III

Silencio… Un vacío clínico, brillante, sin nubes, sin lágrimas. Horizonte, infinito. En algún lugar se alzan las palabras, el silencio habla: YO SOY LA ESPOSA; cancelado el sonido. Aarón invisible y del tamaño de un microbio, ve en el suelo una infinita membrana plateada surcada por venas muy bella, que identifica como el prepucio de un adolescente, el residuo de su primera operación…

Casi despierto ya, en posición fetal; algo terrible por encima de él le despierta. Trata de meterse de nuevo en su sueño, pero una mano lo impide y le impulsa hacia la conciencia.

Abre los ojos y ve a Coby ofreciéndole una taza de bebida caliente; mala señal.

—Sabe lo que sucedió con Tim, ¿verdad? —dijo Aarón mientras sorbía su bebida.

—Por lo que veo es usted quien no se ha enterado de lo que ha pasado con Don Purcell. No le he despertado porque el caso no ofrecía problemas médicos.

—¿Don Purcell? ¿Qué ha pasado con Don Purcell?

—Prepárese, jefe.

—Por amor de Dios, no me vengas con monsergas, Bill.

—Bien, a eso de las tres se produjo un temblor en la cubierta exterior. Dejé conectados todos los registros de Tighe y traté de enterarme de lo ocurrido. Finalmente lo logré. Parece ser que Don lanzó su nave exploradora por medio del mecanismo de lanzamiento automático. Va cargada de cintas de registro, gráficos, aparatos de control, todo aquello de que pudo echar mano. Hacia el planeta ¿Lo ve? Y dicen que está en condiciones de poder enviar una señal a la Tierra en cuanto haya ganado velocidad.

—Pero Don… ¿Va Don en la nave?

—Nadie va en ella. La dirige el piloto automático. La Bestia dispone de algunas mercancías y de instrumentos especiales. Y es posible que nuestra gente, en la Tierra, cuente también con una estación de escucha en alguna otra parte, en Marte tal vez, según he oído decir.

—¡Jesús!

Todo está pasando con mucha rapidez, pensó Aarón. ¿Dónde habrá conseguido Coby esta información? No se le escapa nada de todo lo malo que ocurre.

—Gracias, Bill —Aarón se irguió con un gran esfuerzo… Primero Don y ahora Tim… Guerra o juegos bélicos en el «Centauro». Todo arruinado, todo perdido.

—Las cosas van demasiado de prisa para el viejo —Coby se retrepó con familiaridad en la litera de Aarón—. También hay algo de bueno en esto. Tenemos que conseguir una organización política más realista. Toda esa porquería del gran líder se ha ido al garete, está terminado. Claro que podemos conservarlo como figura decorativa… Don y Tim también están fuera de campo, al menos de momento. Lo primero que tenemos que hacer es elegir un comité de trabajo.

—Está usted loco, Bill. No se puede mandar una nave con un comité. Nos suicidaríamos si comenzáramos a meternos en política.

—Me gustaría apostar a que no es así —contradijo Coby—. Hace falta efectuar algunos cambios, jefe.

Aarón se aclaró la cara con un poco de agua fría para ahogar la voz por algún tiempo. ¿Elecciones a dos años de ningún sitio? Eso significaría la aparición de la facción rusa, la facción norteamericana, el Tercer y el Cuarto Mundo; los científicos contra los humanistas, contra los técnicos, contra los ecólogos, contra los teístas, contra los smithistas… Todas las facciones de la Tierra a bordo de una frágil nave espacial. ¿Qué forma habrá adquirido toda esta lucha política cuando logremos alcanzar el planeta si es que vivimos el tiempo suficiente para ello? ¿Y cómo será la colonia, cualquier colonia que podamos fundar con esas premisas? ¡Oh, maldito Yellaston! ¡Maldito sea yo mismo!

—Reunión general a las once —estaba diciéndole Coby—. Y otra cosa; Tighe realmente estuvo paseando por ahí la noche pasada durante unos veinte minutos. Culpa mía, lo admito. Me olvidé de cerrar la sección de aislamiento. No ha ocurrido nada malo, sin embargo. Conseguí traerlo en seguida.

—¿Dónde estuvo?

—En el mismo lugar. Cerca del portón donde estuvo atracado el «China Flower».

—Cuando vaya a la reunión llévelo con usted —dijo Aarón impulsivamente, castigando a todos con su decisión.

Se levantó para tomar el desayuno, tratando de sacudirse su carga de sueño excesivo, de pereza. Tenía miedo a la reunión, un miedo terrible. Pobre Yellaston, tratando en vano de cubrir su lapsus, tratando de salvar la cara frente al público. Una figura decorativa. No, eso era algo que no podría aceptar, caería en la mayor de las depresiones. Aarón se dedicó a estudiar los registros y gráficos de Tighe para ocupar su mente y escapar de aquellos pensamientos.

Los datos sobre el estado de Tighe eran más pesimistas que todos los anteriores; su índice general de salud había descendido otros cinco puntos más. Sus funciones CNS habían descendido hasta un punto que él jamás encontró anteriormente en un paciente ambulatorio, y menos aún en uno tan coordenado como Tighe. Curioso… Tenía que estudiar el caso, pensó Aarón con cierta apatía. Todas las curvas de los gráficos tienden al pesimismo. Yellaston era nuestro pacificador. ¿Podremos arreglárnoslas sin él? ¿Soy yo tan dependiente de él como Foy?

Había llegado la hora de la reunión. Se encaminó hacia los Comunes, enfermo de compasión y temor; él mismo se mostraba reluctante, tan reluctante a oír que al principio no se dio cuenta del milagro: no había nada de qué compadecerse. El Yellaston que tenía ante sus ojos tenía la voz firme, estaba erguido, irradiando mando, autoridad; anunció oficialmente que la señal verde codificada para el sol Alfa había sido enviada a la Tierra a las cinco de la madrugada.

—¿Qué?

—Como algunos de ustedes ya habrán observado —dijo Yellaston placenteramente— nuestros dos comandantes de exploradores han tomado sus propias iniciativas personales con el mismo efecto al enviar a sus respectivos gobiernos terrestres la señal verde. Debo subrayar que estas acciones se llevaron a cabo siguiendo órdenes recibidas de sus superiores antes de embarcar. Todos nosotros lamentamos, todos los que nos hemos sumado a esta misión lo lamentaremos siempre, que las Naciones Unidas de la Tierra que patrocinaron nuestra misión no estén tan perfectamente unidas, o al menos no lo estuvieran cuando nos marchamos de allí. Confiemos en que las cosas hayan mejorado. Pero esto pertenece al pasado y no es asunto nuestro, no debemos preocuparnos con las tensiones y divergencias de un mundo que lo más posible es que ninguno de nosotros vuelva a ver jamás. Deseo decir que tanto Tim Bron como Don Purcell —Yellaston hizo un gesto paternal apenas perceptible, dirigido a los comandantes de exploradores que estaban sentados con toda la formalidad oficial de siempre a su izquierda (pese a la venda que cubría el ojo izquierdo de Tim)— no han hecho más que cumplir fielmente órdenes que habían recibido, por más que estas órdenes sean no sólo anticuadas, sino tal vez inútiles, exactamente igual que cualquiera de nosotros se hubiera visto obligado a hacerlo de hallarse en su lugar. Ahora esta obligación ha sido cumplida. Sus señales independientes, si es que llegan a la Tierra, servirán de confirmación a nuestra señal oficial transmitida a la Tierra.

»Ahora —continuó Yellaston— pasemos a considerar nuestra tarea inmediata.

¡Jesús, Dios…!, pensó Aarón. El viejo hijo de perra. Un viejo zorro que había sabido sacar todo el provecho posible de una situación aparentemente sin salida. Había tomado la iniciativa mientras yo pensaba que estaba acabado, terminado. Fantástico. Pero ¿cómo diablo? Manejando esos láser como debían ser manipulados. Aarón dirigió la vista en torno suyo y cazó un extraño brillo en la mirada de Ray Bustamante… El viejo negro George estaba cociendo algo con Yellaston en su cocina electrónica. Aarón se hizo un guiño a sí mismo. Se sentía tan feliz que ignoró el murmullo interno… ¿A qué precio?

—El examen de la forma biológica que nos fue traída a bordo por el equipo del comandante Kuh, comenzará esta tarde a las cinco. Se realizará en el corredor Gamma. Aunque la operación se realizará en zona aislada, podrá ser contemplada por todos vosotros en vuestros visualizadores; es decir, que lo más seguro será que podréis verla vosotros mejor que los que estemos allí realizando el trabajo —Yellaston sonrió—. Inmediatamente después, la sección de navegantes se preparará para un inmediato cambio de rumbo en dirección al planeta Alfa. Cada uno deberá asegurar su sector para ese cambio de rumbo, el aumento de aceleración y de velocidad tan pronto como sea posible. El vector de carga será expuesto mañana en el tablero de avisos. Deberéis comunicar a Tim y a Don cualquier problema que se presente en vuestras respectivas secciones. El primer maquinista, Singh, se ocupará de la sección Gamma en ausencia del comandante Kuh. Y, finalmente, debemos comenzar el trabajo de adaptar y perfeccionar nuestro plan general de colonización planetaria a los datos que tengamos en nuestro poder. Nuestro primer objetivo será la elaboración de en atlas del planeta indicando todos los datos que cada uno de vosotros haya podido descubrir o deducir en su respectiva especialidad, según los datos que nos brindan las cintas de grabación y los registros de la misión Gamma. De acuerdo con este atlas y sus datos, estableceremos nuestros planes. Os recuerdo que se trata de una tarea que requiere imaginación y atención, en la cual hay que tener en cuenta todas las contingencias y parámetros. Señores, señoras: la misión es difícil. Sólo tenemos dos años para prepararnos para la mayor de las aventuras que nuestra raza conoció.

Aarón comenzó a sonreír al pensar en el arcaísmo y se dio cuenta de que tenía un nudo en la garganta. El murmullo de las gentes en torno suyo duró un minuto más o menos. Yellaston hizo un gesto a Don y Tim y éstos se levantaron y se dirigieron con él a la salida. Perfecto, pensó Aarón, todo va bien, lo lograremos. El retorcido Coby. ¡Papi vive! Todo el mundo estaba excitado y satisfecho. Aarón se abrió camino entre la multitud y dejó atrás la gran maravilla floreal de las fotografías del planeta de Lory… o mejor dicho del planeta Alfa, ¿no le había llamado así el capitán Yellaston? Nuestro futuro hogar. Yellaston nos conducirá hasta allí. Ha sabido recuperar el terreno perdido.

Pero eso tenía un precio, repitió el rincón más sombrío de su cerebro. La gran luz verde, la señal codificada, estaba ya camino de la Tierra. No solamente somos nosotros los que nos hallamos comprometidos en esta aventura, sino la Tierra entera. Consecuentemente, el planeta tiene, forzosamente, que ser apto.

Se dirigió a reunir su equipo, irracionalmente resuelto a redoblar las precauciones relacionadas con la descontaminación de emergencia.

Diario de a bordo, nota 125 486 sd /4100 x 1200/ aviso a todo el personal
el corredor Gamma uno estará sometido a aislamiento de urgencia de peligro espacial a partir de las 15:45 del día hoy al objeto de realizar el bioanálisis del espécimen extraño // la entrada en él quedará limitada a. (1) comandante centauro cuadro alfa / (2) la vigilancia de xenobiología designada al efecto / personal médico / (3) equipo de control espacial charlie / (4) equipo de seguridad y supervivencia asignado a las entradas del corredor // el personal mencionado deberá llevar en todo momento sus trajes espaciales hasta que vuelva a abrirse el mencionado corredor // debido al factor de riesgo desconocido de esta operación se estacionará una guardia adicional en la parte interna de a bordo de las puertas de acceso: véase medidas especiales de seguridad anexo // personas no autorizadas deberán abstenerse de entrar en corredor gamma uno a partir de ahora // video cubrirá toda la operación desde los puntos de toma más próximos posibles y se transmitirá a todas las pantallas de la nave en el canal uno a partir aproximadamente a las 15:15 horas.
yellaston, com. gen.

En el corredor Gamma Uno, el mayor factor de riesgo lo constituían los cables. Aarón estaba literalmente oculto entre los componentes de su equipo instrumental, con el pesado traje espacial y observando cómo Jan Ing se ocupaba de la electrónica. El jefe de Xenobiología deseaba que en el corredor existiera una total capacidad computadora; no había manera de pasar el cable de enlace a través de las compuertas herméticamente cerradas. Se había recurrido al equipo de Salvamento y Recuperación, pero se habían negado en rotundo a facilitarnos ninguna de sus terminales de enlace alegando motivos de seguridad. Finalmente, se resolvió la cuestión sacrificando el panel indicador de una de las compuertas de acceso. El ingeniero Gomulka, que estaba presente en funciones de guardia, comenzó a trabajar para instalar en él los cables de enlace con el computador.

El suelo estaba cubierto de cables que culebreaban por doquier. Xenobiología había llevado allí la mitad de su laboratorio y Aarón vio al menos ocho registradoras Waldo unidas al equipo de extensión del biomonitor. El equipo de cámaras trabajaba por doquier. Una cámara se había instalado exactamente enfrente de la estrecha escotilla que había de abrirse para establecer la comunicación con la sección de mando del «China Flower», otras dos frente a la gran escotilla del módulo de carga tras el cual debía estar la forma extraña; también se habían colocado otros dos tomavistas elevados. Estaban instalando también algunas pantallas monitoras en el pasillo, lo cual alegró a Aarón que estaba demasiado atrás como para contemplar directamente las escotillas de acceso a la nave exploradora. El equipo de Salvamento y Recuperación trataba de recoger los cables y unirlos en manojos colocados a lo largo de las paredes, pero la cosa no era fácil y aún se complicaría más cuando los umbilicales de los trajes espaciales se sumaran al lío. Gracias a Dios, el uso de los trajes espaciales no se generalizaría hasta que el equipo de seguridad y recuperación espacial no hubiera hecho que el «China Flower» estuviera atracado en su muelle propio, anexo a la nave.

La estación de servicio de Aarón se hallaba en el punto más alejado del extremo opuesto del corredor. Frente a él, en un espacio abierto junto a la entrada del equipo de seguridad y recuperación espacial Más allá comenzaba el gran laboratorio de xenobiología. Más próxima se hallaba la escotilla de carga y, por fin, a distancia, se encontraba la sección de mando del corredor Cuadro de Mando Alfa significaba Yellaston y Tim Bron. Aarón apenas podía divisar el parche blanco sobre el ojo de Tim, que estaba hablando con Don Purcell. Éste debería volver al «Centauro» para situarse en el puente de mando y ocuparse de la navegación En caso de emergencia Aarón dirigió de nuevo una mirada a las filas de descontaminantes situados frente a las escotillas. También éstos tenían cables que terminaban en un interruptor al alcance de su mano. Había tenido problemas con la XB a causa de las latas de descontaminantes, Jan Ing preferiría ser devorado vivo que arriesgar aquel espécimen a sufrir la muerte o cualquier otro daño.

Una mano cayó sobre el hombro de Aarón el capitán Yellaston que llegaba para hacer una visita de inspección, su rostro observador no daba muestra alguna de cuál podía ser el estado de su riego sanguíneo.

—La suerte está echada —observó Aarón.

Yellaston hizo un gesto afirmativo.

—Un juego —dijo con tranquilidad—. La misión Aarón, es posible que haya hecho algo espantoso Pero en la Tierra, de todos modos, se hubieran puesto en movimiento hacia aquí a causa de las señales de los otros dos.

—Ha hecho usted lo único posible, señor.

—No —Aarón levantó los ojos Yellaston no estaba hablando con él sus ojos eran como dos frías pantallas cósmicas—. No, debí haber enviado luz amarilla y anunciar que había enviado luz verde. Ray me hubiera guardado el secreto. Eso hubiera evitado, al menos, el lanzamiento de las naves de las Naciones Unidas. Era el movimiento correcto, el adecuado. Pero no se me ocurrió a su debido tiempo.

El capitán descendió por el corredor dejando a Aarón atónito ¿Enviar señal amarilla y mentirnos durante dos años? ¿El capitán Yellaston? Sí, sí, Aarón comenzó a ver las cosas claras poco a poco Eso hubiera salvado, al menos, a una parte de la humanidad en el caso de que el planeta no fuese bueno para la raza humana. Mejor que perderse todos. Lo que hizo estuvo bien, pero no fue lo mejor. Quizá debido a que estaba borracho cuando tomó su decisión, pensó Aarón. Tal vez sea mi culpa… Mis susceptibilidades estúpidas, mi romanticismo.

Un grupo pasó junto a él: el equipo de salvamento y recuperación espacial vestido ya con sus trajes espaciales y dispuesto a salir a buscar el «China Flower». El último de los hombres apretó el brazo de Aarón al pasar junto a él: Bruce Jang, que le hizo un guiño significativo a través de su máscara limpia. Aarón observó cómo salían por la escotilla de atraque, recordando que también habían hecho lo mismo tres semanas antes cuando salieron para recoger al «China Flower» que regresaba con Lory a bordo, inconsciente. Ahora su misión era más sencilla, puesto que el «China Flower» ya estaba unido a la nave por un cable umbilical. De todas maneras la operación tenía su peligro. Los mecanismos rotacionales siempre podían lanzar despedido a un hombre que se perdería en el espacio, pensó Aarón, que siempre tenía miedo cuando otros hombres realizaban trabajos o ejercicios más allá del límite de su propia habilidad.

Una pantalla de video comenzó a funcionar y mostró un paisaje estrellado. Un traje espacial las ocultó; cuando pasó, tres pequeñas estrellas amarillas se movían hacia las tinieblas… Las luces de los cascos del equipo que se alejaba en dirección al «China Flower», que estaba a lo lejos. Aarón sintió que se le contraía el estómago: allí había una forma de vida extraña; él mismo estaba a punto de recibir a ese extraño. Comenzó a elegir y a montar los extensores, en cuyo extremo irían los sensores que debían ser introducidos en el interior del módulo de carga. Mientras lo hacía vio algunos rostros que le contemplaban a través de la mampara de vitrex del primer acceso. Hizo un movimiento de saludo. Los rostros, al comprender que el trabajo aún no había comenzado, se alejaron. Aarón se dio cuenta de que aquélla sería una tarde larga, muy larga.

Cuando él e Ing hubieron preparado y ordenado su equipo, todas las personas que no debían participar en la operación, con excepción del equipo de trajes espaciales, habían abandonado ya el corredor. En la pantalla conectada con el exterior, el «China Flower» se iba haciendo cada vez mayor. De pronto, la pared que había a su lado resonó como si hubiera recibido un golpe y las luces reverberaron… Las sondas de los portalones estaban enganchadas ya y la reverberación cesó. Aarón se estremeció involuntariamente: el extraño estaba allí.

Cuando el círculo de entrada del equipo de salvamento y recuperación espacial comenzó a emitir sus flashes, la voz de Tim Bron dijo en el audio:

—Todo el mundo debe ponerse los trajes ahora.

El equipo de salvamento y recuperación entró, ya de vuelta, en el corredor. Los hombres del equipo de trajes comenzaron a trabajar enlazando y comprobando los cordones umbilicales de los trajes espaciales de cada uno de los que se quedarían en el corredor. Sería un trabajo complicado y difícil, y esos cables no dejarían de ser un estorbo. Por fin, el equipo de los trajes espaciales llegó hasta él. Vio nuevos rostros al otro lado de la mampara de vitrex. Las pantallas de video estaban ofreciendo en esos momentos mejores imágenes, pero sin embargo los rostros seguían allí, prefiriendo ver menos pero verlo directamente. Aarón soltó una risita: el ancestral impulso simiesco de verlo todo con los propios ojos.

—Todo el personal que no intervenga directamente en la operación deberá abandonar esta zona.

El equipo de salvamento y recuperación se colocó alineado a lo largo de la pared que estaba en el lado opuesto al de la escotilla del puente de mando del «China Flower». El plan consistía en abrir primero esta escotilla para retirar los registros automáticos recogidos en la nave exploradora sobre el comportamiento y las reacciones de la forma de vida extraña. ¿Seguía viva todavía? Aarón no sentía ya ninguna intuición mística, sólo una tensión cada vez mayor en sus tripas. Se esforzó por respirar con toda normalidad.

—La guardia debe cerrar la zona.

La última entrada del corredor, que hasta entonces estuvo abierta, fue cerrada herméticamente. Aarón vio que una de las caras detrás del casco espacial se volvía hacia él y las tres secciones de la línea de Xenobiología. Era Lory. Le hizo un saludo rápido con la mano enguantada, deseando que su hermana se mantuviera entre el lugar donde él estaba y la escotilla de carga. Había olvidado por completo que ella estaría allí.

Con la zona asegurada y la guardia en sus puestos, Bruce Jang y otros dos miembros del equipo de salvamento y recuperación espacial se dirigieron para abrir la escotilla que daba al puesto de mando del «China Flower». Aarón observó el primer plano en la pantalla que tenía sobre su cabeza. Se oyó el sonido de unos clícs metálicos y el portalón de la escotilla comenzó a deslizarse lateralmente. Los hombres del ESR entraron llevando balizas de vapor y después la escotilla se cerró de nuevo. Otra espera. Aarón vio a los hombres del equipo de Xenobiología ajustando sus comunicadores de radio y comprendió que los del equipo de salvamento y recuperación les estaban informando. Conectó el canal correspondiente y pudo oírles: «Normal… Atmósfera normal» (interferencias).

La escotilla se abrió de nuevo y los hombres salieron envueltos en una nubecilla de vapor apenas perceptible. Lory volvió a mirarle de nuevo y él comprendió el significado de esa mirada. Ése era el aire que ella había estado respirando durante casi un año.

Las cintas registradoras de la nave exploradora fueron entregadas. Todo parecía indicar que la extraña forma seguía todavía viva.

—Las señales metabólicas regulares para la inspección preliminar, el ambiente sin cambios —se oyó la voz de Jan Ing en el audio— bioluminiscencia intermitente que va de dos a ocho bujías.

Ocho bujías… Eso significaba una luz brillante Consecuentemente, Lory no había mentido al respecto.

—Una subida extraordinaria de luminiscencia coincidió con el momento en que originalmente la nave exploradora atracó junto al «Centauro»… Otra tuvo lugar cuando la nave exploradora fue retirada de su muelle de atraque en la nave «Centauro».

Eso debió ser más o menos cuando Tighe abrió —o no abrió— el contenedor, pensó Aarón. También es posible que el estímulo se produjera por el movimiento de la nave.

—Uno de los ventiladores que hacen circular la atmósfera interior no funciona —continuó el jefe de XB—, pero los ventiladores restantes, por lo visto, han bastado para activar la circulación lo suficiente para una renovación continua, puesto que se mantiene adaptada al viento constante del planeta. Se presentan, al mismo tiempo, cambios de presión internos semejantes a pulsaciones…

La mente de Aarón se distrajo instantáneamente por la visión momentánea de él mismo caminando bajo el viento planetario, una corriente de aire original, puro, no recreado en un ciclo de recuperación biológica. La criatura que venía en la nave habitaba bajo ese viento. Una masa hinchada de unos cuatro metros de longitud, según Lory la había descrito. Como una gran bolsa de fruta. Extendiéndose allí durante un año, sufriendo sus metabolismos, latiendo, emitiendo su luminiscencia… ¿Qué más había venido haciendo? Las funciones vitales: asimilación, excitación, reproducción. ¿Se había reproducido? ¿Estaba la cámara llena de esos pequeños monstruos que Coby había predicho, esperando para lanzarse al ataque? ¿O para devorarnos, tragarnos a todos? Aarón se dio cuenta de que se había alejado de su interruptor de descontaminación y retrocedió para volver a tenerlo al alcance de la mano.

—La masa es constante, los vectores de actividad estables —confirmó Jan terminado su informe.

Luego no se había multiplicado. Sólo había crecido. ¿Había estado pensando, también? Aarón se preguntó si aquellos aumentos de la bioluminiscencia tenían algo que ver con los acontecimientos que habían tenido lugar en el «Centauro». ¿Acontecimientos, fenómenos? ¿Qué fenómenos? Las apariciones de Tighe, tal vez, o sus propias pesadillas. No seas idiota, se dijo a sí mismo. En sus oídos había una voz que parecía susurrarle que aquellos colonizadores de Nueva Inglaterra a los que se había referido Yellaston, tampoco habían sabido establecer relación alguna entre las temperaturas invernales y las corrientes oceánicas…

Ausente, con la mente ocupada en sus propios problemas, Aarón había seguido la discusión del equipo de salvamento y recuperación sobre si debían cortar, para volver a abrirla de nuevo, la mirilla de control visual que Lory había hecho soldar. Se decidió no hacerlo y proceder, directamente, a abrir la puerta principal del módulo de carga.

El equipo salió y los hombres asignados a las sondas de extensión tomaron sus equipos; los cables parecían una danza de serpientes. Bruce y el jefe del ESR abrieron la pesada puerta del módulo de carga. Era la puerta que se utilizaba para cargar en la nave exploradora el equipo de tierra, sus vehículos terrestres y aéreos y los generadores. La escotilla se deslizó silenciosamente y los dos hombres penetraron por ella. Aarón podía verlos en la pantalla de video, junto a la puerta interior. Cuando la abrieron no salió de ella ninguna nube de vapor porque aquel recinto no estaba presurizado. Más allá de las dos siluetas de los astronautas con sus trajes espaciales, Aarón pudo ver la parte más estrecha del módulo de carga, en la que estaba confinada la forma de vida extraña. Los hombres de los sensores continuaron avanzando, formando ángulo con sus sondas de prueba a través de la abertura como bestias de largas antenas. Aarón dirigió la vista a otra de las pantallas que le mostraba el pasillo en su totalidad y experimentó una extraña sensación de hallarse en el mar.

Aquí estamos, pensó, pequeñas burbujas de vida a millones y millones de kilómetros del pequeño planeta que nos vio nacer, colgados en medio de la oscura inmensidad, preparándonos con tan complejos sufrimientos para dar con una nueva forma de vida y enfrentarnos con ella. Todos nosotros, distintos, enfermos, imperfectos y, sin embargo, hemos logrado culminar esta empresa. Realmente increíble, ridículo… Nuestro equipo imperfecto, los hombres con sus trajes espaciales, las precauciones, el trabajo, las solemnidades —Jan, Bruce, Yellaston, Tim Bron, Bustamante, Alice Berryman, Coby, Kawabata, mi santificada hermana, el pobre Frank Foy y yo, el estúpido Aarón Kaye—. Una hilera de rostros pasaron por su mente, hostiles, sufriendo cada uno de ellos su separada e imperfecta realidad: todos nosotros, cada uno de nosotros. De un modo u otro hemos sido nosotros mismos los que nos hemos arrastrado a este complejo estado de cosas. Es posible que realmente estemos salvando nuestra raza, pensó. Tal vez, verdaderamente, tenemos ante nosotros una nueva Tierra y un nuevo cielo…

Pasó ese momento de íntima reflexión. Observó las espaldas de los hombres que aún seguían trabajando para abrir la puerta del módulo. Los hombres de los sensores se habían agrupado obstaculizando la visión de las cámaras. Aarón, consecuentemente, dirigió su mirada hacia el extremo del corredor donde se hallaban Yellaston y Tim Bron. El capitán tenía extendido el brazo, rígido, hacia la parte alta de su consola. Debía estar comprobando el control de evacuación; cuando pulsara aquel botón, las puertas neumáticas se abrirían y el corredor se despresurizaría en pocos minutos. Y también el módulo donde venía el extraño, si estaba abierto. Bien, Aarón se sintió más seguro. Comprobó su propio interruptor que abriría las latas de descontaminante y se dio cuenta, de nuevo, de que había adelantado unos pasos y volvió a retroceder.

Exclamaciones confusas y gruñidos le llegaban por el canal de comunicación de los trajes espaciales. Aparentemente, se había producido algún problema que dificultaba la apertura de la puerta del módulo. Uno de los hombres de los sensores trató de introducir su sonda. Otro le siguió. ¿En qué consistía el problema?

La pantalla no mostraba más que las espaldas de los trajes espaciales. Todo el equipo de salvamento y recuperación espacial estaba allí… ¡De repente una luz! Rayos de luz entre las siluetas de los hombres, que parecían azules contra un fondo de una extraña luz color rosa. ¿Era fuego? El corazón de Aarón saltó; se subió sobre un cajón para ver lo que pasaba por encima de las cabezas. No, no se trataba de un fuego, puesto que no había humo. Claro, pensó; la luz era la propia luminiscencia del ser extraño. Habían abierto el módulo.

Pero ¿por qué estaban todos allí? ¿Por qué no han retrocedido para colocar sus sensores? Amplios flashes de luz rosada, medio ocultos por los cuerpos. Por lo visto habían abierto por completo la puerta en vez de sólo una rendija para introducir por ella las sondas sensoras. ¿Aquella cosa había tratado de salir?

—Cerrad, salid —gritó Aarón por el micrófono de su traje espacial. Pero el canal estaba invadido por las interferencias hasta tal punto que era imposible comunicarse por él. Y todo el mundo corría a agruparse junto al portalón de la nave exploradora. Eso resultaba peligroso.

—¡Capitán! —gritó Aarón inútilmente. Podía ver la mano de Yellaston sobre el panel de mando de su consola, pero Tim Bron parecía sujetar su brazo. Los hombres del ESR estaban todos dentro del hangar de atraque del «China Flower», incluso dentro del mismo módulo tal vez, aunque resultaba imposible decirlo. Unos relámpagos de luz rosa iluminaron el corredor una vez más.

—Moveos, retroceded a vuestros puestos —gritó la voz de Yellaston sobre el canal de mando hasta que el intercomunicador se apagó. Aarón se dio cuenta de repente de la presión que le rodeaba y también de que había adelantado su posición hasta colocarse cerca de la estación de Xenobiología, y que detrás de él había mucha gente. Tras él estaba Akin. Pudo ver su rostro tras el visor del casco espacial. Él y Akin trataron de librarse de la multitud y retroceder unos pasos.

—¡Retroceded a vuestros puestos! ¡ESR, informe!

Aarón se dio cuenta de que cualquier movimiento resultaba enormemente fatigoso. Sentía enormes deseos de abrir su casco. Pero venció la tentación y retrocedió.

—George, ¿puede usted oírme? ¡Haga salir a sus hombres!

La pantalla mostraba una serie de confusos movimientos y flashes lumínicos más coloreados ¿Había algún herido? Vio una silueta que salía lentamente por la escotilla.

—¿Qué es lo que pasa ahí, George? ¿Por qué llevas el casco abierto?

Con expresión de incredulidad, Aarón se quedó mirando al jefe del ESR, que entraba en el pasillo… Su protector visual estaba abierto, echado hacia atrás sobre la cabeza. ¿Qué demonio estaba pasando? ¿Les había atrapado el extraño? El brazo del jefe se alzó y Aarón vio que le hizo una clara señal indicando, sin lugar a dudas, que todo iba bien; el canal de comunicación de los trajes seguía sin funcionar. Los otros iban tras él con la extraña luz resplandeciendo a sus espaldas, marcando un gran resplandor color melocotón en el corredor. Todos llevaban sus visores abiertos, pero por su aspecto se encontraban perfectamente, fuera lo que fuera lo sucedido allí dentro.

La pantalla mostraba la puerta de la escotilla del módulo; todo lo que Aarón podía distinguir era un gran rectángulo de luz cálidamente coloreado. Parecía estar burbujeando suavemente o variando de intensidad como un anuncio luminoso: globos de rosa, de amarillo, de lila. Era verdaderamente bello, hipnótico. Aarón pensó que debían cerrar la escotilla mientras oía a Yellaston que ordenaba a sus hombres que se bajaran los visores de sus cascos. Con un esfuerzo, Aarón logró apartar su mirada de aquella luz bellísima y pudo distinguir a Yellaston que aún seguía en su puesto de mando con el brazo rígido. Tim Bron parecía haberse alejado de allí. Todo iba bien, nada malo había sucedido. ¡Todo iba bien!

—¡Cerrad los cascos antes de que despresurice! —ordenó Yellaston.

El jefe del ESR bajó su visor protector y lo mismo hicieron los demás. Sus movimientos parecían vagos, como desenfocados. Uno de ellos tropezó en el equipo de biopsia y no se molestó en recoger lo que había tirado. ¿Por qué?, se preguntó Aarón. Algo iba mal en ellos. ¿Por qué no realizaban los planes de acuerdo con el programa de trabajo previsto? ¿Por qué no hacían nada para contrarrestar aquella bioluminiscencia? Probablemente todo iba bien. Yellaston seguía allí. Observando.

En ese momento fue empujado fuertemente. Alzó la mirada y pudo recuperar el equilibrio mirando en torno suyo. ¡Jesús…! Se encontraba en un mal sitio, todo el mundo estaba fuera de su lugar. Todo el corredor estaba atestado de gente que se dirigía hacia donde creían se hallaba aquello, mirando el resplandor maravilloso. Ni siquiera los centinelas seguían en sus puestos junto a las puertas de las rampas. ¡Algo no iba bien!, se dio cuenta Aarón. ¡Cerrad la puerta! quiso gritar tratando de retroceder hacia su puesto. Era como moverse dentro del agua. El botón de emergencia, tenía que alcanzarlo. ¿Cómo era posible que se hubiera alejado tanto de su sitio? Y las puertas… Vio que las mamparas de vitrex estaban llenas de rostros que desde el lado de fuera contemplaban lo que sucedía, gente que había llenado las rampas que conducían al corredor. Llegaban de todas partes de la nave. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? ¿Qué había salido mal? ¿Qué nos estaba sucediendo?

Sintió que un miedo frío anidaba en su estómago. Divisó la abertura del ESR y trató de dirigirse hacia ella, pero era como si tuviera que luchar contra una marea invisible y lenta. Una parte de su ser deseaba abrirse el visor del casco y correr hacia el lugar de donde procedía la radiación. La gente que estaba delante de él ya lo había hecho, ya se habían abierto los visores… podía ver la chata nariz danesa de Jan Ing.

—¡Manténganse alejados de la puerta! —gritaba Yellaston. Pero en ese momento Jan Ing se adelantaba abriéndose paso a empujones entre la gente.

—¡Detente! —le gritó Aarón en su micrófono inútil; y se vio abriendo su propio visor y encaminándose hacia donde estaba Jan. En sus oídos resonaban las voces. Tomó otro cajón y se subió a él para ver lo que estaba haciendo Yellaston. El capitán aún seguía allí y parecía luchar débilmente contra Tim Bron. La luz había desaparecido, o mejor dicho era interceptada por un montón de cuerpos que se apretaban junto a la puerta. No cabía duda de que era la cosa que había allí dentro la culpable de todo lo que sucedía, se dijo Aarón. Se sentía aterrorizado de una forma verdaderamente irreal. La cabeza le daba vueltas. Estaba indignado con aquella gente que se agrupaba al otro lado, fuera, y que parecía deseosa de entrar. Había que impedírselo. ¿Estaban perdidos? ¿Ellos o aquella maravillosa luz?

Alguien tropezó de frente con él y le cogió el brazo. Bajó la vista y reconoció a Lory.

—¡Vamos, Aarón! Iremos juntos.

Una desconfianza primaria envió un circuito de hielo a su cerebro; Aarón sujetó a su hermana por su traje espacial, mientras que con el otro se afianzó a una consola de instrumentos próxima. ¡Lory! Su hermana estaba de acuerdo, confabulada con aquella cosa. Se dio cuenta de repente: aquél era su estúpido complot, su plan. Tenía que detener aquello. ¡Matarlo! ¿Dónde estaba su interruptor de emergencia? Había quedado demasiado lejos, fuera de su alcance. Demasiado lejos…

—¡Capitán! ¡Capitán! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Despresurice! ¡Saque el aire!

Lucho con Lory para evitar que siguiera adelante. Ésta le gritó:

—No, Arn. ¡Es maravilloso! ¡No tengas miedo!

—¡Saque el aire, capitán! ¡Mátelo! —volvió a gritar; pero su voz no podía ser oída por encima de la confusión general. Lory luchaba por librarse de su mano, el rostro exultante y con una expresión de temor.

—¿Qué es todo esto? —le gritó Aarón zarandeándola—. ¿Qué es lo que tratas de hacer?

—Ya es tiempo, Arn, ven, ven… Ya es tiempo… Hay tanta gente…

Aarón trató de sujetarla con mayor fuerza. Al oír un clic metálico tras él se dio cuenta de que había volcado la consola. Pero las palabras de su hermana comenzaban a adquirir algún significado para él. Resultaba importante ir donde había ya tantos. ¿Por qué permitían que la gente ocultara aquella luz? Ahora era Lory la que le tenía cogido de la mano y le conducía hacia adelante, donde se acumulaba aquella multitud de gentes.

—Ya lo verás, Arn, todo pasará, el dolor… Arn, cariño, estaremos juntos.

La belleza comenzó a inundar el alma de Aarón, limpiando todo su temor. Exactamente detrás de aquellos cuerpos estaba la meca de los deseos del hombre, el manantial, el mismo Grial, la radiación viva. Vio una apertura entre el muro de cuerpos y empujó a Lory, y de repente se vio apartado por la gente que luchaba por penetrar por el acceso. Aarón luchó por conseguir mantenerse asido a Lory casi sin darse cuenta de que estaba luchando contra rostros conocidos… Alhstrom estaba junto a él, sonriendo como en un orgasmo. Aarón se abrió paso dejando atrás a Kawabata, aferrándose al brazo de alguien. En ese momento algo le empujó hacia atrás y le hizo tropezar con algo y caer bajo un analizador de xenobiología, todavía aferrado al brazo de Lory.

—¡Ven, ven, Arn!

Algunas piernas pasaron sobre él. Se trataba de Bustamante, que le golpeo al pasar. Tras él venían otras piernas, un bosque de piernas. Todos habían llegado hasta allí para proclamar la gloria de la luz que brillaba en la escotilla. Furioso, Aarón trató de luchar por levantarse y volvió a caer con sus propias piernas envueltas en un lío de cables.

—¡Arn, Arn, levántate! —le gritó su hermana con energía. Pero de repente Aarón sintió que una gran calma caía sobre él, aun cuando no cesaba de luchar por liberar su pierna atrapada. Cerca de su cabeza estaba la pequeña pantalla de un intercomunicador y pudo ver a dos figuras que luchaban: Tim Bron y Yellaston, que parecían haber perdido sus cascos. Las imágenes eran pequeñas, como en un sueño. Tim logró soltarse. Yellaston movió la cabeza y con los dos puños cerrados golpeó a Tim. Después, lentamente, pasó sobre el hombre caído y quedó fuera de imagen. La luz rosa dejó de brillar.

Todos habían entrado, se dio cuenta Aarón descorazonado. Aquel extraño nos había llamado y habíamos acudido. Yo tengo que ir también. Pero con el ceño fruncido se sentía indeciso. Tal vez este montón de cosas entre las que he caído me protegen de la influencia dé la luminiscencia, pensó confusamente. A su lado Lory estaba tratando de apartar los cables que le sujetaban. Aarón la atrajo hacia sí.

—Lory, ¿qué les ha sucedido? ¿Qué le ha pasado a…? —no podía recordar el nombre del comandante chino—. ¿Qué le ha pasado a tu equipo… en el planeta?

—Cambiados —se veía que Lory estaba sufriendo. Su rostro tenía una increíble belleza—. Combinados, mezclados, asimilados. Completados. ¡Oh, ya lo verás! Apresúrate… ¿No puedes sentirlo, Arn?

—Pero…

Efectivamente, podía sentir, de acuerdo, la llamada, el impulso, la promesa irresistible… Pero también sentía otra cosa… el espíritu del doctor Aarón Kaye estaba gritando débilmente en su mente, amenazándole.

Lory trató de alzar el cuerpo de su hermano. Él se resistió, temeroso de salir de la protección que creía haber hallado en el suelo. Ahora el corredor en torno suyo estaba vacío, pero podía oír a la gente en la distancia, un denso murmullo que provenía de la escotilla. Nada de gritos, ni la menor señal de pánico. Librándose de Lory trató de captar la imagen que se reflejaba en la gran pantalla del techo. Todos estaban allí, dentro, apretados como sin saber qué hacer. Jamás en su vida había visto a tanta gente tan apretada. Se trataba de un caso que requería intervención médica urgente, pensó. Y yo soy el médico. Tuvo una visión del doctor Aarón Kaye aproximándose a los pestillos que cerrarían la escotilla de entrada al módulo de carga, manteniéndose firme frente a la multitud, tratando de convencerles de que resistieran contra aquello, fuera lo que fuera. Pero no podía hacerlo. El doctor Aarón Kaye no era más que una burbuja de miedo, presa de un desesperanzador deseo de ser también uno de los que estaban allí, deseoso de refugiarse en el seno de aquella luz bella y cálida. Iba a sentirse muy avergonzado, pensó vagamente, atado allí, como Ulises para protegerse contra el canto de las sirenas, agazapado tras un banco de análisis mientras que los demás… ¿Qué? Volvió a estudiar la imagen que había en la pantalla y no pudo apreciar problema alguno en aquella gente. Ni uno solo había caído al suelo. Los hombres del ESR se mantenían firmes, se dijo. Lo que yo tengo que hacer es salir de aquí.

Lory se echó a reír. Había logrado librar su pierna del lío de cables. Aarón estaba deslizándose. Tomó la jeringuilla contra el pánico que llevaba en uno de los bolsillos de su traje espacial.

—Arn, cariño —los esbeltos y atractivos músculos del cuello de Lory estaban al descubierto. Aarón la sujetó del pelo y le lanzó un chorro de líquido con su spray. Lory luchó desesperadamente, mecánicamente, pero Aarón la sujetó en espera de que el líquido hiciera su efecto. Su cerebro se sentía más claro; su dolor de cabeza había casi desaparecido; tal vez, de un modo u otro, aquellos cuerpos entre la luz y él mitigaban su efecto. Este pensamiento le atormentó. Trató de librarse de él y pensó: si logro cruzar el corredor hasta la rampa de acceso, podría cerrarla tras de mí. Quizá.

De pronto notó un movimiento a su lado, a su izquierda… un par de piernas, caminando lentamente, pasaron junto a su refugio. Reconoció aquellas piernas de piel de un color pálido dorado.

—Soli, Soli… ¡detente!

Las piernas se detuvieron. Una mano pequeña se posó sobre el banco analizador caído bajo el cual estaba Aarón. A su alcance… Podía lanzarle un chorro de spray y sujetarla… pero para ello tenía que soltar a Lory… ¡Una o la otra! Sujetó a Lory, que intentaba soltarse… Y la mano desapareció.

—Soli, Soli… ¡Regresa, vuelve!

La joven siguió andando corredor adelante, lentamente. El doctor Aarón Kaye se sentiría avergonzado, muy avergonzado… Lo sabía.

—Los hombres del ESR están bien —murmuró. Lory se estaba agitando; sus ojos tenían una expresión vaga.

—No, Arn, no, Arn —suspiró. Volvió a suspirar aún más profundamente. Aarón la sujetó con mayor fuerza obligándola a encogerse. Después la cogió firmemente por el cinturón de su traje espacial y la arrastró por el corredor.

Cuando su cabeza se libró de la protección, la dulzura volvió a aferrarse a él. Allí, allá abajo… allí está la meca.

«Soy médico», murmuró entre dientes tratando de forzar a sus piernas a obedecerle. Encontró un grueso cable entre sus manos. Reconoció el cable de enlace con la computadora, que por el otro extremo terminaba a bordo de la nave. Si lograba seguirlo y cruzar el corredor se encontraría en la rampa de salida.

Se aferró a él, comenzó a marchar de rodillas arrastrando a Lory. La cosa allá abajo estaba ejerciendo su influencia atractiva en los átomos de su alma; su cabeza estaba llena con la llamada urgente de la luminiscencia radiante que le pedía que soltara el cable y fuera a reunirse con sus demás compañeros que ya habían seguido la mágica llamada.

«Soy médico», volvió a murmurar. Necesitó toda su energía para seguir sujeto al cable encaminándose hacia la salida. Su mano enguantada y firme en aquel cable era como su última unión con la vida. Sólo le quedaban por recorrer unos metros. Resultaba imposible. ¿Qué ocurriría si hacía el camino en dirección opuesta? Iba a dar la vuelta… Pero algo había cambiado. Estaba junto a la escotilla, advirtió. Tenía que soltar el cable y coger a Lory.

Suspirando, lo hizo así. Casi era superior a sus fuerzas maniobrar la pesada puerta, abrirla y dejarla cerrada después tras ellos.

Cuando cerró el pestillo, su anhelo se debilitó perceptiblemente. El metal, pensó, bloquea un poco los impulsos; tal vez se trata de algo así como un campo electromagnético Alzó los ojos. Una figura estaba a su lado, junto a la escotilla.

—¡Tighe! ¿Qué está usted haciendo aquí?

Aarón se puso de pie mientras Lory quedaba encogida a su lado, en el suelo. Tighe los miró con expresión incierta y no respondió nada.

—¿Qué es lo que hay en la nave exploradora, Tighe? El extraño, ¿lo viste? ¿Qué es?

El rostro de Tighe se contrajo.

—Ma…maa… —por fin su boca soltó la palabra como una explosión—: Madre.

No, allí no podía hallar la ayuda deseada. Aarón se dio cuenta a tiempo de que su propia mano iba a abrir de nuevo el pestillo de la escotilla. Tomó a Lory bajo el brazo y la arrastró mucho más lejos por la rampa hasta el panel de intercomunicación de emergencia. Lory aún conservaba los ojos abiertos y sus manos trataban de abrirse el traje espacial aunque estaban demasiado débiles para conseguirlo.

Aarón rompió el cristal del intercomunicador de emergencia que estaba conectado con todos los canales de la nave.

—¡Don! Comandante Purcell, ¿puede usted oírme? Habla el doctor Kaye. Estoy en la rampa seis, hay problemas aquí.

No hubo respuesta. Aarón llamó de nuevo: a Coby, al servicio de seguridad interior, a todo el mundo en quien se le ocurrió pensar. Nada. No hubo respuesta. Todo el mundo en el «Centauro» se había ido al corredor Gamma Uno, como si toda la vida y toda la esperanza estuvieran concentradas allí.

Excepto Tighe. Aarón le hizo un guiño al mutilado. Él estaba allí y no se había unido a la estampida general.

—Tighe, ¿saliste tú también?

Los labios de Tighe emitieron un sonido que tomó por una negativa. Parecía no tener el menor interés por lo que ocurría en el muelle de atraque. ¿Qué le hacía permanecer sano, sin sentir la influencia de la «cosa» aunque estuviera cerca de ella?, se preguntó Aarón. ¿La pérdida parcial de su corteza cerebral? ¿El contacto directo? Algo le había inmunizado. ¿Podemos preparar alguna droga inmunizante? ¿Podría hacerme una autolobotomía y seguir funcionando normalmente? Se dio cuenta de que casi inconscientemente se había estado acercando a la puerta de la escotilla y de que Lory estaba arrastrándose hacia allí y casi fuera de su traje espacial. Le ayudó a sacárselo del todo y ambos regresaron hacia la rampa.

Cuando alzó los ojos vio una sombra en el panel de comunicación visual. Por un instante Aarón, horrorizado, pensó que era el extraño que venía a por él. Pero vio una mano humana que golpeaba suavemente. Alguien estaba tratando de entrar, pero él no se atrevió a acudir.

—¡Tighe! —ordenó—. Abre el portalón, deja entrar a ese hombre.

Como Tighe pareciera no comprender, insistió haciendo grandes gestos en dirección a la escotilla.

—La puerta de la escotilla… ¡Mira! Te acuerdas de cómo se abre… la escotilla. ¡Abre, Tighe!

Tighe vaciló y siguió inmóvil. Después pareció como si un antiguo reflejo se disparara; se acercó a la escotilla y con las dos manos la abrió con un movimiento perfectamente coordinado. La escotilla se abrió. El capitán Yellaston estaba allí. Deliberadamente, entró.

—¡Capitán, capitán! ¿Se encuentra usted bien? —Aarón se acercó para comprobarlo directamente—. Tighe, cierra la escotilla.

Yellaston caminó rígidamente a su encuentro con la mirada fija hacia adelante. Su rostro estaba bastante pálido, pensó Aarón, pero no mostraba ninguna señal de heridas. Estaba bien, pese a todo lo sucedido. Y todo iría bien si el capitán Yellaston lo estaba.

—Capitán, yo —comenzó Aarón, que se interrumpió al ver nuevas figuras en la puerta de la escotilla. Tim Bron y Coby pasaron junto a Tighe. Y otros detrás. Aarón jamás se había sentido tan contento de encontrar a su ayudante, así que le saludó con unas palabras amables y se volvió de nuevo a Yellaston.

—Capitán… —quería pedirle que cerrara herméticamente y precintara el corredor y que hiciera que todos se sometieran a un reconocimiento médico. Pero Yellaston seguía con la mirada fija al frente, como si no viera a nadie.

—Rojo… —dijo Yellaston con una voz débil y remota—. La luz roja es la que debíamos enviar… Es la correcta…

Se dirigió hacia el puente de mando.

El efecto del shock, pensó Aarón; y apreció un movimiento en la pared delantera… Era Lory, que se había adelantado y trataba de alejarse de él. Pero no se dirigía al corredor, sino rampa arriba en dirección al interior de la nave «Centauro». Debería estar en la enfermería. Aarón comenzó a seguirla confiando en que la droga que le había dado la mantendría en ese estado de baja vitalidad y que podría alcanzarla. No había contado con que el traje espacial que todavía llevaba puesto dificultaba sus propios movimientos. Su hermana iba delante de él ganando velocidad entre los tubos retorcidos. Se lanzó en su seguimiento dejando atrás la cubierta de los dormitorios y los almacenes; la zona de escasa gravedad hizo que se sintiera como si flotara en el viento. Lory se dirigió hacia la sección central de caída libre, pero no la cruzó sino que torció hacia la izquierda, hacia el puente de mando.

Aarón la siguió maldiciendo. Sus pies no encontraban su lugar en las guías y tenía dificultades para mantener su velocidad. Lory se iba alejando cada vez más. Cruzó a toda velocidad la sección de mando y la de control. ¡Maldita sea! Su hermana iba cerrando las puertas a medida que pasaba para dificultar aún más su seguimiento.

Cuando logró abrir la puerta del puente, éste estaba vacío Aarón entró en la cúpula de astronavegación Tampoco allí había nadie. Descendió de la zona de caída libre y comenzó a retroceder hacia el corredor de los computadores. Tampoco allí había nadie. Los brillantes animalitos domésticos de Ahlstrom estaban abandonados sin nadie que les cuidara. Esto jamás había ocurrido con anterioridad. El «Centauro» parecía una nave fantasma. Todas las secciones estaban vacías. La pantalla de física estaba realizando automáticamente unos cálculos, sin que hubiera nadie para observarlos.

Un ruido rompió el silencio. El ruido provenía de popa ¡Oh, bien, el cuarto de Bustamante, la sala de comunicaciones! Aarón no lograba dar con la puerta de comunicación interior, así que hubo de salir de nuevo al pasillo, corriendo, rígido, con el terror en las tripas cuando el sonido alzó su tono hasta convertirse en un grito.

La sala de comunicaciones estaba abierta Aarón entró y la escena le horrorizó Lory estaba allí, en la sagrada cámara giroscópica. El ruido como un grito provenía de los giróscopos que estaban abiertos Lory estaba lanzando todo tipo de objetos, cascos, herramientas y hierros entre las ruedas giratorias.

—¡Para! ¡Detente! —se abalanzó hacia su hermana, pero el sonido de los giróscopos se alzó hasta convertirse en un aullido, un grito de muerte Los grandes seres puros que habían estado girando allí sin la menor avería, sin el menor fallo durante una década, manteniendo su línea vital de comunicación con la Tierra, estaban en una agonía mortal. Rotos, chocaban entre sí terrible mente. Un trozo de árbol de leva pasó disparado junto a él y fue a enterrarse en el panel opuesto. Su hermana estaba acabando con el sistema de comunicación con la Tierra, atacándolo en su mismo corazón.

La sujetó fuertemente y se quedó atónito, inmóvil, apenas capaz de impedir otros daños. El alojamiento de los cristales del láser principal estaba roto, alguien lo había golpeado con un instrumento duro. Aarón pensó todo esto ahora importa poco. Sin los giróscopos para dirigirlo, el rayo láser era sólo como el dedo de un idiota señalando al cielo.

—Tenemos que ir ahora, Arn, juntos —Lory se colgó a él—. Ahora ya nadie puede detenernos.

El cerebro de Aarón se hizo cargo de la situación; dejó escapar un auténtico aullido y comenzó a sacudir, a zarandear a su hermana, violentamente. Pero de pronto se quedó inmóvil, rígido. Una voz dijo:

—¡Bustamante…!

Era el capitán Yellaston, que estaba detrás de él.

—Tengo que enviar la señal roja ahora mismo… Ahora…

—No es posible —gritó Aarón furioso—. No puede usted hacerlo, todo esto está roto, destrozado… Ella lo ha roto.

Se sintió invadido por una furia de preadolescente cuando contempló el rostro vacío e incapaz de comprender del capitán.

—Tiene que enviar… la señal roja —el capitán seguía preso de su ataque de enajenación.

—Señor, no podemos… no podemos enviar nada en estos momentos —Aarón soltó a Lory y tomó del brazo a Yellaston. El capitán se quedó mirándole sin reconocerle y apretó los labios. Una noche de dos litros. Aarón dejó que diera la vuelta y que se dirigiera a su alojamiento. Se sintió irracionalmente agradecido. Mientras Yellaston no hubiera visto la enormidad del daño, éste no era real. Alzó el guante del capitán y controló su pulso a medida que andaban. Sesenta pulsaciones; un pulso algo lento, pero no arrítmico.

—La capacidad técnica —iba murmurando Yellaston mientras entraba en su cámara—. Si se dispone de la eficiencia… se despertará uno por la mañana…

—Por favor, acuéstese un poco, capitán.

Aarón cerró la puerta y vio que Lory caminaba detrás de ellos, La tomó del brazo y comenzó a regresar a su oficina, resistiendo la débil llamada que le empujaba al corredor Gamma Uno. Si podía llegar a su oficina sabía que podría volver a recuperar sus funciones normales y decidir qué debía hacer. ¿Qué era lo que había atacado a la gente del «Centauro»? ¿Qué les estaba obligando a hacer el extraño? ¿Una descarga estática, algo así como la descarga eléctrica de la anguila marina? Lo mejor que podía hacer era intentar combatirla con un choque adrenérgico si el corazón estaba en estado normal. Aquella extraña atracción… Aún la seguía sintiendo incluso en aquellos corredores de la sección Beta, al otro extremo de la nave. Aquella forma extraña de vida tal vez empleaba esa atracción para conseguir alimentos, o tal vez para autofertilizarse. Y esa atracción era eficaz al actuar sobre el hombre. Emitía un campo semejante a una especie de gravedad psíquica. Tal vez algunas partículas atenuadas que actuaban sobre la voluntad, y los trajes espaciales no actuaban como aislantes totales. Tengo que volver a cerrar herméticamente el módulo de carga, pensó mientras conducía a Lory, que ahora permanecía dócil. Pasaron junto al puerto de atraque de la nave exploradora de Don. Pero La Bestia no estaba allí… Debía hallarse Dios sabe a cuántos miles de kilómetros de distancia transportando su mensaje.

Pero alguien estaba allí: Don Purcell, de pie junto a una rampa de acceso, con los ojos fijos en la cubierta. Aarón sujetó más fuertemente a Lory.

—¡Don! Comandante, ¿se encuentra usted bien?

Don volvió el rostro hacia él. Tenía su gesto simpático y seguro de siempre y en los ojos su guiño atrevido y sonriente. Pero Aarón pudo ver que sus pupilas estaban desigualmente dilatadas, como unas gafas polarizadas. ¿Era muy fuerte el choque que había recibido? Tomó la muñeca del comandante.

—¿No me reconoce, Don? Soy Aarón, el médico. Acaba de sufrir un choque físico, no debe ir vagando por ahí de un lado a otro. —Aarón apreció que también el pulso de Don era lento, como el del capitán Yellaston, y tampoco mostraba arritmia—. Debe venir conmigo a la enfermería.

El fuerte cuerpo del comandante no se movió. Aarón trató de empujarle pero se dio cuenta de que por sí solo no podría moverlo. Necesitaba su equipo de inyecciones y su maletín.

—Es una orden médica, Don: ¡preséntese de inmediato a reconocimiento!

Lentamente la sonrisa se enfocó en él, intrigada.

—El poder —dijo Don con la voz que utilizaba en la iglesia—. La mano del Todopoderoso en las profundidades…

—¿Lo ves, Arn? —Lory se adelantó y se acercó a Don—. Está cambiado. Es feliz y sincero.

Sonrió trémulamente.

Aarón siguió su camino con Lory mientras se preguntaba cuál sería la gravedad del estado de esas gentes. El «Centauro» podía automanejarse durante varios días y, en consecuencia, por esa parte no había nada que temer. No quería pensar de momento en el más terrible daño: el destrozo, la muerte de los giróscopos. Seguramente Bustamante podría hacer algo al respecto. Pero la pregunta principal era cuánto tiempo continuaría la gente en estado de shock. Y ¿cuántos de ellos habían sido afectados por la cosa extraña que estaba actuando? ¿Podía tratarse de un daño permanente? Imposible, se dijo con firmeza. Un golpe tan fuerte y permanente hubiera acabado por completo con Tighe. Imposible.

Cuando Aarón dio la vuelta para encaminarse a la enfermería, Lory de repente retrocedió:

—No, Arn, por ahí no. Es por aquí.

—Vamos a mi despacho, Lory. Tengo que trabajar.

—¡Oh, no, Arn! ¿Es que no comprendes? Ahora vamos a volver allí, los dos juntos.

Había súplicas en su voz, que tenía una calidad tonal suave e insistente. El entrenamiento profesional de Aarón se despertó. Suplementos químicos, como llamaba Foy a las drogas narcóticas o alucinantes. Ahora había llegado el momento de hallar algunas respuestas sobre el tema.

—Bien, hermanita. Háblame un minuto y después nos iremos. ¿Qué les ha pasado? ¿Qué les ha sucedido a Mei-Lin y a los otros que se quedaron en el planeta?

—¿Mei-Lin? —se estremeció.

—Sí, ¿qué les viste hacer? Ahora puedes decírmelo, Lory. ¿Los viste allí?

—¡Oh, sí! —soltó una risita vaga—. Los vi. Me dejaron en la nave, Arn. No me querían con ellos —sus labios temblaron.

—¿Qué hicieron, Lory?

—¡Oh, pasear! El pequeño Kuh tenía el video. Pude ver a dónde se dirigían. Colinas..: en dirección a ellas… hacia la belleza. Pasaron horas, horas y horas. Y después Mei-Lin y Liu siguieron adelante. Pude verlos correr… ¡Oh, Arn…! Yo también hubiera podido correr hacia aquella belleza… No puedes imaginarte su aspecto de felicidad.

—¿Y qué pasó después?

—Se quitaron los cascos y dejaron caer la cámara… Creo que los demás corrieron también. Sólo podía ver sus pies… Al fondo había como una montaña de joyas brillando al sol…

Las lágrimas corrieron por su rostro… Se lo secó con el puño, como un niño.

—¿Qué viste después? Aquella cosa como una joya, ¿qué les hizo a los otros?

—Nada. No les hizo nada —sonrió sorbiéndose las lágrimas—. Ellos simplemente la tocaron, sabes, con sus mentes. Ya lo verás, Arn, por favor. Vámonos.

—Un minuto más, Lory. Dime, ¿lucharon entre sí?

—¡Oh, no! —sus ojos se abrieron—. ¡No! ¡Oh, eso lo dije yo para proteger al extraño! No hizo daño a nadie… No dañará nunca. Ellos regresaron tan satisfechos, tan galantes y felices. Estaban todos cambiados, como si fueran otras personas. Y nos están esperando, Arn, ¿lo ves? Nos quieren. Volveremos a ser verdaderamente humanos por fin —suspiró—. Tenía tantas ganas de ir. Fue terrible… Pero tenía que esforzarme en resistir… por eso tuve que atarme en el traje. Tenía que traerlo aquí para ti. Y lo hice, lo hice, ¿no fue así?

—Y trajiste esa cosa en la nave exploradora tú sola. ¿Fue así, Lory?

Afirmó con un gesto de cabeza y con ojos soñadores.

—Encontré una pequeña. La metí por el desembarcadero delantero.

El contraste entre las palabras y el rostro de Lory era sorprendente.

—¿Qué estaban haciendo Kuh y sus hombres en esos momentos? ¿Trataron de impedirlo?

—¡Oh no, se limitaron a observar! Estaban en torno mío. Por favor, Arn, vámonos, vamos, vamos…

—¿Cuánto tiempo te llevó?

—¡Oh, días, Arn! Era muy difícil. Tenía que realizarlo poco a poco.

—¿Quieres decir que tardaron varios días en recuperarse? ¿Y qué hay de la grabación, Lory? La falseaste, ¿verdad?

—Yo… Yo la cambié un poco… Kuh no estaba nada interesado…

Sus ojos eludieron la mirada de Aarón. Éste recuperó su control.

—Arn, no tengas miedo Ahora ya ha pasado todo lo malo. ¿Es que no puedes sentirlo, la bondad?

Sí, podía… Estaba allí, arrastrándole con su llamada de buenaventura. Se estremeció despertando, para descubrir que su hermana le había arrastrado cerca del centro de la nave hacia el corredor Gamma Uno. Furioso, se asió fuertemente a la barandilla y empezó a sujetar a su hermana para hacerla volver a la clínica. Era como moverse entre goma, como si su propio cuerpo se negara a obedecerle.

—¡No, Arn, no! —ella regresó sollozando—. Tienes que venir. He trabajado tanto para ello…

Se concentró firmemente en el dominio de sus pies. Ya estaba frente a la puerta, con infinito descanso al ver a Coby detrás de su mesa.

—Tú deberás venir —Lory se esforzó violentamente por escapar de la mano de Aarón—. Tú… ¡Oh, tú…!

Aarón dio un salto para alcanzarla, pero se había marchado corriendo como un galgo. Aarón se controló. No podía correr detrás de ella, no podía seguir eludiendo el cumplimiento de su deber. Ya llevaba mucho tiempo haciéndolo. Días, había dicho Lory. Eso era comprometido. Y los demás estuvieron en torno a Lory mientras ésta embarcaba la cosa. Daño cerebral… ¡Oh, no pienses en ello, Aarón!, se dijo.

Entró en la oficina. Coby se quedó mirándole.

—Mi hermana ha escapado en una fuga psicopática —le dijo Aarón—. Ha estropeado nuestro sistema de comunicación. Los sedantes no le hacen efecto…

Se dio cuenta de que estaba actuando irracionalmente, antes que nada debía ocuparse de estudiar la situación médica general.

—¿Cómo es posible que tanta gente haya sido afectada por esa cosa, Bill?

La mirada descomprometida de Coby no cambió. Finalmente dijo simplemente.

—¿Afectadas…? ¿Shocks?… Oh, sí…

Sus labios se torcieron en una sonrisa fantasmagórica. ¡Oh, no…! Coby también estuvo en el corredor.

—¡Jesús, Bill! ¿También tú? Voy a darte una inyección de AD-Doce. Al menos que tengas otra idea mejor.

Los ojos de Coby le siguieron. Tal vez él no se encontraba tan profundamente afectado, pensó Aarón.

—Post coitum tristum —la voz de Coby era muy baja—. Yo estoy tristum.

—¿Qué es lo que te ha pasado? ¿Qué te ha hecho? ¿Puedes explicármelo?

Continuó el silencio y la mirada triste. Sólo en el momento en que empezaba a abrir su armarito de medicinas, Coby dijo con toda claridad:

—Conozco de sobra un corpus luteum maduro, tan pronto veo uno —hizo un sonido sardónico y desagradable.

—¿Qué?

Ganaron vida algunas visiones obscenas en la cabeza de Aarón cuando éste le subió la manga a Coby para llevar la aguja hipodérmica a su vena.

—¿Tuviste algún tipo de contacto sexual con esa cosa, Bill?

—¿Contacto sexual…? —la voz de Coby era apenas un susurro—. No… no de los nuestros, desde luego. Si alguien lo hizo… Contacto sexual… tal fue Dios. O un planeta… Nosotros no. Él nos tenía.

El pulso de Coby fue haciéndose más lento; la piel se enfriaba.

—¿Qué es lo que quieres decir, Bill?

El rostro de Coby se contrajo; miró a los ojos de Aarón esforzándose en no perder el conocimiento.

—Puede decirse que era como si nosotros lo lleváramos dentro… una carga fecundante en nuestras cabezas… Una carga de amor… que se volcaba en la reina de los tiempos… Era como una especie de rito sagrado, algo que recorría nuestras mentes… saltando para crear un cigoto en esa unión… ¿Lo entiende? Sólo que nosotros nos quedábamos vacíos… ¿Qué le sucede a la cola de un espermatozoide después de haber fecundado el óvulo…?

—Tómatelo con calma, Bill… Tranquilízate —Aarón no quería escuchar lo que él creía un delirio. Oh, no, no, no… Su ayudante, el hombre con la mejor capacidad para el diagnóstico, estaba delirando.

Coby emitió una risita:

—El bueno de Aarón —dijo—. Usted… usted no lo hizo…

Coby puso los ojos en blanco. Aarón no quiso resignarse e insistió:

—Bill, trata de controlarte. Sigue aquí. Hay muchos que han sufrido el choque y van de un lado a otro desorientados. Tengo muchas cosas que hacer, ¿puedes oírme? Sigue aquí hasta que yo vuelva.

Tuvo visiones de sí mismo recorriendo rápidamente la nave de un lado para otro, reanimando a los tripulantes… y lo que era más importante: cerrando herméticamente el corredor Llenó su maletín de inyecciones estimulantes, cardiotrópico y desintoxicantes. Una hora demasiado tarde, el doctor Aarón Kaye se lanzaba a su trabajo. Sirvió una taza de caldo caliente. Coby no le miraba.

—¡Bébetela, Coby! Volveré en seguida.

Se dirigió hacia la sección de los almacenes venciendo la atracción que aún le llevaba a Gamma Uno. Allí la fuerza de la cosa era más débil y podía hacerlo todo con mayor facilidad. ¿Se hallaba, tal vez, en una fase refractaria? ¿Cuánto tiempo tardaría en recuperarse?

Miriamne Stein estaba en su mesa, con el rostro absolutamente en calma.

—Soy el doctor, Miri. Has sufrido un shock y voy a ayudarte.

Confiaba en que la inyección la aliviaría cuando se la puso en su brazo inerte. Sus ojos vacíos de expresión se volvieron a él.

—Estoy realizando una inspección general y tengo que llevarme un cable de ESR. Te dejaré un recibo. Aquí lo tienes, Miri, tú quédate aquí hasta que te encuentres bien.

Fuera se dejó llevar por la atracción para cruzar al otro lado de la nave. A medida que lo hacía, una extraña alegría le iba poseyendo, como un delicioso deslizarse por una suave pendiente, como si la sexualidad fuera penetrando en su cerebro… ¿Estoy actuando lógicamente, racionalmente? Se sintió asustado. Sí, sabía que podía dar la vuelta, dirigirse hacia la primera rampa del corredor. Su plan era cerrar todas las escotillas, todas las entradas que la gente había dejado abiertas en su camino de vuelta del corredor. Catorce. Después de eso, después de eso, lo sabía, podía bombear el aire fuera del módulo. La despresurización mataría a aquello, fuera lo que fuera. Era lo más sensato que podía hacer, lo único sensato. Pero ¿estaba seguro de que eso fuera necesario? Después pensaría en ello… Ahora algo le estaba afectando a él.

Junto a la rampa de proa su cabeza aún estaba bien, pensó… La atracción de la cosa era más débil. La puerta estaba abierta. Posiblemente, Don entró por allí. Con las debidas precauciones, Aarón se arriesgó a bajar sin utilizar el cable de seguridad. Bien, había conseguido llegar. Mientras cerraba, miró el corredor. Una auténtica confusión de objetos caídos y en desorden, pero no vio ni una sola persona… La rosada radiación viva seguía allí Su corazón comenzó a latir precipitadamente… Y la puerta se cerró casi ante sus narices.

La otra estaba más cerca. No debía arriesgarse tanto… estaría mucho más cerca de aquella maravillosa luz; de hecho, tras la consola con el panel de mando donde estuvo Yellaston. Aarón sintió que sus pies corrían sin él quererlo y se forzó a detenerse, lo que logró antes de llegar al último recodo. Frente a la rampa ató la cuerda de seguridad a un soporte metálico y el otro extremo lo enrolló en torno a su cintura. Con varios nudos difíciles, apretados, para no poderlos desatar precipitadamente en un momento de abandono o de pérdida de voluntad.

Pensó que esa idea era buena; se vio pronto en el corredor tropezando con cascos, cables, guantes. El gran resplandor de la luz cálida y rosada estaba apenas a veinte metros de distancia. Tenía que retroceder, dar la vuelta y cerrar la escotilla. Se detuvo junto al panel de mando y miró la pantalla de video que aún seguía conectada con el interior del «China Flower». Su interior era como si estuviera pleno de piedras preciosas, de joyas resplandecientes; pudo ver, asustado, grandes globos suaves y brillantes, destellantes y cambiando de color ante sus ojos… algunos eran más oscuros, como un racimo de ígneas ascuas ya casi consumidas. ¿Se estaba muriendo aquella cosa? Sintió un raro dolor, una pena en su interior, y tuvo que taparse los ojos para no seguir mirando; después apartó los ojos de la pantalla. Allí estaban sus ya inútiles latas de descontaminante… y el corredor parecía el escenario de una batalla pasada o como quedaría después de una estampida… ¿Qué había estado murmurando Coby sobre espermatozoides? Parecía como si estuvieran cruzando su mente agitando sus colas…

—¡Arn… has venido!

Desde ninguna parte Lory estaba allí, tirándole del brazo.

—¡Oh, Arn, querido Arn! He estado esperando.

—Sal de aquí, Lory. Voy a despresurizar este lugar.

—Estaremos juntos, no tengas miedo.

Su hermana estaba trabajando con los nudos de su cintura. Su rostro tenía una expresión hierática. Furioso, la empujó hasta ponerla detrás de él.

—Voy a extraer el aire, ¿es que no puedes oírme? A despresurizar.

Aarón trató de arrastrar a su hermana hacia la rampa, pero ella se resistía y escapó de sus manos.

—Oh, Arn, por favor. No puedo…

Lory corrió hacia la luz, hacia el interior del «China Flower».

—¡Vuelve, Lory, vuelve aquí! —Aarón corrió tras ella hasta que se detuvo cuando la cuerda alcanzó su máxima extensión. Ella agitó sus manos delante de él, su silueta destacándose en la luminiscencia y giró una vez y otra llevándose el puño a la boca y sollozando.

—Me voy, me voy… sin ti, sola…

—¡No, Lory! ¡Espera!

Aarón no pudo evitar que sus propias manos comenzaran a desatar los nudos, pero ella ya se había ido, alejándose de él y cruzando la puerta, hacia la luz…

—¡No, no!

La cálida luz la envolvió como en un abrazo. Y desapareció confundida en ella.

Un trino fuerte resonó en sus oídos y lo despertó. Trató de recuperarse y finalmente se dio cuenta de que las lucecitas de alarma de la consola de mando estaban llamando. Alguien estaba dentro del «China Flower», que iba a despegar.

—¿Quién está ahí? ¡Deténgase! —puso en funcionamiento todos los canales—. Quienquiera que esté en la nave, respóndame.

—Adiós, adiós, muchacho —la voz de Bustamante resonó en el altavoz.

—Ray, Ray… ¿Estás ahí? Aquí habla Aarón. Ray, sal, ¿no sabes lo que estás haciendo?

—Sí lo sé… voy a poner rumbo. Guardaos vuestra mierda de mundo… —la voz profunda era mecánica, sin ninguna entonación.

—Sal, Ray. ¡Ven aquí! Te necesitamos. Por favor, escucha, Ray… El giróscopo se ha roto… Los giróscopos.

—Eso es grave.

Un profundo ronroneo mecánico hizo temblar las mamparas.

—¡Ray, espera! —gritó Aarón—. Mi hermana está ahí, la matarás… La escotilla está abierta. Ray, por favor, déjala salir. Yo cerraré la escotilla. ¡Lory, Lory, sal!

Sus ojos buscaban desesperadamente la palanca de control automático de las escotillas mientras sus manos trataban de desatar los nudos.

—Ella también puede venir —una risita que parecía provenir de una calavera… Otras voces. Las mujeres de Ray. ¿Estaba Soli allí? Los nudos iban cediendo.

—Nos vamos, muchacho, nos vamos a ese planeta.

—Ray, Ray. Estás mal… Te despertarás a millones de millas en el espacio sin saber siquiera qué haces allí… ¡Por amor de Dios, espera!

Se vio libre de la cuerda. Dio un salto Tenía que ir allí a toda prisa y sacar a Lory. Tenía que salvar aquella belleza viviente. Era una promesa.

Se encendieron intermitentemente otras luces Hubo una sacudida en la estructura metálica. La nave, Lory, gritó débilmente su cerebro. Se libró del todo de la cuerda y pudo ver el cuerpo de su hermana, su silueta, su cuerpo agitándose ondulante en el azul contraste de la radiación, esperando, esperándolo a él. Con el último vestigio de cordura que le quedaba trató de manipular la puerta de la escotilla.

La escotilla principal en esos momentos comenzó a cerrarse frente a la puerta radiante.

—¡No, espera, no! —Aarón comenzó a correr con la cuerda aún en sus manos, corría hacia todo aquello que siempre había deseado, pero los paneles temblaron y golpearon atronadoramente y un fuerte soplo de viento le apartó a un lado. Se aferró a la cuerda en un movimiento reflejo y pudo ver a Lory vacilar y resbalar empujada por el chorro de aire… todo parecía atraído hacia la compuerta que se cerraba. El «China Flower» había partido, se alejaba llevándose aquello lejos de él. Todos iban a volar después de ella… Pero cuando Lory se aproximó a la escotilla que unía al corredor con la nave, el último rayo se desvaneció.

El viento cesó y el corredor se quedó silencioso, totalmente silencioso.

Él estaba allí, de pie, un hombre estúpido sujetando una cuerda, sabiendo que toda la dulzura, que toda la suavidad del mundo había desaparecido. La vida misma parecía desvanecerse en la oscuridad que quedaba tras él, como si se hubiera marchado para siempre. ¡Vuelve, vuelve!, murmuró penosamente. ¡Oh, vuelve!

Lory se estremeció. Su rostro estaba claro, limpio, vacío. Parecía aún más joven. Todo había desaparecido, todo se había ido, el impulso, la carga de su mente… Una sensación de inmensa pesadez cayó sobre él. Era como si todo el «Centauro», la totalidad de esa maravillosa nave estelar de la que se había sentido tan orgulloso, pesara sobre sus hombros, muda, fláccida y oscura. La chispa de la vida se había ido. Sin voces, sin rastro, imposible de hallar en los desiertos helados del espacio… En su interior sabía que ahora se había ido para siempre y que nunca nada volvería a ser como antes.

Tiernamente, ayudó a Lory a levantarse y juntos comenzaron a caminar a ninguna parte, ella confiadamente en sus manos; su hermana pequeña, como lo fuera hacía ya mucho mucho tiempo. Cuando caminaban por el corredor pudo apreciar un cuerpo caído junto a la mampara: era Tighe.