PALABRAS FINALES
Un corazón nuevo: una historia verdadera
El 3 de septiembre de 2008 ingresé a la Clínica Mayo, en Phoenix, Arizona para que me realizaran una operación a corazón abierto.
He tenido dos arterias defectuosas desde que nací, pero eso no me ha impedido luchar y vivir ferozmente. Por si fuera poco, siempre he usado el estrés como motivación, como combustible. Creo que el estrés es la forma en que crece la inteligencia y he tratado de vivir de esa forma: presionándome al máximo y luego un poco más. Claro que también me he fortalecido con una dieta de carne roja y vodka.
La cirugía fue sobre ruedas: salí hacia mi recuperación y rehabilitación rugiendo. Fue de la misma forma en que había enfrentado la mayoría de los desafíos de mi vida. Tres semanas después de la intervención, había cubierto mi rutina de ejercicios y estaba de nuevo en forma.
Cuatro semanas tras la cirugía, regresé al hospital. La orden de los médicos fue: reducir el estrés en mi vida, no involucrarme tanto en las cosas, meditar y hacer yoga.
Por años —66, para ser exactos— escuché mi corazón, la parte más importante de mí. Y conocía bien su mayor flaqueza: mi trabajoso, disparejo y frenético latido. Ahora puedo irme a dormir, arrullado por su nueva precisión. Es reconfortante después de 66 años.
Estoy pensando en el consejo de mis médicos sobre el estrés, el yoga, una dieta más sana y la meditación. Pero ¿podrá este temerario y furioso leopardo sacudirse las manchas? ¿De verdad lo haría?
Me sorprende estar pensando en realizar algunos cambios. El tiempo dirá.
Pero de lo que ahora estoy seguro es que es sorprendente lo que un cambio de corazón puede lograr.
—ROBERT KIYOSAKI, OCTUBRE, 2008