Se piensa
Filosofía y futuro de la ciencia ficción
Durante los últimos años la literatura de ciencia ficción ha experimentado una crisis de crecimiento, ya que los temas tratados por los autores clásicos del género se agotan en sí mismos, al dar vueltas, con argumentos distintos, a las variantes del género, que se han utilizado desde los comienzos del mismo (monstruos, robots, colonización de otros planetas, nuevos inventos científicos, etc.). Esta crisis de crecimiento alumbra un nuevo estilo de ciencia ficción («The New Thing»), cuyo escenario es el hombre del futuro, ya cambiado o afrontando unos problemas completamente nuevos, con una mente cambiada respecto a la actual. En definitiva, viene a acusar la revolución psicológica que se operará en la Humanidad en un futuro que no creo lejano.
Estas consideraciones nos van a servir de marco para estudiar el sentido de la ciencia ficción y poder formular una filosofía de la misma, entendiendo por filosofía el estudio de la realidad y de sus causas primeras y últimas, es decir, en definitiva establecer una metafísica de la ciencia ficción, que nos ayude a entenderla desde el contexto actual y establecer las líneas de su posible futuro.
Es sabido que la ciencia ficción nace a principios de este siglo como un interrogante sobre las posibilidades de la técnica y de la ciencia que invaden paulatinamente el mundo moderno. Por lo tanto en sus comienzos tiene una misión muy clara, que consiste en maravillar a los humanos sobre los posibles avances de la técnica y especular sobre su incidencia en la sociedad. Desde este punto de vista, podemos decir que el nacimiento del género era necesario, y si no hubiera sido Hugo Gernsback su creador, otro hubiera ocupado su puesto.
El interrogar sobre el futuro del hombre es algo inherente a nosotros como especie pensante, tanto desde el punto de vista de la fascinación que ejerce un futuro más prometedor, como de respuesta ante algo que puede hacer el hombre como proyecto. Si el hombre es un eterno proyecto, no cabe duda de que la ciencia ficción puede ser una de las formas en que el hombre materialice sus inquietudes impulsado por algo que nos empuja siempre hacia adelante en la escala de la evolución.
Pero si la capacidad de asombro, en estos momentos, ha perdido gran parte de su poder, debido a las conquistas de la ciencia y la tecnología, que aunque no hayan llegado a los límites que establece la ciencia ficción, sin embargo, ya no extrañan, porque se considera que todo es posible de ahora en adelante y como consecuencia, la ciencia ficción clásica pierde gran parte de su cometido en la hora presente.
Este cambio de mentalidad de la sociedad, como es lógico, ha de notarse en las manifestaciones de los hombres, entre las que se encuentra la literatura de ciencia ficción. Si los relatos clásicos ya no ejercen un poder de sorpresa ni de maravilla en los lectores actuales, es natural que dicha ciencia ficción tome otros derroteros, de acuerdo con lo que ahora nos puede interesar y maravillar. Analicemos estos caminos de la literatura de ciencia ficción, que ya debería cambiar su nombre por otro más apropiado a los tiempos presentes, como puede ser el de «ficción especulativa», «futuro ficción» o bien otro que designe con más propiedad las características del nuevo género. No intento con esto inventar un nombre, sino que pretendo hacer ver que es muy posible que ese cambio de denominación se produzca, por necesidades de significación más precisa.
Si estamos actualmente en un momento de crisis de la sociedad, es lógico que todas sus manifestaciones estén también en crisis, aparte de que precisamente la literatura nos ha de plasmar esta situación. Esta crisis, que probablemente sea de crecimiento, como si la humanidad estuviera atravesando lo equivalente a la pubertad del individuo para poder llegar a la edad adulta, nos anuncia un «hombre nuevo» dueño de sus actos y controlador de los recursos de la naturaleza, unido a los otros hombres por lazos de amor auténtico, porque ya ha descubierto su verdadera esencia y su puesto en el cosmos. La tecnología ya no tiene secretos, aunque en realidad está relegada a un segundo plano y se considera como servidora del hombre y no al contrario. En este marco de esta posible sociedad futura es donde puede moverse la imaginación y la especulación de los autores del género y como de hecho ya han empezado a hacerlo, aunque a mi modo de ver de una manera todavía balbuciente.
Este hombre del futuro, que nos relata y nos ha de relatar con más precisión la literatura, puede tener todas las posibilidades a su alcance y a mi entender lo más importante es la conquista de su propio interior, es decir, lo que se podría llamar «revolución psicológica» que si llega a producirse será la más importante, aunque incruenta, de todas las que se han producido en la historia. Ya no importará mucho si se puede controlar el clima, si se han colonizado otros planetas, si se ha entrado en contacto con inteligencias extraterrestres, etc., puesto que el problema fundamental del sentido de la vida humana habrá sido resuelto. Evidentemente, esto puede parecer utópico, y lo es en este momento, pero no cabe duda de que es un futuro muy posible, excepción hecha, claro está, de la destrucción de la Humanidad por una guerra atómica, que particularmente no creo posible, pues esto detendría el curso de la evolución que tantos trabajos y sufrimientos ha costado desde el comienzo del Universo.
Los pioneros de esta visión futurística de la Humanidad, son hasta ahora los escritores ingleses y americanos encuadrados en la revista «New Worlds», cuyos nombres y obras ya han comenzado a producir impacto y van creando el nuevo tipo de ciencia ficción que se conoce por «The New Thing». No es mi propósito el estudio de estos autores (Aldiss, Ballard, Brunner, etc.) sino únicamente examinar las posibilidades y derroteros del género en un futuro inmediato que se me antoja como la auténtica mayoría de edad de la ciencia ficción y cuya visión del futuro me gustaría tanto vivir como escribir. Esta nueva literatura sustituiría también a la literatura fantástica en general, porque en realidad participaría de las características tanto de la ciencia ficción clásica, cambiadas de escala, claro está, como de las correspondientes a la fantasía en general, desapareciendo la molesta y a veces difícil diferenciación de los géneros literarios. También creo que paulatinamente se barrerán las diferencias existentes entre la literatura convencional y la nueva literatura de ciencia ficción, dejando de considerarse un género aparte por sus características especiales, llegando a un punto de equilibrio donde sea difícil la clasificación de una obra en un género determinado.
La temática general dentro del contexto señalado puede apuntar hacia una utilización de elementos simbólicos más que a las repercusiones de las nuevas tecnologías sobre el individuo y la sociedad. Importan menos las nuevas fronteras de la ciencia y la técnica que la utilización de las mismas para el estudio del «hombre nuevo». Pero el aspecto a mi modo de ver más importante, que puede desarrollar el nuevo género, es la utilización de la posible nueva psicología del individuo que puede verse desde dos vertientes: el desarrollo de nuevos poderes en el hombre, como pueden ser las facultades paranormales; y el estudio de la supraconciencia a que tiende el género humano. En definitiva el tratamiento de la superconciencia más que del subconsciente a que nos tiene acostumbrados el psicoanálisis.
Por último podemos examinar el papel que va a desempeñar la nueva ciencia ficción en el mundo actual. Al presentarnos a los hombres del futuro, y no al hombre actual en el futuro, el cambio de perspectiva es radical, y los problemas que se planteen nos darán idea de dicho futuro, pero con mentalidad cambiada, lo que en principio puede servir para preparar a los hombres actuales a los cambios que se produzcan, al mismo tiempo que ayudará a los lectores para que en ellos se vayan operando los cambios de mentalidad que serán necesarios en el futuro, si la evolución humana discurre por los caminos que hemos apuntado en este artículo.
JOSÉ RODRÍGUEZ-ROSELLO MARTÍNEZ
Abril de 1971
—Pedro, ¿no puedes hacer algo para que estos malditos animales dejen de estorbarnos mientras jugamos?