WERNER HEISENBERG (1901-1976)
En el verano de 1925, víctima de un acceso de fiebre del heno y cansado hasta el agotamiento por la continua pelea con las perplejidades de las líneas espectrales del átomo, Werner Heisenberg, que no contaba a la sazón más de 24 años, decidió tomarse unas cortas vacaciones y dejar por unos días el Instituto de Física de la Universidad de Göttingen, donde estaba trabajando con Max Born, y se marchó de viaje a las colinas de Helgoland. En este lugar, en un día y una noche enfebrecidos, fue donde inventó lo que había de conocerse como mecánica cuántica matricial. La completa formulación de la mecánica cuántica matricial tuvo lugar con la ayuda de Max Born, Pascual Jordan, Paul Dirac y Wolfgang Pauli (una de sus conclusiones fue el famoso principio de Indeterminación de Heisenberg, que en términos sencillos viene a afirmar que cuanto más sabemos acerca de una mitad del mundo subatómico, tanto menos podemos saber de la otra mitad). Fruto de un trabajo independiente y siguiendo líneas de razonamiento diferentes, Edwin Schrödinger había desarrollado una mecánica ondulatoria; pronto pudo mostrarse que ambas formulaciones resultaban equivalentes. Con ello, casi de un golpe, había nacido la mecánica cuántica. Heisenberg recibió el premio Nobel de la Física en 1932 por sus brillantes y decisivas contribuciones a esta ciencia.
Los capítulos que siguen están tomados de Physics and Beyond (Nueva York: Harper and Row, 1971). [Versión en castellano: Diálogos sobre la física atómica], Across the Frontiers (Nueva York: Harper and Row, 1974), y The Physicist’s Conception of Nature (Nueva York: Harcourt and Brace, 1955). El centro de sus conclusiones es que en Física sólo se pueden hacer afirmaciones «acerca de relaciones estrictamente limitadas que sólo resultan válidas dentro del marco de tales limitaciones» (la cursiva es suya). Pero si queremos, sin embargo, ir más allá de la física y empezar a filosofar, entonces la concepción del mundo que se presta mejor a explicar la física moderna no es la de Demócrito, sino la de Platón. Heisenberg fue un excelente filósofo (probablemente, junto con Eddington, el más acabado entre los autores que aparecen en este volumen), y un metafísico y místico de orientación pitagórico-platónica. Capaz de un absoluto rigor analítico y empírico, despreciaba, no obstante, al positivismo puro —el intento de ser solamente analítico y empírico—, y así, en este capítulo inicial, Heisenberg, Pauli y Bohr se lamentan de que la filosofía intente imitar a la física.