EPÍLOGO DE ROBERT


El fin de la avaricia

Todos tenemos dos estados de cuenta. El primero es nuestro estado personal financiero. En él se muestran los activos y pasivos: cuánto ganamos, gastamos y debemos. El segundo es el estado de cuenta social. En él se muestra el bien que hemos hecho al mundo: a cuánta gente y en cuántos lugares hemos servido.

En 1981 aprendí del Doctor Fuller a usar mi propio don para servir a mí mismo y a la mayor cantidad de gente posible. Si lo hago, podré alcanzar la dicha y la abundancia del Gran Espíritu. Si solamente uso mis dones para mi beneficio, entonces tendré retornos limitados en mi segundo estado de cuenta. Yo creo que mucha gente rica sufre de otras maneras porque ha acumulado su riqueza personal a expensas de otros.

Por otra parte, hay quienes son sumamente generosos en su segundo estado financiero, en su contribución a la vida aquí en la Tierra. Sin embargo, han descuidado su primer estado de cuenta: el financiero. Mi padre biológico, a quien he llamado padre pobre, pertenecía a esta categoría. Dedicó su vida a la educación de los jóvenes, pero lo hizo a expensas de su propia familia.

Uno de mis problemas con la iglesia fue que enseñaba que el dinero era la raíz de todo mal. A pesar de que es uno de los temas más recurrentes en la Biblia, decían que el deseo de tener dinero era maligno. No creo que sea cierto. Lo que quiero decir es que ésa era mi percepción cuando era pequeño y asistía a la escuela dominical.

Una de las Señoras de la Iglesia, amiga de mi mamá, era muy adinerada. No trabajaba porque se había casado con un hombre rico y mucho mayor que ella. Cuando él murió, le heredó su fortuna. A pesar de que era rica, me criticaba por querer serlo también. Hace algunos años, cuando presenté mi juego de mesa educativo CASHFLOW, seguía repitiendo la misma pregunta que me había hecho durante años: «¿Cuándo fue la última vez que fuiste a la iglesia? No deberías enseñar a la gente a desear ser rica. Deberías enseñar sobre la Biblia y las enseñanzas de Jesús».

Yo no entiendo porque algunas personas no creen que se puedan hacer ambas cosas, amar a Dios y al dinero. No creo que el amor al dinero sea malo. El dinero es sólo dinero. No es distinto al amor que siento por mi gato o mi casa. Lo que sí puede ser negativo es la forma en que se obtiene y en que lo empleamos.

Por ejemplo, si robara bancos o vendiera drogas, sería maligno e ilegal. Si trabajara en un empleo que no me gusta, con gente que me desagrada, también sería maligno. O tal vez, si gastara mi dinero en tonterías mientras mi familia sufre, sería maligno.

Para mí, el dinero es sólo dinero. Lo terrible es que nuestro sistema escolar no enseñe a los jóvenes sobre el dinero. Permite que sean los banqueros y los asesores financieros quienes lo hagan. Es como dejar que entre el zorro al gallinero. En los últimos años, han sido precisamente estas instituciones, y la gente que trabaja para ellas (bancos, banqueros inversionistas, compañías mutualistas, asesores financieros, corredores de bolsa y administradores de bienes raíces), quienes causaron gran parte del caos global financiero de 2008. Muchos culpan a quienes otorgaron préstamos subprime. Estoy de acuerdo. Los banqueros inversionistas que otorgaron este tipo de préstamos son la verdadera causa del problema. Me viene a la mente la palabra «avaricia». Estos representantes financieros, junto con otras organizaciones, acecharon a la gente y se aprovecharon de su falta de conocimiento financiero. Lo único que les interesa es conseguir nuevos clientes en el futuro. Las escuelas invitan a estos banqueros para que les hablen a nuestros hijos sobre el dinero, lo cual no sólo es maligno, sino criminal.

En la iglesia me enseñaron que las últimas palabras de Cristo fueron: «Perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen». Como ya he dicho en este libro, el Señor te puede perdonar, pero en el mundo real te pueden castigar severamente por no saber qué hacer con el dinero.

 

Creo que se acerca un Apocalipsis, el final de los tiempos. Pero no es el mismo Apocalipsis sobre el que aprendí en la escuela dominical. El Doctor Fuller lo llama «el examen final». Me fue fácil seguir las enseñanzas del Doctor Fuller porque compartíamos la misma visión del futuro: los humanos en el camino a la autodestrucción.

Cuando vi aquella explosión nuclear de la Isla Navidad, en 1962, me pregunté por qué los humanos invertíamos tanto tiempo y energía en matarnos unos a otros. Me preguntaba por qué no invertirlo en hacer la vida mejor.

Las ideas sobre el Apocalipsis del Doctor Fuller eran muy parecidas a las que me enseñaron en la escuela dominical. Pero, en lugar de predecir la aparición de los jinetes, la ruptura del cielo, el éxtasis y la segunda llegada, el Doctor Fuller hablaba sobre la avaricia. Decía que en el examen final sabríamos si podíamos usar nuestras mentes y los dones que Dios nos había dado. Sabríamos si podíamos usar nuestros recursos para crear una vida sustentable para todos, no solamente para los ricos, los de alguna religión o raza, o para los de algún país específico. Básicamente dijo que, si no transformábamos la avaricia en generosidad, entonces la vida de los humanos en la Tierra desaparecería.

Después de mi encuentro con el Doctor Fuller, comencé a revisar mi propia avaricia y la de otros. Se hizo evidente que mucha era tóxica. La avaricia está envenenando a nuestro planeta y éste, a su vez, se está haciendo tóxico para la existencia. La avaricia nos ha hecho agotar nuestros océanos y mutilar nuestros bosques. La pérdida de los pulmones de la Tierra, más las emisiones de carbón, es lo que está ocasionando que el aire se envenene.

La avaricia también produce políticas y gobiernos tóxicos. Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos paga a los granjeros para que no produzcan comida, y así mantener los precios altos. Todo esto mientras buena parte del mundo vive en hambruna. En lugar de alimentar al mundo, estamos negando la abundancia de Dios.

La avaricia también ha provocado que las reservas de dinero se vuelvan tóxicas. Mantiene endeudada a la clase media y a los pobres los ha hecho depender completamente del gobierno. La reserva económica es tóxica porque los gobiernos pueden imprimir todo el dinero que deseen. Este «dinero de juguete» daña los esfuerzos de la clase trabajadora y recompensa a quienes sólo juegan con el dinero.

Hay muchas organizaciones religiosas que también son avariciosas. Nos han dicho que en el paraíso sólo hay espacio para una religión: la suya. No sé si el paraíso exista, pero si así es estoy seguro de que hay suficiente espacio y varias llaves para entrar. Decir que sólo existe una llave es una muestra de avaricia que ha provocado gran parte del dolor, la miseria y la violencia en nuestro planeta Tierra.

 

Entonces, ¿cuál es la solución a la avaricia? La más obvia es ser más generosos. Cuando el Doctor Fuller hablaba de una «cuenta cósmica», se refería a la generosidad de Dios. Decía que la energía solar no era todavía la única fuente de energía para el planeta, porque la gente avariciosa no había encontrado la forma de cobrar por recibir el calor del sol. No ha encontrado la forma de cobrar por algo que es gratis para todos.

Actualmente, en lugar de ponerle rienda a la abundancia de Dios, gastamos millones de dólares para matar por petróleo. ¿Por qué no usamos ese dinero para mejorar el aprovechamiento de la energía solar? ¿Por qué no convertimos cada casa en una planta de energía? La razón es la avaricia.

Actualmente contamos con la tecnología necesaria para hacer un paraíso en la Tierra. La pregunta es: ¿tenemos la fuerza de voluntad? ¿Podemos trabajar y adaptar nuevas ideas o seguiremos administrando el mundo con las viejas costumbres?

Muy pocos saben que las reglas del dinero cambiaron en 1971. En ese año, el presidente Nixon sacó al dólar estadounidense del patrón oro. El dólar remplazó al oro (que en realidad es el dinero que Dios había fabricado). El oro fue sustituido por dinero manufacturado por el hombre, también conocido como dinero oficial, o que no está respaldado por un bien real. En 1971, el dólar se convirtió en una divisa corriente y dejó de ser dinero. El término divisa corriente viene de la palabra «current» (corriente). Es como la corriente de un río o la corriente eléctrica: necesita mantenerse en movimiento. Es por ello que, si dejas tu dinero estacionado en un banco o en un fondo mutualista, su valor se reduce. Tu riqueza decae porque el dinero no se está moviendo. Al estar en una inversión, tu dinero se mueve para todos: el banquero, el asesor financiero los banqueros inversionistas y las compañías de fondos mutualistas, excepto para ti.

Yo no ahorro dinero ni tengo una cuenta para el retiro. No estaciono mi dinero. Mi trabajo es mantenerlo en movimiento. Debido a que la gente sale de la escuela sin educación financiera, pierde todo su dinero.

Diseñé el juego educativo CASHFLOW porque cualquier persona con inteligencia financiera sabe que debe controlar el flujo de su dinero, de su divisa corriente. La gente con un IQ financiero alto sabe cómo mantener al dinero en movimiento. Mi juego enseña a la gente a controlar su flujo de efectivo. Para eso se requiere un IQ financiero.

Puedes escoger entregar ciegamente el dinero que tanto te costó ganar a un pseudoexperto, o hacer lo necesario para educarte financieramente. Hay dos razones por las que estoy en contra de entregar el dinero a un experto. La primera es que tú no aprendes nada: si ganaste dinero, de todas formas no has aprendido todavía mucho. La segunda es que, si el experto resulta un tonto y pierdes todo lo que tenías para tu retiro y para la universidad de tus hijos, tampoco podrás reponerte del error del experto. Warren Buffett, el inversionista más rico de Estados Unidos, dice lo siguiente respecto a los expertos financieros y sus consejos:

«Los administradores de los fondos para el retiro siguen tomando sus decisiones con la mirada puesta en el pasado».

«El riesgo viene cuando no sabes lo que estás haciendo».

«La diversificación es la protección contra la ignorancia. Pero realmente no tiene mucho sentido si en verdad sabes lo que estás haciendo».

«Wall Street es el único lugar en donde la gente va en un Rolls Royce a solicitar consejos de la gente que viaja en el metro».

John Bogle, fundador de Vanguard Funds, critica airadamente a los administradores de fondos mutualistas. Señala lo siguiente:

  • Los inversionistas ponen el cien por ciento del dinero, toman el cien por ciento del riesgo y ganan el veinte por ciento de la recompensa.
  • Los fondos mutualistas ponen el cero por ciento del dinero, toman el cero por ciento del riesgo, y se llevan el 80 por ciento de la recompensa.

Como se mencionó anteriormente, el Señor puede perdonar a los que no saben lo que hacen, pero el mundo los castiga y les roba.

 

En 1974 las reglas del dinero cambiaron nuevamente. Ese año, el gobierno de Estados Unidos aprobó la Ley de garantía de ingresos para la jubilación del empleado (ERISA, por sus siglas en inglés), a la cual todavía se le conoce como la 401(k). En términos sencillos, la ley ERISA cambia las reglas del empleo. Hasta 1974, la regla era que, si un empleado trabajaba para una compañía, ésta le pagaría durante los años trabajados y seguiría haciéndolo durante su retiro.

Debido a la competencia económica global, las compañías de Estados Unidos descubrieron que pagarle a los empleados de por vida era demasiado costoso. Así que solicitaron al gobierno que cambiara las reglas. Actualmente, los empleados se han quedado solos. Si un empleado no tiene suficiente dinero para toda su vida será su problema, no de su empleador. Hoy en día, en Estados Unidos (uno de los países más ricos del mundo) hay millones de trabajadores que necesitan o necesitarán, cuando ya no puedan trabajar, que el gobierno se haga cargo de ellos en los aspectos médico y financiero. Esto sucede cuando la gente y los líderes creen en la idea de que el dinero es la raíz de todo mal. El dinero no es malo: lo malo es la ignorancia sobre el mismo.

Decidí trabajar con mi hermana en este libro y ayudarla a convertirse en multimillonaria, porque sé que ella representa un espíritu muy fuerte. La palabra «integridad» está relacionada directamente con «integral», «completo». Creo que para que una persona sea verdaderamente rica debe serlo en varios sentidos: espiritual, emocional, físico y mental. Además, es más fácil hacerse rico si actuamos con moralidad, ética y legalidad. Puedo ayudarle a Tenzin a convertirse en millonaria, no porque es mi hermana, sino porque sé que ha pasado años fortaleciendo su espíritu. Sé muy bien cómo es capaz de controlar sus emociones y mantener una imagen gozosa. Lo puede hacer a pesar de estar atravesando desafíos personales, financieros y físicos, como el cáncer y la enfermedad del corazón.

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Quienes tienen los cuatro componentes intactos, son los que alcanzan el éxito financiero.

 

Con su fuerte espíritu y un poco de conocimiento, nadie podrá detenerla. Todo lo que necesita es entrenar su mente para pensar como una persona rica. Permíteme explicarlo en el siguiente diagrama. Es un tetraedro, un objeto que se conoce por su integridad estructural y por su dureza.

Muchas personas batallan en lo financiero porque una o más de las cuatro partes que nos hacen humanos, tiene alguna debilidad. Por ejemplo, he conocido a muchas personas muy inteligentes, pero que no tienen un espíritu fuerte o tal vez se dejan llevar por sus emociones. Tengo una amiga con maestría en Negocios. Es muy buena en su área, pero no tiene fortaleza emocional ni espiritual. Actualmente trabaja como niñera. Con esto no quiero decir que el empleo de niñera no sea importante, sino que sus problemas financieros tienen origen en lo espiritual y lo emocional, no en lo mental. Por supuesto, sus finanzas son un desastre, a pesar de que sabe bien lo que debe hacer.

Algunos de los empresarios más exitosos que conozco se entrenaron en la iglesia. Varios fueron misioneros mormones y otros vendían biblias de puerta en puerta. Todos ellos me comentaron que ésa fue la mejor experiencia de negocios que pudieron tener. Les enseñó a ser disciplinados, a tener determinación y empuje. Además, el proceso los fortaleció mental, emocional, física y espiritualmente. Mi mejor amigo, Lari Clark, se entrenó en Irlanda del Norte, donde convertía católicos al mormonismo durante los momentos más álgidos que se vivieron en ese país. Una bomba destruyó el edificio en que vivía y le llegaron a disparar con balas de hule por estar cerca de algunos enfrentamientos.

Años más tarde, fue seleccionado como uno de los Empresarios del Año (Entrepreneurs of the Year), de Inc., por la revista del mismo nombre. Mucho de su éxito como empresario se lo debe al trabajo que desarrolló como misionero.

Yo no fui misionero de ninguna iglesia. Lo fui en la Marina de Estados Unidos. Los marinos se enfocaron en mi desarrollo mental, emocional, físico y espiritual. Me enseñaron que la misión era más importante que la vida. Tal vez por eso los marinos dicen: «Y en el octavo día, Dios creó a los marinos». También quizá a eso se deba que la semana sólo tenga siete días.

En las compañías tradicionales te corren si no tienes un buen desempeño. Una de las razones por las que Donald Trump y yo recomendamos el mercadeo en redes, es porque es un excelente lugar de inicio para quienes quieren convertirse en empresarios. Estas compañías cuentan con magníficos programas de entrenamiento diseñados para desarrollar a las personas en el aspecto mental, emocional, físico y espiritual. Enseñarán siempre que haya alguien dispuesto a aprender.

Por otra parte, hay muchas personas que tienen la mente de un rico, pero las emociones de un pobre. Como lo mencioné anteriormente, todos somos seres y humanos. Si una persona es débil en sus emociones, si reaccionan como humanos, tal vez deseen ser ricos, y quizá incluso sepan qué hacer. Pero la carencia de fortaleza emocional les impide alcanzar la riqueza. Es el tipo de gente que a veces dice: «Necesito seguridad en el empleo».

«¿Y qué pasa si fracaso?».

«Suena arriesgado».

«No lo puedo pagar».

 

Estas palabras nacen de las emociones pobres. Warren Buffett, dice: «Si no puedes controlar tus emociones, no puedes controlar tu dinero». Mucha gente es humana respecto al dinero porque sus emociones son más poderosas que su ser.

Es fácil entender por qué algunas personas se sienten abrumadas por sus problemas de dinero. De nuevo, considera lo que incluye el tetraedro.

Mentalmente, una persona con educación financiera limitada siempre será pobre, tendrá miedo de enfrentar los riesgos, de cometer un error. Será espiritualmente débil, rezando por su salvación. Y físicamente se aferrará a cualquier cosa que le dé seguridad, como un empleo que no paga mucho.

Alguien pobre en lo financiero será presa de los falsos profetas, gente como los banqueros, corredores de bolsa y demás bandidos.

A pesar de ir a la iglesia y rezar todos los días, muchos son espiritualmente pobres. Dependen más de la esperanza que de la fe. Por eso mi padre rico solía decir: «La esperanza es para los desesperanzados».

Cuando perdí mi primer negocio, el de carteras, lo que me ayudó a atravesar los peores momentos fue mi fe. Estaba en bancarrota, no tenía empleo y debía casi un millón de dólares a mis inversionistas. En lugar de renunciar y declararme en bancarrota, tuve que decidir entre ser un ser, y ser un humano. Un humano se hubiera rendido. La experiencia de enfrentar a mis acreedores y reconstruir mi negocio ha sido una de las peores así como una de las mejores de mi vida. Mi ser fue puesto a prueba, mi centro. Con eso fortalecí mi espíritu.

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La integridad estructural de estos componentes es muy importante. Incluí dos veces el diagrama para que puedas ver que, si alguna parte es débil o carecemos de ella, nuestras actitudes respecto al dinero se quebrarán.

 

Esta experiencia me convirtió en un mejor ser humano, en una persona que comete errores, aprende y crece gracias a la experiencia.

 

Todos sabemos que las monedas tienen dos caras. Pero cuando se trata de dinero algunas personas sólo pueden ver el lado negativo de la moneda. Es por ello que no pueden hacerse ricos. Hacen lo mismo con todo lo demás: no pueden ver ambos lados. Aquella mala experiencia de haber fallado en los negocios, no sólo me fortaleció mentalmente sino que también me fortaleció en lo emocional, físico y, especialmente, en lo espiritual. Ahora sé que haber fallado fue algo bueno. Claro que fue doloroso; el dolor duró varios años. Pero lo que me mantuvo arriba fue mi fe en que aprendería de esa experiencia.

Hoy en día, cuando conozco gente a la que le aterra fallar, sé que sólo pueden ver una cara de la moneda: el negativo. No reconoce la posibilidad del lado positivo. Tal vez van a la iglesia y rezan mucho pero, hasta que no den un primer paso y se arriesguen, su espíritu permanecerá débil. Si permiten que sus emociones controlen a su espíritu, a su fe en Dios, nunca serán fuertes.

En las escuelas se recompensa a quienes dan las respuestas correctas y se castiga a quienes cometen errores. En la vida real, no hay respuestas correctas. La vida real es un examen de opción múltiple. A veces nos equivocamos. El problema con quienes son muy listos es que necesitan tener siempre la razón. Pero como la vida no se trata de eso, se paralizan emocional, espiritual y físicamente. La vida no te dice: «Ésa es la respuesta correcta».

George Soros, uno de los más grandes inversionistas de nuestro tiempo, dice lo siguiente sobre las inversiones, pero yo creo que es aplicable a todo en la vida:

Tienes que tomar decisiones, no importa si te equivocas. No puedes evitarlo. Pero, al estar más conciente de tu incertidumbre, podrás corregir mejor tus errores.

En el mundo real, la gente verdaderamente inteligente es aquélla que comete errores y aprende de ellos. En la escuela, la gente lista es la que no comete errores. Mi padre pobre era un hombre inteligente y un gran maestro, pero lo perdió todo cuando abandonó el sistema escolar. A pesar de tener una preparación académica, no estaba preparado para el mundo real, Ése en el que tu promedio no importa. Mi padre no sabía que cometer errores lo podía enriquecer.

Papá cayó presa de bandidos y estafadores que se aprovecharon de su falta de conocimiento financiero. En lugar de disfrutar su retiro, batalló financieramente hasta el día de su muerte. Cuando se quedó sin empleo, se convirtió en el típico pez fuera del agua.

A muchos les preocupa que los puedan demandar. En mi caso, he recibido ese proceso como una oportunidad de aprender y probarme a mí mismo. Gracias a esa experiencia, hoy en día soy más rico, mental, emocional, física y espiritualmente.

Sucede lo mismo con la riqueza. Tengo un defecto de nacimiento: mi corazón tiene un problema que probablemente me heredó mi madre por su fiebre reumática. Esto me molestó durante toda mi vida. Me dijeron que no podía jugar fútbol americano, pero lo hice. Me dijeron que la escuela militar no me aceptaría y, sin embargo, entré. Pasó lo mismo con la escuela de vuelo. En vez de ceder ante el problema físico, uní a mi mente, mi espíritu y mis emociones, para darme fuerza. De esta forma, mi corazón se fortaleció.

Tampoco podemos olvidar que nacemos como seres y como humanos. La vida nos da la oportunidad de fortalecer ambas facetas pero, desgraciadamente, muchas instituciones se aprovechan del lado humano que es el más débil.

En la escuela me sentí abatido emocionalmente porque era un inadaptado. Mi capacidad intelectual era muy pobre, no soy bueno para leer ni para escribir. Nuevamente, apliqué la estrategia de fallar para fortalecerme. Reprobé en inglés, contabilidad y mecanografía. Hoy en día, hago mucho dinero escribiendo y enseñando a través de mis juegos de mesa. Además, paso mucho tiempo escribiendo en la computadora.

A pesar de que enriquecí gracias a mis debilidades, sigo siendo un escritor que no utiliza la gramática con precisión, nunca podré ser contador y nadie me contrataría como mecanógrafo. A pesar de que como estudiante me catalogaron como un eterno reprobado, ahora hago mucho más dinero que mis estudiantes que fueron alumnos sobresalientes.

Casi todos sabemos que las tres palabras más peligrosas de los negocios son: «Confía en mí». Cuando las escuches, lo mejor será que tomes tu bolsa o tu cartera y salgas corriendo. En todos estos años de empresario e inversionista, he escuchado variaciones de esta frase. También salgo corriendo cuando escucho: «Soy un buen cristiano».

Sospecho inmediatamente cuando una persona trata de guiar un negocio con su religión. Cuando escucho palabras como ésas, sé bien que puedo perder mucho dinero o terminar metido en una mala relación. Sólo porque alguien es un buen cristiano, judío, musulmán, budista o cualquier fe que profese, no significa que sea honesto y digno de confianza. Tampoco es seguro que sea un buen empresario.

Tengo integridad.

Si tienes que aclarar que eres íntegro, probablemente no lo eres. Prefiero ver acciones, no oír palabras.

Estoy aquí para servirte.

Cuando escucho esta frase me pregunto: ¿me van a servir a mí, o ellos se van a servir?

Yo te respaldo.

Mi padre rico a menudo decía: «La gente que te quiere respaldar, lo hace porque estando detrás de ti les será más fácil meter la mano en tus bolsillos. Además, así no podrás ver lo que están haciendo».

 

A pesar de que pongo mucha atención en lo que me dicen, en varias ocasiones se han aprovechado de mí. Ha sucedido varias veces. Ahora soy mayor y tengo más experiencia así que, cuando confío en alguien que no debía, trato de recordar que la moneda tiene dos caras. Gracias a esto, he aprendido mucho de malos socios, pillos, estafadores y mis propios errores. De hecho, soy más rico gracias a ellos.

Cuando pierdo dinero también me siento agradecido. Tal vez el recuerdo es doloroso y el proceso extenuante, pero la lección es única. Durante la preparación de este libro, mi hermana me recordó con frecuencia: «Su Santidad dice que Mao Tse-Tung es su más grande maestro». Todas las experiencias, positivas o negativas, son un alimento para el espíritu.

 

He aquí una última reflexión sobre Dios y el dinero: creo que el dinero le llega a aquéllos que son más confiables y permanecen lejos de los menos confiables. No significa necesariamente que sean gente mala o deshonesta. Quiero decir que el dinero se queda con la gente que lo cuida, lo respeta y sabe cómo hacerlo crecer; se mantiene lejos de quienes abusan o no saben cómo cuidarlo.

Ahí radica la importancia de los cuatro puntos del tetraedro.

Si somos poco éticos, entonces sólo podremos hacer negocios con gente poco ética. Pasa lo mismo con la moralidad. Por ejemplo, creo que sería difícil para una persona con un alto estándar moral hacer negocios con alguien que esté involucrado en la pornografía. Los que respetan las reglas, se mantendrán alejados de quienes las rompen. Como todo en la vida, las aves sólo vuelan con otras aves del mismo plumaje.

Una de las lecciones más importantes de la escuela dominical es que la palabra se hace verbo, se hace carne. En otras palabras, somos nuestras palabras. Sabemos que en el mundo real debemos decir la verdad, cumplir nuestra palabra y no hacer promesas que no podremos cumplir. A menudo, mentir es más fácil que decir la verdad cara a cara. Además, es bastante sencillo no cumplir nuestra palabra o nuestros acuerdos. Pero todo esto disminuye nuestro poder financiero espiritual.

Por ejemplo, tengo un amigo que suele hacer promesas que no puede cumplir. No es una mala persona, sólo tiene mala memoria. Como no cumple sus acuerdos, a pesar de ser una buena persona la gente no confía en él. Sus antiguos clientes ya no le creen y le resulta muy difícil atraer nuevos.

Una de las importantes lecciones que aprendí de padre rico fue que, si nuestra palabra no vale ahora, tampoco valdrá mañana. En cada ocasión que no cumplimos, nuestra palabra pierde poder. Además, cargamos con la responsabilidad de haber incumplido un acuerdo. Entonces, tienes que trabajar más duro. Si nadie me cree y yo digo: «Voy a construir un negocio de un millón de dólares, ¿te gustaría invertir en él?». Lo más probable es que todos digan: «No», incluyendo mis amigos.

Pero cuando una persona cumple su palabra, se gana el derecho a pronosticar el futuro y ver sus profecías hechas realidad. Si eres digno de confianza y dices: «Voy a construir un negocio de un millón de dólares, ¿te gustaría invertir en él?», habrá más gente dispuesta a correr el riesgo.

Creo que a todos nos han fallado. Un amigo me pidió 25 dólares y nunca me los devolvió. Ahora, creo que nunca invertiría en un negocio suyo. Su palabra se hizo verbo y no fue nada bueno. Si quieres ser rico, debes cumplir tu palabra.

Eres sólo tan bueno como lo es tu palabra.

Escribí este libro para enfatizar la importancia de la integridad mental, emocional, física y espiritual. Pero no fui íntegro siempre. Eso fue lo que ocasionó mis problemas financieros y personales. Perdí mi primer negocio porque, a pesar de tener fortaleza espiritual, no tenía el conocimiento para sostener la empresa. El crecimiento del negocio me sobrepasó, y fui incapaz de mantenerlo o de conservar a mis socios. Haberlos visitado para ofrecer disculpas por haber perdido su dinero, fue una prueba espiritual muy fuerte. Pero el haber dicho la verdad me devolvió mi integridad.

Tampoco quiero que pienses que soy perfecto. Te puedo asegurar que me alejo mucho de la perfección. Pero sé que cada día encontraré pruebas que me ayudarán a aprender más.

Te lo digo porque creo en Dios y en el Gran Espíritu. También creo que, dentro de nosotros, moran grandes espíritus. Si podemos enfrentar los sucesos, buenos o malos, habrá mayor bienestar en nuestra vida. Si podemos enfrentarlos espiritualmente, de igual forma creceremos y nuestro espíritu se hará más poderoso, seremos más ricos, más dichosos y estaremos más cerca de Dios.

Entonces, ¿hay alguna respuesta a la avaricia? Uno de los caminos es el de la generosidad. Cuando el Doctor Fuller habló de la «cuenta cósmica» se refería a la generosidad de Dios. Si, como él dice, efectivamente tenemos dos estados de cuenta, el social y el financiero, todos podemos contribuir a terminar con la avaricia. Sólo debemos enfocarnos en el bien que hayamos hecho aquí en la Tierra: cuánta gente, en cuántos lugares o a cuántas cosas, hemos servido. Debemos enfocarnos en qué tan bien hemos aprovechado nuestros dones para crear una vida rica en todos los aspectos: espíritu, mente, cuerpo y corazón.