Capítulo 28

Colleen observó a la muchacha que dormía en la cama de su hermano. Había tenido que darle un sedante para que lograse conciliar el sueño. Se encontraba allí, al pie del cañón siguiendo las instrucciones de Jon de que no la dejara sola hasta que él llegase. Estaba tranquila porque había dejado a Becky en casa de su cuñada, y Dan pasaría a buscarla luego de que saliera de la consulta.

Bajó hasta la cocina y preparó un poco de té. Cuando regresó a la habitación, Kate estaba despierta.

—¿Quieres que te sirva? —dejó la bandeja encima de una mesa y se volteó hacia ella. La pobre muchacha estaba deshecha. Tenía los ojos hinchados de haber estado llorando hasta quedarse dormida y el rostro blanco como un papel. Aun así, le pareció bonita y comprendió por qué había deslumbrado a su hermano.

—Sí, gracias —respondió la rubia con un hilo de voz. Se sentó en la cama y apoyó la cabeza en el respaldar.

—Lamento que hayamos tenido que conocernos en circunstancias tan terribles —dijo la mujer mientras se le sentaba al lado.

Kate bebió el té y luego apretó la taza caliente entre las manos. Estaban tan heladas que ni siquiera sintió el calor.

—¿Has hablado con Jon?

—No, pero me prometió que volvería en cuanto le fuera posible.

Kate asintió. Dejó la taza encima de la mesita de noche porque ya no podía tragar más. El nudo en la garganta la estaba ahogando. No saber lo que sucedía la inquietaba, pero imaginarse a su hermano como un asesino la estaba volviendo loca. Quería estar en Quantico y seguir de cerca la investigación, pero en el estado deplorable en el que se encontraba, sabía que no era lo más prudente.

—¿Sabes qué sucede? —le preguntó a la hermana de Jon con la intención de sonsacarle algo de información.

Colleen negó con la cabeza.

—Lo siento. No debe de ser nada sencillo para ti descubrir que tu hermano es el responsable de las muertes de esas dos chicas.

Por más que las pruebas indicaran lo contrario, se negaba a aceptar que Daryl hubiese sido capaz de asesinar a Bonnie Trevors y a Kimberley Abrams. Debía encontrarlo antes que la policía y hablar con él. Sobre todo necesitaba mirarlo a los ojos y preguntarle si lo había hecho.

—Quisiera poder dormir un poco antes de que Jon regrese —se recostó y apoyó la cabeza en la almohada.

Colleen le dio una palmadita en la pierna y recogió la taza de té. Se dirigió hacia la salida y, tras abandonar la habitación, cerró la puerta.

Rápidamente, Kate se levantó de la cama y buscó su bolso. Sacó el teléfono y escribió un mensaje de texto. Cuando comprobó que había sido enviado, volvió a acostarse, aunque le fue imposible conciliar el sueño otra vez.

 

* * *

 

Antes de dirigirse a su apartamento, Jon decidió pasar por Lakepointe con la intención de recoger algo de ropa para Kate. Subió corriendo las escalinatas y notó que había correspondencia en el buzón. Echó un vistazo: además de algunas facturas, le habían enviado desde el Burke Herald, las cartas que estaban dirigidas a Themis. Las fue viendo una a una y de repente se detuvo.

Reconoció el sello del Departamento Federal de Correccionales en la parte superior izquierda.

Sin ponerse a pensar que estaba cometiendo un delito, rasgó el sobre por uno de los extremos y sacó el papel que había en el interior.

Las primeras líneas que había escrito Shadows le bastaron a Jon para comprender que no le iba a perdonar a Kate que lo hubiera abandonado.

“Me has traicionado, Themis. Tú, la única persona en la que confiaba. Has cometido un error y los errores, tarde o temprano, se pagan.

Eres una zorra. Lo supe cuando escuché tu voz en el teléfono. Dulce y suave, pero dispuesta a venderte al primer postor como una puta barata.

No podrás olvidarte de mí, porque no voy a dejar que lo hagas.

Vas a saber de mí más pronto de lo que te imaginas.”

Estrujó el papel hasta convertirlo en un bollo. No iba a mostrarle la carta a Kate; ya estaba demasiado abrumada por lo de su hermano y no quería que se preocupara también por el imbécil de Shadows. Entró a la casa, los peritos habían estado esa mañana temprano y todo seguía dado vuelta. Contrataría una agencia de limpieza para que se encargara de poner orden en el lugar, en caso de que Kate decidiera regresar.

Se subió al auto y, mientras conducía en dirección a Burke, no podía parar de darle vueltas a la carta de Shadows.

Él había amenazado a Themis, no a Kate. Era imposible que supiera que, quien se escondía detrás del seudónimo, era ella. Sin embargo, cuando constató que no había sido Elliot Fraser la persona que se había metido en la casa, por un segundo, barajó la posibilidad de que Shadows estuviera detrás del ataque; que hubiese decidido vengarse porque ya no escribía sobre él en el periódico. Pero había apartado esa idea rápidamente: Craig no sabía que Themis era Kate.

¿Y si hubiera conseguido enterarse? Se le tensó el estómago. Si habían llegado a sospechar que Shadows contaba con la complicidad de su novia y de su hermano para cometer los asesinatos, no era descabellado creer que podría haber enviado a cualquiera de los dos al periódico para averiguar quién era la persona detrás del seudónimo.

Se desvió del camino; antes de ir a la casa de Kate, se daría una vuelta por el Burke Herald.

 

* * *

 

Kate se encontraba sentada en la cama con la mirada fija en el teléfono móvil. Habían pasado más de dos horas desde que le había enviado un mensaje a su hermano. La angustiosa espera se hacía cada vez más insoportable. Escuchó a Colleen en la planta baja haciendo ruido en la cocina. Seguramente estaría preparando la cena. Se puso de pie y caminó descalza hacia la ventana. Había oscurecido ya; otro día que terminaba y seguía sin saber de Daryl.

El corazón le brincó dentro del pecho cuando escuchó el ringtone del teléfono. Corrió hacia la cama y lo sujetó con las dos manos. Casi se echó a llorar cuando vio el nombre en la pantalla.

—¡Daryl! ¡Por fin!

—Katie.

—¡Daryl, dime que no es verdad! —le suplicó—. ¡Necesito saber que todo esto no es más que un terrible error!

—La policía y el FBI me están buscando. Mi foto ha salido en todos lados.

Kate contuvo el aliento. No iba a soportar que lo cazaran de esa manera.

—Quiero verte, Daryl.

—No, hermanita. No vas a involucrarte en esta pesadilla tú también. Me metí solo en ella y solo saldré —le dijo atropelladamente.

Kate supo que estaba drogado.

—Dime dónde estás e iré a buscarte. Me merezco una explicación. Tienes que decirme qué fue lo que pasó la noche en la que Livy murió.

Lo oyó respirar con dificultad.

—¿Recuerdas la fábrica abandonada donde solíamos jugar los tres al salir de la escuela?

—Sí, la que está al otro de la iglesia.

—Esa misma. Estoy en el viejo galpón donde guardaban las máquinas de hilar —le indicó—. Ven sola, Kate. Si veo a Kellerman o a algún policía, desapareceré antes de que puedan encontrarme.

—Está bien, no te preocupes. Iré sola. Tú no te muevas de ahí, ¿de acuerdo?

Escuchó un golpe seco proveniente del otro lado de la línea. Luego, un angustiante silencio. Marcó el número nuevamente, pero Daryl no volvió a responder.

Supo entonces que algo malo le había sucedido. Sin perder tiempo, se puso los zapatos y, sin siquiera revisar su aspecto en el espejo, bajó al salón. Se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que no tenía la bicicleta y tampoco había pedido un taxi. Solo le quedaba pedirle a Colleen que la acercara hasta Burke. Entró en la cocina; ella estaba lavando unas verduras en el fregadero.

—Colleen, necesito que me ayudes. Es un asunto de vida o muerte. —Se paró junto a ella—. ¿Podrías acercarme hasta Burke?

La hermana de Jon cerró la canilla y se secó las manos.

—¿Por qué quieres ir allí ahora?

—No puedo decírtelo. Por favor, debo darme prisa.

—Kate, lo siento, pero no voy a llevarte a ningún lado. Mi hermano te dejó a mi cargo y, si algo te sucede, no me lo perdonaría jamás.

No imaginaba que se toparía con una negativa.

—¿Colleen, tu amas a Jon, verdad?

Ella asintió.

—¿Harías cualquier cosa por él?

—Sí, Kate lo haría. ¿A qué vienen tus preguntas? —Ella no le respondió, pero adivinó de inmediato qué estaba sucediendo—. Tu hermano se ha puesto en contacto contigo.

—Por favor, tengo que ir a verlo. Sé que algo le ha sucedido —le rogó nuevamente.

Colleen siempre había tenido el sí fácil, pero sabía que Jon la mataría si ponía la vida de Kate en peligro. ¿Qué podía hacer? Nunca antes se había metido en un dilema como aquel.

En ese momento, escucharon que se abría la puerta de la sala de estar. Colleen respiró aliviada cuando vio a Jon. Él podría convencer a Kate de que lo que pretendía hacer era una locura.

—¿Qué pasa? —preguntó no bien puso un pie en la cocina.

Kate se volteó y lo fulminó con la mirada.

—¡Has ordenado la detención de Daryl! —lo increpó.

Él tragó saliva. Había imaginado aquel momento tantas veces, Sin embargo, no supo cómo reaccionar. La muchacha estaba dolida y enfadada.

—No tenía otra opción, lo sabes —se justificó.

—Podrías haber esperado un poco al menos.

—¿Para qué? ¿Para que tu hermano volviera a desaparecer?

—No lo hará —le aseguró.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque acabo de hablar por teléfono con él. ¡Te lo suplico, Jon! Tengo un mal presentimiento. Déjame que vaya a verlo, estaba asustado y drogado.

—Iré contigo.

—¡No, Daryl me ha pedido que fuera sola!

—De ningún modo. Vas conmigo o no vas nada —le advirtió.

Supo que no tenía posibilidades de elegir.

—Está bien, pero debemos irnos ya. —Lo soltó y caminó raudamente hacia la salida.

El viaje en ascensor se hizo en absoluto silencio, pero, cuando entraron al Nissan Pathfinder, Kate disparó la primera pregunta.

—¿Qué hallaron los peritos en el sótano?

Jon se tomó en tiempo para responder. Encendió el motor y echó a andar el auto. Respiró hondo y la miró de soslayo.

—Había adn de las dos víctimas en los restos de cuerdas y en el colchón.

Kate solo asintió con un leve movimiento de cabeza. No creía estar preparada para escuchar nada más, sin embargo, necesitaba conocer la verdad, por más dura que fuera.

—¿Y en la medalla de Livy?

—Encontraron una huella parcial. La compararon con las huellas de tu hermano que estaban ingresadas en el sistema; hubo coincidencia.

Se hizo un ovillo en el asiento. Se cruzó de brazos y apretó durante unos segundos los ojos para detener las lágrimas. No iba a llorar; no más.

—Daryl no pudo lastimar a Livy; él la adoraba —dijo al tiempo que trataba de hurgar en el pasado para encontrar una explicación.

—¿Recuerdas dónde estaba la noche de la desaparición de tu hermana?

Negó con la cabeza.

—En esa época, Daryl ya se había metido en las drogas. Seguía tocando en la banda de Bradley Shadows y solía ausentarse por las noches, según él, para ensayar.

—¿Se llevaba bien con ella? —preguntó en su afán de entender por qué el muchacho podría haber acabado con la vida de su hermana de esa manera.

—Sí. —Recostó la cabeza contra la ventanilla y miró a Jon—. Tal vez Daryl solo encontró la medalla y la conservó todos estos años como un recuerdo.

Jon lo dudaba, pero no se lo dijo. Cuando iban a llegando a Burke, le preguntó:

—¿Dónde te dijo que estaba?

—En Fleetwood Drive. En una vieja fábrica abandonada, a unas pocas calles de casa.

Jon viró en Chapel Road y siguió derecho.

—¿De verdad pensabas aparecerte allí sola?

Ella asintió.

Jon no lo dudaba. Extendió el brazo y le acarició el cuello.

—Todo va a estar bien.

Le besó la mano y se esforzó por sonreír. Se quedó mirándolo mientras conducía. Todavía no le había mencionado nada del arresto de Elliot. Tenía la sensación de que estaba evitando tratar el tema.

—¿Cómo ha ido con Elliot?

Jon la soltó y aferró el volante con fuerza.

—Primero negó que haya intentado violarte —comenzó a decir—. Sin una confesión, sería ese testimonio en contra del tuyo y ambos sabemos que el fiscal desestimaría presentar cargos. Luego cuando le mostré las fotos del ataque a tu casa, se sorprendió. Sintió remordimientos por lo que había hecho y se justificó diciendo que había intentado llamarte para pedirte perdón.

Kate lo interrumpió.

—¿No fue él quien entró en casa entonces?

—No. Estaba en Washington trabajando.

—La campaña del senador Neville; lo había olvidado.

—Así es.

—Pero si no ha sido Elliot, ¿quién?

Ya no podía demorar más aquella situación. Kate tenía que saber de la amenaza de Shadows y de lo que había descubierto esa tarde durante la visita al periódico.

Metió la mano en el bolsillo interno de la chaqueta y sacó un papel todo arrugado. Se lo entregó.

—Estaba en el buzón de tu casa. Pasé para recoger algo de ropa para ti y la encontré.

Reconoció la caligrafía de Craig Shadows de inmediato. También se dio cuenta de que la carta era más breve de lo habitual. Cuando comenzó a leerla, descubrió el motivo.

—Imaginaba que algo así podía suceder. No debí cortar la relación con él de esa manera. Tendría que haberme despedido al menos.

—¡Ni siquiera lo intentes! Echarte la culpa es precisamente lo que Shadows quiere que hagas. Ese sujeto está loco y te odia.

Se detuvo de repente y Kate supo que había algo más.

—Dilo, Jon, lo que sea. Deja de protegerme porque no sirve de nada —le reprochó.

—Bradley Shadows fue quien entró en tu casa anoche, Kate.

—¿Qué dices? Eso no puede ser.

—Estuvo en el Burke Herald preguntando por Themis ayer por la mañana. Beth me contó que un hombre se presentó con un enorme ramo de flores para ti… para Themis —se corrigió—. Le hizo algunas preguntas, y tu amiga, que ignoraba lo que sucedía, le mostró una fotografía que se habían tomado la Navidad pasada en la redacción. Beth me jura que no le dijo cómo te llamabas en realidad, aunque presumo que te reconoció de inmediato. No has cambiado mucho en los últimos años. Tampoco le dio tu dirección.

—No la necesita, seguramente sabe muy bien dónde vivo. Daryl dejó la banda, pero sé que ha estado en contacto con Bradley los últimos años. —Se incorporó y señaló hacia la derecha—. Gira allí. La fábrica se encuentra en esa calle.

Jon siguió las instrucciones. Viró en Clifton Road y se estacionó frente al edificio en ruinas. Apagó el motor y sacó una linterna de la guantera. Luego se aseguró de que la pistola estuviera cargada.

Kate lo miró y tragó saliva.

—¿Lo crees necesario?

—Kate, no sabemos con qué vamos a encontrarnos. Es mejor estar preparados. —Miró su atuendo—. No traes la tuya, así que te mantendrás detrás de mí en todo momento, ¿de acuerdo?

Ella asintió.

Se adentraron por el enorme terreno baldío que había delante de la vieja fábrica. Jon sostenía la pistola y había colocado la linterna encima para poder alumbrar el camino.

—Daryl me dijo que iba a estar en el galpón en el que se guardan las máquinas de hilar. Debemos seguir hasta allí. —Señaló una cerca de alambre de al menos dos metros de altura.

—Bien, vamos.

Kate lo seguía a una prudente distancia. Temía la reacción de su hermano cuando la viera aparecer con Jon.

Llegaron hasta la cerca y ella tomó la delantera.

—¡Kate!

Movió un par de cajones de plástico y descubrió un agujero en la pared.

—Es aquí —le indicó.

Jon la asió del brazo y la empujó hacia atrás. Entró primero y alumbró. El lugar estaba completamente a oscuras. Se dio cuenta de que él no avanzaría demasiado, la que conocía la zona era Kate. Giró sobre los talones y le apuntó la linterna en el rostro.

—¿Hacia dónde?

—Derecho hasta las escaleras.

—Bien. Mantente detrás de mí —le advirtió.

Avanzaron por un pasillo estrecho con paredes de ladrillos. Jon elevó la vista. Había una puerta cerrada al final de las escaleras. Una rendija de luz en la parte inferior, indicaba que había alguien del otro lado.

—La sala de máquinas —manifestó Kate al tiempo que ponía el pie en el primer peldaño, adelantándose a Jon de nuevo.

La sujetó del brazo y la frenó.

—¿Qué parte de “mantente detrás de mí” no has entendido?

Ella lo miró directamente a los ojos, sin parpadear. Jon no supo cuál era su intención hasta que fue demasiado tarde. Logró escabullirse y subió hasta el final.

Abrió la puerta, pero no avanzó ni un solo paso. Jon se asustó. La alcanzó y, cuando miró hacia el interior de la sala de máquinas, sus ojos se toparon con una escena espantosa.

Daryl yacía en el suelo, sobre una pila de periódicos viejos. De su brazo izquierdo, colgaba una jeringuilla. Una espuma blanca le brotaba de la boca.

Cuando pudo reaccionar, Kate trató de correr hacia él, pero Jon no se lo permitió.