CAFÉ AMERICAIN Roberto Sannueza

Se ve mucho movimiento esta noche en el Café Americain. Pero en realidad no vine a divertirme, así que me siento en una esquina, tratando de confundirme con la escenografía y me dedico a mirar los parroquianos mientras beso una copa de bourbon (del de verdad, no simulado).

Diviso tres Ilsas, dos Sams con pianito rodante y todo. Por supuesto entonan "As time goes by" con perfecta afinación, pero todos sabemos que no son ellos cantando sino sus sims.

Reflexiono que después de todo la posterioridad no ha sido justa con Paul Meinreid, O quizá simplemente su Victor Lazlo no logró entrar al imaginario colectivo como los otros. Lo cierto es que no veo a ningún Lazlo, aunque veo a un Renault, con traje de policía francés completo hasta el último detalle, aunque... los sims son así, ¿no?

Es entonces cuando Rick hace su entrada. Es el único Rick, por supuesto, privilegios del boss. No permite ningún otro Rick en su Café Americain cuando él está presente.

Afortunadamente no objeta otras manifestaciones de Bogart, así que yo estoy OK.

Aunque me declaro fan de Bogart, "Casablanca" nunca fue enteramente de mi gusto y yo prefiero usar un sim de Sam Spade, del Halcón Maltes.

Va mejor con mi línea de trabajo por lo demás.

Precisamente, soy detective privado y estoy esta noche en el café, en medio de toda esta parafernalia de realidad virtual, contratado por la esposa de Rick para sorprenderlo (preferentemente in fraganti) en comprobable adulterio, registrarlo en cualquier medio audiovisual de mi elección y hacérselo llegar a ella, quien a su vez lo hará muy prontamente llegar a su abogado.

¿Mierda de trabajo? Probablemente, pero me da de comer y eso ya es bastante.

Y no como mal, por lo demás. Parece ser que la Gran Manzana está llena de adúlteros/as y de gente perdida que la NYPD no puede o no quiere encontrar.

Por lo pronto a su servidor Sam Sabre (Sabre, Spade. ¿capta?) no parece faltarle trabajo.

Tengo incluso una oficina en un barrio no muy malo, decorada con unos sims no tan baratos. La tengo simulando la oficina de Spade en el Halcón Maltes, con muebles de madera, alfombra e incluso un teléfono, de esos negros de discado.

A la mayoría de mis clientes les encanta. La simulación virtual parece darle a mi pedestre trabajo un romanticismo añejo que en realidad no tiene.

En todo caso la esposa de Rick no parecía particularmente impresionada por mis sims cuando me consultó esta mañana.

La mujer que entró en mi oficina era bella, muy bella, lo que tampoco me impresionó mayormente. Cada mujer que puede costearse un sim (y todas parecen poder) es bella hoy en día.

Lo que si me impresionó vino después de escanearla con mis detectores implantados. No detecté nada, ningún sim.

Pensé por un momento que mi equipo estuviera fallando, pero no, detectaba normalmente los sims de mi oficina.

La deducción entonces (elemental, dear Watson) era que simplemente mi potencial cliente no llevaba encima sim alguno.

Me habría sorprendido menos si hubiera llegado desnuda a mi oficina.

Me saludó con una voz tan seductora como su apariencia.

—Buenos días, ¿mr. Sabre?

—A su servicio, señora. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Me lo han recomendado, mr. Sabre, como experto en misiones... delicadas.

—¿Recomendado?— Mentalmente agregué 50 créditos a mis honorarios, pero sólo asentí con un movimiento de cabeza.

—Mi nombre es Claire Doppel y tengo la sospecha...no, más bien la certeza, de que mi esposo me engaña. Necesito que usted reúna evidencias para mi demanda de divorcio.

Ni un músculo se le movió en la cara. No era esta una mujer dolorida, despechada quizás.

—Voy a sacarle a ese hijo de puta hasta el último crédito, créame.

Le creí, qué duda cabe con esa sonrisa lobuna que esbozó.

De más está decir que mientras esta conversación tenía lugar, yo estaba minuciosamente escaneando a mi cliente y comprobando sus resultados contra mi base de datos.

Precaución estándar, por lo demás, en mi negocio. Me gusta asegurarme de la solvencia de mis contratantes.

Pero esta dama salió absolutamente Kosher de mi examen.

Claire G. Doppel, esposa de Richard H Doppel, empresario.

Mentalmente agregué 50 créditos más.

No me cabe duda de que al mismo tiempo que yo la escaneaba a ella, ella me escaneaba a mí. Así, cuando todos esos tediosos preliminares hubieron terminado, pudimos dedicarnos a los detalles de quién, dónde, cuándo y cuánto.

Por eso estoy sentado aquí esta noche, en el Café Americain de Richard Doppel. Uno más de esos locales dedicados las antiguas películas planas, esas que se proyectaban sobre una pantalla.

La ambientación es perfecta y las simulaciones virtuales de Doppel reproducen "Casablanca" hasta el más mínimo detalle.

Doppel interpreta a Rick, por supuesto, y no me cabe duda de que debajo de ese sim de Humphrey Bogan hay un imbécil si está cambiando ese pedazo de mujer que tiene por esposa por alguna otra.

Por otro lado, si no fuera por los maridos (y esposas) imbéciles, gran parte de mi trabajo no existiria. C'est la vie.

Los parroquianos se suman alegremente a la representación, todos debidamente caracterizados con sus sims.

Ugarte entra huyendo de los nazis y los asistentes chillan y patalean en perfecta sincronización, todos disfrutando de un show muy bien llevado a cabo.

Yo no despego los ojos de Rick, sin embargo, a quien en ese momento veo muy acaramelado con una de las Ilsas.

Nada muy comprometedor, pero igual lo registro. Aunque evidentemente necesito algo mucho más contundente para llevarle a la señora Estadonatural.

Me da la impresión de que Rick va a estar ocupado por un rato y decido hacer un discreto mutis e ir a inspeccionar sus habitaciones personales, detrás del Café. Así que hago abandono del local entre nubes de humo virtual y virtuales columnas.

Evidentemente Doppel ha gastado una pequeña fortuna haciendo de su local una fiel reproducción de la ambientación de la película. El callejón de al lado parece un Marruecos de Hollywood tan falso como el original. La simulación es perfecta, incluso tiene olor y textura. Los extras que llenan la calle tienen sólo dos o tres movimientos sin embargo, pero basta si se supone que solamente son para ser vistos de pasada.

Mi escáncr, no muy legal, la verdad, puede ver a través de los sims y distingo la puerta trasera del local entre toda esa falsa parafernalia árabe.

La puerta tiene un código de entrada, por supuesto. Uno bueno por lo demás, me toma alrededor de 45 segundos hackearlo.

Dentro ya no hay mas sims exóticos, sólo los muebles virtualmente mejorados que cabe esperar. Antes de nada pongo mi scrambler a máxima potencia, con la esperanza que bloquee los sensores de Rick el tiempo suficiente como para hacer mi recorrido antes de que la seguridad del Café se entere.

Sigo rápidamente el corredor hasta otra puerta con otra cerradura de código, esta vez me demoro un minuto completo en burlarla. Me da la impresión de que voy en la dirección correcta.

La habitación que hay detrás de la cerradura cara es decepcionantemente sencilla y sin toques personales, me impresiona más como una oficina que como un domicilio.

Como siempre, mirar los sims de la pieza a través de mi escáner implantado me produce una sensación esquizofrénica. Es como ver diferentes niveles de la realidad superponiéndose unos a otros.

Sin duda las simulaciones de realidad virtual son una excelente manera de esconder cosas.

El tiempo apremia y siguiendo mi instinto me dirijo a una mesa, a un lado de la pieza.

¡Bingo! Una consola y una pantalla. De las caras, también.

Es hora de poner mis talentos de hacker a la tarea y comprobar si Mr. Doppel-Bogart conserva algún equivalente a la tradicional libretita negra en su computador.

Pese a lo estúpido que pueda parecer, muchos maridos inquietos dejan evidencias incriminatorias justo en el primer lugar en el que se busca. No hay que desechar lo obvio sólo porque es obvio.

Los códigos y contraseñas de entrada no me dan gran batalla, pero la información que empiezo a leer me sorprende, mucho.

En realidad mucho más que eso. Me deja con la boca abierta.

Estoy apenas empezando a digerir dieha información cuando escucho una voz detrás de mí.

—¿Ha encontrado algo interesante mr. Sabre?

Decir que estoy sorprendido sería como decir que un canceroso está resfriado. Es imposible que alguien se me acerque sin que mis detectores me adviertan de ello, y mis detectores han estado encendidos desde que llegue al Café Americain.

Sin embargo ahí está Rick, con su cara de sabueso triste y una muy real y anticuada pistola en su mano.

Fiel a su personaje hasta el fin.

Trato de salvar un poco de dignidad y mantener la calma.

—¿Hemos sido presentados? —pregunto.

Rick sonríe cínicamente.

—Creo que no, pero a ella si que la conozco. —Y señala a un punto a mi espalda.

El truco más viejo del libro, no tengo ninguna intención de darle la espalda. Sin embargo las sorpresas para esta noche no se han acabado todavía.

—Hola, Rick. Buenas noches mr. Sabre.

Y ahora sí que considero seriamente deshacerme de mi proveedor de hardware (de la clase no muy legal). Hasta ahora, mi equipo implantado, comprado en el mercado negro de hardware, ha funcionado a la perfección. Pero ya me ha fallado dos veces esta noche.

Parada detrás de mí, tan calma y fría como si siempre hubiera estado ahí, se encuentra la señora Bellasinmejorasvirtuales.

Junto los restos de mi orgullo profesional y le digo:

—Así que no es la esposa de Mr. Doppel. ¿Cómo lo ha hecho para burlar mis sistemas?

Pero es Rick quien responde.

—Burlar sistemas es muy fácil para ella, ella es parle del sistema y puede proyectar data, cualquier data, en cualquier sistema. Incluidos sus implantes mr. Sabre. —¿Quiere decir... que ella no es real? ¿Qué es un sim?

Ahora me explicaba porque no había detectado ninguna mejora virtual en ella esta mañana. No tenía mejoras virtuales porque ella entera era un sim.

Real o virtual, la mirada que dirigió a Rick fue odio puro.

—Y si no era una evidencia para un divorcio... ¿Que es lo que quería de mí?

De nuevo es Rick quien contesta.

—Ella quería entrar aquí, y no puede hacerlo sin que yo la detecte. Así que lo usó a usted para entrar. Usted la ha tenido todo el tiempo consigo en el software de sus implantes. Ha sido usted una simple mula de carga, mr. Sabre.

Y la pistola sigue apuntándome.

—¿Y qué hay de ti, Rick? ¿Le vas a contar a mr. Sabre lo que tú eres realmente también?

Me cuesta convencerme de que ella es sólo electrones rodando por mis implantes. Se ve tan corpórea como yo. Hasta la mirada de desprecio que dirige a Rick se ve absolutamente real en su hermoso rostro.

—Eso lo puedo contestar yo mismo —respondo—. A juzgar por lo que leí en su consola, Mr. Doppel es una Inteligencia Artificial, pero del tipo sólido. Él tiene un cuerpo real, no simulado. Es decir... cualquier sim que él lleve, va sobre un cuerpo sólido.

—Exacto, Mr. Sabré. Soy una Inteligencia Artificial legal, debidamente acreditado ante las autoridades pertinentes. Hn cambio nuestra amiga no es nada mas que un montón de data sensorial inyectada en sus implantes. Lo más parecido a un fantasma que se pueda encontrar.

—Eso no me hace menos consciente que tú, Rick. Usted tiene que saber, mr.

Sabre, que Rick es la cabeza de una organización de IA, autodenominados

"Sólidos", que se oponen a nuestra misma existencia. Su objetivo es nuestra eliminación.

—Eso no es nada de difícil de conseguir, querida Claire. Tú no existes en realidad y tu interactuar con los humanos sólo los aterrorizará, volviéndolos contra todas las IA en general. No puedo permitir eso.

—¡Un momento, un momento por favor! — Interrumpo.

—Qué les parece si ustedes. Inteligencias Artificiales, resuelven sus

problemas entre ustedes y me excluyen de sus líos? Usted, mi bella dama,

ya consiguió lo que quería y me hizo introducirla en los dominios de Mr.

Doppel, a quien ofrezco mis más sinceras disculpas. Pero ahora si no les

molesta...

—No tan rápido. Sabre.

Me doy cuenta de que para ella ya no soy más "mr. Sabre". Me doy cuenta además de que ahora ella también tiene una pistola en la mano. Yo ya estoy curado de espantos y no me sorprende realmente,

Doppel se ríe, y su risa es tan buena como cualquiera de las mías, sus algoritmos y subrutinas deben de ser de las realmente caras.

—¿Que intentas hacer con ese juguete, Claire? Tu arma es tan incorpórea como tú. La mía en cambio dispara balas sumamente sólidas.

Algo no me cuadra en la lógica de Rick y le digo:

—Pero si ella no puede herirle a usted, tampoco puede usted herirla a ella. ¿De que le sirve la pistola?

—Buen punto, mr. Sabré. Sólo que no voy a dispararle a ella, sino a usted. Usted es la mula ¿recuerda? Si le disparo al vehículo hay una buena posibilidad que el pasajero muera...

Si eso es posible o no, no lo llego a averiguar porque Claire decide en ese momento cortar por lo sano y dispara su virtual amia contra Rick.

El problema es que su servidor Sam Sabre está justo en la línea de tiro, y la bala virtual, inexistente o no, pasa a través de mí dándome el susto de mi vida.

Al instante siguiente estoy quieto y solo en la pieza y no hay ningún falso Humphrey Bogart ni ninguna hermosa Ingrid Bergman conmigo. Hay un cuerpo en el suelo pero no se parece en nada al de Rick. Es como un muñeco inacabado sin facciones definidas-

Entonces me golpea la noción que no estoy viendo ningún sim. La pieza se ve desnuda... ¡No estoy accediendo a la realidad virtual!

Corro hacia la puerta y alcanzo a oír la algarabía en el Café. Es un pandemonio declarado allí. Ya no parece la versión Hollywood de "Casablanca" en l940.

No más Sams, Ilsas ni nada. De hecho algunos de lo parroquianos están completamente desnudos. Ningún sim, en ninguna parte.

Sintiéndome como un ciego corro hacia el callejón, que también está desnudo. No más bullicioso mercado marroquí (en versión Hollywood 1940), no más nada, sólo unas cajas apiladas en un rincón.

Al llegar a la calle veo la ciudad como hace mucho tiempo que no la veía. Sin los sims no hay más que edificios grises y poco iluminados. No hay arco iris ni brillantes puentes de luces entre los rascacielos.

Jadeando llego a la estación del monorriel y me doy cuenta de que sin mis implantes funcionando no puedo siquiera acceder a mi cuenta para comprar un boleto.

Me veo en la obligación de caminar hacia mi oficina, mi departamento está mucho más lejos y ni pensar en caminar hasta allá.

A poco andar me doy cuenta de que si bien yo no puedo ver ni proyectar sims, todo el resto de la gente no parece tener este problema y la vida nocturna en Manhattan es tan intensa como de costumbre. El incesante río humano no se ha detenido ni ha disminuido.

Por lo visto el fenómeno fue estrictamente local.

Llego hasta mi oficina, cansado por mi inusualmente larga caminata. Afortunadamente la puerta tiene un sensor óptico y tras leer mi retina, me deja entrar.

Dentro veo mi oficina como hace años que no la veo. Desvestida de mejoras virtuales: no hay escenografía del Halcón Maltes, nada de muebles antiguos ni de teléfono de disco.

Sólo la pantalla de mi consola que parpadea suavemente.

Extraño, considerando que la dejé apagada al salir.

Me acerco desconfiado a la pantalla y claro, ahí esta muy sonriente la señora Belleza-no mejorada-virtualmente.

—Hola, Sabre. Lamento haberte hecho pasar un mal rato, pero era la única manera.

—¡No pretenderás que te compadezca, mala pécora! ¿Qué fue eso que me disparaste?

—¡Vamos Sam! No seas un mal perdedor. Era sólo un pulso electromagnético y en realidad le disparaba a Rick. Yo sabía que pasaría a través de ti sin herirte.

—Claro, sólo destruyendo mis implantes, nada más. ¿Y qué hay del chico

Bogart? ¿Está tan muerto como mis implantes?

La imagen en mi pantalla arruga la nariz y se encoge de hombros.

—No creo ser tan afortunada. Sólo destruí su hardware. Muy probablemente a estas alturas ya ha descargado su patrón de personalidad en un nuevo cuerpo.

—¿Y cual fue el propósito de todo este desaguisado entonces? —Precisamente ese. Probar a Rick y sus amigos IA que un cuerpo sólido no es necesario, ni siquiera deseable para una Inteligencia Artificial. Tal como tú, casi todos en este país y en gran parte del mundo llevan implantes que permiten acceso a la Realidad Virtual desde la más temprana niñez. Yo puedo imprimir mi patrón morfológico directamente en tu corteza cerebral y tú puedes oírme y verme. Podrías incluso olerme y sentir mi sabor...si yo te lo permitiera, claro.

Aquí hace un delicioso mohín, absolutamente humano.

—Tú no podrías diferenciarme de una mujer rea.

—Pero... tú todavía seguirías siendo un sirn, no real.

—¿Y cual seria la diferencia, Sammy querido, si tú no puedes distinguirla?

Y tras estas palabras se esfuma lentamente de mi pantalla y lo último que veo de ella es su sonrisa, hasta que esta también se apaga y sólo veo la estática.

Pero sus palabras quedan dando vuelta en mi mente. Me doy cuenta que tiene toda la razón.

Mañana mismo hago reemplazar mis implantes y me voy a poner a buscar a cierta mujer fantasma por el ciberespacio.

Después de todo... ¿Cuál es ciertamente la diferencia?