Capítulo 12
El domingo se atrevió a ser otro día precioso. La visita a Sean fue memorable porque se quedó la mayor parte del tiempo callado, casi sin responderme. El resto del día lo pasé en casa, resentida con mi madre porque se quedaba mucho tiempo fuera para ahorrarse aquella turbulenta situación. Yo estaba desconsolada, pues todavía no sabía nada de Jackson.
Así que cuando fui a abrir la puerta preguntándome quién podía ser, me quedé impactada al verle frente mí. Se veía cansado, con sombras oscuras bajo los ojos y el pelo alborotado, como si hubiera estado pasándose los dedos entre el cabello; su tez estaba pálida y se veía ojeroso. Nunca en mi vida había tenido ante mí una visión tan maravillosa.
Hizo un gesto con la boca pues yo seguía allí mirándole boquiabierta, comiéndomelo con los ojos.
—¿Me vas a dejar pasar?
—¡Claro! —exclamé azorada por mi ensimismamiento. Retrocedí para que entrara, sin saber qué ánimo traía ni porqué había venido—. Es que estoy sorprendida de verte en mi puerta. El viaje es largo desde California.
Jackson no dijo nada sino que se precipitó sobre mí, tomándome en sus brazos y hundiendo la cara en mi pelo. Me aferré a él, con alivio y alegría de poder abrazarle otra vez. Estaba aterrorizada de pensar que nunca más le volvería a ver y, más aún, de no estar de nuevo entre sus brazos.
Al cabo de unos instantes, se retiró hacia atrás pero sin dejar de rodearme con los brazos. Me miró con una imperceptible sonrisa en los labios, aunque sus ojos estaban serios.
—Estos han sido los tres peores días de mi vida.
—Jackson... —empecé a decir, pero no pude continuar porque sus labios reclamaron los míos besándolos suavemente hasta que la urgencia se adueñó de nosotros y empezamos a besarnos con voracidad, pues la separación había agudizado y aumentado la presión de nuestro deseo.
—Espera —dije sin aliento, interrumpiendo el beso y empujándole con delicadeza hacia atrás para poder verle la cara—. Tenemos que hablar.
Suspiró.
—Hablar no parece que vaya a resolver nada.
—Por favor, Jackson tenemos que hablar de algo.
Le llevé hasta el sofá de la sala y me senté junto a él, agradeciendo que mi madre no estuviera en casa. Aunque su tacto y su sabor habían sido excitantes, eso no cambiaba las circunstancias de nuestra situación.
—No te imaginas lo feliz que estoy de verte, pero ¿qué ha hecho que te decidieras a hacer todo ese viaje para venir aquí?
—Quería hablar contigo personalmente. Al teléfono no puedo verte ni tenerte. Necesito ver por mí mismo por qué insistes en quedarte.
Suspiré hondo.
—No miento si te digo que me estaba replanteando el quedarme aquí —dije, y cuando vi que los ojos de Jackson se iluminaban, alcé la mano para no darle falsas esperanzas—. Pero he tomado una decisión. Sean ha intentado suicidarse otra vez. Cree que no tiene motivos para vivir porque está convencido de que no podrá volver a caminar.
La mirada de Jackson se ensombreció con mi confesión, pero solo asintió con la cabeza.
—Aunque no sabía que Sean había intentado suicidarse otra vez, estaba casi seguro de que no cambiarías de idea —dijo, y antes de seguir tomó aire—; por eso he decidido quedarme aquí contigo. Estaremos juntos hasta que te parezca que puedes dejar a Sean. Luego ya resolveremos qué hacer cuando llegue el momento.
Negué con la cabeza sin entenderle.
—¿Qué quieres decir con que te quedas aquí? ¿Y qué pasa con la película?
—He renunciado
—¡¿Qué?! —grité esperando que todo fuera un sueño y que me despertaría enseguida. Jackson volvió a mirarme con una sonrisa de satisfacción y yo sentí que el corazón me latía de forma irregular. Lo estaba haciendo de nuevo. Estaba arruinando la vida de alguien porque le importaba demasiado.
—Les pregunté si era posible que retrasaran la fecha de rodaje, pero sabía que nunca accederían, sobre todo porque ni siquiera podía decirles hasta cuándo necesitaba que lo retrasaran. Así que les di las gracias por haberme tomado en cuenta y renuncié. Aunque ya había firmado el contrato, Mark no cree que tomen acciones legales; no les merecería la pena.
Negué con la cabeza, horrorizada ante lo que Jackson había hecho.
—¡Jackson, no! ¡No puedes hacer eso! ¡Esta era la oportunidad de tu vida! No puedes echarla a perder por mí.
—No lo hago por ti, lo hago por nosotros. —Jackson me sujetó la barbilla mirándome con atención—. Era sincero cuando te dije que sería feliz siempre que estuviéramos juntos, sin importar lo que pasara. Si tienes que estar aquí, entonces yo también tengo que hacerlo.
—Jackson, no puedo consentir que lo dejes por mí. No me importa lo que digas, lo estás dejando por mí. ¡No puedo soportar llevar esa carga!
—Emma, no es una carga. Lo hago con mucho gusto. Te quiero. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. El resto de mi vida no empieza dentro de seis meses cuando creas que Sean está listo para seguir solo, empieza hoy.
Sentí como si el temor y el pánico me desgarraran el pecho. No podía con ello. Se diera cuenta o no, esto acabaría creando en él algún tipo de resentimiento contra mí. Se preguntaría cómo habría sido su vida si yo no se la hubiera arruinado con mis deberes morales. Pero era mi deber, no el suyo.
—Por favor, Jackson, te lo ruego. Llámales y diles que cometiste un error, que fue un momento de locura, ¡cualquier cosa!
El me acarició la mejilla con el dorso de la mano, con una delicadeza y amor que me mataban.
—Emma, escúchame. Ya lo he decidido. No voy a cambiar mi decisión. Puedo trabajar como entrenador personal en algún gimnasio de por aquí y podemos alquilar algo hasta que nos marchemos.
Me acordé que le había dicho que yo sería feliz siempre que estuviéramos juntos, incluso si yo tenía que ponerme a freír hamburguesas y él trabajar de empaquetador en un supermercado. Y era cierto, pero solo si lo hacíamos por elección propia. Y, en este caso, Jackson no tenía elección y yo no le estaba dando ninguna alternativa.
Alcé la vista hacia él con las lágrimas cayéndome por el rostro. Hubiera querido decirle que había cambiado de opinión y que me iba a California con él, pero eso era imposible. Si lo hacía, me odiaría a mí misma por abandonar a Sean y me temía que también empezaría a odiarle a él.
Aspiré profundamente sabiendo lo que tenía que hacer. Me alenté a tomar una decisión, recordándome a mí misma que lo hacía por él. Porque le amaba.
—Jackson, no te estoy diciendo toda la verdad —empecé. El corazón me dio un vuelco cuando le vi arrugar la frente, pero me esforcé por continuar—. Al volver aquí... al ver a Sean... me he dado cuenta de que cometí un error. No debería haberle dejado nunca.
La cara de Jackson palideció y me soltó la mano que había estado sosteniendo hasta entonces. Una expresión aterrorizada le atravesó el rostro y negó con la cabeza.
—No, Emma. No.
—Lo siento —dije sollozando sin tapujos, con el corazón en un puño.
Él me agarró la mano que había soltado y me la apretó con tanta fuerza que me dolió.
—Cariño, ¿por qué lo haces? ¡Te he dicho que me quedaría aquí contigo, por favor!
Agaché la cabeza, viendo cómo las lágrimas me resbalaban por la cara hasta caer en mi regazo. Aquello era demasiado. No sabía si podría soportarlo. Pero luego me imaginé a Jackson llevando una vida difícil y preguntándose siempre «qué hubiera pasado si». Yo no podía permitir que eso ocurriera.
Levanté la cabeza y retiré mi mano de la suya para limpiarme las lágrimas de la cara. Respiré hondo, incapaz de dejar de temblar al tiempo que luchaba por tranquilizarme.
—No sé cómo decirte cuánto lo lamento. No es que no sienta nada por ti, pero me he dado cuenta de que Sean y yo estamos hechos el uno para el otro.
La cara de Jackson se tensó con el dolor grabado en cada facción. Quise morirme al ver sus ojos vidriosos por las lágrimas. No sabría qué hacer si se ponía a llorar.
—Estás mintiendo. Sé que estás mintiendo. —Me agarró las manos aferrándose a ellas con desesperación mientras me suplicaba una y otra vez—. ¡Emma, dime que estás mintiéndome! ¡Maldita sea, estás mintiendo!
—No estoy mintiendo —susurré consciente de estar rompiendo la promesa de decirle siempre la verdad—. Lo siento, Jackson. Lo siento mucho.
Me atrajo hacia sí, ocultando su cara en mi cuello. Sentí sus lágrimas contra mi piel y comencé a temblar, no creía lo que estaba haciendo.
—Cariño, por favor —me rogó, con su rostro aún en mi cuello—. No nos hagas esto. No puedo vivir sin ti.
Sentí dolor físico cuando tuve que contenerme para calmarle, para no acariciarle con las manos la espalda, que sacudía por los sollozos. No hice nada. Me quedé sentada, simplemente con las manos en el regazo. «Esto es por Jackson, seguía diciéndome a mí misma. Tienes que hacerlo por él».
No me moví hasta que las sacudidas que daba fueron deteniéndose poco a poco, y cerré los puños para contener un desesperado deseo de consolarle.
Entonces se sentó, mirándome con los ojos enrojecidos y la desolación dibujada en el rostro.
—Me dijiste que estaríamos siempre juntos.
No pude soportarlo más. Me cubrí la cara con las manos y rompí a sollozar y a gritar por todo lo que estaba perdiendo, por todo lo que estaba tirando por la borda. Había algo en mí que no iba bien. Les decía a hombres fuertes y maravillosos que siempre estaría con ellos y que les amaría eternamente para luego destrozarlos. Cuando mis sollozos se aplacaron, alcé la vista para verle. Me miraba sin expresión en los ojos, con una línea fina dibujada en su boca.
—Entonces ¿esa es tu decisión? ¿has elegido a Sean?
Asentí, aunque por dentro estaba gritando «mentirosa».
Se puso de pie, como si llevara una máscara en la cara. Ya no había ninguna emoción en su rostro, excepto un gesto de repugnancia al mirarme.
—Voy a ser el mayor arrepentimiento de tu vida.
Luego salió dando un portazo; oí el motor de un coche y se marchó. Cuando mi madre volvió a casa y me preguntó qué me pasaba, me reí como una histérica y empecé a llorar.
Me abrazó, pero no me volvió a preguntar lo que me sucedía, y yo no quise contarle nada.
Al cabo de una semana ya me había dado cuenta de que Jackson tenía razón. El era mi mayor arrepentimiento. Había tirado por la borda algo precioso por un equivocado sentido del deber. Si él había querido abandonar la gran oportunidad de su vida por mí, ¿quién era yo para oponerme?
Una noche, con el corazón en un puño, le llamé. No sabía si había vuelto a Nueva York o a California. Me sobresalté al escuchar una voz femenina respondiendo al teléfono.
—¿Hola?
—Eeh, ¿está Jackson por ahí?
—Emma, ¿eres tú?
—¿Claire? —pregunté. Lo cierto es que sentí una especie de alivio al oír su voz. No sabía por qué estaba respondiendo al teléfono de Jackson, pero agradecía tener un aliado donde fuera—. Claire, qué bien que seas tú. Me ha desconcertado un poco oír que me contestaba una voz de mujer al teléfono de Jackson. ¿Está ahí?
—Emma —dijo Claire en tono nervioso—. Pensé que tú serías la última persona en llamar. Creía que vosotros dos habíais roto.
—Cometí un gran error. No puedo creer que fuera tan idiota. ¿Está en casa? Necesito hablar con él.
—Emma, me siento fatal de decirte esto, pero... Jackson y yo estamos juntos ahora.
Me quedé callada mientras mi cerebro intentaba procesar lo que acababa de decirme.
—¿Qué estás diciendo?
Claire suspiró con fuerza.
—Lo siento mucho, Emma. No teníamos intención de ir en serio, pero... las cosas se han descontrolado.
—¡Claire!... —grité sobrepasada por el pánico—. ¿De qué coño estás hablando?
—Estamos enamorados —susurró con tono de sufrida—. Pensábamos que solo nos lo estábamos pasando bien, pero los sentimientos se metieron por medio.
—¿Esto es una especie de broma retorcida? ¿Jackson trata de devolvérmela por haber roto con él? ¿Cómo demonios puedes decirme que os habéis enamorado en una semana?
—No era mi intención lastimarte. Sabía que él estaba enamorado de ti, aunque nos lo pasábamos bien por otro lado. Hace mucho tiempo que nos pasa, más de lo que los dos habéis estado juntos. Pensé que nunca te enterarías. Sin embargo, ahora que tú has desaparecido de la escena, se ha dado cuenta de que me quiere y yo siento lo mismo.
Temblaba de rabia y no me creía ni una palabra de lo que Claire me decía.
—Ponme a Jackson al teléfono ¡ahora!
La oí hablar con alguien y me quedé helada cuando oí la tenue pero clara voz de Jackson. No distinguía lo que estaba diciendo pero sabía que era él. Si ya tenía el corazón destrozado, ahora se estaba haciendo añicos y desapareciendo en bruma de desesperación.
—Lo siento, Emma —dijo Claire, volviendo al teléfono—. No quiere hablar contigo. Dice que ya hablasteis todo lo que tenías que hablar cuando estuvo en Merrittsville y que no tenéis nada más de que deciros.
—Puta —le espeté convirtiendo mi dolor en rabia —. ¿Cómo has podido hacerme esto a mí? ¡Creía que eras mi amiga! ¿Me estás diciendo que te lo estabas follando mientras estuvimos juntos?
Durante nuestra conversación, Claire no había dejado de disculparse todo el rato, pero, de repente, su voz se volvió alegre.
—Tú fuiste quien le dejó, Emma. Yo solo recogí los pedazos.
Oí el clic del teléfono, que indicaba el final de la llamada y me sentí paralizada por el dolor y la ira. Me había estado odiando a mí misma por lo que le había hecho a Jackson, sin saber que él me había estado traicionando todo el tiempo. No me extrañaba que de vez en cuando sorprendiera a Claire mirándome de manera extraña. Probablemente estaría riéndose de mí a mis espaldas por ser tan ingenua.
Ahora ya no sabía qué hacer. Mi vida parecía vacía y no me quedaba esperanza. ¿Hasta dónde puede llevarte el deber? A mí me había llevado de los brazos del hombre a quien amaba a una vida sin sentido. Me había quitado la alegría de vivir y no me había dejado más que dolor y arrepentimiento.