Capítulo 12
Martes 25 de septiembre.
A veinte días de la ejecución.
Troy se cercioró de que nadie lo estuviese viendo y le entregó a Shadows el periódico.
—¿Tienes lo mío?
Craig caminó presuroso hacia la cama y sacó un pequeño sobre de debajo de la almohada.
—Aquí tienes.
El guardia sonrió. Estaba quebrando las normas, pero no le importaba. Nunca antes se había ganado doscientos dólares tan fácilmente. Además, ¿qué perjuicio podría causar que Craig Shadows leyera el periódico con un día de anticipación? Solo le estaba haciendo un favor; al sujeto le quedaba menos de un mes de vida y a él no le costaba nada hacer una excepción.
—¿Por qué tanta prisa en leer la edición de hoy? Te la iba a traer mañana de todos modos —comentó guardando el pequeño fajo de billetes en el bolsillo trasero de los pantalones.
Shadows ni se molestó en responderle. Se recostó en la cama y abrió el periódico. Tampoco escuchó el ruido de la puerta al cerrarse.
Troy lo espió durante unos segundos. “Vaya sujeto más extraño”, musitó rascándose la cabeza.
Sonrió cuando descubrió que Themis no solo mencionaba su nombre, sino que también había publicado la carta que le había enviado un par de días atrás. Se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz y cerró los ojos apenas un instante antes de disponerse a leer.
¿Qué hacer cuando la justicia nos da la espalda? ¿Puede un error humano condenar a muerte a una persona? Queridos lectores, a diario, ustedes me han visto abogar por causas que otros creían perdidas. Mi cruzada ha sido siempre luchar con la pluma por aquellos a quienes se les han cerrado todas las puertas. Leo cada carta que me llega y, aunque desearía poder dedicarles a todos la misma atención, hay causas urgentes que no pueden esperar. Mi prioridad en este momento es darle voz y espacio a Craig Shadows, un hombre condenado a muerte que proclama ser inocente.
Al llegar a ese punto, el corazón de Craig comenzó a latir más rápido de lo normal.
Quiero que todos ustedes conozcan su caso, por eso, a continuación, los dejo con la carta que el señor Shadows me ha enviado.
Themis,
Ante todo quiero darte las gracias por haber leído mis cartas. Imagino que recibes muchas a diario, y no sabes cuánto significa para mí que me des la oportunidad que se me ha negado tantas veces.
Había perdido la fe y confieso que incluso esperaba el día de mi muerte con resignación. Eso fue hasta que leí tu primer artículo. Sentí que eras la única persona que podría escucharme, que podría creer en mí, por eso me atreví a escribirte. Tal vez, a través de ti, consiga por fin demostrar que soy un hombre inocente.
Yo no asesiné a Livy Giordano. He pasado casi la mitad de mi vida detrás de estas deprimentes paredes pagando por un delito que no cometí. El FBI se ensañó conmigo hace trece años: necesitaban a un culpable y lo encontraron. Jamás barajaron la posibilidad de que alguien más hubiese cometido el asesinato. Ni siquiera ahora cuando otra jovencita apareció muerta bajo circunstancias similares.
El FBI se niega a creer que Bonnie Trevors y Livy Giordano hayan sido asesinadas por la misma persona, simplemente, porque no están dispuestos a reconocer que se equivocaron. No pido salir en libertad, tan solo un poco de clemencia. Quiero tener otro juicio para poder demostrar, no solo mi inocencia, sino también la ineptitud del FBI, en especial, la del agente Jon Kellerman.
Queridos amigos, no podemos permitir que la injusticia prevalezca por encima de la verdad. Craig merece ser escuchado y, hasta que no obtengamos respuestas, yo, Themis, seré su voz.
Recuerden que permitir una injusticia es abrir el camino a todas las que siguen.
Craig cerró el periódico y lo dejó sobre la cama.
Respiró hondo. No se había equivocado al elegir a Themis.
No solo abogaría en su favor; si actuaba con inteligencia, conseguiría, a través suyo, perpetrar su venganza en contra de Jon Kellerman.
Se regodeó ante aquella posibilidad.
Sería bueno matar dos pájaros de un tiro.
* * *
Llegó al periódico media hora más tarde de lo habitual por culpa de un retraso en el metro. De inmediato, percibió que algo sucedía. Algunos de sus compañeros se habían agrupado en un rincón de la redacción para charlar, otros trabajaban en sus escritorios o, al menos, pretendían hacerlo. No tenía ánimos de escuchar el sermón de nadie esa mañana. Había estado esperando a Daryl la noche anterior inútilmente. Lo peor de todo era que se había esmerado en la preparación de su plato favorito y había rentado una película de Al Pacino para ver después de la cena. Empezaba a creer que cualquier intento de ayudar a su hermano no servía para nada.
Beth se asomó por encima de su cubil y le hizo señas de que se acercara.
—El director quiere verte —fue lo primero que le dijo.
—¿Se enojó porque llegué tarde? —No se preocupó en disimular que estaba molesta—. Si hubiera adivinado que mi retraso lo pondría de mal humor, habría venido en bicicleta, pero el pronóstico anunciaba fuertes lluvias y no quise arriesgarme.
Beth negó enérgicamente con la cabeza.
Iba a preguntarle entonces qué sucedía, pero, en ese preciso momento, la puerta del despacho de Oliver Kincade se abrió.
Kate le dedicó una sonrisa forzada, pero el director ni siquiera se inmutó. Dejó el bolso encima del escritorio y atravesó el pasillo bajo la atenta mirada de sus compañeros.
Oliver se hizo a un lado para dejarla pasar y cerró la puerta.
Cuando vio al hombre que, en ese momento, se ponía de pie y extendía el brazo hacia ella, fue incapaz de dar un paso más.
—Es bueno verte después de tanto tiempo, Kate. ¿O debería llamarte Themis?
La muchacha deseó que una enorme grieta se abriera debajo de sus pies y se la devorase. Si hubiese tenido el valor, habría salido huyendo, a pesar de que se sentía incapaz siquiera de moverse. No era sencillo estar frente a Jon Kellerman después de tanto tiempo.
Los enormes ojos azules de Kate iban de un hombre al otro. Oliver Kincade carraspeó.
—El agente Kellerman quiere hablar contigo sobre los últimos artículos que has escrito. —Se secó el sudor de la frente con un pañuelo mientras sonreía nervioso.
Jon se desabrochó el saco y colocó ambas manos en la cintura.
—En realidad, señor Kincade, me interesa discutir con su periodista estrella la carta que ha salido publicada en el periódico de esta mañana. —Centró toda la atención en ella y esperó que dijese algo.
—Agente Kellerman, le pido por favor que se tome las cosas con calma —pidió Oliver Kincade. No era la primera vez que tenían problemas con las autoridades, pero nunca antes un agente del FBI se había presentado en su oficina para exigirle hablar con uno de sus periodistas. No era descabellado pensar en una demanda por difamación o algo peor. Se arrepentía de haberle dado carta blanca a Kate para que escribiera sobre Craig Shadows.
Jon lo miró. El pobre hombre apenas podía sostenerse en pie. Tenía una mano apoyada en el borde del escritorio y con la otra se secaba la frente.
—Señor Kincade… Oliver; es lo que estoy tratando de hacer. ¿Podría hablar con la señorita Giordano a solas?
—¡Por supuesto! —Se dirigió hacia la salida, ansioso por desembarazarse de aquella situación de una buena vez—. Les cedo mi oficina para que conversen tranquilos. ¿Le apetece un café, agente Kellerman?
—No, gracias.
Cuando el hombre azotó la puerta, Kate dio un respingo. Recién en ese momento se dio cuenta de que se había quedado a solas con él.
Jon le señaló la silla.
—Siéntate. —Fue una orden no un pedido.
Ella le dirigió una mirada desafiante, luego le dio la espalda y caminó lentamente hacia la ventana.
Él esperó que dijera algo y, cuando el silencio se hizo demasiado abrumador, decidió tomar la palabra.
—Katie.
—Kate —le aclaró volteándose de repente. Solo sus padres y su hermano la llamaban “Katie”. Ni siquiera Elliot lo hacía.
Su actitud lo desconcertó. Notó cierto recelo en su mirada. Quedaba muy poco de la jovencita que había conocido tiempo atrás.
—Está bien, Kate. Tenía planeado buscarte y hablar contigo, pero primero quería ocuparme de Themis. —Exhaló con fuerza y se la quedó mirando unos segundos antes de continuar—. Ni en un millón de años habría imaginado que tú estabas detrás de los artículos a favor de Shadows.
Ella se cruzó de brazos y se recostó contra la pared. Logró sostenerle la mirada a pesar de que aún seguía conmocionada por aquel inesperado reencuentro.
—Themis siempre está a favor de la justicia —musitó.
Jon entornó los ojos y movió la cabeza a un lado y hacia el otro.
—Kate, ese hombre asesinó a tu hermana. ¡No puedo creer que ahora abogues por su inocencia!
—Sé lo de Bonnie Trevors —dijo mientras intentaba controlar el temblor de sus piernas. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué le afectaba tanto volver a ver a Jon? Ya no era esa adolescente enamoradiza que, después de que él desapareciera de su vida, dormía con su pañuelo debajo de la almohada. Se había atrevido a cuestionar su capacidad profesional escudándose detrás de Themis y ahora apenas podía enfrentársele.
Jon estuvo perdido en sus propios pensamientos durante unos segundos, de repente, pareció recordar algo.
—¡Eras tú la periodista en el cementerio!
Ella asintió y rogó en silencio que no le preguntase por qué había salido huyendo cuando él se acercó a las amigas de Bonnie Trevors. Por fortuna, no lo hizo.
—Que esa muchacha y Livy hayan sido asesinadas de la misma manera, no significa que Shadows sea inocente —explicó—. Tú mejor que nadie sabes que había pruebas suficientes en su contra para condenarlo.
Kate se acomodó el cabello en un acto mecánico y volvió a cruzarse de brazos. Hasta hacía apenas unos días, ella también creía que el asesino de su hermana estaba tras las rejas, sin embargo, ahora vivía abrumada por la duda.
—¿Y si te equivocaste, Jon? ¿Y si yo me equivoqué y no era Craig Shadows quien conducía la camioneta esa noche? —le planteó.
—No te hagas esto. No ahora. Era él, su adn no miente.
—Craig terminó reconociendo que se había acostado con Livy esa noche.
—Sí, después de que lo confrontamos con los resultados. No fue más que un manotazo de ahogado para intentar salirse con la ayuda. Lo mismo intenta hacer ahora para evitar ser ejecutado, y tú eres su medio para lograrlo. —Frunció el ceño y le clavó la mirada—. Supongo que Shadows no sabe quién eres, ¿verdad?
Kate negó con la cabeza.
—Tus artículos están levantando mucho revuelo. Ha habido varias manifestaciones en contra de la ejecución comandadas por su novia y su hermano. No es prudente que continúes escribiendo sobre él.
Ella se apartó de la pared.
—No puedes obligarme a hacerlo. Conozco mis derechos —lo increpó.
—Después de haber ensuciado mi nombre y el de mi gente debería demandarte a ti y al periódico por calumnias e injurias. —Hizo una pausa cuando vio la expresión de temor en el rostro de la muchacha—. Sin embargo, estoy dispuesto a olvidar todo este asunto si tú también lo olvidas.
—¡Ni hablar! —saltó ella.
—Kate, escucha. Puedo valerme de otros métodos.
—Si lo haces, recurriré a la primera enmienda —lo desafió—. La ley está de mi parte.
Jon respiró hondo. Lo peor de todo era que tenía razón. Podía amenazarla con interponer alguna acción legal en su contra por mencionar su nombre y el del FBI en sus artículos, pero no podía hacer nada para que dejase de escribir sobre Shadows o publicase cuanta carta él le mandara. Kate lo sabía y por eso no sería sencillo convencerla. Decidió poner paños fríos a la situación y cambiar radicalmente de tema.
—¿Te gusta lo que haces?
A Kate le sorprendió la pregunta.
—No es mi pasión, aunque tampoco me disgusta —respondió bajando la guardia por primera vez.
Le sonrió.
—Por la manera en la que escribes, nadie diría que no le pones pasión a tu trabajo.
Ella se lo quedó viendo. Los hoyuelos que se le formaban a ambos lados de la boca cuando sonreía y sus profundos ojos verdes eran los dos rasgos de Jon que más recordaba.
—El periodismo siempre fue mi segunda opción.
—¿Cuál es la primera? —preguntó con interés.
—Soy criminóloga especializada en delitos sexuales. Me gradué hace cinco meses en la universidad de Sarasota con uno de los mejores promedios —manifestó sin dejar de mirarlo.
Le sorprendió su respuesta.
—¿Y por qué no trabajas en tu área?
—Fácil: nadie quiere contratar a una mujer que, encima, no tiene experiencia.
Jon percibió cierto dejo de desazón en sus palabras. Debía de ser frustrante para ella no conseguir un puesto acorde a su preparación. De pronto, se le cruzó una idea descabellada por la cabeza: su unidad necesitaba refuerzos, y Kate un trabajo como criminóloga. Tal vez había hallado la manera de que ella por fin aceptara abandonar su cruzada a favor de Craig Shadows. Griffin seguía dándole largas al asunto y con la inminente baja de Sheena, necesitaban un elemento más en el equipo. Kate era joven e inexperta, sin embargo, podía ser la pieza que estaban buscando.
Se puso de pie y se acercó a ella. Notó que nuevamente se ponía a la defensiva.
—Tengo un trato para proponerte.
Captó su atención de inmediato.
—¿Qué clase de trato? —preguntó sin dejar de lado el recelo.
—Te ofrezco un puesto en el FBI, dentro de la Unidad de Ciencias de la Conducta si, a cambio, renuncias a tu trabajo en el periódico.
Kate contuvo el aliento un segundo. Llevaba meses esperando escuchar una oferta como aquella, pero nunca se imaginó que vendría nada más y nada menos que de Jon “Sin Hache” Kellerman.