EL FIN DE ARTURO

FANZINE

JOE KENNEDY

Los relatos fantásticos son mucho más frecuentes en los fanzines franceses que en los norteamericanos, pero el reciente boom de la especialidad literaria denominada de «sword and sorcery» ha hecho adquirir a los norteamericanos una decidida afición por este tipo de relatos, con la consiguiente proliferación de los mismos en los fanzines yanquis. Y algunos son excelentes: como este, aparecido originalmente en el fanzine ODD.

Siempre le he guardado afecto al Rey Arturo. Especialmente desde la noche en que evitó que me quedase convertido en un pingüino para toda mi vida.

Todo comenzó cuando Merlín el Mago llegó a casa allá a las once de la noche. Venía del baile anual de los Brujos y Brujas, e iba más lleno de vino que un barril. Agitó borracho un dedo en mi dirección y exclamo:

—¡Conviértete en pingüino!

Y me convertí en pingüino. Me contemplé en un espejo. Después de todo, no era un pingüino nada feo. Me arreglé las plumas. Luego me dirigí al refrigerador y me senté en su interior, dispuesto a permanecer allí hasta que a Merlín se le hubiera pasado la cogorza.

Hacia la una de la noche se oyó un atronador golpear en la puerta. Merlín siguió roncando. Los golpes se hicieron más fuertes. Al cabo de un rato se oyó un tremendo crujido y la puerta saltó.

Allí estaba el Rey Arturo, vestido en su traje de lata, agitando una espada y gritando algo incomprensible. Merlín abrió un ojo sanguinolento.

—Es una condenada hora de la noche para ir visitando a la gente —dijo con un débil eructo.

—Merlín, oscuro brujo de innombrables necromancias —comenzó a decir el Rey, agitando dedicadamente su espada—: por largo tiempo has estado siendo una plaga para este bello reino con tus diabólicos hechizos. Al fin he descubierto tu sucia madriguera. Merlín, te quedan escasos momentos de vida.

—Lo peor de vosotros, estúpidos caballeros —se quejó el Mago—, es que no podéis hacer nada sin declamar antes un maldito discurso. ¿Por qué no me matas y te dejas de oratoria?

—No es la peor sugerencia que he oído —observó el Rey Arturo, cortando el aire con un gran mandoble. La cabeza de Merlín golpeó el suelo, aunque el cuerpo del Mago continuó tumbado en el lecho.

Aquí fue cuando los acontecimientos tomaron un cariz favorable para mí: tan pronto como hubo fallecido Merlín, yo recuperé mi forma natural.

Como ya he dicho antes, siempre he sentido afecto por el Rey Arturo. Su clavícula me sirve de excelente palillo...

Título original:

THE PASSING OF ARTHUR

© 1966, C. C. H. Press Pub.

Traducción de M. Sobrevida