James Blish

por Robert A. W. Lowndes

Empecé a relacionarme con James Blish a finales de 1942 o principios de 1943. Tenía noticias de él como aficionado a la ciencia-ficción desde 1932, cuando sus cartas empezaron a aparecer en las secciones de los lectores de las revistas, y compré algunos de sus primeros relatos cuando me convertí en editor de ciencia-ficción en 1940. Pero nunca olvidaré el tema de nuestra conversación alrededor de una mesa en la antigua Posada del Dragón de la calle Oeste 4, de Manhattan, aquella noche. Nos habíamos reunido un grupo de escritores, editores y aficionados a la ciencia-ficción para dar la bienvenida a un entusiasta compañero que acababa de llegar con permiso del ejército, y, ¿de qué hablábamos? ¿De ciencia-ficción? ¿De fantasía? ¿De la forma del mundo de la postguerra, con sus aspectos de ciencia-ficción? No. De lo que Jim deseaba hablar era de FINNEGANS WAKE.

El argumento de Don Wollheim decía que la obra póstuma de Joyce era poco más que un elaborado rompecabezas para una minoría de literatos. Yo no la había leído, de modo que me limitaba a escuchar. Jim replicó que, si se leía con la debida atención, la historia llegaba a ser mucho más que una mezcla de juegos de palabras y de referencias esotéricas. Y allí, aunque en aquel momento no me di cuenta, me fue proporcionada una de las claves de aquella personalidad polifacética, encantadora e irascible a la que llegaría a conocer, respetar y querer años más tarde: cualquier obra literaria, o cualquier otra obra de arte a la que valga la pena prestar atención, exige un esfuerzo del lector, oyente o espectador.

Ese tipo de personas se ganan amigos duraderos y apasionados adversarios. Jim se ha ganado numerosos amigos y adversarios a lo largo de los años.

En aquella época todos nosotros teníamos el hobby de las publicaciones de aficionados. Una APA es un club, cada uno de cuyos miembros tiene acceso a algún tipo de equipo de imprimir (habitualmente una multicopista, en aquella época) y produce regularmente su propia publicación, a la cual pueden contribuir o no otros miembros. Se sacan copias suficientes para todos los afiliados, y periódicamente el editor oficial del club prepara los paquetes para cada uno de los miembros, conteniendo un ejemplar de cada publicación independiente que ha visto la luz. Las revistas pueden ser grandes o pequeñas, no se venden por separado, y se supone que no pueden ser adquiridas por alguien que no pertenezca al club. Don Wollheim y otros, incluidos Frank Pohl y yo mismo, habíamos creado la Fantasy Amateur Press Association, en 1937; ahora, algunos de nosotros queríamos inaugurar una nueva APA, con un nivel literario más elevado y una orientación política y social más escorada hacia la izquierda.

Damon Knight, Larry Shaw, Virginia Kidd y Judith Zissman (más tarde Judith Merrill) formaban parte del grupo fundacional, y Wollheim, John Michel y yo visitamos a Jim en Nueva Jersey, a principios de 1946, para ver si podíamos alistarle también a él.

Y, de nuevo, nunca olvidaré el tema de verdadero interés entre Jim y yo aquel día, durante todo el tiempo que pasamos fijando normas y procedimientos para la nueva APA. Cuando nos llevó a su dormitorio para enseñarnos su colección, eché una ojeada a sus estanterías de discos y vi que tenía todas las sinfonías de Buck ner grabadas hasta entonces, y que yo nunca había sido capaz de encontrar en las tiendas de discos. Me invitó a quedarme, y pasamos la velada en una taberna local hablando de música y bebiendo cerveza. Creo que fue entonces cuando Jim sugirió la posibilidad de preparar un álbum con música compuesta por aficionados a la ciencia-ficción, y distribuirlo a través de la nueva APA. Más tarde nos anunciamos como Discos Vanguard y expusimos nuestros planes, pero el proyecto no llegó a cristalizar por falta de material. Sin embargo, el segundo envío de la Vanguard Amateur Press Associa tion incluía la partitura de una melodía que Jim había compuesto para un poema de Cyril Kornbluth, Cry in the Night.

En abril de 1945, alquilamos un apartamento en la planta supe rior de un edificio de seis pisos —sin ascensor— en la calle Oeste 11 iniciando así una asociación basada en los intereses mutuos des critos anteriormente, más gatos, poesía de Ezra Pound, discusiones políticas, los clásicos, y litros y litros de cerveza. Su metabolismo era tal que podía beberse un par de litros de cerveza en una noche sin engordar una onza; yo le acompañaba en las libaciones, pero quedaba literalmente hinchado. Jim compró una gatita para que le hiciera compañía a mi gato negro, Blackout, el cual no simpatizó nunca del todo con Curfew.

Jim era cinco años más joven que yo: había nacido el 23 de mayo de 1921 en Orange, Nueva Jersey. Su primer encuentro con la ciencia-ficción tuvo lugar a través del número de «Astounding Stories», perteneciente al mes de abril de 1931. En una reciente carta, Jim dice: «… No leí ninguna otra revista hasta que aquélla murió. Hojeé Weird Tales una sola vez y decidí que no era para mí; algunos de los relatos me asustaron, de un modo más bien desagradable, y ya entonces lo que me interesaba era el futuro, no los frissons. El Astounding de Tremaine era genial, y el de Campbell todavía mejor…». En cuanto a la fantasía: «… Creía entonces, y sigo creyéndolo, que la fantasía requiere maestría en el escritor. La fantasía mediocre es infinitamente más aburrida que la ciencia-ficción mediocre, y en consecuencia menos remuneradora en una publicación periódica».

Jim no había empezado con las antiguas publicaciones de Gernsback, como la mayoría del resto de nosotros, y sólo mucho más tarde leyó algunos relatos incluidos en ellas, Después de sugerirle que su serial Cities in flight debía algo al serial de Edmond Hamilton, Cities in the air, publicado en «Air Wonder Stories» (1929), me sorprendí al comprobar que no solamente no había leído aquella historia, sino que ni siquiera había visto las revistas con los fascinantes dibujos de las ciudades volantes de Frank R. Paul.

Sin embargo, Jim cayó bajo la influencia de Gernsback. El hecho de leer ciencia-ficción le impulsó a estudiar una carrera científica, y sirvió en el ejército como ayudante médico. Había ingresado en filas casi inmediatamente después de graduarse, en 1942. Cuando nos trasladamos al apartamento, el cual habíamos bautizado con el nombre de Blowndsh, estaba siguiendo unos cursos en Columbia, becado por la Administración de Veteranos, En sus horas libres, escribía…

La pugna entre los diversos puntos de vista antagónicos en la Vanguard Amateur Press Association y en las reuniones semanales de los miembros de Nueva York, en materia política y literaria, condujo a la disolución de la antigua Futurian Society de Nueva York, y desembocó en un pleito judicial. Fue entonces, en 1945 y 1946, cuando James Blish y Damon Knight empezaron a forjar las normas sobre las cuales apoyarían más tarde sus obras de crítica literaria. Jim estaba escribiendo poesía densamente estructurada, siguiendo evidentemente a Joyce y a Ezra Pound, y uno de los debates más enconados se centró alrededor de los aspectos gemelos de la «oscuridad» de aquellos autores y de sus opiniones sociales y políticas. Lo más valioso que Jim me enseñó fue que tenía que aprender no sólo a disfrutar, sino también a hablar de literatura, y que era inmoral pronunciarse sobre una obra que no se había leído, sólo se había hojeado, o se conocía a través de la opinión de otras personas.

Poco tiempo después de ocupar el apartamento iniciamos nuestra colaboración. Yo tenía un par de ideas para unos relatos que requerían un ambiente científico muy superior al que yo podía darles; a Jim le gustaron las ideas y aportó el ambiente. Nuestra primera obra fue una novela corta acerca de una civilización galáctica regida por una supercomputadora que pone cerco a los terráqueos hasta que éstos consiguen destruirla programándola con la obra de Lewis Carrol The hunting of the snark (la computadora empieza eventualmente a producir animales imaginarios). Fue un éxito inmediato junto con John Campbell. Pero la segunda obra, concebida como novela, no fue publicada hasta mediados de los años cincuenta, después de varias revisiones, y con el título de The duplicated man.

Aprendimos entonces que la colaboración puede ser remuneradora cuando dos escritores son temperamentalmente adecuados el uno al otro, pero que no reduce el trabajo a la mitad, sino que tiende a triplicarlo. Y, desde luego, para que tenga éxito, tiene que existir una clara división de funciones. A veces los colaboradores pueden aprender algo el uno del otro, pero con mucha frecuencia, una vez alcanzados los objetivos inmediatos de la colaboración, cada uno de los miembros sigue su propio camino. (Recuérdese que Gilbert y Sullivan colaboraban en aspectos diferentes de su obra; Sullivan no podía escribir libretos, ni Gilbert música). Los equipos maridoy-mujer, tales como los Kuttner y los Hamilton, son más una cuestión de simbiosis que verdadera colaboración.

Durante su primer año en Columbia, Jim estudiaba zoología pero no tardó en convencerse de que «… como científico, sería siempre una mediocridad, sin más futuro que el de profesor, celador o técnico de laboratorio». Además, los tests de aptitud científica de mostraron que la literatura había sido la tendencia más fuerte en él desde el primer momento. Poco se perdió con aquel desvío inicial Ninguno de los entusiasmos de Jim —ni siquiera su breve aventura en el campo de la dianética en 1950-1951— han sido tiempo perdido Todo ha pasado a enriquecer su intelecto y sus emociones, que han surgido transformados prodigiosamente en un poema, un cuento, c una obra que no pertenece al campo de la ficción.

En aquella época, su producción —poesía y prosa— era calificada de «fría». Sin embargo, Jim no es ni ha sido nunca una personalidad fría. Puede ser irascible cuando tropieza con la estupidez o la vagancia de un escritor o un lector que se niegan a realizar su necesaria tarea, Su propia obra ha tendido siempre a lo intelectual, pero cuando se precisan la emoción y el sentimiento, se encuentran en el relato en la proporción adecuada. A veces puede aparecer incluso el sentimentalismo, aunque siempre controlado, Uno de mis favoritos finales de una historia apareció en la versión seriada de la novela que escribió en colaboración con Norman L. Knight, The shipwrecked hotel: «Y a partir de entonces vivieron felices, aunque no resultó fácil».

Abandonó Blowndsh, como Watson abandonó a Holmes (aunque yo era el Watson de la sociedad, la mayor parte del tiempo), al adquirir una esposa, Virginia Kidd, trasladándose a vivir a unas manzanas de distancia. Los gatitos se multiplicaron, y Jim decidió «sentar cabeza» y aprender a escribir. Su método no consistió en asistir a cursos de literatura en Columbia, ni en ninguna otra parte, sino en emplearse como asesor de un agente literario. Esto le obligaba a leer interminablemente manuscrito tras manuscrito. Durante el proceso, Jim aprendió a decirle a un cliente no sólo que una historia era mala, sino exactamente cómo, dónde y por qué era mala. Éste era su trabajo diurno; por la noche hacía uso de lo que había aprendido, escribiendo para una serie de publicaciones de todos los estilos, excepto para las revistas «de amor». Yo adquirí varios de sus relatos del oeste, deportivos y policíacos; estaban muy bien construidos.

Cuando las revistas de ciencia-ficción volvieron a la palestra, y algunas de ellas elevaron su nivel después de 1946, Jim volvió a dedicarse a la ciencia-ficción, y sus nuevos relatos demostraron lo mucho que había progresado. En 1948, las condiciones parecían muy favorables para renunciar a su empleo y dedicar todo su tiempo a escribir. Alquiló una casa en Staten Island y puso manos a la obra. Por desgracia, la época no era tan favorable como había previsto, y se vio obligado a emplearse de nuevo de 9 a 5 y escribir en su tiempo libre. Una segunda tentativa de independencia fue también un desastre en 1953; fue el año en que terminó el boom de la ciencia-ficción iniciado en 1950, Editó revistas comerciales y luego ingresó en una empresa de relaciones públicas.

En los años cincuenta empezó a escribir unas aceradas críticas literarias, especialmente para revistas de ciencia-ficción, bajo el seudónimo de William Atheling, Jr. Llegó a publicar dos libros, The issue at hand y More issues at hand, ambos citados por Advent. Trabajó con Damon Knight, cuando vivía en Milford, en la preparación de la anual Conferencia de Milford de escritores de ciencia-ficción, y se convirtió en uno de los miembros más activos de la SFWA (Escritores de Ciencia-Ficción de América). El segundo de los libros publicados en Advent fue mucho menos duro que el anterior. En su prólogo decía: «Aunque sigo creyendo que es deseable ser implacable con un relato malo, ya no estoy tan seguro de que el haber escrito uno signifique una tara en el carácter del autor ni horribles secretos en su ascendencia».

Su tercera tentativa de vivir exclusivamente de la pluma empezó en 1968, cuando Jim, sus gatos, y su segunda esposa, Judith Ann Lawrence, se trasladaron a Inglaterra. Conserva su interés y su actividad en la crítica de Joyce y de Pound, y ha sido coeditor de «Kalki», la publicación de la James Branch Cabell Society, desde 1967. Esta vez, las cosas parecen marchar bien para él, aunque (como ocurre con otros norteamericanos que viven en el extranjero) el negocio se pone feo cuando el dólar fluctúa. Está relacionado con la nueva Science Fiction Foundation de Londres, ha escrito artículos sobre ciencia-ficción para el londinense «Sunday Times Magazine», y sus informes sobre las condiciones de vida en Inglaterra y lo aconsejable de que los autores de ciencia-ficción norteamericanos vivan una temporada en el extranjero, continúan apareciendo en el Boletín de la SFWA.

A sus 52 años, con nuevos intereses en numerosos campos (actual mente trabaja en un libro sobre la música moderna), es posible que no nos llegue tanta ciencia-ficción de Jim como nos llegó en el pasado. Pero cuando la recibamos, podremos estar seguros de una cosa: la próxima historia no será igual que la última. Lo mismo que Robert A. Heinlein, James Blish se resiste a vivir de las rentas y a limitarse a introducir leves variantes en sus éxitos anteriores. Prefiere arriesgarse al fracaso haciendo algo realmente original, algo que nunca haya intentado y que requiera nuevos tratamientos y técnicas para que el resultado sea perfecto.

Bibliografía

… And all the stars a stage, Doubleday, Nueva York 1971, 206.pp.

Anywhen, Doubleday, Nueva York 1970, 168 pp.

Best science fiction stories by James Blish (Relatos), Faber, Londres 1965, 224 pp.

Best science fiction stories by James Blish (Relatos, ed, revisada), Faber, Londres 1973, 216 pp.

Black easter, Doubleday, Nueva York 1968, 156 pp.

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Cities in flight, Avon, Nueva York 1970, 607 pp.

A clash of cymbals, Faber, Londres 1959, 204 pp.

The day after judgement, Doubleday, Nueva York 1970, 190 pp.

Earthman, come home, Putnam, Nueva York 1955, 239 pp.

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Jack of eagles, Signet, Nueva York 1952, 246 pp.

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Midsummer century, Doubleday, Nueva York 1972, 106 pp.

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The quincunx of time, Dell, Nueva York 1973, 128 pp.

The seedling stars, Gnome Press, Nueva York 1957, 185 pp.

So close to home, Ballantine, Nueva York 1961, 142 pp.

Spock must die!, Bantam, Nueva York 1970, 118 pp.

The star dwellers, Putnam, Nueva York 1961, 224 pp.

They shall have stars, Faber, Londres 1966, 131 pp.

Los relatos de la serie Star trek, publicados por Bantam, Nueva York: Star trek 1 (1967, 136 pp), 2 (1968, 122 pp.), 3 (1969, 122 pp.), 4 (1971, 134 pp.), 5 (1972, 136 pp.), 6 (1972, 149 pp.), 7 (1972, 155 pp.), 8 (1972, 170 pp,), 9 (1973, 183 pp.).