Capítulo 6

El teatro ya estaba a reventar cuando llegué, aunque todavía faltaba media hora para que empezara la representación. Era un local paqueño, poco más de un centenar de asientos, pero el espacio era tan íntimo que resultaba muy agradable, como si el público estuviera compuesto por un grupo de amigos que se reunían para pasar una velada. Muchos llevaban su propia bebida y compartían las botellas de vino. Jackson saludó a cantidad de gente mientras me conducía a un asiento frente al escenario.

—Vamos, ve a prepararte —le urgí mientras me sentaba—. Yo estoy bien. ¿No necesitas cambiarte e ir a maquillarte o algo de eso?

Él sonrió.

—Esto no es exactamente una gran producción. Es un tipo de actuación como de «muéstrate cómo eres y actúa».

—Como sea, ¡no puedo esperar para verte! Cuando seas una gran estrella de cine podré decir que te conocí en aquel entonces.

—Si eso llega a pasar, no tendrás que decir eso porque te apuesto lo que sea a que tú estarás a mi lado.

Se inclinó para darme un beso fugaz.

—Ven después a los camerinos. Y disfruta de la obra.

Mientras se marchaba observé cómo se detenía a charlar con muchas personas. A Jackson se le daba tan bien hablar que me dejó impresionada.

Esperaba ilusionada, viendo cómo la gente iba llegando, hasta que se llenó a rebosar. Cuando las luces se apagaron para indicar el inicio de la obra, estaba tan emocionada que me costaba contenerme para no ponerme a dar saltos.

No podía esperar a ver a Jackson en el escenario.

Claire salió primero, estaba preciosa, las luces del escenario creaban un aura luminosa a su alrededor. Su cabello rubio brillaba y sus movimientos eran ágiles y elegantes.

En el escenario solo había una mesa y una silla, donde ella se sentó mirando al público y se puso a hablarnos directamente.

«Antes de Matthew, yo llevaba una vida bastante aburrida. Aquí en Bankford, Missouri no pasan muchas cosas emocionantes. La noticia más importante de por aquí fue que pusieron un multicine, así no tendríamos que ir en automóvil a la ciudad de al lado para ver películas. Pero yo era feliz. Me gustaba mi trabajo en la cafetería, llenaba mis días charlando con los clientes y cortando trozos de tarta. Salir con el ayudante del sheriff tampoco fue demasiado malo. Charlie era amable, atractivo y bueno en la cama. La vida se portaba bien conmigo y yo estaba contenta.

Entonces llegó Matthew a la ciudad.

Era extranjero, algo que no se suele ver mucho en Blankford. Le serví café y un trozo de tarta de arándanos sin darme cuenta de que me cambiaría la vida.

No sé si el cambio fue para mejor o para peor. Dejad que os muestre cómo pasó. Luego vosotros podréis decidirlo.»

El escenario se oscureció y cuando las luces volvieron a encenderse, la escenografía era la de una cafetería y Jackson había aparecido en el escenario. Mientras la historia se iba desarrollando yo no podía dejar de mirarlo. Resultaba cautivador, su presencia dominaba el escenario; y el público, absorto en la obra, se mantenía callado y quieto. La fuerza de Jackson surgía de él de una manera casi perceptible. Llegué a sentir su alegría cuando su personaje y Claire se encontraron, y su angustia cuando se separaron. En cierto modo me preocupaba el que pudiera sentirme celosa viendo a Jackson y a Claire interpretando un papel en el que estaban enamorados. Ya me había avisado de que había escenas de besos y me había mentalizado para ello, porque no quería que eso me molestara. Pero según fui metiéndome en la historia, me olvidé de que quienes estaban en el escenario eran Jackson y Claire. Me enfrasqué en la historia de Matthew y Annie, el personaje de Claire. Me reí con sus torpezas para llegar a conocerse y lloré cuando se dieron cuenta de que un futuro juntos lastimaría a la gente que querían. Hasta que, finalmente, otra vez, Annie se quedó sola en en el escenario dirigiéndose al público.

«Todavía vivo en Blankford, Missouri. Aún paso los días sirviendo tarta. Pero mis noches pertenecen al recuerdo de Matthew. No estoy segura de si mi vida es mejor o peor ahora. Solo sé que no cambiaría nada. Porque por un breve período de tiempo supe cómo era la verdadera felicidad. La verdadera felicidad fue escoger a Matthew.»

El teatro se oscureció y el público se puso en pie dando vítores. Me levanté aplaudiendo con fuerza y me di cuenta de que no era la única que se secaba las lágrimas. Las luces volvieron a iluminar el escenario y los actores salieron para saludar haciendo una reverencia. Todos ellos levantaron fuertes aplausos, pero el público rompió en un aplauso cerrado cuando Jackson dio un paso adelante para saludar al público.

Aplaudí tanto que sentí un hormigueo en las manos. Había visto algo especial en él esa noche. Tenía la habilidad de llegarte y hacer creíble todo lo que estaba sintiendo.

Era por sus ojos. Aquellos ojos tenían el poder de mostrar cada emoción que sentían, haciendo que tú también lo experimentaras. Al ser pequeño, el teatro tenía la ventaja de que podías ver cada matiz de su expresión, cada cambio que las emociones imprimían a su mirada.

Jackson sonreía abiertamente al público y el corazón me dio un vuelco cuando me miró a los ojos y me hizo un guiño. Le sonreí sintiéndome feliz y orgullosa, aunque pareciera ridículo.

Cuando los actores volvieron a los camerinos y las luces del teatro se encendieron, me abrí paso hacia el escenario a través del gentío. Mientras avanzaba a empujones oí fragmentos de conversaciones y me enteré de que no había sido la única que estaba impresionada por la actuación de Jackson.

—¡El tipo que hacía de Matthew era increíble! ¿Cómo se llama?

—Madre mía, yo casi me pongo a llorar cuando Matthew le dice a Annie lo que siente por ella.

—El tipo que hace de Matthew es muy atractivo.

Oír cómo la gente hablaba con entusiasmo de él me hizo sentir eufórica y orgullosa. También me hizo albergar la secreta ilusión de que el hombre de quien todas las mujeres hablaban entusiasmadas estaba interesado en mí.

Al llegar a la entrada de los camerinos me puse de puntillas y estiré el cuello. Pensaba que tendría que darle mi nombre a algún guardaespaldas o a una persona de seguridad, pero como esto era una producción de aficionados, la gente se arremolinaba sin que nadie les controlara. Alcancé a ver a Claire y la saludé con la mano para llamar su atención. Esbozó una gran sonrisa y me hizo señas para que me acercara hasta ella atravesando la multitud.

—Perdón —iba diciendo repetidamente mientras zigzagueaba entre el gentío; y cuando por fin llegué hasta Claire la abracé—. ¡La obra ha sido estupenda, has estado increíble!, casi me pongo a llorar como una niña.

Los ojos de Claire se pusieron a bailar, parecía eufórica.

—¡Gracias! Estar en el escenario nunca te cansa. Me alegro de que te haya gustado. —Claire movió la cabeza hacia su derecha y miré en esa dirección. Vi a Jackson asaltado por el público pero en su elemento, hablando y riendo entre la gente. Cuando me vio, dijo algo a quienes le rodeaban y vino hacia mí.

—¿Qué te ha parecido? —me preguntó, agarrándome por la cintura. Tenía la mirada radiante y desde la profundidad de sus ojos verdes irradiaba felicidad.

—¡Has estado increíble! Estaba tan enfrascada en la trama que me he olvidado de quién eras y creía que eras Matthew.

—Gracias —me dijo dándome un beso fugaz—. Bueno, vamos a salir de este gentío.

—¿Vas a prescindir de la adulación de tus admiradores? —le pregunté con ironía.

—Lo agradezco, pero prefiero estar a solas contigo.

—Lo cierto es que antes le he dicho a Claire que nos iríamos a tomar algo con ella después de la representación.

Jackson hizo un gesto dejando caer las comisuras de los labios.

—¿Podemos ir otra noche? Creía que nos iríamos a mi casa...

—Ya sé cuáles son tus perversos planes —le dije con una sonrisita—. Estás intentando aprovecharte de mí.

Él abrió mucho los ojos con expresión de inocencia.

—Solo pensaba que querías recuperar la falda —dijo y luego esbozó lentamente una sonrisa—. Y me gustaría vértela puesta otra vez con nada más que esos zapatos de tacón.

Me reí, moviendo la cabeza, pero no puedo negar que el deseo se encendió en mi interior al oír sus palabras.

—Podemos hacer eso después. Ahora no quiero dejar sola a Claire después de haber quedado en ir a tomar algo.

Jackson suspiró ligeramente, aunque accedió.

—Muy bien, tú ganas. Vamos a intentar que solo sea una copa. Claire tiene tendencia a beber demasiado después de las actuaciones.

Nos abrimos paso entre el gentío en dirección a Claire, que se había ido a otro sitio de la sala para hablar con algunos compañeros de la obra. Cada pocos pasos alguien paraba a Jackson para expresarle cómo había disfrutado de la función.

—¿Lista para irnos? —le pregunté a Claire cuando llegamos hasta ella y acabó su charla con otro compañero de reparto.

—Sí, deja que vaya a por mi bolso. ¿Por qué no nos vemos fuera, frente al teatro?

Claire desapareció entre la multitud y Jackson y yo nos dirigimos hacia la salida. Me llevó agarrándome de la mano bajo una marquesina que había unos portales más allá. Estábamos frente a una floristería y nos escondimos tras un árbol con flores que había en una gran maceta.

—Vamos a esperar aquí. Si no tendré que pararme a hablar con todo el mundo.

Me reí ante sus tácticas evasivas.

—¿Qué harás cuando seas famoso y los paparazzi te persigan?

El sonrió burlonamente.

—Dudo que eso llegue a suceder alguna vez, pero si pasara, tú podrías ser mi guardaespaldas personal.

—Teniendo en cuenta que me sacas casi quince centímetros, dudo que sea un buen escudo para ti.

Se inclinó, me besó en el cuello y siguió avanzando hasta la oreja, mordiéndome el lóbulo con suavidad.

—De todos modos, me distraerías demasiado. Si te tuviera delante, no podría quitar los ojos de encima de ese sexi trasero tuyo.

Para convencerme, bajó la mano y me lo apretó.

—¡Compórtate! —me reí y le quité las manos de allí—. Si no, el dueño de la floristería nos mandará arrestar por escándalo público.

—Me parece imposible contenerme —dijo Jackson con una mirada picara—. No tengo la culpa de que seas tan irresistible.

Grité porque me agarró otra vez y estaba empujándole por el pecho cuando vi a Claire a pocos pasos detrás de Jackson. Nos estaba mirando con una expresión impenetrable, pero en cuanto vio que yo me daba cuenta, me sonrió divertida.

—Hola, Claire —dije en voz alta y dirigiéndole a Jackson una mirada de censura. El se dio la vuelta, todavía con una gran sonrisa.

—Hola, Claire —repitió como un loro.

—Podemos dejar lo de tomarnos unas copas para otra ocasión si preferís —ofreció Claire levantando una ceja.

Negué con la cabeza.

—No, no, queremos ir a tomar esa copa. Jackson solo intentaba embaucarme pero ha fracasado miserablemente. No se ha enterado de que las mujeres no responden bien a los que meten mano.

—Y yo que pensaba que estaba siendo delicado —dijo encogiéndose los hombros. Me agarró de la mano y fuimos hacia Claire.

—¿Vamos a donde siempre, a Max?

—No, cambiemos de sitio —respondió Claire—. Hay un bar cafetería a un par de manzanas de aquí. No es tan ruidoso como Max.

Jackson me miró y asentí.

—A mí me parece bien. La verdad es que no me importa donde vayamos.

Mientras íbamos caminando hacia el bar no pude remediar el hablar con entusiasmo de la obra.

—En serio, ha sido increíble. Me olvidé de que erais vosotros dos. Os convertisteis en Annie y Matthew para mí.

—Trent, el director, quiere que el público sienta la desesperación y el amor que hay entre Jackson y yo. Durante los ensayos solía hacernos sentar totalmente quietos uno frente a otro y nos tenía mirándonos a los ojos fijamente sin decir una palabra. Decía que eso sacaría nuestras emociones a la superficie.

—Yo no dejaba de decirle que en lo único en lo que podía pensar era en el calambre que tenía en la pierna de estar quieto tanto rato. Eso y en cuándo iba a ir a comer.

—Jackson —dijo Claire con el ceño fruncido—. No te rías de eso. Creo que nos ayudó de verdad.

Claire parecía molesta, así que le di un codazo a Jackson discretamente. Él refunfuñó y luego asintió mirando a su compañera de reparto como si estuviera de acuerdo, pero no sin antes mirarme con expresión de arrepentimiento.

—Puede que tengas razón —dijo complaciente—. Por lo menos no me puso a andar por ahí cacareando como una gallina.

Las carcajadas de Emma aligeraron el ambiente.

—Emma, tendrías que haber visto al profesor de interpretación que teníamos. Le dijo a Jackson que encarnaba la esencia de una gallina.

Él sonrió irónicamente.

—Si recuerdo bien, dijo que tu interpretación de la cabra le daba escalofríos.

Claire se mordió el labio y se puso a mover los ojos.

—Mi límite llegó cuando me trajo heno para que pastara.

Me quedé callada mientras caminaba entre los dos, sintiendo que el nosotros había quedado un poco relegado por los recuerdos que ellos compartían. Intenté no sentirme molesta. Claire y Jackson habían sido amigos durante mucho tiempo y era natural que compartieran muchos recuerdos juntos. Además, yo le debía mucho a Claire. No solo me había dado un lugar para vivir, sino que también me había metido en su círculo. Y lo más importante, me había presentado a Jackson.

Él me sonrió mirándome.

—Luego te haré un pase privado. Mi imitación de la gallina no se la hago a cualquiera, no me gusta revelar todos mis trucos.

Le correspondí con una sonrisa.

—Recordaré esa promesa.

Claire se detuvo ante una puerta.

—Aquí es.

Entramos al bar. Hacía fresco y eso resultaba acogedor. Aunque era de noche, fuera hacía un bochorno insoportable. Hacía pocos días que habíamos dejado atrás el mes de junio y la humedad no dejaba de aumentar.

Conseguimos una mesa cerca de un sofá y nos sentamos hundiéndonos en los cojines de piel.

Una camarera se acercó para tomar nota de la comanda.

—¿Vodka con tónica? —me preguntó Jackson mirándome. Asentí y él me pidió la bebida. Me estaba acostumbrando rápidamente a sus modales caballerescos. Luego miró a Claire indicándole que pidiera la suya y ella eligió un dry Martini, después, él escogió una cerveza. Cuando la camarera se hubo marchado lo miré con extrañeza.

—¿Por qué no un whisky?

—El whisky me gusta saborearlo —replicó Jackson en voz baja de manera que solo yo pudiera oírle—. La cerveza me la termino más rápido y así nos vamos antes a casa.

—Eres obsesivo —mascullé, aunque me gustaba su impaciencia por estar a solas conmigo. Carraspeé, volviéndome hacia Claire. No quería que resultáramos odiosos por estar tan amartelados.

—¿Por cuánto tiempo estará en cartel La elección de Matthew? —le pregunté a Claire.

—No estoy segura —respondió—. Me encantaría que pudiéramos llevarla a un teatro más grande para llenarlo. Normalmente se venden todas las localidades, así que no creo que fuera problema llenar un local mayor.

—Pues a mí me gusta que se represente en un teatro pequeño —respondió él—. Da una intimidad que se perdería en un espacio más grande.

Claire frunció el ceño.

—No estoy de acuerdo. Además, aunque eso fuera cierto, está la compensación de tener más público y vender más entradas. No quiero pasar mi carrera en un teatro minúsculo.

La camarera volvió con las bebidas y yo aproveché para cambiar de asunto. Claire parecía que esa noche tenía los nervios de punta y no quería que la situación empeorara.

—Tengo ganas de ver la exposición de Nathan del domingo —dije alegremente—. ¿Dónde está la galería?

—Se encuentra en el West Village —replicó Claire inclinándose hacia delante para poder ver a Jackson, ya que yo estaba entre los dos—. ¿Tú irás, verdad?

El asintió y me miró.

—De hecho iba a preguntarte si querías que fuéramos juntos.

—Había pensado en que fuéramos todos —dijo Claire tomando un sorbo de Martini.

—Nos lo pasaremos bien —dije yo sonriendo a Jackson.

—Claro —replicó él asintiendo y miró a Claire—. Podemos pasar a recogerte de camino.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté confundida—. ¿No pasarás a recogernos a las dos por el apartamento?

Él tenía un destello taimado en la mirada.

—Más tarde hablaremos de los planes para dormir.

Me ruboricé por sus sugerentes palabras; me sentía un poco avergonzada de que él fuera tan claro delante de Claire. Me volví hacia ella sonriéndole con tirantez, pero se limitó a poner una expresión risueña de sorpresa.

—Bueno, ¿y cuál es la historia de Nathan y Mia? —pregunté carraspeando—. ¿Son solo amigos o algo más?

—Estrictamente amigos —respondió Claire—. Hace cinco años nada más llegar a la ciudad, Nathan contestó a un anuncio que Mia había puesto para alquilar una habitación y desde entonces son como hermanos.

—Según Nathan, nada más mudarse intentó propasarse y Mia le dio una patada en las pelotas. Desde entonces él le tiene un respeto bastante platónico.

Me reí por cómo enjuiciaba la relación de aquellos dos.

—Me alegro de que les haya salido bien.

Jackson dio un buen sorbo de cerveza y luego miró mi vaso como recordándome que no había bebido casi nada. Puse los ojos en blanco pero di un sorbo, como una chica obediente.

—Vuelvo ahora —dijo Claire levantándose—. He visto a un amigo por allí.

Vi cómo Claire se alejaba por el bar y le daba un golpecito en el hombro a un hombre alto de pelo oscuro. El se volvió y le sonrió abiertamente al reconocerla; luego comenzaron a charlar.

—¿Tienes que ser tan claro? —le reprendí—. Es de mala educación mostrarse tan ansioso por marcharse.

Como respuesta, Jackson agarró la cerveza y se la bebió entera; luego dejó el vaso vacío en la mesa con una gran sonrisa.

—Solo es Claire. No importa.

—A mí me importa —le dije con exasperación—. Le debo mucho y lo último que quiero es herir sus sentimientos.

—¿Qué le debes? —contestó él, sorprendido.

—Bueno, me ofreció un lugar donde quedarme.

—Necesitaba a alguien y te encontró a ti. ¿A qué te obliga eso exactamente? A menos que deje que te quedes sin pagarle el alquiler.

—Claro que no. Pero le estoy agradecida por su ofrecimiento, porque eso me hizo venir aquí con mucho menos miedo. También por la manera en que me tomó bajo su protección. Podía haberme tratado como si fuera alguien con quien solo se comparte el apartamento, no como a una amiga.

—No estoy muy convencido sobre eso de que te tomó bajo su protección. Claire es una buena amiga, pero tú te comportas más como si lo fueras que ella. No creo que debas pedirle consejo.

—Bueno, ella nos presentó —le dije con una sonrisa apaciguadora, porque no quería discutir sobre Claire.

—Eso es verdad —replicó él con los ojos ensombrecidos y bajó la voz acercándome su cabeza y rozándome la oreja con los labios—. Eso es algo que le agradezco, pero estaré aún más agradecido si salimos de aquí para que pueda meter la cabeza entre tus muslos.

Sentí un flujo húmedo y me retorcí contra el sofá de piel, sabiendo que mis bragas ya estarían completamente empapadas.

—Jackson —le siseé, con el aliento entrecortado y vacilante—. ¡No puedes decirme cosas así en público!

Él sonrió con perversión.

—Entonces vamos a algún sitio más discreto.

Tomé mi vaso de vodka con tónica y lo vacié, pero la frialdad del líquido no disminuyó mi deseo. ¡Al diablo con la buena educación!, las palabras de Jackson solo me hacían pensar en estar desnuda y sudorosa junto a él lo antes posible.

—Estoy lista —declaré casi sin aire mientras dejaba el vaso en la mesa.

Él echó unas monedas en la mesa, de hecho muchas más de las que pensé que costarían las bebidas. Me agarró de la mano y se levantó alzándome a mí también.

—Espera a que meta a Claire en un taxi para su casa y luego podemos irnos a mi apartamento.

Nos dirigimos hacia Claire, que todavía estaba hablando con su amigo en la barra.

—Perdón por la interrupción —dijo Jackson al acercarnos—. Estoy agotado, así que nos vamos a marchar. Solo quiero asegurarme de dejarte en un taxi antes.

—Disculpa que nos vayamos tan bruscamente —añadí sintiéndome mal por abandonar a Claire—. Podemos esperar un poco más hasta que terminéis de hablar.

Jackson me echó una mirada severa, pero no le hice caso. Sin embargo, Claire no pareció perturbarse por nuestro anuncio.

—No te preocupes. Me voy a quedar aquí un rato. Ya nos veremos.

El frunció el ceño.

—Creo que primero deberíamos asegurarnos de que tomas un taxi. Es tarde.

—Ya lo haré yo —se ofreció el amigo de pelo castaño que la acompañaba.

Le eché una mirada a Jackson, porque no estaba segura de que fuera una buena idea dejar a Claire con alguien a quien no conocíamos. A él tampoco se le veía muy convencido con la idea. Claire captó la mirada y se rió.

—Relajaos. Craig está con su novio. No tiene ninguna intención perversa respecto a mí. Estaré bien. Vamos, marchaos.

Jackson asintió, al parecer más tranquilo tras la aclaración.

—Está bien, hasta mañana.

Claire sonrió y asintió volviendo de nuevo con su amigo. En cuanto estuvimos fuera, Jackson y yo detuvimos un taxi; el trayecto me pareció mucho más largo porque estaba nerviosa de tantas ganas que tenía de llegar. Mi deseo aumentaba haciéndome sentir tensa y a punto de romperme.

Él me apretaba la mano mostrándome que también sentía lo mismo.

Una vez en el edificio donde estaba su apartamento, apenas me di cuenta del saludo de Sam, ya que entramos en el ascensor a toda prisa. Después de que Jackson apretara el botón de su piso y de que la puerta se cerrara, no perdió el tiempo y me agarró alzándome y empujándome contra la pared del ascensor. Le rodeé la cintura con las piernas de manera que pudiera sentirlo dentro.

—Me vuelves loco —masculló antes de poner su boca sobre la mía, sin pedir mi rendición sino exigiéndola. Ni siquiera nos lo planteamos. Yo le deseaba tan desesperadamente como él a mí.

Le abracé con fuerza el cuello por detrás mientras él me sostenía con facilidad y penetré en su boca. Saboreé la cerveza en su lengua y su gusto amargo intensificó mi excitación. Era como si no pudiera saborearle lo suficiente, sentirle lo bastante. A pesar de que estaba sujeta entre la pared y el pecho de Jackson, sentí la necesidad desesperada de acercarme más a él. Quería hundirme y perderme dentro de él.

Oí el ring del ascensor que señalaba que habíamos llegado al piso dieciséis. Por suerte, no había entrado nadie mientras estábamos abrazados. No sé si a esas alturas me habría importado.

Cuando entramos en su apartamento y cerró la puerta tras de mí, le agarré la camisa por delante, más que lista para continuar con lo que habíamos empezado en el ascensor.

—Emma, vamos a ir un poco más despacio —dijo Jackson, a pesar de que yo hubiera dicho que se estaba esforzando por controlarse.

—¿Por qué? No quiero ir despacio —dije empezando a desabotonarle la camisa para que ambos estuviéramos desnudos cuanto antes.

Me agarró las manos, sujetándolas contra su pecho.

—Cariño, yo también siento lo mismo. Confía en mí, tampoco es fácil para mí ir poco a poco, pero quiero disfrutar de esto. La otra noche me corrí muy rápido.

Negué con la cabeza.

—Para mí no fue tan rápido. Y me quedo corta diciendo que lo disfruté. Las dos veces. La próxima podemos hacerlo despacio y tranquilos. Pero ahora mismo quiero que sea fuerte y rápido.

La cara de Jackson estaba en tensión por el deseo, pero parecía determinado a moderar su ritmo.

Así que decidí ponérselo más difícil. Agarré mi camiseta por abajo y me la quité; él se quedó callado mirándome y oí que respiraba cada vez con más dificultad. Me solté el sujetador por detrás dejando libres los pechos, que la excitación había vuelto pesados. La mandíbula de Jackson se endureció al verme los pezones duros, de un rojo rosáceo oscurecido por la erección.

Antes de perder el valor, abrí la cremallera de los jeans y los empujé hacia abajo quitándome con ellos también las bragas. Lo hice dejándome puestos los zapatos de tacón y me quedé de pie, completamente desnuda excepto por los zapatos. Nunca en mi vida había actuado de manera tan impúdica, pero Jackson Reynard me hacía hacer cosas que nunca hubiera imaginado.

Me puse una mano en la cadera con descaro, mirándole con una sonrisa traviesa.

—¿Qué decías de ir despacio? —le pregunté; estiré la mano y comencé a trazar con una uña el contorno de su pene sobre los jeans. La respuesta fue una sacudida de pura satisfacción masculina.

El sonrió con los ojos resplandeciendo de deseo.

—Al diablo con la lentitud. Ya lo haremos mañana. Ahora mismo voy a penetrarte hasta que no puedas dejar de gritar.

Me agarró y me levantó como si no pesara nada. Automáticamente enlacé mis piernas entorno a él mientras entraba en el dormitorio a grandes pasos. Una vez allí, me tiró sobre la cama y se deshizo rápidamente de la ropa. La pelvis se me contrajo al ver el tamaño y la dureza de su erección; la punta estaba hinchada y las venas que recorrían su pene estaban en pura tensión.

Recordé su comentario de que me imaginaba con los tacones y la falda negra, y miré por la habitación.

—¿Me pongo la falda negra?

—Nena, ahora mismo no quiero que te pongas nada de ropa. Te tengo exactamente como quiero: desnuda y húmeda.

Se arrodilló en la cama entre mis piernas, que se abrieron de manera espontánea. Y como me había prometido antes, metió la cabeza entre los muslos, lamiendo la zona mojada como si tuviera hambre de ello. Hizo círculos con la lengua sobre mi clítoris y luego lo chupó haciéndome gritar con un placer tan agudo que casi me dolía. Siguió manipulándome el clítoris con la lengua mientras metía un dedo dentro y luego dos.

La sensación de su boca lamiendo mi punto más sensible, combinado con la penetración de sus dedos fue demasiado para mí. No pude reprimir unos quejidos de placer mientras un fuerte orgasmo me sacudía y mi cuerpo se convulsionaba violentamente.

Entonces levantó la vista hacia mí con una sonrisa triunfante y los ojos brillándole de satisfacción. Tenía la boca y la mejilla mojadas, no creo haber visto nada tan erótico.

Luego fue ascendiendo por mi cuerpo, dándome pequeños besos durante el recorrido. Cuando se metió el pezón en la boca y tiró de él, sentí otra aguda punzada de deseo. Siempre había disfrutado bastante con el sexo, pero no sabía que me podía sentir de esa manera. Era insaciable.

Luego llegó a mi boca y la besó intensamente. Pude sentir mi propio sabor en el suyo.

—Vamos, Jackson —murmuré contra sus labios, con los ojos temblorosos y cerrados—. Házmelo con fuerza.

—Emma —dijo él con voz ronca; me sujetó por la mejilla y mantuvo mi cara quieta—. Mírame.

Abrí los ojos y me quedé sin respiración. Me estaba mirando no solo con deseo sino con algo más. Algo que todavía no deseaba identificar, pero que me proporcionó un arrebato de felicidad.

—Quiero que me mires cuando me meta en ti. Quiero que me mires mientras te hago el amor.

Asentí impotente. En ese momento hubiera hecho cualquier cosa que me pidiera.

Sentí la punta del pene empujando junto a los pliegues de la vagina y gemí al notar cómo tiraba de mí, llenándome.

—Eres mía, Emma —dijo entre dientes mientras empezaba a moverse en mi interior, con el rostro rígido al aumentar la velocidad de sus empujones—. Dilo.

—Soy tuya —sollocé absurdamente mientras cada embestida suya me aproximaba al umbral del orgasmo.

Jackson soltó un gruñido de aprobación y entonces pareció descontrolarse. Me aferré a él mientras entraba y salía de mí, empujando tan fuerte que sentí la punta de su pene golpeándome por dentro. Le hundí las uñas en la espalda, intentando mantenerme mientras una oleada de placer empezaba a invadir mi cuerpo.

Grité al correrme y le oí gritar mi nombre cuando también él llegó a su clímax. En ese momento, me sentí conectada a aquel hombre como nunca antes lo había estado. Eso me hacía estar alegre y al mismo tiempo incrementaba mi ansiedad. Alegre porque me hacía sentir bien y ansiosa porque me hacía sentir demasiado bien.

Después de que ambos recuperáramos el aliento, él apoyó su frente sobre la mía y vi que le caían gotas de sudor. Me sonrió débilmente.

—No sé si alguna vez lo haremos despacio y con calma.

—Creo que podré soportarlo —le respondí con una sonrisa arrepentida.

El rodó sobre su espalda arrastrándome, de manera que yo me quedé encima; seguíamos estando todavía unidos íntimamente. De pronto, se puso serio.

—¿Pasa algo? —le pregunté.

—Demonios. He olvidado ponerme el condón. Lo siento. No me puedo creer que haya sido tan descuidado.

—No pasa nada —le tranquilicé, aunque me preocupé porque ni siquiera yo me había dado cuenta. Ni siquiera me había preocupado de ello. Aunque tomara anticonceptivos tenía que procurar no ser tan imprudente.

—Tomo la píldora.

Jackson sonrió.

—Más vale así. Eso significa que no tengo que ponerme esas malditas cosas; se siente más sin ellos. Y estoy sano.

—Yo también —le dije, sin mencionar el hecho de que yo solo había estado con una persona.

—Eso quiere decir que estamos juntos, ¿no?

Hice una pausa sorprendida de que él sacara ese asunto a colación después de solo una semana. Pero estaba convencida de que eso era también lo que yo quería, así que asentí.

Jackson irguió la cabeza y me besó con suavidad.

—¿Cómo he podido tener tanta suerte de encontrarte?

Le sonreí complacida al oír aquellas palabras.

—Me imagino que algo bueno habrás hecho en la vida.

—Seguro —respondió él con una sonrisa solemne.

Me sorprendía lo primario y vigoroso que podía ser aquel hombre mientras hacíamos el amor, y lo tierno y amable que también llegaba a ser. Podría pasarme toda mi vida intentando entender a Jackson Reynard.

El resto de la noche estuvimos en la cama hablando tranquilamente y compartiendo confidencias.

Me contó lo difícil que había sido para él crecer a la sombra de su padre. Por más que este fuera cariñoso, Jackson siempre tenía la sensación de no estar a su altura.

Me habló de su abuela, a la que había querido muchísimo. Pero había fallecido cuando él estaba en la universidad y le había dejado una considerable herencia, lo que le permitía seguir su carrera de actor sin tener que preocuparse por conseguir ingresos regulares.

Yo le conté cómo me había desmoronado cuando mi padre murió. Sin lugar a dudas, había sido la niña de sus ojos y perderle fue devastador. Le conté también algunos buenos recuerdos, como cuando mi padre me llevaba a comer fuera, solos los dos. Él me escuchaba parlotear sobre quién gustaba a quién en la escuela y quién era mi último mejor amigo mientras comíamos hamburguesas y bebíamos batidos. Esas eran las pequeñas cosas que mejor recordaba de mi padre.

Mi último pensamiento antes de caer vencida por el sueño fue que a mi padre le hubiera gustado Jackson.