Capítulo 6
El salto
adelante
A poco de iniciada aquella búsqueda del
tesoro en el norte de Texas, el descontento empezó a cundir entre
quienes no cobraban regalías por el uso de sus campos y sí sufrían
en cambio las consecuencias del fracking
masivo con sus piletas de flowback, sus
pozos de reinyección y su tránsito pesado de camiones. Hubo
protestas por parte de grupos ecologistas y decenas de reuniones en
los concejos municipales para debatir qué hacer para regular la
actividad petrolera, una vieja conocida de los texanos pero que
volvía con nuevos bríos. En un país donde el lobby no solo está permitido sino que hasta tiene
reglas y procedimientos fijados por ley, la industria no tardó en
integrar sus propios centros de propaganda para evitar que la nueva
técnica de la fractura hidráulica fuera prohibida o restringida,
como finalmente terminó ocurriendo en el estado de Nueva York, la
ciudad de Dallas y muchos otros distritos.
Ed Ireland es director ejecutivo del Consejo
de Educación sobre Energía Barnett Shale, uno de esos lobbies surgidos a inicios de la revolución
fracker. Las compañías que operan en la
región son socias del Consejo y pagan por serlo. Ese dinero
mantiene la web y financia las conferencias en clubes, escuelas,
organizaciones de la comunidad o asociaciones de propietarios que
ofrece Ireland en persona al menos tres veces por semana. Ed
trabajó durante tres décadas en productoras y transportadoras de
gas natural, fue dueño de una pequeña empresa de exploración de
hidrocarburos y ahora, además del lobby,
se dedica a la consultoría. Es un atlético texano de 68 años,
completamente pelado, pero que aparenta menos de la edad que
tiene.
A Ireland le gusta arrancar sus tours
propagandísticos por el Tarrant County College en Hurst, un
suburbio de Fort Worth que alberga a 37.000 habitantes a 39
kilómetros de Dallas. Cita ahí a la gente que quiere convencer de
las bondades del fracking, porque bajo el
campus de ese instituto terciario hay gas y el college tiene los derechos minerales sobre
él.
—Con ese dinero dan grandes becas. ¡Hay
estudiantes que vienen gratis al terciario! —destaca Ed, apelando a
una fibra sensible en Estados Unidos, donde los estudiantes se
endeudan por decenas de miles de dólares para terminar sus
carreras.
Al lado del estacionamiento hay seis pozos
que pertenecen a la universidad, uno al lado del otro. Los pozos
llegan a 2.400 metros de profundidad en la roca Barnett. Fueron
hechos entre 2007 y 2008. Como en todos lados, durante dos semanas
perforaron y otra semana más fracturaron, y después empezó la
explotación. Lo que se ve 7 años después son los seis arbolitos
petroleros en una manzana de tierra pelada rodeada por una rejita
de 2 metros que separa la locación de unos árboles bajos y una
ligustrina. En el predio también hay un equipo de separación
bifásica y nueve tanques de agua donde se almacena el líquido que
sale del pozo. Los tanques son de 4 metros de alto y, cuando se
llenan, vienen camiones de la operadora Chesapeake a vaciarlos.
Nadie vigila la locación. Unos paneles solares producen
electricidad para transmitir la información del pozo a la sede de
esa petrolera, que lo maneja a control remoto.
En el campus hay un lago natural de 3 metros
de profundidad que Chesapeake hizo para juntar el agua que requería
el fracking de los seis pozos. Después,
los dueños del terciario hicieron una fuente en el lago para darle
un toque más paisajístico. También trajeron peces y se ven patos
que migraron atraídos por el cardumen. Es un paisaje que contrasta
con el oeste pobre de la ciudad de Neuquén en el que Pluspetrol
instaló pozos de tight gas frente a una
escuela-tráiler sin la infraestructura necesaria para albergar a
los niños que se educan ahí. A diferencia de lo que parece ocurrir
en el Tarrant County College, los millones de la industria neuquina
no se «derraman» a su entorno más inmediato.
A unos minutos en auto de aquel campus está
North Richland Hills, otro suburbio de Fort Worth, con 67.000
habitantes. El pueblito, seleccionado en 2006 por la revista
Money Magazine como «uno de los mejores
100 lugares para vivir en Estados Unidos», es donde reside el
propio Ireland desde aquel año. Bajo las casas y las plazas hay
pozos horizontales de 1.500 metros de largo y a 2.400 metros de
profundidad. Los operan Chesapeake, Devon, EOG y Pioneer, entre
otras. El lobbista intenta mostrar con qué naturalidad los vecinos
toman el fracking.
—Mucha gente ni siquiera sabe que vive al
lado de un pozo, y está ahí —comenta frente a un barrio arbolado de
casas prefabricadas y lujosos chalets.
Algunos picos de pozos están a 10 metros de
casas de familia.
—La ciudad exige una distancia de 180
metros, pero quizá los dueños de las casas los permiten igual, para
cobrar un dinero extra —explica Ireland.
Como en muchas localidades norteamericanas,
en medio de las casas hay un gran tanque elevado con forma de gota
invertida para alimentar la red de agua corriente.
—El agua acá viene de un gran pozo a 10
metros de profundidad. Se usan los acuíferos y los pozos de gas
están mucho más abajo —dice Ireland.
Y se apura a responder la pregunta
obvia:
—Con 20.000 pozos en la roca Barnett, el
agua no se ha contaminado. Es raro que se haya contaminado en algún
otro lugar. No digo que no ocurra nunca, pero es raro. Si hay
contaminación es por derrames en la superficie, y acá en Texas no
los hubo por 50 años.
Bajo el shopping, la escuela y el estadio
cubierto de hockey sobre hielo de North
Richland Hills también pasan los tentáculos de los 50 pozos que
fueron perforados en el pueblo durante la fiebre del fracking.
—No hay trastornos en la superficie. ¡Y
estamos en el medio de la ciudad! —vuelve a la carga el lobbista.
Además del sueldo que cobra del Consejo de Educación sobre Energía,
Chesapeake le paga a Ireland un bonus de 500 dólares por mes por un
pozo que no perforó en su tierra pero que pasa por abajo de su
casa. La empresa abona 2.500 dólares por acre (0,4 hectáreas) y los
500 dólares son su parte proporcional.
—Es la primera vez en mi vida que cobro
regalías —aclara Ed.
También hay unos pocos pozos en plena etapa
de fractura. Para aislarlos, el condado de Tarrant obligó a las
empresas a levantar unas altas paredes que funcionan como barrera
de sonido. Son de madera y están cubiertas por una tela de kevlar,
un material ultrarresistente que suele usarse para velas náuticas y
chalecos antibalas. Al lado corren una vías de tren y una
bicisenda. Encerrados por las paredes de tela de kevlar, se ven una
torre con una base turquesa, camiones rojos y un ruidoso generador
eléctrico a gasoil que da energía al equipo de perforación. La
barrera sonora permanece las tres semanas que demora la perforación
y la fractura. A 100 metros de distancia se oye un rugir de motores
que es notorio pero no insoportable, como sí lo es el que se oye
junto a una locación en Loma Campana.
—En la ciudad solo pueden hacer ruido de día
—dice Ireland.
Es un pozo operado por Chesapeake y
perforado por Trinidad Drilling.
—Cuando terminan, se llevan todo en 12
horas. Y lo hacen a la noche para no interferir en el tráfico —los
defiende el lobbista, contradiciéndose con su oración anterior—. La
perforación es un negocio que trae otros: el del agua, las paredes
de kevlar, el paisajismo que se hace alrededor y muchos más.
Tampoco olvida otro argumento que suelen
levantar las empresas ante los gobiernos:
—Todas pagan impuestos federales al estado
de Texas e impuesto inmobiliario a la ciudad. Por ejemplo, el 7,5%
de lo que producen estos pozos es para Texas. Además, cada compañía
paga el impuesto federal a las ganancias.
En Argentina, las regalías para las
provincias son del 12%, pero en Neuquén llegan al 15% por un
extracanon que impulsó Sapag por ley en 2008. Si el barril de
petróleo sube entre 82 y 91 dólares, Neuquén se lleva el 16%; si
ronda entre los 92 y los 99, el 17% y si supera los 100, el 18%.
Sin embargo, desde 2013 se establecieron excepciones para este
canon extra.
Los controles que en Texas, y no en Neuquén,
obligan a las petroleras a tomar los recaudos que se ven en
aquellos suburbios ricos están a cargo de las comisiones estatales
Ferroviaria y de Calidad del Medio Ambiente, que regulan y otorgan
los permisos. Esta última, con 30.000 empleados, es el mayor
departamento ambiental de Estados Unidos. En Texas hay 303.000
pozos de hidrocarburos en funcionamiento. Es decir, hay diez
perforaciones activas por cada empleado de la agencia ambiental.
Hasta 2013, en Neuquén, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sostenible tenía 100 funcionarios, de los cuales 20 eran
inspectores que recorrían los 10.000 pozos operativos. O sea, 100
perforaciones en producción por cada empleado de Ambiente. Cuando
se le cuenta a Ireland la relación inspectores/pozos de Neuquén, se
sorprende. Y concluye:
—No es suficiente.
En 2014, por la explotación de Loma Campana,
Neuquén sumó otros cinco.
¿Por qué Néstor Kirchner no reestatizó YPF
apenas llegó al poder en 2003? Era un Presidente con bajo capital
político, apenas votado por el 22% de la población. Argentina
recién salía de una de sus peores crisis políticas, económicas y
sociales y seguía en el default más
grande de la historia humana. Kirchner era el mismo que como
gobernador de Santa Cruz le había vendido las acciones de la
provincia en YPF a Repsol en 1999. Puede aventurarse todo tipo de
hipótesis.
La tropa de Kicillof no se adjudica haber
tenido la idea de reestatizar YPF. Sostiene que muchos
kirchneristas pensaron en ello alguna vez, pero nadie había
evaluado su necesidad o su conveniencia.
—¿Se podría haber hecho en 2003? No. ¿En
2004, 2005, 2006? Tampoco. Recién en 2012 estuvo la posibilidad
concreta de hacerlo. Y ahí fue cuando vimos el costo que iba a
generar no hacerlo —confiesa uno de los más encumbrados
funcionarios del Palacio de Hacienda.
Pero antes de que a Néstor Kirchner se le
ocurriera en 2007 la «argentinización» de YPF con la entrada a su
capital de los Eskenazi y de que su viuda se decidiera a
nacionalizarla en 2012, otro experimento de petrolera estatal
surgió en el país. En 2004, mientras comenzaba a escasear el gas en
Argentina y se iniciaban los recortes de las antes abundantes
exportaciones de este combustible a Chile, nació Enarsa. Al oeste
se escuchaban las quejas por los cortes del entonces Presidente
chileno, Ricardo Lagos, sus empresarios y ciudadanos. En 2007 se
interrumpiría definitivamente el servicio, como sucedió también con
lo que se exportaba a Brasil y Uruguay. Al este, sobre el Mar
Argentino, se creaban ilusiones de que Enarsa, asociada con
petroleras como Repsol o Petrobras, con amplia experiencia en aguas
brasileñas, iban a descubrir petróleo offshore. Hasta ahora, solo los británicos
encontraron crudo alrededor de las Islas Malvinas. Y Enarsa se
convirtió en los hechos en una gran empresa de importación de gas,
fueloil y gasoil que instrumentalizó el gobierno para solucionar
los crecientes déficits del mercado argentino. Pero un empresario
kirchnerista defiende al ex Presidente y cuenta que el día de la
fundación de Enarsa, Kirchner invitó al entonces líder de Repsol,
Alfonso Cortina, antecesor de Brufau, y le advirtió:
—No obligue a la Argentina a dar el
siguiente paso.
Aquella amenaza se materializó 2 años
después de su muerte, a manos de su sucesora.
Quien tuvo más suerte en los descubrimientos
petroleros en el mar fue quien presidía Brasil por aquel entonces,
Luiz Inácio Lula da Silva. En 2006, Petrobras, años más tarde
inmersa en grandes escándalos de corrupción, anunció el hallazgo de
crudo en la formación geológica llamada Pré-sal, que se encuentra
debajo de la sal del fondo de la plataforma continental. La
petrolera estatal venía explorando el mar desde fines de los años
60. Brasil era entonces importador de crudo y había impulsado como
sustituto el etanol de caña de azúcar. El antecesor de Lula,
Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), había abierto Petrobras y la
explotación de hidrocarburos al capital privado, aunque había
mantenido el control estatal de la mayor empresa de su país. Lula
comenzó su gobierno con grandes descubrimientos que coronaría con
el del Pré-sal, frente a los estados de Espírito Santo, Río de
Janeiro y San Pablo, el mismo año en que su país logró el hasta
entonces esquivo autobastecimiento energético.
Dos años después del hallazgo del Pré-sal,
Lula advirtió que la IV Flota de la Armada de Estados Unidos estaba
rondando sus aguas. Aún gobernaba Bush. «Los hombres de la IV Flota
ya están ahí, prácticamente encima de la camada de crudo de la capa
Pré-sal. Nuestra Marina es la guardiana de nuestra plataforma,
porque, si no, viene un vivo y dice eso es mío porque está en el
fondo del mar», advirtió Lula en el acto de lanzamiento al mar del
estado de Río Grande do Sul de una plataforma fabricada en Brasil.
Al mismo tiempo, él reforzó las partidas presupuestarias de su
Armada.
Claro que invertir en el Pré-sal es caro y
por eso su explotación se encuentra ahora tan amenazada como la del
shale y el tight en el mundo. «Vaca Muerta compite por atraer
inversiones con el Pré-sal de Brasil, las reformas de México para
reimpulsar el Golfo de México y los planes hasta ahora no
concretados de Rusia en el Ártico», opinó en marzo de 2014 el
presidente del IAPG, López Anadón. «Pero el desarrollo petrolero en
el Ártico o el Pré-sal necesitan más inversión que Vaca Muerta. El
Pré-sal necesita un petróleo a más de 70 dólares para ser rentable.
Vaca Muerta, ni idea», esquivaba la precisión López Anadón en una
presentación ante corresponsales extranjeros en Buenos Aires.
Ante el abaratamiento del crudo, tanto
Argentina como México tratan de sostener el precio interno del
barril a pesar de las quejas de los consumidores, pero les es
imposible asegurarle a las petroleras un valor sostén para sus
exportaciones, más allá del subsidio creado por el gobierno de
Cristina Kirchner en 2015.
Tres gauchos, no de las pampas, sino de la
estepa neuquina, con boina, bombachas y zapatillas negras parecidas
a las alpargatas, arrían a caballo algunas de sus 400 chivas. Es un
camino de ripio cerca del cerro Auca Mahuida y del área natural
protegida que lo rodea, allí por donde la petrolera francesa Total
perfora sin que nadie se lo impida. Solo suenan el viento y los
pasos de los animales. Uno de los arrieros, Raúl Centeno, de 41
años y cuatro hijos, va camino del puesto de su madre. Es una tarea
que solo hace los fines de semana. Los demás días vive en Añelo y
trabaja para la industria petrolera desde 2006, es decir, desde el
año anterior a que se empezara a hablar por lo bajo de Vaca
Muerta.
En junio de 2006 fue la primera vez que
Repsol anunció inversiones exploratorias piloto en el tight gas de Argentina, en Loma La Lata. Tres meses
antes, en una entrevista con el diario La
Nación, un ejecutivo de PAE advertía que «al costado de Loma
la Lata, arriba, abajo, hay infinidad de opciones con lo que se
llama tight gas», pero alertaba de que el
entonces bajo precio del gas en boca de pozo, de 1,60 dólares por
millón de BTU, impedía explotarlo. Aquel año también fue la primera
vez que La Nación publicó algo sobre la
revolución del shale, aunque referida a
Estados Unidos. De los hidrocarburos de esquisto en Vaca Muerta
solo publicaría a partir de 2010.
La familia de Centeno siempre vivió en el
campo, migrando, como otros crianceros, en tierras sin títulos de
propiedad claros ni alambres que las dividieran. Raúl solo fue unos
años a la primaria, a una escuela-albergue de aquella meseta. Su
madre se instaló en el puesto actual en 1991 y en noviembre de 2013
cobraba la servidumbre por los 25 pozos convencionales que Total
tenía en su campo. Recibía alrededor de $ 10.000 (u$s 1.620 de
entonces) por todos ellos y otros $ 100.000 (u$s 16.200) cada vez
que practicaban una nueva perforación. El fracking estaba apenas llegando a aquella
zona.
Los puesteros vecinos también cobran la
servidumbre.
—No será mucho, pero con eso sale del paso
—se refiere Raúl a su madre, que tuvo otros nueve hijos y que ahora
vive en el encarecido Añelo y solo visita el puesto los días de
semana—. Mi vieja tiene que poner abogado para reclamar a la
petrolera, pero te cobran el 30%.
Raúl se queja bajo la sombra de la galería
del puesto rústico de ladrillos. De allí cuelga una chiva preparada
para el asado. También la radio. Más tarde confiesa que son los
Apis, de la Asociación de Superficiarios, los que les piden ese
30%. En realidad ni Ricardo ni Bruno Apis son abogados sino que, en
paralelo a su tarea en Assupa, que lleva adelante los reclamos
ambientales contra las petroleras, padre e hijo asesoran en los
litigios de puesteros y terratenientes por la servidumbre y para
ello usan sus buenos contactos con estudios jurídicos.
—A mí me gustaría vivir toda la vida acá
—cuenta el puestero y empleado petrolero, que viste una chomba con
la marca La Martina, de dudosa autenticidad—. Me crié acá, sé qué
animales puedo criar, cuáles no. Mi primer pago es el campo. El
segundo es Añelo.
Su madre llegó a tener 1.500 chivas. Ahora
tiene casi un cuarto de ellas, tanto para el consumo propio como
para la venta.
—Hoy el campo ya no da. No sé si cambió el
clima, pero hay menos humedad que antes. Las lluvias agarran para
otro lado. Algunos dicen que es porque los gases del venteo abren
las nubes. Yo no sé por qué es, pero sé cuánto me cuesta el fardo y
un caballo te lo come en 2 días. El costo de vida cambió, la
producción de animales no da para seguir viviendo. Necesitaría 600
chivas para vivir de mi locación —afirma desconsolado, haciendo uso
de la terminología petrolera. A diferencia de otros puesteros que
cuentan con generador de energía a gasoil, él tiene solo un panel
solar que le sirve apenas para iluminarse. No tiene heladera sino
que lleva hielo desde Añelo, que está a una hora de allí.
—Total iba a poner luz, pero nada —se
lamenta.
El puestero ya había trabajado 3 meses
alguna vez en la industria petrolera, pero en 2006 decidió dejar el
campo definitivamente para trabajar en la constructora Contreras
Hermanos. Primero dio servicios a Total. Justo en aquel momento
nació el primero de los dos hijos con su segunda y actual pareja.
De la primera tiene otras dos hijas, de 14 y 19 años, a las que les
pasa su cuota de comida. Se instaló en una de las tomas de tierras
en Añelo, en el barrio El Mirador. No tiene título de propiedad.
Tampoco dispone de gas natural en plena tierra de Loma La Lata, y
por eso lo compra en garrafa, bastante más caro que en Buenos
Aires. Al principio carecía de agua, pero como pasaba cerca el
acueducto principal del pueblo, Raúl lo abrió con una mecha,
enroscó una tubería hasta su casa y se conectó por mano
propia.
En Contreras Hermanos, Raúl acopla
gasoductos y oleoductos para YPF en Loma Campana de lunes a
viernes, de 7 a 19. A veces, de lunes a lunes.
—No tengo que trabajar, como los petroleros,
14/7 —dice en referencia al régimen de 14 días de trabajo y 7 de
descanso que tienen los encuadrados en el sindicato de Pereyra—.
Ganamos casi lo mismo, pero podemos estar más con nuestras
familias. Ellos, cuando están en casa, molestan a sus
familias.
Raúl se rige por un convenio especial de la
Unión Obrera de la Construcción (Uocra) para las empresas que
operan con el petróleo.
—Ahora hay mucho laburo. Vamos de pozo nuevo
en pozo nuevo haciéndoles la conexión. Está cayendo gente de Salta,
Jujuy, Santiago del Estero, Bolivia y todos consiguen laburo en
blanco. Eso sí: hubo cortes de ruta de la gente de Añelo porque no
les daban laburo a ellos.
Raúl mantiene el puesto con el salario de
obrero petrolero.
—Tenemos muchos gastos en el campo, pero
mientras viva lo voy a mantener. Saco del sueldo para pagar el
forraje para las vacas. Los chivos no comen forraje, dependen de
que haya pasto —cuenta Raúl a unos metros de donde están
estacionados una camioneta Ford 100 modelo 1977 verde, una Toyota
Hilux 2007 y un caballo que se revuelca para rascarse el lomo. Los
chivos blancos dan balidos y todo luce como un vergel al lado de
una vertiente de agua.
—Si se me rompe la Toyota, ¿cómo la arreglo?
—protesta por los costos de mantenimiento.
Si bien le da empleo, el puestero teme el
impacto de la industria petrolera en aquellos parajes:
—¿A dónde va el agua? El día de mañana no
vamos a tener más. Estoy en contra del fracking, más allá de que vengan empresas y yo
labure en esto. Pero si contaminan, al menos voy a aprovechar. Lo
necesito. Hace 2 años se rompió acá una cañería y salió agua
aceitada. Le pusieron un sifón al caño, pero el agua sigue
saliendo. Las napas ya están contaminadas. ¿Quién puede estar a
favor de esto? Es un negocio y nunca va a terminar. Antes podías
poner un poco de freno, pero ahora no. Hoy por hoy te dicen que si
los parás, te hacen juicio.
Tampoco espera que mejore Añelo:
—Ni aunque caiga oro en bolsas. Tiene calles
de tierra, no tiene cloacas ni agua verdaderamente potable. La
municipalidad es una (casa) prefabricada. Hay una sala de primeros
auxilios con un médico por turno, cuando no están de paro. La
escuela está bastante buena, pero a veces hay paros en Neuquén y
los chicos empiezan las clases en abril. El único cajero automático
de Añelo anda a veces, como el bolsillo mío.
¿Cuánto de la riqueza petrolera termina
redundando en beneficio del pueblo, la provincia o la nación sobre
la que se asienta? Ese debate que de cierta forma plantea Raúl
Centeno aparece de forma recurrente en la historia de Argentina, un
país que no es petrolero pero tiene petróleo.
¿Quién invertirá para extraer el crudo y el
gas, en qué condiciones y cómo terminará impactando en el reparto
de la renta? Centeno consiguió trabajo en Contreras Hermanos
mientras Kirchner y los gobernadores de provincias petroleras
impulsaban la ley corta de hidrocarburos. La norma venía a poner en
vigencia lo establecido en la Constitución de 1994: las provincias
pasaban a ser las facultadas para conceder las concesiones de
áreas, sin la intervención de la Nación, como había sucedido con la
prórroga de Loma La Lata en 2001. Se trataba de una medida a favor
del federalismo, pero que también desarticulaba la política
energética nacional y libraba en manos de gobiernos provinciales,
de por sí más débiles que uno nacional, las negociaciones con las
multinacionales del oro negro, o verde oscuro, como a veces brota
del subsuelo neuquino.
El 2007 fue un año movido para la provincia
del nombre torrentoso. El 15 de enero, los vecinos de Añelo
organizaron siete piquetes para impedir que nadie entrara o
saliera. Fue una pueblada para reclamar por la calidad del agua que
salía de sus canillas. Días antes se había conocido un informe del
Ministerio de Salud provincial que decía que la red de agua potable
de Añelo carecía de cloro y estaba contaminada con bacterias
coliformes. El intendente de aquel entonces, Norberto Izaza,
rechazó la protesta porque consideraba que guardaba
«intencionalidad política». ¿Otra interna del MPN? Claro que era
una cuestión política el hecho de que los pobladores tomaran agua
contaminada. Hasta ahora la mayoría de ellos prefiere beber solo la
embotellada, aunque el actual intendente Díaz asegura que él se
nutre del agua de la canilla. «Solo es cosa de ver cómo corre el
agua después de las 18 cuando los hombres vuelven (de trabajar en
los yacimientos) y se llenan los pozos, corre el agua y el olor es
insoportable», despotricaba una mujer en uno de los cuatro piquetes
en la ruta. Los otros tres cortaban las picadas de las petroleras, que calculaban cuánto
dinero estaban perdiendo por la falta de operaciones de aquel día.
Eran años en que arribaban obreros a Añelo a instalarse en tierras
tomadas porque Repsol aceleraba la producción de Loma La Lata. En
2008 comenzó el declive productivo del gas convencional y se
calmaron las tomas hasta que se reavivaron en 2013, al calor de
Vaca Muerta.
Pero ya entonces Repsol sabía de la riqueza
del shale y el tight. Por eso también en enero de 2007 anunció que
había contratado al canadiense Scotianbank para vender 37 activos
considerados no estratégicos para su negocio en Argentina, pero por
los que preveía que habría un gran interés. Entre las invitadas a
la licitación privada estaban las grandes petroleras
internacionales y locales, pero también otras pequeñas que estaban
tomando áreas por Argentina en aquellos años de desinversión
generalizada en el sector. La compraventa de concesiones petroleras
en Argentina había sido algo muy usual desde los años 90, pese a
que el Estado podía frenarlas en caso de que el vendedor
incumpliese con su obligación de invertir en ellas. Repsol planeaba
hacerse de un buen dinero con sus 37 bloques para financiar la
alicaída producción local, pero a los pocos días el ministro De
Vido abortó la venta. «No vamos a permitir que se vendan áreas que
no hayan sido debidamente explotadas. Si tienen una concesión y no
invierten es porque no les interesa. Por lo tanto, esas áreas
pasarán a manos de las provincias», advirtió el ministro de
Planificación, que ya desde 2006 venía amenazando con revisar el
cumplimiento de las inversiones prometidas por los concesionarios
en todo el país. Claro que solo se quitaron áreas a la YPF de
Repsol y los Eskenazi en los primeros meses de 2012 como método de
presión antes de la expropiación.
El 4 de abril de 2007 continuaron los
piquetes, pero en la ruta provincial 22, cerca del pueblo de
Arroyito. Esta vez se manifestaba la combativa Asociación de
Trabajadores de la Educación del Neuquén (ATEN) en demanda de
mejoras salariales. El entonces gobernador Sobisch, que quería
candidatearse a Presidente aquel año, pese a pertenecer a un
partido provincial, ordenó reprimir. El policía José Poblete
disparó una granada de gas lacrimógeno contra la luneta de un Fiat
147 y abatió en la nuca al maestro Carlos Fuentealba, de 40 años,
militante del Nuevo Movimiento al Socialismo (Nuevo MAS). Lo
operaron dos veces, pero al día siguiente falleció. Todo el MPN se
unió para evitar el juicio político de Sobisch. En las elecciones
presidenciales de octubre, el gobernador de esta provincia
petrolera logró solo el 1,5% de los votos, muy por detrás del 44,8%
ganador de la fórmula que Cristina Kirchner compartía con el
entonces radical K Julio Cobos. En 2014, Sobisch fue absuelto en un
juicio por su presunta responsabilidad en el homicidio de
Fuentealba. El policía Poblete fue el único condenado.
Cuatro meses antes de las presidenciales,
Jorge Sapag derrotaba en los comicios a gobernador a Pechi Quiroga,
que por aquellos tiempos también era radical K y que ahora es
aliado de Macri. Ese mismo domingo de junio cuando Sapag festejaba,
Kirchner lo llamó para felicitarlo. El gobernador electo, a
diferencia de Sobisch, optó desde el primer día por cultivar una
buena relación con el kirchnerismo y apoyarlo en el Congreso
Nacional. También se apresuró a estrechar lazos con la industria
petrolera internacional y por eso viajó en septiembre a buscar
inversores en Canadá.
La de Sapag era esa típica gira con
reuniones en hoteles de lujo con ejecutivos bien trajeados que
someten a los gobernantes de países en desarrollo a un escrutinio
más riguroso que el de los votantes. Son encuentros a solas, en los
que se confiesa lo que en público sería inconfesable. Desayunos en
los que se combinan salchichas y huevos revueltos, almuerzos y
cenas de trabajo. Quien hasta entonces era vicegobernador de
Sobisch se juntó con empresarios en Toronto, Vancouver y Calgary,
donde expuso en un almuerzo del Club del Petróleo local ante 60
ejecutivos.
Al gobernador electo le preocupaban los
magros ingresos con los que iba a contar en su administración y
quería incentivar a que las petroleras rascaran la olla de los
pozos convencionales. A menores recursos propios, mayor dependencia
del gobierno nacional.
—En 2003, las regalías del gas y del
petróleo representaban el 50% de los ingresos de Neuquén y en 2013,
el 25%. En 2007 me encontré con la caída de la producción
convencional, producto del envejecimiento de los yacimientos
—cuenta Sapag en la Residencia de la Costa, que tiene huerta,
invernadero, frutales, pinos y un parque bien regado.
En la antesala de un despacho hay un salón
de paredes de madera, bien patagónico, con una foto del antiguo
faro del cabo San Pablo, en Tierra del Fuego, donada por la
petrolera Total.
—Cuando yo llegué a Calgary el crudo en la
Argentina estaba en 40 dólares (en el mundo cotizaba a 76). El gas
de la cuenca neuquina, en un promedio de 1,20 dólares (el de
Bolivia se importaba a 5), y fuimos a presentar los yacimientos
convencionales en declinación —recuerda Sapag.
El político del MPN confiesa que se hizo lo
que él califica como «planteo existencial». Se preguntó a sí mismo:
«¿Qué estoy haciendo acá en el Club del Petróleo de Calgary?,
¿buscando inversiones en qué?» En el auditorio había unos
funcionarios del estado de Alberta, donde se encuentra esa ciudad
canadiense. Uno de ellos se le acercó para darle consuelo.
—Nosotros hemos vivido la misma situación
que Neuquén en la década del 80. Vivimos una situación en la cual
nosotros éramos propietarios del recurso, pero el gobierno federal
de Canadá decidía los precios. ¡Entonces no éramos dueños de
nada!
Siguieron charlando y el funcionario de
Alberta le contó la historia de George Mitchell y de las técnicas
no convencionales que había comenzado a desarrollar en los años 80.
Le relató que Mitchell había pasado de ser empresario mediano a
multimillonario.
—¿Por qué no investiga bien esto del
fracking? Quizás es allí, en horizontes
geológicos más complejos, más profundos, donde usted puede tener
una reversión histórica de la declinación de la producción del gas
y del petróleo en Neuquén —le recomendó el funcionario de Canadá,
que en los últimos años ha protagonizado su propia revolución
petrolera, pero no la del crudo de esquisto sino la de arenas
bituminosas o de alquitrán, que no es extraído por fracking sino por técnicas de la minería
superficial a cielo abierto.
A Sapag se le hizo la luz. Pero se encontró
con que las petroleras radicadas en Neuquén, como Repsol, apenas
comenzaban a enterarse de aquella revolución del shale de la que las majors globales se habían quedado al margen en un
principio. «Nos pusimos a hablar con las empresas que trabajaban en
Neuquén y no desconocían la revolución del no convencional en
Estados Unidos, pero no ingresaban a hacerlo en Argentina… y no
ingresaban por los altos costos y la falta de conocimiento de la
tecnología», recuerda el actual gobernador.
Antes de entregarle el mando a Sapag en
diciembre de 2007, Sobisch se dedicó a lo largo del último año de
su gestión a adjudicar de manera directa 18 de las 54 áreas
hidrocarburíferas que hasta entonces permanecían sin operaciones.
Sobisch adoptó el mismo modelo de Enarsa: así como Kirchner entregó
todos los bloques de la jurisdicción nacional sin concesionar, que
eran los marítimos, a esa empresa estatal y ésta a su vez se
asociaba en ellos sin licitación alguna con determinadas
petroleras, el entonces gobernador neuquino entregó los campos no
concesionados de su provincia a la distribuidora pública de gas
Hidrocarburos del Neuquén SA (Hidenesa), que tampoco llamaba a
concurso para compartirlos.
Con la ley corta de hidrocarburos como
amparo para que la provincia diera concesiones, Sobisch, a través
de Hidenesa, entregó, siempre bajo compromisos de inversión que
muchas veces se terminan incumpliendo, la mayoría accionaria de las
18 áreas a grandes empresas como Repsol —en una de ellas entró
asociada con Ingeniería Sima, la del amigo de Ginóbili—, Petrobras,
Total, Wintershall y Chevron, pero también pequeñas como Medanito,
la canadiense Madalena o poco conocidas como Petrolera Piedra del
Águila, que creó, justamente en 2007, un empresario estadounidense
residente en Argentina, Douglas Albrecht, también presidente del
poderoso grupo papelero Tapebicuá y su controlada Celulosa
Argentina. Además entró entonces Andes Energía, de los empresarios
de medios Daniel Vila y José Luis Manzano, ex ministro de Interior
de Menem. En aquel tiempo nadie hablaba públicamente de Vaca Muerta
y la prensa escribía que esas 18 áreas neuquinas ofrecían
perspectivas modestas de producción, pues solo se referían a los
pozos convencionales. Pero las petroleras sabían desde hacía
décadas que existía esa formación de esquisto y estaban enteradas
de que compañías medianas de Estados Unidos habían encontrado la
fórmula para hacerla producir de manera rentable.
A partir de la ley corta, unas 11 provincias
con petróleo o esperanzas de encontrarlo se lanzaron a una fiebre
de licitaciones o adjudicaciones directas de 130 áreas entre 2006 y
2011. En esa ola se embarcaron desde las petroleras Neuquén, Santa
Cruz, Chubut, Mendoza, Salta, La Pampa y Río Negro hasta las
ilusionadas San Juan, Córdoba, San Luis y La Rioja. Más de la mitad
de esas concesiones para exploración fue a parar a petroleras con
pocos o nulos antecedentes como la puntana Rovella Carranza;
Petrolera Argentina, del neuquino Miguel Schvartzbaum; el grupo
Vila-Manzano; Epsur y Misahar, de Lázaro Báez, cuya fortuna comenzó
a la par del ascenso político de los Kirchner; Oil M&S, de
Cristóbal López y Raiser, de los Moneta, entre otras. A ese cálculo
arribó a partir de un estudio el consultor energético Gualter
Chebli, de la firma Phoenix. Todas esas petroleras novatas operan
en una o más áreas de exploración o explotación de la cuenca
neuquina, que es algo más extensa que la formación Vaca Muerta y
ofrece en casi toda su extensión opciones de producción no
convencional. Muchas veces entraron en bloques que las grandes
petroleras despreciaban por el agotamiento de las cuencas
convencionales, porque advertían que otros empresarios aceitaban
mejor sus contactos con los gobernadores o porque, como reconocen
en el equipo de Kicillof, la política energética de De Vido, que
por cierto era la deseada entonces por Néstor y Cristina Kirchner,
desalentaba la inversión en Argentina.
YPF suma en la cuenca neuquina, entre las
diversas provincias que la integran y entre permisos de exploración
y concesiones de producción, dentro y fuera de Vaca Muerta, unos
34.506 kilómetros cuadrados donde es operadora de áreas en las que,
como es habitual en el negocio petrolero, también participan otros
accionistas. Son datos del IAPG de septiembre de 2014. Esa
superficie incluye las áreas que YPF está explotando con Chevron.
Este gigante norteamericano, además, es operador en otros 1.029
kilómetros cuadrados de la cuenca. Pluspetrol dispone en estas
condiciones de 26.178 kilómetros. Energy Operations Argentina, de
la poco conocida estadounidense Neos, controla 18.608. Americas
Petrogas tiene 5.487; Petrobras, 3.901; Capex, de la norteamericana
El Paso Energy, 3.800; Total, 3.385; Wintershall, 3.285, Tecpetrol,
de Techint, 3.186, y Entre Lomas, controlada ahora por Pluspetrol y
participada por Petrobras, 1.589.
También hay grandes jugadores con poco
terreno pero justo encima de subsuelos muy fértiles: PAE, con 509
kilómetros cuadrados; Shell, con 495 y Exxon, con 401. Cristóbal
López tiene 1.903; los Moneta, 844; el grupo Vila-Manzano, 710 y
Báez, 167. Además hay otros jugadores con sus fichas puestas en el
tablero de la cuenca neuquina: las ya mencionadas GyP, Roch, Piedra
del Águila, Madalena e Ingeniería Sima, y también Compañía General
de Combustibles (CGC), de Eurnekian, y Pampa Energía, de Marcelo
Mindlin, dueño también de la disribuidora eléctrica Edenor;
Alianza, Petrolera del Comahue, Central International Corp.,
Petróleos Sudamericanos, Oilstone, GeoPark, Petrolera El Trébol,
San Jorge Petroleum, Argenta, Petroquímica Comodoro Rivadavia,
Energial, Golden Oil, Cliveden y Petrolífera Petroleum.
Poner un pie sobre la tierra que está encima
de Vaca Muerta y las otras formaciones no convencionales puede
resultar un gran negocio. Para unos, porque planean fracturarlas y
sacarles petróleo o gas. Para otros, porque las ven como un negocio
inmobiliario en el que entraron poniendo poca plata y planean salir
vendiendo caro sus acciones en áreas a petroleras que sí tengan el
capital para explotarlas. La fortuna de unas y otras empresas
depende del devenir de los precios de los hidrocarburos. Lo que
hace un año podía parecer el premio máximo del Loto puede terminar
convirtiéndose en saldos de liquidación.
Pero grande o rebajado, el negocio deviene
polémico cuando se entregan áreas a petroleras sin experiencia ni
capital, que prácticamente no invierten en exploración, y que
acaban vendiendo en una operación de formidable rentabilidad, al
estilo de los fondos buitre, a otras empresas que sí cuentan con
conocimiento y dinero para hacer las inversiones prometidas al
Estado. Más escandaloso es aún cuando los adjudicatarios son amigos
de los gobernantes. Y todavía mayor es la perplejidad si se tiene
en cuenta que todas esas transacciones son autorizadas por los
gobiernos provinciales, que podrían exigir al permisionario del
bloque que lo devolviese por falta de inversión. Pero en la
Argentina de la ley corta de hidrocarburos esas oportunidades de
plata fácil para los que tienen contactos se multiplicaron, como
advirtió el fallecido Chebli, de Phoenix. En el Neuquén de la Vaca
Muerta, la aparición de nuevos jugadores se aceleró durante el
gobierno de Sapag.
El instrumento que crearon en 2008 Sapag y
su entonces ministro de Energía, Guillermo Coco, para que Neuquén
se apropiara de una mayor parte de la renta petrolera, impulsara
una actividad en ese momento en decadencia, explorara y produjera
áreas sin operadores e introdujera nuevos actores fue GyP. Al
frente de la empresa nombraron a quien después se transformaría en
uno de sus críticos, Rubén Etcheverry. «En 2007-2008, cuando entré
al gobierno, me dan (la petrolera estatal neuquina) Hidenesa»,
contaba Coco al diario Río Negro en
septiembre de 2014, 2 meses antes de tener que renunciar por un
escándalo con un negocio inmobiliario de Petrolera Argentina, de
Schvartzbaum, en el área La Amarga Chica. «Voy (a Hidenesa) y le
faltaban los últimos tres estados (contables), tenía una previsión
de juicio impresionante, estaba hecha pelota. Le dije al
gobernador: ‘Tenemos 60, 70 áreas (a las 54 de tiempos de Sobisch
se habían sumado otras cuyas concesiones se habían revertido). No
sea cosa que nos embarguen. ¿Por qué no formamos una empresa? Esa
fue GyP. Después tomamos la decisión de armar las primeras rondas
(de licitación)… Íbamos y nos quedaban desiertas. Nadie aceptaba
invertir en las áreas», recordaba Coco.
GyP adoptó un modelo similar al de Enarsa e
Hidenesa en cuanto a quedarse con las áreas no concesionadas de su
jurisdicción, pero se diferenció en el hecho de que en lugar de
sellar adjudicaciones directas, que siempre son más sospechosas,
optó por licitarlas. Un método en principio más transparente y
eficiente en el que también se pueden colar los intereses más
lesivos para el patrimonio público. Así es que en Neuquén algunas
áreas terminaron en manos de empresas sin antecedentes en la
exploración y producción petrolera. El subsecretario de
Hidrocarburos neuquino, Gabriel López, el mismo que explicaba el
fracking diciendo que «a la roca de abajo
hay que hacerla mierda», defiende el criterio de selección de
socios para GyP, de pie en el despacho de uno de sus
asesores:
—Se podría haber puesto el requisito de que
tuvieran experiencia. Pero el gobierno evaluó que no era necesario.
Si ya tenemos los mecanismos para que no nos caguen como Estado, no
hace falta. Hay cauciones que se fijan en los contratos de
licitación como resguardo frente a la falta de inversiones
(comprometidas en los permisos de exploración). Es verdad que son
mínimas las inversiones que se les exigen, pero siempre las
cumplen.
Por ejemplo, en un área licitada por GyP, La
Ribera, la puntana Rovella Carranza había prometido poner 100.000
dólares.
En 2014, Galuccio emprendió una embestida
contra las petroleras estatales provinciales porque se quedan con
una participación de alrededor del 10% de las áreas, pero no
invierten inicialmente en ellas sino que todo el esfuerzo,
mayúsculo en el caso del fracking, corre
por cuenta de sus socios. Las provincias se quedan así con una
parte de la renta petrolera, el llamado carry, adicional a las regalías que también cobran.
Claro que una vez que empieza a producir el yacimiento la petrolera
provincial debe destinar la ganancia al repago de la inversión
inicial de sus socios. Pero si no hay beneficio, no asume ningún
costo. El presidente de YPF consideraba el carry un «peaje innecesario» que lo perjudicaba a
la hora de buscar inversiones en áreas que compartía con GyP, pero
no logró derogarlo, como él pretendía, en la nueva Ley Federal de
Hidrocarburos que se aprobó en octubre de 2014 para dar nuevas
ventajas a las petroleras. En este sentido prevaleció la postura de
los gobernadores.
—Nos queremos apropiar de parte de la renta
haciéndolo con Gas y Petróleo de Neuquén, que es socio de alrededor
de 70 UTE de las 150 concesiones que tiene la provincia —reivindica
Sapag.
En 2008 Repsol estaba ocupada en
transferirles las primeras acciones a los Eskenazi, pero también en
ver la forma de imitar en Argentina la revolución de los
hidrocarburos no convencionales de Estados Unidos. Así como la
tímida inversión inicial en el tight gas
había ocurrido en 2006, 2 años después comenzó a elaborar estudios
en el shale, es decir, en Vaca Muerta.
Quien llevaba adelante el plan era su director de exploración y
producción para Argentina, Bolivia y Brasil, que ahora dirige las
operaciones en el gigante verdeamarelo:
el ingeniero asturiano Tomás García Blanco. La YPF de Repsol y los
Eskenazi fue adquiriendo áreas y ganando licitaciones entre 2008 y
2011, y así sumó a su cartera de activos casi un cuarto de los
12.000 kilómetros cuadrados que ahora la petrolera estatal tiene en
Vaca Muerta (el 40% de toda la formación). Mientras tanto, la
producción convencional de la empresa caía.
A García Blanco le elogian la inquietud por
convertirse en pionero en Vaca Muerta. No es que la haya
descubierto, pero sí advirtió a sus accionistas que allí había un
gran negocio bajo tierra y los convenció de gastar en los primeros
ensayos. Sus subordinados en YPF también lo recuerdan maltratador,
característica que compartía con otros jefecillos españoles en
filiales de sus empresas en Latinoamérica. Pero lo que más irrita a
los actuales directivos de la petrolera argentina son los planes
que tenía García Blanco y su mandamás Brufau para Vaca
Muerta.
—Repsol pretendía lotear Vaca Muerta y
venderla —recuerda un alto ejecutivo de YPF que trabaja en la torre
de Puerto Madero, con vista al Río de la Plata e incluso a la costa
uruguaya en los días más diáfanos.
En una España en crisis desde 2008, Repsol
buscaba socios para explotarla.
—Todo lo que invirtió desde 2010 en
Argentina fue ahí, porque la idea era delimitar la formación, y
para eso hacía pozos exploratorios. Con eso valorizaba las
reservas, y después planeaba vender de a una las áreas, o toda YPF,
o sellar una UTE como la actual de YPF con Chevron. Después del
éxito del shale en Estados Unidos, las
petroleras comenzaron a probar suerte en otros países. Los
españoles empezaron a mirar con atención Vaca Muerta, pero no
creían que fuera viable su explotación. No estaban dispuestos a
emprender grandes inversiones, carecían del dinero para hacerlas
—cuenta el ejecutivo de la YPF renacionalizada—. Repsol sí trajo
técnicos del exterior y los juntó con los argentinos para estudiar
Vaca Muerta. Esas investigaciones habían avanzado para cuando
Cristina Fernández de Kirchner anunció la estatización. El gobierno
heredó un buen departamento de upstream
en YPF, que igual continúa contratando asesoría externa para
explotar el shale.
«YPF había adquirido muchísimo dominio
minero en ese yacimiento, ante lo cual el gobierno argentino
decidió tomar ese valor», opinó García Blanco en mayo de 2012, un
mes después de la expropiación, en una entrevista con el diario
La Voz de Galicia. Repsol y García Blanco
se enorgullecían de haber invertido 300 millones de dólares en Vaca
Muerta hasta la expropiación de 2012. En noviembre de 2014, la YPF
estatal informó que llevaba invertidos —contando el aporte de
Chevron— 2.500 millones en la misma formación.
—Vaca Muerta tiene un potencial enorme de la
mano de las nuevas explotaciones no convencionales —soltó el
mánager de Madalena Energy para Argentina, el ingeniero neuquino
Ruy Riavitz, en una presentación en 2008 ante funcionarios de su
provincia.
—¿De qué hablan? —le preguntó entonces un
geólogo del gobierno neuquino, Adolfo Giussano, quien quizá no
había sido informado por Sapag de los hallazgos durante su viaje a
Calgary.
Riavitz le explicó. No solo Repsol YPF se
hacía ilusiones con Vaca Muerta. También las pequeñas petroleras
canadienses que invierten sobre todo fuera de su país, como
Americas Petrogas y Madalena, se frotaban las manos mirando hacia
el extremo austral del continente. Esta última empresa empezó por
buscar un nombre que no estuviera registrado en la Bolsa de
Toronto, comenzó a cotizar allí y dio sus primeros pasos en 2006
con la apertura de oficinas en Argentina y Túnez, países
seleccionados para sus inversiones. Al año siguiente consiguió que
el gobierno de Sobisch le concediera tres áreas de Hidenesa: Curam
Huele, sobre las formaciones Vaca Muerta y Agrio; Cortadera, en
asociación con Apache; y Coirón Amargo, con la norteamericana Apco,
que en 2014 vendió por 427 millones de dólares sus activos
argentinos a Pluspetrol. En Coirón Amargo contrataron a Roch como
operadora.
—En ese momento veníamos con la idea de ir a
proyectos convencionales, aunque ya veíamos el potencial de Vaca
Muerta —relata Riavitz, que trabaja en unas oficinas de Puerto
Madero, a pocas cuadras de las de YPF.
Él se había formado en el ITBA, donde se
cruzaba por los pasillos con Galuccio, y también había ingresado en
la petrolera emblema de Argentina después de su privatización en
1993. Había vivido 3 años en Rincón de los Sauces, pero se terminó
yendo a fundar la subsidiaria de Madalena en el país ante la «falta
de oportunidades» que observaba en la empresa controlada por Repsol
en aquel tiempo.
—Conseguimos tres áreas con compromisos de
inversión determinados, que cumplimos con creces en todos los casos
—se ataja Riavitz, que procura negar que lo suyo sea un negocio
inmobiliario, quizá lo peor que se le pueda decir a un petrolero de
pura cepa—. En Curam Huele prometimos 3,5 millones de dólares de
inversión y pusimos 23 millones. En total en Vaca Muerta hicimos 15
pozos e invertimos casi 80 millones de dólares. Necesitamos socios
para explotarla, pero no somos una inmobliaria. Manzano y Lázaro
Báez son inmobiliarias. Nosotros tampoco usamos contactos políticos
para hacernos de los bloques.
Riavitz es el country
mánager de Madalena, que en todo el mundo emplea a 90
personas. En 2010, la firma vendió todos sus activos en Túnez para
concentrarse en Argentina. Pero 2 años después ocurrió la
nacionalización de YPF y Cristina Kirchner firmó el decreto 1.277
por el que la Nación elevaba las regulaciones al sector
hidrocarburífero, en detrimento del poder de las petroleras y las
provincias. Entonces los patrones de Riavitz optaron por reducir el
llamado «riesgo argentino» y, sin desinvertir por estos pagos,
apostaron los siguientes desembolsos a áreas en Canadá. Sin
embargo, en 2014 la avaricia le ganó al miedo y los accionistas
decidieron comprar Gran Tierra, otra empresa canadiense que operaba
en Argentina, con 11 concesiones en Salta, Río Negro y
Neuquén.
—De esas áreas, casi todo es convencional.
Lo bueno es que con eso sumamos el cash
flow (flujo de caja) necesario para invertir en shale y tight —se explaya
en su luminoso despacho—. El recurso en Vaca Muerta es importante,
eso es innegable. La pregunta es si vamos a ser capaces como país
de sacarlo.
Su pesimismo es más bien técnico, aunque
también observa otros obstáculos. Uno es la escala:
—En Estados Unidos y Canadá se trabaja como
si hubiera una fábrica de pozos, uno atrás del otro.
Uno adicional es, según él, el poder
sindical:
—Un operario argentino trabaja menos y cobra
más que uno canadiense.
Lo del salario es relativo: en Texas se gana
más que en Neuquén, pese a la anomia gremial. Tercer motivo: la
dificultad que empresas como Madalena encuentran para hallar socios
que se sumen a sus áreas.
—Todo lo que esté en Argentina es
considerado un activo tóxico en los mercados internacionales. Y
nada que haga el gobierno va a cambiar esa situación. Hasta que no
haya otra administración, nada va a cambiar.
En varios sectores económicos tienen
esperanza también en un cambio político el 10 de diciembre de 2015,
aunque no está claro que los empresarios vayan a agolparse entonces
para apostar el capital que mantienen fuera del país.
Con el argumento de ofrecer un horizonte más
extenso para la inversión a largo plazo que requieren los
hidrocarburos, Jorge Sapag impulsó durante su primer año de
gobierno (2008) una ley, la 2.615, por la que se prorrogaron de
forma anticipada todas las concesiones petroleras vigentes hasta
ese momento en Neuquén, excluida la de Loma La Lata, que ya en 2000
se había extendido hasta 2027. Las demás áreas vencían a mediados
de la década de 2010 y se prolongaron hasta la mitad de 2020. Poco
se escucharon las críticas por los beneficios que supuso a empresas
que en general reducían sus niveles de inversión, producción y
reservas. La norma fue la que creó el extracanon para las
petroleras.
—Las concesiones vencían en su mayoría en
2017 y entonces era muy difícil que se hicieran inversiones no
recuperables en tan corto plazo —recuerda Sapag el contexto de
aquella ley de 2008—. La norma se aprobó en la Legislatura con 27
de los 35 votos. Los diputados de los distintos bloques eran
conscientes de la situación que estaba viviendo Neuquén de
declinación de reservas, producción y, por lo tanto, de regalías,
de la impotencia del Estado para hacer frente a sus obligaciones en
salud, gas, educación y desarrollo de la economía.
A cambio de la prórroga, petroleras como
YPF, Petrobras, PAE, Apache o Capex pagaron en total un bono
inicial de 450 millones de dólares y un canon extraanual de 100
millones, de los cuales el 15% fue a los municipios.
La ley 2.615 también estableció que las
empresas beneficiadas por la prórroga debían reconocer en una
declaración jurada los «espacios ambientales afectados», según
explica el secretario de Ambiente neuquino, Ricardo Esquivel, que
llega tarde a la cita con sus entrevistadores, pero cargado de
bolsas con botellas de Coca-Cola y Sprite y varias docenas de
sándwiches de miga para ofrecerles. En otro de los modernos
edificios vidriados de la administración pública neuquina, vacíos
por la tarde después de una jornada laboral que se extiende de 8 a
13, Esquivel acomoda su campera azul en la silla y explica que «se
establecieron un inventario de la superficie afectada y un
cronograma de inversiones y trabajos para remediarla a lo largo del
tiempo». Las tareas de reparación comenzaron entre 2009 y 2010
según el área, cuenta el funcionario formado como técnico
químico.
Las petroleras admitieron en sus
declaraciones juradas que habían empetrolado hasta 2008 unos
250.000 metros cúbicos de suelos en Neuquén. Es decir, el
equivalente al volumen de pasto de 350 canchas de fútbol como La
Bombonera. Pero Esquivel se jacta de que, cuando comenzó la
remediación, su Secretaría descubrió que eran aún más. En 2013,
Neuquén informó que se habían reparado más de 450.000 metros
cúbicos de suelos, lo que equivalía al 40% de los daños detectados.
Es decir, se habían limpiado unas 630 canchas de Boca, pero aún
faltaban por descontaminar otras 945. Las cifras no convencen a la
diputada provincial Beatriz Kreitman, de la CC:
—Neuquén vivió del petróleo convencional,
pero también fue agredido por él. Tenemos pasivos ambientales
enormes, listados en las renegociaciones de concesiones, pero que
ahora no los remedia nadie. Hay ductos que se revientan y van los
líquidos al río Colorado.
Kreitman es quizá la más ecologista de los
diputados neuquinos. Una asesora suya integra la Asamblea
Permanente del Comahue por el Agua (APCA), que es uno de los dos
colectivos que por estas tierras se oponen al fracking. El otro, más numeroso y plural, es la
Multisectorial contra la Hidrofractura de Neuquén. En cambio,
Esquivel, el secretario de Ambiente, lleva una vida ligada al mundo
energético. Este rionegrino alto, con cara de abuelo bonachón que
viste camisa de mangas cortas y pantalón bien subido sobre el
apretado y voluminoso vientre, es oriundo de la pequeña ciudad
petrolera de Catriel, de 17.000 habitantes. Trabajó en YPF entre
1976 y 1991, cuando se hicieron los masivos despidos y retiros
voluntarios que dispuso Menem. Militante radical, pasó después al
sector público rionegrino, fue elegido presidente del Concejo
Deliberante de Catriel, diputado provincial y llegó a ser
subsecretario de Minería e Hidrocaburos del gobierno de Miguel Saiz
(2003-2011).
En diciembre de 2011, el radicalismo dejó de
gobernar Río Negro después de 28 años en el poder, y Esquivel se
mudó a Neuquén para asesorar a Sapag ante la Organización Federal
de Estados Productores de Hidrocarburos (Ofephi), en la que las
provincias juntan fuerzas frente al poder del gobierno nacional.
Después pasó a la Secretaría de Ambiente, donde también fue
ascendiendo hasta el cargo actual. Conocía a Coco, el ex ministro
de Energía de Sapag, porque estaba casado con una sobrina de su
esposa.
—Me afilié al MPN y soy un firme militante
—se define el ex radical, mientras suena la música funcional en
unas oficinas en las que solo queda el personal de limpieza a eso
de las 18.