Lo grande y lo pequeño

El servicio de Correos ha sido el gran enemigo tradicional de los fanzinistas, que han debido pelearse con la maraña de disposiciones —a menudo contradictorias— que lo rigen, para tratar de hacer llegar, y recibir, ese alimento espiritual que son sus publicaciones. Por ello, no es raro que los fans se dediquen a menudo a cogitaciones acerca de dicho servicio. La presente, aparecida en el fanzine americano Moebius Trip n.° 3 nos habla del posible valor de los sellos en el futuro. Creemos que nuestros lectores filatélicos sabrán apreciarlo.

¿Desaparecerá algún día el Servicio de Correos? Traigo este tema a la luz debido a una carta de Alexis Gilliland en «Double”: Bill 21. La carta comentaba unas especulaciones editoriales de un número anterior, referente al posible estado del fandom en 1980. Alexis mencionaba que posiblemente, en esas fechas, el servicio de correos ya no existiría, debido a que los computadores se encargarían del correo por mediación de las facilidades en telecomunicación. Hace años, yo también había hecho ciertas conjeturas (cuando estaba escribiendo artículos para las revistas filatélicas) al respecto de lo que podría ocurrir sobre el tema del servicio de correos, con énfasis sobre la filatelia.

Una frase favorita entre los eruditos —escritores, comerciantes, etc.— en este campo es que «un sello barato siempre será barato”. Recordemos que hay miles de variedades de sellos que son increíblemente “baratos”. En la práctica, estos sellos no tienen ningún valor individual, y solo sirven para rellenar paquetes de 100 o 500 o 5.000 sellos diferentes. Asimismo hay varios miles de otras variedades de tal abundancia que también podrían llevar la etiqueta de “barato”. En otras palabras, una vez un sello ha sido reproducido en suficientes grandes cantidades —tal vez 20 millones, o 50 millones, o 500 millones— es «barato», y si se imprimieran miles de millones de copias, no tendrían ningún valor.

Desde luego, tenemos pruebas de que el dogma de lo “barato” es cierto. Varias series baratas —muchas de ellas del siglo pasado— continúan siéndolo hoy día. Incluso sellos marcados de la serie conmemorativa Columbia de 1893, que incluían valores faciales de dólar, son aún baratos.

Pero tal y como dijimos en un artículo especulativo hace más o menos cinco años en el Western Stamp Collector, solo estamos viendo el principio.

¿Un sello barato será siempre barato? ¿Siempre?

Difícilmente.

Un centenar de años no es mucho. Y la población del mundo puede llegar a ser muy alta, incluso miles de millones de personas. Y la exploración del espacio está empezando.

De modo que, en un centenar de años, nuestros sellos baratos y sin valor, de un tiraje de 1.000 millones de copias, continuarán siendo baratos, a pesar de que varias toneladas de ellos hayan encontrado su fin en el fuego, agua, basura, etc. Después de todo, aunque la filatelia pueda ser extremadamente popular, no todo el mundo es coleccionista...

Pero el tiempo pasa, y podemos esperar que la humanidad continúe progresando científica y astronómicamente, de modo que, para terminar de una vez, digamos que estamos a 500 años en el futuro, ocupando vastas porciones de la galaxia, y hallando que nuestro pequeño adhesivo postal, superbarato y sin valor, es ahora una rareza codiciada. Por cada ejemplar de sello, sean los que sean los que existan, hay, sin embargo, unos 1.000 millones de filatelistas en existencia. Una situación semejante podría ocurrir mucho más rápidamente.

  

¿Cuánto valdrá este sello en el año 2063?

Supongamos, por ejemplo, que uno de los viejos temas de ciencia ficción llegara a ser verdad. La Tierra no es sino uno de los innumerables planetas “sembrados” en épocas pasadas por una civilización cósmica. Cuando nos llega el turno, estamos in.

¡Ah! ¿Cómo podemos los terrestres aprovecharnos de todas las cosas maravillosas de que vulgarmente disponemos? Pues sucede que hay innumerables miles de millones de individuos —todos coleccionistas— con las manos extendidas ansiosamente y la lengua fuera, esperando la “emergencia” de nuevos planetas. Naturalmente, esto no sería ninguna novedad, y haría ya largo tiempo que se habrían establecido reglas para visitar, comerciar, valorar, etc., etc.

Hummm... si por casualidad dispone usted de varios fardos embalados de sellos sin ningún valor, la basura de su colección o negocio, guardados en algún lugar, es posible que consiguiera usted los suficientes Créditos Galácticos como para vivir bien en cualquier sitio que usted escogiera y, naturalmente, podría viajar a lo grande por todo el cosmos civilizado...

La economía entera de la Tierra sería revitalizada. En cada casa, prácticamente, habría algo sin valor —incluso los sellos del correo diario— para cambiar por Créditos Galácticos.

(Y posiblemente los coleccionistas vulgares obtendrían permisos locales para explorar los depósitos de basura de las ciudades en busca de artefactos apreciados, con determinados porcentajes del beneficio destinado a las municipalidades, proveyendo fondos para obtener mercancías Galácticas, etc. Pero... volvamos al tema “postal”.)

  

¿Se creará un club galáctico de filatelistas?

A mediados de Enero de 1970, se inició un experimento entre 110 ciudades de los EE.UU.: el correo es enviado a través de la Western Union, es procesado por computadores, y su transmisión es casi instantánea. La idea es de que (y supongo que Alexis sabía algo por adelantado de todo este asunto) el correo sea eventual y localmente enviado a través de cables hasta “buzones” electrónicos en las oficinas y casas, materializándose en impresiones facsímiles (como las copias Xerox). Satélites, sistemas de microondas y computadores son (serán, mejor dicho) los engranajes indispensables, y los computadores efectuarán la distribución, tarifa y cobro.

¿Existe alguna probabilidad de que el “correo”, tal y como lo conocemos hoy, se extinga en el cercano futuro, digamos al final de este siglo? No lo creo así.

Eventualmente, el servicio de correos puede llegar a dividirse, utilizando aún los sellos. Los grandes cambios, computadores, transmisores, etc., son más probables de acontecer en lo referente al correo principal. Hay vastas cantidades de material que entra en esta clasificación; prácticamente todo lo que puede ser introducido en computadores, enviado por telecomunicación o remitido al destinatario por un medio u otro. Operaciones de este tipo podrían separarse completamente del servicio de correos. La oficina postal podría continuar como un negocio provechoso, creo, si continuara ocupándose de las cartas dentro de unos ciertos límites. El tiempo lo dirá.

Los fanzines son demasiado íntimos como para ser tratados como carne de computador. No necesariamente debido a la gran cantidad que se imprima de los mismos, claro, puesto que el National Geographic Magazine podría incluirse en la misma categoría. ¿Quién quiere tener un fanzine solamente por la sustancia de su contenido? Cada zine, bien mirado, es único, un objeto tan distintivo como «embalaje» como cualquier vieja y apreciada revista pulp. Seguramente el espíritu del objeto se perdería, incluso para algo que no es nada más que papel, cuando todo el papel y la tinta es lo mismo, como probablemente sería el caso para todo el material facsímil traído a casa de uno por la red de telecomunicación...

¿Tiene alguien interés en continuar comentando este tema?

Edward C. CONNOR