ROBOTAI I Premi Cryptshow Festival de Relat de Ciencia Ficció Ángel Flgueroba

Cada tarde, cuando termino la jornada en la oficina, con mi maleta y mi traje de oficinista, atajo por el taller de chapistería, camino del aparcamiento. Gano así unos minutos al reloj y unos metros en la caravana que me lleva hasta casa.

A ambos lados del largo pasillo, los robots, incansables, hacen saltar chispas rojas. Algunas caen más allá de las vallas de protección y son negras, huelen a hierro quemado, y pueden hacerte un agujero en la camisa, si no vas con cuidado.

Últimamente, cuando paso, me quedo mirando a uno especialmente. No sé por qué, no tiene fiada de especial, sólo quizás me parece un poco más sucio que los otros, como si se hubieran olvidado de hacerle el mantenimiento programado. Ayer tuve la impresión que me llamaba por mi nombre:

—Rabotai, acércate.

En efecto, así me llaman todos. No sé me ocurre lo que puede querer un robot de mí, así que no le hice ningún caso. Pero después, a la noche, no sé

qué me pasó, estuve soñando con cosas de trabajo. También con robots. Que si giro una pie/a, que le clavo las pinzas, la coso, la retiro, que si otra pieza. Bueno, un desastre.

Hoy, sin preocuparme de las chispas, he abierto la puerta medio oxidada y me he acercado. He sentido un ligero mareo y me he apoyado en el cuerpo metálico de la máquina. He cerrado un instante los ojos, y al abrirlos, he visto a alguien con mi mismo traje y mi maleta que caminaba dando saltitos. como cuando uno está contento.

Pasan los días. Estoy atrapado. Vigilo el paso de algún incauto. Los operarios de mantenimiento ni se acercan, sólo miran de reojo. Ellos saben. Me pregunto que tal le va a mi mujer con su nuevo Rabotai.