Capítulo 21
Afronté el lunes sintiéndome renovada y optimista. A pesar de que había periodistas fuera del edificio donde Jackson vivía, se les veía más tranquilos. Me hicieron preguntas como si fuéramos amigos. Incluso un fotógrafo me sujetó amablemente por el brazo cuando tropecé porque se me metió un tacón en una grieta de la acera. Jackson le puso mala cara y me atrajo hacia sí, pero le miré poniéndole los ojos en blanco y entonces le sonrió.
Tuve una mañana muy productiva y Marie me informó de que las llamadas de los medios habían sido escasas. Celeste se pasó por mi despacho para darme la lata sobre cuándo iríamos a tomar la copa que mi novio había mencionado y le prometí que lo arreglaría lo antes posible. Al comentarme que Drew había vuelto, me sentí un poco nerviosa. Había ignorado su llamada de la semana anterior cuando salió la noticia sobre Jackson y yo en los medios, y con la histeria de borrar todos los mensajes de voz que tenía, por error había borrado también el suyo.
Me estaba comiendo una ensalada al tiempo que revisaba los informes sobre el rendimiento de nuestras inversiones cuando oí que llamaban a mi puerta. Levanté la vista y vi a Drew asomándose por el umbral de la puerta.
—Hola, Drew. Pasa.
Él entró y se sentó en la silla del otro lado de mi escritorio, con expresión contemplativa.
—Estaba preocupado por ti.
—Siento no haberte devuelto la llamada, Drew —me apresuré a explicarle—. Estos últimos días han sido una locura y tenía tantas llamadas que borré un montón de mensajes de voz sin darme cuenta de que había borrado el tuyo.
Drew asintió con una expresión enigmática.
—Mi hermana me llamó porque quería saber si era cierto que yo estaba metido en un triángulo amoroso contigo y Jackson Reynard. No tenía ni idea de qué me estaba hablando hasta que me envió los enlaces de Internet.
Tragué saliva, me sentía mal por haber metido a Drew en esto. Afortunadamente, las primeras noticias que especulaban sobre la implicación de mi colega se habían ido desvaneciendo de los medios en cuanto la prensa le hincó el diente al triángulo entre Jackson, Candace y yo.
—Lo siento de veras. Lo último que quería era involucrarte en este escándalo.
—No te preocupes, no tiene importancia. Excepto por esas dos fotos que salieron en Internet, no me he visto involucrado. Pero estaba preocupado por ti, la prensa sensacionalista te perseguía.
—Durante unos días fue duro —suspiré—, pero ha ido a mejor.
Drew vaciló antes de hablar.
—¿Es verdad que Jackson y tú tuvisteis una relación? ¿Estáis juntos otra vez?
Aquellas preguntas me sorprendieron un poco. Aunque nos habíamos hecho amigos, el que Drew me preguntara por mi novio me parecía algo demasiado personal. Aun así, supuse que le debía alguna explicación, puesto que involuntariamente había desempeñado un pequeño papel en todo esto.
—Es cierto que Jackson y yo salimos hace tiempo. Ahora vamos a intentarlo otra vez.
Bajó los hombros ligeramente al oír mis palabras.
—Me imagino que no puedo competir con alguien como Jackson Reynard.
Me mordí el labio, la afirmación de Drew me había pillado por sorpresa. Yo creía que había aceptado que nuestra relación era estrictamente platónica, sin darme cuenta de que él albergaba esperanzas de que se convirtiera en algo más.
—Somos amigos, Drew —le dije—. En el trabajo eres para mí un aliado inestimable y me lo paso bien cuando comemos juntos. Pero nunca ha habido posibilidad de más.
Drew asintió, parecía un poco cohibido, pero aceptó mi respuesta con elegancia.
—Espero que podamos seguir siéndolo.
—Claro que sí, además necesitas que alguien te ayude a mantener a Celeste lejos de tu vida privada. Estoy tratando de enseñarle algo acerca de hasta dónde se puede llegar y qué límites no hay que sobrepasar.
Sonrió, ya no se le veía incómodo.
—Creo que esa es una batalla perdida.
Drew salió de mi oficina después de que le prometiera que comeríamos juntos algún día de esa semana y me sentí aliviada de que las cosas hubieran quedado bien entre nosotros. El resto del día no hubo novedad, excepto que Jackson llamó para decirme que la agente de Candace había hecho público un comunicado, que en esencia decía que se sentía feliz por Jackson y por mí y que no guardaba ningún resentimiento hacia nosotros a pesar de todo lo que había pasado. No mencionó el malentendido que Jackson había utilizado como excusa para explicar porqué Candace pensaba que le había engañado. Según él era probable que a Candace ya no le importara aquello, puesto que las ventas de su nuevo disco estaban por las nubes.
Me tranquilizó enterarme de que, finalmente, todo aquello parecía irse calmando y mi vida iba volviendo a la normalidad. Acepté pasar la noche en casa de Jackson en cuanto acabara de trabajar. La idea de que me estuviera esperando me hizo darme prisa en acabar el trabajo. Ya no cuestionaba cuánto tiempo pasábamos juntos. Si algo había aprendido durante nuestra separación era que nunca debíamos dar por sentado el tiempo que nos quedaba para estar con alguien. No pensaba desperdiciar el mío lejos de él a menos que fuera necesario.
Craig me esperaba frente a las oficinas, como siempre. Jackson se había mantenido inflexible con lo de que necesitaba a Craig y no quise discutir. Si quería ser protector conmigo, yo no protestaría al respecto.
Entré al apartamento de Jackson con la llave que me había dado esa mañana, pero no le vi por ninguna parte.
—¿Jackson? —le llamé. Me di una vuelta por el dormitorio y oí la ducha abierta. Su cabeza se asomó por la cortina; tenía el pelo mojado hacia atrás, lo que le daba un aire desenfadado y, a la vez, apuesto.
—Hola, mi amor. Acabo de volver del trabajo. He traído algo de comida de Romero.
Entré y me incliné hacia él dándole un beso. Cuando me separé, sus ojos me recorrieron el cuerpo con una mirada picara.
—Pero antes de comer deberíamos de atender otros asuntos. Eres más que bienvenida a la ducha.
Me reí, rechazando la idea con la cabeza.
—Eres insaciable. Primero tengo que comer para poder seguirte el ritmo.
Jackson sonrió de oreja a oreja y metió la cabeza bajo el agua.
—Salgo enseguida. ¿Puedes contestar el teléfono si suena? Espero una llamada de Marcie por lo de la entrevista con Vanity Fair.
—Claro —dije dejándole en la ducha mientras me metía en la cocina y le echaba un vistazo a la comida de Romero que estaba sobre la encimera. El estómago se quejó reaccionando al aroma de ajo y salsa que salía de la bolsa y saqué dos platos del armario de cocina para poner la mesa. Estaba sacando los cubiertos cuando oí sonar el teléfono móvil de Jackson y fui corriendo a la mesa a por él.
—¿Hola?
—Hola, ¿eres Emma?
—Hola, Marcie. Jackson está en la ducha. Me ha pedido que conteste a su teléfono porque estaba esperando tu llamada.
—Estupendo. Como esto tiene que ver con los dos, te paso la información a ti. Hemos fijado la entrevista para el viernes a la una. ¿Te va bien?
Vacilé.
—¿Crees que todavía es necesario? Ahora que Candace ha dado marcha atrás, ¿no podemos dejar que las cosas se vayan apagando solas?
La voz de Marcie fue firme al responder.
—Necesitamos de verdad esta entrevista. La idea de que Jackson engañara a Candace dañó su imagen. A pesar de que ahora mucha gente cree que no fue así, la duda persiste. No quiero que esto afecte a su carrera.
Sentí como una patada en el estómago. Lo último que quería era que la carrera de Jackson se viera afectada por esto. Había estado tan centrada en los artículos que me criticaban a mí que se me había olvidado el impacto que tendrían en él. Me reprendí a mí misma por haber estado pensando solo en mí sin considerar el modo en que todo aquello le afectaría a él.
—Entonces claro que la haré. El viernes a la una me va bien. Lo verificaré con Jackson.
—¡Estupendo! Dile que le envió un correo electrónico con la dirección del sitio. Lo recibirá antes de que hayamos colgado.
—Muy bien. Adiós, Marcie.
—Adiós, Emma. —Marcie hizo una pausa sin colgar—. Has sido lo mejor que le ha pasado a Jackson, nunca le había visto tan feliz.
Le di las gracias por esas palabras tan amables y colgué sintiéndome llena de felicidad. Entonces me acordé de que tenía una cita el viernes después del mediodía, confiaba en que estuviera cerca de donde era la entrevista. Abrí la bandeja de entrada del teléfon móvil Jackson para ver si ya había llegado el correo de Marcie. Como no estaba familiarizada con su teléfono, le di por error a abrir los mensajes de texto. Estaba a punto de cerrar cuando sentí que se me paraba el corazón. El tiempo pareció congelarse y sentí un fuerte malestar en la boca del estómago. El corazón comenzó a palpitarme de manera frenética. Me latía tan fuerte que parecía que se me iba a salir del pecho. Parpadeé, me negaba a creer que él hubiera estado intercambiando mensajes con Claire. Pero su nombre estaba allí tan claro como la luz del día.
La mano me temblaba al ponerla sobre su nombre. Sabía que nada volvería a ser igual después de que lo abriera, pero debía saber la verdad. Rogué para que sobreviviera a lo que iba a ver y apreté su nombre para abrir los mensajes.
«Claire: ¿Cuándo quieres que nos veamos?»
«Jackson: ¿Puedes el viernes a las tres de la tarde?»
«Claire: Sí, ¿Quieres que nos veamos en Andrews, cerca de la esquina de tu antiguo apartamento?»
«Jackson: No, ven a verme al Starbucks de Union Square.»
Mientras leía los textos la mano se me movía temblorosa. Aunque yo había bloqueado a propósito cualquier información acerca de Claire, mi madre me había contado hacía mucho que se había mudado de casa. Ahora caía en la cuenta de que se había quedado en Nueva York. ¿Habían estado haciéndolo Jackson y ella todo este tiempo? ¿Volvía a ser esto otra repetición de lo que había pasado cinco años antes y, una vez más, yo era la idiota a la que engañaban? Los textos estaban fechados ese mismo día y habían sido enviados a primera hora de la mañana. Mientras yo estaba rebosante de felicidad, él había estado citándose de nuevo con mi antigua compañera de apartamento.
La conmoción se me empezó a pasar y empecé a sentir rabia. Me había engañado otra vez. Puede que nunca hubiera dejado de hacerlo. Todavía se acostaba con esa zorra ante mis narices. Quería gritar y maldecir, pero no me parecía una reacción lo bastante fuerte. Los sentimientos que me agitaban eran demasiado fuertes, demasiado agudos, demasiado dolorosos, maldita sea, para expresarlos con palabras. Tenía la sensación de que me habían cortado el corazón con un cuchillo mientras me obligaban a quedarme de pie mirando.
—¿Era Marcie, mi amor?
Levanté la vista del teléfono despacio hasta la cara sonriente de Jackson. Quería arañársela, ir hacia él y emprenderla a golpes y patadas por mentirme, por hacerme daño. Todo aquello me parecía tan innecesario. ¿Por qué simplemente no me dejaba en paz?
Su sonrisa se desvaneció cuando me vio más de cerca.
—¿Qué sucede?
Le arrojé el teléfono con todas mis fuerzas. Él se agachó rápidamente y vi cómo el aparato se hacía pedazos contra la pared y se partía en dos.
—¿Por qué demonios has hecho eso?
Me acerqué a Jackson hasta tenerlo a unos centímetros.
—Eres una mierda.
Entonces, me agarró el brazo, confundido.
—¡Emma! ¿Qué pasa?
Me solté, riéndome fríamente pero con una nota histérica.
—¿Esto es alguna clase de juego para ti? Vamos a ver cuánto puedo joder a Emma, sí señor. ¿Acaso tu vida es tan aburrida que te diviertes haciéndome creer que te importo de verdad?
—¡Por Dios, Emma! ¿De qué estás hablado?
—Claire.
Esa sola palabra hizo que la cara su cara cambiara de color. Miró al teléfono móvil que yacía hecho pedazos en el suelo sin poder disimular la culpa en sus ojos.
—Mierda. Emma, puedo explicártelo.
Sacudí la cabeza con frenesí.
—No quiero escucharlo. No quiero saber nada de ti. No quiero ni verte. No vuelvas a llamarme nunca más.
Me volví para marcharme pero su mano tiró hacia atrás de mí.
—Para, Emma. Solo me puse en contacto con Claire porque necesitaba respuestas. Quería saber por qué me mintió sobre tu boda con Sean. Quería saber qué te dijo hace años sobre nosotros, ya que tú no me lo quieres contar.
—Ah, entonces ¿es culpa mía? —le solté indignada.
Jackson sacudió la cabeza.
—¡No! Eso no es lo que estoy diciendo —respiró profundamente intentando calmarse—. Mi amor, por favor. Sé que me equivoqué, que no tenía que haber llamado a Claire, pero me estaba volviendo loco. Necesitaba saber qué te había dicho para que no me llamaras en todos estos años a pesar de que me has dicho que me seguías queriendo. La idea de que hayamos estado separados durante tanto tiempo sin necesidad me estaba matando.
—Felicidades —dije con frialdad, pasando del dolor a la insensibilidad, como si mi cuerpo me protegiera al saber que no podría soportar aquel dolor agudo que sentía por todas partes—. Ella te dará todas las respuestas. Quizá también puedas hablar con ella de qué es lo que no ha funcionado esta vez, y que tal vez tenga que ver con que ¡no me creo ni una mierda de lo que estás diciendo!
Grité la última frase, la insensibilidad se esfumó y la angustia se apoderó de mí. Me arranqué el colgante, cuya delicada cadena hizo un chasquido por la fuerza del tirón, y se lo arrojé. Vi cómo rebotaba contra su cuerpo y caía al suelo. Jackson me agarró por el otro brazo obligándome a mirarle de frente.
—¡Emma, es verdad! ¡Por favor! No debería haberla llamado, pero no conviertas esto en lo que no es.
Le miré con ojos inexpresivos, obligándome a mantener la cabeza erguida.
—No importa. No importa por qué la llamaste. Es suficiente con que lo hayas hecho. Quítame las manos de encima. No quiero volver a verte más.
—Emma, no —me rogó angustiado, acercándome hacia sí y enterrando su rostro entre mis cabellos—. Mi amor, te quiero. Por favor, no lo hagas.
Su boca fue hacia mis labios para besarme tiernamente, pero rechacé el beso. No podía sentir nada. Me besó con más fuerza, empezaba a desesperarse. La presión fue tan fuerte que me pareció que acabaría mordiéndome la boca a mí misma.
Entonces dejó de besarme, respirando con fuerza.
—¿Mi amor? —preguntó en tono inseguro y temeroso.
—¿Vas a forzarme o dejarás que me vaya?
Jackson se quedó helado al oír mis palabras y sus manos fueron resbalando por mi cuerpo hasta quedarse cada una a un lado del suyo. Parecía aturdido y aproveché a echarme hacia atrás para apartarme de él. Mi autocontrol empezaba a desmoronarse y sentí que iba a gemir de dolor. Necesitaba salir de allí antes de que eso pasara.
Recogí el bolso que había dejado en el sofá y salí corriendo hacia la puerta. No miré atrás, no quería más recuerdos de Jackson. Ya tenía bastantes que me perseguirían el resto de mi vida.