Capítulo 9: La construcción del Valle de los Caídos. Los trabajadores penados en Cuelgamuros
1. Los Destacamentos Penales. La llegada de los trabajadores-reclusos
1. Los Destacamentos Penales. La llegada de los trabajadores-reclusos
Iniciadas las obras en el primer aniversario del final de la Guerra, el 1 de Abril de 1940, las empresas interesadas debían acudir a las oficinas de Patrimonio Nacional, en el palacio Real de Madrid, para conocer las condiciones ofertadas y exigidas. Las principales empresas que obtuvieron las contratas en el Valle, quedan relacionadas en el anterior capítulo, siendo las constructoras Rodríguez, Molán, San Román y Banús, que trazará, en un primer momento, las carreteras de acceso y de comunicación con Puentesllanos. Son estas las que mayor número de penados emplearon. Más tarde llegará, ya en 1950, como vimos, Huarte que construye la Cruz monumental.
A otra escala trabajaron allí empresas como Casas Sagarra que también empleó penados, como algunos que trataremos, y quedan también reseñadas.
En cuanto a la constitución de los Destacamentos Penales de Cuelgamuros, sabemos que las gestiones con el Patronato de Nuestra Señora de la Merced, se iniciaron, a instancias del COMNC, a mediados de 1943, procediendo a su instalación de forma inmediata. La memoria realizada por dicho Consejo, a finales de aquel mismo año, nos permite conocer aquellos primeros contactos, así como el juicio que mereció a los responsables de las obras el trabajo de aquellos penados, así como el comportamiento que observaron a su llegada:
A mediados de marzo se iniciaron gestiones cerca del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo para el establecimiento de un destacamento de penados. En principio tomamos con toda clase de reservas el establecimiento de este destacamento por ser la mayoría «peón de mano», sin contar con mano de obra especializada, pero justo es reconocer nuestro error, pues si bien al principio se limitaron a comer y pasear, al segundo mes se emplearon en trabajos de movimiento de tierras, empezando un equipo a aprender el manejo de los martillos neumáticos y, en la actualidad se emplean en toda clase de tajos, incluso en el interior de la Cripta[674].
Resulta evidente el cambio de actitud hacia los penados que se había producido por parte de los miembros del COMNC, a lo largo de aquellos primeros meses, como se comprobará de la lectura del informe en su párrafo siguiente, pero además se desmiente uno de los tópicos repetidos sobre las motivaciones de los directores de las obras para llevar allí a los reclusos; la supuesta especialización de los mismos, como sostiene, entre otros, Isaías Lafuente. No solamente no eran «mano de obra especializada», sino que, además, esa falta de especialización fue la causa inicial de las reticencias del autor del escrito hacia ellos. Eran, en su mayoría, según el mismo, «peones de mano».
Aquella desconfianza inicial, había dado paso a un apoyo manifiesto a los reclusos en su conjunto:
También es justo reconocer:
- La disciplina y conducta de la población obrera.
- Su rendimiento en la marcha de la misma [sic].
Del primer apartado tenemos pruebas bien recientes en la extinción del incendio que amenazaba la pinarada del «Robledal».
En 20 de Noviembre se efectuó la visita del Ilmo. Señor Director General de Prisiones, teniendo el agrado de escuchar la satisfacción que encontraba al observar la disciplina y orden del destacamento considerándolo como MODELO [en mayúsculas en el original] e incluso proponiendo al Patronato la redención extraordinaria de un mes a todos los penados del destacamento[675].
Comprobamos que no solamente el Consejo estaba, en aquellos primeros momentos, más que satisfecho con los resultados del Destacamento Penal de Cuelgamuros en todos los sentidos, sino que al propio Director General de Prisiones le había sorprendido —y muy favorablemente— lo que allí pudo comprobar con motivo de su visita. Tanto como para considerarlo modélico y proponer al Patronato la redención extraordinaria de un mes de condena para todos los reclusos. No dejaría de influir el informe del Regidor sobre el comportamiento de los mismos. En relación con este asunto, se conserva documentación que confirma el comportamiento heroico de los penados con motivo del incendio que menciona.
Merece la pena detenerse en este episodio, publicado por Fernando Olmeda, en su obra sobre el Valle:
Su trato [de los guardianes] hacia los penados es, en general, bueno. No hay que olvidar que unos y otros conviven a diario con la dinamita. Este «statu quo» se pondrá a prueba la noche del 7 de septiembre [de 1943], cuando se declare un incendio forestal de gran intensidad. Se solicitan voluntarios pero los obreros libres no atienden los requerimientos del jefe, César de Santiago. Treinta y tres reclusos se ofrecen de forma espontánea a participar en la extinción. Semanas después son recompensados con cien pesetas por el Consejo, aunque dos de los presos no pueden recogerlo porque ya han comenzado a beneficiarse de la libertad condicional. Se aprueba una redención extraordinaria de seis meses para los participantes directos y de dos meses para el resto. El jefe destaca por escrito la laboriosidad, disciplina y buena conducta del personal recluso[676]…
En la Memoria del Consejo, como hemos visto, se menciona, solamente, la redención extraordinaria de un mes para «todo el destacamento», pero no los seis que se concedieron, al parecer a los participantes directos en el episodio. Olmeda publica los nombres de los treinta y tres reclusos, entre los que figura uno al que trataremos más adelante: Juan Solomando Muñoz.
Se comprende que, desde el primer momento, la actitud de los responsables de las obras quedara marcada por esta primera impresión, no exenta, evidentemente, de sorpresa, que puede explicar el trato favorable hacia los reclusos que hemos podido comprobar se dio en Cuelgamuros durante los años que duraron las obras. Y por parte de más de uno de aquellos miembros del COMNC y sus subordinados, como iremos viendo, en diferentes aspectos, a lo largo de este trabajo. Los del Valle de los Caídos, fueron, con seguridad, destacamentos especiales, en relación con la mayoría, en cuanto a las condiciones de vida y también al trato que recibieron, en general, los reclusos. Es algo que reconocen incluso los autores más críticos con el sistema de la Redención de Penas o con el propio Valle.
El informe al que nos venimos refiriendo, como detalle que demostraba la rápida integración de los presos en el Valle, recoge el caso de uno de ellos, Manuel Iglesias, que, lesionado en las obras, perdía los dedos de la mano derecha, pero lamentaba más que eso, su separación del trabajo:
… trasladado a la Prisión de Yeserías, se dolía más de verse alejado de la obra que de la pérdida de sus dedos[677].
Lógicamente, el recluso lamentaba más que la amputación, el verse apartado de las obras por lo que ello representaba para él; verse privado de los beneficios del sistema de Redención de Penas, que le movieron a solicitar su traslado a Cuelgamuros, pero el redactor del informe parece querer darle una interpretación más personal. Como si lo que más lamentara aquel desdichado fuera verse apartado de una comunidad de la que ya se sentía parte integrante. Algo que tampoco podemos descartar, pero, en cualquier caso, la intención del informe es, claramente, patentizar la satisfacción del COMNC ante el resultado que, ya a los pocos meses de su instalación, estaban dando los destacamentos de penados. Subraya, eso sí, los aspectos humanos de la cuestión, ensalzando, de principio a fin, el comportamiento de los penados. Algo que avala con el testimonio de la buena impresión que habían causado al Director General de Prisiones. Pero hace constar también los efectos positivos de la incorporación de los penados sobre la marcha de las obras, en relación con la anterior situación:
En cuanto al rendimiento en la obra he de manifestar mi satisfacción al compararla con la época anterior, pero hemos de hacer un mayor esfuerzo para lo que solicito la colaboración de todos y cada uno de los señores Consejeros[678].
En conclusión, los problemas no habían hecho más que empezar, pero, afortunadamente, el sistema de Redención de Penas, en el Valle estaba dando buenos resultados. Este fue un hecho indiscutible que los miembros del Consejo, volverán a subrayar, pero que, en cualquier caso, se desprende del examen de las fuentes. Benefició a todos los implicados; contratas y Consejo de una parte, y obreros penados, de otra.
En cuanto a la excelente opinión que tenían los miembros del COMNC de aquellos primeros penados, el informe, al referirse al Poblado Obrero, vuelve a insistir:
El comportamiento de la población de penados es altamente satisfactorio[679].
En la misma caja, se conserva un informe complementario del anterior, redactado, también, por el mismo Consejo, en enero del siguiente año, en el que se aclaran algunos de los puntos que ya se trataron, en relación con los presos.
Entre otras cosas, vuelve a hablar del obrero penado, —Iglesias— que sufrió la amputación de los dedos, aclarando que fueron dos, e insistiendo en la manera rotunda en que manifestaba un dolor mayor por no poder regresar al destacamento de Cuelgamuros:
… un herido en accidente de trabajo, al que hubo de amputarle dos dedos y al preguntársele durante la operación si sentía dolores, indicó que su mayor dolor era no volver al destacamento[680].
Quería el COMNC, en este segundo informe, hacer constar que, si bien los reclusos observaron, en todo, un trato modélico, también lo fue el recibido por ellos por parte de la Dirección General de Prisiones, destacando como se había favorecido el que las familias pudieran visitarlos, aunque esa fuera la causa del brote de tifus, del que ya habían dado cuenta:
Recíprocamente el trato que reciben los presos por parte de Prisiones es de una gran consideración, habiéndose facilitado extraordinariamente las visitas de sus familias, aunque esto ha tenido como consecuencia la nota desagradable de haberse producido por contagio varios casos de tifus exantemático, iniciándose tres brotes que afortunadamente han sido aislados, estando en curso de total desaparición; de parte de la Dirección General de Sanidad (que intervino inmediatamente) hace ver que los servicios de Prisiones han funcionado de manera perfecta, procurando todos los elementos necesarios para cortar radicalmente ese brote[681].
El balance anual del Patronato de Nuestra Señora de la Merced, de 1943, relaciona, por primera vez, los destacamentos penales recién establecidos en Cuelgamuros, en la carretera y en el Monasterio, respectivamente. Dicho balance comunica al Generalísimo haber cumplido con su cometido, liquidando el problema penitenciario:
Durante este quinto periodo anual, que reseñamos, hemos cumplido el ambicioso empeño que en nuestra constitución se nos trazara, la liquidación del problema penitenciario, secuela monstruosa de un trágico periodo de vesania roja […]
El número de presos había descendido en relación con los que había en las prisiones españolas en 1940, en cerca de 30 000. Un año más tarde había descendido en otros 20 000. De la cifra de 1940 (103 000 aprox.), se había pasado a cerca de la mitad (54 000) en 1944, y ya hemos visto, en la tesis citada de Bueno Arús, el papel decisivo que, en ese descenso, había representado la redención de penas. Compárense estas cifras con las publicadas por Tario Rubio, citando a Ferri, que hablan de más de dos millones de presos en la España de posguerra.
Coincide, por último, el autor del balance, con la visión del biógrafo del padre Pérez del Pulgar en cuanto a las causas del colapso carcelario al que se enfrentaba el nuevo régimen cinco años atrás: la «vesania roja», la secuela de delincuencia que el comunismo había dejado en la zona republicana.
Es evidente, por otra parte, que el Gobierno trataba de reducir la población reclusa lo antes posible. Pero no eliminando a los presos, como se ha llegado a decir, sino facilitando, por todos los medios, su acceso a la libertad.
Domingo Rodríguez Teijeiro, en su obra reseñada, sobre el sistema penitenciario de la posguerra, recoge los cambios introducidos precisamente en torno a la fecha de llegada de los penados a Cuelgamuros:
… en caso de que un recluso caiga enfermo, los días que dure la enfermedad contabilizarán como redimidos; entre otras cosas, dará derecho a redimir: el escribir el diario de la galería, brigada o aglomeración; el confeccionar el archivo con el periódico «Redención», la escritura o copia de párrafos del catecismo u otra obra religiosa o cultural que señalen el maestro o capellán de la prisión, el escuchar con atención y aprovechamiento la lectura en común de alguna obra escogida religiosa o cultural[682]…
Poco más podía incluirse en orden a liberar rápidamente a los presos, cuando el «escuchar con atención…» se consideraba ya como una de las causas de reducción de las condenas, pero lo más significativo sobre esta cuestión, es la cita con la que concluye el mismo párrafo:
Se ordena taxativamente a los responsables de los centros penitenciarios que organicen los servicios en el interior de la prisión de tal modo que «no deje de redimir su pena ninguno de los reclusos por rebelión marxista[683]».
El autor está citando el periódico Redención, de 13 de noviembre de 1943. Como sabemos, se trata de la publicación del mismo Patronato de la Merced, que quería divulgar la nueva normativa respecto de los llamados «presos políticos», que aparecen aquí como privilegiados en relación con los «comunes». Se buscaba que todos redimieran su pena, por cualquier concepto, y lo antes posible. Hemos visto ejemplos muy evidentes de que era así al hablar de las normas aplicables a la Redención de Penas en general, que se fueron acumulando rápidamente en los primeros años, con objeto, siempre, de conseguir la puesta en libertad del preso a la mayor brevedad posible. No querían exterminarlos, sino que se pudieran incorporar a la sociedad cuanto antes.
En este designio evidente, se encuentra, además, la causa de los múltiples indultos que se les irán aplicando, así como de la redención cada vez más extensa de sus penas por día trabajado. La llegada de los presos al Valle, y su trabajo allí, a partir de 1943, se organiza mediante la colaboración entre empresas, Consejo de las Obras, y el Patronato de Nuestra Señora de la Merced a quien las constructoras debían solicitar los trabajadores penados. El Patronato los seleccionaba y controlaba las condiciones en que desarrollaban su trabajo, introduciendo mejoras sociales que solo les afectaban a ellos como veremos, hasta que llegue la equiparación total con los trabajadores libres.
Indiscutiblemente, en contra de lo que tan repetidamente se ha publicado, los penados que trabajaron en las obras del Valle de los Caídos no lo hicieron en cumplimiento de hipotéticas condenas a trabajos forzados. Llegaron allí después de solicitarlo, acogiéndose al sistema de redención de penas. La documentación que lo prueba es concluyente y está publicada. No puede negarse, objetivamente, que fuera así. Sueiro aporta, además, los testimonios de los antiguos penados que entrevistó, y lo confirman sin lugar a dudas.
Daniel Sueiro recogió, en su libro, varios testimonios concluyentes: El que fuera trabajador penado Teodoro García Cañas, dice sobre su llegada al Valle:
Nos formaron en el patio y pasó (Don Juan Banús) en compañía de un guardián y de un oficial; y todo el que estaba sentenciado en firme daba un paso al frente. Los ordenanzas ya dijeron que era para salir a trabajar, que íbamos a estar muy bien, y el que quiso dio un paso al frente[684].
Al mismo autor, le manifestó en 1976, Jesús Cantelar Canales otro de los antiguos penados que trabajó en el Valle, lo siguiente:
Yo tuve que hacer una instancia y mandarla al Ministerio de Justicia, al Patronato que había de Redención de Penas, y si era aprobada, me mandaban al destacamento solicitado; si no, no podía salir de la prisión. Aunque quisiera trabajar si no hacía esa instancia y me la aprobaban no podía salir.
Allí lo que pasaba, a mí como a casi todos es que trabajando seis u ocho años sabías que tenías la libertad asegurada[685]
Así nos lo confirmó Ángel Cereceda, hablando de lo trabajadores del Destacamento de Molán donde según él les contabilizaban a efectos de redención —a todos los penados por igual—, seis días de condena por día trabajado[686] sin que podamos establecer si se tenía en cuenta la clasificación realizada por el ministerio de Justicia según el comportamiento de los penados. De haberse tenido en cuenta, deberíamos concluir que todos los integrados en dicho destacamento fueron considerados como «excelentes» a no ser que ya se les concedieran a todos los reclusos trabajadores los máximos beneficios. Debe tenerse en cuenta, por otra parte, que al cumplir las 3/4 partes de su condena podían solicitar la libertad condicional[687]. Así, se entiende la rapidez con la que alcanzaban la libertad como una de las razones principales para solicitar el traslado a Cuelgamuros.
Don Ángel Lausín contó, a su vez:
Sí, primero me depuraron y tal y después me tuve que marchar allí, a Cuelgamuros; tuve esa oportunidad, salí de la cárcel y me fui allí[688].
Don Luis Orejas lo explicó con más rotundidad a Sueiro que resumía así la urgencia del practicante:
Cuando llega a Cuelgamuros ya está allí Lausín, a pesar de que se ha dado toda la prisa posible por acogerse a este régimen penitenciario[689].
Confirmando los anteriores testimonios, veamos el de Don Gonzalo de Córdoba:
[…] vinieron un día a mí y me dijeron: «Oye, ¿quieres ir como trabajador al Valle de los Caídos?». Yo no tenía noción de lo que era eso. Pero ya tenía cinco hijos, y daban una pequeña gratificación de cuatro pesetas al día, que para mí era mucho. Dije que sí[690].
A Don Gonzalo de Córdoba le vino a buscar el encargado general de San Román —«[…] un tal Don Rodrigo […]»— por ser maestro nacional para que se ocupara de la escuela que se proyectaba funcionara en el Valle.
Don Eduardo Sáez de Aranaz, Coronel de Infantería del ejército republicano, confirma la regla, en cuanto al procedimiento por el que llegó al Valle, como recluso, acogido a la redención de penas:
Lo de Cuelgamuros lo pedí yo, porque me decían que se acortaba el tiempo de estancia en la cárcel[691].
Y no cabe duda de que así era. Luego, lo pedían; y algunos con recomendación de por medio, como el famoso caso de Sánchez-Albornoz y el, menos conocido, de Juan Tellería, publicado por Fernando Olmeda, que llegó al Valle gracias a la recomendación de Pedro Muguruza:
Muguruza no se olvida de sus paisanos vascos… Interviene, por ejemplo, para lograr el traslado de Juan Tellería Astaburuaga hijo del compositor del «Cara al Sol», porque su madre es guipuzcoana. Condenado a veinte años por un delito de rebelión militar, redime condena como encargado de paquetes y economato, en la Prisión-escuela de Yeserías (Madrid), y a finales de 1947 es trasladado a Cuelgamuros donde será asignado al cómodo destino de escribiente[692].
Destino privilegiado el de Tellería, muy similar al del otro penado «recomendado» que citábamos antes; Sánchez-Albornoz, y al de otro de los presos más conocidos del Valle; Gregorio Peces-Barba del Brío —también citado por Olmeda— que llegó allí avalado, entre otros, por el director de la prisión de Conde de Peñalver.
Otro penado que pudo llegar al Valle mediante recomendación fue el comunista Nilamón Toral, como el también recluso Miguel Rodríguez contó a Fernando Olmeda:
Al día siguiente de la llegada de Rodríguez, se produce un incendio en la ermita. Se atribuye a la presencia de Nilamón Toral, de conocida trayectoria comunista, que ha sido destinado a Cuelgamuros unas horas antes por mediación de su hermano, barbero en Yeserías[693].
Otro testimonio coincidente con lo anterior es el de Ángel Cereceda, que manifiesta, en relación con los reclusos, que «Llegar allí era difícil porque había mucha demanda», y recuerda que su padre[694] influyó para llevar a Cuelgamuros a un preso de Yeserías[695]. Puede considerarse un hecho probado que los penados que trabajaron en el Valle, lo habían solicitado, dándose el caso de que al menos parte de ellos precisaron recomendación para conseguirlo. Es esta, por tanto, una de las conclusiones de esta tesis: ni eran trabajadores forzosos ni se les puede considerar esclavos en modo alguno.
Donde sí que se esclavizaba a miles de ciudadanos por aquella época, era en la Unión Soviética. Secundino Serrano dice al respecto:
El estalinismo fue una época en que lo heroico dio paso a lo contable y la épica leninista fue desplazada por el trabajo… Anne Applebaum apunta que incluso las purgas de la década de 1930 no tenían como objetivo castigar a potenciales o presuntos enemigos «sino satisfacer el deseo de Stalin de trabajo esclavo». El trabajo forzado aceleró de manera exponencial la industrialización soviética, e hizo factible el nuevo lugar de Rusia en el mundo[696].
Dicho de otro modo, en la Unión Soviética no era necesario delinquir para terminar siendo esclavo del Estado. Las purgas fueron un vehículo adecuado para conseguir trabajadores forzados, llevados a los campos con el único fin de «acelerar la industrialización». Sin embargo, los mismos que comparan a Franco con los faraones, olvidan, sistemáticamente, establecer una comparación similar con el dictador soviético.
Siendo así que hay mucho más que añadir. En 1940, a punto de iniciarse las obras del Valle de los Caídos, en la Unión Soviética se promulgaba una ley que castigaba el bajo rendimiento de los trabajadores con la pena de trabajos forzados. Una de los comportamientos tipificados, era, simplemente, el de retrasarse en el trabajo:
El 24 de junio de 1940 se promulgó una ley que prohibía abandonar el trabajo sin autorización, y convirtió tanto los retrasos como la haraganería en delitos que podían ser castigados con seis meses de trabajo correctivo y una reducción salarial del 25%: una norma que no fue derogada hasta el 25 de abril de 1956[697].
Para entonces, desde hacía seis años, como mínimo, todos los trabajadores del Valle eran libres. Pero volviendo a Rusia, y la aplicación allí de los trabajos forzados: no solamente las purgas, el bajo rendimiento laboral era también un pretexto para convertir en esclavos «legalmente» a lo ciudadanos soviéticos. Pero es un hecho ignorado, al parecer, por los detractores del franquismo y del sistema de Redención de Penas. En cambio, aunque desapareciera, por su peso, hace más de veinte años, un elocuente silencio continúa envolviendo su historia. Los esclavos del Estado, podemos concluir, estaban allí. Lo eran todos sus ciudadanos. La izquierda europea, que condena el franquismo, no hace lo propio con las dictaduras comunistas, cuyo modelo y origen se encontraban en la Unión Soviética. Uno de los mayores fracasos, por cierto, de la Historia Universal.
2. El número de trabajadores penados; oscilaciones y cifras aproximadas
2. El número de trabajadores penados; oscilaciones y cifras aproximadas
Llegamos a otro de los mitos, uno de los más repetidos, sobre los penados que trabajaron en Cuelgamuros: el del número, que se ha querido elevar hasta los 20 000, convirtiendo dicha cifra en algo ya comúnmente aceptado por los difusores de la deformada visión del Valle, desde la mayoría de los medios de comunicación, que han representado un papel decisivo en la creación del mito. Un ejemplo reciente de dicha manipulación, lo constituye la emisión del programa televisivo «La Noria» de Tele 5, emitido el 12 de febrero de 2012, donde el presentador repitió, varias veces, la famosa cifra sin que los contertulios objetasen nada en contra. Incluyendo a los que defendían la permanencia del monumento. Parece haberse cumplido la máxima de que «una mentira repetida mil veces, acaba por convertirse en una verdad[698]». De modo, que, a estas alturas, ya se invoca, como «incuestionable», la famosa cifra.
Durante los primeros años, como veremos, los problemas de aprovisionamiento, hicieron imposible el instalar en el Valle a un número suficiente de trabajadores como para imprimir a los trabajos un ritmo adecuado. En ocasiones, no llegaron a pasar de 70 los obreros que participaban en la construcción, llegando a ser 750 a finales de 1943, año de la llegada de los penados a Cuelgamuros, como sabemos por la memoria realizada, aquel año, por el COMNC, a la que nos referiremos al tratar de la alimentación[699]. Curiosamente, es una cifra muy similar a la del total de trabajadores que allí se encontraban en 1950, como hemos tenido ocasión de comprobar documentalmente. A lo largo de esos trece años, y también después, se producen oscilaciones, tanto en el número como en el porcentaje entre libres y penados, sin que el total llegara nunca a aproximarse siquiera a la séptima parte de la mítica y repetida cifra.
Veremos, a continuación, una parte de la abundante documentación que la desmiente.
En la mencionada memoria del Patronato de Nuestra Señora de la Merced de 1943, se desglosa el número de penados que trabajaban en los tres destacamentos de Cuelgamuros:
- En la carretera trabajaban 125.
- En el Monasterio 140.
- En el tercer destacamento 250[700].
Un total de 515 penados trabajaban, por tanto, en el Monumento Nacional a los Caídos, que se unirían a los trabajadores libres que ya se encontraban allí, aumentando considerablemente la cifra total. El 22 de enero de 1943, la Comisaría General de Abastecimientos se dirige al Consejero Gerente del Monumento a los Caídos aceptando entregarle una cartilla colectiva para los 300 obreros que trabajan en el Valle […][701]. Por la fecha sabemos que eran trabajadores libres, procedentes muchos de ellos de los pueblos de los alrededores: Guadarrama, Peguerinos, El Escorial…
En enero no habían llegado los reclusos, luego esos 300 obreros para los que se entregaba la cartilla colectiva, eran libres. Ese mismo año empiezan a llegar los penados al Valle a petición de las empresas que debían solicitarlo al Patronato de Nuestra Señora de la Merced. El dato lo proporciona Juan Blanco[702]. Es el mismo autor quien facilita un balance sobre el número de penados que llegaron a trabajar en el Valle:
[…] en la construcción del Monumento Nacional a los Caídos […] trabajaron un número de penados que no llega a 2500, en el período entre mayo de 1943 y comienzos de 1950[703].
Según Redención, el número más alto de penados en los destacamentos de Cuelgamuros había llegado a ser de 800, aunque, según la misma información, en el momento de publicar ese dato, —julio de 1947— eran ya solamente 295[704]. Veremos que, según demuestra la documentación estudiada y aportada[705] por el autor de esta tesis, un año más tarde el número había aumentado considerablemente.
La cifra más alta de penados en el Valle en un momento dado, recogida por Juan Blanco en su libro es de 515, a 31 de diciembre de 1943[706]. Es la cifra que, como veíamos más arriba, proporcionaba la Memoria del Patronato de la Merced en 1943, y que, efectivamente, podría no haber sido nunca superada, a juzgar por la documentación examinada, sin poderlo confirmar a falta del total de las declaraciones de las empresas, a lo largo de todos los años que duraron las obras. Solamente hemos podido encontrar, como veremos, las de 1948. En línea con las estimaciones anteriores, el COMNC, en diciembre de 1943, proporciona la cifra total de 500 penados trabajando en las obras a su cargo[707]. Claro que al no estar hablando del suministro sino de la vigilancia dentro del Valle, pudo redondear, sin más, la cifra, que como podemos ver, coincide casi exactamente con la facilitada por el PCRP ese mismo año.
Volviendo al cómputo global de trabajadores —libres y penados— la cifra de 300, dos años más tarde, como veremos, se había triplicado ampliamente hasta llegar a alcanzar la de 1097, en marzo de 1947. Teniendo en cuenta que en el mes de julio del mismo año, los penados eran solamente 295, comprobamos que los libres, en ese momento, les triplicaban en número.
En el Archivo del Palacio Real[708] se custodia un escrito de don Juan Banús (hermano de José), dirigido al Consejo de las Obras que tiene un valor extraordinario ya que revela distintos aspectos relacionados con los penados en una fecha tan temprana como diciembre de 1944, el año siguiente a la llegada de los primeros reclusos.
Al referirme a los salarios trataré mas detalladamente dicho escrito que suministra datos de gran interés, y demuestra que trabajadores libres y penados cobraban un jornal idéntico, en función de su categoría profesional y del «tajo» en el que estuvieran empleados en cada momento. Veremos, incluso, más adelante, como algunos desfases salariales eran suplidos en las nóminas a base de «gratificaciones» a los penados que les igualaban a los libres cuando no les hacían percibir mayores cantidades que estos. También claro está, en función de categoría y tipo de trabajo.
Dice Banús que el número de obreros ha tenido muchas fluctuaciones y considera imprescindible considerar una media de todas las variaciones que han existido. El tipo medio es el siguiente:
- Obreros penados: 210
- Obreros libres: 30[709]
Se refiere, solamente, a su contrata, por lo que son datos que tienen un valor relativo, pero posteriormente y para años sucesivos tenemos una documentación precisa del número de obreros, desglosados por empresas.
Se trata de las relaciones de obreros que, como vimos, las contratas debían entregar al COMNC para que las hiciera llegar al Gobernador Civil de Madrid a fin de que se sirva ordenar los vales relativos al suministro de víveres.
A fin de cumplir con lo establecido por la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, el Consejero Gerente, ya en 1948, se dirige a las contratas del Valle, reiterando la obligación de presentar, por duplicado, sus declaraciones mensuales en determinados plazos:
Para dar cumplimiento a lo ordenado por la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes ruego V. S. que las relaciones de suministro de víveres sean enviadas a este Consejo por duplicado.
A la vez encarezco tomen nota para que en lo sucesivo se encuentren las referidas relaciones en las oficinas de este Consejo todos los meses dentro de sus 5 primeros días.
El Consejero Gerente
2 de Enero de 1949[710]
Como sabemos, la obligación de realizar estas comunicaciones, venía de atrás, y nos permite seguir, con bastante aproximación, los movimientos de trabajadores en las distintas contratas, a lo largo de todos los años en que redimieron penas allí los reclusos de los Destacamentos Penales de Cuelgamuros, hasta su indulto final, en 1950.
En diciembre de 1943, las empresas hacían llegar al Consejo las siguientes relaciones:
San Román: 340 raciones
Molán: 161 raciones
Banús: 155 raciones
Rodríguez: 23 raciones
TOTAL: 679 raciones[711]
De esos 679 trabajadores, como vimos antes, por la relación del Patronato de Nuestra Señora de la Merced, 515 eran penados, llegados al Valle, como sabemos, en ese mismo año.
Comparando estas cifras con las que facilitaba Banús, un año después, vemos que sus trabajadores, en Cuelgamuros, habían pasado de 155 a 240, con la proporción de penados que veíamos. Se deduce que el gran aumento de aquel año, se debe a la llegada de trabajadores reclusos. En julio de 1945, le hacían llegar la siguiente relación de trabajadores por empresa:
San Román: 353 raciones
Banús: 344 raciones
Molán: 162 raciones
Rodríguez: 120 raciones
TOTAL: 979 raciones[712]
El total de trabajadores en los meses siguientes de aquel año fue como sigue:
En enero de 1946 la proporción de trabajadores por empresa no había variado; San Román empleaba a más trabajadores que Banús, muy por encima ambas del número de empleados de las otras dos contratas:
San Román: 406 raciones
Banús: 328 raciones
Molán: 183 raciones
Rodríguez: 129 raciones
TOTAL: 1046 raciones[714]
La relación de este año continúa (en número total de empleados).
Febrero: 1085
Marzo: 1097
Abril: 1080
Mayo: 1048
Junio: 1057
Julio: 1026
Agosto: 1059
Septiembre: 1018
Octubre: 1107
Noviembre: 1165
Diciembre: 1063[715]
En 1947 las cifras son similares:
Enero: 1009
Febrero: 1014
Marzo: 1011
Abril: 1006
Mayo: 1029
Junio: 1177
Julio: 1139
Agosto: 1158
Septiembre: 1167
Octubre: 1174
Noviembre: 1027[716]
Se conservan, detalladas, todas las relaciones de obreros del año 1948. En enero se repartían de la siguiente manera:
San Román: 444 raciones
Banús: 279 raciones
Molán: 153 raciones
Rodríguez: 154 raciones
TOTAL: 1030 raciones[717]
En febrero, disminuía el total en 14 personas:
San Román: 442 raciones
Banús: 319 raciones
Molán: 133 raciones
Rodríguez: 122 raciones
TOTAL: 1016 raciones[718]
El total, en marzo disminuía en 11 personas:
San Román: 431 raciones
Banús: 311 raciones
Molán: 162 raciones
Rodríguez: 101 raciones
TOTAL: 1005 raciones[719]
En abril:
San Román: 438 raciones
Banús: 305 raciones
Molán: 211 raciones
Rodríguez: 140 raciones
TOTAL: 1094 raciones
En mayo se registra una subida considerable:
San Román: 439 raciones
Banús: 310 raciones
Molán: 244 raciones
Rodríguez: 190 raciones
TOTAL: 1183 raciones
En junio de 1948, el COMNC, trasladaba, una vez más, al Jefe de Abastecimientos de Madrid, la siguiente relación de obreros en cada contrata:
San Román: 440 raciones
Banús: 305 raciones
Molán: 244 raciones
Rodríguez: 198 raciones
TOTAL: 1097 raciones[720]
En julio, el número de trabajadores había aumentado de la siguiente manera:
San Román: 430 raciones
Banús: 298 raciones
Molán: 234 raciones
Rodríguez: 202 raciones
TOTAL: 1164 raciones[721]
En noviembre de ese año, —1948— seguían aumentando:
San Román: 443 raciones
Banús: 368 raciones
Molán: 312 raciones
Rodríguez: 155 raciones
TOTAL: 1278 raciones[722]
El siguiente mes, —diciembre de 1948— la composición era muy similar:
San Román: 429 raciones
Banús: 370 raciones
Molán: 312 raciones
Rodríguez: 158 raciones
TOTAL: 1259 raciones[723]
En relación al año anterior se registra un aumento, sobre el total, en torno a los doscientos trabajadores.
Dos años más tarde, en septiembre de 1950, el número había descendido, aproximadamente, en unos 240, como manifiesta el Consejero Gerente:
A los efectos de reclamación a la Comisaría de Abastecimientos de las raciones correspondientes al personal que trabaja en estas Obras, adjunto tengo el honor de remitir a V. I. relación de las distintas Empresas que, en suma, arrojan un total de 728 obreros[724].
En noviembre, el número de obreros había descendido a 713. De estos, según don Diego Méndez, solo 46 eran penados. Es de suponer que se refiere a la fecha de su llegada a la dirección de las obras, en 1950, ya que realiza una afirmación tan precisa:
De ellos solamente 46 eran personas que redimían, por el trabajo, anteriores sanciones[725].
Atribuye Méndez a su propia mediación, la concesión que Franco otorgó a los últimos penados que allí trabajaban, de la libertad provisional primeramente, y de la definitiva muy poco después:
Yo le pedí a Franco que los dejara en libertad, porque es que parecía […]; estar allí unos penados y la demás gente libre […] y él me dijo que sí, que nada, que los dejáramos en libertad […] Entonces con estas cosas jurídicas […] hubo que dejarlos solamente en libertad provisional. Tenían que ir todos los meses al Juzgado de El Escorial, hasta que pasaba determinado tiempo […] a ellos esto les molestaba también mucho, y pidieron ya si podían librarse de esto. Se lo dije al Generalísimo en una visita. Pues nada, sí, que los dejen en libertad a todos[726].
Efectivamente, encontramos, entre la documentación de San Román, relativa a ese año, las bajas de todo el personal penado de su empresa:
Han sido BAJAS durante el mes de Marzo todo el personal recluso que prestaba servicio en el Destacamento Penal de Cuelgamuros.
Madrid 31 de Marzo de 1950[727]
El documento va grapado a la relación de personal libre que causaba baja aquel mes, último en el que se establecía distinción entre unos y otros, lo que se mantiene a partir de entonces. La contrata comunica altas y bajas de sus trabajadores, sin especificar su condición, a partir de abril.
La baja colectiva de todos los reclusos, en marzo de aquel año, confirma, indudablemente, el relato del último arquitecto-jefe de las obras.
A partir de 1950, eran, por tanto, todos libres. Las referencias a los trabajadores no distinguirán, en adelante, entre unos y otros, aunque, insistimos en el hecho de que frecuentemente, tampoco lo hacían con anterioridad, salvo en las nóminas. Y no siempre.
Isaías Lafuente, en su obra sobre el Valle, ignora la participación de Méndez en la concesión de libertad a los últimos presos de Cuelgamuros, atribuyendo la misma simplemente a la desaparición de algunas de las empresas, como si, sencillamente, las nuevas —es decir, Huarte, principalmente— hubieran preferido contratar personal libre:
… el relevo se produce y la llegada del nuevo arquitecto, Diego Méndez, conlleva la sustitución de algunas empresas constructoras y la desaparición de los presos como trabajadores en las obras del monumento. Una desaparición relativa, ya que muchos de los trabajadores «libres» que permanecen en el Valle de los Caídos son en realidad antiguos presos en libertad condicional que han de presentarse todos los meses en el cuartel de la Guardia Civil de El Escorial para convalidar su situación[728].
Aunque el autor conoce y cita la obra de Sueiro, silencia la versión que le transmitió el arquitecto; la petición de Méndez a Franco para que concediese la libertad a los últimos reclusos, inmediatamente atendida, por cierto. Además, tendría que saber que, si bien es cierto que la mayoría permanecieron en el Valle, lo hicieron, muy pronto, en plena libertad. La condicional también se había suprimido.
De manera harto sospechosa, brinda su personal interpretación de los hechos e intenciones de Franco:
Seguramente Franco no quería que fueran los destacamentos penales que construían su tumba los últimos en cerrarse[729].
Partiendo del presupuesto, insostenible, de que Franco hubiera organizado todo aquello para construirse una tumba faraónica, da por hecho que, además, querría estar protegiendo su imagen ante la posteridad, al eliminar los destacamentos penales de Cuelgamuros antes de que desaparecieran definitivamente los últimos que quedaban. Es absurdo pensar que dichos cálculos estuvieran en la mente de Franco, como resulta más que discutible que ni siquiera hubiera pensado en enterrarse allí.
De todas formas, la cuestión del número de trabajadores, —libres o penados— en Cuelgamuros, aunque se ha convertido en uno de los principales argumentos en contra del Valle de los Caídos, no resulta solamente discutible, sino absurda. Como señalaremos en las conclusiones, no es eso lo importante, sino el porqué llegaron allí, y lo que significó para ellos.
3. Los listados nominales de presos de las empresas Banús, Molán, y San Román. Un balance de 1948
3. Los listados nominales de presos de las empresas Banús, Molán, y San Román. Un balance de 1948
Gracias a las comunicaciones de las empresas San Román, Rodríguez, Banús y Molán, a efectos de suministro de víveres, conocemos el número exacto de penados que trabajaron en dichas contratas entre los meses de enero a noviembre de 1948.
Se dirigen, como era habitual, al Consejero Gerente del COMNC, y van firmadas y selladas por la empresa, en el caso de Molán, con el siguiente texto:
Relación nominal del personal que durante el pasado mes de marzo, trabajó en las obras del Monasterio y las declaraciones del reparto de los víveres recibidos. Acompañamos el pedido para el mes de la fecha.
Sin otro particular[730].
Vamos viendo así, el número exacto de obreros —con sus nombres— libres y penados, empleados en esta contrata durante el mes de enero:
- Libres: 65
- Penados: 85
Descontamos del número de los últimos a los funcionarios [de prisiones] que, en número de tres, encabezan siempre las relaciones, y vemos como a comienzos de año la proporción de penados era mucho mayor, acercándose en febrero:
- Libres: 74
- Penados: 85
Sin embargo, en marzo la situación había dado un vuelco; no solamente aparecen muchos más trabajadores, sino que los libres pasan a ser algo más numerosos:
- Libres: 106
- Penados: 102
Existía casi paridad entre ambos, pero la proporción varía a lo largo de los meses:
Relación nominal de los funcionarios y penados que prestan sus servicios en las Obras del Monasterio-cuartel para el Monumento Nacional a los Caídos.
Empresa E. y C. Molán S. A.
1 de Abril de 1948.
Al pie de la relación, certifica el Presidente de la empresa, —Antonio Caro Sánchez— la veracidad de la declaración, incluyendo en el número exacto del segundo listado, como siempre, a los funcionarios junto a los penados, lo que daba un total de 105 nombres. Son los mismos que el mes anterior tanto unos como otros.
En mayo, aumenta tanto el número de libres como el de penados, al que se siguen sumando los nombres de los tres funcionarios que hay que descontar, siendo, respectivamente:
- Libres: 126
- Penados: 115[731]
Nuevamente, como todos los meses, certifica la empresa:
Antonio Caro Sánchez, como Presidente de Estudios y Construcciones Molán S. A. CERTIFICO:
Que los 118 funcionarios y penados que comprende la adjunta relación nominal, prestan sus servicios en estas Obras del Monasterio-cuartel para el Monumento Nacional a los Caídos.
6 de Mayo de 1948[732].
En junio se mantiene idéntica la relación, pero al mes siguiente, los penados han bajado casi hasta igualar el número de Marzo y Abril, aunque se mantiene el de libres. Con fecha de 7 de julio, recibe el COMNC, la siguiente declaración certificada:
- Libres: 126
- Penados: 105
En agosto se invierte la proporción; disminuyen, sensiblemente, los libres, y casi se mantienen los penados, que son solamente dos menos que en la relación anterior:
- Libres: 97
- Penados: 103[733]
En octubre, vuelve a invertirse la proporción; muchos más libres que penados:
- Libres: 158
- Penados: 129
Vuelven a equiparse en noviembre:
- Libres: 157
- Penados: 152[734]
Son listados del mayor interés para conocer el número aproximado de trabajadores penados en Cuelgamuros, así como su proporción con los libres. Se debe tener en cuenta que en 1948, las obras se encontraban en plena actividad, y aunque correspondan a una misma empresa, también hay que destacar que se trataba de una de las principales contratas del Valle. Pero disponemos de los datos, conservados en la misma caja, de Banús, San Román y Rodríguez. Es decir, las otras tres grandes contratas de Cuelgamuros, en aquellos momentos, antes de la llegada de Huarte. Podemos, por tanto, hacer un cómputo exacto de los penados del Valle a lo largo de casi todo el año, por lo que iremos comparando las declaraciones de cada empresa mes a mes.
Banús, que realizaba en ese momento, las obras de la carretera de acceso, facilitaba las siguientes relaciones —también nominadas— de sus trabajadores, a lo largo del mismo año:
En enero:
- Libres: 135
- Penados: 144[735]
Vemos que Banús tenía un número de trabajadores en el Valle muy superior al de San Román ese mismo mes. Cerca del doble de penados que la otra empresa, que empleaba a 85.
En febrero:
- Libres: 136
- Penados: 183[736]
Mientras se mantiene casi igual el número de libres, el de los penados aumenta en 39, hasta llegar a 183. En Molán seguían siendo 85.
En marzo:
- Libres: 136
- Penados: 175
El número de los libres se mantiene invariable, mientras el de los penados disminuye en 8, en relación con el mes anterior, pero sigue siendo superior al de los empleados en Molán, que aquel mes eran 102.
En abril:
- Libres: 133
- Penados: 172
Se mantienen muy similares, el número y la proporción entre libres y penados, siempre mayores que en Molán en el mismo período.
En mayo:
- Libres: 136
- Penados: 173
No hay grandes cambios y sigue habiendo más penados que en Molán, donde eran, aquel mes, 115.
En julio:
- Libres: 133
- Penados: 165[737]
En septiembre, cifras similares, siendo los penados 162, pero en la declaración del mes siguiente, se dispara su número, alcanzando el mayor porcentaje de reclusos:
En octubre:
- Libres: 150
- Penados: 218[738]
Aquel mes, Molán empleaba a 129 penados, por lo que se alcanza el mayor número de reclusos de todo el año; 347, entre las dos empresas.
Pero, tenemos que considerar también las declaraciones de San Román sobre el personal libre y penado que empleaba por aquella época, conservadas en la misma caja, como las de las otras empresas, mes a mes, durante todo el año 1948[739].
En enero, San Román, declara por tanto, las siguientes cifras, de trabajadores a su servicio:
- Libres: 272
- Penados: 146[740]
En marzo, se mantenía el número de reclusos, pero disminuía el de libres:
- Libres: 259
- Penados: 146
En abril, casi las mismas cifras, manteniéndose idéntica la de penados a la de meses anteriores:
- Libres: 254
- Penados: 146
Aumentaban ligeramente, ambos grupos en los dos meses siguientes, siendo en junio:
- Libres: 260
- Penados: 153[741]
En julio disminuyen los libres, pero se mantienen los reclusos:
- Libres: 251
- Penados: 153[742]
Casi los mismos, en agosto:
- Libres: 250
- Penados: 153
En octubre aumentan los penados en 13 hombres mas, mientras los libres lo hacen en 5:
- Libres: 255
- Penados: 166
Las cifras son las mismas en noviembre para los dos grupos, mientras que en diciembre se mantiene la de reclusos, pero disminuye la de libres:
- Libres: 237
- Penados: 166[743]
Las otras relaciones son ya de 1949 y 1950.
Resumiendo, en mayo de 1948, San Román declara tener empleados, en total, a 259 trabajadores en Cuelgamuros, de los que 153 son penados, lo que significa que, entre las tres contratas, reunían a 443 penados, número muy por debajo de la cifra de 515, tomada como referencia. Pero, en octubre los penados empleados por San Román aumentaban hasta llegar a la cifra de 166 que se mantiene hasta enero del siguiente año, del que ya no se conservan listados. Con ese aumento, se llegaba a un total de 513 penados documentados, trabajando en las obras al mismo tiempo. Sin embargo, Fernando Olmeda, para ese mismo año, publica cifras de penados inferiores:
Comienza 1948 con 258 penados en Cuelgamuros: 151 en la carretera, 84 en el monasterio y 23 en el monumento[744].
Pero, repasemos las cifras de penados que declaraban las empresas en aquel mes de enero:
Lo que significa que, realmente, había 366 penados, sin contar con los de Rodríguez, caso de que los tuviera. Como mínimo, pues, hablamos de una diferencia de 108 penados menos, según el cómputo de Olmeda, autor no nada favorable al Valle. Y citaba los datos de la memoria del Patronato de la Redención de Penas. Según Olmeda doce meses después, eran 370, cifra, en cambio, muy próxima a la que hemos comprobado a principio de año, sin que podamos contrastarla con las de enero del año siguiente.
Porque, en enero de 1949, disponemos solamente del número de penados de San Román, 166, cifra que ya no podemos sumar a las de Banús y Molán por carecer de sus declaraciones de ese año.
Pero en marzo de 1950, último mes en el que trabajaron reclusos en el Valle, San Román declara las siguientes cifras, de trabajadores a su cargo:
- Libres: 271
- Penados: 185[746]
Por supuesto, se trata ya de una simple especulación, pero suponiendo que las otras empresas mantuvieran, en ese momento, sus cifras más elevadas de penados —los 347 de octubre de 1948— se alcanzaría el número de 532, ligeramente superior a la de Juan Blanco, pero siempre inferior, en varios millares, a las que la demagogia viene sosteniendo. Y estas son las cifras que reflejan las fuentes primarias.
Sin embargo, Fernando Olmeda publica una cifra muy superior, tomada de Redención, relativa a 1947: en Cuelgamuros, según la revista, «ha llegado a haber 800 penados[747]». No decía en qué fecha se habrían reunido tantos, pero sí daba una cifra concreta de cuantos reclusos había en aquel momento; julio de 1947: 295[748]. Dos años antes, según el mismo autor, que cita la Memoria del PCRP de 1945, se empleaban en Cuelgamuros, como media del año, de 400 a 450 penados, mientras que un año más tarde trabajaban allí 327.
Volviendo a la documentación del APRM, incluimos, a título informativo, otras relaciones de obreros trabajando en aquellos años, sin que podamos sacar conclusiones fiables sobre la proporción entre libres y penados, al no hacer constar en las mismas ninguna distinción, lo que podría significar que eran todos libres. Se trata de los listados de la empresa Rodríguez, (contrata de Manuel Rodríguez Crisogno) entre los meses de diciembre de 1947 y diciembre de 1948, por las que sabemos cuantos obreros empleaba esta contrata en el Valle[749]:
Diciembre de 1947: 152
Enero de 1948: 154
A partir de aquí, durante los siguientes meses de 1948:
Febrero: 122
Abril: 140
Mayo: 190
Julio: 202
Agosto: 168
Octubre: 164
Noviembre: 154
Diciembre: 158[750]
Volvemos a encontrar listados de Molán del año siguiente, sin que podamos ya compararlos con los de otras empresas por no conservarse en este fondo las del mismo periodo.
E. y C. Molán S. A., a lo largo de 1949, comunica relaciones similares a las de los últimos meses del año anterior. El 30 de diciembre de 1948, comunica al COMNC:
Relación nominal de los obreros libres que prestan sus servicios en las obras del Monasterio-Cuartel para el Monumento Nacional a los Caídos
SELLO DE ENTRADA 30 de Diciembre de 1948[751].
Cumplía así con lo establecido por la Delegación de Abastecimientos sobre los días en que debían hacer llegar al COMNC sus relaciones de personal cada una de las contratas; el 30 o 31 de cada mes. Y comunicaba las siguientes cifras:
- Libres: 108
- Penados: 144[752]
En enero de 1949, comunicaba relaciones de cada uno de los grupos, debiendo tener en cuenta que, en el listado de los penados, descontamos a los cuatro funcionarios que siempre se incluyen:
- Libres: 157
- Penados: 155
En las relaciones de marzo, comunica:
- Libres: 149
- Penados: 132
En abril, las relaciones apenas cambian; un penado más que el mes anterior, y se mantienen los libres:
- Libres: 149
- Penados: 133
En mayo, disminuye sensiblemente el número de libres, pero se mantiene casi igual el de los penados:
- Libres: 115
- Penados: 131[753]
En julio seguían siendo 131 penados, y casi los mismos libres; 113. Las mismas cifras que el mes anterior, y muy parecidas a las de agosto, en que fueron:
- Libres: 113
- Penados: 153[754]
Se mantienen casi iguales en septiembre, pero en octubre, el número de penados disminuye casi a la mitad. El día 3 de ese mes, Molán comunicaba tener a su servicio:
- Libres: 119
- Penados: 72
En cambio, en noviembre se produjeron menos oscilaciones que nunca, a lo largo de 1949:
- Libres: 119
- Penados: 73
A finales de mes, se produce un aumento de los penados, y también —aunque menor— de los libres.
- Libres: 138
- Penados: 96
A finales de diciembre habían disminuido los reclusos, pero aumentaban los libres:
- Libres: 167
- Penados: 90
Sin diferenciar entre libres y penados, el COMNC, comunicaba al servicio de Abastos, las siguientes relaciones de obreros por cada una de las contratas, en ese mismo año de 1949[755].
Febrero:
San Román: 430 raciones
Banús: 347 raciones
Molán: 312 raciones
Rodríguez: 122 raciones
TOTAL: 1211 raciones[757]
Octubre:
San Román: 480 raciones
Banús: 391 raciones
Molán: 195 raciones
Rodríguez: 67 raciones
TOTAL: 1133 raciones[758]
Noviembre:
San Román: 485 raciones
Molán: 196 raciones
Rodríguez: 64 raciones
TOTAL: 745 raciones[759]
Este último mes, falta la comunicación de empleados de Banús, que volverá a aparecer el siguiente, por lo que no podemos precisar el número exacto de empleados en Cuelgamuros. Es una dificultad que hemos encontrado a menudo el que no conste el de alguna de las contratas, es de suponer que por retrasos por su parte, en contra de lo estipulado por la Comisaría General de Abastecimientos. Concluimos el año 1949, con la relación de:
Diciembre:
San Román: 489 raciones
Banús: 372 raciones
Molán: 237 raciones
Rodríguez: 68 raciones
TOTAL: 1116 raciones[760]
Ya en enero de 1950, Molán comunicaba tener a su servicio el mismo número de penados, que el mes anterior, e idéntico al del siguiente. Por que el 9 de febrero, Joaquín Fesser (como en todas las anteriores), en nombre de E. y C. Molán S. A., comunica tener empleados:
- Libres: 148
- Penados: 90[761]
Era esta la última comunicación de las relaciones de Molán conservada en el fondo documental estudiado, pero, en la misma carpeta, se conservan también comunicaciones de la empresa Hoyos, relativas a las mismas fechas. Antes de continuar, debemos hacer constar que la relación entre Hoyos y Molán, era lo suficientemente estrecha como para que su documentación se encuentre en la misma carpeta, rotulada con el nombre de ambas, aparte de que la persona que firma las declaraciones de Hoyos, es la misma que firmaba las de Molán, en representación de dicha empresa; Joaquín Fesser.
Dicha relación venía dada por el hecho de que, al cesar Molán en las obras, fue sustituida por Hoyos, a quien se le adjudican, por esa razón, los víveres que tenía ya servidos la empresa anterior, para el suministro de los obreros. También en representación de «Piedras y Mármoles Hoyos», comunicaba, el 2 de abril de 1950, al COMNC:
Relación de obreros libres y penados que prestan sus servicios en el Monasterio-Cuartel para el Monumento Nacional a los Caídos.
Empresa Piedras y Mármoles Hoyos[762].
Enviaba relaciones de sus trabajadores, especificando:
- Libres: 167
- Penados: 93[763]
En la de los penados, se incluían los tres funcionarios que ya hemos visto incluidos en las de Molán. Teniendo en cuenta la fecha del escrito, esta debió de ser la última vez que se establecía la distinción entre unos y otos, ya que, a partir de ese mes, ya no se volverá a expresar en ningún escrito. Sencillamente, como sabemos, en el Valle, tal distinción dejaba de existir: la anterior es la última relación en la que figuran penados. Serían indultados, como dijo Diego Méndez, en esas fechas. En relación con el arquitecto, apreciamos, por cierto, un claro desfase entre la cifra de penados en aquel momento y la cifra real de los que allí trabajaban: como vemos, en abril de 1950, solamente en Hoyos, trabajaban todavía 90 penados, mientras que Méndez afirma que eran tan solo cuarenta y seis los que «redimían, por el trabajo, anteriores sanciones[764]» y hablaba de una cifra global, claramente inexacta y muy inferior a la realidad.
Resumiendo, la proporción entre libres y penados, generalmente se mantuvo más o menos equilibrada, en las tres empresas, con el matiz de que no podemos saber cuantos de los libres habrían sido antes penados. Sabemos, eso sí, que, en esos años, entre los indultos y los que redimían su condena, el número de la población reclusa disminuyó de manera muy importante. Como también existe constancia de que un alto porcentaje de los antiguos penados, como hemos dicho, permanecieron, ya libres, en el Valle.
En cuestión de números, la leyenda es insostenible a poco que se investigue la documentación original. Entre otras, la conservada en el APRM.
En enero de 1950, el Consejero Gerente comunicaba las siguientes relaciones[765]:
Pero falta la relación de Banús, empresa que vuelve a aparecer en febrero, en la comunicación del Consejo, en la que faltaba entonces Molán:
En marzo, las relaciones son las siguientes:
Días más tarde, en documento anexo, el Consejo comunica la relación de Molán, que no estaba con las otras tres: 239 raciones, que, sumadas a las anteriores, representan un TOTAL: 1165 raciones[769]
En su escrito de abril, el Consejo comunica:
San Román: 289 raciones
Banús: 334 raciones
Hoyos: 128 raciones
Rodríguez: 75 raciones
TOTAL: 826 raciones[770]
En mayo:
San Román: 286 raciones
Banús: 295 raciones
Hoyos: 162 raciones
Rodríguez: 70 raciones
TOTAL: 813 raciones[771]
En junio:
San Román: 139 raciones
Banús: 120 raciones
Francisco Casas: 103 raciones
Hoyos: 79 raciones
Manuel Rodríguez: 69 raciones
Marmolería Bilbaína: 25 raciones
Patrimonio Forestal: 100 raciones
TOTAL: 635 raciones[772]
En julio de 1950, se relacionan los empleados de cada empresa:
Empresa de D. José Banús: 110 raciones
Marmolería Bilbaína: 26 raciones
TOTAL: 136 raciones
Que deben sumarse a la comunicación realizada cuatro días antes (11 de julio de 1950) por el mismo Consejo:
Empresa San Román: 137 raciones
Empresa Rodríguez: 64 raciones
Empresa D. Francisco Casas: 142 raciones
Patrimonio Forestal: 100 raciones
TOTAL: 443 raciones
Luego, aquel mes, en Cuelgamuros se empleaba a un TOTAL de 579 obreros[773].
Estos mismos listados de Molán, resultan de gran utilidad para conocer la alimentación de los obreros en el Valle, por lo que también los estudiaremos en ese apartado.
En agosto de 1950, el COMNC comunica al Jefe de Abastos, el número de obreros empleados en cada contrata, ya sin distinguir entre penados y libres:
Patrimonio Forestal: 250 raciones
Empresa Banús: 124 raciones
Empresa Rodríguez: 64 raciones
Empresa Casas: 154 raciones
TOTAL: 592 raciones[774]
Solicita los vales y las listas de precios indicando importes y cantidades por ración se le faciliten para cada uno de estos grupos.
Conocemos, por otra parte, con todo detalle, el número exacto de trabajadores en septiembre de 1950, por el informe realizado por el COMNC, como siempre a efectos de suministro:
Resumen numérico del total de personal que trabaja en estas obras para el que se solicita suministro de pan y víveres[775].
Se desglosaba así el número de trabajadores:
Relación del personal del Consejo y pequeñas empresas: 81
Personal de obras forestales: 84
Personal de la Empresa Manuel Rodríguez: 61
Personal de la Empresa San Román S. A: 136
Personal de la Empresa José Banús Masdeu: 148
Personal de la Empresa Marmolería Bilbaína: 37
Personal de la Empresa Casas Sagarra: 151
Personal de la Empresa Hoyos: 14
Personal de la Empresa Alfredo Buelta: 16
TOTAL: 728
Un mes mas tarde, la cifra había aumentado en 44 personas, elevando el total hasta llegar a 772 trabajadores. Pero, en noviembre habían descendido en 59, lo que hacía descender el conjunto hasta 713, repartidos de la siguiente manera:
Consejo y pequeñas empresas: 34
Obras forestales: 140
Empresa Rodríguez: 26
Empresa San Román: 118
Empresa José Banús: 32
Empresa Marmolería Bilbaína: 38
Empresa Casas Sagarra: 129
Empresa Lozano Lumbreras: 4
Empresa Arregui Hermanos: 15
Empresa Cía. Nac. de Electricidad: 8
Empresa Mariano del Barrio: 12
Empresa Ce Eme Jota: 4
Empresa Mosaicos Nolla: 4
Empresa Alfredo Buelta: 21
Empresa Industrias Sanitarias: 2
Empresa Huarte y Cía S. L: 124
Empresa Saralar: 2
TOTAL: 713[776]
Las fluctuaciones, en aquellos meses, fueron, como se ve, considerables. Banús, sobre todo, pasaba de 148 empleados a 32, su cifra, probablemente más baja, mientras que las pequeñas empresas no reunían ni a la mitad de empleados del mes anterior. Pero, en cambio, irrumpía Huarte, con sus 124 empleados, para iniciar una nueva etapa en las obras, con la construcción de la Cruz Monumental.
A partir de 1950, cuando deja de haber distinción entre unos y otros —por haber sido indultados los últimos penados—, el número de trabajadores sigue descendiendo, para volver a subir, en noviembre de 1952, como veremos a continuación.
Como siempre, se trata de cifras incuestionables que conocemos por la documentación relativa a las raciones reclamadas a la Comisaría de Abastecimientos, teniendo en cuenta los listados de las empresas:
[…] tengo el honor de remitir a V. S. I. relaciones de las distintas Empresas que en suma arrojan un total de […] 604.
6 de Septiembre de 1952[777].
A 4 de octubre la cifra de obreros se había reducido hasta un total de 566, la cifra más baja de los últimos años, para volver a subir en noviembre cuando se reclaman 722 raciones[778].
No podemos dejar de referirnos, para concluir, al informe que el propio COMNC elaboró, en 1957, para el Ministerio de Asuntos Exteriores, a instancias del corresponsal del New York Times[779], en el que el consejero, Antonio de Mesa, proporcionaba, como vimos, la cifra de 3000 trabajadores, como el total de los que habían pasado por Cuelgamuros, en los 16 años que duraban entonces las obras. Hay que tener en cuenta, como comentamos, la dificultad de realizar ese cómputo definitivo, al haberse empleado siempre el sistema de contratas, pero, insistimos que no puede minimizarse la importancia del dato, viniendo de quien viene. Hemos comprobado, por el examen de los listados nominales, que muchos de aquellos trabajadores penados permanecían en Cuelgamuros durante diez o más años, como los casos concretos que comentaremos más adelante: algunos llegaron a estar allí —ya como libres— durante cerca de 20 años.
Por otra parte, casi medio siglo más tarde de que el COMNC elaborase su informe, alguien que llegó al Valle por aquella época, coincidía, exactamente, con esta estimación. El benedictino, Fray Alejandro de Álviz, preguntado al respecto, contestó que por las obras habrían pasado unos tres mil obreros, entre libres y penados, aunque, lógicamente, no podía decir en qué proporción[780]. Para concluir con este apartado, consideramos que realizar un cómputo exacto de los obreros —libres y penados— que tomaron parte en las obras, a la vista de la documentación conservada en el APRM, resulta imposible. Mucho más, establecer la proporción, entre los penados, de comunes y «políticos», pudiendo establecer que no existen indicios de que la cifra total de 3000 obreros, a lo largo de los años, pueda descartarse. Siendo esta la estimación coincidente del COMNC, y del padre Álviz. Si la dobláramos, no llegarían ni a tercera parte de la mítica cifra, que —sin documentar— ha dado por segura la propaganda adversa.
Por otra parte, la guerra de cifras se da, desde hace años, no solo en relación con el Valle de los Caídos, sino con todas las relativas a la Guerra Civil y al franquismo: número de muertos (en el frente y por la represión), presos en las prisiones y fuera de ellas, etc. Podemos encontrar discordancias tan escandalosas como las que se dan entre las publicadas por Domingo Rodríguez Teijeiro y Fernando Olmeda, en relación con la Redención de Penas: según el primero, en 1945 trabajaban, fuera de las prisiones, un total de 17 162 penados[781], mientras que el segundo sostiene que eran menos de la mitad; unos 8000[782]. Rodríguez Teijeiro utiliza, «fuente de elaboración propia» datos extraídos del «Anuario Estadístico de España y el semanario Redención». Fernando Olmeda, por su parte, utiliza la Memoria del PCRP; es decir las mismas fuentes que el semanario Redención. ¿Cuál puede ser la explicación? El propio Rodríguez Teijeiro, explica, en la misma obra, que el Anuario Estadístico de España, se considera «una fuente habitualmente menospreciada y que nosotros [Rodríguez Teijeiro] consideramos, en líneas generales, como válida[783]». Ahí podría estar el origen del desfase.
Otro tanto sucede con las cifras globales de la población reclusa española durante la posguerra, que la historiografía republicana eleva, frecuentemente hasta superar las 200 000 personas, muchas de las cuales habrían sido sencillamente eliminadas por el Régimen mediante distintos procedimientos, desde el hambre hasta las ejecuciones masivas, pasando por las torturas y enfermedades padecidas en la cárcel a causa de la insalubridad.
Un ejemplo de cómo se han ido consolidando estas cifras, lo proporciona la obra de Julio Prada Rodríguez; La España masacrada, que eleva, nuevamente, a más de 200 000 personas (247 487 para ser exactos) la cifra de reclusos en las prisiones españolas, en 1940[784]. Pero está citando a Rodríguez Teijeiro, y añade, para más claridad, que su fuente es el citado Anuario Estadístico de España, cuya validez reconoce cuestionada el propio Rodríguez Teijeiro, aunque él no lo considere justificado.
Así, se ha llegado a comparar el sistema penitenciario español con el holocausto nazi, como hace José Ignacio Álvarez Fernández, al hablar de lo que él califica «el holocausto español» y afirmar, en la misma obra:
Comienza con una breve descripción de los métodos empleados por la dictadura para silenciar a sus opositores y señala algunas semejanzas de la represión franquista con el holocausto judío[785].
Sin embargo, los mismos autores minimizan las dimensiones de la represión republicana. Así Julio Prada rebaja la cifra de los asesinados en Paracuellos a unas 2000 personas, considerando descabelladas las publicadas, entre otros, por el diario Alcázar, que elevaba la cifra a 11 000. Lo cierto es que la cuestión ha sido profundamente estudiada, y las cifras publicadas son, al parecer, inferiores a publicadas por el desaparecido diario madrileño, pero no carecía de fundamento, ya que debemos manifestar que en el APRM, se conserva el escrito en el que el Gobierno Civil de Madrid informaba al COMNC sobre el número de víctimas enterradas en Paracuellos y la cifraba en 10 000.
Si bien, las últimas investigaciones apuntan a la mitad, siguen siendo más del doble que los que sostiene Julio Prada. Otra cosa el aumento que estas cifras pueden experimentar si les añadimos las de las víctimas traídas de otros cementerios.
Olvidan estos autores, al destacar el número de penados en España, que el Gobierno de la II República, solamente a causa de los sucesos de Asturias, durante la Revolución de Octubre de 1934, encarceló a 30 000 personas[786]. Ni siquiera aceptando las cifras de los detractores más caracterizados del franquismo, existiría la menor proporción entre el número de reclusos en la posguerra con los de Asturias, comparando la extensión territorial (la provincia de Asturias frente al conjunto de España) así como la duración (tres semanas frente a tres años) de uno y otro conflicto.
No pensamos, por otra parte, que, en relación con el Valle de los Caídos, esta famosa guerra de cifras sea un punto esencial de la cuestión. Lo sería si aceptáramos la leyenda de que fueron llevados allí como esclavos para sufrir la explotación y los malos tratos propios del Gulag con el que se ha llegado a comparar el Valle. Pero nos consta que no fue así, ni remotamente.
4. Las condenas redimidas
4. Las condenas redimidas
Evidentemente, por otra parte, los penados que fueron llegando al Valle cumplían condenas de distinta duración, según la gravedad de los delitos cometidos. Los primeros en llegar eran reclusos condenados a 20 o menos años de prisión, que tenían prioridad sobre los que, por haber cometido delitos más graves, cumplían condenas más largas.
De todas formas, hemos visto que muchos, si no la mayoría, tenían condenas muy graves. El propio Olmeda, reconoce:
A la sierra de Guadarrama llegaron muchos presos con condenas a muerte conmutadas por treinta años[787].
Los constantes indultos que se concedieron en aquellos primeros años, más los efectos de la misma redención de penas que hacía que miles de presos alcanzaran cada mes la libertad condicional, llevaron muy pronto al Valle a los condenados a penas de 30 años entre los que se encontraban muchos penados que, habiendo sido condenados a muerte, habían visto su condena conmutada por la de prisión.
La historiadora Ángeles Egido afirma que en cuatro años y medio se conmutaron 16 300 penas de muerte:
Entre septiembre de 1942 y marzo de 1947 se revisaron y tramitaron expedientes de conmutación individual de prácticamente 16 300 personas […] cuya pena de muerte había sido conmutada por la inferior en grado: 30 años […][788]
Muchos de ellos fueron llegando, en esos años, al Valle. Trataremos a algunos. Pero, antes de seguir adelante, debemos subrayar que el dato contradice el supuesto carácter vengativo del régimen, además de otro de los tópicos de la izquierda: el negar que, en la implantación del sistema de redención de penas, el franquismo hubiera buscado tan solo una solución a la saturación de las prisiones y no la rehabilitación del preso.
De haber sido el gobernante inhumano que presentan muchos autores, Franco simplemente los habría eliminado sin más que cumplir las sentencias que se les habían impuesto. Suele esgrimirse que si no lo hizo, fue por mantener una buena imagen exterior, pero es un débil argumento, ya que si se hubiera dado la espantosa represión que se dice, una de dos: o el Régimen podía ocultar su política de exterminio o su imagen era ya irrecuperable.
Un caso muy significativo es el de Gregorio Peces-Barba, condenado a muerte por su actuación como fiscal durante la guerra. Su caso es uno de los registrados en la Causa General, como vimos. La pena capital le fue conmutada por la de 20 años de prisión, en 1943, llegando, gracias a varias recomendaciones, al Valle de los Caídos, unos meses más tarde[789].
Por otra parte, la Ley de 30 de marzo de 1943 concedía la libertad condicional a los condenados a 20 años:
[…] los condenados a penas que no excedieran de 20 años, por un delito de rebelión militar […] cometido entre el 18 de julio de 1936 y 1 de abril de 1939. A partir de esta fecha y hasta finales de año fueron puestos en libertad más de 20 000 reclusos, lo cual producirá una autentica revolución en la composición de los Destacamentos Penales […] donde los reclusos con penas más elevadas comienzan a llegar en aluvión[790].
Domingo Rodríguez Teijeiro, en su obra reseñada, expresa una opinión, sobre las modificaciones del sistema penal español, en aquellos momentos, que compartimos completamente:
… la principal tarea asignada al trabajo consiste en conseguir que el mayor número posible de reclusos puedan acumular días redimidos que les permitan salir lo más pronto posible de prisión. Pareciera como si las autoridades penitenciarias quisieran deshacerse de los reclusos condenados por «delitos» cometidos durante la guerra —como veremos, en los días finales de 1943 se amplía el beneficio de la libertad condicional a los condenados a 20 años y un día y condenas superiores en determinadas circunstancias— antes de acometer la última gran modificación del sistema de redención de penas por el trabajo: su ampliación a los delitos comunes y a los políticos posteriores[791].
Claro que urgía liberarlos. Resulta evidente. Y, desde luego, ya se buscaba también el ir sacando de las cárceles a los presos comunes, junto con los políticos, que estuvieran en ellas por delitos posteriores al final de la guerra. Esa ampliación del sistema de redención de penas, llevaría, por tanto, a Cuelgamuros, a presos como Lamana y Sánchez-Albornoz, excluidos, en principio, de tales ventajas, por las normas primeras que pusieron en marcha el sistema, pensado, por Pérez del Pulgar, para solucionar el problema de los presos de la guerra civil, recuperándolos para la sociedad, de esta manera. A partir de 1943, redimen pena hasta los presos que caigan enfermos durante los días que dure su enfermedad, aunque esta les impida trabajar. Claramente se ordena a los jefes de las prisiones y destacamentos que «no deje de redimir su pena ninguno de los reclusos por rebelión marxista[792]». Domínguez Teijeiro, por último, cuestiona, entrecomillándolos, los delitos cometidos durante la contienda, pero sabemos que solo las faltas más graves eran castigadas con más de 20 años de prisión, en adelante. Y muchos de los que allí llegaron habían cometido verdaderos delitos, que se hubieran considerado comunes de haberse llevado a cabo en tiempos de paz.
Como vimos en la introducción, los reclusos habían sido condenados por delitos muy graves y no por simple afiliación o simpatía con los partidos políticos del Frente Popular. Don Diego Méndez al que los penados, como veremos, llegaron a considerar su mayor benefactor, le contó a Sueiro, hablando de los delitos que los habían llevado hasta allí:
Eran gente […] Porque, claro, los habían puesto en ese camino, no es que ellos tuvieran conciencia de que eran unos criminales […]; eran tan primitivos, tan primitivos, que hacían las cosas como puede hacerlas un bicho cualquiera, sin conciencia ninguna de lo que hacían[793].
Méndez no parece encontrar argumentos para defender a aquellos hombres, a los que, de algún modo admiraba por su arrojo en las faenas más arriesgadas, y solo se le ocurre decir que eran tan primitivos como un «bicho»; que no se daban cuenta de lo que hacían. Pretendía liberarles de la culpa por la falta de albedrío que les atribuye. Pero lo tenían porque al Valle no llevaron deficientes mentales ni perturbados psíquicos.
Eran, desde luego, responsables de sus actos, y, como hemos visto el sistema penal español de la época tenía muy presente el carácter aflictivo de la pena. Lo de redimirla trabajando era un beneficio inmenso que se establecía entonces. Y de esto eran ellos plenamente conscientes. Pero sigamos analizando las palabras del arquitecto, protector de los reclusos:
Había muchos allí que habían tenido […] pues que sé yo […] pues ocho o diez penas de muerte, porque habían matado a todo el que se les había puesto por delante, pero lo hacían […], como voy a decir yo, como quien mata una cucaracha[794].
Méndez, que los conoció bien, habla de reclusos con ¡ocho o diez penas de muerte! Y ya hemos visto que clase de delitos se castigaban con esa pena. Don Diego lo sabía porque sigue diciendo, para mayor contundencia, que habían matado a todo el que se les había puesto por delante. Dedico una parte de este trabajo a un asesino múltiple de sacerdotes que se jactaba de serlo. Y ese era uno de los que debían su «Destino» en el Valle a la protección del arquitecto-director de las obras. Sus palabras, la declaración que hizo a Sueiro, valen más que un tratado sobre el tema de la represión franquista, porque ponen de relieve dos realidades:
- En el Valle hubo reclusos que habían sido condenados a pena de muerte, (cuando no a varias) a los que, ya antes de acogerse a la redención de penas, les había sido conmutada por la de treinta años de prisión.
- Esos treinta años, como sabemos por el propio Méndez, no los llegaron a cumplir, ni de lejos, ninguno de ellos, ya que, en 1950, cuando él se puso al frente de las obras, todos los que todavía no la disfrutaban fueron puestos en libertad. Los que más, habrían cumplido de once a trece años, pero también sabemos, por los testimonios de los propios reclusos, que, gracias a la redención de penas, esos treinta años se veían reducidos a siete e incluso menos. Tal fue el caso de algunos reclusos que trataremos aparte.
Por otra parte, en el Valle, se aplicó la Redención de Penas, en el más amplio sentido, porque, precisamente en 1943, el año de la llegada de los penados, se llegaron a redimir hasta seis días de condenas, como recoge Sueiro.
En esta disposición se establecía ya la «redención» de dos días de pena por cada uno de trabajo (que el Patronato ampliaría en 1943 hasta seis por cada uno trabajado, quedando finalmente establecida la regla, que sigue vigente, de que dos días de trabajo «redimen» tres de la condena, según el artículo 100 del Código Penal[795].
En 1976, cuando Sueiro escribe esta obra, el sistema de Redención de Penas, seguía contemplado por el Código Penal, en la forma que dice. Es decir, se había vuelto a reducir, tras la masiva concesión de libertad condicional de los años de la posguerra, hasta los límites previstos en sus inicios.
Muchos de los condenados por los más graves delitos se beneficiaron de aquella ampliación de la figura jurídica que les posibilitó la llegada a Cuelgamuros.
Méndez, como vimos, explicaba la razón de sus delitos a causa del primitivo carácter de los penados y su escasa formación, algo que se ha querido interpretar como una descalificación por su parte de aquellos trabajadores, cuando la intención del arquitecto era la opuesta.
Incluso, exaltaba su valor temerario, explicando que, gracias a ellos fue posible llevar adelante la obra, sin mayores retrasos ni encarecimientos. Decía el arquitecto respecto de los más arriesgados trabajos:
… Sus ejecutantes, presos políticos en su mayoría por delitos estremecedores, por su misma índole carecían de miedo, no les importaba nada arrastrar los mayores peligros… sin ellos, la obra hubiera durado muchos más años, con empleo de máquinas en número mayor y con dispendios crecidos[796].
Ahora bien, el que hubieran asesinado a sus semejantes «como quien mata a una cucaracha» no les exime de su culpa, ni rebaja la gravedad de sus crímenes. Podemos, y debemos, perdonar, desde luego, pero no con argumentos como ese. Aunque al arquitecto le honra la actitud, de protección constante, que mantuvo hacia ellos a lo largo de su gestión en el Valle. Es algo que también se desprende de la documentación examinada, no solo en relación con Méndez sino con otros responsables de las obras de los que tratamos más adelante.
Pero no todos los reclusos que trabajaron en Cuelgamuros redimiendo sus condenas fueron políticos, aunque durante los cuatro primeros años no hubiera otros allí. A partir de 1947 empezaron a llegar presos comunes, muchos de ellos, según Ángel Cereceda, condenados por asesinato. Según su relato, también estos habían solicitado recomendaciones para llegar hasta allí[797]. Es esta otra línea de investigación a seguir: establecer el porcentaje de presos de uno y otro grupo que, a partir de 1947, trabajaron en el Valle de los Caídos.