y=x 2 Joaquín Mª Azagra

Domingo, 8 de julio. Al despertar, he follado con Irene. Íbamos a ir a la playa pero justo ha creído que le bajaba la regla y nos hemos ido a buscar una farmacia de guardia, para comprar compresas. De camino he descubierto un rastro. No ha estado mal: he visto puestos con lebeos de baratillo y me he comprado unas gangas. Después ella se ha ido a comer con su madre y yo a mí casa. Me he hecho un hervido de puta madre. Le he echado ingredientes que no había usado nunca: col, rábano y otro que no me acuerdo cómo se llama. He rezongado un rato y ha vuelto Irene. Que por fin no tenía la regla y que nos fuéramos a la playa. Pero tía, si te vas dentro de dos horas. Pero como soy un consentidor, que sí, que vale, y a toda hostia a la playa. Se cree que la amo. Bueno, no, sabe que no. Pero hace como que sí. A mí me da igual, un día me dejará y santas pascuas. Si yo pudiera, la dejaba. Para eso tendría que estar follando con otras continuamente. Pero eso sólo ocurre de vez en cuando. La playa estaba hecha un asco, pero al final no ha estado mal. Hemos estado dulces. Luego, eso sí, corriendo para llegar a la estación de autobuses. Hemos llegado de puro milagro y la he despedido con ganas, joder. En casa, me he dado cuenta de que estaba mosqueado porque no recordaba el nombre del tercer ingrediente del hervido y me he acordado de que una vez lo escribí en un diario de 1994, cuando vivía en París. Vi su nombre en francés, en el supermercado, y tampoco entonces me salía cómo se llamaba en castellano. Lo busqué en el diccionario y lo anoté. Me ha costado encontrar el día exacto en que ocurrió, pero lo he conseguido: el 24 de octubre. Era un colinabo, que no se me vuelva a olvidar. Hojeando el diario he visto que era la época en que ligué con Irene. Ya entonces no la quería pero estaba enganchado a ella. Dios, qué mierda de amor. Y con las siguientes, lo mismo. Y con todo lo demás, también. Todo sigue igual. Eso me pasa por revisar el diario. Por cierto, que he visto toda la fila de diarios juntos y me han parecido un montón. Hostia, que viejo estoy. Colinabo, colinabo. Que no se me olvide.

Lunes, 9 de julio. Putos madrugones. Cada vez me cuesta más levantarme. Despertar, lo que se dice despertar, me despierto casi una hora antes, pero me quedo haciendo el vago. En el trabajo, he empezado a redactar el informe sobre metateoría del conocimiento. Un tema harto interesante y de amplio calado social... Y una mierda. ¿Qué hago dedicándole tantas horas a algo tan insignificante? El cabrón de Eusebio no me ha esperado para comer, se ha largado con su mujer. No es que me importe comer solo, nuestra conversación no es fluida, pero me jode que, una vez más, yo haya fracasado en despertar el compañerismo de alguien. Es la historia de mi vida. O una tía se enamora de mí, y entonces no es algo sincero sino una enfermedad, o nadie me coge cariño. Mentira, me queda un amigo. Santi, pero lo único que hacemos es ir al cine. En realidad no nos caemos bien, sólo que no encontramos a nadie mejor que el uno al otro. Me ha llamado para ir al cine y le he dicho que no. Me acabará dejando de llamar. No me extraña. Ayer me hizo gracia repasar un diario viejo y he decidido repasar otros, desde el principio. Es algo que nunca había hecho. El diario lo escribo como una descarga, en realidad me importa un bledo lo que ponga.

Hasta hoy. He ido a coger el primero de todos, de 1986. Me acordaba de la primera frase que apunté, el 29 de febrero: "¡Pero qué cono es esto!", con ganas de hacerme el interesante. Me ha dado una buena sorpresa cuando me he encontrado escrito, en su lugar: "¡Pero qué huevos es esto!" Me acordaba perfectamente de haber escrito "cono" en vez de "huevos". Inmediatamente he pensado que me fallaba la memoria, aunque no podía creerlo. Luego he visto que era algo mucho más extraño. Todo el diario parecía escrito por alguien que no era yo. Las cosas que decía me resultaban familiares, como las que me habían pasado a mí, pero a menudo con ligeras variaciones: el autor se refería a un pariente o a un amigo que podía ser mío, pero con otro nombre; o mencionaba las asignaturas que le costaban más en el colegio, igual que yo, pero de otras asignaturas. Me he acojonado y he cogido el diario de 1987, que empezaba desde el 1 de enero. Me he tranquilizado: los nombres, las asignaturas y todo empezaban a ser los de siempre.

Martes, 10 de julio. He seguido con el informe sobre metateoría del conocimiento, que debo tener listo para pasado mañana, cuando venga Martín. Me he concentrado rápido y bien, a fin de cuentas para eso valgo. Para concentrarme en cosas que no sirven para nada. Pero cuando he parado a comer me he dado cuenta de que sólo estaba distrayendo mi atención de lo que realmente me preocupaba: el diario. Por lo mismo, en la mesa con Eusebio y su mujer, no podía hacerles ni puñetero caso. Ojalá no me hubieran llamado hoy. Estaba obsesionado con el maldito diario. Me acordaba punto por punto de las cosas que escribía esa otra persona, su autor, más que si las hubiera escrito yo mismo. El hijo de la grandísima era introvertido, como yo, con menos aspiraciones profesionales y más de un trabajo creativo, pero al final es todo lo mismo. Al volver al despacho he llamado a Santi para ir al cine. Y va y hemos salido de la primera película y le he dicho que fuéramos a ver otra. Y él se ha sorprendido y hemos visto una segunda película. Pero después he ido a casa y no me ha quedado más remedio que echar un vistazo a los diarios. He abierto el de 1986, y ahí seguía, todo lo escrito por otra persona. Lo he dejado y he cogido el de 1988. Lo he abierto por la primera página. He leído. He ahogado un grito de terror. Lo de 1988 estaba escrito por la misma persona de 1986. No podía seguir leyendo. Apenas podía moverme. Aun así, he tenido un momento de lucidez. He pensado: "¿Cómo ha saltado de 1986 a 1988?" Se me ha ocurrido la respuesta de antemano. He deseado equivocarme, pero no era así. He cogido el diario de 1987. El que leí ayer. O eso creía. El diario de 1987 que he cogido hoy estaba escrito por la misma persona de 1986 y 1988.

Miércoles, 11 de julio. Anoche dormí en casa de mis padres. Mi padre no se podía creer que yo estuviera allí. Le dije que estaba nostálgico y me creyó. Cualquier cosa así le permite creer que todavía le quiero, a pesar de que sabe que sólo le tengo un cariño mecánico. Por la mañana desperté con la sensación de haberlo olvidado todo, pero en el desayuno me encontré a mi madre, que me odia, y me recordó que nada iba bien. Fui al trabajo y nada estaba allí. Yo no estaba redactando un informe. Eusebio y su mujer me estaban proponiendo ir a comer, o no. Volví a casa, pero era el diario a lo que estaba volviendo. Me daba miedo saber lo que ponía, al mismo tiempo que me sentía impulsado a saberlo. Alguien me está invadiendo y sólo puedo oponerle resistencia si sé quién es. Es un hijo de puta. Un cabrón indeciso incapaz de asumir sus aspiraciones. He leído la nueva versión del diario de 1987, y el diario de 1988, y me he dado cuenta. Es un homosexual latente que no sabe lo que quiere. No sale (¿o debería decir que no salía?) a discotecas, como me pasaba a mí, y apenas se relaciona con la gente. Tiene un solo amigo y no sabe si lo desea. Odia a sus padres pero finge hacerles caso, por comodidad. Al revés que yo, que quería a los míos y les trataba a parir, para hacerme el independiente. He seguido leyendo diarios, a ver hasta cuándo se extendía este virus. El muy imbécil tuvo una experiencia heterosexual a los diecisiete años y dice que no le gustó. ¡Pues claro! Si le gustaban los tíos, ¿por qué se lía con una tía? Yo no tuve mi primera experiencia sexual hasta los veinte años... ¡y el cabrón se queja! Eso sí, después de eso, no se comió una rosca. Y no sólo le va mal en amores: el tío quería ser periodista pero sus padres no le dejaron y acabó estudiando veterinaria. Para compensar, dice el, luego le permitieron salir al extranjero. Bueno, en eso nos parecemos. Estuvo en Holanda. Eso, hacia 1994. Conoció a Jorge, otro español, y se lió con él. Cojonudo. Me va a hacer llorar. No estaban enamorados pero era el primer gay que le salía al paso abiertamente y lo aprovechó. Cono, algo de listo sí que tiene. No me puedo creer lo que he visto cuando he llegado al 24 de octubre: el tío fue a un supermercado, vio el nombre de un ingrediente en holandés y no sabía cómo se decía en español. Lo buscó en el diccionario y vio que era... ¡un colinabo! Me ha entrado un escalofrío. Me ha recordado que nada de esto es normal. De repente he recordado que alguien está comiéndose mi vida. He abierto el diario de 1995 con preocupación, pero estaba escrito por mi. He decidido combatir a este extraño. Está claro que avanza su ocupación de mi vida mientras no miro. Así que pasaré la noche en vela, vigilando los diarios.

Madrugada del jueves, 12 de julio. He abierto todos los diarios desde 1995, inclusive, por la página del 1 de enero. Los tengo frente a mí, extendidos por el suelo. No voy a perderlos de vista. Ya han pasado dos horas y mi vida sigue en ellos, en su sitio. ¿Qué ocurrirá si este individuo sigue arrebatándomela hasta las últimas líneas que yo escriba en mi diario? ¿Me irrita especialmente que sea él, y no otro, el que se bata por sustituirme? A fin de cuentas, es otro ser cuya vida no sirve para nada. Un veterinario más, como cualquier otro. Un frustrado, además, que no verá cumplidas sus aspiraciones. No, no me irrita especialmente que me sustituya ése y no otro. En realidad, tiene lógica. Yo soy otro frustrado. Quería ser funcionario europeo y me dedico a hacer informes de sociología. Quería follar a diario con un harén de tías y mantengo la misma novia por toda la eternidad. Nuestras diferencias hasta refuerzan lo parecidos que somos, porque no todo tiene que coincidir para que dos individuos terminen con la misma angustia. Y dos individuos frustrados son perfectamente intercambiables.

Jueves, 12 de julio. Me ha despertado una llamada que apenas he reconocido. Era Martín, reclamándome algo que le había prometido a su vuelta. Creo que le he cortado mientras hablaba. Todo lo que yo veía era que los diarios ya no estaban extendidos por el suelo. Estaban ordenados en fila, como de costumbre. ¿Por qué sorprenderme? Una transmigración de) alma no tendría gracia si no fuera acompañada de unos cuantos imposibles más. He cogido el diario de 1995, con ganas de saber qué había sido de mi invasor por aquel entonces. Por supuesto, el diario de 1995 había dejado de ser mío y ahora era de él. Anda que no es listo ni nada, el cabroncete. Como Jorge se quedaba un año más en Holanda, removió cielo y tierra para conseguir otra beca y quedarse con él. Pero eso sí, nada más hacerlo se arrepintió. Se dijo: "Pero si ya he follado con él, ¿para qué quiero más compromiso?" (sic). Muy bien, chaval, así se hace, un casquete y a por otro tío. Ay, pero te entiendo, cuando menos te lo esperas estás comprometido. Tú, por lo menos, venciste tus dudas sexuales, que ya tiene mérito. 1996, se vuelven los dos a España, cada uno a su provincia, y siguen viéndose. La distancia no mola. No como para mí, que la distancia es un alivio. Menos mal que Irene encontró trabajo fuera. Jorge y él se separan. 1997, termina la carrera y le ofrecen un puesto de veterinario en una granja, sin comerlo ni beberlo. Joder, joder, que te quedas sin ser periodista. Lo que jode cuando te das cuenta que no controlas tu destino, ¿eh? Pobre tío, te entiendo, a mí me pasó lo mismo. 1998, te contratan, el trabajo no te mola lo más mínimo, pero al menos descubres que tienes pasta y te puedes tirar a quien quieras. Mira, yo descubrí que mi trabajo me gustaba pero sigo sin poder follar con quien quiera. En eso me ganas. ¿O no? 1999... ¡la vuelta de Jorge! Le echabas de menos, él también a ti... Pues ale, todos juntitos, que eso mola. Pero le has metido en una dinámica de la que no puedes salir, y en cuanto te descuidas estás liado con otro. ¡Y él lo mismo! Bueno, Irene y yo también hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Un poco de tensión le renueva la gracia al asunto, ¿no? 2000, lo mismo. Caes en que ya no hablas con tus padres... ¡Guau! ¡Como yo! ¿Qué más da quererles o no? 2001... ¡Eh! ¡2001! ¡Que este del 2001 soy yo! ¿Dónde está el otro individuo! ¡Me han timado! ¡Les ha faltado escribir lo del último año!

Jueves, 12 de julio (después de lo de antes; claro; no va a ser antes de lo de después; ¿o sí?) Estoy hecho un asco. Claro, me he pasado toda la noche sentado en el suelo, he dormido unas pocas horas, no cené y no he desayunado. He dejado el diario actual en su sitio, bien cerrado, para que lo reescriban cuanto antes. Ha sonado el teléfono un par de veces, pero lo he descolgado y he vuelto a colgar al instante. Hasta tenía pensado afeitarme pero estoy que no cago por ver si el diario ya está reescrito. Voy a verlo y... ¿qué me encuentro? ¡Está sólo reescrito hasta mediados de abril! En mitad del volumen, sigo siendo yo el que escribe. ¿Por qué le cuesta tanto avanzar a quien sea, si se lo estoy poniendo a huevo? A lo mejor es que me está dando la oportunidad de volver atrás. ¿Te imaginas? Ahora abro el primer diario, el de 1986, y soy yo de nuevo el que está ahí. ¡Menuda decepción sería! Jodido maricón, siempre igual. Nada de indecisiones. No, no, es broma, si me caes bien. Venga, atrévete hasta el final. Qué lento, que lento que va esto.

Jueves, 12 de julio (más después, o algo, o yo que sé). Esto es más decente. He leído el segundo trimestre del año y ya está escrito por el otro. Parece que le va bien y está más estable. Ya está de vuelta de todo y raja un montón, pero con distancia. El domingo pasado, por ejemplo, él escribe: "He jodido con Jorge. Hemos desayunado un montón, dulce y salado, aunque fuera tarde, porque somos unos gordos —qué majo. Sigue:— Hemos pasado de la excursión porque ya no daba tiempo y nos hemos ido a dar una vuelta. De camino quedaba el rastro que descubrí hace un par de semanas —¡vaya! Antes que yo— y me he comprado unas revistas de toros del año de la picor —¿ahora te has vuelto un amante de las antiguallas?— Bueno, y etcétera, etcétera. Me he quedado más tranquilo. Me he afeitado, he dormido una horita que me ha dejado como nuevo y he cenado a su hora. Tengo que recuperar la compostura. No he redactado los ensayos que prometí en el trabajo. Y lo de las llamadas de hoy ha sido penoso. Mañana iré a la granja y pediré disculpas por un tubo. Va a ser divertido inventar excusas. Eso sí, al informe me tengo que dedicar a saco, a ver si me lo liquido en un par de horitas. En lodo caso, que no quede trabajo para el fin de semana. Viene Jorge otra vez y tengo ganas de hacer la excursión que se nos quedó pendiente. Y lo que también me apetece es prepararle un hervido como el que me hice la semana pasada. Qué de puta madre que estaba. Hey, me acuerdo del nombre del ingrediente ése de los huevos: colinabo, colinabo. Ya no se me olvida.