Capítulo 11
Los
márgenes
Los camiones-cisterna blancos de la
transportista en la que trabajaba Darío Díaz antes de ser
intendente son de los que más transitan Añelo, igual que los
vehículos azules de Schlumberger cargados de maquinarias. La
antigua empleadora de Díaz es la neuquina TSB, una de las que más
creció al compás de Vaca Muerta. Algunos comentan que es de
Cristóbal López, pero tanto este empresario como el entorno del
dueño de TSB, Claudio Urcera, lo niegan. Otros dicen que el ex
ministro Coco promovía que las petroleras la contrataran, como
también a la empresa de baños químicos neuquina Bacssa, de Miguel
Zarzur. «Los buenos contactos son fruto del éxito, de la
conveniencia en contratarnos en tareas de seguridad y medio
ambiente», se defiende Guillermo Míguez, gerente de desarrollo de
negocios de TSB, que no solo ganó un voluminoso contrato para
proveer a YPF en Loma Campana sino que también asiste a Pluspetrol,
Shell, Petrobras y Americas Petrogas.
TSB se dedica al transporte de agua y arena,
al movimiento de suelos y al llamado control
de sólidos, que consiste en la separación de partículas que se
adhieren al lodo usado para aceitar las perforaciones. También
evalúa ofrecer el traslado del flowback y
ya comenzó a hacer el del cutting, que es
la mezcla de líquidos y sólidos que se extraen al perforar con
lodos de gasoil los pozos. Como los de shale y tight son más
largos que los convencionales, generan más cutting. Este residuo, al igual que el flowback que surge de la fractura, debe ser tratado
en piletas especiales cerradas, según la normativa neuquina,
similar a la de Pensilvania. En Texas se admiten piletas abiertas y
a veces se desbordan, como suele denunciar la hermana Elizabeth
Riebschlaeger. En Neuquén, «las empresas están adaptando sus
instalaciones, puede que alguna no lo haya hecho, pero hay un
tiempo de adaptación», procura aclarar Esquivel, el secretario de
Ambiente.
La ley provincial establece que el
transporte de cutting se haga en
volquetes herméticos, de modo que no se vuelque por los caminos
hasta las plantas de tratamiento. Sin embargo, YPF contrata en Loma
Campana los camiones con volquetes abiertos de TSB. «Son volquetes
sin techo, pero no van llenos ni hacen largos trayectos», se
justifica el gerente Míguez.
El secretario Esquivel confirma que están
prohibidos:
—Si los detectamos, los sancionamos. Pero no
hemos encontrado recipientes a cielo abierto en el
transporte.
Resulta llamativo que sus inspectores no
hayan visto los volquetes de TSB en Loma Campana, pues allí la
Secretaría instaló en julio de 2014 dos tráilers con dormitorios,
comedor y oficina en el que trabajan en forma permanente cuatro
vigilantes y un supervisor.
—Nuestro crecimiento es proporcional al de
Vaca Muerta —se enorgullece el gerente de TSB, que cuenta con una
de las oficinas más modernas del parque industrial de Añelo, al
lado de la sede de su competidora Gabino Correa y detrás de la
envejecida fábrica de cerámica Zanon, recuperada por sus
trabajadores en la crisis de 2001.
En 2013, TSB contaba con 1.000 empleados. Al
año siguiente, 2.000.
—Es personal altamente especializado. No son
camioneros de fruterías. Les damos un período de instrucción, que
dura entre 1 mes y medio y 6 meses —quiere destacar Míguez. La
mayoría son neuquinos, pero también llegan mendocinos y
rionegrinos.
TSB también duplicó su cantidad de equipos,
incluidos los camiones transportadores de agua, que pasaron de diez
a 60, y los de arena, de ninguno a 40. La arena llega en tren hasta
Allen y desde allí va a los yacimientos. Míguez recuerda el riesgo
de comprar tantos camiones para cumplir con contratos por 3 años
con las petroleras, que pueden rescindirlos sin causa con solo
avisar 30 o 60 días antes. La mayoría de los vehículos que compró
son nacionales, Mercedes-Benz e Iveco, y algunos importados,
Scania. En el recesivo 2014, Míguez fue de compras a la planta de
la automotriz alemana en González Catán.
—¿Cuántos camiones tenés en stock? —le
preguntó a un empleado de Mercedes-Benz.
—Cien.
—Te llevo 70, pero con leasing —se impuso el gerente de TSB.
La empresa de Urcera también se abastece en
Argentina de los tráilers para sus camiones. Se los pide a la
cordobesa Torregiani o a la brasileña Randon, con fábrica cerca de
Rosario, y debe esperar 3 o 4 meses para que se los
entreguen.
—Si la inversión de las petroleras va muy
rápido, los proveedores locales no podrán seguirles el paso porque
se necesita mucho capital y entrenamiento de mano de obra —reconoce
Míguez—. Si van rápido, vamos a importar maquinaria y a
canibalizarnos por la mano de obra. La idea es que el valor
agregado quede en Argentina.
Pero la baja del petróleo promete un
desarrollo lento de Vaca Muerta y una intensa presión de las
petroleras por que las proveedoras ajusten sus tarifas, lo que en
última instancia perjudicará a los asalariados.
En línea con los deseos del gobierno de
Cristina Kirchner de que se sustituyan importaciones, TSB pidió a
Torregiani que empezara a fabricar los camiones llamados vactor, que llevan un chupador de líquidos y
sólidos. También desarrolló zarandas y decantadores para el control
de sólidos que encarga a una planta en General Roca, Río
Negro.
Urcera fundó la exitosa TSB en 2001. Se
dedicaba antes al transporte de personal petrolero y vio la
oportunidad de dedicarse a mover cargas en tiempos en que sus
competidores atravesaban momentos duros y Repsol buscaba
reemplazarlos. Fue en 2005 cuando se asoció por unos meses con
Texey hasta que se separó de ella y se quedó con su contrato para
proveer a YPF en Loma La Lata.
Urcera es además quien le compró a Sobisch
su casa de fin de semana en el Country Club Mari Menuco, que da
sobre el lago del mismo nombre. Una quinta que había sido el
epicentro de la rosca política neuquina durante todo el gobierno
del fallido candidato a Presidente. En ese barrio cerrado ya no
quedan chalets para alquilar desde la llegada de más ejecutivos
petroleros atraídos por Vaca Muerta. Claro que las casas del Mari
Menuco están lejos de parecerse a las lujosas de los countries
bonaerenses. Nació en 1977 como un club de pesca en ese lago donde
nadan pejerreyes. Fue el primero en instalarse por allí. Después
vino el barrio del Yatch Club, cuyo acceso fue bloqueado en 2014
por la comunidad mapuche Kaxipayiñ, que reclama sus tierras como
propias. Ahora están construyéndose otros: el Tenis Club, el
Hidronor y La Península, que incluirá cancha de golf y grandes
mansiones. En el Mari Menuco, en cambio, hay casas menos vistosas
poco separadas entre sí y que guardan sus lanchas en tráilers en
sus garajes. Hay pequeños veleros, kayaks, canoas, una plaza con
juegos y una capilla. Allí el terreno cuesta 100.000 dólares.
Muchos interesados compran chalets viejos para tirarlos abajo y
levantar algo más moderno. No hay muchas casas que cuesten más de
200.000. La que era de Sobisch y ahora es de Urcera no llama
demasiado la atención.
—En el directorio de TSB solo hay dos
personas: Urcera y una abogada que no se llama López —contesta
Míguez cuando se le pregunta si es cierto el rumor de que una hija
de Cristóbal López es directora de la exitosa transportista.
Fabián de Souza, gerente y socio minoritario
de Indalo, el grupo controlado por López, también niega cualquier
vínculo y se explaya sobre los negocios que sí reconoce en el
petróleo neuquino.
En 1978, cuando los Kirchner todavía no se
dedicaban a la política sino a la abogacía y sus derivados pequeños
negocios inmobiliarios, Indalo abrió en Comodoro Rivadavia su
primera compañía vinculada al sector petrolero. Su nombre original
era Cristóbal Manuel López S.R.L. y más tarde lo cambió a Clear SA,
como se llama hasta hoy. Es una proveedora de servicios que se
dedica al transporte de cargas líquidas y pesadas. Lleva el agua
hasta los pozos, hace pulling y control
de lodos y es la que más creció dentro del grupo de la mano del
boom de Vaca Muerta. Pero no es la única:
dentro del conglomerado que incluye medios de comunicación como
C5N, Radio 10 y varias FM, también está Serma, una firma de
saneamiento muy activa en las cuencas austral y neuquina. El dueño
de los principales casinos del país, incluido el Magic de Neuquén,
administra también la refinería de San Lorenzo, Santa Fe, y la red
de estaciones de servicio Oil, dos activos que compró a Petrobras
en 2010. Su nave insignia en el sector es Oil M&S, la empresa
que opera desde 1996 el área chubutense de Cerro Negro, cerca de
Cerro Dragón. También está al frente de dos áreas de la cuenca
neuquina, Puesto Zúñiga, en Río Negro, y Río Diamante, en Mendoza.
En la ciudad de Neuquén los colectivos llevan estampados la marca
Indalo, pero en 2012 López le vendió ese servicio a Alejandro
Rossi, hermano de Agustín, el ministro de Defensa de la
Nación.
De Souza entró a Indalo durante los años 90
para trabajar en Almería Austral, «la única empresa que vendió
Cristóbal López en su vida», según destaca la hoy mano derecha del
empresario que expandió sus negocios como casi ningún otro bajo los
gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Señalado por la oposición
al kirchnerismo como uno de los máximos beneficiarios de
licitaciones y contratos de obra pública durante los últimos 12
años, López suele responder que sus negocios no son solo con el
Estado y que ya habían crecido mucho antes de la llegada al poder
del matrimonio patagónico.
Almería Austral fue una perforadora de pozos
petroleros que se fundó en Chubut con varios equipos que YPF licitó
bajo la gestión de Estenssoro en 1993. Hacía perforación,
workover y terminación de pozos. Durante
todo el resto de esa década, intentó por todos los medios abrirse
un lugar en ese segmento, el más concentrado de la por entonces
flamante cadena de proveedores privados que se estructuró a partir
del desguace de la gigante estatal. Pero las perforadoras
extranjeras se lo impidieron. Según De Souza, fue debido a un
intenso lobby diplomático sobre la YPF
privada anterior a Repsol.
—Por esos años era imposible conseguir un
contrato con YPF si uno iba en nombre de una empresa argentina. Era
otro país. Parecía que estaba mal visto ser argentino. Nosotros no
entendíamos por qué elegían a la competencia cuando nosotros
ofrecíamos tarifas más bajas y trabajos mejor hechos. Hasta que nos
dimos cuenta de que no era una competencia justa. A mí en 1998 me
llegaron a decir que una embajada había pedido que Pride
International siguiera siendo proveedor de YPF incluso aunque
bajaran la cantidad de equipos operativos —relata el
ejecutivo.
Almería inició entonces una guerra de
precios contra Río Colorado, después absorbida por DLS, y Pride.
Una vez consumado el daño sobre sus competidores, López logró que
Pride le mejorara la oferta de compra de su empresa y entonces
aceptó vendérsela. Se mantuvo en el negocio petrolero, pero se
retiró para siempre de ese segmento. Corría el año 2001. Ese mismo
año, fundó Oil M&S para consolidar todos los negocios
petroleros del grupo.
López y De Souza depositan grandes
expectativas en Vaca Muerta, sobre todo desde la nacionalización de
YPF y su posterior inversión allí, pero son cautelosos a la hora de
evaluar su presente. «Hoy los hidrocarburos no convencionales no
son significativos. En 3 o 4 años vamos a tener mucho más. Estimo
que para entonces los servicios petroleros y la producción de
petróleo y gas van a representar entre el 35% y el 40% del grupo
Indalo. Pero Argentina tiene todavía mucho petróleo convencional
para desarrollar, que desde el punto de vista de los costos y del
precio es mucho más eficiente que el no convencional», opina De
Souza en sus oficinas corporativas ubicadas en un antiguo edificio
de la avenida Córdoba al 600, en el centro de Buenos Aires.
En Neuquén, Oil M&S encontró dos
reservorios: una estructura convencional a 900 metros de
profundidad y una no convencional a 3.300 metros. «Ahí hicimos un
pozo en el que gastamos 12 millones de dólares. Hicimos toda la
exploración y llegamos a cerrar un acuerdo con Chevron para
entregarles a ellos el crudo que sacamos», explica De Souza. Y dio
una pista de la raíz de su interés:
—La complementación del upstream con nuestra refinería puede ser muy
importante. Nos reduciría mucho los costos en el proceso de
refinación.
En el corto y el mediano plazo, Oil M&S
planea seguir invirtiendo en hidrocarburos convencionales.
—Tenemos áreas en Río Negro, como Puesto
Quiroga, y algunos bloques en Mendoza, además de nuestros campos en
Chubut. Todos todavía tienen mucho para dar. Y además no es una
cuestión de elegir entre una cosa y otra. La propia YPF acaba de
poner en valor todo el norte de Santa Cruz para sus explotaciones
convencionales. El no convencional es una apuesta, pero no es todo
—dice el gerente—. Yo en Vaca Muerta voy a esperar hasta que sean
rentables mis bloques, hasta que bajen los costos como están
esperando todas las demás operadoras. Pero hago la exploración,
hago la sísmica y hago la geoquímica que me exige la concesión. No
le mentimos a nadie. No somos una inmobiliaria, como dicen nuestros
competidores, ni mucho menos.
—Siempre nos acusaron de operar como una
inmobiliaria, pero jamás lo pudieron demostrar. Nunca tuvimos un
solo socio en la industria del petróleo y el gas —se defiende De
Souza. Pero la crema de su negocio en el sector son los servicios y
no la operación de los campos. Con su concesionaria de Toyota,
Suyoil, provee camionetas a todas las compañías desde 1999, no en
Neuquén, pero sí en Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Con
Feadar, su concesionaria de camiones Scania, abastece la creciente
demanda de vehículos para el transporte de cargas pesadas en
Mendoza y la Patagonia.
—El éxito del shale en EE.UU. fue el éxito de las pymes y la
clave fue el acceso al financiamiento. Acá no hay una estructura
financiera para fondear este desarrollo —se queja el accionista de
un grupo que dejó de ser pequeño o mediano.
Y protesta contra las prácticas de la
Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses):
—No entiendo por qué la Anses tiene en
cartera el 9% de Techint o el 10% de Clarín mientras hacen falta fondos para desarrollar
Vaca Muerta. Si el principal problema económico del país es su
matriz energética ¿por qué no redirigir esa guita a desarrollar la
matriz?
La mano derecha de Cristóbal López descree
que la baja del precio del petróleo termine afectando la
explotación de la formación neuquina:
—La caída del precio responde al boom del shale y a la
economía mundial, pero eso puede cambiar en un par de años.
Diego Manfio, el ingeniero amigo de
Ginóbili, manejó los 94 kilómetros que separan Neuquén capital de
Añelo en el invierno de 2012 para ir a visitar unas tierras que
quería comprar. Iba a entrevistarse con uno de los herederos de la
familia de origen libanés Tanuz, dueña de más de 10.000 hectáreas
en la zona, a cuyo patriarca Jorge Tanuz homenajea la calle
principal del pueblo, fundado en 1915 sobre parcelas donadas por el
clan.
El heredero lo acompañó a recorrer el
predio, entre la barda y la ruta 7, donde había un par de chozas
precarias de familias pobres. Pese a la ocupación, no tenía apuro
por venderlo. Las tierras pertenecían a los Tanuz desde dos
generaciones antes, cuando Adela Fuentes, casada con el inmigrante
árabe Elías Tanuz, había alimentado como nodriza al fallecido
gobernador Felipe Sapag de bebé, repentinamente destetado por su
madre enferma. Sus títulos de propiedad fueron una postrera muestra
de gratitud de la otra familia libanesa que con el correr de los
años se convertiría en la más poderosa de la provincia.
Tanuz pedía por el terreno una cifra que
Manfio no estaba dispuesto a pagar, ni siquiera para congraciarse
con esa familia. Manfio enfiló directo de la casa de Tanuz a la de
Darío Díaz. Allí se encontró con él y su inseparable Milton
Morales. El intendente y el jefe del Concejo le dijeron que querían
erradicar esas tomas de tierras y que le daban la bienvenida a su
empresa, pero que tenían otro lote más interesante para ofrecerle.
Eran 9 hectáreas bien cerca de la subida a la meseta de Loma
Campana, también entre la barda y la ruta, y prometían buenos
negocios de la mano del futuro desarrollo de Vaca Muerta.
Diego dudó. Su interés por el terreno no
tenía que ver con el reservorio de hidrocarburos no convencionales
sino con el ya maduro yacimiento de Loma La Lata, al otro lado del
pueblo, donde suponía que llegarían más obreros y técnicos en los
años siguientes. Conocedor del negocio, sabía que los campos
petroleros emplean más personal en su fase de declive que en sus
etapas más productivas.
Sin embargo, la parcela que le ofrecían Díaz
y Morales tenía un atractivo: no había que pagar por ella. Si su
empresa, Ingeniería Sima, aceptaba lotear 180 terrenos arriba de la
barda, hacerles llegar el tendido eléctrico y el agua, construir
una planta potabilizadora y trazar las calles y otra subida desde
el valle, era suya por adjudicación directa.
Los añelenses no tardaron en convencer al
empresario. Diego vio la oportunidad de diversificar todavía más su
negocio, repartido entre la operación de pozos, la construcción de
gasoductos y acueductos, los servicios uphole (arriba de pozo) en los que compite con
Skanska o Contreras Hermanos, la hotelería, la construcción civil,
los servicios para la minería y la medición de vientos para futuros
desarrollos de energía eólica. En servicios petroleros sus
principales clientes son Chevron, Entre Lomas, Shell y EOG. Desde
2009, además, Ingeniería Sima participa con un 20% del capital de
INVAP Industrial, una subsidiaria de la estatal rionegrina INVAP,
famosa por sus exportaciones llave en
mano de centrales nucleares y satélites. INVAP Industrial
controla la seguridad de los equipos de perforación. Apasionado por
las nuevas tecnologías, el ingeniero Manfio tiene en su sala de
reuniones uno de los prototipos de globo aerostático que empezó a
lanzar al cielo Google para ver si logra proveer Internet por wifi
a todo el planeta. Su empresa fue contratada por el gigante digital
para que busque esos globos cuando caen en Argentina y los envíe a
la sede en San Francisco, California.
Manfio dice que avanzó primero con las obras
que le pedía el intendente para ahuyentar sospechas de corrupción
en la adjudicación de las tierras. A fines de 2014 ya había hecho
casi todo: solo faltaba la conexión de agua. En los terrenos de la
Añelo baja que le dio el municipio se proyecta la instalación de
dos Bancos —un Santander Río y un Galicia—, un supermercado La
Anónima, un local de Frávega, un estacionamiento, un complejo de
oficinas, otro de casas para petroleros, un hotel de su cadena
Land, 50 lotes de viviendas residenciales, salón de eventos y
cancha de fútbol cinco. Acaso el mejor y más redituable negocio
inmobiliario que se haya hecho en la breve historia del pequeño
pueblo.
Ingeniería Sima fue fundada en 1979 por el
padre de Diego, el inmigrante italiano Siverio Manfio, quien llegó
al país con su familia a los 11 años escapando de la Segunda Guerra
Mundial. Siverio estudió ingeniería en petróleo en La Plata con
Oscar Vicente, actual CEO de Entre Lomas. Tras un breve paso por
Gas del Estado, decidió seguir a su amigo y compañero de estudios a
Pecom, de los Pérez Companc. De allí se fue para armar su propia
firma y proveerle servicios a la misma Pecom, donde Vicente
impulsaba la tercerización de algunas tareas de operación y
mantenimiento.
El hijo de Siverio, que trabajó en la
General Electric antes de tomar las riendas de la empresa familiar,
se esfuerza por demostrar que no es parte de la tristemente célebre
patria contratista. Su grupo había dejado de hacer obras públicas
en 2007, hasta que se metió en Añelo. Diego incluso muestra el
video de un acto en el que Jorge Sapag se refiere al trueque de
obras por terreno en el pueblo, que fue aprobado por cinco de sus
siete concejales. Se opusieron dos peronistas.
—No puede haber ninguna duda de la
transparencia de esta permuta —procuró defender el
gobernador.
—Nos costó mucho más la obra que lo que
valían las 9 hectáreas —aduce Manfio.
—El desafío es que Añelo no sea Rincón de
los Sauces. Esa ciudad vio pasar el 20% del petróleo del país,
tiene agua, tuvo al lado al proyecto Potasio Río Colorado, y es
horrible. ¡Es para matarse que sea horrible! —sostiene Diego, que
intentó sin éxito venderles a Shell y Exxon las dos áreas neuquinas
que opera desde 1997, La Pendiente y Paso Aguerre—. Vaca Muerta es
una bendición para Argentina, no por la riqueza que aporta sino por
el laburo que genera. Se necesita mucho laburo, mucho servicio,
mucha mano de obra para sacar esos hidrocarburos. Es dejar la
minería para hacer industria.
En aquel 2012, cuando fundó su división
shale, Ingeniería Sima tenía 400
empleados. Hoy tiene 600 petroleros y otros 150 obreros bajo
convenio de la UOCRA. Su facturación crece al 15% anual. En la
urbanización de Añelo trabajan 120 personas desde 2012, y Diego
estima que todo estará terminado recién en 2019.
—Los locales están terminados y los módulos
de estadía prolongada también. Estos módulos son piolas porque
tienen kitchenette y otras comodidades que los hoteles no ofrecen.
Ya los tenemos alquilados a Total y H&P —cuenta Manfio.
En esa suerte de apart hotel la habitación
se pagaba en 2014 $ 500 (u$s 58) la noche, un tercio que una pieza
equivalente en el mejor hotel del pueblo.
Finalizaba aquel 2012 efervescente para Vaca
Muerta y Galuccio comenzaba a preocuparse por los reclamos de
Repsol por la indemnización. Había terminado con éxito su plan de
los 100 días para reactivar la compañía, incluida la perforación y
la fractura de pozos, pero pensaba que un acuerdo con el grupo
español contribuiría no solo a despejar dudas de potenciales socios
en torno de la seguridad jurídica en el país de aquella roca mágica
sino sobre todo a mejorar el precio de la acción de YPF, que es una
de sus grandes obsesiones. Por eso, se reunió con Cristina Kirchner
y Carlos Zannini para convencerlos de pactar con las huestes del
demonizado Brufau. Todo era por aquella piedra que prometía dólares
de inversiones ya y dólares de la balanza comercial a futuro. La
Presidenta no se demoró en darle autorización al Mago para que
iniciara conversaciones. Zannini también lo apoyó desde el primer
minuto. Kicillof no participó de aquel encuentro, pero, a pesar de
su retórica agresiva contra Repsol, también creía desde un
principio que el pago de la indemnización resultaba «esencial para
la viabilidad de la YPF estatal y para atraer inversiones a gran
escala», según uno de sus colaboradores. Eso sí, ninguno de todos
ellos soñaba con que después de la expropiación vendría un aluvión
de inversores extranjeros a la Argentina. Galuccio es de los que
opinaban que la liberación del cepo cambiario sería más útil que el
acuerdo con Repsol para conseguir más socios.
Muy lejos del radar de YPF y Repsol
comenzaba un 2013 de mala suerte para los pocos habitantes de
Nordheim, un pueblo de 307 habitantes en el sur de Texas. Para
llegar allí se puede tomar la US Highway 87. Desde la autopista se
puede ver un pozo en plena fase de perforación y preparación para
la fractura en medio de un bosquecito y una pradera de flores
silvestres violetas, rojas, amarillas y azules. Por ahí anda la
monja Elizabeth Riebschlaeger, que va a visitar el proyecto que
empezó en 2013 para instalar piletas de tratamiento de flowback. Luego toma por una ruta de un carril de
ida y otro de vuelta, pero en plena ampliación. Allí hay una planta
de separación de gas y petróleo de BHP Billiton con 72 tanques
inmensos y ocho chimeneas altísimas. Son 3 hectáreas tapizadas por
un laberinto de cañerías y válvulas. También se huele el químico en
los alrededores, hasta a 100 metros de distancia. Desde ahí se
manda gas a una planta de producción de plástico. Cerca hay piletas
de residuos.
—Cuando comprimen gas, aparecen fugas. Un
perro de mi hermana se enfermó por fugas de plantas de compresión.
Los estudios están viendo si lo que respiran las vacas termina
metiéndose en su carne. Algunos dicen que sí —relata la
religiosa.
Cerca del pueblo, en el condado de DeWitt,
el bien asfaltado camino rural 2.542 conduce hacia una planta de
separación de la petrolera Marathon, una de las grandes
norteamericanas que probó suerte sin éxito en Polonia. Su
flare está quemando petróleo y sale humo
negro. «Marathon es de las peores», comenta la monja.
—Acá no se pueden sacar fotos —dice un
empleado que baja rápido de una camioneta— A ver, déme una tarjeta
de negocios.
El hombre apura de mala manera. Después
llama por teléfono a sus agentes de seguridad. La monja se retira,
no sin antes sacar todas las fotos que quiere.
—Ya no me dan miedo —resopla. Uno de los
primeros problemas que le trajo el fracking a la gente fue la destrucción de caminos
que pagan con los impuestos los agricultores para su trabajo y usan
para llevar a sus hijos a la escuela.
Elizabeth sigue manejando por los caminos de
DeWitt.
—El Estado debería mandar dinero a los
condados para hacer caminos… Allí hay otra llamarada sucia
—interrumpe—. Es de Chesapeake, gran contaminante. Shell tiene un
juicio grande por su refinería de Houston. De Chevron y Exxon no
tengo información. Habrá que monitorearlos. Pero la industria en
general no respeta el medio ambiente. En la época de Cheney como
vicepresidente, las petroleras consiguieron excepciones a todas las
leyes de protección del agua y el aire. Hubo recorte de gastos y de
empleados en las agencias de medio ambiente. Los petroleros tienen
sus propios legisladores en el Congreso. ¿Está la democracia
amenazada? Identifican las necesidades de cada pueblo y tratan de
comprometerlos con dinero para que después la gente no se anime a
enfrentarlos. Los que aceptan las donaciones muchas veces no tienen
alternativa, pero es importante decirles que no tienen por qué
comprometer sus valores al recibirlas… Mirá, ahí un negocio que
había cerrado y ahora está en pleno boom.
Elizabeth también cuenta sobre la relación
entre la Iglesia y sus reclamos medioambientales.
—Los obispos no se quejan de nuestro
activismo porque saben que tenemos razón. Todo lo que hacemos sigue
los preceptos de la Iglesia. A algunos obispos puede molestarles
porque a raíz de nuestras denuncias caen las donaciones a nuestra
congregación por parte de la industria, pero ninguno obstaculizó
nunca nuestra tarea. Ellos se refieren al tema pero más en general,
y dejan que nosotras vayamos al frente con las críticas y las
protestas —relata.
En su teléfono lleva la foto del perro de
unos amigos: «Es mi terapeuta. Me paso el día y la noche
denunciando llamaradas negras y visito cárceles, soy testigo de
ejecuciones».
Al entrar a Nordheim aparece el único auto
con un cartel contra el fracking en
aquellas tierras sobre Eagle Ford: «Sin granjas no hay alimentos»,
dice un Honda blanco. El pueblo tiene pocos habitantes, muchos
mayores, dado que los jóvenes emigran para ir a la universidad o
buscar empleo. Pero a su escuela primaria asisten 107 alumnos de
allí y otros pagos. Su alcaldesa, Kathy Payne, es una mujer que
parece calcada de la monja y tiene casi su misma edad y energía.
Peina igual que ella su cabello totalmente blanco y viste pantalón
y camisa de jean, arriba de una remera
con la bandera de Texas. El edificio donde trabaja tiene el aspecto
de un saloon del Lejano Oeste, bastante
ajado. En la entrada todavía se ven los anillos para atar el
caballo al llegar, que por supuesto ya nadie usa. «Comerciantes y
banqueros», dice el cartel de una casa vecina.
Kathy es demócrata.
—Quizá sea la única del pueblo —se
ríe.
No la votan por el partido sino en una lista
uninominal. «Estoy tan en contra de las armas…», cuenta en su
oficina, en la que, al igual que en muchos locales de Texas, un
cartel pide que ingresen sin ellas.
—Soy demócrata porque realmente creo en los
derechos de las mujeres, que nadie me diga qué hacer con mi cuerpo
—se manifiesta Payne a favor del aborto, punto en el que difiere de
la también demócrata Elizabeth.
Cuando Payne era chica, el pueblo tenía unos
600 habitantes y 27 tiendas, pero todo eso se esfumó cuando se
acabó el petróleo convencional. Su marido era ingeniero en crudo y
con él migró por diez ciudades norteamericanas (Denver, Houston y
Chicago, entre otras). Incluso barajaron venir a vivir a la
Argentina cuando se lo ofreció la compañía donde trabajaba, la
Amoco, después absorbida por BP (ex British Petroleum).
—No fuimos porque nuestras tres hijas debían
estudiar —sorprende Payne.
Cuando las tres estuvieron ya grandes y en
Austin, el matrimonio dio por terminado el periplo. «Me vuelvo a
casa», dijo Kathy en 1982, y volvió con su marido al pueblo del que
se habían ido en 1955. Él falleció al poco tiempo tras vivir
fumando tres paquetes de cigarrillos por día. Ella se convirtió en
2006 en la primera mujer en ser electa para administrar
Nordheim.
—Es un pueblo alemán, no es fácil para una
mujer— aclara la alcaldesa Kathy, que vive al lado de un pozo
petrolero—. Para este condado, lo bueno del shale es que hay gente que consiguió dinero por
primera vez en su vida.
Antes había solo granjeros. Pero desde 2009
se perforaron en DeWitt unos 14.000 pozos y está llegando población
allí a construir sus casas. El problema para Kathy es que «todos
esos pozos necesitan poner los residuos en alguna parte». Y la idea
de la empresa Pyote Water Systems es depositarlos en
Nordheim.
El dueño de Pyote se llama George Wommack,
tiene 30 años y vive en San Antonio. En 2013 le alquiló a Pete
Duglosh, un oriundo de Nodheim, dos terrenos de 80 hectáreas en
total a 400 metros del pueblo para construir ocho piletas de
residuos líquidos a cielo abierto de 8 metros de profundidad.
Duglosh vive en el cercano Yorktown, donde Pyote planea instalar
otras piletas pero en un terreno tres veces mayor. Él fue
accionista de esa compañía y siempre ganó su dinero en el negocio
del tratamiento de desechos petroleros.
—Ocuparán una superficie mayor que la del
pueblo mismo —advierte la alcaldesa—. Esas piletas van a estar
activas por 25 o 30 años hasta que se llenen, y entonces las van a
tapar con plástico y simplemente dejar los residuos ahí. Los gases
van a subir hasta el pueblo. Ofrecen un montón de dinero a cambio.
La gente protestó. El proyecto no fue aprobado aún por la Comisión
Ferroviaria de Texas, pero ya están trabajando.
La alcaldesa dice que mantiene una relación
cordial con Wommack, el dueño de Pyote, pero en abril de 2013
tuvieron un encontronazo cuando lo vio removiendo suelos por
allá.
—¿Qué diablos está haciendo? —le preguntó,
estirando las vocales a lo texano.
—Estamos haciendo piletas para depósito de
residuos líquidos —respondió el empresario, de buena manera, aunque
sin decirle que no iba a tomar en consideración nada de lo que ella
le pedía—. Si quiere hable con el dueño de la tierra.
—Yo no le voy a decir lo que tiene que hacer
con su propiedad porque yo no querría que me lo dijeran a mí. Lo
único que le voy a decir es que no lo quiero cerca de mi ciudad
—advirtió, en tono de amenaza de sheriff
de viejo western de Clint Eastwood.
—Pero en otro lado también va a haber gente,
señora.
—Seguramente van a ser menos que 307
personas. Yo nunca vi un depósito de sustancias peligrosas tan
cerca de un pueblo ni de una ciudad —insistió.
—El juez del condado atendió mi llamado
cuando esto ocurrió. Es republicano, pero no sabe que yo soy
demócrata —sonríe Payne. Los abogados del pueblo están buscando
argumentos para convencer a la Comisión Ferroviaria de Texas de que
impida la instalación.
—No recuerdo que la comisión haya denegado
permisos. Los casos serán contados con los dedos —se lamenta la
hermana Elizabeth, que asistió a las reuniones informativas para
los vecinos de Nordheim que organizó la alcaldesa en el saloon.
—Siempre habrá gente dispuesta a arreglar,
pero no mis 307 ciudadanos. No quieren tóxicos ni mal olor —se
planta la jefa comunal.
Payne también advierte que en los últimos
años en el sur de Texas hubo sismos por la perforación, algo que
nunca había ocurrido. A ella también le preocupa que al otro lado
de la ciudad la compañía Sabine Oil haya perforado cuatro pozos
horizontales que penetraron en el subsuelo de la ciudad. Sabine
pactó pagarles a los propietarios de los inmuebles por debajo de
los cuales pasan sus cañerías. En el condado de DeWitt no rigen
distancias mínimas entre pozos y viviendas.
—Todo el subsuelo del pueblo está alquilado.
Conozco alguno que recibió 8.000 dólares en un primer cheque
después de 120 días de explotación. Esto va a dejar dinero, pero
encierra un peligro enorme —teme la alcaldesa—. Los camiones de esa
petrolera pasan por el medio del pueblo y dañan las calles. Pasan
por arriba de mi sistema de agua y cloacas. Ya tuvimos daños a ese
sistema por el repentino tránsito que se generó. También tuve que
pedirles que no pasaran por la puerta de la escuela. Hubo un par de
meses en los que para ventear el gas que salía tuvieron que
mantener los flares al máximo y el ruido
era ensordecedor, como si hubiéramos tenido un Boeing 747
aterrizando en el patio de casa todo el tiempo. Y no hace falta que
estén los pozos acá para que el impacto se sienta. El pueblo está
rodeado por la autopista 72, y también tuve que pedirle a las
empresas que bajaran la velocidad al pasar. No lo hicieron hasta
que no murieron dos camioneros en un accidente.
Payne agrega que están gestionando recursos
del estado de Texas para que arreglen sus calles. A diferencia de
otros pueblos texanos como Cuero que ganan plata vendiendo agua a
las petroleras para que fracturen el shale, Nordheim se niega a hacerlo.
—No les voy a vender agua porque siento una
obligación moral con mis ciudadanos; mi prioridad es ayudarlos
—reivindica Payne—. Pero la verdad es que a 2 millas (3,2
kilómetros) del pueblo les están vendiendo agua a lo loco y es la
misma napa, así que nos podemos quedar tranquilamente sin agua
igual. La única diferencia es que, cuando se acabe, yo voy a poder
decir que no les vendí.
El municipio tiene dos empleados fijos: una
secretaria y otro que se ocupa del servicio de agua potable.
También hay dos eventuales que cumplen tareas administrativas. A la
alcaldesa no le es fácil mantenerlos por los altos salarios que
pagan las petroleras.
—Acá ellos ganan 10 dólares la hora y las
petroleras les ofrecen 25. Yo no puedo pagar eso. No cobro
impuestos a las ventas. En Yorktown están abriendo un Subway, una
parrilla y una WhatABurger, pero no consiguen gente para trabajar
porque todos quieren cobrar como petrolero —explica la
alcaldesa.
«No bombeen en Nordheim», reza una pancarta
con una calavera dentro de la sede municipal. También cuelga una
bandera de barras y estrellas y otra de Texas. Hay cuatro
escritorios y en uno igual a los otros se sienta la alcaldesa. A
cada rato aparecen vecinos que vienen a pagar en persona la tasa
municipal. Kathy los saluda por su nombre de pila y con algunos se
queda charlando. A uno le cobra un cheque de 29 dólares por el
servicio llamado de agua y basura. Tiene una radio para hablar con
otros pueblos. El ventilador gira lento.
Nordheim enfrenta el problema de falta de
viviendas para la gente de bajos recursos, según Payne. De todos
modos, su condición de vida mejoró. Hasta hace poco tiempo había
cinco o seis familias que vivían de las food
stamps (subsidios), pero ahora se quedaron con los empleos de
los que se fueron a trabajar al petróleo para ganar más. Por
ejemplo, cortan el pasto.
Unos 90 vecinos del condado de DeWitt
formaron la ONG Preocupados Sobre la Polución (CAP, según sus
siglas en inglés). Una de sus cabecillas es Lynn Johnson, maestra
jubilada de 79 años que vive en un campo de 130 hectáreas cercano
al pueblo. En la casa de Lynnn no se ahorra combustible. En el
garaje semicubierto hay un Toyota cero kilómetro, un Jeep también
nuevo y dos pick-ups Silverado. Alrededor
de la casa, un chalet de dos plantas muy espaciosas, hay dos
hectáreas de pasto muy bien cortado, donde hasta la última sequía
pastaban sus 50 vacas. Las malvendieron porque se morían de sed.
Habían llegado a tener 90. Fue entonces cuando se terminó por
retirar su marido, Dalton Johnson, de 82 años, quien siempre se
había ocupado del rancho.
Lynn, de ojotas negras y uñas de los pies
pintadas, jeans, blusa verde manzana y
anteojos, mandó a imprimir los carteles que adornan el despacho de
la alcaldesa y también las fachadas de todas las casas de campo
frente al terreno que van a ocupar las piletas, sobre la calle
rural Hohn. No organizan manifestaciones en este paraje en el que
solo se escucha el canto de los pájaros. Enfrente de la casa de
Lynn ya hay una grúa de las que usan las petroleras para armar las
plataformas de perforación.
En el garaje de la jubilada, con puerta
levadiza automática y decorado con unos huesos de vacas y ciervos,
se acumulan también aquellos carteles y otros con la sigla CAP, una
pajarera, mapas de Texas y de la planta por construirse y
fotografías gigantes de las instalaciones sacadas por Google Earth.
La mayoría de los miembros de la ONG son ganaderos, como muchos
habitantes de DeWitt, que supo ser uno de los condados más
productivos de todo Estados Unidos. Ya no se dedican más a la
agricultura por las sequías, que comenzaron a afectar también la
ganadería. Allí dan a las vacas alimento natural.
—Todos los vecinos oscilan entre la negación
y el fatalismo, porque cuando se dan cuenta de lo poderosos que son
quienes estamos enfrentando, piensan: «OK, lo van a poner y no
podemos hacer nada». Pero nosotros y nuestros padres y abuelos
vivimos durante más de 100 años aquí, y esto es injusto —dice
Lynn—. Tememos que el agua salada (residual) vaya al arroyo si se
sobreinunda.
Está espantada por la falta de solidaridad
de los vecinos que no se unen a su militancia contra las
piletas:
—Lo único que quieren todos es dinero,
dinero, dinero. Por eso es tan difícil detener a esta gente.
Ahora que su marido vendió las vacas, empezó
a trabajar de cartero para el área rural circundante. No tiene que
cumplir un horario sino traer de otro pueblo más grande la
correspondencia para sus vecinos.
—No lo hace tanto por el pago, que es poco,
sino porque así obtiene descuento para sus medicinas —cuenta Lynn—.
Por un paquete de remedios que le costaría 900 dólares, como
cartero paga 20. Pero si no trabaja, nadie le paga sus
medicinas.
Quizá el Obamacare acabe universalizando la
salud pública en Estados Unidos. Además, Dalton cuida su huerta con
300 plantas de tomate. Con eso ayuda a mantener la casa y su
estándar de vida de clase media rural acomodada, aunque sin acceso
garantizado al sistema sanitario.
Los dos hijos de Lynn y Dalton se fueron a
buscar mejores horizontes. Vuelven cada tanto para descansar y
relajarse. Uno es veterinario en un pueblo de Texas, Kerville. El
otro es abogado en San Marcos, en el mismo estado.
—Acá no hay alternativas desde que dejó de
ser rentable la ganadería. Los jóvenes solo pueden irse a la ciudad
o a trabajar para la industria petrolera. Los campos son muy caros,
y se encarecieron más por la vuelta del petróleo. Si no heredás,
tenés que comprar la tierra, la maquinaria. Quizás recibís un
subsidio de 1.000 dólares —explica Lynn el entramado del
proteccionismo agrícola de Estados Unidos—. En algunas grandes
tierras reciben mayores subsidios para producción de
alimento.
Si Pyote finalmente se instala allí, sus
hijos tendrán menos interés en ocuparse del campo familiar.
—La gente no puede creer que nos vayan a
hacer esto. No sé por qué Duglosh va a hacer algo así en nuestro
hermoso condado. Él se crió con toda esta gente —se desconsuela
Lynn.
Duglosh mantiene un imponente rancho frente
a las tierras que le alquiló a Pyote, sobre las calles Ekhardt y
Hohn. Tiene una valla más alta que las demás casas, de unos 2,5
metros, y más entretejida, lo que dificulta mirar hacia dentro de
su campo. Igual llegan a distinguirse los alces africanos llamados
ñalas que colecciona y que merodean el
casco del rancho, en un alarde de riqueza pero también de cierto
mal gusto.
Un mes antes de que el dueño de Pyote se
cruzara en un diálogo tenso con la alcaldesa de Nordheim, en
Argentina el fracking daba otros pasos.
Galuccio y el presidente de la química Dow para la región sur de
Latinoamérica, Jorge La Roza, firmaron en Buenos Aires en marzo de
2013 un memorándum de entendimiento para asociarse e invertir
juntos en el área El Orejano. Medio año después viajaría a
Argentina el vicepresidente ejecutivo de la empresa norteamericana,
Jim Fitterling, para confirmar la operación y anunciar la inversión
de 120 millones de dólares. Era una cuestión de vida o muerte para
sus seis plantas en Bahía Blanca. En la provincia de Santa Fe
dispone además de tres fábricas de agroquímicos, producto en el que
compite en el mundo con Monsanto, Syngenta, BASF, Bayer y
DuPont.
En El Orejano empezó el proyecto piloto.
Después vendrá el desarrollo masivo del área.
—Esa zona es core
(central) para el próximo cluster shale,
después del de Loma Campana —explica en las oficinas de este último
campo el gerente ejecutivo regional de hidrocarburos no
convencionales de YPF, Pablo Bizzotto.
Este ingeniero graduado de la Universidad
del Comahue trabajó en PAE hasta 2013, cuando se puso bien ajustada
al pecho la camiseta de YPF. Fue el responsable de que durante ese
año dejara de caer la producción de gas de las subáreas en que fue
dividida con el tiempo la antigua Loma La Lata.
—Lo primero que hicimos fue recuperar los
yacimientos maduros. Después, tight y
después, shale. Fue el camino que hizo
Estados Unidos —explica el gerente.
Una ventaja con la que cuenta Argentina para
el desarrollo de Vaca Muerta es que dispone de gasoductos ociosos
que salen de Loma La Lata, aunque a futuro habrá que ampliarlos y
sobre todo construir nuevos oleoductos.
Galuccio estrechaba manos con La Roza, de
Dow, mientras tejía su negociación con Repsol. Pero decidió no
tocar la puerta de Brufau. Es más, nunca llegó a hablar con él en
toda la discusión que terminaría en acuerdo. Se detestaban solo por
el papel que el otro cumplía. El Mago había sacado de la galera a
fines de 2012 los contactos que había cultivado en sus 4 años de
vida en México. ¿Por qué? Porque Pemex era el tercer mayor
accionista de Repsol, con el 9,4%, solo por detrás de la caja de
ahorro catalana La Caixa y la constructora madrileña Sacyr. En la
petrolera estatal mexicana hay dos buenos amigos de Galuccio:
Emilio Lozoya y Arturo Henríquez, sus directores general y
corporativo. Ambos habían llegado al poder con el nuevo gobierno de
Peña Nieto, que sin abandonar la entente de su país con Estados
Unidos retomó la tradición latinoamericanista del PRI. El
presidente mexicano impulsó la Alianza del Pacífico con Colombia,
Perú y Chile, pero también cultivó su vínculo con Cristina
Kirchner.
Pero el interés de Pemex en el asunto de YPF
no era solo político. También había negocios de por medio. «Ellos
estaban disconformes con Brufau. Querían que las cosas se hicieran
bien. El mexicano es cabrón. Ellos se sentían rehenes de Repsol»,
cuentan en la torre de Puerto Madero. De hecho, en noviembre de
aquel 2013 criticó públicamente los sueldazos de Brufau y su
séquito. También Sacyr, corresponsable y víctima a la vez del
estallido de la burbuja inmobiliaria española, estaba disconforme
con la gestión del presidente de la petrolera en general, y del
caso YPF en particular. Pero su voz estaba bastante desautorizada
por sus negocios especulativos.
Pemex, en cambio, tenía un plan productivo:
lograr un acuerdo con YPF para mejorar la cotización de sus
acciones de Repsol, después venderlas y con ese dinero invertir
para recuperar las reservas y la extracción en México. Además
podría aliarse a largo plazo con YPF para aprender de sus
conocimientos sobre el fracking. En 2014,
después del pago de Argentina a Repsol por la indemnización por
YPF, Pemex liquidaría en el mercado su parte en el grupo español
por 2.400 millones de euros.
Pero antes Lozoya y Henríquez, los
directivos de la petrolera mexicana, vincularon a Galuccio con el
vicepresidente de Repsol, Isidro Fainé, más conocido por su rol de
presidente de La Caixa. Como si le faltaran ingresos, Fainé, de 72
años, también es el número dos de Telefónica, Abertis
—concesionaria de las autopistas del Sol y del Oeste en los accesos
a Buenos Aires— y Aguas de Barcelona —que era accionista
minoritaria de Aguas Argentinas, otra de las empresas reestatizadas
por el kirchnerismo—. Fainé jugó el papel de policía bueno y
Brufau, el del malo. Galuccio desconfiaba del doble discurso del
jefe de La Caixa, que en las negociaciones se mostraba proclive a
las propuestas de acuerdo de Argentina, pero después las rechazaba
públicamente. Pero al menos lo escuchaba. No encontraba la misma
predisposición en el negociador nombrado por Brufau, Nemesio
Fernández Cuesta, director comercial de Repsol y ex secretario de
Energía del gobierno del conservador José María Aznar (1996-2004).
El presidente de la petrolera española también puso a Soria, el
ministro de Industria de Rajoy, como mediador. Pero parecía que
Brufau no quería negociar sino ganar el pleito por 10.500 millones
en el Ciadi. Claro que de las 48 demandas que por entonces había
recibido Argentina en ese tribunal internacional, 24 continuaban
pendientes, 19 habían sido cerradas sin condenas al país y cinco
habían terminado después de diez años o más con el pago de la
indemnización sentenciada a favor de las multinacionales.
Del lado del gobierno argentino primero se
sentó a negociar Zannini. También el embajador argentino en Madrid,
Carlos Bettini, quien ayudó a Galuccio facilitándole sus aceitados
contactos con las grandes empresas españolas. El abogado Bettini,
exiliado en España después de que la última dictadura hiciera
desaparecer a su abuela, su padre, su hermano y su cuñado, había
sido asesor de la Defensoría del Pueblo de España, ejecutivo de la
aerolínea privatizada en manos de Iberia entre 1993 y 1996,
organizador de coloquios del Instituto para el Desarollo
Empresarial de la Argentina (IDEA) y funcionario de la Procuraduría
General de la Nación hasta que en 2004 fue nombrado embajador en
Madrid por su amigo y compañero de la Universidad de La Plata,
Néstor Kirchner. En la negociación por YPF, la diplomacia española
veía que Bettini dialogaba más con Pemex que con Repsol e incluso
parecía que hablaba en nombre de la petrolera mexicana.
Sin embargo, fue Bettini quien convenció a
Fainé de viajar en marzo de 2013 a Buenos Aires para reunirse con
Cristina Kirchner. Allí la Presidenta le propuso indemnizar a
Repsol con 6.000 millones de dólares a cambio de invertirlos en
Vaca Muerta, una idea que fue rechazada rápidamente. El grupo
español ya no quería saber nada más con quedarse en Argentina. Por
voluntad propia venía reduciendo su participación en YPF hasta que
el Estado le quitó el 51%.
El que sentía cierta envidia de Bettini era
el embajador español en Buenos Aires, Román Oyarzun, que intentaba
meter cuchara, pero no lo dejaban. Tanto es así que se fue de su
misión en Argentina un día antes de que se anunciara aquí el
preacuerdo entre el gobierno de Cristina Kirchner y Repsol, el 26
de noviembre de 2013.
El Ejecutivo argentino había formulado en
junio de aquel año una segunda propuesta: 5.000 millones de
dólares, que se pagarían en parte (3.500 millones) en activos de
Vaca Muerta y el resto en efectivo que debía reinvertirse en esa
formación neuquina. Lozoya, de Pemex, la había llevado al
directorio de Repsol, pero allí había sido descartada por
«insatisfactoria» y «carente de las mínimas garantías
jurídicas».
El precio de los combustibles en los
surtidores de YPF iniciaba en el ecuador de 2013 una abrupta marcha
ascendente que no se detendría sino hasta fines de 2014, con el
desplome del barril de crudo. En la Torre, mientras tanto, surgían
otras internas posreestatización. Uno de los directores que había
nombrado el kirchnerismo al desplazar a Repsol el año anterior,
Eduardo Basualdo, presentó en junio de 2013 su renuncia
indeclinable. No era un director cualquiera sino uno de los más
prestigiosos economistas heterodoxos del país, investigador del
CONICET y coordinador de varias áreas de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Desde esos claustros
y con su militancia en el Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS), Basualdo había denunciado durante más de dos décadas las
políticas de desindustrialización y concentración del ingreso
impuestas desde la última dictadura militar. Era algo así como la
pata izquierda de la nueva gestión de la petrolera.
Sus motivos no trascendieron y Basualdo se
recluyó nuevamente en la academia, sin hacer comentarios ni aceptar
entrevistas. Pero su salida se produjo un mes antes de que YPF
firmase el acuerdo con Chevron que había empezado a negociar a
fines de 2012. La conexión era inevitable y se sumaron versiones de
allegados, nunca confirmadas por él, que decían que el economista
consideraba ese pacto un acto de entrega del patrimonio nacional a
Estados Unidos. A Galuccio le dijo que se iba porque estaba
cansado. El Mago no le creyó, pero valoró su discreción. El jefe de
YPF, formateado en otra lógica, cree que hubo un problema
«cultural» y mucho de prejuicios. Para él la soberanía es producir
y no depender de las importaciones, sin mirar con qué socios ni en
qué condiciones. Basualdo, según comentan en la Torre, se fue sin
llegar a leer el acuerdo definitivo con Chevron.
El profesor de Flacso no solo evitó expresar
críticas en público o en privado a aquel pacto sino que mantuvo su
apoyo al kirchnerismo. Uno de sus hijos siguió trabajando en el
área energética del gobierno y él y varios de sus discípulos se
mantuvieron en el CIFRA, el think tank de
la CTA oficialista encabezada por Hugo Yasky.
El CEO de Chevron, John Watson, vino a
Argentina con su ejecutivo Moshiri para rubricar el acuerdo con
Galuccio el 16 de julio de 2013. Después fue recibido por Cristina
Kirchner. El pacto implicaba que Chevron se asociara con YPF en las
áreas Loma Campana y Loma La Lata Norte, rebautizadas en conjunto
como Enrique Mosconi y que suponen el 3,3% del total de Vaca
Muerta. Eso sí, es una de sus mejores tajadas. Chevron invertiría
en el primer año de proyecto piloto 1.240 millones de dólares para
perforar 100 pozos. Si en esa etapa se comprobaba que la
explotación era rentable, como terminó ocurriendo, se iniciaría ahí
el desarrollo masivo a través de la creación del cluster shale.
Un día antes del acuerdo, Cristina Kirchner
puso en vigencia un decreto que modificaría los controles
cambiarios para el sector petrolero. Aquellas empresas que
invirtiesen más de 1.000 millones podrían a partir del quinto año
de desembolsarlos exportar el 20% de su producción sin pagar
retenciones ni liquidar divisas. En caso de escasez en el
suministro interno, el Estado les aseguraría una retribución igual
a la del precio de exportación y la libre disponibilidad de moneda
extranjera equivalente a ese 20% de su producción. En YPF alegaban
que para convencer a una petrolera de que trajera dinero había que
asegurarle que iba a poder llevarse las ganancias después,
argumento compartido por cualquier defensor de la inversión
extranjera en cualquier sector económico. Además, el decreto
establecía que las concesiones no convencionales se otorgarían por
35 años con la opción de prórroga por otros 10, en lugar de los 25
más 10 que regían hasta entonces. No tardaron en llover las
críticas de que se trataba de un decreto a medida de Chevron, que 5
años después del acuerdo, es decir, en 2018, debería estar
produciendo en forma masiva en el área Mosconi. De hecho, en 2014
el 9% de la producción hidrocarburífera de YPF ya provino de los no
convencionales.
En el Palacio de Hacienda intentan negar que
Chevron haya sido particularmente beneficiada:
—YPF tiene joint
ventures con 60 empresas, aunque por menores montos que con
Chevron. No es que se la haya ido a buscar especialmente. Ellos
tomaron la decisión de asociarse con nosotros incluso antes de que
se resolviera el conflicto con Repsol porque estaban muy
interesados en que empezara la explotación del shale en Neuquén — aseguran.
Pero la polémica ya estaba instalada.
Uno de los motivos de mayor escándalo
residió en el hecho de que el acuerdo entre YPF y Chevron fue
secreto. En la sede de YPF lo justifican:
—Si sacamos el contrato a la luz, no hacemos
negocios con ninguna petrolera más. En el contrato se dan detalles
que la competencia no debe saber. No es la fórmula de la Coca-Cola,
pero sí el modelo del yacimiento: los costos, el valor presente
neto, cuánto pone cada uno, los pronósticos. Lo que sí se informó a
la SEC (Comisión de Valores de Estados Unidos) es cuánto se
invierte en el periodo, qué pasa en la etapa I, en la II. ¡Es
increíble que nos pidan que publiquemos ese contrato! ¡Somos una
sociedad anónima!
Pero la indignación de los ejecutivos de YPF
contrasta con las investigaciones judiciales en marcha. Tanto Pino
Solanas como el diputado radical Manuel Garrido pidieron en los
tribunales que el acuerdo se hiciera público. Y el legislador
porteño Alejandro Bodart, del Movimiento Socialista de los
Trabajadores (MST), presentó con el abogado ambientalista Enrique
Viale una denuncia contra Cristina Kirchner por el llamado decreto
Chevron.
Parte del acuerdo secreto fue revelado en
noviembre de 2014 en un artículo que los periodistas Francisco
Olivera y Hugo Alconada Mon publicaron en La
Nación. Así se pudo saber que Chevron condicionaba el pacto a
varios beneficios que se materializaron en el decreto del día
anteror de Cristina Kirchner y en la ley neuquina que aprobó la
Legislatura provincial el 28 de agosto de 2013. En concreto,
Chevron supeditaba la puesta en marcha de su inversión a que
Neuquén extendiera las concesiones de las áreas Loma La Lata Norte
y Loma Campana por 35 años (hasta 2048), es decir, 22 más de los
previstos originariamente, y que en ellas dos solo cobrara el 12%
de regalías, sin ninguno de los cánones extra creados por Sapag en
2008.
Horas antes de que YPF y Chevron anunciaran
su acuerdo, unos 20 mapuches —la mayoría de ellos de los 110 que
integran la comunidad Campo Maripe— tomaron a las 7 de la mañana
cuatro torres de perforación que ya estaban actuando por cuenta de
la petrolera argentina en Loma Campana. Los operarios de la
perforadora San Antonio Pride dejaron sus puestos y sus relevos ni
aparecieron por ahí. «Se trata de un acuerdo que se hizo a espaldas
del pueblo», declaró aquel día ante la prensa Jorge Nahuel, de la
Confederación Mapuche. Describió la protesta como una «ocupación
pacífica». El entonces ministro neuquino Coco la tachó de «acto
delictivo». Nahuel le respondió: «El que está haciendo acciones
delictivas es este gobierno provincial porque acá la situación de
irregularidad jurídica de las comunidades es producto de ellos. Por
algo el relevamiento territorial (exigido por una ley nacional de
2006, para dar cumplimiento con la reforma constitucional de 1994)
está aplicándose en todo el país menos en Neuquén; esta es la
herramienta que tiene el gobierno para darle seguiridad jurídica a
las multinacionales».
Horas después de que Cristina Kirchner
recibiera al número uno de Chevron, los mapuches levantaron su
protesta. Eran las 21 y hacía mucho frío. El equipo de Galuccio les
prometió a los Campo Maripe que la provincia les entregaría el
título de unas 42 hectáreas que ellos ocupaban en el valle, debajo
de Loma Campana, y que YPF las desmalezaría y plantaría allí
alfalfa. Así sus animales conseguirían el alimento que antes
encontraban entre los arbustos diezmados por la explotación
petrolera en la meseta. El gobierno de Sapag y la petrolera no los
reconocían como comunidad sino como familia.
El gobernador no parece precisamente un
fanático de los mapuches que representan, según el censo 2010, un
décimo de la población neuquina. Los indígenes reclaman que son un
tercio de los habitantes, pero solo algunos viven en las más de 60
comunidades reconocidas por la confederación que dirige Nahuel. La
mitad vive en las ciudades y la otra, en el campo. En enero de 2014
se avivó la polémica cuando Sapag destacó que algunos de ellos
habían colaborado en el control de un incendio en el departamento
andino de Aluminé: «Hay más de 200 brigadistas trabajando y cuatro
aviones. Un quinto está viniendo de Bariloche. Hay dos
helicópteros. Están trabajando los equipos viales. Hay 100 personas
de apoyo y otros 100 mapuches que también están colaborando»,
soltó.
Tampoco la relación entre los mapuches e YPF
marchó sobre rieles. Avanzan más fácil las torres de perforación
entre las vías que unen los pozos en el cluster shale de Loma Campana que los vínculos
entre los pueblos originarios y la petrolera renacionalizada. En
agosto de 2013, los Campo Maripe denunciaron que agentes de
seguridad de la petrolera incendiaron sus casas deshabitadas que
les servían para reuniones en sus tierras enfrente del yacimiento.
YPF respondió que sus empleados ayudaron a apagar el fuego.