Poul Anderson

por Gordon R. Dickson

A finales de los años cuarenta y hasta 1951, Poul Anderson y yo vivíamos en la misma casa de huéspedes en Minneapolis del Norte. Nuestras habitaciones eran contiguas, separadas por un tabique, y yo escribía principalmente a última hora de la mañana y por la tarde. Poul, en cambio, lo hacía a última hora de la tarde y por la noche. En el preciso instante en que yo empezaba a aflojar el paso, oía su máquina de escribir, como antes la mía, poniéndose en marcha a sacudidas. Pero luego, más rápidamente de lo que lo había hecho la mía, la suya adquiría velocidad; y no tardaba en oírla tecletear sin pausa mientras yo —vacío de energías y de ideas— dormitaba sobre el lecho en el cual me había tumbado.

Me despertaría algo más tarde para descubrir la noche oscura más allá de las persianas sin echar de mi cuarto; y, si la máquina de escribir de Poul sonaba todavía, me levantaría, comería algo y quizá saldría a tomar una copa. O, si su máquina de escribir estaba ahora silenciosa, iría a llamar a su puerta; y quizá saldríamos los dos. Así discurrían las cosas en aquella época.

Esto puede dar la impresión de que aquélla era una clase de vida muy atractiva y sin complicaciones. Pero si me detengo a recordarla con detalle, he de admitir que el atractivo y la falta de complicación sólo era una parte de la historia. Las vidas de los autores, como los propios autores, son invariablemente mucho más complicadas de lo que ellos, o incluso sus obras, indican. Y hay una idoneidad particular en esto. Ya que cuando, como en el caso de Poul, tenemos un autor cuya obra es mucho más compleja de lo que su superficie parece indicar, el orden de diferencias entre obra y hombre empieza a extenderse fuera del alcance de una fácil explicación. T. S. Eliot observó una vez en una introducción a una edición de los poemas de Rudyard Kipling que la mayoría de los poetas tienen que ser defendidos de acusaciones de oscuridad en su obra. Pero en el caso de Kipling, añadía, era necesario defender al hombre contra la acusación de escribir jeroglíficos. Desde luego, los poemas de Rudyard Kipling distan mucho de ser jeroglíficos, aunque una gran parte de su alegoría y significado se encuentran ocultos a menudo en las situaciones políticas del siglo XIX, sobre las cuales Kipling comentaba y criticaba. Pero la misma musicalidad de las rimas y de los ritmos que utilizaba hace que se lean con una engañosa facilidad, como si en ellos sólo importara el sonido de las palabras. De un modo similar, el arte narrativo de Poul Anderson no es ni ha sido nunca sencillo, aunque pueda parecerlo debido a su legibilidad y a su amenidad.

Volviendo a cuando vivía en aquella misma casa de huéspedes con Poul, ambos estudiábamos en la Universidad de Minnesota y Poul no tenía la intención de convertirse en un escritor profesional. Él quería licenciarse en física, cosa que consiguió con excelentes calificaciones, en junio de 1948. Sin embargo, en aquella época vendía ya muy bien lo que escribía; de modo que, después de graduarse, decidió aplazar la búsqueda de un empleo en el campo de la física y ganarse la vida escribiendo durante una temporada. Aquella «temporada», como dice ahora el propio Poul, parece haberse alargado indefinidamente, para mayor placer del resto de nosotros, desde luego. Poul, siendo Poul, hubiera escrito sin duda relatos de ciencia-ficción, de fantasía o detectivescos —así como obras históricas y científicas— por muy ocupado que le hubiese tenido un empleo regular. Pero sería esperar demasiado, incluso de él, que a partir de 1948 hubiera producido tanto como lo ha hecho sin otra ocupación que le distrajera. Su obra publicada alcanza actualmente treinta y cuatro novelas, más quince antologías de relatos cortos, tres libros científicos, y dos libros editados por él mismo. Todo esto, sin contar la obra que tiene contratada ni la legión de sus cuentos publicados.

Poul posee, como todo el mundo sabe, un raro talento para los títulos. Leerlos, cuando han escapado a la manipulación del editor, equivale a captar algo de la intensa nota de poesía que discurre a través de toda su obra. Entre las novelas: We have fed our sea (del verso del poema de Kipling), The high crusade, Three hearts and three lions, Tau zero… y entre los relatos cortos, Sam Hall, Cali me loe, Starfog, Kyrie, No truce with kings… son títulos que casi constituyen por sí mismos una balada o un canto fúnebre, y que al mismo tiempo revelan el firme control de la mente científicamente educada que da a la obra de Anderson su rasgo más característico.

Tal como ha dicho A. J. Budrys: «El hombre mejor calificado para analizar a los clásicos —se refiere a los clásicos de la ciencia-ficción— sería Poul Anderson. A Dios gracias, se dedica a hacerlo únicamente con el propósito de elaborar ficción adicional…».

De hecho, es una verdadera suerte. Porque los relatos de Anderson constituyen una producción valiosa y única, y sólo hay una fuente para ella en el universo conocido, el propio hombre, que ha sido valioso y único desde el principio.

Nació en Pennsylvania, de padres escandinavos, el 25 de noviembre de 1926, de ahí la ortografía de su nombre de pila. La pronunciación correcta de ese nombre se sitúa entre «pol» y «paul» para lenguas acostumbradas al inglés americano, pero Poul, de hecho, responde a todas las pronunciaciones. Era todavía un bebé cuando su padre fue trasladado a Port Arthur, Texas. Allí, la familia pasó los once años siguientes, y allí nació el hermano de Poul, John (el mismo John Anderson que más tarde dirigió la primera expedición a los montes Heritage de la Antártida).

La muerte de su padre al término de aquellos once años trasladó a la familia a Dinamarca, donde vivían numerosos parientes y amigos de su madre. Sin embargo, la proximidad de la Segunda Guerra Mundial hizo que la señora Anderson se trasladara de nuevo a los Estados Unidos, donde trabajó una temporada en la Legación danesa en Washington. El siguiente traslado fue a una granja de Minnesota, desde la cual Poul fue a Minneapolis y a la Universidad de Minnesota, en los años cuarenta.

En aquella época existía en las Ciudades Gemelas de Minneapolis y St. Paul una organización muy libre conocida como la MFS. Antes de la guerra había sido una organización de aficionados a la ciencia-ficción llamada la Minneapolis Fantasy Society, con escritores como Cliff Simak, Carl Jacobi, Donald Wandrei, Oliver Saari y otros en su lista de miembros. Después de la guerra, aunque conservó su conexión con la ciencia-ficción en términos generales y todos sus miembros originales que seguían viviendo en la ciudad continuaban formando parte de ella, se transformó en un grupo social básicamente sin estructurar, con intereses que se extendían desde la crítica literaria hasta el béisbol, con un gran consumo de whisky y de conversación.

Yo mismo había sido miembro del grupo original antes de la guerra, cuando los diversos servicios armados nos separaron y nos enviaron a todos en direcciones distintas. Poul ingresó en la MSF después de la guerra. Uno de los criterios del grupo era entonces el de que un socio tenía que ser capaz de atender normalmente a todos sus asuntos y luego sentarse hasta medianoche o más tarde, sociabilizando. Poul no era una excepción. En la época en que ingresó en la MFS cursaba estudios superiores de física, y secundarios de química y matemáticas. Creo que ya he mencionado que se graduó con honores en 1948. El hecho de que lo consiguiera perteneciendo a la MFS da una idea de su capacidad.

Ello proporciona también una especie de índice por el cual juzgar la parte científica de su naturaleza, y esto es importante debido a que la impronta de ciencia y de poesía en la obra de Poul la convierte en única en un campo en el que nunca han escaseado la ciencia ni la poesía por separado. Ambas se manifestaban fuertemente en Poul en aquellos días. Una de las numerosas actividades de la MFS después de la guerra eran las sesiones de canto, realizadas habitualmente a altas horas de la noche en una de nuestras reuniones improvisadas. Cantábamos principalmente baladas, pero en diversos idiomas que incluían el inglés moderno, el sueco, el noruego, el alemán, el francés, el polaco, el inglés de la Edad Media y el danés antiguo, entre otros. Para muchas de las baladas no inglesas quedábamos en deuda con Poul. Y no sólo eso. También poníamos música a muchos poemas, y viceversa, y Poul realizaba además excelentes traducciones de poetas escandinavos tales como Johannes V. Jensen.

Esto se mezclaba con otro tipo de diversión que consistía en la construcción verbal de relatos de ciencia-ficción. Partiendo de una idea inicial para una historia, cada uno de los contertulios la iba modelando y desarrollando hasta que se convertía en algo que podría o no podría llegar a escribirse, pero que se mantenía ya de pie sobre sus propias patas narrativas. En tales momentos era posible ver en las aportaciones de Poul cómo saga y canción, ciencia conocida y ciencia hipotética se complementaban mutuamente, funcionando en conjunto para transformarse en acción revestida de una coraza perfecta de posibilidad. Se necesita un raro talento para mezclar materiales tan distintos de un modo tan eficaz; pero Poul lo conseguía invariablemente cada vez que tomaba parte en el juego.

El tiempo, sin embargo, estaba desplazando el escenario detrás de todos nosotros, incluso entonces. A partir de 1950, el grupo social empezó a desintegrarse, tal como la MFS de la anteguerra se había desintegrado a causa de los acontecimientos bélicos. En 1953, Poul se casó con Karen, novelista y poetisa, y la pareja se marchó a vivir a la zona de la bahía de San Francisco, para terminar afincándose con su hija Astrid en su hogar actual de Orinda, California, sobre las montañas de la bahía, lejos de la bruma y al sol. El traslado hacia la costa occidental le sentó bien a Poul: su producción se hizo más abundante que nunca.

A partir de Brain wave, la mayor parte de sus obras memorables han sido escritas en aquellos parajes. Sus Premios Hugo The longest voyage, No truce with kings y el último, The sharing of fleshnacieron allí. Lo mismo que una infinidad de sus narraciones breves de feliz recuerdo: la clásica The man who came carly, todas las otras historias que he mencionado al hablar de la poesía de sus títulos, así como The martian crown jewels, The sky people, Kings who die, Escape from orbit… y entre las novelas, su excelente y precoz The broken sword, recientemente reeditada en rústica por Ballantine, en una versión revisada, así como The star ways, War of wing-men, We claim these stars, Shield, The corridors of time, The star fox… La lista se haría interminable. Existen, también, los relatos de la Patrulla del Tiempo; las historias acerca de Van Rijn, Falkayn y la Liga Polesotécnica; y la serie Flandry…, así como la serie fantástica de F&SF, la última de las cuales fue Operation Changeling. Esta última serie, dicho sea de paso, fue publicada por Doubleday en forma de novela bajo el título de Operation Chaos.

Con todo esto, Poul todavía encuentra tiempo para hacer otra docena de cosas. Viaja, construye embarcaciones, navega, escala montañas y le sobran horas para dedicarlas a una multitud de organizaciones. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Misterio de América, de la que ha sido vicepresidente y secretario regional. Pertenece también al capítulo local de los Irregulares de la Baker Street, a la SAGA (Swordsmen and Sorcerers Guild of America, Ltd.); y, desde luego, a los SFWA (Escritores de Ciencia-Ficción de América), cuya Conferencia Regional de la Costa Occidental es una creación de Poul.

Y luego existe The Society For Creative Anachronism, en la cual ha ganado una encomienda, con el nombre de Bela de la Marca del Este, con escudo de armas azul, dos soles en un pálido sotuer de plata, una divisa diseñada por Karen, que a su vez es miembro del Colegio de Heraldos del Reino de las Nieblas.

Entretanto, sobre los escenarios más amplios del mundo, este hombre alto, amable y de poderosa inteligencia participa activamente en la lucha por mejorar la condición de sus camaradas escritores, y en el movimiento a favor de la ecología y la conservación de la naturaleza, por el que se interesaba mucho antes de que esos problemas atrajeran la atención pública. Políticamente, es aquella figura cada vez menos frecuente; un liberal del siglo En religión, se acusa a sí mismo de ser un devoto de la Ciencia. Y se enorgullece de su profundo sentido familiar.

«Tal como se están poniendo las cosas —dice Poul—, mi principal derecho a la fama será probablemente haber engendrado a Astrid».

Esto podría ser. Pero es necesario aceptar con cierta reserva lo que dice de sí mismo, en su calidad de escritor: «Soy un narrador de cuentos al viejo estilo».

Lo es, de hecho. Pero la conclusión que se desprende de sus palabras no es absolutamente cierta. Decir de Poul Anderson que es un simple «narrador de cuentos» no es hacerle justicia. Los que le hemos leído lo sabemos muy bien.

Bibliografía

  1. Novelas
    • Vault of the ages, Winston 1952.
    • Brain wave, Ballantine 1954.
    • The broken sword, Abelard 1954.
    • No world of their own, Ace 1955.
    • Planet of no return, Ace 1956.
    • The star ways, Avalon 1957.
    • War of the wing-men, Ace 1958.
    • Virgin planet, Avalon 1959.
    • Perish by the sword, Macmillan 1959.
    • We claim these stars!, Ace 1959.
    • The enemy stars, Lippincott 1959.
    • The war of two worlds, Ace 1959.
    • Murder in black letter, Macmillan 1960.
    • The golden slave, Avon 1960.
    • The high crusade, Doubleday 1960.
    • Bogue sword, Avon 1960.
    • Earthman, go honre!, Ace 1961.
    • Three hearts and three lions, Doubleday 1961.
    • Mayday orbit, Ace 1961.
    • Murder bound, Macmillan 1961.
    • Alter doomsday, Ballantine 1962.
    • The makeshift rocket, Ace 1962.
    • Shield, Berk ley 1963.
    • Let the spaceman beware!, Ace 1963.
    • Three worlds to conquer, Pyramid 1964.
    • The corridors of time, Doubleday 1965.
    • The star fox, Doubleday 1965.
    • The fox, the dog and the griffin, Doubleday 1966.
    • Ensign flandry, Chilton 1966.
    • World without stars, Ace 1967.
    • Satan’s world, Doubleday 1969.
    • The rebel worlds, New American Library 1969
    • Tau zero, Doubleday 1970.
    • A circus of hells, New American Library 1970.
    • The byworlder, New American Library 1971.
    • Operation Chaos, Doubleday 1971.
    • The dancer from Atlantis, New American Library 1971.
    • The people of the wind, New American Library 1973.
    • There will be time, New American Library 1973.
    • Hrolf Kraki’s saga, Ballantine 1973.
    • A midsummer tempest, Doubleday 1973.
    • The day of their return, New American Library 1974.
    • Star prince Charlie (en colaboración con Gordon R. Dickson), Putnam’s 1974.
  2. Relatos
    • Earthman’s burden, Gnome Press 1957.
    • Guardians of time, Ballantine 1960.
    • Twilight world, Torquil 1961.
    • Strangers from earth, Ballantine 1961.
    • Orbit unlimited, Pyramid 1961.
    • Un-man and other novenas, Ace 1962.
    • Time and stars, Doubleday 1964.
    • Trader to the stars, Doubleday 1964.
    • Agent of the terran empire, Chilton 1965.
    • Flandry of terra, Chilton 1965.
    • The trouble twisters, Doubleday 1966.
    • The horn of time, New American Library 1968.
    • Seven conquests, Macmillan 1969.
    • Beyond the beyond, New American Library 1969.
    • Tales of the flying mountains, Macmillan 1970.
  3. Antologías
    • West by one and by one, edición privada 1965.
    • Nebula four, Doubleday 1969.