Capítulo 13
La oferta era sumamente tentadora, aun así, debía sopesar la situación con calma. Jon le estaba ofreciendo el puesto de sus sueños, pero demandaba que también renunciara a ser Themis.
—¿Y bien? ¿Qué dices?
—No es justo lo que me pides —repuso para ganar tiempo.
—Si te llevo a trabajar conmigo, lo menos que puedo esperar de ti es lealtad, Kate.
¡Conque era eso! Le estaba ofreciendo trabajo para evitar que siguiera mencionándolo a él y al FBI en sus artículos.
—Tu propuesta me suena a chantaje y no me gusta que me digan lo que tengo que hacer —objetó, molesta.
—Kate, no seas testaruda. —Hizo una pausa cuando ella lo fulminó con la mirada—. Es imposible que te integres al FBI y al mismo tiempo sigas cuestionando nuestro trabajo escondiéndote detrás de un alias. No es ético, tampoco lógico.
La muchacha no iba a dar el brazo a torcer tan fácilmente.
—¿Quién más en el FBI sabe que soy Themis?
—Solo yo.
—¿Entonces qué problema hay? Podemos mantener el secreto.
Jon levantó las manos.
—¡Espera, espera! ¿Qué quieres decir exactamente con eso?
—Quiero seguir siendo Themis, mucho más ahora que Craig Shadows ve en mí a una aliada. Yo también estaba convencida de que asesinó a mi hermana, sin embargo, lo ocurrido en Montclair no hace más que poner en duda su culpabilidad. En este momento, soy el único nexo que tienes con él. Craig confía en mí, y podemos usar esa confianza a nuestro favor.
Él la escuchaba con atención y, cuando se detuvo, la instó a continuar.
—Creo que soy la más interesada en descubrir la verdad. Si en realidad no fue él quien mató a Livy, entonces hay un asesino suelto que ha vuelto a atacar. Si, por el contrario, solo está tratando de evitar ser ejecutado y alguien más asesinó a Bonnie Trevors, tal vez con la complicidad de Shadows, que yo siga en contacto con él, no perjudica a nadie. —Se quedó mirándolo, esperando su opinión.
—Lo que sugieres es absurdo, no puedo ocultarle a mi jefe quién eres.
—¿Por qué no? —repuso ella.
—Existen muchas razones de peso que no voy a explicarte ahora, pero la principal es que, si miento sobre tu “otra identidad”, puedo perder mi placa.
Kate comprendía su posición, pero se le presentaba la oportunidad no solo de ejercer como criminóloga, sino también de descubrir la verdad sobre lo sucedido trece años atrás.
—Sé que el FBI trabaja con agentes encubiertos todo el tiempo —alegó con el único propósito de convencerlo.
—Lo que tú pretendes es diferente —dijo él, reacio a ceder.
—Solo aceptaré tu oferta si permites que Themis continúe publicando sus artículos.
Jon no podía comprender cómo había llegado a aquel punto. Kate prácticamente, había torcido todo a su favor. Ahora era ella la que ponía condiciones. Podía negarse y olvidarse de todo.
—Parece que te he dejado sin argumentos —dijo ella esbozando una sonrisa.
Se llevó una mano al mentón. La verdad era que el plan de Kate podía resultar. No sería la primera vez que iba a trasgredir las normas. Sabía que Griffin no dudaría un instante en echarlo a patadas del FBI si descubría que le estaba mintiendo, aun así, estaba dispuesto a arriesgarse.
—No voy a negar que en la unidad necesitamos imperiosamente cubrir una vacante, y tu especialidad nos viene como anillo al dedo. —Percibió el brillo en su mirada—. Incluso estoy dispuesto a reconocer que la conexión que se ha creado entre Shadows y Themis puede resultar beneficiosa en la investigación.
—¿Pero? —Lo miró, enarcando las cejas. Sabía que vendría un “pero”.
—Me preocupa que Shadows descubra quién eres. Hace trece años atestiguaste en su contra y debe de guardarte mucho rencor.
—Tú tampoco le caes simpático —le recordó—. No debes temer por mi seguridad, Jon. Sé cuidarme muy bien las espaldas.
Eso parecía. Le había bastado estar con ella unos minutos para comprobar que se había convertido en una mujer con carácter. Físicamente no había cambiado demasiado, aunque ya no tenía el cabello largo, sino recortado a la altura de la nuca y las graciosas pecas que salpicaban su rostro de adolescente habían casi desaparecido, pero seguía distinguiéndose por sus enormes ojos azules. En ese momento, ella comenzó a juguetear con un cenicero e inevitablemente contempló su mano izquierda. No llevaba anillo, por lo que dedujo que seguía soltera. ¿Estaría saliendo con alguien? Aunque pecara de indiscreto y su pregunta estuviera absolutamente fuera de lugar, no se iba a quedar con la duda.
—Kate.
La puerta se abrió de golpe y dejó a Jon con ganas de saber más sobre la vida privada de la muchacha.
—¿Han solucionado sus problemas? —preguntó Oliver Kincade tomando nuevamente posesión de su oficina.
—Señor, el agente Kellerman me ha hecho una propuesta difícil de rechazar. —Miró a Jon por encima del hombro esperando que él quizá la interrumpiera—. Me integraré al FBI, pero quisiera seguir escribiendo para el periódico si usted está de acuerdo, por supuesto.
El hombre se quedó atónito. ¿Qué había sucedido dentro de aquellas cuatro paredes? Se había estado preparando para lo peor y ahora resultaba que Kate conseguía un trabajo en el FBI después de haber ensuciado la reputación de los federales en sus últimos artículos sin ningún miramiento.
—¿Es eso cierto, agente Kellerman?
Jon asintió. No sabía si le pesaría la decisión apenas tomada. Sospechaba que lo iba a averiguar tarde o temprano.
Oliver Kincade soltó un suspiro de alivio y sonrió.
—Me alegro por ti, querida. —Asió a Kate de los hombros, abrazándola—. No sé qué has hecho, pero gracias —le susurró al oído.
Ella se apartó y preguntó:
—¿Puedo conservar mi puesto aquí?
El director del Burke Herald lanzó una fugaz mirada a Kellerman y volvió a dirigirse a Kate.
—¿El FBI estaría de acuerdo?
Ella se volteó. Miró a Jon directamente a los ojos.
—No veo inconveniente alguno en que la señorita Giordano siga trabajando en el periódico.
Kate abría y cerraba las manos compulsivamente. Estaba tan contenta que con gusto se habría puesto a brincar de alegría. Se integraría a la prestigiosa Unidad de Ciencias de la Conducta del FBI amparada nada más y nada menos que por Jon Kellerman, aquel hombre que había estado a su lado en el peor momento de su vida. No sabía qué la hacía más feliz, si la oportunidad de trabajar por fin en lo suyo o volver a estar junto a él después de tanto tiempo.
Cuando abandonaron la oficina de Kincade, atrajeron las miradas curiosas de todos, especialmente la de Beth. Antes de que el atractivo agente del FBI que había provocado que a su jefe casi le diera un síncope se dispusiera a marcharse, decidió acercarse.
—¿Cómo te ha ido? —la pregunta era para Kate, pero toda su atención estaba en el hombre a su lado.
—Mejor de lo esperado.
—¿No vas a presentarme a tu amigo?
—Agente especial del FBI, Jon Kellerman —se adelantó Jon, extendiendo un brazo.
—Demasiado largo para mi gusto. Prefiero llamarte Jon. —La cronista de espectáculos le apretó la mano y no se la soltó durante unos cuantos segundos—. Soy Beth Vaughan, la mejor amiga de Kate. ¿No vas a detenerla, verdad?
Él sonrió.
—No. —Contempló a la rubia—. Kate no ha cometido ningún delito, aunque me temo que la llevaré conmigo de todas formas.
Ella se sonrojó, su amiga, en cambio, abrió los ojos como platos.
—Voy a trabajar en el FBI, Beth —se apresuró a aclarar.
—¿Nos dejas?
—No, seguiré con Themis, aunque ya no vendré a la redacción a diario. Mis nuevas obligaciones me lo impiden. No hemos arreglado los detalles todavía, pero seguramente el señor Kincade estará de acuerdo en que trabaje desde casa —le explicó.
Beth dejó escapar un suspiro.
—No será lo mismo, cielo. —Soltó la mano de Jon y tomó la de Kate—. Me cambias por este moreno de ojos verdes; dudo de que te acuerdes de venir a verme.
Kate sonrió nerviosa. Jon creyó que se debía a lo que acababa de decir su amiga, pero descubrió que la razón era la aparición de un hombre que acababa de entrar a la redacción.
—¿Me disculpan un momento?
Lo reconoció enseguida. Era el mismo que había visto la mañana del sábado fuera de la casa de Kate. Observó cómo él la sujetaba del brazo y la apartaba hacia un rincón para hablar a solas.
—Creo que el que más lamentará la noticia es Elliot —comentó Beth.
—¿Por qué lo dices?
El tono informal con que el agente se había dirigido a ella, provocó que sonriera.
—Kate y él tienen un romance secreto —le contó—. Creo que a Elliot no le importaría que todo el mundo lo supiera.
—¿Y ella? —preguntó con interés.
—Se empeña en esconderlo —reveló al tiempo que miraba a la pareja que conversaba en un rincón.
—¿Por qué crees que lo hace?
Beth se encogió de hombros.
—Es una muchacha joven y supongo que no quiere atarse a nadie todavía. —Respiró hondo—. Envidio su sentido de la independencia. ¡Ya me gustaría a mí ser como ella! Cargo con un par de divorcios a mis espaldas, aun así, no estoy dispuesta a renunciar al matrimonio. Kate en cambio, parece ser feliz con una relación libre de compromisos. ¿Qué hay de ti? ¿Eres casado? —preguntó de repente.
Negó con la cabeza.
—¿Cómo es que nadie ha logrado atraparte?
Jon no respondió. Seguía atentamente lo que sucedía a unos cuantos metros de allí con mucho interés.
* * *
—Pensé que te alegrarías por mí.
Elliot no iba a fingir que el hecho de que Kate se fuera a trabajar al FBI lo ponía feliz.
—Me sorprende que, después de escribir pestes de ellos, ahora de repente hayan decidido contratarte.
La muchacha se cruzó de brazos.
—Es la oportunidad que he estado esperando, Elliot.
Él miró al sujeto que charlaba animadamente con Beth.
—¿Y ese tal Kellerman será tu jefe?
—Así es. Jon dirige la Unidad de Ciencias de la Conducta —le volvió a explicar por enésima vez.
A Elliot le molestó que lo llamase por el nombre.
—Imagino que tu nuevo trabajo no interferirá en nuestra relación, ¿no? —Se acercó y le acarició la mejilla.
Kate retrocedió.
—Elliot, no hagas eso —le recriminó. Miró disimuladamente a Jon. Descubrió que él también la estaba mirando. Tomó aire y contó hasta cinco. Estaba harta de aquella situación. Lo peor era que estaba empezando a cansarse de Elliot también.
—Perdona, a veces no puedo contenerme cuando te tengo cerca —dijo bajando el tono de voz—. ¿Cuándo te incorporas al FBI?
—Asumo que en un par de días. Debo regresar con Jon ahora —dijo con la intención de poner punto final a aquella conversación.
—Me gustaría conocerlo.
Ella no pensó que fuese una buena idea.
—Tal vez en otro momento. Debo arreglar un par de asuntos todavía con él, y me dijo que debía regresar a Quantico cuanto antes.
—Solo serán un par de minutos, Kate —insistió.
—Está bien, como quieras —aceptó finalmente.
Se dirigieron al cubil de Beth, y le presentó a Elliot como a un compañero de trabajo.
—Es un placer conocerlo, agente Kellerman —dijo el periodista especializado en política, estrechándole la mano con firmeza.
—Lo mismo digo, señor Fraser.
Se estudiaron uno al otro durante unos segundos y se suscitó una extraña tirantez entre ambos que no pasó desapercibida para nadie.
Jon soltó la mano de Elliot y miró a Kate.
—Debo irme ahora. Hablaré hoy mismo con el director de Recursos Humanos. Seguramente tendrás que presentarte mañana en su oficina.
—¿Tan pronto?
—Sí, cuanto antes te incorpores, mejor —aseveró—. Puedo pasar a buscarte a las nueve. ¿Te parece bien?
—Perfecto.
—Nos vemos mañana entonces.
Los últimos segundos habían estado hablando como si no hubiese nadie más a su alrededor y, cuando Jon se marchó, una sonrisa afloró en los labios de Kate.
—Ven aquí, cariño. No te he felicitado como debía. —Beth la abrazó—. Sé que soy una egoísta, pero te deseo lo mejor.
—Gracias. —Miró hacia un costado. Elliot había desaparecido. Luego posó los ojos en la puerta que acababa de cerrar Jon. Se aferró a su amiga y soltó un suspiro.
Sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.