Capítulo 20
Querida Molly:
Recientemente he vivido una experiencia, bueno, una serie de experiencias bastante traumáticas. Aunque también fueron muy excitantes. El problema es que no sé qué hacer ahora que han terminado. Y no sé cómo separar los sentimientos que tengo de lo que pasó, de mis sentimientos respecto a la gente que conocí durante ello, y viceversa. Para ser sincera, estoy preocupada de que lo que siento pueda desvanecerse, ahora que la experiencia ha llegado a su fin. O tal vez me preocupa que no se desvanezcan. ¿Cuál es la mejor manera de aclarar mis ideas y darme cuenta de lo que seguirá a continuación?
Firmado,
A la que todavía le da vueltas la cabeza.
Cassady levantó su copa.
—Si se me permite citar a Dorothy Parker: «Tres son las cosas que nunca voy a tener: envidia, conformismo y suficiente champán» —proclamó, cargando nuestras copas con más burbujas.
Era domingo al mediodía. Cassady, Tricia y yo tomábamos un aperitivo en Sarabeth, en la parte alta de la calle Oeste. El restaurante está decorado como una taberna de pueblo y eso, combinado con la eternidad que debes esperar para entrar, hace que te sientas como si te hubieras alejado de la ciudad por un momento. Tampoco quería sentirme alejada por mucho tiempo, tan solo quería distraerme durante un rato; al menos, tomar cierta distancia emocional de todo.
Tricia pretendía reunir a todas nuestras amistades y hacer una gran fiesta para celebrar mi «captura» de Gretchen, pero era demasiado pronto y tampoco estaba segura de que fuera algo que quisiera celebrar. Sentía una satisfacción inmensa, pero no alegría. Todo había resultado mucho más trágico de lo que había imaginado cuando tropecé con Teddy. A pesar de haber sido estimulante, también había resultado agotador. Un aperitivo con champán y mis dos mejores amigas parecía la forma perfecta para festejar el día. El día después, para ser precisa.
—¡Qué semana! —suspiró Cassady.
—Gracias a Dios que ha terminado —admití—. Mi psicólogo se llevará una gran sorpresa mañana.
—Vas a escribir un artículo increíble —dijo Tricia con verdadero entusiasmo.
Asentí lentamente. Ansiaba escribir el artículo, pero también ansiaba tomar más champán y no pensar en nada más por el resto de la tarde.
—Lamento interrumpiros —dijo una voz, y nos giramos para ver sorprendidas a Kyle de pie junto a nosotras. Portaba una bolsa de tienda de ropa con las asas de color blanco que me pareció intrigante e incongruente a la vez.
No le había visto desde que, el día anterior, irrumpiese en el apartamento de Gretchen y Will. Tenía trabajo que hacer y yo debía prestar declaración. Todo se transformó en una locura desagradable cuando nos golpeó la realidad de lo sucedido, por lo que me fui a casa, tomé mi dosis atrasada de vicodin, desconecté el volumen del teléfono y me decidí a abandonar el mundo por el mayor tiempo posible. Como Tricia y Cassady tienen llave de mi piso, no fue por tanto tiempo como habría deseado. En resumen, no había visto a Kyle desde entonces.
—¿Cómo nos has encontrado? —preguntó Cassady.
—No voy a dar más secretos profesionales. Al menos hasta el siguiente caso —dijo, tras negar con la cabeza.
—¿El siguiente caso? —preguntó Tricia, mirándome.
—No lo dice en serio —respondí, y volví la vista a Kyle—. ¿Estás de paso?
—Traigo algo para ti —expresó, alzando ligeramente la bolsa.
—Únete a nosotras —sugerí, e hice un ademán en dirección a la silla vacía.
—No puedo quedarme —dijo mirándome con cautela.
Ahí me di cuenta de lo poco que sabía sobre él: cuáles serían sus obligaciones, quién más formaba parte de su vida además del pez, y todo ese tipo de cosas. No había sido una relación muy planificada, en caso de que pudiera llamarse relación. Me hizo un gesto para que lo acompañara. Miré a Cassady y a Tricia que con sus ojos feroces me indicaban que me levantase con rapidez y fuese con él. Supongo que era la única del cuarteto que se sentía nerviosa con lo que había pasado entre Kyle y yo.
—Disculpad un momento —les dijo a Tricia y a Cassady mientras me apartaba de la mesa. Me condujo a un rincón alejado en donde se encontraban los pasteles, protegiéndome con su cuerpo de las personas que pasaban a nuestro lado.
—¿Cómo te sientes hoy?
—Todavía estoy un poco exaltada.
—¿Y el hombro?
—Me duele.
—Te dolerá por un tiempo —asintió como si estuviera contestando a una pregunta interior—. Han pasado muchas cosas esta semana. Va a requerir muchas explicaciones.
Sabía que se refería a nosotros tanto como al caso.
—Todo ha pasado tan rápido —manifesté.
—Tal vez demasiado rápido.
—Todavía no lo sé.
—Deberías tomarte un tiempo para pensar si es algo en lo que te quieres involucrar, o si fue solo una cuestión de una noche.
—Quizás es algo que deberíamos hablar entre los dos.
—Absolutamente.
Hubo una pausa que no fue para nada tan incómoda como habría creído. Necesitaba distanciarme un poco, aclarar mi cabeza, darme cuenta de lo que estaba haciendo. Sumaba muchos puntos por darse cuenta de eso, incluso aunque él se sintiera igual.
—Quería traerte esto —dijo después de un rato y me extendió la bolsa. La cogí y extraje una caja de zapatos. Abrí la caja y dentro encontré un nuevo par de Jimmy Choos Cats, los mismos zapatos que calzaba cuando encontré el cuerpo de Teddy. Intenté no pensar en lo doloroso que sería eso para el presupuesto de un detective.
—Kyle, no sé qué decirte.
—Tenemos que conservar tus zapatos hasta el momento del juicio y no me parecía justo privarte de ellos. Tampoco creo que la sangre vaya a salir de todas maneras —explicó—. Si deseas que nos reunamos para hablar, tendrás una excusa para usarlos.
Tapé la caja con suavidad.
—Me encantaría.
—Tienes mi número.
—Me lo sé de memoria.
—Entonces, ya hablaremos. —Se inclinó hacia mí y nos besamos, el más tierno y entonces. ¿Habría más? No podía asegurarlo. Pero como estaba buscando a un hombre que supiese cuándo callar, cuándo ser enérgico, y cuándo comprarle a una mujer un par de zapatos, lo iba a pensar seriamente.
—Saluda a tus amigas por mí —dijo, y se marchó.
Permanecí de pie, sosteniendo la caja, para que me pudiera ver al darse la vuelta para mirar atrás cuando llegara a la puerta. Saludó con la mano, le devolví el saludo, y volví a beber champán con mis dos mejores amigas y disfrutar de haber dejado mi huella. Al menos en Manhattan.