbre por esa explotación hidrocarburífera esté
depositándose en una cuenta del enrevesado juicio sucesorio.
La larga crisis de la fruticultura del Alto
Valle fue justamente lo que permitió a las petroleras desembarcar
entre los perales. Tras un breve reverdecer luego de la devaluación
que siguió al colapso de la convertibilidad, la actividad empezó a
concentrarse cada vez en menos manos. La empacadora Zetone y Sabbag
comenzó con tres chacras y ya tiene 97. Expofrut, más conocida por
los consumidores de las grandes urbes y propiedad de la belga
Univeg, también se expandió. Los fruticultores que disponen de
cámaras frigoríficas con atmósfera controlada venden, según
Alfredo, «hasta dos o tres veces mejor su cosecha, porque pueden
sacar una parte y especular con el resto hasta que cae el frutero a
comprarles a cualquier precio». Como una manzana puede conservarse
hasta un año en esas cámaras, los chacareros más chicos, como él,
terminan ahogados por las fluctuaciones de precios.
—Se están quedando con todas nuestras
tierras. Nos condicionan a los productores y a los empacadores
chicos —denuncia en el comedor de su casa, donde cuelgan cuadros de
angelitos y fotos familiares, incluidas las de Maristella.
En el campo donde nació, del cual se mudó a
los 28 años para formar su familia, Alfredo siguió plantando
frutales hasta la cosecha 2012-2013. Ese año ganó en total 45.000
pesos (7.500 dólares), «el sueldo de un laburante». Para peor,
venía de 3 años de pérdidas, que financiaba con aportes familiares
y con plata de su propia jubilación. Sus hijos no querían que
siguiese poniendo el cuerpo en la tierra. Su peón podía llegar a
ganar en tiempo de cosecha 400 pesos (66 dólares) por día. Más que
él. En la poda y raleo, una actividad más extendida durante todo el
año, el jornal rondaba los 300 pesos (49 dólares). Sus hijos lo
convencieron de alquilar la chacra a fines de 2013, pero rescindió
contrato en enero de 2014.
—No la curaban ni la podaban. Volví a
trabajar y saqué buenas (peras) Williams. Hice unos buenos pesos
—sonríe don Alfredo, que ahora se preocupa por las cotorras que le
comen las cerezas.
—Él hace lo que quiere —se queja su esposa
mientras le prepara un Martini con soda.
Desde la tranquera de su parcela de 7
hectáreas, el sonido de los pájaros se mezcla con el silbido de una
planta de separación que instaló YPF en 1970 y amplió en 2011. Para
llegar hay que pasar por una calle pública que asfaltó Apache. La
petrolera estadounidense llegó a aportar toda la cartelería de la
zona, incluso la que marca el límite de velocidad, siempre con su
nombre impreso. En el predio de YPF hay chimeneas de 30 metros que
dominan el valle, sin más competencia en altura que los perales.
También se ven grandes tanques de butano y propano.
Apache Argentina, vendida en 2014 a YPF, se
había lanzado en 2012 a una campaña de alquileres de campos,
tentando a los chacareros en crisis con cifras significativas para
ellos pero irrisorias para una petrolera o un shalellionaire texano. A Alfredo, por ejemplo, le
ofrecían aquel año 126.000 pesos (21.000 dólares) como pago inicial
y luego 33.000 pesos (5.500 dólares) por año, que se irían
actualizando según la inflación medida por el Indec.
—Conmigo los de Apache casi hacen negocio
—recuerda el chacarero.
Pero entonces apareció la voz de su hija
Maristella.
—¡Papá!, ¿qué estás haciendo? Yo estoy
luchando contra la destrucción de la fruticultura por el petróleo
de fractura y vos…
Don Alfredo recapacitó y rechazó la
oferta.
—Lo que pasa es que la desesperación es
grande. Yo tenía solo mi jubilación —recuerda el octogenario. Más
adelante, se encontró otra vez con un administrador local de
Apache.
—¿Y? ¿Cómo va el alquiler de campos? —le
preguntó.
—Ya no alquilamos, don Alfredo. ¡Ahora
compramos! ¿Quiere vender?
—¡Ni loco!
—Con el problema de que no es rentable la
agricultura, el productor desesperado se desvive por alquilarles la
tierra. Es mísero lo que les dan, pero terminan agarrando —se
lamenta Alfredo, con expresivas acentuaciones y pausas que le
agregan dramatismo al relato. Svampa suele dejar mensajes en el
contestador de Radio Cipolletti con insultos inocentes dedicados a
Cristina Kirchner. «Parece una cobra», grabó la última vez. Tampoco
le gusta el gobernador rionegrino, Alberto Weretilneck.
—Ellos dicen que por más que haya una
ordenanza municipal anti-fracking, es el
gobierno provincial el que decide —explica Alfredo.
De hecho, Weretilneck apeló la resolución
del Concejo Deliberante de Allen ante el Tribunal Superior
rionegrino, que la volteó en noviembre de 2013. Los concejales no
apelaron ese fallo.
—Se olvidaron del tema porque vieron que el
chacarero estaba esperando que le llegara la oferta de la petrolera
—lamenta Svampa.
Es decir, las perforaciones de pozos de
tight gas solo se paralizaron 3 meses. En
cambio, el gobernador no apeló la prohibición de Cinco Saltos,
quizá por el temor de que allí sí los concejales recurrieran a la
Corte Suprema de Justicia de la Nación o tal vez porque aún ahí no
hay proyectos serios de desarrollo no convencional.
Por el contrario, en Allen, en 2014 YSUR, la
sociedad que formó YPF con los activos de Apache, ofrecía a los
chacareros contratos de alquiler por 2 años y pagaban por dos
hectáreas $ 150.000 (u$s 17.600) anuales, bastante más de lo que le
habían ofertado en su momento a Svampa.
—Algunos chacareros me dicen: «Svampa,
¡déjese de joder con el fracking!»
—reconoce—. Yo les digo: «Pero está el medio ambiente en juego».
Ellos me dicen: «Allá a 3.000 metros no hay contaminación».
Algunos de esos vecinos que suelen reírse de
Alfredo se asustaron cuando, en julio de 2014, un incendio en un
pozo de petróleo convencional de YSUR dibujó llamaradas de 15
metros en el cielo y prendió en las copas de algunos álamos
adyacentes, inundando el pueblo con una nube tóxica. Las sirenas de
los bomberos despertaron aquella madrugada a todo el pueblo. El
fuego se inició cuando, para destrabar un trépano de perforación,
los petroleros inyectaron gasoil en la tierra. El gobierno
rionegrino aplicó luego una multa de 100.000 pesos (11.600 dólares)
a la compañía por «negligencia», un monto que la oposición calificó
como «irrisorio».
Las petroleras se defienden recordando que
la agricultura también usa mucha agua y echa plaguicidas a sus
frutales.
—Nosotros no competimos por el agua y
tampoco contaminamos. En cambio, ellos hacen circular agua
contaminada y los accidentes se producen —responde Svampa, cuya
esposa comenzó a hervir el agua de la canilla antes de tomarla, por
recomendación de su médico.
Lejos de allí, entre los campos texanos
sobre la formación Eagle Ford, la hermana Elizabeth aporta más
argumentos a la defensa:
—El agua que se usa para riego es después
reciclada por la naturaleza y vuelve a circular de una manera u
otra. Pero el petróleo no usa el agua, la destruye y la saca del
ciclo natural.
El chacarero octogenario se arrodilla con
una destreza admirable para mostrar de cerca las decenas de fotos
que les sacó a los pozos en pleno proceso de fractura.
—Primero las petroleras nos trataban bien a
los chacareros. Ahora le pusieron guardia permanente a los pozos
—avisa. Ya frente al campo que su sobrino le alquiló a Apache,
vuelve a gesticular. —No somos más dueños de las instalaciones
—dice.
Un cerco de rejas le impide pasar al pozo en
el campo familiar. Allí hay un calderín, un separador de gas y
petróleo y tres baterías de ductos que terminan en un gran caño
blanco. El perímetro está enrejado con hierros como los que se usan
para hormigonear. Se oye el silbido del combustible que fluye,
similar al sonido de una hornalla de cocina encendida pero
perceptible desde unos 50 metros de distancia. Esa chacra familiar
tiene 6 hectáreas, y una y media está en manos de la petrolera.
Allí, en una casa vieja, es donde nació Maristella en 1961.
En ese campo hay ocho pozos donde se
practicó fracking.
—Yo lo vi —asegura.
Los álamos rodean aquellas tierras con
huellas de camiones.
—Una vez el capataz dijo: «El de anteojos es
el padre de Maristella, el que está contra el fracking, de los ambientalistas» —recuerda.
Las locaciones petroleras contrastan mucho
entre los álamos, perales, manzanos y durazneros. Son árboles cuya
vida útil fluctúa entre los 60 y los 100 años. En una locación de
tierra yerma mezclada con canto rodado y sin un dejo de hierba, hay
cuatro pozos perforados y fracturados. Cada artefacto o batería de
caños está enrejado y asegurado con triple alambre de púa. En la
tranquera, un cartel: «Peligro. No ingresar. Alta presión. Equipo
en movimiento». Enfrente, otro cartel avisa que se venden 16
hectáreas. Por allí van y vienen los ciclistas deportivos.
De chico, el padre de Alfredo lo hacía podar
el pasto de toda la chacra, incluso con 7º bajo cero. Solo llegó a
terminar el primer año del secundario en 1937, en Neuquén, y por
eso lo llena de orgullo su hija socióloga, una de las académicas
más reputadas del CONICET. Quizá ese ejercicio juvenil le haya
dejado el estado atlético que le permite cruzar un arroyo de
desagüe de los campos subiéndose a cinco oleoductos que ofician de
puente. Su habilidad y osadía abruman a cualquiera. Se mete en
campos ajenos para mostrar los pozos hasta que ladran los perros de
una vecina. Aparece ella, excedida de kilos y enfundada en una
musculosa fucsia:
—A mí me dijo la petrolera que no dejara
pasar a nadie —advierte.
Recién ante la amenaza de los animales
Alfredo acepta retroceder sobre sus pasos.
YPF buscó en 2014 recomponer la relación con
la Cámara de Fruticultores de Allen ofreciéndoles a sus socios un
descuento del 10% en el gasoil. Los chacareros se reunieron en
asamblea. «Yo ni por el 100% acepto», dejó en claro Svampa. Al
final todos rechazaron la propuesta.
—Pero si ofrecía 25 o 30%, se iban de boca
—lamenta el veterano.
Cerca de la planta separadora, un puente
colgante cruza el río Limay. Es solo para tres ductos (gas,
petróleo y agua) y tiene importantes alambrados para que los
turistas y vecinos no lo usen para cruzar el río ni para
zambullirse en sus aguas. Tampoco es un tramo que convenga cruzar a
nado; son frecuentes las muertes por ahogo en ese recodo ancho, de
más de 200 metros entre ambas orillas. A la vera de aquel río
flanqueado por pozos de fracking, algunos
pobladores se acercan a pescar carpas, pejerreyes, marrones o
arcoiris. Un joven llega en moto con su novia, a falta de hotel
alojamiento. Uno de los pescadores, Oscar, de 26 años, trabaja en
un taller mecánico. Fue a pescar con su sobrino, de 10 años.
—Un montón de gente saca el carnet de chofer
de cargas peligrosas porque hay mucho laburo por el triple de lo
que yo gano. Pero no voy a sacar el carnet porque estoy bien. No sé
si más adelante. Hay que hacer un curso que cuesta caro (unos 80
dólares) y dura una semana —cuenta Oscar.
Pero Rogelio, un amigo que lo acompaña,
advierte que para conseguir esos empleos «necesitás cuña». Aunque
reconoce que «acá cada vez esto está más caótico», Rogelio se
esperanza con el desarrollo petrolero:
—Si es beneficioso para la provincia,
bienvenido sea.
YPF en un principio buscó gas en Vaca
Muerta, en parte porque era lo que Argentina demandaba y en parte
porque los estudios geológicos apuntaban a que eso era lo que había
allá abajo. Pero la petrolera ya nacionalizada comentaba allá por
septiembre de 2013, justo cuando el acuerdo con Chevron se ponía en
marcha, que sus propios ensayos demostraban que había menos
recursos de gas y más de petróleo de los que había calculado el
Departamento de Energía de Estados Unidos. Ya había hecho 90 pozos
ahí. Así lo sostenía su gerente de exploración no convencional,
Matías di Benedetto, en uno de los tantos seminarios del tema que
se organizaban entonces en Buenos Aires. Por eso y por el entonces
elevado precio del barril, la petrolera comenzó a apostar más al
crudo. Ahora que se abarató, el gas a 7,50 dólares el millón de BTU
puede resultar un salvavidas.
Galuccio desde un principio preveía que YPF
buscara socios, y con Chevron y Dow había conseguido los dos
primeros. Su plan de inversiones 2013-2017 prevé 37.200 millones de
dólares, de los cuales el 70% sería financiado con caja propia, es
decir, con lo que los consumidores pagan por la nafta y el gasoil.
El 18% llegaría con emisión de bonos, lo que se dificultó a partir
de la crisis de deuda por el juicio de los fondos buitre en Estados
Unidos, y solo el 12%, por sociedades con otras petroleras. Es
decir, el Mago quería 4.464 millones de otras empresas. A
principios de 2015 ya había conseguido 3.435 millones: unos 2.840
millones de Chevron, 120 millones de Dow y otros 475 millones que
acordó en 2014 con la petrolera estatal malaya Petronas. Falta que
aparezcan otros 1.000 millones en los próximos 2 años. En enero de
2015, YPF anunció otro memorándum de entendimiento con la china
Sinopec, aunque sin precisar cifras.
En los últimos meses de 2013 se ponía en
marcha el acuerdo con la petrolera norteamericana. Entre septiembre
y diciembre, Chevron cambió los primeros 1.240 millones de dólares
al tipo de cambio oficial para invertirlos en Vaca Muerta, según
cuentan en YPF. Dicen que no fue dinero que la empresa
estadounidense ya tenía en su filial argentina. Con parte de esa
plata se instalaron las oficinas en Loma Campana, un predio de una
hectárea cercado con alambre de púa en la que una mañana de
noviembre de aquel año había 30 camionetas estacionadas, dos
ambulancias, un camión de bomberos y 10 tráilers azules con el logo
de YPF. Además había otro gran tráiler blanco con la leyenda
«Emergencia para la defensa de la vida». Una suerte de hospital
móvil.
Dentro de uno de los tráilers trabajaba esa
mañana Mónica Bolles, de 31 años, ingeniera química oriunda de
Cutral Có, que había entrado a trabajar en YPF hacía 3 meses.
Morocha, de rulitos y muy flaca, viajaba a diario 100 kilómetros
desde su ciudad, donde antes era profesora universitaria. Ante una
laptop y dos monitores con los datos de
cada uno de los pozos que estudiaba, Mónica relataba:
—Estuve dos meses en el campo como
supervisora de pozos y ahora hago telesupervisión. Controlo 120
pozos. Si pasa algo, si cae la presión de algún pozo o se apaga
algo, le aviso a un supervisor para que vaya a resolverlo. Si es de
noche le aviso al recorredor: hay uno solo de guardia durante toda
la noche. —Que fuera mujer era toda una rareza en los pozos
petroleros, pero ella no se amilanaba. —Ahora hay más mujeres acá.
La jefa de supervisión es mujer y hay varias licenciadas y técnicas
más. —Las petroleras tienen en general formación terciaria o
universitaria. Para las tareas manuales, solo se emplean
hombres.
No muy lejos de las oficinas está la
frontera entre Loma La Lata Norte y Loma Campana, con dos puestos
de la Policía de Neuquén. Allí agentes de seguridad privada
controlan patente del vehículo y nombres de los pasajeros. Solo los
autorizados por YPF y los Campo Maripe pueden circular por
ahí.
Invariablemente, las petroleras más activas
en Neuquén elogian la buena predisposición hacia el negocio que
muestra Ricardo Esquivel, el secretario de Ambiente de la
provincia. Con una carrera más ligada al crudo que a la ecología,
el técnico químico no es temido ni odiado como suelen serlo los
jefes de organismos de control por quienes son objeto de vigilancia
estricta. Escudado en el off the record,
el vocero de una de las compañías admite que los estudios de
impacto ambiental que pide esa repartición antes de autorizar cada
pozo no son escrutados con la puntillosidad que exige la ley.
—Los estudios de 20 pozos distintos que yo
vi son directamente copy-paste el uno del
otro. La autoridad de aplicación nos dice todo el tiempo «dénle
para adelante» y no hace ninguna recomendación ni pedido especial
para cada pozo —revela la fuente.
Esquivel niega las acusaciones de excesiva
laxitud que también lanza sobre él la oposición. Aduce que al menos
en 200 de los 769 pozos autorizados por su secretaría entre 2010 y
2014 se hicieron «adaptaciones o acomodaciones» de los proyectos
originales de las empresas a los requisitos que pone la provincia.
En sus informes de impacto ambiental, las empresas deben exponer su
plan de gestión de la flora y la fauna que será afectada.
—Ellos quieren operar en el mayor espacio
posible. Nosotros tratamos de que usen el menor espacio. O quieren
hacer más pozos de los permitidos por las instalaciones que van a
tener. Los permisos se pueden rechazar, pero lo que intentamos es
resguardar el medio ambiente, no mantenerlo intacto. Se trata de
que usen los caminos preexistentes, las locaciones preexistentes,
minimizar el impacto de la perforación y cosas así. Cuando vemos
que eso no ocurre, les devolvemos el informe y nos lo tienen que
volver a presentar —asegura en su despacho.
Ese trabajo administrativo está en manos de
20 evaluadores.
A partir de la inversión de Chevron,
Ambiente neuquino compró siete camionetas para controlar y los dos
tráilers instalados en Loma Campana, y elevó de 20 a 25 su dotación
de inspectores. Esquivel asegura que ese personal es suficiente,
incluso para patrullar los 10.000 pozos activos en toda la
provincia.
—Nuestro objetivo es pérdida cero en las
instalaciones —enuncia Esquivel y explica que sus inspectores
suelen pedir en sus recorridas a las empresas el recambio de
cañerías—. Tenemos poder de policía. Podemos cerrar un pozo o un
yacimiento. Durante esta gestión hemos parado pozos y hasta
parcialmente un yacimiento como Chihuido de la Sierra Negra, que
tiene 400 pozos, porque se les rompió un oleoducto.
Ese campo, que alguna vez fue el mayor área
de petróleo de Argentina, es operado por YPF y el derrame ocurrió
en 2013.
—Nosotros controlamos el uso del agua y del
aire. Tenemos la tecnología Hatch, por espectrometría. Tenemos
medidores de intensidad sonora. También controlamos los productos
agroalimentarios de las zonas donde hay producción petrolera —se
vuelve a defender Esquivel.
Confiesa de todos modos que esos controles
se tercerizan porque la Secretaría no tiene laboratorio propio.
Además delega el control del venteo de gas en la Subsecretaría de
Combustibles provincial. A su juicio, la fractura hidráulica masiva
no es incompatible con otras actividades económicas. Debe estar
sujeta a controles, sí, pero no contamina.
—Puede convivir perfectamente con la
actividad pastoril. Conocemos sistemas hidrocarburíferos que
conviven y coexisten con el sistema de los agroalimentos en Río
Negro y Neuquén, que se exportan y cuyos productos son recibidos y
calificados en el orden internacional —sostiene el funcionario
neuquino.
En los campos de Texas hay pozos de
fracking al lado de vacas y plantaciones
de soja y maíz.
El intendente de Añelo, Darío Díaz, evita
llegar a tanto. Prefiere admitir que la actividad contamina, pero
que es un mal necesario.
—La petrolera en general no es una actividad
ecológica. Hay que ponerle control. Nunca va a conseguir el mejor
sello IRAM. Pero una cosa es prohibir el fracking y otra muy distinta cuidarlo
—tercia.
No todos están tan tranquilos por la
convivencia del petróleo con actividades agrícolas. Esto constituye
no solo un debate ambiental, sino también por la renta. Diego
Rodil, investigador social del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA), se atemorizó cuando el fracking llegó cerca de la estación en la que él
trabaja, en el camino entre Allen y General Roca.
—Desde hacía años que convivían petróleo y
fruta, pero los pozos convencionales estaban muy localizados y eran
pocos —comenta este licenciado en turismo—. Los no convencionales
consumen gran cantidad de locaciones de mayor espacio. Entonces
empiezan a competir con la actividad frutícola, se pierde suelo
productivo. El Alto Valle de Río Negro es muy angosto, de entre 4 y
10 kilómetros de ancho, y, por lo tanto, muy frágil. Requiere que
sea lo menos empleado para urbanización y otros usos por cuestiones
productivas y fitosanitarias.
Rodil destaca que una vez que una chacra se
vende para pozos ya no podrá recuperarse para la actividad
agrícola.
El investigador del INTA se metió a indagar
el impacto del tight gas en los campos
aledaños. Su jefe lo autorizó. En la primavera de 2014 fue a marcar
árboles con ramas muertas. Lo que no consiguió al menos ese año es
que YSUR, la empresa de YPF, ni la provincia de Río Negro
contestasen sus cuestionarios.
—Buena parte de las peras y manzanas son
para exportación a mercados que imponen restricciones de calidad,
incluido el entorno de la producción —comenta Rodil.
De hecho, la certificadora agrícola
internacional Global Gap vetó la compra de frutas que se cultivasen
a 50 metros o menos de la transitada ruta 22 que atraviesa el Alto
Valle, con un solo carril para cada lado y cargada de autos y
camiones de todas las actividades de la zona.
La estatal neuquina GyP, la Enarsa de Sapag
fundada en 2008, llevó adelante su primera fractura hidráulica
experimental en septiembre de 2013. Fue en Aguada Federal, un área
de 115 kilómetros al noroeste de la capital provincial y a 25 de
Añelo. El pozo empezó a producir crudo en octubre. Como no había
gasoductos para sacar el gas asociado al petróleo que fluye de
allí, durante meses llegó a ventear 2.000 metros cúbicos de gas por
día, el equivalente a 130 tanques de GNC. El crudo, en cambio, se
transportaba en camiones.
GyP se dedicó a repartir áreas en las que se
quedaba como socio minoritario, pero no como inversor. En Aguada
Federal buscó tener su propia experiencia como fracker. Claro que al mismo tiempo que quebraba por
cuenta propia la roca de Vaca Muerta consiguió un candidato para
esa área. Ese septiembre firmó un convenio con Wintershall que
incluía compromisos de inversión por 142 millones de dólares.
Hacia fines de 2014, GyP había conseguido
que en unas 65 áreas en las que participaba como socio minoritario,
empresas como YPF, Total, Shell, Exxon, EOG o Americas Petrogas
invirtieran 2.000 millones de dólares desde 2008. La petrolera
neuquina planeaba que esa cifra llegara a 3.500 millones a fines de
2015. El plan original de GyP era conseguir 700 millones para
hidrocarburos convencionales, pero el fracking cambió el paradigma. A diferencia del
desarrollo masivo de YPF-Chevron, sus áreas aún están en etapa
exploratoria, pero los buenos resultados obtenidos llevan a pensar
que se acerca el momento de que los inversores decidan si
construyen nuevos cluster shale o pozos
factoría.
En el momento de la fractura de Aguada
Federal, GyP instaló dos tanques gigantes de agua y trabajaron
entre 80 y 90 personas, la mayoría de Halliburton. 2 meses después,
solo quedaban dos operarios poco comprometidos con la tarea
controlando el pozo. Eran de la contratista argentina Bolland, a la
que GyP le pagaba 180.000 pesos por mes (unos 30.000 dólares de
entonces) por el servicio. Uno tenía la camiseta de la Selección
Argentina, pantalón verde y borcegos. El otro, un mameluco viejo.
El director de upstream de GyP, Gustavo
Nagel, maldecía en voz baja a la empresa contratista por un
servicio al que consideraba deficiente.
De sus 57 años, Nagel pasó 35 en la
industria petrolera. Es ingeniero industrial y porteño, pero vive
desde los 2 años en Neuquén. Trabajó en la minería y luego 20 años
en Skanska, empresa con la cual vivió en Venezuela y Perú. Después
se tomó un año sabático y lo convocó Sapag para ser subsecretario
de Servicios Públicos. 2 años después, en 2011, recaló en GyP. En
2012 asumió también como director de YPF por Neuquén.
Bajo sus órdenes, el crudo de Aguada Federal
era tratado en containers de acero con
tapas cuadradas removibles, de 1 x 1 metro, por las que se podía
observar el interior. Además de un olor penetrante mezcla de
podrido y acetona, se veía que la superficie del líquido era
viscosa pero para nada homogénea, con un degradé que iba del verde
oscuro al amarillo con algunas burbujas. Lo que se hacía allí era
la separación natural, como cuando se pone agua y aceite en un
vaso. El agua salobre del pozo se va para abajo, y arriba queda el
petróleo.
El caño principal del pozo, de 5 pulgadas,
llega a 2.900 metros de profundidad. Una mañana primaveral de 2013
salía por ahí la mezcla de gas, petróleo y agua a 220 kilos de
presión. De ahí iba a un primer separador, el desarenador. Parte
del agua que salía de allí se volvía a usar en otras fracturas. Lo
que seguía mezclado iba al separador de prueba, que tenía dentro
100 kilos de presión, o al natural en los containers. Los sólidos como arena, barro y
químicos se llevaban a la llamada disposición final, a cargo de
empresas de saneamiento ubicadas en otros pagos. En esas plantas
les seguían sacando el petróleo, el agua y el gasoil que hubiese
quedado de los lodos utilizados para lubricar la perforación. Los
residuos se quemaban o se les aplicaban bacterias que consumían los
hidrocarburos que seguían allí tras la incineración.
En aquel pozo de Aguada Federal, el mayor de
los operarios tenía la misma edad que Nagel y el joven, solo 26
años. Ambos aparentaban más. «Me corren de mi casa si me jubilo»,
reconocía el mayor, Luis Muñoz, que se negó a retirarse a los 50,
como lo permite el convenio petrolero. El más joven, Matías, fumaba
al lado del tráiler. Allí había una habitación con cuchetas con
colchones, sin sábanas, un televisor prendido en el canal de
noticias TN, heladera, horno eléctrico, microondas y un baño
austero pero limpio. Para Nagel, estaba desordenado. Lo que más
enojó al jefe es la mala disposición de los operarios para hacer
los controles del crudo que él quería mostrar.
Luis y Matías trabajaban ahí 10 días y
descansaban 5. «Yo no aguanto acá hasta los 50», decía el joven,
mirando a su compañero. «Acá no descansás. Estás todo el tiempo con
la cabeza ahí», apuntaba al pozo. «Te acostás, ves el pozo. Te
levantás, ves el pozo. Al principio me gustaba, después no», se
lamentaba Matías, que estudia a distancia abogacía en la
Universidad Católica de Salta. Tenía pocas materias presenciales,
solo 2 días por mes. Bajaba el resto del material por Internet. Su
mujer es contadora en Neuquén y juntos querían poner allí un
estudio jurídico-contable. Tienen dos hijas, de 2 y 5 años. «Acá
estás desconectado de tus hijos, aunque a veces se puede hacer una
escapada intermedia», admitía Matías. «Si seguís, llegás a los 40 o
50 sin familia o sin que te banque tu familia. Quizá de abogado
gano menos plata, pero prefiero estar con mi familia. Nosotros
tenemos compañeros como él que si no están acá, no pueden estar en
ningún lado. No quieren jubilarse», contaba el joven, otra vez
señalando al mayor.
Matías relataba que los company man, es decir, los capataces de las
petroleras, ingenieros o no, pueden ganar 16.000 dólares por mes.
Suelen estar destinados 2 meses a los pozos. «Te termina cansando
la rutina, pero yo aprovecho para estudiar», decía Matías, que no
sueña con llegar a company. Algunos
jóvenes compañeros sí aspiran a serlo y estudian carreras
relacionadas al petróleo. Él tenía la secundaria completa y ganaba
unos 20.000 pesos (3.300 dólares en 2013). «Hay algunos que se lo
gastan todo. Pero el que quiere, puede ahorrar bien», comentaba
quien de pequeño quería ser abogado o técnico de televisores, pero
que, como su padre, terminó en el petróleo. «Empieza gustándote
cuando entrás, pero terminás cansándote. La mayoría busca la
inversión que lo salve, busca zafar con algo, cualquier tipo de
negocio. Pero hay pocos que estudian», describía a sus compañeros
operarios.
Nagel, mientras tanto, se dedicaba a
defender la actividad hidrocarburífera y su nueva vedette, la técnica de la fractura hidráulica. «El
impacto que trae el fracking es el
movimiento de camiones, el derroche de energía. Hay resistencia
mediática, pero el único problema del fracking es verlo llegar. Es un montón de equipos y
una marea humana llegando, que generan un impacto social y
ambiental por sí mismos, más allá de lo que ocurra en el subsuelo.
Sobre eso tiene que trabajar la industria», indicaba antes de
subirse a su camioneta Volkswagen.
«Teniendo el recurso, ¿no lo vas a usar?»,
se preguntaba Nagel. «Si seguís a la izquierda o a los
medioambientalistas, no podés respirar», concluía. Sus familiares y
amigos suelen repetirle las clásicas críticas al sector, como que
los países libran guerras movidos por el crudo, pero él las
considera injustas. Su mitad llena del vaso es la actividad que
generan los equipos de perforación, los empleos con altos salarios
que crean, la cantidad de gente que compra tierras en Neuquén y la
infraestructura en construcción.
Aunque en los últimos años se haya mostrado
más, Alejandro Bulgheroni no suele hablar en público y le huye a
los flashes. Por eso sorprendió cuando en octubre de 2013, en medio
del congreso Argentina Oil & Gas, expresó sus reparos, los
primeros de un hombre fuerte del sector, sobre Vaca Muerta. Venía a
arruinar la euforia petrolera que tres meses antes había provocado
el acuerdo YPF-Chevron.
—Podemos decir que los resultados no han
sido del todo satisfactorios. Esta poca experiencia, la falta de
tecnología de las compañías de servicios en la Argentina y los
altos costos operativos en la inversión harán muy difícil la
rentabilidad de estos proyectos —afirmó.
La convención reunía a los mayores
referentes técnicos y empresariales del rubro. El reservorio que
recién empezaba a descubrir la opinión pública generaba entusiasmo,
pero algunos de ellos tenían sus dudas. El mayor de los hermanos
Bulgheroni las expresó. Apretó los bordes del atril, miró el
discurso que venía leyendo y disparó contra YPF:
—Para avanzar en una explotación masiva se
precisa de más operadores para elevar la inversión, así como
también que las compañías compartan información de las tareas
realizadas hasta ahora. —Segundos antes, ya le había endosado la
factura a Galuccio: —La información es escasa y no se comparte
abiertamente entre los distintos operadores.
—Argentina necesita no solo de YPF sino de
todas las compañías para recuperar el autoabastecimiento —reconoce
Bizzotto, el gerente de la petrolera estatal encargado de
desarrollar el cluster shale de Loma
Campana. —Deberían generarse estas actividades en otras compañías
en convencional y no convencional. Por eso YPF comparte información
técnica con sus competidores —rebate las críticas de
Bulgheroni.
En las oficinas con vista al río de YPF
opinan que el preacuerdo con los accionistas de Bridas, PAE y Axion
fracasó porque, a diferencia de Chevron, no querían entrar
semejante millonada en un país con controles de cambio. Dicen que
Galuccio confió al principio en ellos, pese a las referencias que
les daban otras grandes petroleras sobre ambos, pero ahora
considera que son parte de los muchos empresarios argentinos que
viven más de la relación con la política que de la gestión para
bajar costos, contratar el mejor personal y dominar los procesos
productivos.
Carlos Bulgheroni había logrado negociar con
los talibanes y otros señores de la guerra civil de Afganistán en
1994, 7 años antes de la invasión norteamericana, para convencerlos
de construir un gasoducto que llevara combustible desde
Turkmenistán hasta Pakistán e India. Pero no pudo con el Mago de
YPF. En parte fue porque Bulgheroni no logró convencer de sumar a
la inversión a sus socios de la china CNOOC, temorosos de un juicio
de Repsol, ni muchos menos a los de la británica BP, con los que
perdió su buena empatía de antaño.
En Vaca Muerta, PAE tiene poco pero buen
acreaje. Allí perforó varios pozos experimentales para extraer
crudo en Vaca Muerta durante 2013, pero resultaron poco rentables.
En cambio, en 2014 empezó con los pozos de tight gas y sus plantas de separación instaladas en
ese campo no dan abasto. Y además está explorando hidrocarburos no
convencionales en el golfo San Jorge.
De todos modos, los Bulgheroni aún dudan de
este negocio en Argentina. Consideran que todavía falta el
desarrollo tecnológico y la capacidad empresaria que solo observan
en Estados Unidos. Calculan que recién en 2017 o 2018 lograrán
bajar suficiente los costos como para que la actividad en Vaca
Muerta se torne rentable. Lamentan que el país hayan creído que ahí
había enterrado un tesoro que enriquecería a todos y advierten de
que el shale no es como la soja, que se
planta y cultiva cada año.
Los Bulgheroni son de los tantos grandes
empresarios que apoyaron a Menem y su desregulación petrolera. Son
de los que se quejan de los cambios regulatorios que llegaron con
Néstor Kirchner y de los que repiten que es mejor invertir en
países en conflictos armados, como Irak, que en aquellos donde rige
la inestabilidad de reglas. Pese a que Perú consiguió convertirse
en los últimos años en el nuevo país «estrella» para el FMI, los
hermanos millonarios de Argentina se marcharon de ahí por la
inseguridad jurídica. Y a pesar de sus críticas veladas al
kirchnerismo, desde la crisis de 2001 hasta ahora PAE pasó de
producir el 8% de los hidrocarburos de Argentina al 18% y llegó a
convertirse en la petrolera con más reservas del país. Habrá que
ver si ahora la supera la YPF estatal, que está liderando la
inversión para recuperar su propia producción y anhela oficiar de
ejemplo, testigo y traccionador de toda la industria y sus
proveedores.
Una foto conmovió al mundo petrolero
argentino el 11 de noviembre de 2013. Su Santidad el papa
Francisco, o Francisquito, como lo rebautizó Maradona, apareció en
una imagen sosteniendo una remera que le estaba regalando en ese
momento Pino Solanas en el Vaticano. La prenda decía «No al
fracking» y llevaba el símbolo de
prohibido sobre los pozos petroleros no convencionales. En algunas
placas el ex arzobispo de Buenos Aires aparecía con cara de
circunstancias. En otras sonreía.
—En Estados Unidos casi no salió esa foto.
Acá la mayoría de los medios no da noticias contra la industria del
petróleo. Pero lo vi en diarios católicos. Antes de eso ya sabía
que teníamos un buen Papa —se enorgullece la hermana
Elizabeth.
Aunque sabe que Bergoglio es jesuita, la
monja destaca que haya elegido el nombre de San Francisco de
Asís.
—Los franciscanos son muy buenos, pero
tienen pozos a pocas millas de Nixon, Texas —cuenta la monja en su
auto al paso de una locación en pleno fracking. En ese pueblo de 2.200 habitantes la
mayoría vivía de las food stamps del
gobierno norteamericano y de la maloliente planta de procesamiento
de pollos Holmes, hasta que en 2012 reabrió, gracias al boom de Eagle Ford, una refinería abandonada
durante 20 años. Ahora hay quienes dejaron los subsidios por un
buen sueldo de camionero o por otro no tan bien remunerado en los
almacenes que se van inaugurando.
Pero la imagen del papa repercutió entre los
defensores y detractores del fracking en
Argentina.
La poderosa e hiperactiva vicepresidenta de
comunicación y relaciones públicas de YPF, Doris Capurro, reaccionó
y no descansó hasta conseguir su foto con el pontífice. Se trataba
de una misión aparentemente fácil para todos los políticos y
famosos de Argentina, con la llamativa excepción de Massa, que
operó en su momento contra Bergoglio en la interna de la Iglesia
local. En mayo de 2014, Capurro lo visitó en Roma y publicó por
Twitter una imagen en la que le entregaba al pontífice una roca de
Vaca Muerta. Ambos sonreían. Ella dijo que el Papa había dicho que
la formación neuquina constituía «la esperanza y el futuro de
Argentina».
Sapag opina que Pino Solanas engañó a
Francisco:
—Le puso la remera en la mano. Tendría que
mirar un poquito más al Riachuelo y el río Matanza, la cuenca que
está dentro de los diez eventos de desastre ambiental más
importantes del mundo. Hablan de la estimulación hidráulica como si
supieran y en realidad ni siquiera saben qué es Vaca Muerta.
Algunos creen que es un lugar o una concesión.
A Bressanelli, el obispo de Neuquén, tampoco
le gustó la foto del cineasta. Y eso que había aceptado aparecer
exponiendo sus reparos al fracking en el
documental de Solanas.
—Me parece que es de mal gusto utilizar esa
foto desde el punto de vista político y simplemente para decirle no
al fracking. El Papa recibió un regalo,
lo hace ver y nada más, no hay que sacar conclusiones más allá de
que sabemos que es un hombre muy atento a lo social —critica
Bressanelli, de la Congregación de los Leonianos.
—¿Cuál es su opinión del fracking?
—No me defino directamente anti-fracking sino que tengo muchas preocupaciones
que recojo de la población misma y es importante afrontarlas para
hacer una cosa realmente seria, si es que vale la pena hacerlo
—responde el obispo—. No por solucionar un problema energético que
es real o por buscar simplemente divisas se debe hacer algo sin
pensar. Otros gobiernos del mundo cuestionan la metodología. Mi
planteo es más bien pastoral porque sobre eso puedo hablar. No
puedo hablar de la parte técnica. Lo pastoral tiene que ver con el
acompañamiento del pueblo, con hacerse voz de las preocupaciones
legítimas, exigir a los gobiernos y a las petroleras que hagan el
trabajo a conciencia y plantearles algunos principios de orden
universal, que no son cuestiones morales de la Iglesia. El primero
de todos los principios es el precautorio: cuando están en juego
valores o necesidades básicas de la población, tengo que agotar el
estudio del problema antes de iniciar algo que pueda afectarla.
Sobre todo si el riesgo es irreversible, no lo puedo hacer hasta no
tener la absoluta seguridad de que no va a pasar. Otro principio
para mí es el de la licencia social. Cuando tocamos cosas básicas,
a la gente no se le puede imponer, hay que comprometida. Sobre todo
esta licencia social es absolutamente necesaria cuando se entra en
las tierras aborígenes porque lo prescribe nuestra Constitución y
es una norma de la OIT.
—La norma de la consulta previa a los
pueblos originarios por proyectos que los afecten…
—Sabemos además que los pueblos aborígenes
han sido muy maltratados en el país. El relevamiento de sus tierras
ya se debería haber terminado y se hizo solo un 14%. En esta
provincia, menos del 14. Yo nunca me niego al diálogo para trabajar
por el bien común, poniendo cada uno lo que está de su parte, pero
el gobierno y las operadoras no son creíbles en cuanto a la palabra
que dan. No digo que estén mintiendo…
—¿Por qué no son creíbles?
—No son creíbles porque con mucha facilidad
afirman una cosa y después afirman otra. Con mucha facilidad hoy
venden un producto y mañana lo descartan o viceversa. Me alegro del
arreglo entre YPF y Repsol, entre Argentina, España y México, ¿pero
ustedes se acuerdan lo que dijo Kicillof cuando se trató la
expropiación? En un momento político se hace una afirmación y al
otro momento se hace otra.
—¿Qué otro argumento tiene sobre el
fracking?
—El otro principio es que ninguna generación
es dueña total de los bienes de la naturaleza. Tienen que ser
gestionados con la conciencia de que pertenecen a esta generación y
a otras, mirando no solamente a Argentina sino a todo el
mundo.
—¿Cuándo empezó a preocuparle el fracking?
—En 2010 fui el primero que habló. No estoy
en rol de oficialismo u oposición, sino de pastor.
—Pero en el gobierno neuquino o las
petroleras no habrá caído muy bien su posición.
—Posiblemente.
—¿Recibió críticas de parte de ellos?
—No, directamente no… Yo les dije estas
cosas al gobernador y a todos. Tampoco quisiera que me tildaran de
ambientalista, pero no puedo evitar lecturas parciales de lo que
digo o que no entiendan que tengo el deber y el derecho de
meterme.
—¿No tuvo conflictos con su feligresía, que
incluye funcionarios y petroleros?
—Hasta ahora no.
—¿Hasta ahora?
—Esta es una diócesis que siempre estuvo en
todas las problemáticas de la población. Hemos tenido como primer
obispo a Jaime de Nevares, gran personalidad en todo lo que son los
derechos humanos, en cosas que fueron tomadas por las banderas
políticas y a veces las utilizan contra la Iglesia…. Por ejemplo,
la Confederación Mapuche surge de don Jaime, pero ahora no siempre
es benigna con la Iglesia. ATEN comenzó por el gran apoyo de don
Jaime. Las manifestaciones de los 24 de marzo comenzaron acá en el
tiempo de los militares. Las comenzó don Jaime con no más de diez
personas.
A Bressanelli nunca lo invitaron a bendecir
la inauguración de ninguna instalación petrolera en Neuquén. Sí lo
llevaron una vez a una sede sindical de Comodoro Rivadavia, su
anterior destino. En cambio, el gobernador lo citó para hablar del
fracking. A la audiencia fueron también
otros sacerdotes de confianza de Bressanelli y Adolfo Pérez
Esquivel, católico identificado con la Teología de la Liberación
que ganó el Nobel de la Paz en 1980 por su lucha contra la
dictadura. Sapag conocía a Pérez Esquivel porque este pintor,
escultor y docente le había dado clases de dibujo hacía muchas
décadas.
—Les he pedido que por favor todas las
afirmaciones las hagan con mucha información en la mano —recuerda
el gobernador.