Epílogo
La furgoneta de Scarlett zigzagueaba entre los pequeños lagos de Muskoka. Estaba amaneciendo, y el sol inundaba el paisaje con una luz fascinante.
—¿Por qué no tomamos una semana de vacaciones? —propuso Larry, electrizado por el éxito de la misión—. ¡Muskoka es el lugar más bonito que jamás he visto!
—Ya sabes lo que piensa tu madre —lo avisó Agatha—. Si descubre que pierdes el tiempo en vez de estudiar, ¡te estrangula!
Él rio por debajo de la nariz y respondió:
—¡Estará tan ocupada comprando que ni siquiera se enterará de que falto!
—También podríamos pasar por las cataratas del Niágara para despedirnos de la señora Hoffman —sugirió tímidamente mister Kent.
Los dos chicos lo miraron con grandes sonrisas en sus caras.
—¡Menudo conquistador! —ironizó Larry, sin poder reprimirse—. Lo siento mucho, pero recuerdo que tu…, ejem…, amiga ha cogido un avión a primera hora para dirigirse a la siguiente etapa de su gira. Nos lo dijo en el hotel…
—No seas cruel, primito —añadió Scarlett con tono de broma—. ¡La señora Hoffman le prometió a Agatha que iría a cantar a Mistery House! Será una ocasión realmente especial. A lo mejor, si me avisáis, aprovecharé para ir a veros…
El mayordomo se puso rojo y acarició con demasiada fuerza la cabeza de Watson, que protestó con un resoplido de pura ferocidad felina.
Siguieron charlando tranquilamente durante casi una hora. Eran conscientes de que en cuanto llegaran a Toronto deberían despedirse de Scarlett y coger un vuelo hacia Londres.
Recordaban los episodios de la noche anterior.
—¡El doble puñetazo de mister Kent fue una pasada!
—¿Visteis cómo redujo a ese pretencioso de Curtis?
—Yo enseguida me di cuenta de que olía a chamusquina…
—¡Qué aventura más increíble en la reserva Dark Sky!
En un momento dado, los invadió una sensación de nostalgia y se quedaron callados. Scarlett descubrió un rincón paradisíaco en la orilla del lago Muskoka y detuvo la furgoneta.
—¿Qué os parece si nos hacemos una foto?
Bajaron de la furgoneta y se colocaron de espaldas a las montañas.
Cuando el automático estaba a punto de dispararse, la EyeNet emitió un pitido ensordecedor.
—Perdonad, chicos, deben de ser las felicitaciones de las altas esferas de mi escuela —dijo un exultante Larry mientras se frotaba las uñas contra la chaqueta. Cogió el artefacto y contestó con una voz aflautada—: Aquí el agente LM14, ¿con quién hablo?
Sus compañeros vieron que los ojos se le abrían como platos.
—Ah, bueno…, te aseguro que no es así… —se justificó muy incómodo.
¿Quién podía ser?
El chico se pasaba insistentemente una mano por el pelo.
—¿Que por qué no estoy en casa? —exclamó—. Ah, oh, porque estoy con Agatha, en Mistery House… Sí, haciendo los deberes, ¡por supuesto!
El enigma se estaba poniendo cada vez más interesante, y a su alrededor empezaban a oírse risitas agudas.
—¿Mister Martins? —gritó el chico de pronto—. ¡Entonces fue él quien hizo las fotos desde la terraza!
Los otros relacionaron lo que oían con el episodio de su incursión en el interior del contenedor de basura y las risitas se convirtieron en sonoras carcajadas.
—¿Cómo? ¿Eras tú la del pub con la peluca rubia y las gafas de sol? —gimió el joven detective—. Mamá, eso es violación de la intimidad… Sí, de acuerdo, pasaremos cuentas en casa, te lo prometo… ¡No, no me preguntes cuándo, no lo sé!
Apartó el artefacto de su oreja, y todos oyeron los furiosos gritos de su madre.
—¡Agatha, dile algo tú, por favor! —le imploró Larry.
Su prima cogió la EyeNet e intentó calmar como pudo a su tía:
—Esta noche Larry dormirá en mi casa; tenemos que acabar un trabajo sobre la historia de Canadá —mintió—. Pero mañana, tía, ¡te lo envío directamente a casa, limpio y perfumado!
La conversación acabó con un intercambio de amables saludos.
—Así que los famosos espías que te hicieron fotos no eran más que tu vecino y tu madre —comentó irónicamente Agatha—. ¡Una asociación de delincuentes de mucho cuidado!
Scarlett y mister Kent tuvieron que aguantarse uno al otro para no dar en tierra de la risa.
Larry echaba fuego por los ojos.
—¿A qué esperamos? ¿Tardará mucho esa foto de recuerdo? —exclamó medio avergonzado—. ¡Hay un avión en Toronto que nos espera!
Scarlett volvió a preparar el disparador automático y se reunió a toda velocidad con los otros.
Un momento después…
¡CLIC!
La cámara fotográfica inmortalizó a tres personas que sonreían contentas, a un gato blanco que presumía levantando la cola y a un muchacho flacucho de pelo negro y con los hombros encorvados que miraba con resentimiento el asfalto de la carretera.
La fama de chapucero de Larry Mistery, el detective que pretendía superar al mítico Sherlock Holmes, ¡ya había llegado hasta el lejano Canadá!